viernes, 5 de agosto de 2011

DECIMO NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

“Hombre de poca fe, ¿por qué has vacilado?”
(Mt. 14, 22-33)

Rev. Alexander Diaz
Siempre me ha impactado la amistad que Jesús tenia con su padre, esa relación estrecha que había entre los dos y eso lo demuestra el evangelio de este domingo, el evangelio de hoy es una continuación del milagro de la multiplicación de los panes y pescados.

Despide a la gente, que satisfecha de su estomago y su alma, no querían dejarlo, y los despide no para descansar sino para estar a solas con su padre, necesita hablar, y necesita hacerlo a solas, sube a la montaña y pasa la noche en oración, que mejor descanso que la oración y el dialogo abierto con el padre, es hacer una intimidad.

Muchas veces la gente confunde soledad con aislamiento. La soledad en tantos y tantos momentos de la vida es no sólo conveniente sino necesaria. La soledad desvela nuestras carencias y riquezas y nos hace entender de verdad quienes somos. En la soledad se desnuda el alma y se encuentra paz y tranquilidad, en la soledad meditativa y pacifica Dios responde y se hace sentir mas y mas, las respuestas a mis interrogantes las he encontrado en el silencio y en la soledad. Eso es lo que el maestro hace este domingo Hay personas que tienen miedo no a quedarse a solas sino la soledad, no la aguantan ni la toleran, les es muy costoso encontrarse consigo mismo.

Los discípulos suben a la barca, me imagino que excitados y comentando el acontecimiento ocurrido, felices y con la ilusión de sentirse parte de esa gran aventura divina, pero cuando estaban ya lejos se encontraron con una tormenta, creo que todos le sentimos miedo a las tormentas que traen rayos, y truenos y más si estas en medio de un lago o en medio del mar, y lo más normal del mundo para ellos fue que sienten miedo…
Al amanecer Jesús va hacia ellos caminando; no es normal que un hombre camine en el agua, Pedro se asusta Es un hombre osado, pero lleno de temor por lo que estaba ocurriendo a su alrededor y con todo y miedo es capaz de ir con Jesús, a su lado. No dijo: Mándame ir sobre las aguas… sino que dijo: mándame ir a ti… Sacar fuerzas de nuestros propios miedos para pedir al Señor que queremos estar con Él, en su dirección, a su lado. Jesús le pide a Pedro que venga hacia Él. Pedro camina sobre el agua confiando en Jesús. ¡Cuántas veces nos movemos por aguas inseguras e incluso peligrosas y sólo Dios es quien no nos deja que nos hundamos en nuestros propios miedos!

Pedro se puso a andar en dirección a aquel a quien tanto quería. Su desconfianza estaba motivada por la fuerza del viento y, aunque estaba caminando en la dirección correcta apareció de nuevo el temor y comenzó a hundirse.


Cuando la fe le sostenía se mantenía, desde que la fe le faltó empezó a desequilibrarse. El hundimiento de nuestros espíritus se debe a la debilidad de nuestra fe. La fe está íntimamente ligada a la fidelidad y la constancia. La verdadera fe es la que perdura en el tiempo, no la que está sujeta a las circunstancias de la persona. Cuando uno cree en Dios de todo corazón, conserva su fe independientemente de cómo le vaya en la vida o de sus circunstancias personales.



Somos débiles porque nuestra fe es débil. El verdadero creyente nunca se hunde del todo. Pedro empieza a gritar a Jesús: “¡Sálvame, Señor!” y nos deja así una enseñanza permanente para nuestra vida: también nosotros tenemos que pedir desesperadamente la salvación de Dios.
Pero tuvo la humildad de suplicarle a Jesús su ayuda, y Jesús le echó una mano y le sacó de nuevo a la superficie. Ahí está la clave para mantener nuestra fe a flote: suplicar a Jesús que nos ayude. Sólo así seremos capaces de conservar el don de la fe. Y en el caso de tener una crisis, Jesús nos echará una mano para que recuperemos nuestra fe.


Jesús le salva del peligro agarrándolo. La mano de Cristo siempre está extendida para salvar al que lo necesita. Cuanto más creamos menos dudaremos. Todas las dudas y temores que nos desalientan se deben a la debilidad de nuestra fe. Dudamos porque nuestra fe es poca y eso les pasó a los mismos discípulos que compartieron todo con Jesús y, sin embargo, fueron tan fáciles a la hora de dudar. Debemos de tener confianza en que el está con nosotros; la confianza no consiste en no tener tormentas alrededor, sino en saber que Dios está allí, tanto en la tormenta, como en la calma, tanto en la luz, como en la oscuridad



Lo que sucede a los hombres y mujeres de hoy es que confían más en sus propias fuerzas y en sus propios recursos, que en Dios y en lo que Dios hace en nosotros. Creemos que las metas cumplidas son logros nuestros, olvidándonos que ¡nada! podemos si Dios no lo hace en nosotros.
Si confiamos en nosotros mismos y no en Dios, si confiamos más en nosotros que en Dios, estamos en peligro de hundirnos... si es que ya no nos hemos hundido. Sea en tierra o en mar, en calma o en tempestad, podremos ir en paz y con seguridad si tenemos toda nuestra confianza puesta en Dios.
No tengas miedo a las tormentas, ni dudes, solo ten fe… Amen

sábado, 30 de julio de 2011

DECIMO OCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO



“Denles ustedes de comer…”
(Mt.14, 13-21)
Rev. Alexander Diaz



El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesucristo en la ribera del mar de Galilea, rodeado de una enorme muchedumbre de toda la comarca. Lo seguían anhelantes de escuchar su palabra. Jesús, en su predicación, les habla del Reino de los cielos, y pasan las horas sin que la gente se dé cuenta.

Estaban todos pendientes de su boca. Hacia media tarde sus apóstoles lo interrumpen para decirle que ya es muy tarde y que despida a la gente para que se vaya a las aldeas vecinas y se compre algo de comer. Y Jesús, con un cierto tono de ironía: “No hace falta que se vayan –les responde–. Dadles vosotros de comer”.

Si eran sus invitados, también serían sus comensales; y no los iba a despedir en ayunas. Pero esa respuesta, sin duda, los dejó aún más confundidos... ¿Cómo iban a hacerlo? Ni doscientos denarios de pan –doscientos dólares, diríamos hoy– alcanzarían para que a cada uno le tocara un pedacito... Un muchacho de la multitud ofrece a Andrés, el hermano de Simón Pedro, todo lo que traía en su lonchera: cinco panes y dos peces. Pero eso, ¿qué era para tantos? ¡Una cantidad sumamente irrisoria! ¡No era nada!

Es aquí cuando interviene Jesús y comienza a realizarse el maravilloso milagro de la multiplicación de los panes que todos conocemos... ¿Qué fue lo que pasó? Dos cosas, aparentemente bien sencillas, pero prodigiosas y decisivas:

Primera, que el muchacho ofreciera toda su “despensa”, que no era casi nada; y segunda, que la pusiera en manos de Jesús. Y ya sabemos qué pasó a continuación: se saciaron cinco mil hombres con cinco panes –sin contar mujeres y niños, nos dice el evangelista– y llenaron doce canastos con los pedazos que sobraron. Todos los milagros de Jesús requirieron de la fe de quienes los pedían. Éste, además, requirió de la generosidad de aquel muchacho. Como si quisiera decirnos con ello el evangelista, que para obtener el milagro de la propia conversión o del propio progreso espiritual y humano, siempre se requiere generosidad. Darlo todo, y darlo de corazón.

Igualmente, cuando se trata de la ayuda a los demás, muchas veces tenemos en nuestras cestas los cinco panes y dos peces que necesita nuestro prójimo. A veces es una limosna, a veces es ceder el paso en la calle o una simple sonrisa que devuelva la confianza a nuestros hijos o compañeros de trabajo, después de que hemos sufrido algún percance.

Los cinco panes son, sin duda, una representación de los talentos que Dios nos ha regalado. Sólo en la medida en que los demos a los demás, fructifican y rinden todo cuanto pueden. Si los guardamos para nosotros mismos, pueden echarse a perder. Hay que recordar que el milagro comienza cuando aquel muchacho cedió al Maestro sus panes, para que diera de comer a toda una multitud...

¡Eran sólo cinco panes y dos peces! ¡Era una insignificancia, claro! Es absolutamente evidente la desproporción tan abismal entre los medios materiales que se tienen a disposición y los efectos que logra nuestro Señor. Sí. Pero para realizar el milagro fueron necesarios esos cinco panes y esos dos peces. Sin ellos tal vez no habría sucedido nada. Y el Señor quiere contar con eso para realizar sus prodigios.

El cardenal vietnamita Franxis Van Thuan, que pasó trece años en la cárcel bajo el régimen comunista durante la dura persecución religiosa en su país, decía: “Yo hago como el muchacho del Evangelio que da a Jesús los cinco panes y dos peces: eso no es nada para una multitud de miles de personas, pero es todo lo que tengo. Jesús hará el resto”.

Si buscamos la felicidad con pasión y empeño debemos darle a Jesús todo lo que somos y tenemos. No importa que no sea casi nada, o prácticamente nada. Lo importante es dárselo porque Él quiere contar con esa nada para hacer sus obras, lo único que hay que hacer es algo muy simple solo hay que ponerlo en sus manos. Y Él se encarga de todo lo demás.

Que ésta sea, pues, la moraleja y la enseñanza de hoy: Sé generoso y magnánimo con Dios y con los demás: da de ti mismo, no ser egoísta ni tacaño. Dar de nuestros bienes materiales y espirituales, compartir nuestro tiempo y nuestras cosas con los demás; pero, sobre todo, donarnos a nosotros mismos al prójimo: ¡no importa que sólo tengamos cinco panes y dos peces! Pongamos todos nuestros proyectos, inquietudes, tus preocupaciones, miedos, deseos, sueños, nuestra familia, nuestra relaciones, “todo” en manos de Dios, pues sabemos que “¡todo depende de en manos de quién está el asunto!”.

viernes, 22 de julio de 2011

DECIMO SEPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

“Puede compararse también el reino de Dios a una red que, echada al mar, recoge toda clase de peces”
(Mt 13, 44-52)

Rev. Alexander Diaz

El lenguaje del evangelio de hoy es bastante cercano a nuestro mundo presente: vender y comprar, riquezas y fortuna… Pero, sin duda, nos ofrece un mensaje que va más allá de lo puramente material.


Veamos primero qué significados tienen los símbolos usados en este evangelio:


El tesoro escondido en el campo
Si hoy tú tienes algo de valor lo guardas en una caja fuerte en el banco o en casa; en la época de Jesús cuando alguien poseía algo de gran valor material lo escondía bajo tierra. Decían los rabinos de la época que no había más que un lugar seguro para guardar el dinero: la tierra.

En la Iglesia de la Edad Media se simbolizaba artísticamente a la Virgen María como un campo no cultivado, donde se guardaba la mayor riqueza (Jesús) y que, sin embargo, no había sido tocado por nadie en clara referencia a su virginidad .

¿Dónde escondemos nosotros los valores que Dios nos ha dado? ¿En el miedo, en la vergüenza…? ¿Qué hacemos con el tesoro de la fe? ¿Lo escondemos para que nadie nos lo robe?


La perla
En la tradición de los pueblos antiguos el nacimiento de la perla de debía a la irrupción de un rayo caído del cielo en una concha abierta. En el mundo antiguo una perla era la posesión más maravillosa por la que se era capaz de todo.



En el Nuevo Testamento la perla es una imagen de lo divino, de lo que no es terreno. Jesús dice: no den lo sagrado a los perros ni les echen sus perlas a los cerdos. (Mt 7,6). Jesús se refiere a la perla como un símbolo del Reino de Dios.


En la Iglesia medieval se representa artísticamente a la Virgen María como una concha donde se guarda el tesoro más preciado: Jesús.


¿Qué consideras lo más valioso de tu vida? ¿Por qué? ¿Cuál es la perla de tu vida tanto material como espiritual?


La red
En la antigüedad las redes, lazos y trampas son imágenes para indicar el mal. En el Antiguo


Testamento la red es un arma de Dios.
Desde finales del siglo II se representó el bautismo bajo la imagen de una pesca con anzuelo y red; el pescador es símbolo de quien bautiza; el pez del bautizado. La red llena de pequeños peces es un símbolo de la Iglesia. El mar es imagen del mundo.


¿Te sientes Iglesia? ¿Qué es la Iglesia para ti, en tu vida diaria?
En estas tres parábolas vemos una clara diferencia con respecto a la de las anteriores semanas. Hasta este momento Cristo había comparado el Reino de Dios con cosas pequeñas, pero ahora lo compara con dos cosas de gran valor: el tesoro enterrado en el campo y la perla encontrada.


En ambos ejemplos se nos descubre algo valioso pero en los dos existe también una clara diferencia:
o el hombre de la primera parábola encuentra accidentalmente el tesoro.
o el hombre del segundo ejemplo busca perlas finas.


Algo parecido nos sucede a los seres humanos para con Dios. En algunas ocasiones encontramos ante nuestra propia vida ese tesoro inmenso de la fe, casi sin ningún esfuerzo, con sólo mirar… en muchos otros momentos de nuestra vida vemos como las personas buscan un sentido para su existencia, buscan ese tesoro que les haga sentir vivos y plenos. Entre el buscar y encontrar anda la vida de todos los seres humanos…
Estas parábolas han tenido durante la historia dos interpretaciones:
1. El hombre del campo se aplica a Cristo que dio todo cuanto tenía, incluida la vida para salvarnos.
2. El tesoro escondido es el servir a Cristo. El tesoro no está en un huerto cerrado sino en el campo abierto de la vida.


Muchas veces me pregunto si los cristianos vemos la fe y nuestra pertenencia a la Iglesia como ese inmenso tesoro, ese magnífico regalo que podemos tomar como una presencia de Dios.


Después de la explicación que Jesús hizo de las principales parábolas de este capítulo, preguntó a los discípulos si habían entendido estas cosas, a lo que ellos respondieron afirmativamente. Nosotros también hoy podemos comprender tantas y tantas cosas del Señor profundizando en Él, en su vida, en su oración, en su experiencia constante de encuentro con el resucitado.


Termina el evangelio diciéndonos que tenemos que compaginar lo viejo y lo nuevo, lo que nos anunciaba el Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento. Lo que hay de nosotros desde una fe recibida cuando pequeños a la fe adulta que intentamos vivir. En ese encuentro actualizado es donde nuestra fe y nuestra vida se encuentran y se gustan mutuamente…



Tomado de las homilías de Mario Santana Bueno

miércoles, 20 de julio de 2011

DECIMO SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"Dejad crecer juntos el trigo y la cizaña"
(Mt. 13, 24,-43)
Rev. Alexander Díaz


Mateo, buen pedagogo y sistematizador, reúne en todo el capitulo trece, capitulo que iniciamos el domingo pasado con la parábola del sembrador, reúne siete parábolas sobre el Reino de los Cielos, tomadas de diversos lugares de la tradición, y dispone el conjunto de dos bloques, uno en público y otro en privado; (13, 1-35) tiene lugar en público y contiene enseñanzas dirigidas al pueblo, que no las comprende.

La finalidad del conjunto es ofrecer una reflexión sobre la incredulidad y sobre la postura que el discípulo ha de adoptar ante ella.

El evangelio correspondiente a este domingo muestra tres parábolas de esta siete, estas son: La parábola de la Cizaña, del Grano de Mostaza y de la Levadura. Todas son una presentación concreta del reino de los cielos. La parábola de la cizaña es una de las tantas que estamos acostumbrados a escuchar en nuestros coloquios personales y en nuestro hablar cotidiano; “Sembrar cizaña” en nuestro léxico -y hasta en el Diccionario- significa poner enemistad o hacer daño a otro, es un elemento tan vivo y tan cierto que no necesita tanta explicación sin embargo Jesús de forma sencilla pero profunda hace alusión a las grandes preguntas que nosotros nos hacemos en nuestro entorno : ¿Por qué el mal? ¿Por qué el sufrimiento? ¿Cómo entender el poder de Dios si vivimos también rodeados por la maldad? ¿Qué papel juega Dios en todo esto?.



Ante estas cuestionantes se nos propone la respuesta más increíble que podamos imaginar: el bien camina junto al mal por el mismo camino, por las mismas sendas, que es lo mismo que Jesús dice: Déjenlos crecer juntos hasta la hora de la cosecha. Entonces diré a los segadores: Corten primero la cizaña, hagan fardos y arrójenlos al fuego. Después cosechen el trigo y guárdenlo en mis bodegas.» (Mt.13,30) El señor permite que todo esto marche al mismo ritmo, sin darse cuenta que al final serán separados los unos y los otros.

Pero hay una seguridad: el mal se desvanecerá antes de llegar al final del camino. Se desvanecerá por la fuerza invisible del bien. El mal sólo se destruye con el ejercicio del bien. "Vence al mal con el bien". Es utilizar las herramientas del amor en la solución de los grandes conflictos. El amor es más fuerte que nada, aunque parezca a muchos inofensivo; es realmente la solución.

Por tanto, no hay que temer al mal, hay que seguir sembrando el reino de los cielos con pasión El Reino de Dios necesita ser sembrado, cuidado, mimado, vivido. El mal se propaga por sí solo, sólo hay que sembrarlo. Hay una realidad fácilmente comprobable y es que el mal logra esconderse largo tiempo en la vida de las personas en forma de odio, maldad, celos, alejamiento de Dios, etc.
En el mundo el mal está presente en forma de toda clase de acciones que conducen al ser humano a la infelicidad permanente. Existe un estado donde la persona va perdiendo el norte de su vida y al final no sabe ni quién es, ni dónde está ni adónde va.


La paradoja del mal y del bien en el mundo es que el mal parece no exigir gran esfuerzo, se hace con facilidad y hasta con impunidad. Hacer sufrir a alguien es muy sencillo, destruir es muy fácil; pero hacer el bien, crear, hacer crecer a los demás, hacerlos personas, recrearlos de nuevo libres ya de las ataduras de los pecados, es una obra que sólo puede hacer Dios a través de nosotros. Una persona se puede contagiar del mal fácilmente con la actuación de otra persona. Una persona sólo puede estar incitada permanentemente al bien si Dios la ilumina, le da la fuerza necesaria y el apoyo en el interior de su corazón. Para sembrar el bien cada persona debe ser para la otra hermano y hermana.



Para muchas personas el Evangelio aparece como algo sin fuerzas, sin posibilidad de transformar la vida de las personas que nos rodean. ¿Te sientes transformado por Dios? ¿Por qué? ¿En qué? El Evangelio es como una pequeña semilla, casi insignificante: no está hinchada de filosofía, no quiere alardes y puede ser predicado y entendido por cualquier persona que se abra al bien. No debemos olvidar que ambas siembras la de la bondad de Dios y el mal se hacen casi al mismo tiempo, cada persona debe decidir qué cosecha escoger.


Tengo el convencimiento prometido por la palabra que Cristo triunfará al final de la Historia… Para saber lo que está bien y lo que está mal, tenemos que recurrir una y otra vez a la palabra y al corazón de Dios, a la experiencia cristiana de tantos hombres y mujeres donde la bondad ha hecho su morada. Tenemos que volver una y otra vez a nuestro corazón para que en ese diálogo interior y personalísimo con el Señor, nos haga entender que nosotros no estamos llamados a juzgar a nadie. Jesús no nos ha nombrado jueces de nadie sino hermanos y hermanas de nuestros hermanos y hermanas… Dejo el juicio para Dios y prefiero acoger al que dejó crecer la cizaña en sí mismo, con el amor con el que Dios me acoge. (Mario Santana Bueno)


Ahora tenemos oportunidad de acogernos a la Misericordia sin límites que Dios nos brinda, pero cuando nos llegue el final, bien por la propia muerte o porque sobrevenga el fin del mundo, tendremos que acogernos a la Justicia Divina: los que siguen a Dios brillarán como el sol en su Reino; los que siguen al Maligno serán arrojados al horno encendido. La parábola y la explicación del Señor son muy claras. El que tenga oídos que oiga.

martes, 19 de julio de 2011

DOMINGO QUINTO DEL TIEMPO ORDINARIO

“Salió el sembrador a sembrar”
(Mt. 13,1-23)




Rev. Alexander Diaz

El evangelio de este domingo es una de las más conocidas parábolas de Jesús, “El sembrador”, una parábola sencilla pero con gran significado y una profundidad en el contenido evangélico, es una invitación a la reflexión personal e interior del evangelio en nuestras propias vidas.
Cuando analizo esta parábola me pongo a pensar en cuando un campesino prepara la tierra con dedicación y esmero con la esperanza de que la semilla que depositara en esa tierra se torne provechosa, sueña con tener una cosecha abundante, es por ello que con sus propias manos la prepara con amor.



Todos los seres humanos somos tierra en la cual Dios cada día, intenta sembrar algo nuevo, pero al igual el campesino prepara esa tierra, El nos prepara a nosotros para ser fértiles en la escucha dedicada de la palabra divina para que esta se desarrolle dentro de nosotros.




Ante este retador acontecimiento, el ser humano debe de hacerse las siguientes preguntas: ¿Qué lugar ocupa la palabra de Dios en mi vida diaria? ¿Soy capaz de leer, meditar e intentar vivir esta palabra de manera consiente?. A veces creo que los seres humanos vegetamos en nuestro desarrollo, nos estancamos y destruimos los nutrientes espirituales que nos desarrollan y nos hacen crecer y desarrollarnos más.








La palabra se reparte pero cae en desigual terreno. Es la misma palabra pero cada persona se tiene que convertir en tierra para que germine.

Jesús repasa después la parábola con sus discípulos, a ellos les amplía el sentido de las cosas de Dios. Cada creyente debe ser un portador de Dios para los demás, debe de convertirse en sembrador de la semilla espiritual en las almas de sus hermanos, en otras palabras somos, sembradores y semillas al mismo tiempo, porque tenemos el reto de dar fruto y la obligación de sembrar lo que producimos en la vida de los otros.

Todos creo que tenemos claro que el terreno donde tiene que caer la semilla de la palabra es el corazón humano, pero sabemos que no todos los corazones están hechos ni preparados para lo mismo. Las inquietudes, deseos, miedos, ambiciones, son las encargadas de dar base a nuestro interior.




“Los diferentes caracteres humanos están representados por los distintos tipos de terreno. Hay cuatro clases de corazones, de terrenos, en los que se siembra la palabra, estoy más que seguro que deben de haber mas tipor de terreno, viendo como el ser humano se ha vuelto en nuestros días, pero el maestro solo nos ejemplifica estos:




A - Terreno junto al camino: los que oyen pero no entienden. La palabra no cala en ellos, no hay mayor interés en profundizar. Están distraídos, poco interesados en lo que oyen, son aquellos que vienen uno que otro domingo, pero así como entran así se van, tienen un cristianismo tradicionalista y agónico, desinteresado completamente.




B- Terreno entre las piedras: reciben y les impresiona la palabra pero por poco tiempo; no tienen duración. No hay firme convicciones en sus mentes y en su corazón. No tienen raíz, o sea, profundidad en lo que quieren. No saben qué quieren, son los típicos católicos veletas, que se emocionan pero no tienen nada concreto en sus vidas, no se forman ni les interesa hacerlo, las rocas son todos aquellos hábitos y complejos que según ellos son fuertes y no les dejan respirar ni desarrollarse.
C- Terreno entre espinos: aventaja a los dos anteriores: recibió la semilla y dejó que echara raíces hondas, pero tampoco dio frutos debido a los estorbos que encontró en su crecimiento. Los espinos no dejaron que la raíz prosperara e impidieron que diera fruto. ¿Cuáles son estos espinos? La palabra nos recuerda en otro texto que fundamentalmente son tres las cosas que nos alejan de Dios:
1. Las preocupaciones (los afanes del mundo, las preocupaciones de la vida).
2. Los placeres (pues entregan el corazón humano a otros que no son Dios).
3. Las riquezas (cuando son endiosadas por el ser humano).




Terreno bueno: es el resultado lógico del encuentro de una buena tierra con una buena semilla. Este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto (v.23). Éste es el terreno productivo; no significa que no haya estorbos, pero todo queda superado por la fuerza de la vida que crece. El cristiano es aquel que permanece fuerte incluso en medio de las dificultades, anclado solamente en Dios.




Dar fruto es poner en práctica la palabra. Hay distintos niveles de frutos, todos no tenemos que dar el mismo ni con la misma intensidad. (Mario Santa Bueno)

Debemos dejar que nuestra oración vuele lejos, en estos tiempos cálidos y difíciles. La Palabra es la que nos hace fuertes y misericordiosos. Hoy, verdaderamente, deberíamos pensar que todo, una vez más, está en su comienzo. La semilla que hace fructificar la Palabra nos ayuda para iniciar una segunda creación… Tiempo de verdad, de amor y de felicidad.

jueves, 30 de junio de 2011

DECIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

“Vengan a mí los que están cansados y agobiados y yo los are descansar…”
(Mt. 11,25-30)




Hemos dejado atrás el tiempo fuerte de la Pascua y las grandes solemnidades de la Santísima Trinidad y el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y hoy nos adentramos en un tiempo diferente, el tiempo ordinario, el tiempo de la Esperanza, matizado por el color verde en la liturgia, es un tiempo de reflexión y de aprendizaje en la vida pública de Nuestro Señor.

El evangelio de este domingo es rico y profundo porque es una oración que sale del corazón de Jesús, es una alabanza profunda hacia Dios por su generosidad en premiar la humildad de los sencillos y por ocultar su grandeza a los sabios y entendidos que han perdido la alegría de verle en lo sencillo de toda la creación.
Estamos en pleno siglo XXI, iniciando la segunda década de este siglo y Jamás en la historia de la humanidad hemos tenido tantas posibilidades de estudio, de investigación y de desentrañar misterios como en el momento presente. El ser humano se ha convertido en un recreador de lo que Dios hizo.

“En algunas ocasiones al ver la grandeza de las cosas creadas por Dios, el ser humano con gran orgullo intelectual se ha segado y a perdido la alegría de ver la vida con la simplicidad, de las cosas, de los mecanismos sencillos que nos hacen ser feliz. Esta es la paradoja del ser humano: inventa cosas para vivir mejor, pero no consigue ser feliz. Sabemos mucho sobre las cosas que nos rodean y muy poco sobre nosotros mismos y de los caminos de la felicidad que en Dios encontramos.

Jesús hablaba a las personas que estaban desesperadas porque buscaban a Dios y no lo encontraban; trataban de ser buenas, pero ya estaban cansadas y desesperadas de buscar siempre la felicidad y llegar al mismo punto de partida… Para un judío de aquella época, la religión era algo así como un catálogo de normas y normas y más normas, reglas interminables que no llegaban al corazón del ser humano. El dios de las normas permanentes no es el Dios que salva”. (Mario Santa Bueno)

Las enseñanzas de Jesús fueron rechazadas por los doctores de la ley y fueron reveladas a todos los que lo recibieron con sencillez, como niños.

Para encontrar y sentir a Dios no hay que complicarse la vida, Dios es un Dios omnipotente pero que se deja ver en la sencillez de las cosas, en un Dios de sencillos y humildes, se encarno de una mujer pobre, desposada con un carpintero, nació en la miseria, pero en medio de la alegría de los pastores de Belén, creció en un barrio pobre y quizás para algunos de mala muerte por la baja cultura que reinaba ahí, pero en la alegría de la simplicidad, del respeto, del entusiasmo de la vida, del deseo de superar los retos latentes en aquella época. Como vemos es un Dios sencillo y humilde, pudiendo haber nacido en un palacio, escogió nacer en el palacio de la pobreza y sencillez. Dios hace grande el corazón de los humildes y se enamora de ellos
Cuando se cultivan la humildad y la mansedumbre, convirtiéndose en gente sencilla, se entiende y se acepta esta otra invitación de Jesús: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraran su descanso.”(Mt.11, 28-29)
El cristiano que quiera ser cristiano de verdad –y hemos de quererlo todos- no lo tiene fácil. Tiene muchos yugos y muchas cargas que llevar. El mensaje del Evangelio que hemos de intentar vivir con fidelidad choca frontalmente con los valores y los postulados del ambiente en el que vivimos. Por otra parte, las limitaciones, la enfermedad, los problemas laborales o familiares y tantos otros son cargas, a veces, muy pesadas.
Ante el cansancio que producen esos yugos y esas cargas, son dos las cosas que todo cristiano debe hacer. En primer lugar, aceptar el venir a mí… y yo los aliviaré de Jesús, en ratos de oración, en el acercarse a los sacramentos, en actos de abandono, como éste de S. Josemaría Escrivá: Señor, Dios mío, en tus manos abandono lo pasado, lo presente, lo futuro; lo grande, lo pequeño; lo poco, lo mucho; lo temporal y lo eterno. Cuántas veces una hora ante el Sagrario ha sido el mejor descanso Se trata de adquirir la costumbre de ir a la oración y contarle al Señor lo que nos pasa. Como decía un poeta: ¿a quién contaré mis penas, mi lindo amor?, ¿a quién contaré mis penas, sino a ti? (Alfonso Martínez Sanz)

En muchas ocasiones, será necesario también un descanso físico, durante algunos días o durante unas vacaciones como las de estos meses de julio y agosto, aquí en los Estados Unidos o en Diciembre en partes de América Latina. Este descanso físico, sin lugar a duda, será mucho más reparador si va acompañado del descanso en Cristo, cultivando el trato con Él, participando en la Eucaristía y metiendo a la Virgen en todo y para todo.

viernes, 24 de junio de 2011

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI


“Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”
(Jn.6, 51-59)

Rev. Alexander Díaz


Hoy la Iglesia conmemora una de las solemnidades más importante, y en esta gran fiesta se conmemora la institución de la Santa Eucaristía el Jueves Santo con el fin de tributarle a la Eucaristía un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud. Por eso se celebraba en la Iglesia el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad. En los Estados Unidos y en otros países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad, con el objetivo de que los fieles tengan la oportunidad de participar en este culto público de adoración.


La Solemnidad de Corpus Christi es una de las fiestas más antiguas de la Iglesia se remonta al siglo XIII. Dos eventos extraordinarios contribuyeron a la institución de la fiesta: Las visiones de Santa Juliana de Mont Cornillon y El milagro Eucarístico de Bolsena/Orvieto.


Este es un día especial en el cual como verdaderos Cristianos reconocemos la divinidad y presencia real de Jesús en este Santo Sacramento de forma pública, y sin ningún reparo.
Hoy la Palabra reclama nuestra atención en el alimento del cielo. Los alimentos es junto con el agua aquello que nos mantiene vivos físicamente hablando; pero nosotros sabemos bien que nuestra vida no está formada sólo por nuestra frágil constitución física. Mientras la comida y el agua mantienen nuestro cuerpo sabemos que en nuestro interior hay otras realidades que necesitan alimentos para ayudarnos a crecer.


La Eucaristía es el mejor medio que tenemos para alimentar y conservar nuestra vida divina. El cuerpo y la sangre de Cristo es nuestro primer manantial de vida eterna.
La Eucaristía ocupa el lugar central de nuestra fe. Muchas veces me he preguntado si los católicos somos conscientes de esta realidad que una y otra vez celebramos en nuestros templos. Se abre la Iglesia; entran las personas que van a participar de la misa. Empieza el canto de entrada. El sacerdote comienza el ritual y los asistentes contestan grandes realidades que muchas veces no se adaptan a la vida diaria.


La eucaristía no es una simple conmemoración histórica, sino presencia de Cristo muerto y resucitado, sacrificio relacionado con el de Cristo en la cruz y reactualizado bajo el velo de los símbolos. La fiesta del Corpus recuerda y celebra esta presencia real de Cristo en el sacramento central, que se guarda en el sagrario para los enfermos y caminantes como viático y que se adora la luz de la celebración del memorial eucarístico.


El Vaticano II puso de relieve nuevos aspectos de la eucaristía como banquete fraternal, memorial del Señor y acción de gracias, sin olvidar los acentos antiguos de sacramento, sacrificio y presencia real. Se propuso que el pueblo participase «activa, plena y conscientemente», para lo cual se dispuso que todo se hiciese en la lengua del pueblo, con selección y abundancia de lecturas bíblicas, recuperación de las preces de los fieles, simplificación de ritos y reparto de ministerios.
No es ya cuestión de asistir mudos a la misa que celebra el sacerdote, sino de participar activamente en la celebración, cuyo sujeto central es la asamblea, presidida ciertamente por un ministro adecuado. La celebración ha mejorado enormemente, sobre todo en las comunidades de base” (Casiano Floristan, de Domingo a Domingo).


San Agustín llama a la Eucaristía: sacramento de amor, símbolo de unidad, vínculo de caridad.
-Sacramento de amor: ante la Eucaristía, por medio de la fe puede barruntar algo de la profundidad e intensidad del amor de Cristo, puesto que ese amor es responsable de la Iglesia, de los Sacramentos... "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo...".


-Signo de unidad: San Agustín: "Nuestro Señor ha puesto su cuerpo y sangre en estas cosas -el pan y el vino- que, de múltiples que son en sí se reducen a una sola, porque el pan, de muchos granos, se hace una sola cosa; el vino se forma de muchas uvas, que hacen una sola sustancia".
Y realiza la unidad: "Puesto que uno es el pan, un solo cuerpo formamos todos los que participamos de ese único pan" (1 Co 10. 17). Cristo es la cabeza del Cuerpo Místico que formamos con él todos los bautizados. Si recibimos a Cristo en la Eucaristía, recibimos también a todos nuestros hermanos. Comulgamos con todos ellos: santos o no, amigos o enemigos.


-Vínculo de amor: Sin la comunión no habría amor a los demás. Cada comunión debe hacernos crecer en el amor a los otros. El otro debe ser nuestra hostia diaria. La Eucaristía debe crear en nosotros la decisión consciente de ir hacia los otros y entregarnos a ellos.


Creemos que al comulgar hacemos a Cristo cosa nuestra, cuando la verdad es otra. Al comer a Cristo somos comidos por Él. Y la Eucaristía falla cuando comulgamos, no cuando somos comulgados. "Como es fuente de vida el Padre que me envió y yo vivo por el Padre, del mismo modo, el que me come vivirá por mí" (Jn.06,58). “San Agustin Sacraento de Amor,

viernes, 17 de junio de 2011

SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD

“Tanto amo Dios al mundo que entrego su hijo único, para que todo el que cree en el no muera…”

(Jn.3,16-18)

Rev. Alexander Díaz




Celebramos este Domingo, la Solemnidad de la Santísima Trinidad, un misterio profundo y que solo a la luz de la fe lo podemos entender a plenitud, con simple y corta razón no basta para entender este misterio tan grande.



Toda nuestra vida cristiana está marcada por el don de la Trinidad, cuando nacemos a la vida sobre natural por la gracia del bautismo, lo hacemos de forma trinitaria, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, cuando se inicia la Santa Eucaristía, se hace de la misma manera, y en fin todos nuestros actos diarios están marcados por la Santa Trinidad.



La Trinidad es un misterio de Comunión es Dios en nosotros, Dios con nosotros y Dios por encima de nosotros. Es el misterio que penetra y envuelve nuestra vida y nuestra historia.
El Espíritu es Dios en nosotros. De él viene la esperanza que peregrina hacia la plenitud de Cristo, él inspira a los profetas la palabra de Dios, él actúa en el corazón de los creyentes para aceptar la palabra de Dios, él reúne a los hijos de Dios en torno al Hijo, él anima la plegaria que dirigimos al Padre. Él ha sido derramado en nuestros corazones y es más íntimo a nosotros que nosotros mismos.


El Hijo es Dios con nosotros, el que ha nacido para ser nuestro hermano, nuestro compañero, nuestro prójimo. El hijo es el rostro de Dios, el que ve al Hijo ve al Padre. Es su Palabra hecha carne en las entrañas de María, ante la cual se actualiza al máximo nuestra responsabilidad.
El Padre es el que nos convoca en Jesús con su Palabra y a quien nos dirigimos por Jesús y a impulsos del Espíritu Santo. Es Dios por encima de nosotros y delante de nosotros, el que está aún por ver y por venir, la reserva de nuestra esperanza infinita.



La Stma Trinidad es propiamente el mismo Dios que ha entrado en comunión con nosotros. Es el Padre que se ha hecho "nuestro Padre", es el Hijo que se ha hecho nuestro hermano, es el Espíritu que se ha hecho nuestra vida. La Stma Trinidad es el misterio que funda nuestra convivencia. Para vivir ese misterio se requiere que todos seamos "nosotros" delante del Padre que nos convoca, que todos seamos una fraternidad en el Hijo que nos acompaña, y que todos participemos de un mismo sentir, de una misma esperanza y de un mismo amor, de una misma vida gracias al Espíritu que ha sido derramado en nuestros corazones.



¿Cómo explicar que Dios es uno y a la vez es Padre, Hijo y Espíritu Santo? Quizás tengamos que decir que en cada amor hay siempre tres realidades o sujetos: uno que ama, uno que es amado y el amor que les une. En líneas generales esto nos demuestra la realidad amorosa de Dios en su relación con las personas.

El texto que la Iglesia hoy nos propone es como una síntesis de la realidad de Dios y los seres humanos. Jesús vino a salvarnos perdonándonos los pecados por el amor que Dios nos tiene. Nos dice también que Dios entregó a su único Hijo por nuestra salvación.

Nuestro mundo tan autosuficiente puede que no atienda a estas palabras. Es probable que alguno crea que no necesita la salvación, que él mismo es el único protagonista de su historia y de su esperanza. Pero bien sabemos que esto no es así. El ser humano necesita de la ayuda de Dios para ser realmente humano. Necesita de su Palabra, de su vida para ser plenamente feliz. Aunque el mundo de hoy me deslumbre con los fogonazos de sus propuestas sólo la luz de Dios me da explicación a la indigencia de mi realidad humana. La propuesta que Dios nos ofrece es la que está basada en el amor.

Muchos cristianos se han instalado en la condena permanente hacia sí mismos y hacia los otros. Son "profetas de calamidades". Su anuncio del Evangelio no es invitación a descubrir el amor que Dios nos tiene, sino una invitación a que nosotros amemos a Dios.

Las personas amamos a quien nos ama. Si no me anuncian el amor que Dios me tiene, es muy difícil que espontáneamente yo pueda amar a Dios. Toda predicación y todo acto de evangelización tiene que empezar siempre con una pregunta: "¿Sabes quién te ama de verdad?" Toda la pedagogía de la conversión será simplemente ahondar en la realidad de Dios que te ama y tu personal respuesta a ese amor. Amor con amor se paga...

Jesús abre las puertas del amor de Dios a toda la humanidad. Él no condena a nadie sino que intenta curar a las personas heridas por el pecado y por la vida... Cada vez tengo más la impresión de que la vida es como un gran barco donde toda la humanidad navega, y que absolutamente todos los seres humanos tenemos que ir tapando las grietas por donde entra el sufrimiento y la desesperanza. Todos navegamos por el mismo mar de la eternidad. Juntos vamos en la misma nave de la vida. Ser cristiano es tener la certeza de que Dios también navega con nosotros, no nos ha dejado ni solos ni desamparados.

Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, nos concedan la gracia necesaria para vivir nuestra vida cristiana en un constaten contacto con ese divino y recibiendo esta gracia inmerecida podamos vivir habitados de esta gracia Trinitaria. Amen

viernes, 10 de junio de 2011

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTES

“Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonen los pecados les quedan perdonados…”
(Jn20, 19-23)
Rev. Alexander Díaz




Celebramos hoy la solemnidad de Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo, la fiesta en la cual nace y se consolida la iglesia sin temor, sin miedo y sin ninguna duda. Nos dice la liturgia de hoy que después de la Ascensión de Jesús, se encontraban reunidos los apóstoles con la Madre de Jesús.



Era el día de la fiesta de Pentecostés. Tenían miedo de salir a predicar. Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos.



Quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas desconocidas.
En esos días, había muchos extranjeros y visitantes en Jerusalén, que venían de todas partes del mundo a celebrar la fiesta de Pentecostés judía. Cada uno oía hablar a los apóstoles en su propio idioma y entendían a la perfección lo que ellos hablaban.



Todos ellos, desde ese día, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran misión que tenían que cumplir: Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Es este día cuando comenzó a existir la Iglesia como tal.

¿Quién es el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo es Dios, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia nos enseña que el Espíritu Santo es el amor que existe entre el Padre y el Hijo. Este amor es tan grande y tan perfecto que forma una tercera persona. El Espíritu Santo llena nuestras almas en el Bautismo y después, de manera perfecta, en la Confirmación. Con el amor divino de Dios dentro de nosotros, somos capaces de amar a Dios y al prójimo. El Espíritu Santo nos ayuda a cumplir nuestro compromiso de vida con Jesús.



Estamos llamados a crecer en el Espíritu. Estamos invitados a madurar humana y espiritualmente y para ello necesitamos la presencia constante de Dios en nuestra vida.
La Palabra nos recuerda que los discípulos estaban reunidos (como muchas veces nos reunimos nosotros hoy), pero tenían las puertas cerradas (no se refiere sólo a las puertas físicas, sino a las de nuestro corazón), por miedo (tengo que descubrir los miedos que rondan mi vida y me impiden crecer como persona y creyente). Bien sabe el Señor que para la titánica misión de crecer y hacer presente a Dios en el mundo es necesario la ayuda del propio Dios.


El ser humano no tiene fuerzas suficientes para por sí mismo mantenerse en la presencia constante de Dios. Es por ello que necesitamos de su ayuda y aliento.


¿Vives tú bajo la ley del Espíritu?
Los frutos del Espíritu Santo son el testimonio más importante de su acción en nosotros. Somos cristianos en la medida que dejamos que Dios nos transforme y nos capacite para ser sus seguidores.


“A pesar de estar la casa cerrada Jesús no violenta las cerraduras ni da un golpe agresivo en la puerta de aquellos discípulos. Entra silenciosamente. Se filtra por las paredes. Aquellos estaban llenos de miedo pero estaban reunidos recordando lo que había ocurrido. Fue tan fuerte el ver a Cristo resucitado que el miedo les desapareció y se creó la Iglesia. La Iglesia aparece por tanto con estos elementos: estaban reunidos- aceptando la presencia de Cristo Resucitado- abriendo las puertas del alma- superando el miedo- recibiendo el Espíritu Santo.

La Iglesia es la patria del alma. Ser Iglesia es tener las puertas abiertas, reunidos y sin miedos. Quienes intentan vivir el Evangelio desde esas premisas son los que ven cómo el Espíritu Santo les va haciendo cada día.


La gente que vive llena de miedos e inseguridades serán unos ineficaces discípulos porque en ellos no se dan los frutos del Espíritu. Quien vive en cobardías sólo cobardías transmitirán a otros. Quienes piensan que la fe es algo tan íntimo que no necesita ser compartida se encontrarán encerrados en su egoísmo, solos y sin la presencia del Espíritu Santo”. (Mario Santana Bueno)


En este día de Pentecostés tenemos que preguntarnos sobre el proceso de madurez de nuestra fe. ¿Ha ido mi corazón en todos estos años acercándose a la madurez espiritual a la que soy llamado? ¿Qué cerraduras son las más difíciles de abrir en mi vida y por qué? ¿Qué miedos son los que todavía tengo que superar? ¿Acepto al Espíritu Santo en mi vida?
Que el Espíritu Santo nos fortalezca con su luz y nos purifique para ser buenos cristiano. Ven dulce huésped del alma y danos paz y alegría. Amén..

viernes, 3 de junio de 2011

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSION DEL SEÑOR

“Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos…”
(Mt. 28,16-20)


Rev. Alexander Díaz





La Ascensión del Señor es una fiesta de grandísima esperanza para los que creemos en Jesucristo y seguimos su Palabra, porque sabemos que primero se fue El al Cielo, para que luego todos podamos seguirlo, seguir sus pasos y su caminar hacia la gloria eterna del Padre, es por ello que la celebración de este misterio nos da la seguridad de que también nosotros podemos seguirle allí. Ya el evangelio del domingo anterior nos lo dijo de forma clara y certera
“En la Casa de mi Padre hay muchas mansiones, y voy allá a prepararles un lugar ... Volveré y los llevaré junto a Mí, para que donde Yo estoy, estén también ustedes” (Jn. 14,2-3).

Jesús nos a abierto un lugar especial en el cielo, para que también nosotros podamos participar y vivir eternamente, el derecho al cielo, no debe de ser por tanto para los seres humanos una simple opción, sino la obligación de ser verdaderos seguidores de Jesús, este seguimiento se verá concretizado cuando vivamos con el eternamente.

El evangelio de este domingo tiene algunos elementos que me desconciertan, porque verdaderamente representan la actitud humana frente a la gratuidad divina, siento que nos cuesta creer plenamente y es lo que les pasaba a los apóstoles el día de la ascensión del señor Dice la Palabra que los discípulos adoraron a Jesús, pero "algunos dudaban". No creían con facilidad, buscaban pruebas y razones para saber si el resucitado era realmente Jesús u otra persona. Me temo que nuestra vida en esta tierra estará siempre salpicada por estos dos momentos de adoración y de duda. El ser humano es capaz de adorar y dudar. Nuestra fragilidad humana pesa en muchas ocasiones y eso nos hace tambalear, pero aunque tambaleemos no nos debemos rendir por que su presencia poderosa nos hace ser mejores hombres y mujeres en la sociedad y el mundo.


“Jesús les habla diciéndoles que tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra. ¿Cómo entender esta autoridad de Jesús cuando vemos que el mundo va por caminos totalmente contrarios a su mensaje? Esta es la pregunta que se hacen numerosas personas: ¿Si Dios tiene tanto poder por qué el mundo está tan mal...?


El mundo está mal cuando no hacemos caso a lo que Dios nos indica. Si vivimos el Evangelio con elegancia el mundo será más parecido a lo que Dios quiere. La maldad en el mundo es la ausencia de Dios. Dios tiene poder para ofrecer a los seres humanos un mensaje, su persona, que se entrega por nosotros. Para aceptar a Dios necesito equilibrar mi mente y mi corazón y hacer una opción desde mi libertad. Tiene poder para invitarnos siempre desde lo hondo de nuestro corazón a seguirle con alegría”. (Mario Santana Bueno)


Me impacta el mandato que Jesús les da a los doce, porque recoge una visión de conjunto de todos los seres humanos; para los judíos los únicos que tenían acceso a la salvación eran ellos, todos los demás no estaban en la lista de los llamados por Dios para estar con él, Jesús rompe ese esquema hoy, porque nos invita a ir a todo el mundo para hacer discípulos a todos los habitantes del mundo. Hoy que tanto se habla de la unidad de las naciones para el bien común, nos olvidamos que fue el cristianismo quien comenzó, por encima de todas las diferencias humanas, quien impulsó la globalización de la salvación de Dios, por tanto bajo este mandato de divino estamos obligados a evangelizar y convertirnos en verdaderos misioneros en el mundo, sin importar la raza el color o la lengua, lo que importa es mostrar el verdadero rostro de Jesús. La tarea del cristiano es bien clara: llevar el Evangelio a otras personas sean del lugar y raza que sean. El bautismo es la puerta de encuentro con el Señor. Por el bautismo empezamos el camino que Jesús hace por los senderos del mundo.


En la Solemnidad de la Ascensión del Señor la Iglesia nos propone este texto donde Jesús nos deja la promesa de quedarse con nosotros. "Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo." Está siempre, todos los días; en los momentos malos y buenos. Es un "me voy pero me quedo." Esta cita específicamente nos debe de mantener sobrios y seguros en lo que somos y tenemos, nuestra fe católica, nada ni nadie nos puede apartar de ella ni destruir porque el siempre está con nosotros, El camina de la mano y nos hace ser hombres y mujeres seguros de lo que somos bautizados e hijos suyos.

Esto quiere decir que su presencia entre nosotros debe aminorar los miedos y las dudas, porque él va delante de nosotros, por ende, siempre que iniciemos una empresa o cuando encaramos un reto, debemos de tener claro que el está con nosotros todos los días hasta que se termine el mundo…. Porque todo lo que tenemos es por él, con él y en el… por los siglos de los siglos… Amén.

viernes, 20 de mayo de 2011

QUINTO DOMINGO DE PASCUA

“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. ”
Jn. 14,1-12
Rev. Alexander Díaz




A medida que el tiempo pasa más entrando mas en este maravilloso tiempo de la pascua y hoy estamos celebrando el quinto domingo Pascual, el evangelio de este domingo es un evangelio de recomendación a creer en el que Jesús hace a los doce. Se sienten en sus palabras un grade de tristeza y desconcierto en la voz del maestro en ver que al género humano representado en los doce, les cuesta creer y aceptarle como Dios y como mesías.

La humanidad desde siempre ha cuestionado a Dios y se ha vuelto en su contra a pesar de las múltiples muestras de cariño y a pesar de su misericordia mostrada en su hijo Jesucristo.

El hombre y la mujer modernos están cada día mas, perdiendo su fe y su esperanza en Dios, no porque Dios no les hable, sino porque simple y sencillamente se han enfocado en otros asuntos que no lo dejan crecer y lo que hacen es hacerlo más infeliz y llevar poco a poco una vida mísera y solitaria.

En el Evangelio de este domingo Jesús nos recuerda que la fe en el Padre incluye y comprende la fe en Él. El encuentro con el verdadero Dios es posible únicamente por medio de Jesucristo: "Nadie puede venir a mi Padre sino por mí" (Jn 14,6). Todos los caminos de búsqueda sincera de nuestro creador desembocan en Cristo.

Ser creyente y evangelizador significa profundizar en el encuentro de la conversión con Jesús y conocerle más profundamente y compartir esa experiencia con los demás. Evangelizar no es adoctrinar ni comprometer en tareas meramente sociales; tampoco es hacer un discurso intelectual sobre la fe. Evangelizar es mucho más: es ser portadores de una seria y profunda amistad con el Señor y tratar que los demás le conozcan con esa misma o mayor intensidad.
Una vez le preguntaron al beato Juan Pablo II, cuál era el camino más recto para encontrar la santidad y el beato respondió que el camino más mediato para ser santos era ser amigos de Jesús, entablar una amistad solida y sin complejos sin sentido, es simple y sencillamente ser amigos íntimos en el amor y en la escucha profunda de este amor.

En nuestro tiempo nos hemos acostumbrado a que las respuestas en nuestra vida y a nuestras necesidades (comida, vestidos, etc.) sean cubiertas por las cosas materiales: dinero, máquinas, etc. en lugar de las personas. Bien es cierto que todo ello nos llega de la mano de otros seres humanos, pero ningún ser humano se vuelve para nosotros la respuesta definitiva a todas las necesidades interiores. Hemos hecho nuestra la famosa frase “tanto tienes, tanto vales” cosa torpemente sin sentido porque lo material no de desarrolla ni te hace ningún bien cuando lo cambias por la verdad.




En el contexto de las necesidades más profundas del ser humano es donde se dan las afirmaciones de Jesús. Él es el camino, la verdad y la vida. Esto significa que es la explicación última de la vida humana. Encontrarse y profundizar en el Señor es ir construyendo poco a poco el rompecabezas de nuestra vida e ir recomponiendo las piezas en su sitio para que sea visible en su totalidad. ¿Cómo es posible que aquellas palabras pronunciadas hace años por Jesús tengan todavía hoy actualidad y sentido?
¿Cómo Jesús sigue siendo hoy, después de tanto desarrollo técnico e industrial, la respuesta para el ser humano?
Las respuestas son claras: las palabras de Jesús van dirigidas al corazón de cada ser humano y es ese corazón quien debe de responder a la llamada.

A pesar de los siglos los seres humanos no somos tan distintos ni tan desiguales. La historia de la humanidad se hace presente en nuestra historia personal y concreta donde hacemos el mismo recorrido. También en cada uno de nosotros hay una prehistoria y una Edad Media, y un tiempo contemporáneo que tenemos que saber ir conjugando para entender el papel de Dios en nuestra vida.

Termina nuestro texto de hoy recordándonos que los que seguimos a Jesús haremos obras mayores que Él. Nos describe el Señor el proceso de la evolución de la fe. Muchas personas se olvidan que la fe tiene su proceso y su evolución. No llegamos a una fe completa y total en el momento de la conversión. La fe se va labrando poco a poco, es como una obra de arte donde los autores son siempre dos: Dios y tú. (Mario Santana Bueno)
Que en la medida que nos encontremos con el maestro nos hagamos mas amigos de Jesús y que nuestra fe se vuelva cada día más solida, porque solida es nuestra confianza en él.
Amén..

viernes, 13 de mayo de 2011

DOMINGO CUARTO DE PASCUA

“…Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.”
Jn. 10, 1-10


Rev. Alexander Díaz






Nos encontramos celebrando el domingo cuarto de la Pascua, a este domingo le llamamos el domingo del Buen Pastor, en este domingo usualmente se celebra la jornada mundial de oración por las vocaciones sacerdotales, por el sencillo hecho, que el sacerdote es el pastor que apacienta el rebaño espiritual confiado a él.


En la sagrada Escritura tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se nos compara con las ovejas, en muchos de los casos no lo entendemos porque no estamos habituados a verlos en nuestro entorno, en la cultura israelita era muy común, y muchos israelitas vivían de ser pastores, dedicaban su vida al cuidado de estos pacíficos animales.


La imagen del pastor, tan familiar al pueblo de Dios, es utilizada por el Maestro para recordar a los suyos, que el que ha vencido a la muerte, es el verdadero guía de la Iglesia. Esta sugestiva imagen, fue empleada profusamente en la Iglesia de los primeros siglos, tanto en la predicación de los Padres, como en las catequesis que se plasmaban a través de pinturas.



Jesucristo es el Buen Pastor que conoce a los suyos y que da la vida por ellos; “quien Dios ha constituido Señor y Mesías” (1ª lect), y el que orienta a los “descarriados” y es “guardián de nuestras vidas” (2ª lect).

El es el mejor de los pastores, pues El da la vida -como de hecho la dio- por sus ovejas. Y sus ovejas lo conocen y escuchan su voz. Nos dice también que El conoce a cada una de sus ovejas por su nombre, y las ovejas reconocen su voz (cfr. Jn. 10, 1-10).



Nosotros somos ovejas del Señor. Quiere decir que somos también frágiles, como estos indefensos animales aunque la mayoría de las veces nos creemos muy fuertes y muy capaces. Somos, por lo tanto, dependientes del Señor y, tal como las ovejas, tampoco nos valemos por nosotros mismos.

Sin embargo, engañados, podemos pasarnos gran parte de nuestra vida y aún, toda nuestra vida, tratando de ser independientes de Dios, tratando de valernos por nosotros mismos.


¿Cuántas veces no nos sucede esto? Y nos sucede también que nos enredamos en nuestra vida espiritual. Y ¿quién puede desenredarnos? ¿Quién puede sacarnos de la zarza o de la cerca en que estamos atrapados? Bien lo sabemos: necesitamos de nuestro Pastor. Y El nos busca, nos rescata, nos cura, y nos coloca sobre su hombro, igual que a la oveja perdida, para llevarnos al redil. De sus 100 ovejas deja a las 99 ovejas seguras en el aprisco y sale a buscar a la perdida.
¿Cuántas veces no ha hecho esto el Señor con nosotros -con cada uno de nosotros- cada vez que nos escapamos del redil o que nos desviamos del camino. (Lc. 15, 4).


No podemos, tampoco, andar solos,“como ovejas descarriadas”, tal como lo dice San Pedro en la Segunda Lectura (1 Pe. 2, 20-25), pues corremos el riesgo de ser devorados por los lobos que están siempre al acecho.


Tenemos, entonces, que reconocernos dependientes como son las ovejas de su pastor. Así, como ellas, podemos ser totalmente obedientes a la Voz y a la Voluntad de nuestro Pastor, Jesucristo, el Buen Pastor.


Frente a la figura emblemática del Buen Pastor, se encuentra la figura totalmente contraria a la de este, ese es el mal pastor, que Jesus lo llama ladron y saqueador; a ellos no debemos obedecer.

Son los que no entran por la puerta del redil, sino que saltan por un lado de la cerca y tratan de engañarnos, simulando ser pastores para llevarse a las ovejas.


Esos falsos pastores son todos los falsos maestros que confunden, pues nos hablan tratando de imitar a nuestro Pastor, con enseñanzas falsas, que parecen verdaderas, para sacarnos del redil, para sacarnos de la Iglesia, para hacernos perder la Fe que nos enseña nuestro Pastor.


Son informaciones que nos llegan por la TV, por Internet, por el cine, por libros, que parecen verdades pero que son errores. Son todos los errores y herejías modernas, contenidas -por ejemplo- en ese amasijo de falsedades que es el New Age o Nueva Era.


A los predicadores de estos errores se refiere Jesucristo en el Evangelio de hoy que no entran por la puerta del redil, sino que saltan por otro lado: “El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir ... Mis ovejas reconocen mi voz ... A un extraño mis ovejas no lo seguirán, porque no conocen la voz de los extraños”.¡Cuidado con las voces extrañas! ¡Cuidado con confundirlas con la Voz del Buen Pastor! Se parecen... pero no son.

viernes, 6 de mayo de 2011

TERCER DOMINGO DE PASCUA

“No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras”
(Jn. 24,13-35)
Rev. Alexander Díaz



Cuando la confusión embarga el corazón del ser humano es bien difícil reconocer la presencia del resucitado, porque la frustración y la duda embargan el corazón; es lo que pasa por el corazón de estos dos peregrinos que regresan frustrados a Emaús, a reiniciar su vida, conocieron a Jesús pero nunca entendieron su misión principal. Caminan a paso agigantado con lágrimas en los ojos, con lamentos, reproches y resentimientos. Sus palabras indican frustración y resentimiento, y esto les hace cegarse y no ver claro lo que el peregrino les decía.

Este caso de emaús, es el caso de millones de cristianos hoy en día, que viven su propia vida, con un Jesús de milagros, con el Jesús líder de multitudes, con un Jesús hecho a su manera, pero que no es el real, viven creyendo y pensando que la cruz en un sinsentido, un elemento condenador.

Nos explica el evangelio que estaban tristes, y es por ello que cuando Jesús se acerca a ellos, no tienen ojos para reconocerlo porque la desilusión les ha quitado todo ánimo para continuar. En la tumba enterraron sus esperanzas de libertad y de superación, dejaron todo sueño metido en aquella cueva desolada. Muchos les habían contado que estaba vivo y que había resucitado, pero no habían creído, y por lo que se ve en el semblante, tampoco están dispuestos a creerlo. Estaban derrotados y tristes, eran ciegos de sí mismos, ya no sabían cómo digerir su fracaso.

Le cuentan a Jesús la versión de lo que había ocurrido, pero lo hacen con desesperanza. Ellos esperaban pero su espera había sido inútil. Ahora vuelven más desilusionados que nunca. Las palabras de Jesús le animaban pero su muerte, el silencio de la palabra del maestro les dejó vacíos.

Jesús comienza a explicarles nuevamente todo lo que de Él se decía en las Escrituras. Escuchan pero ya sin convencimiento. Siguen en el camino.

Llegan al pueblo y Jesús hizo como si fuera a seguir su camino, pero ellos le invitan a quedarse. Se sientan a la mesa y de nuevo Jesús toma el pan y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio. Dice la Escritura que en ese momento se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús; pero Él desapareció.


El último gesto que tuvo Jesús con sus Apóstoles fue la cena. Ahora, después de su resurrección hace de nuevo el gesto de la fracción del pan, que alimenta, que salva, que abre los ojos al ciego.

La Eucaristía es el lugar del encuentro con Jesús. Él se les muestra entregándose nuevamente, esta vez de una manera incruenta. Parte para ellos y con ellos el pan y bendice a Dios. Y ellos le descubren, en el momento preciso. Qué lindo seria que nosotros como cristianos al igual que ellos le descubriéramos también al partir el pan y que nuestros ojos se abrieran al momento de este milagro incruento.

La vida cristiana estará siempre enlazada entre Eucaristía, Cruz y Resurrección. Una y otra vez en la vida del seguidor de Cristo estarán presentes estos tres momentos.

Hay una pregunta que nuestros amigos no creyentes o no muy creyentes nos suelen hacer: Si Jesús resucitó, ¿Dónde está ahora?

Jesús no está en el sepulcro. El sepulcro se quedó vacío. Tampoco la resurrección es un retorno al pasado. El verdadero encuentro con Cristo está hoy en la Palabra, en la Eucaristía y en la profesión de fe.

El Señor está en la vida nueva que ha llegado en la transformación del sufrimiento de este mundo. Encontrarlo es encontrar el camino de la salvación.

Jesús resucitado está en la Eucaristía. La Eucaristía es el lugar preferente de la presencia de Cristo.

Participar en la Eucaristía significa tener un encuentro personal con Cristo resucitado.

También el resucitado está presente donde las personas se sienten hermanadas, donde se late con el mismo tono. El resucitado está entre los más débiles y pobres de la sociedad, aquellos que siempre llevan las de perder. Jesús con la superación de la muerte les hace ganar fuerzas para el camino de la vida, ilusión y alegría para su corazón, y ver, sobre todo ver que Él va siempre a nuestro lado en todos los momentos de caminar por nuestra existencia.

No pierdas las esperanzas, cuando te sientas solo y derrotado, no pierdas el ánimo cuando te sientas vencido, porque siempre estará Jesús caminando como un peregrino al tu lado, reconócele cuando tu corazón arda y se sienta confortado, es El, no puede ser nadie más. El está vivo y camina con nosotros.. Amén.

jueves, 5 de mayo de 2011

Asistió a Juan Pablo hasta su muerte: "Yo era una enfermera inflexible y él un enfermo inflexible"

Rita Megliorin: "Juan Pablo II sentía predilección por los más débiles"


Roma (Italia), 2 May. 11 (AICA)

“Me llamaron a última hora de la mañana. Corrí, tenía miedo de no llegar a tiempo. En cambio, él me esperaba. ‘Buenos días, Santidad, hoy luce el sol’, le dije en seguida, porque era la noticia que en el hospital le alegraba”.

Así recuerda el último día de Juan Pablo II Rita Megliorin, ex enfermera jefe del servicio de reanimación en el Policlínico Gemelli, la mañana del 2 de abril, cuando fue llamada al apartamento pontificio, a la cabecera del Papa agonizante, según lo relata Mariaelena Finessi, en una nota que tradujo Inma Álvarez para la agencia Zenit.

“No creí que me reconociese. Él me miró. No con esa mirada inquisitiva que usaba para entender en seguida cómo iba su salud. Era una mirada dulce, que me conmovió”, añade la mujer.

“Sentí la necesidad de apoyar la cabeza sobre su mano, me permití el lujo de tomar su última caricia posando su mano sin fuerzas sobre mi rostro mientras él miraba fijamente el cuadro del Cristo sufriente que estaba colgado en la pared frente a su cama”.

Mientras tanto, oyendo desde la plaza los cantos, las oraciones, las aclamaciones de los jóvenes que se hacían cada vez más fuertes, la mujer preguntó a monseñor Dziwisz (hoy cardenal), si esas voces no importunaban acaso al Papa. “Pero él, llevándome a la ventana, me dijo: ‘Rita, estos son los hijos que han venido a despedir al padre”.


Se conocieron en enero de 2005, cuando las condiciones de salud del Papa Wojtyla se habían agravado. Megliorin explica que en aquellos días de comienzo de año, llegando al hospital para entrar en servicio e ignorando que el Papa hubiera ingresado, le dijeron que se diera prisa, que fuese al décimo piso porque allí había “un huésped especial”.

“Piensen –dice la mujer– en un lugar donde no existe el espacio y donde no existe el tiempo, y piensen sólo en mucha luz”. La misma luz que acompañó las jornadas del pontífice.

“En aquellos meses, cada mañana entraba en su habitación encontrándole ya despierto, porque rezaba ya desde las 3. Yo abría las persianas y dirigiéndome a él decía: ‘Buenos días, Santidad, hoy luce el sol’. Me acercaba y él me bendecía. Arrodillándome, él me acariciaba la cara”.

Este era el ritual que daba inicio a las jornadas de Wojtyla. “Por lo demás yo era una enfermera inflexible y él un enfermo inflexible. Quería estar al corriente de todo, de la enfermedad, de su gravedad. Si no entendía, me miraba como pidiendo que le explicara mejor”.

“Nunca dejó de estudiar los problemas del hombre. Recuerdo los libros de genética, por ejemplo, que él consultaba y estudiaba con atención, incluso en aquellas condiciones”. Ese no querer rendirse, ese querer vivir la gracia de la vida recibida: “Cada día nos decíamos que ‘todo problema tiene solución’”.

Y el Papa lo decía también, y sobre todo, a las personas que encontraba, por las que sentía un amor paternal. “Y como todo padre, sentía una predilección por los más débiles. Por ejemplo, en la Jornada Mundial de la Juventud de Tor Vergata, en Roma, saludó a los jóvenes que estaban al fondo, pensando que no habrían podido ver mucho. También en el hospital se entretenía con los más humildes y no con los grandes profesores, les preguntaba por sus familias, si tenían niños en casa”.

Recordando en cambio los últimos ingresos, la ex jefa de planta añade: “El Papa vivió los momentos quizás más difíciles en el Policlínico”, pero “asistir a los enfermos es un don, al menos para quien cree en Dios. Y con todo, también para quienes no tienen fe es una experiencia única”.

Para quien comprende plenamente el sentido de lo que entiende Megliorin, resultan estridentes las preguntas de tantos periodistas, reunidos en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz para escuchar, en un encuentro con los medios de comunicación, el testimonio de la enfermera.

Hay quien pregunta si una película sobre la vida de Wojtyla se corresponde con la verdad, sobre todo el fragmento en que la película cuenta que el Papa tuvo espasmos en el momento de su muerte. Preguntas estrafalarias, a veces inoportunas si no fuesen de dudoso gusto. Y de hecho, la enfermera pregunta cuantas personas de la sala han asistido a la pérdida de un progenitor en los propios brazos: “No puedo responder –explica a regañadientes–. Quien no lo ha vivido no lo puede entender”.

Entonces, “¿la muerte fue un alivio?”, insiste otro. “La muerte nunca es un alivio –replica la mujer–. Como enfermera digo sólo que hay un límite en el tratamiento, más allá del cual éste se convierte en un tratamiento médico agresivo”. El morbo de saber si Wojtyla se ahogaba o tragaba, si tenía fuerzas para comer, beber o respirar, todo esto es una violación de la intimidad de un cuerpo, la sacralidad de una vida que ya no está. Su pensamiento vuelve a las palabras de Wojtyla que sin embargo, ha “restituido la dignidad al enfermo”, recuerda Megliorin.

En la Carta Apostólica Salvifici doloris de 1984, Juan Pablo II dice que el dolor “es un tema universal que acompaña al hombre en todos los grados de la longitud y de la latitud geográfica: es decir que coexiste con él en el mundo”. También dice el Papa, “el sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre: es uno de esos puntos, en los que el hombre parece, en cierto sentido, ‘destinado’ a superarse a sí mismo, y llega a esto llamado de un modo misterioso”.

Juan Pablo II “en el último momento de su vida terrena –concluye Rita Megliorin– rescató su cruz, haciéndose cargo no sólo de la suya propia, sino también de todos los que sufren. Lo hizo con la alegría que nace de la esperanza de creer en un mañana mejor. Incluso creo que él tenía la esperanza de un hoy mejor”.

lunes, 2 de mayo de 2011

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

“Dichosos los que crean sin haber visto”
Jn. 20,19-31
Rev. Alexander Díaz


Nos encontramos celebrando el Segundo Domingo de la Pascua, este es el llamado domingo de la Misericordia, porque en ella se muestra la misericordia del Resucitado sobre uno de sus apóstoles que muy altaneramente no cree, simple y sencillamente porque no ha visto con sus propios ojos este milagro.

Cada año leemos lo mismo precisamente porque nos acerca el misterio de este domingo. Primero remarca que el domingo proviene del Señor. El primer domingo de Pascua es el día de la manifestación del Resucitado, primero a las mujeres, después a los discípulos. La primera preocupación del Señor es reunir a los discípulos después del escándalo de la cruz. El segundo domingo, el primer día de la semana, esto es, hoy, el Resucitado vuelve a reunir a los discípulos para confirmarlos en la fe.

Confirmarlos en la fe no fue una tarea fácil, ya que digerir el escándalo de la cruz no era una forma sencilla, ni mucho menos aceptable por las consecuencias que esta traía, el miedo era inminente. Nos dice el evangelio que “estaban con las puertas cerradas por miedo a los judíos” (Jn. 20,19). El miedo es uno de los mecanismos que el maligno utiliza para no permitirnos crecer ni fructificar como verdaderos cristianos. Jesús se presenta en medio de ellos con unas palabras sencillas pero que marcaran la vida de los Cristianos “Paz a ustedes” (Jn. 20,19).

Paz, es el primer mensaje del resucitado a los once, un elemento que hace que el hombre trascienda y se encuentre consigo mismo, es por ello que un cristiano que no sea portador y pregonero de la paz, no ha entendido el proyecto de Jesús, los apóstoles estaban llenos de resentimiento y odia en contra de aquello que clavaron en la cruz a Jesús el Señor.

El Beato Juan Pablo II nos dijo en repetidas ocasiones a los cristianos del tercer milenio: "Los cristianos, en particular, estamos llamados a ser centinelas de la paz, en los lugares donde vivimos y trabajamos; es decir, se nos pide que vigilemos para que las conciencias no cedan a la tentación del egoísmo, de la mentira y de la violencia. Pidamos juntos a Dios, rico de misericordia y de perdón, que apague los sentimientos de odio en el ánimo de las poblaciones, que haga cesar el horror del terrorismo y guíe los pasos de los responsables de las naciones por el camino de la comprensión recíproca, de la solidaridad y la reconciliación"
Solo cuando el ser humano encuentra paz consigo mismo entonces entenderá cual es el significado real de su vocación.

Uno de los frutos del miedo y del temor, es la frustración y el rechazo, la incredulidad y el desasosiego ante nuevos acontecimientos, es lo que le sucede a Tomas. El no estaba en el segundo día de la semana cuando todo esto sucede, por esa razón se vuelve un arrogante ante la resurrección.

Tomas no cree las cosas grandes de Dios con facilidad. Tomás es el mundo de hoy que pide pruebas y certezas. Son tan grandes las pruebas que piden que sólo Dios puede darlas con su resurrección.

Pedimos muchas pruebas a Dios cuando en realidad nosotros mismos somos un misterio para nosotros, e incluso para los demás. Sólo para Dios no somos un misterio. Dios sabe lo que habita en nuestro corazón y sabe dar la respuesta adecuada en el momento adecuado. Dios sabe de nuestras muertes y resurrecciones, de nuestras cobardías, grandezas y miserias. Él sabe del barro del que estamos hechos. Vivir en cristiano es sintonizar nuestra vida con el ritmo de Dios, sólo así la vida nos dará respuestas.

Meter los dedos en las heridas de Jesús es entrar en su interioridad, descubrir sus dolores y su entrega por nosotros. ¿No vivimos muchas veces una fe epidérmica que no nos transforma? Entrar en el interior de Cristo es sentir como Él.

Nuestra vida está llena de pecados y errores que se multiplican en la medida que nos alejamos de Dios. No es extraño por tanto que en este texto de la aparición de Jesús aparezca la referencia al Espíritu Santo y al perdón de los pecados. Aceptar el Espíritu Santo es aceptar la presencia de Dios en mi vida, y cuando una persona está con Dios y en Dios, el pecado tiene muy poco protagonismo en su existencia.

Tomás pedía pruebas vitales. Necesitaba ver, tocar, sentir, palpar la presencia del supuesto resucitado. La evangelización no es otra cosa que ofrecer a los demás esta experiencia sensible de Jesús. Creer es ver, tocar, sentir a Cristo. La crisis del apóstol era de fe más que de razonamientos.

Cuando llevamos un camino en dirección al resucitado las dudas son cada vez menos. Hay personas que sufren interiormente porque sus dudas no le dejan confiar ni en nadie ni en sí mismos. ¿Qué necesita una persona sin fe para sentir la presencia del Resucitado? Me da la impresión que tiene que empezar por el principio; ir una y otra vez de Belén a la Cruz y al Domingo de Resurrección con admiración y respeto. Cuando metamos nuestros dedos en las heridas de Cristo no le produce dolor sino amor, un amor que convierte el corazón de quien se acerca a Él.