viernes, 26 de septiembre de 2008

XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

¿SOMOS CRISTIANOS AUTENTICOS?
En el Evangelio de hoy (Mt. 21, 28-32), nos cuenta Jesús que un padre envía a sus dos hijos a trabajar. Uno le contesta que sí va a trabajar ... pero realmente se escapa de su obligación y no va. El otro le dice que no quiere ir, pero luego recapacita y va a hacer lo que el padre quiere. Y Jesús, quien ha planteado esta historia imaginaria a aquéllos que se oponían a sus enseñanzas. Se sentían muy seguros de su “sabiduría” y de su “santidad”... Tan santos se consideraban, que creían que no necesitaban convertirse cuando el Bautista llamaba al arrepentimiento. Y tan sabios, que pretendían oponerse al Mesías enviado por Dios. Al terminar dicha parábola Jesús pide a los presentes que emitan un juicio sobre estos dos hermanos: ¿Cuál de los dos cumplió con la voluntad del padre? Aquellos señores tan inteligentes no se dieron cuenta de lo que les caía encima. Jesús les anunció algo que para ellos era impensable: “Os aseguro, fueron las palabras del Maestro, que los recaudadores y las prostitutas les llevan la delantera para entrar en el reino de los cielos”. ¿Cómo sentaría semejantes palabras a unas personas tan arraigadas en cumplir con todas las formalidades externas, con hacer y decir lo políticamente correcto? ¿Quién podía imaginarse que esos pecadores públicos, como eran los recaudadores y las prostitutas, estuvieran más adelantados en el camino para entrar en el reino de los cielos?¿Tendrá todavía valor esta lección de Jesús? ¿Será posible que las prostitutas, los afectados por el Sida, los alcohólicos, los sin techo, los indocumentados estén más avanzados en el camino hacia el reino de los cielos que muchos de esos cristianos de fino exterior, de escapulario planchado, de galas eclesiales, de discursos catequéticos, de golpes sonoros de pecho, reverencias profundas y de constante beso de anillos? Esta parábola nos enseña la superioridad de la acción sobre la palabra. Hay infinidad de dichos que nos recuerdan semejante doctrina: “Obras son amores y no buenas razones”. El mismo evangelio nos recuerda: “No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad del Padre”. “ser cristiano, quiere decir, siempre, estar haciéndose cristiano” dijo un santo, y como a renglón seguido añadía que su oración diaria era: “Dios mío, ayúdame a no contentarme con creer que soy cristiano, sino haz que llegue a serlo de veras” porque da la impresión que muchos en la época actual viven un cristianismo de barniz, de apariencias y de ilusiones platónicas que no les hacen crecer ni permiten que otros crezcan, que el Evangelio de este domingo nos haga reflexionar a tomar nuestras acciones con seriedad. Es fácil decirle a Dios que lo amamos, pero si no traducimos esas palabras en acciones, nuestras palabras estarán vacías, sin sentido alguno. Jesús lo dejo muy claro al principio del Evangelio de hoy: y lo repito de nuevo, “No todo aquel que me dice, 'Señor, Señor' entrara en el Reino de los Cielos, pero solo aquel que hace la voluntad de mi Padre en el cielo. Oremos y ofrezcamos la Eucaristía de este domingo podamos pedir la sabiduría del Espíritu Santo para aprender con el corazón a darle verdadero sentido a las palabras de amor que pronunciamos a los que decimos que amamos; para aprender a cumplir nuestras promesas; para aprender a hacer la voluntad de Dios; y para vivir en la Verdad que nos librara de las tinieblas de la mentira, la omisión y las palabras vacías. Amen