jueves, 4 de diciembre de 2008

II DOMINGO DE ADVIENTO

Las Lecturas de este Segundo Domingo de Adviento nos invitan a prepararnos. Todo Adviento contiene un llamado a la conversión, al cambio de vida. Será, por tanto, una oportunidad maravillosa para crecer en la fe, incrementar la esperanza y mejor vivir en la caridad. El Evangelio de hoy nos presenta a San Juan Bautista, uno de los principales personajes bíblicos de este Tiempo de Adviento, que es tiempo de preparación a la venida de Cristo. Este personaje ya había sido anunciado en el Antiguo Testamento como “una voz que clama en el desierto” y que diría: “Preparen el camino del Señor ... Rellénense todas las quebradas y barrancos, aplánense todos los cerros y colinas; los caminos torcidos con curvas serán enderezados y los ásperos serán suavizados” (Is. 40, 1-5). Apareció en el desierto. Nos dice el Evangelio que “vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre”. Apareció como un mensajero inmediatamente antes de Jesús para preparar el camino a éste, predicando “un bautismo de arrepentimiento, para el perdón de los pecados” (Mc. 1, 1-8). Con esta descripción de la predicación de San Juan Bautista nos queda claro que la preparación para recibir al Señor consiste en arrepentirnos y en recibir el perdón de los pecados. Pero si observamos el detalle que da el Profeta Isaías sobre cómo se prepara el camino del Señor tenemos más información de cómo puede ser ese proceso de conversión y de arrepentimiento al que estamos llamados muy especialmente durante este tiempo de Adviento, el cual nos presenta la Liturgia de la Iglesia en preparación para la venida del Señor.“Aplanar cerros y colinas” significa rebajar las alturas de nuestro orgullo, nuestra soberbia, nuestra altivez, nuestro engreimiento, nuestra auto-suficiencia, nuestra arrogancia, nuestra ira, nuestra impaciencia, nuestra violencia, etc.“Rellenar quebradas y barrancos” significa rellenar las bajezas de nuestro egoísmo, de nuestra envidia, nuestras rivalidades, odios, venganzas, retaliaciones... pecados todos que dificultan el poder vivir en armonía unos con otros, pecados que impiden la realización de ese Reino de Paz y Justicia que Cristo viene a traernos. “Enderezar los caminos torcidos y con curvas” significa rectificar el camino, cambiar de rumbo si vamos por caminos torcidos y equivocados, que no nos llevan a Dios. ¿A dónde queremos ir? ¿Hacia dónde estamos dirigiéndonos? ¿Estamos preparándonos para que el Señor nos encuentre, como nos dice San Pedro en la Segunda Lectura, “en paz con El, sin mancha, ni reproche”? (2 Pe. 3, 8-14). El Mesías fue anunciado en el Antiguo Testamento y llegó hace unos 2.000 años. La venida de Cristo al final del tiempo también ha sido anunciada y puede venir en cualquier momento “como los ladrones” -nos dice el Señor y nos lo recuerda San Pedro. Pero el final del tiempo nos llega también a cada uno el día de nuestra muerte, que puede sorprendernos -igual que los ladrones- en cualquier momento. ¿Hemos preparado el camino para nuestro encuentro con el Señor? ¿Hemos nacido de arriba, del Espíritu Santo? ¿Estamos preparados? Esa es la gran pregunta.