sábado, 5 de enero de 2013

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANIA DEL SEÑOR



“Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y, cayendo de rodillas, lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra” (Mt .2, 11) 

Que es la fiesta de la Epifanía y que significa
Epifanía quiere decir manifestación. En la solemnidad de hoy, la Iglesia conmemora la primera manifestación del Hijo de Dios hecho Hombre al mundo pagano, - cuando se habla de mundo pagano se refiere a todos aquellos pueblos y personas que no eran judíos, hay que tener presente, Jesús nace en el seno de una familia judía, nace en el seno del pueblo de Israel el pueblo escogido por Dios, y por ende, todos aquellos que no pertenecían al pueblo de Israel, eral llamados paganos, porque no creían ni adoraban al verdadero Dios, sino que creían en muchos dioses creados por ellos mismos; esta manifestación que tuvo lugar con la adoración de los Magos, en quienes estaban representados las razas y culturas de la tierra.

Los magos del relato evangélico son una representación de todos estos pueblos -en esto resulta muy acertada la intuición popular, que atribuye a cada uno de los magos una raza diferente- que han oído el anuncio del evangelio y que se disponen a destruir para siempre las barreras de separación. De este modo la Epifanía se convierte en la fiesta de la universalidad de la salvación y, por tanto, de la catolicidad de la Iglesia. Universalidad y catolicidad que en modo alguno significa uniformidad, sino que respeta y promueve las ricas diferencias de raza, lengua y cultura.

La tradición representa a estos tres magos o como muchos le llaman reyes, aunque en realidad eran astrólogos, que se dedicaban a leer las constelaciones de las estrellas, los representa con diferentes colores de piel, un blanco, un negro y un mestizo, muchos se preguntan cuáles son los nombres en sí, yo creo que eso no es importante, sino lo que representan, la tradición nos dice que Melchor, Baltasar y Gaspar. La fiesta proclama el alcance universal de la misión de Cristo, que viene al mundo para cumplir las promesas hechas a Israel y llevar a cabo la salvación de todos los hombres.

La fiesta de Epifanía nació en los primeros siglos del Cristianismo En el evangelio de hoy, se relata que llegaron estos magos a Jerusalén; tal vez pensaban que aquel era el término de su viaje, pero allí, en la gran ciudad, no encuentran al recién nacido rey de los judíos. Quizá, -parece humanamente lo más lógico si se trata de buscar a un rey,- fueron directamente al palacio de Herodes; pero los caminos de los hombres no son, frecuentemente, los caminos de Dios. Indagan, ponen los medios a su alcance: ¿Dónde está?, preguntan. Y Dios, cuando de verdad se lo quiere encontrar, sale al paso, nos señala la ruta, incluso a través de los medios que podrían parecer menos aptos.

- La manifestación de Dios elude toda espectacularidad.
Tradicionalmente son tres las manifestaciones que celebra la Epifanía: la adoración de los magos, el bautismo de Jesús, el milagro de Caná, como podemos ver en la antífona del cántico de María correspondiente a las segundas vísperas de la solemnidad: “Celebramos un día santificado por tres milagros: hoy la estrella condujo a los magos, hoy el agua se convirtió en vino, hoy Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán, aleluya”. (Actualmente, sin que la Epifanía deje de conmemorar los tres aspectos, el bautismo es especialmente recordado el domingo siguiente, con el cual concluye el tiempo litúrgico de la Navidad y las bodas de Caná en el evangelio de II domingo del Tiempo Ordinario correspondiente al ciclo C y que se lee seguido del Domingo del Bautismo del Señor ).

Si nos fijamos bien en ello, las tres manifestaciones tienen un cariz común: son apariciones de Dios no en poder y en gloria, sino en humildad y ausencia de espectacularidad. Jesús se presenta a los magos, que traen presentes espléndidos, como un niño impotente y débil, en un pesebre pobre y sin ningún rasgo de importancia, los magos lo buscaron en un palacio y no estaba ahí, la estrella los guio a una cueva con animales y gente sin poder intelectual ni material, solo unos simples pastores.

Su segunda manifestación es también muy sencilla y deja a todos estupefactos por la forma en que se da a conocer al pueblo de Israel, El Hijo de Dios se coloca en la cola de los pecadores, que se someten al bautismo de penitencia, Juan mismo se niega a hacerlo, porque tampoco entiende lo que está a punto de suceder, pero El, le pide con todo el amor del mundo que lo haga, para cumplir con lo mandado por su Padre. Que raras y hasta cierto punto sin sentido la forma en que nuestro Dios se nos da a conocer.

De igual forma Jesús obra su primer milagro en el marco de una fiesta popular y familiar, manifiesta su poder como Dios en una boda, sencilla y simple, con personas que quizás no tenían los suficientes recursos económicos para costear el vino suficiente, es ahí donde entra, la madre y hace que su hijo manifieste su poder y no deje que los novios queden ridiculizados por la falta del preciado vino, Ellos quizás amigos cercanos e íntimos de la Familia de Nazaret, son solo instrumentos de esta Epifanía divina de Jesús .

No hay nada, en ninguna de estas manifestaciones, que evoque pujanza, riqueza o dominio. Son manifestaciones de un Dios bien extraño. Es que a Dios no le ha dado miedo el escándalo de los puritanos, de aquellos que lo habrían hecho de un modo bien diferente. Si es que Dios debía manifestarse, la mentalidad meramente natural y humana habría preparado un modo bien abierto e irrebatible. Pero los pensamientos de Dios no son los pensamientos de los hombres. Este estilo epifánico de Dios tiene una repercusión bien clara en el campo eclesial, puesto que la Iglesia continúa en el mundo la manifestación de Dios entre los hombres. También ella corre el peligro de caer en la tentación de la espectacularidad, pero los cristianos debemos comprender que tanto más manifestaremos la verdadera presencia de Dios cuanto menos nos presentemos al mundo con voluntad de poder y dominio y más bajo los velos humildes del servicio y el amor.

- La estrella de Belén guía a los magos a la verdad plena que es Cristo
Jesús es la Verdad que ha venido al mundo. No se trata de aquellas verdades que el hombre puede encontrar en el mundo tras largas y complicadas investigaciones, sino de la Verdad que estaba junto al Padre y que en un momento histórico hizo su entrada en el mundo, ofreciéndose a todos los hombres. No es la lámpara que encendemos para iluminar nuestro sendero, sino la luz que ha amanecido para todos, descubriéndonos el camino e invitándonos a la marcha.

El Verbo de Dios se ha hecho hombre y no sólo existe ahí, en el mundo, sino que existe para nosotros, nos sale al encuentro como luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Por eso, a todos, sin distinción de ninguna clase, nos es dado el correr al encuentro de la Verdad, que nos invita, nos alienta y nos va desbrozando el camino. Todos los esfuerzos de los hombres a través de los siglos, todos nuestros propios esfuerzos por salir de las sombras de la duda, encuentran hoy su justificación y su culminación.

La aparición de la Verdad en el mundo despierta el interés de los hombres, porque no se trata de una verdad teórica, no es una frase verdadera, ni siquiera un simple hecho verificable. Es mucho más: es Cristo, la Verdad encarnada. Y una tal verdad, “Dios con nosotros”, compromete nuestra vida, nos saca de quicio, nos invita a caminar tras de ella, a salir de nuestro aburguesamiento, a despojarnos de nuestra comodidad, a renunciar a “nuestras verdades”. Por eso, no todos los hombres responden de la misma manera. San Mateo nos refiere el caso de los Magos.

Ellos buscan la Verdad, han visto su luz, se han dejado iluminar por ella y se ponen en camino. Atraviesan las soledades del desierto y los desiertos del politiqueo e inquietud de la ciudad.

- El miedo a la verdad, hace al ser humano querer destruir esa verdad
Siguen su camino, a pesar de que muchos se quedan tranquilamente en casa, incluso aquéllos que teóricamente sabían del acontecimiento. Su camino les llevó hasta la Verdad y llenos de gozo se rindieron ante ella y la adoraron, pero Mateo refiere también la actitud de Herodes. Aquel usurpador del trono de David tiene miedo de la verdad, tiene miedo de perder su posición, su nivel de vida, su rango real. Por eso se conmueve y con él toda Jerusalén. Pero como tiene miedo de la verdad, decide aplastarla, recurriendo incluso a la injusticia del asesinato en masa de los inocentes.

Herodes y los Magos tipifican dos actitudes contrarias ante la Verdad: la de aquéllos que la aman y la buscan sinceramente, poniendo en juego toda la vida, y la de aquéllos que la temen y recurren a todas las astucias, hasta la injusticia, para liquidar la verdad del mundo. Nosotros, los cristianos, nos ufanamos de poseer la verdad, como si fuéramos los propietarios en exclusiva de la luz, como si fuéramos ya la luz. Pero la luz, la Verdad, es Cristo. Nosotros somos sólo testigos de la luz, de la verdad.

Todos los hombres de buena voluntad caminan a la luz de esta Verdad única que es Cristo. pero mientras muchos -cristianos anónimos- recorren su camino sin reparar en la luz que les alumbra, nosotros -los cristianos- caminamos y sabemos que esa luz es Cristo. El es la Verdad abierta para todos los hombres.
Nosotros lo sabemos y somos testigos, tenemos que ser testigos de que la Verdad, la única, está ya con nosotros. Llenos de regocijo, vamos a dar gracias a Dios.

domingo, 30 de diciembre de 2012

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA



“A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas: todos los que le oían, quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: -Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados”.
(Lc.2,46-48) 

La Sagrada Familia fue una familia normal.
Cada año la Iglesia nos invita a meditar sobre el misterio que encierra la Familia, presentándonos como modelo imprescindible a la Sagrada Familia de Nazaret, una familia sencilla, normal, común y corriente como cualquier otra familia de hoy día. Una mujer sencilla y humilde, casada con un carpintero, que según lo que muchos afirman más que un carpintero era un “hacelotodo”, en otras palabras un hombre que se ganaba la vida trabajando de forma honrada en cualquier tarea artesanal.
Muchas veces creemos que la Sagrada Familia era diferente, por tener el privilegio de tener en su seno al hijo de Dios, mas sin embargo ese Dios amoroso quiso que su hijo creciera de forma normal rodeado de las atenciones, cuidados y cariños que solo una familia puede ofrecer. Una familia de inmigrantes y perseguidos por la injusticia del régimen de aquel tiempo, que sufrió el hambre y la soledad, que vivió las preocupaciones de la falta de trabajo, de los quebrantos de salud, y la opresión de las deudas que han sido las eternas compañeras de cualquier familia normal.
- María la madre y esposa.
Cuando veo a María como madre sencilla, como una campesina humilde, puedo ver a mi propia madre, con las manos rotas y curtidas por el peso del trabajo, con el rostro estremecido por el cansancio y la preocupación, pero con una eterna sonrisa de confianza en ese Dios de la vida que siempre es fiel a sus promesas, una mujer optimista y trabajadora, valiente y decidida, con una dignidad integra capaz de educar a un hijo que solo ella sabe quién es en realidad.
Con una sabiduría que no se consigue en ninguna universidad de prestigio ni se paga con todos los tesoros del mundo porque solo se consigue confiando en Dios. Nuestras Santas Madres biológicas al igual que ella, mi Madre del Cielo se volvieron sabias confiando y haciendo la voluntad de Dios, y guardando el sufrimiento de esta confianza en el silencio de su corazón. Como lo dice el evangelio de hoy “conservaba todo esto en su corazón. ”(Lc.2,51).
-José el esposo y padre prudente.
Y que podemos decir del Padre, de José, del hombre sencillo casado con una mujer que a los ojos de la humanidad no honrada ni fiel, porque a los cuchicheos de la gente, el hijo que ambos tenían era producto de una relación extramarital, y fruto de ello quizás llego a ser la burla de los irónicos de aquel tiempo, pero esto no le amedrento para poner su confianza en el Dios todo poderoso. San José un gran hombre, un padre y un gran maestro para Jesús, de quien se habla poco o casi nada en los evangelios, pero de quien se tiene gran estima y admiración, por su prudencia y por su confianza.
A él Dios le confió los primeros misterios de la Salvación, a él se le confió el cuidado de un recién nacido perseguido y odiado por muchos, fue testigo de los milagros de la noche del nacimiento de aquel niño en una cueva en Belén. Siempre para estas épocas me imagino la angustia y desesperación que este hombre vivió al ver a su mujer sufrir los dolores del parto, y sentirse impotente al no poder darle la ayuda necesaria para aliviar este sufrimiento. Pienso que a su mente vinieron preguntas profundas hacia Dios, hacia el plan que este tenía, pero pienso que también que estas interrogantes fueron selladas con la confianza y el abandono en el proyecto que Dios le había confiado.
El, es el un ejemplo vivo de esposo, de padre, de maestro y de un amigo en el círculo familiar, un padre normal, con un trabajo normal, un campesino como cualquier otro, con ilusiones y proyectos como ninguno. Que bendición tener un padre como este, que se abandona en las manos de Dios, que es cabeza indiscutible de una familia, que se preocupa pero que también la disfruta a cabalidad.
- El Sí de la Sagrada Familia, un Sí mutuo.
De San José podemos decir -según el evangelio- que se asemeja extremadamente a la Virgen María. Esta dijo sí a Dios e hizo posible la Encarnación, prestando al Hijo de Dios su corazón y su seno para que éste pusiera su tienda entre nosotros. San José dijo también dijo sí a Dios y le dio al Hijo de Dios una estirpe, una patria, una familia, una casa, un lenguaje, una autoridad, para que Dios habitara entre los hombres como un hombre más. En una palabra, José contribuyó a que continuara la Encarnación.
La verdadera misión de José, como la de María, fue presentar la obra de la salvación, Jesús, al mundo. Cuando se apercibe de su misión, José responde generosamente. Tiene el carisma de visiones angélicas; es decir, está atento a la llamada de Dios y está presto a cumplir su voluntad. Por eso no abandona a María cuando advierte que va a tener un hijo, y por eso también toma al Niño con su madre y huye a Egipto para burlar las iras de Herodes. No destaca su presencia en el evangelio, pero su figura ilumina la historia de Jesús.
No sé lo que significará para tu vida la figura de José. Lo que sí es cierto es que si fuéramos como él, llenaríamos de luz nuestro camino y el camino de los demás.
“La santidad de José consiste en la heroicidad del monótono quehacer diario. Sin llamar la atención, cumplió el programa de quien es “justo” con Dios mediante el fiel cumplimiento de las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad; y con el prójimo por medio de su apertura constante al servicio de los demás. Como se construye la casa ladrillo a ladrillo, el edificio de la santidad se va realizando minuto a minuto, haciendo lo que Dios quiere. “San José es la prueba de que, para ser bueno y auténtico seguidor de Cristo, no es necesario hacer “grandes cosas”, sino practicar las virtudes humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas” (Pablo VI)
La Familia un invento de Dios para la construcción de reino.
Las dos primeras lecturas en la solemnidad de la Sagrada Familia, que hoy celebramos, son todos los años las mismas, y son una expresión clara y clásica del ideal de vida familiar tanto en el judaísmo como en el cristianismo, ambos presentados claramente en la primera y segunda lectura; y aunque ambos pasajes fueron escritos en diferentes tiempos y épocas es impresionante la coincidencia clara que estos presentan.
En ambos textos se subraya que la familia como comunidad de padres e hijos tiene una dignidad característica y un papel irremplazable, sobre todo para que los hijos puedan ir absorbiendo el sentido profundo y religioso de la comunión humana y familiar como elemento capital de toda existencia cristiana. En otras palabras, la vida familiar es la raíz de la dimensión comunitaria de la vida cristiana, por cuanto inicia y fomenta una forma de existencia caracterizada por un tipo de relación gratuita, no sólo funcional.
Desgraciadamente tanto en la vida simplemente humana como también en la vida cristiana, la dimensión “comunión” tiende – sobre todo por el uso de la televisión – a convertirse en una dimensión puramente “funcional” y despersonalizada. Y creo que en las familias cristianas tendría que generarse un examen de la calidad de la vida familiar y especialmente del nivel de las relaciones personales entre los miembros de la familia. Esa calidad se puede medir fundamentalmente a partir de dos dimensiones: una de “libertad” no rígidamente reglamentada, y – en forma especial – otra de “apertura”: una apertura al mundo real y al futuro y, para los cristianos, una apertura al pueblo de Dios (es decir a la comunidad eclesial cristiana) que sepa conjugar el amor y una objetividad sana y realista.
El Evangelio de hoy nos quiere subrayar que la valoración de la familia no debe llevar a desconocer lo individualmente personal. La familia es para sus miembros, y no al revés. Cada persona tiene rasgos, cualidades, inclinaciones y gustos diferentes. Y es un deber del resto de la familia – y principalmente de los padres – respetar e incluso fomentar lo que cada miembro tiene de peculiar.
Y aunque es normal que los padres se sientan asombrados, y hasta reticentes o desconcertados frente a opciones o actitudes de sus hijos, que les pueden resultar inicialmente incomprensibles, ellos tienen que saber – como la Virgen – conservar en el corazón esas actitudes y opciones. Los hijos, por su parte, deben saber “dar tiempo al tiempo” y buscar la convivencia pacífica con sus padres, sabiendo que esto constituye el mejor camino para que ellos puedan comprender y aceptar la vocación peculiar que cada uno de ellos manifieste tener.
No quiero terminar estas palabras sin insistir en que la calidad de vida familiar requiere un verdadero “cultivo” cuidadoso y de la contribución consciente y constante de parte de todos aquellos que la forman. ¿No valdría la pena, sobre la calidad de la propia vida familiar, tener una conversación en que participen todos los miembros de la familia?.