viernes, 14 de octubre de 2011

Vigesimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario

“Den al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios…”

(Mt.22,15-21)
Rev. Alexander Diaz



Nos encontramos celebrando el vigésimo noveno domingo del tiempo ordinario, este domingo el evangelio nos presenta una disputa bastante fuerte entre Jesús y los fariseos que intentan ponerle una trampa para hacerlo caer. Le estaban planteando una espinosa cuestión sobre la relación entre religión y estado, entre lo secular y lo espiritual.

No hay duda que el maligno se las ingenia para tocar incluso al mismo hijo de Dios, esta pregunta después de más de dos mil años aun sigue siendo un duro blanco de prueba.

Me parece interesante la forma que inician la trampa, con adulación y vanagloriándolo como si Jesús fuera alguien que le gusten los halagos y las pompas. “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie…” (Mt.22, 16).

Todo mundo sabía quién era Jesús, y los pobres y los pequeños lo seguían porque lo escuchaban y lo seguían con una convicción plena, no por adularle.

Quiero tomarme el tiempo para explicar que significa o que es un adulador. Hay quienes dicen que la palabra adular está emparentada con adulterar, con un toque diabólico, porque acaricia y seduce a la persona, hasta alterar su ego, hasta el punto de dejarse manipular fácilmente y después conseguir lo que se quiera.

El general mexicano, Álvaro Obregón decía, “No temas a los enemigos que te atacan, témele a los que te adulan”. Los fariseos querían seducir a Jesús para hacerlo caer, y ganar ellos la razón y que la gente que no estaba conforme con los impuestos se volviera enemiga de Jesús hasta destruirlo, solo que no contaron con que Jesús podía leer las intenciones diabólicas en sus mentes y corazones.

La pregunta que le hicieron fue sencilla, pero peligrosa.“Es licito pagar impuestos al cesar o no? (Mt.22, 16) Si decía que si, todo mundo le odiaría y le trataría de destruir y el caería en contradicción, por no apoyar a los pobres que a duras penas pagaban estos impuestos, si decía que no entonces ellos aprovecharían para destruirlo porque lo denunciarían con las autoridades civiles por incitar al pueblo a no pagar el impuesto.

Al igual que la pregunta fue sencilla así también la respuesta de Jesús es sencilla “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22,18) Con esta hábil respuesta, deja el Señor claramente establecido que el respeto y el tributo no sólo se le debe a la autoridad civil, sino que principalmente debemos darle a Dios lo que es de Él y a El corresponde.

Como consecuencia de esto, la Iglesia tiene su campo propio de acción independiente y por encima de toda autoridad política. Por otro lado, la autoridad política tiene su campo propio de acción, relacionado con el orden público y el bien de todos los gobernados. Sabemos, además, que el buen gobernante será aquél que cumple con los designios de Dios buscando el bien de todos los gobernados.

Es bueno hacer notar también que toda autoridad temporal viene de Dios o es permitida por Dios. Recordemos lo que Jesús, más tarde, le dijo a Pilato, el gobernador romano, en el momento del juicio que éste le hizo: “Tú no tendrías ningún poder sobre Mí, si no lo hubieras recibido de lo Alto” (Jn. 18, 11).

Con todo esto Jesús quiere dar a entender el poder de Dios sobre cualquier orden o ley terrenal, Nada escapa, entonces, a los designios divinos, bien sea porque Dios lo causa o bien porque lo permite.

En conclusión, lo que está tratando el Evangelio de hoy no es la mera obligación de pagar o no pagar impuestos, al poder civil, su contenido es mucho más profundo, es el hecho de reconocer de forma profunda quien es el que tiene el poder sobre nuestras vidas.

Con los medios de comunicación es muy fácil endiosar a personas, todos hemos visto a masas fanatizar a un líder político, un futbolista o un cantante de turno. A cada uno de ellos hay que pagarles el impuesto no económico pero si de darles tú tiempo y tú completa atención. Es el impuesto de la admiración cuando no hay nada que admirarles, el impuesto de la identificación cuando existe muy poco que admirarle un tipo de personas que más bien se convierten en una mala influencia para la sociedad.

De esta manera se va creando un sistema de pago, de intereses y de esclavitudes que solo cuando las personas se dan cuenta es cuando se pueden liberar de ellas. Ante estas esclavitudes es Jesús, nos advierte que el ser humano está llamado a ir mas allá de las cosas, de los impuestos y no importa del tipo que sean estos, de los liderazgos temporales pues nada de ello llena ni sacia nuestras vidas.

Jesús nos propone otra respuesta desconcertante: el ser humano deber reconocer a Dios como único señor, pues es en el ser humano donde Dios ha dejado su imagen. Para el ser humano Dios deber ser su señor.