sábado, 10 de agosto de 2013

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO

“Porque donde está tu tesoro ahí esta tu corazón”
(Lc. 12, 32-48)

liturgia-domingo-19

Me encanta las frases que usa Jesús en el evangelio de este Domingo, son frases cargadas de ternura y de deseos de que ese “pequeño rebaño” como él lo llama, tenga la visión de desarrollar ese reino que se el padre les confía. Jesús ve esta pequeña grey como un poco de levadura que ira fermentado y acrecentándose. Este rebaño es una minoría comparada con el imperio dominado por el mundo y la desolación confusa que el maligno intenta desarrollar, y que tristemente muchos caen en la trampa. Pero a esa minoría se le ha confiado algo tan grande, el Reino de Dios, para mostrarlo al mundo y testimoniarlo con la fe y el amor que El plasmara en los corazones de todos.

El señor da pautas claras para poder llevar a cabo esta ardua tarea, y es claro en afirmarlo, “Vendan sus bienes y den limosnas. Consignase unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla. Porque donde está tu tesoro ahí está tu corazón” ( Lc. 12, 33-34).

Jesús nos muestra claramente que un requisito para esto, es el desprendimiento de las cosas materiales que atan nuestra vida y que lejos de hacernos felices nos entristecen mas, hay que invertir en riquezas que no pasen con el tiempo o con los contratiempos del mundo moderno, el tesoro que los cristianos deberíamos de poseer es el deseo de vivir en la gracia de Dios, de vivir en santidad y en deseos de crecer mas y mas en la fe. Ya que la gracia y paz interior fraguada con las buenas virtudes y obras de caridad no se echan a perder con el tiempo, sino que se acrecientan y nos acompañan hasta la eternidad.

Nuestro mundo está lleno de ansias de tener. Nos venden la falsa idea de que entre más tienes más feliz eres, o adquieres más prestigio o poder; los medios de comunicación nos bombardean haciéndonos creer que el poseer da sentido a nuestra vida. Nos hemos amoldado a una sociedad ambiciosa y falsa, donde la apariencia del tener y poseer son vitales. El mensaje de Jesús es totalmente todo lo contrario, es despojarnos de ello para ser libres.

Jesús tenía una visión muy lúcida sobre el dinero, sobre las posesiones materiales, que en realidad, no está planteando que sean malas o que no es bueno tenerlas, sino el problema es que el dinero y los bienes materiales si no estamos vigilantes, nos esclavizan y terminamos siendo dominados por ellos.
Es por ello que Jesús resumía este concepto en una frase breve y contundente: «No se puede servir a Dios y al Dinero». Es imposible. Ese Dios que busca con pasión una vida más digna y justa para los pobres, no puede reinar en la vida de una persona dominada por el dinero.

Frente a esta situación consumista, o de apego a lo material, Jesús advierte que hay que estar preparados para poder enfrentar los retos que se nos plantearan, los retos que el mundo ira poniendo como trampas en el camino de este rebaño, por ello les invita a, estar preparados. “Tengan puesta la ropa de trabajo, y sus lámparas encendidas” (Lc.12, 35) esto en otras palabras implica, el que ese rebaño tendrá que trabajar para plantarlo, y regarlo con la luz de la fe. 
Aunque nadie esta exento de caer en las garras de la vida falsa y superficial, que el mundo moderno plantea y este es uno de tantos riesgos que amenazan constantemente al hombre y a la mujer de la sociedad actual, caer en una vida superficial, mecánica, rutinaria, masificada... de la que no es fácil escapar. Con el pasar de los años, los proyectos, las metas y los ideales de mucha gente terminan reduciéndose y empobreciéndose. Desgraciadamente, no son pocos los que se levantan cada día sin una meta u objetivo en su vida, simplemente sobreviven, simplemente caminan deambulando por el mundo en su mediocridad.

Me encanta la forma en que Jesús habla de la postura vigilante y despierta con la que debemos enfrentar la vida. Nos invita a vivir de la fe como una actitud vigilante que puede liberarnos de la superficialidad y el «sin-sentido» que domina a muchos hombres y mujeres que caminan por la vida sin meta ni objetivo.
Tristemente hay muchos cristianos, que se han acostumbrados a vivir una fe como una tradición familiar, una herencia sociológica o una rutina semanal, que se cumple por inercia pero que no invita en ningún momento a  descubrir toda la fuerza que encierra para humanizar, personalizar y dar un sentido y esperanza nueva a nuestras vidas.

La llamada de Jesús a la vigilancia nos debe ayudar a los cristianos a despertar de la indiferencia, la pasividad y el descuido con que vivimos con frecuencia nuestra fe. Para vivirla de manera lúcida, necesitamos redescubrirla constantemente, conocerla con más profundidad, confrontarla con otras actitudes posibles ante la vida, agradecerla y tratar de vivirla con todas sus consecuencias.
Entonces la fe es luz que inspira nuestros criterios de actuación, fuerza que impulsa nuestro compromiso de construir una sociedad más humana, esperanza que anima todo nuestro vivir diario.