viernes, 30 de enero de 2009

IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Jesús Llegan a Cafarnaúm y va a la sinagoga y comienza a enseñar. Habla como quien tiene autoridad y no como los maestros de la ley. Los maestros de la ley, eran ellos quienes imponían su autoridad, y no eran sus acciones las que les hacían respetarles. Mientras que Jesús el maestro, actuaba y vivía su mensaje y ese mensaje se convertía en autoridad, no impuesta sino aceptada por derecho.
Entra un hombre en poder de un mal espíritu y se pone a gritar preguntando si ha venido a destruirlos, como Santo de Dios. Jesús ordena al maligno que libere al hombre. Con un grito que asombra a todos queda libre. La gente manifiesta extrañeza: una doctrina nueva, autoridad y poder de arrojar demonios. Así su fama se extiende por Galilea.
En la época actual se habla poco del de demonio o de los malos espíritus y cuando se habla, se les tiene miedo. Me surge aquí una pregunta ¿Por qué se le tiene miedo al demonio? ¿Qué puede hacerte el demonio a ti? ¿Acaso no somos hijos de Dios? Un día le dije a un amigo que iría a bendecir una casa donde se sentía la presencia del maligno, y le pedí que me acompañara, y esta persona de manera tajante me dijo, “No” porque me puede pasar algo, y más si se trata de espíritus malignos… me dio risa y pena al mismo tiempo. Porque me di cuenta que ese miedo al maligno proviene de nuestra poca preparación espiritual, de nuestra mediocridad de entregarnos a Dios, de nuestra falta de santidad, de nuestros pecados ocultos y que no confesamos por vergüenza o porque no lo creemos necesarios. Que quede claro esto, El demonio no tiene ningún poder sobre nosotros, si llevamos una autoridad moral, que se llama santidad y vida de gracia Divina, si vivimos santa y sanamente quien podrá destruirnos, porque un hombre de Dios se vuelve invencible, se vuelve indestructible y hasta el mismo demonio se le somete. Esa es la autoridad de Jesús, su vida y sus acciones de Dios, de Hijo de Dios, y nosotros recibimos ese poder de sus propios labios. Recuerde Ud. es hijo de Dios y heredero del Reino de los cielos.
Jesús ya no está solo, el relato habla en plural. Lo acompañan los primeros discípulos. Ha estado entre la gente dejando el desierto, ha enseñado entre los trabajadores, ahora aprovecha la concentración en la sinagoga para proclamar su mensaje. Lo hace con simplicidad, los hombres santos y nobles, son gente sencilla y simple, que no complica el mensaje, solo lo viven y lo expresan con su vida. Pero la gente nota su autoridad comparándolo con los escribas y fariseos. ¿Les resultaría llamativa esta autoridad? Adoptaría Jesús un tono solemne, como el de ciertos predicadores? Gritaría atemorizando a la gente? No admitiría ninguna objeción para su mensaje? Quizás todo eso era lo que practicaban los escribas y fariseos y constituía el signo de su falta de autoridad.
Jesús en cambio hablaba sencillamente y sobre todo, es de pensar que la gente de Cafarnaúm que lo conocía, era testigo también de su modo de vida, lo cual le confería autoridad como persona. No mejor autoridad que la que se gana con el testimonio de vida, no hay mejor respeto que el que se gana con honradez, tratando bien a los otros, haciéndoles sentir que son tomados en cuenta, mostrándoles respeto, no importando su clase y condición social. Ese es el verdadero respeto y del cual se nos habla hoy de Jesús, un respeto y una autoridad que trascienden, pero que trasciende con paz, con armonía, con amor.
Siempre es desleal asumir posturas autoritarias basadas en el prestigio de la institución que se representa. La verdadera autoridad brota del testimonio de vida y de las actitudes simples de compartir enseñando y aprendiendo. Ese es un principio verdaderamente cristiano.
Hermanos y Hermanas, nuestra vida tiene que estar marcada siempre por el evangelio y ese evangelio tenemos que mostrarlo como verdaderos discípulos a nuestros hermanos con los que convivimos diariamente y en nuestro trabajo, no tiene sentido vivir un evangelio a medias, o un evangelio por conveniencia, todo lo que Dios nos ha manifestado por medio de su hijo tiene que servirnos para l
a trasformación social, para el desarrollo de nuestra sociedad, y asi convertirla en una sociedad más justa, más libre, mas prospera, llena de esperanza, de alegría y de fe, donde reine la hermandad, - muchos cuando se habla de esta manera piensan que es solo un sueño - pero ese sueño será edificado cuando nosotros, todos y cada uno comprendamos y asimilemos el evangelio en nuestra propia vida el evangelio.
Los proyectos de nuestros gobiernos se vuelven vacios, y no tienen el éxito que ellos quisieran, porque se han empeñado en sacar a Dios como guía y centro de estos proyectos. Ningún proyecto ni propuesta tendrá sentido si no esta Dios presente en el, si Dios falta, es será un fracaso. Porque Dios es el autor de nuestras vidas y proyectos.
A los Seguidores de Jesús nos corresponde también guiarnos por sus criterios y prácticas. Y el trozo de hoy nos señala el contacto con la gente, el respeto a lo que constituye sus seguridades en el momento concreto, la superación valiente de las resistencias al cambio, y la simplicidad de la presentación del mensaje, como métodos de evangelización cristiana válidos para todos y siempre.
Termino con una pregunta sencilla, ¿Cuánto hemos aprendido del maestro y su evangelio? ¿Nuestra autoridad se basa en el amor y la justicia, que Jesus nos enseño o simplemente sigo siendo alguien que impone su autoridad, con prepotencia? Recuerde con Dios somos invencibles. Amen