viernes, 29 de octubre de 2010

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO

"El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido."
Lc. 19, 1-10


Me gustaron estas palabras que un sacerdote español dice en su reflexión sobre este evangelio de este domingo el inicia diciendo que: “La conversión siempre empieza por el bolsillo... Esta afirmación puede dejar perplejo a más de uno. El bolsillo representa el lugar seguro donde guardamos lo que creemos valioso. Tenemos muchos bolsillos: el del dinero, el de las ideologías, el de las ideas... En cada uno de ellos guardamos objetos, opciones y opiniones que nos proporcionan seguridad. La conversión es orientar todos nuestros bolsillos hacia los valores de Jesús.

Zaqueo era un hombre rico y no bien mirado por sus conocidos. Era cobrador de impuestos y ya sólo eso significaba un fuerte distanciamiento con las personas de su época. Nos dice el Evangelio que nuestro hombre "quería conocer a Jesús, pero no conseguía verle". Buen deseo de aquel hombre que nos sirve para reflexionar a los cristianos de esta época.

¿Hay necesidad de Jesús en nuestro mundo? ¿Quiere la gente conocer al Salvador? Estoy convencido de que sí. Quizá no de una manera explícita pero sí a través de los distintos "árboles" donde la gente se sube para poder ver una posible solución a su vida.

La humanidad entera necesita ser reconstruida. Esto lo podemos ver por las realidades sociales que no hacen felices a los seres humanos. Hemos aumentado en progreso técnico pero no en el desarrollo moral y humanizante. Algo pasa y muchas veces la gente no sabe describir exactamente qué es, pero sí que es algo que no les da la felicidad deseada.

Zaqueo representa a una parte de la humanidad. Él es rico, tiene un buen trabajo y una buena posición, pero nota que su vida necesita de algo más. Nunca llegaremos a saber por qué aquel hombre rico quería conocer a Jesús.¿Qué necesidades tenía el rico de lo que Jesús le podía ofrecer? Creo que nuestro cobrador de impuestos no era feliz.

Se subió a un árbol para ver a Jesús. El árbol ha estado presente en el comienzo de nuestra fe cuando desde el temprano Génesis nos habla del "del árbol del bien y del mal..." Pero también en el primer final de Jesús donde se convirtió en el "árbol donde estuvo clavada la salvación del mundo..." Entre uno y otro momento aparecen otras plantas arbóreas que sirvieron para otros fines y ejemplos: para ser replantadas en suelo más productivo, para dar mejor fruto, para servir como instrumento de suicidio y de muerte... El árbol al que subió Zaqueo está entre el paraíso terrenal y la cruz de Cristo.

El árbol es uno de los objetos más cargados de simbología en el mundo de las religiones y de las expresiones con significado. En todas las culturas aparece una y otra vez para simbolizar muchísimas realidades que tienen relación con los seres humanos. El árbol simboliza la evolución vital, de la materia al espíritu, de la razón al alma santificada; todo crecimiento físico, cíclico o continuo; significa también la maduración psicológica; el sacrificio y la muerte, pero también el renacimiento y la inmortalidad. No es extraño por tanto que el autor haga referencia al árbol donde subió Zaqueo. Fue esta realidad la que hizo posible ver a Jesús. El Señor no estaba lejos de aquellas inquietudes interiores y por eso se dirige a él invitándose a su casa.

Dice que "bajó aprisa y con alegría recibió a Jesús". Esta vez no es ni un mendigo ni un enfermo ni un leproso quien va en busca de Jesús. Es un rico. No le gritaba ni le pedía nada concreto. Fue Jesús quien se fijó en él: el corazón de muchas personas es muchas veces tocado por Jesús sin que pidamos nada.

La alegría es la característica con la que recibió a Jesús. Muchas veces me ha ocurrido que cuando voy a alguna parroquia a celebrar la Misa, el canto de entrada dice: "¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor..." pero si quieren que les diga la verdad, tan bonito salmo es cantado mas bien como un cántico funerario que como una expresión de gozo. Cuando llego al altar y termina la triste interpretación siempre les digo: "por favor... no estén tan alegres..."
¿Qué descubrió Zaqueo para que la alegría fuese su compañera en el encuentro con Jesús?
La conversión queda después del encuentro más que desvelada. Se produjo un cambio interior. Vació todos los bolsillos de su vida ante el Maestro. En un momento se dio la triple conversión del alma:
-Reconoció a Dios: Supo que su auténtico Señor era sólo Jesús y ante Él expuso cómo iba a ser de ahora en adelante su vida.
-Reconoció su propia realidad: Vio cara a cara la realidad de su existencia. Era rico pero era realmente un pobre porque no era feliz.
-Reconoció a los demás: Quien se convierte a Cristo ve en los demás una oportunidad de acercarse a Dios. Amar al prójimo, en especial al más débil y necesitado, es un signo de sincera conversión. Mientras la gente le criticaba por pecador, él pensaba en repartir lo que tenía con ellos. Su vida cambiaba porque su relación con los demás le hacía descubrir nuevos caminos de solidaridad para con los más pobres.
Los demás miraban a nuestro Zaqueo como un pecador, Jesús le miraba como una persona. La alegría del rico fue la de agradecerle al Señor que le diese un trato humano y de misericordia.
En otras partes de los Evangelios aparecen otros ricos como el joven que se marchó triste porque amaba las riquezas más que la conversión. Zaqueo sigue siendo rico pero ahora en el encuentro con el Señor ha sido salvado. Supo poner las riquezas exteriores en su sitio para dejar paso a las riquezas del interior. Creció en la solidaridad y en la justicia social. Se dio cuenta que convertirse es descubrirse ante Dios, ante uno mismo y ante los más pobres y débiles de nuestro mundo. Lo novedoso de la Palabra de hoy es que este rico se hizo pobre para hacerse rico. Lo dicho: la salvación empieza por el bolsillo...