(Mt 13, 44-52)

En la Iglesia de la Edad Media se simbolizaba artísticamente a la Virgen María como un campo no cultivado, donde se guardaba la mayor riqueza (Jesús) y que, sin embargo, no había sido tocado por nadie en clara referencia a su virginidad .
¿Dónde escondemos nosotros los valores que Dios nos ha dado? ¿En el miedo, en la vergüenza…? ¿Qué hacemos con el tesoro de la fe? ¿Lo escondemos para que nadie nos lo robe?
En la tradición de los pueblos antiguos el nacimiento de la perla de debía a la irrupción de un rayo caído del cielo en una concha abierta. En el mundo antiguo una perla era la posesión más maravillosa por la que se era capaz de todo.

En la Iglesia medieval se representa artísticamente a la Virgen María como una concha donde se guarda el tesoro más preciado: Jesús.
¿Qué consideras lo más valioso de tu vida? ¿Por qué? ¿Cuál es la perla de tu vida tanto material como espiritual?
La red
En la antigüedad las redes, lazos y trampas son imágenes para indicar el mal. En el Antiguo
Desde finales del siglo II se representó el bautismo bajo la imagen de una pesca con anzuelo y red; el pescador es símbolo de quien bautiza; el pez del bautizado. La red llena de pequeños peces es un símbolo de la Iglesia. El mar es imagen del mundo.
En estas tres parábolas vemos una clara diferencia con respecto a la de las anteriores semanas. Hasta este momento Cristo había comparado el Reino de Dios con cosas pequeñas, pero ahora lo compara con dos cosas de gran valor: el tesoro enterrado en el campo y la perla encontrada.
o el hombre de la primera parábola encuentra accidentalmente el tesoro.
o el hombre del segundo ejemplo busca perlas finas.
Estas parábolas han tenido durante la historia dos interpretaciones:
1. El hombre del campo se aplica a Cristo que dio todo cuanto tenía, incluida la vida para salvarnos.
2. El tesoro escondido es el servir a Cristo. El tesoro no está en un huerto cerrado sino en el campo abierto de la vida.
Después de la explicación que Jesús hizo de las principales parábolas de este capítulo, preguntó a los discípulos si habían entendido estas cosas, a lo que ellos respondieron afirmativamente. Nosotros también hoy podemos comprender tantas y tantas cosas del Señor profundizando en Él, en su vida, en su oración, en su experiencia constante de encuentro con el resucitado.
Termina el evangelio diciéndonos que tenemos que compaginar lo viejo y lo nuevo, lo que nos anunciaba el Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento. Lo que hay de nosotros desde una fe recibida cuando pequeños a la fe adulta que intentamos vivir. En ese encuentro actualizado es donde nuestra fe y nuestra vida se encuentran y se gustan mutuamente…
Tomado de las homilías de Mario Santana Bueno