viernes, 20 de febrero de 2009

VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

(Mc. 2, 1-12)
TUS PECADOS TE SON PERDONADOS...
La liturgia de este domingo está centrada en la esperanza, virtud que nos debe de motivar a continuar cada semana luchando por ser mejores hombres y mujeres y así ser mejores ciudadanos. El profeta Isaías, en las primeras líneas a tener esperanza en un futuro mejor, justificado por lo realizado en la liberación de Israel, el profeta invita al pueblo a vivir el hoy, a realizar el hoy en los milagros y acciones que Dios está haciendo actualmente, quizás el pueblo vivía estancado en el pasado y eso le impedía ver más claro la obra actual que el señor estaba haciendo. Ante este elemento, el profeta también le recrimina el pecado al pueblo, hasta cierto punto, le recrimina la injusticia que el pueblo comete al no reconocer la obra de Dios en todas sus acciones, y olvidarse que todo cuanto tenían, provenía de su obra y misericordia, el pueblo – dirá el profeta – se había olvidado completamente de Dios, sin embargo Dios por amor toma siempre la iniciativa de volvernos al camino, de volvernos a resucitar en su amor profundo, de él es la iniciativa de levantarnos la esperanza y hacernos herederos de su amor. Me pongo a pensar que los seres humanos no hemos cambiado mucho, en comparación del pueblo de Israel, seguimos siendo desagradecidos a su amor infinito. Al final Dios se reconoce como el único actor en la salvación de sus hijos, al limpiar el mal que hemos obrado. Como siempre es nuestro padre o madre, quien limpia los desordenes que los hijos hacemos y lo hace con dolor pero con mucho amor, no hay mucha diferencia en nuestros padres y Dios, y es lógico ellos son sus representantes para nosotros.
La segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios nos motiva a tener confianza en la solidez del mensaje de salvación, quien en Jesús se convierte en roca firme sobre la cual podemos colocar nuestra esperanza. Solo en El, tenemos que tener puesto todo nuestro todo, porque él es la solución más clara e inmediata a los errores en nuestra vida y a que nuestra vida tenga sentido. De Jesús siempre recibiremos un SI, dice Pablo, de él siempre recibiremos una respuesta positiva y sin esperar nada a cambio. El papa Benedicto nos dijo a los jóvenes en Australia, “Digan si a Cristo, el todo lo da, y no quita nada, ni pone un precio a su sí, estén convencidos que solo en él, y con el construirán su vida y su futuro” Digamos si, a este gran proyecto manifestado por Dios en el amor que Jesús nos transmite continuamente.
El evangelio que hemos leído hoy no deja de impresionarnos. Unos hombres desean ayudar a un amigo y para ello deben conducirlo hasta Jesús. En su camino tropiezan con una dificultad, encarnada en otros hombres. Nos dice que acudieron tantos hombres que en la puerta no quedaba lugar para poder entrar, muchos de estos hombres y mujeres quizás habían venido solo para curiosear lo que el maestro hacia, otros estaban ahí porque quizás no tenía nada que hacer, pero según algunos pensadores, estaban ahí por estar no porque les interesara encontrarse con él, o aceptar el evangelio en sus vidas, es una difícil situación, porque quizá otros querían verlo de cerca pero ellos se lo impedía, en otras palabras podemos decir son personas que “ No hacen ni dejan que otros hagan, no trabajan y dejan que otros trabajen” Estas personas no aprovechaban todo lo que Jesús les ofrece y al mismo tiempo obstaculizan a que otros se encuentren con él. Ojala que en nuestra comunidad no haya de estas personas, no dejan que los otros construyan
En la escena de este pasaje, aparecen cuatro hombres cargando un paralitico, que por lo que se ve, no les dejan pasar, no les dejan usar la puerta, aquellos hombres estaban ansiosos por ver a Jesús, para que curara a su amigo; me llama la atención que no actúan con violencia abriéndose paso entre la multitud, o gritándoles para que se apartaran, simple y sencillamente, buscan con inteligencia un lugar como introducir al enfermo. El hombre virtuoso, nunca hace uso de la fuerza para obrar el bien, busca los medios indicados para solucionar cualquier cuestión que se le presente, ellos buscan el techo, para introducirlo.
Quizás para nosotros sea algo raro, introducir a un enfermo por el techo de una casa, pero el hecho que aquí se menciona, es muy simple, cuando se quiere ayudar a alguien no hay obstáculos para hacerlo, hay que sobrepasar cualquier obstáculo. Estos hombres llevan a su amigo ante Jesús, en la época actual hay muchos y tantos hombres y mujeres paralíticos que desean que les ayudemos a saltar las barreras existentes para poder superar su parálisis y encontrarse con el maestro, y somos los cristianos del tercer milenio los que nos corresponde hacerlo, abrir un espacio en donde sea y presentarlos a Jesús.
En Jesús la palabra se hace realidad, vida tangible y palpable. El relato de hoy nos hace pensar en una característica del mundo judío de los tiempos de Jesús. Se pensaba entonces que la enfermedad tenía una relación inmediata con el pecado de la persona. Como causa y efecto. Si la persona estaba enferma era la natural consecuencia de su pecado.
Así es más fácil entender la forma de actuar de Jesús. Primero perdona los pecados al paralítico. "Child, your sins are forgiven." Al maestro le interesa primero el interior de aquel hombre, le interesa su paz interior, le interesa la reconciliación con él y con su Padre, antes de lo físico lo espiritual, Los seres humanos pensamos diferente, primero lo estético, lo físico, y luego interior, nos parece más sensato lo visible, sentirnos bien físicamente que estar en paz con nosotros mismos y con Dios, paz que no da nunca el mundo físico, sino solo Dios, una paz que nos hace romper cualquier barrera, una paz que nos concede una felicidad plena y sin límites, una felicidad que todo mundo busca en la actualidad y que nunca encuentran, porque la buscan demasiado lejos.
Pero ante la oposición de los que ponen en duda su capacidad para hacerlo, cura también al paralítico físicamente, - me gusta mucho la actitud de Jesús ante los que se oponen a su mensaje y lo critican, no les tiene miedo, porque gente que se oponga a lo que nosotros queramos hacer siempre existirá. Démonos cuenta cuanta gente, incluso amigos se opones muchas obras buenas que queremos hacer, cuantos no hace ni permiten hacer, por miedo quizás, envidia o simple y sencillamente porque no fue su propia idea, nunca le tengamos miedo a lo que los otros digan, escuchémosles pero no les tengamos miedo, Jesús escucha sus palabras y les demuestra su error porque su palabra se hace vida, tienen consecuencias reales. No se queda en un mero sonido sin consecuencias. Jesús perdona los pecados y, al hacerlo, abre un nuevo futuro para la persona. Puede tomar su camilla y echarse a andar.
Hay que suponer que los escribas que ponen en duda la capacidad de Jesús para perdonar los pecados están incluidos en el “todos” del final del relato evangélico que “se quedaron atónitos y daban gloria a Dios”. Su sorpresa consiste en descubrir que la palabra de Jesús es viva y eficaz, que perdona los pecados y cura la enfermedad, que la persona puede volver a andar por sí misma.
Jesús ha abierto un futuro nuevo a esa persona. El que estaba acostado y eran otros los que le llevaban y traían, ahora es capaz de tomar la camilla y decidir por sí mismo su propio rumbo. ¡Realmente Jesús ha realizado algo nuevo! En Jesús comienza esa nueva vida que se anuncia en la primera lectura. Esa nueva vida se hace posible porque Dios borra nuestros crímenes y se olvida de nuestros pecados, porque Dios abre caminos en el desierto y ríos en el yermo.
Ser positivos y optimistas, personas de esperanza, forma parte del bagaje personal de todo creyente. Los discípulos de Jesús somos gentes del “sí”, afirmamos la vida, levantamos a los caídos y los invitamos a tomar sus camillas y echarse a andar. Porque creemos en un Dios que nos reconcilia, que sana nuestras heridas internas y nos llama a tomar nuestros propios caminos.
Donde nosotros, con nuestra miopía, no vemos más que un desierto, Dios abre caminos para construir la fraternidad, para modelar unas relaciones humanas más justas y más fraternas. Pero ése ya es trabajo y responsabilidad nuestra. Es cuestión de abrir los ojos y los oídos y acoger su Palabra de Vida. Y hacer que nuestra palabra sea también palabra de vida y esperanza para los que nos rodean.