miércoles, 26 de noviembre de 2008

I DOMINGO DE ADVIENTO

Comienza el tiempo de Adviento, palabra que significa advenimiento... de Cristo! Se trata precisamente de celebrar la primera venida del Señor (en Belén), preparando la segunda (Juicio Final).
Tiempo signado por una alegre esperanza, que es como el lema de este tiempo; pero de una “alegría contenida” (por eso los ornamentos morados que usa el sacerdote; por eso no se canta ni recita el Gloria)... Es como un tiempo que corresponde a los preparativos de una fiesta... O lo que en una madre es el tiempo de su embarazo... De hecho, este tiempo está marcado por una una mujer embarazada: María.. El pueblo de Israel ha sido un gran maestro de la Esperanza. Y en la historia bíblica de este pueblo de algún modo se ensamblan las esperanzas y anhelos de todos los hombres, de todos tiempos, de la humanidad entera y su historia.
Porque todos - y también cada uno de nosotros - sentimos y sabemos la necesidad de ser salvados: "¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!", grito impresionante de alma humana, un grito infinito que hoy escuchamos en boca de Isaías en la Iª lectura... Pero también en la nuestra, cada día: “¡Ven Señor Jesús!”, en cada Misa... Pero lo verdaderamente grande, hermoso y fascinante es que este grito no es un grito dado en el vacío, sino un llamado al Dios fiel, nuestro Padre y Pastor, que "tanto amó al mundo, que entregó a su Hijo Único...” (Juan 3, 16) y que al darnos a Cristo, se nos ha dado a Sí mismo, y con Él todo bien posible. Por eso nos dice San Pablo (IIª lect.): "No carecen de ningún don, ustedes que esperan la manifestación de nuestro Sr. Jesucristo. Él los mantendrá firmes hasta el final..." ¡Este es nuestro Dios! "Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en Él" (Iª lectura). No nos manda buscarlo en el vacío, sino que sale Él (¡siempre primero!) a nuestro encuentro, a buscarnos. El Adviento es entonces un tiempo para contemplar al Dios Fiel, que ha cumplido (superando!) todas las promesas para con su pueblo elegido, haciéndose hombre en la plenitud de los tiempos, y que ha de venir de modo definitivo
El Señor "ha rasgado los cielos y ha bajado" (Iª lectura), y alimenta en este tiempo nuestra esperanza, recordándonos que ese Cielo que ha quedado "rasgado", abierto, es para nosotros, y que Él vuelve buscarnos... al fin de los tiempos, y cada día. Por eso, el mandato de Jesús en el Evangelio ¡ESTÉN ATENTOS!... Escuchemos la voz del Señor que nos reúne en su Iglesia. Preparemos la Navidad disponiendo nuestros corazones al retorno de Cristo que ya comenzó (con la Resurrección), y que se va realizando cada día, desde el seno de su Iglesia y para todo el mundo. En el Evangelio Jesús nos da la clave acerca del “cómo”: “Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!”

Y aprendamos a descubrirá Cristo, que va llegando cada día: en la predicación de la Iglesia; en los buenos pensamientos que su divina presencia en nosotros nos sugiere; en los acontecimientos de nuestra vida (¡buenos y malos!); en los hechos del mundo en que vivimos; en el amor de los nuestros; en las palabras de algún amigo... Permanecemos en vela, estamos atentos, cada vez que intentamos, con la fuerza de Cristo Resucitado, realizar el mundo como Dios quiere. Descubrir esta llegada constante y silenciosa del Señor es la mejor manera de evitar que pase de largo... y de prepararnos (sin expectativas enfermizas, como proponen las sectas) a la Segunda Venida que debemos esperar llenos de alegría y esperanza... No viene un verdugo, un enemigo, sino Jesús, nuestro hermano y amigo querido. Por lo tanto nuestra vida entera es un “Adviento” para este encuentro, una preparación gozosa. Por eso el Adviento es un tiempo de alegre esperanza, tiempo de aumentar nuestra cercanía y amistad con Dios (fuente de la más profunda felicidad), el Dios fiel que está siempre con nosotros, cuya primera venida celebraremos en la Navidad, y que vendrá definitivamente con poder y gloria para transformar todas las cosas a la medida de lo cumplido en Él, nuestro Señor, Jesucristo.