viernes, 28 de enero de 2011

CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

“Estén alegres y contentos, porque su recompensa será grande en el cielo”
Mt.5, 1-12
Rev. Alexander Díaz


Nos encontramos celebrando el cuarto domingo del tiempo ordinario y en el Evangelio de hoy Jesús nos trae la gran propuesta para encontrar sentido a nuestra existencia: el programa de las bienaventuranzas. Este programa consta de diez sencillas capsulas, que a primera vista parecen insignificantes, inentendibles y de cierta forma descabelladas porque Jesús expresa a través de ellas elementos que no tienen sentido para una persona que no se haya encontrado con él, porque las bienaventuranzas solo tienen sentido cuando hay un encuentro de corazón con Jesús.
Como un nuevo Moisés, Jesús expone desde lo alto de un monte la nueva ley de su Reino. Es el ¨Sermón de la montaña¨, que comienza con las Bienaventuranzas, es interesante que todas se resumen en la primera: la de los pobres de espíritu, aquellos que lo dejan todo para seguir e imitar a Cristo.

Ya en el Antiguo Testamento, la pobreza voluntaria como signo de humildad, sinceridad y mansedumbre era la característica fundamental del pueblo de Israel, de ese pueblo que debía recibir en su seno al Mesías.

En la primera lectura de la misa del hoy, el profeta Sofonías, profetiza en el siglo VII antes de Cristo, en un momento donde se habían dado grandes diferencias entre ricos y pobres en Israel. La pobreza se había incrementado notablemente, y el profeta, denuncia esta situación y anuncia la protección de Dios sobre los pobres y humildes.

Y en el Evangelio de hoy se nos presentan las Bienaventuranzas. ¿Cuántas veces hemos escuchado a mucha gente, y tal vez nosotros mismos decir que lo importante ¨es tener salud? O aquel famoso refrán que muchos dicen en forma de broma pero muy en serio, lo más importante para ser feliz es tener salud, dinero y amor. Sin embargo, existe mucha gente sana y con mucho dinero que se siente tremendamente desdichada, solitaria, con la amargura a flor de piel, que no encuentran sentido a nada de lo que existe, pero están abarrotados de cuestiones materiales y saludables por fuera, son como las típicas manzanas, rojas y bien barnizadas, pero acidas y sin sabor alguno; y por otro lado, hay muchos enfermos, con enfermedades incurables, discapacitados y desahuciados que sufren en su cuerpo los tormentos del dolor físico a causa de su enfermedad, que apenas tienen para subsistir y obtener su medicina, y que son agobiados por la soledad, pero son las personas más felices y optimistas que se ven, que tienen sueños y alegría suficiente para hacer sentir bien a cualquier sano. Un ciego decía, que desde que estaba ciego, veía las cosas mucho mejor, y esto porque muchas veces, los que tenemos buena vista, somos ciegos en muchas cosas.

En el Evangelio de hoy, encontramos la visión de Dios sobre el hombre y sobre el mundo. Y esta mirada de Dios, en muchos casos, no coincide con la nuestra, Jesús parece poner todo en sentido contrario a lo que nosotros estamos acostumbrados a ver y a escuchar: llama a los que lloran y a los que son perseguidos e insultados: felices, en nuestra lógica humana esto no tiene sentido ni tiene concordancia, porque humanamente estas personas son desdichados y requieren ayuda, Jesús quiere con estas frases invitarnos a la confianza y a la mansedumbre interior ante los embates que la vida nos dara continuamente, a confiar ciegamente en la justicia divina, justicia que siempre tiente lugar en nuestra vida.

Ahora bien, me pregunto ¿Será que somos nosotros los que estamos ciegos y tergiversamos de forma negativa todo, o será Jesús el que lo hizo? Jesús hoy, nos quiere abrir los ojos, y nos enseña el verdadero camino de la felicidad.
El Sermón de la Montaña, es una especie de catecismo elemental de vida cristiana, y empieza justamente con un preámbulo, que son las Bienaventuranzas.

Así como Moisés al formar el pueblo de Dios subió a una montaña, lugar tradicional de la manifestación de Dios, así mismo lo hizo Jesús. Sentado, en actitud de enseñar, así como Moisés, Jesús proclama solemnemente la Ley, pero en una nueva formulación que exige una ¨Justicia superior a la de la Antigua Alianza para entrar en el Reino de los Cielos. La Voluntad de Dios que se manifiesta en este célebre Sermón, vale para todos. Las Bienaventuranzas, son a la vez promesa y exigencia. Promesas porque nos hacen ver que no estamos solos incluso en los momentos más oscuros de nuestra vida, que siempre hay una salida y una salida con justicia y equidad, y exigencia porque requiere que todos y cada uno de nosotros pongamos algo de nosotros para cambiarnos y transformarnos en mejores hijos suyos.

Te atreves a ser diferente, si lo haces serás llamado bienaventurado, y peculiarmente los que son llamados asi son probados como el oro en el crisol.
Bendiciones.