miércoles, 24 de diciembre de 2008

HOY NOS HA NACIDO UN SALVADOR

Una de las palabras que más se repiten en la Liturgia de la Navidad es el adverbio temporal “hoy”: “Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”; “hoy [...] nos ha nacido el Salvador”. “Hoy” es “en este día”, “en el día presente”, en la actualidad del tiempo presente. El Dios vivo nos llama a entrar en su “hoy”, que atraviesa y guía toda la historia (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 1165), para dejarnos iluminar por su luz, para alegrarnos con su salvación, para fragmentar la monotonía de nuestros días con la novedad que sólo proviene de Él.
El itinerario de la fe discurre entre la visibilidad de los signos y la invisibilidad del misterio: Hoy “el que era invisible en su naturaleza se hace visible al adoptar la nuestra”, canta el Prefacio III de Navidad. Los signos visibles están ahí, ante nuestros ojos: el signo de un Niño que nace en la humildad de un establo, en el seno de una familia pobre, con unos sencillos pastores como primeros testigos de ese acontecimiento. Pero el signo visible de la humanidad del Dios hecho Niño remite al misterio invisible de su filiación divina y de su misión redentora (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 515).
La palabra de Dios es la guía que nos permite remontarnos a lo invisible, es la luz que hace posible la mirada de la fe, la única mirada capaz de adentrarse en el misterio. El Niño que hoy nos ha nacido es el Salvador, el Hijo de Dios, el Verbo encarnado, que ha venido a acampar entre nosotros para que podamos contemplar su gloria.
Hoy se cumple la profecía de Isaías: “Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios” (cf Isaías 52, 7-10). La salvación que Dios ofrece no conoce fronteras. Jesús es de todos y para todos. Su significado es universal. Como ha enseñando el Concilio Vaticano II: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (Gaudium et spes, 22). Todo hombre, de cualquier tiempo, de cualquier raza, de cualquier cultura, de cualquier religión, encuentra en Cristo a Aquel que “manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (Gaudium et spes, 22). Desde la Encarnación no podremos conocernos a nosotros mismos en profundidad, ni podremos conocer nuestro destino sin conocer a Jesucristo, porque sólo su misterio esclarece nuestro propio misterio.
En el Niño que hoy nos ha nacido, Dios ha pronunciado su palabra definitiva, su “Palabra única, perfecta e insuperable”, en la que nos lo ha dicho todo (Catecismo de la Iglesia Católica, 65). En el silencio del mundo ha irrumpido la voz de Dios, para que nuestros oídos oigan, sometiéndose libremente a la palabra escuchada. Dios nos ha hablado en su Hijo, en Aquel que es “reflejo de su gloria e impronta de su ser” (cf Hebreos 1, 1-6). En la tiniebla del mundo ha brillado la gloria de Dios: “la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros” (cf Juan 1, 1-18).
Hoy se realiza “el admirable intercambio que nos salva” (Prefacio III de Navidad). Jesucristo se ha dignado compartir con el hombre la condición humana, para que nosotros podamos compartir su vida divina. No despr
eciemos este don. No seamos sordos para la voz de Dios, ni ciegos ante su Gloria. Como escribió Ángelus Silesius: "Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, mientras no nazca en tu corazón, estarás perdido para el más allá: habrás nacido en vano".
Nosotros no queremos haber nacido en vano, porque no ha nacido en vano el Hijo de Dios. Decía Fray Luis de León que el nacer es tan del gusto de Dios Hijo “que sólo Él nace por cinco diferentes maneras, todas maravillosas y singulares. Nace según la divinidad, eternamente del Padre. Nació de la Madre Virgen, según la naturaleza humana, temporalmente. El resucitar, después de muerto, a nueva gloria y vida para más no morir, fue otro nacer. Nace en cierta manera en la hostia, cuantas veces en el altar los sacerdotes consagran aquel pan en su cuerpo. Y, últimamente, nace y crece en nosotros mismos siempre que nos santifica y renueva”.
Hoy que celebramos su nacimiento temporal le pedimos al Señor que, al recibirlo en la Eucaristía, nazca y crezca también en nosotros para poder vivir como hijos de Dios, creyendo en su nombre. Amén.

QUIEN ES SANTA CLAUS

La leyenda de Santa Claus deriva directamente de las que desde muy antiguo han adornado la figura de San Nicolás de Bari (ca. 280-ca. 350), obispo de Myra y santo que, según la tradición, entregó todos sus bienes a los pobres para hacerse monje y obispo, distinguiéndose siempre por su generosidad hacia los niños.
En la Edad Media, la leyenda de San Nicolás arraigó de forma extraordinaria en Europa, particularmente en Italia (a la ciudad italiana de Bari fueron trasladados sus restos en el 1087), y también en países germánicos como los estados alemanes y holandeses. Particularmente en Holanda adquirió notable relieve su figura, al extremo de que se convirtió en patrón de los marineros holandeses y de la ciudad de Amsterdam. Cuando los holandeses colonizaron Nueva Amsterdam (la actual isla de Manhattan), erigieron una imagen de San Nicolás, e hicieron todo lo posible para mantener su culto y sus tradiciones en el Nuevo Mundo.
La devoción de los inmigrantes holandeses por San Nicolás era tan profunda y al mismo tiempo tan pintoresca y llamativa que, en 1809, el escritor norteamericano Washington Irving (1783-1859) trazó un cuadro muy vivo y satírico de ellas (y de otras costumbres holandesas) en un libro titulado Knickerbocker's History of New York (La historia de Nueva York según Knickerbocker). En el libro de Irving, San Nicolás era despojado de sus atributos obispales y convertido en un hombre mayor, grueso, generoso y sonriente, vestido con sombrero de alas, calzón y pipa holandesa. Tras llegar a Nueva York a bordo de un barco holandés, se dedicaba a arrojar regalos por las chimeneas, que sobrevolaba gracias a un caballo volador que arrastraba un trineo prodigioso. El hecho de que Washington Irving denominase a este personaje "guardián de Nueva York" hizo que su popularidad se desbordase y contagiase a los norteamericanos de origen inglés, que comenzaron también a celebrar su fiesta cada 6 de diciembre, y que convirtieron el "Sinterklaas" o "Sinter Klaas" holandés en el "Santa Claus" norteamericano.
Pocos años después de la publicación del libro de Irving, la figura de Santa Claus había adquirido tal popularidad en la costa este de los Estados Unidos que, en 1823, un poema anónimo titulado A Visit of St. Nicholas ('Una visita de San Nicolás'), publicado en el periódico Sentinel ('El Centinela') de Nueva York, encontró una acogida sensacional y contribuyó enormemente a la evolución de los rasgos típicos del personaje. Aunque publicado sin nombre de autor, el poema había sido escrito por un oscuro profesor de teología, Clement Moore, que lo dedicó a sus numerosos hijos y nunca previó que un familiar suyo lo enviaría a un periódico Hasta el año 1862, ya octogenario, no reconocería Moore su autoría. En el poema, San Nicolás aparecía sobre un trineo tirado por renos y adornado de sonoras campanillas. Su estatura se hizo más baja y gruesa, y adquirió algunos rasgos próximos a la representación tradicional de los gnomos (que precisamente también algunas viejas leyendas germánicas consideraban recompensadores o castigadores tradicionales de los niños). Los zuecos holandeses en que los niños esperaban que depositase sus dones se convirtieron en anchos calcetines. Finalmente, Moore desplazó la llegada del simpático personaje del 6 de diciembre típico de la tradición holandesa, al 25 de ese mes, lo que influyó grandemente en el progresivo traslado de la fiesta de los regalos al día de la Navidad.
El proceso de popularización del personaje siguió en aumento. El 6 de diciembre de 1835, Washington Irving y otros amigos suyos crearon una sociedad literaria dedicada a San Nicolás, que tuvo su sede en la propia casa de Irving. En las reuniones, era obligado fumar en pipa y observar numerosas costumbres holandesas. Ello indica hasta qué extremo habían aceptado esta tradición holandesa los norteamericanos descendientes de otros grupos inmigrantes.
El otro gran contribuyente a la representación típica de San Nicolás en el siglo XIX fue un inmigrante alemán llamado Thomas Nast. Nacido en Landau (Alemania) en 1840, se estableció con su familia en Nueva York desde que era un niño, y alcanzó gran prestigio como dibujante y periodista. En 1863, Nast publicó en el periódico Harper's Weekly su primer dibujo de Santa Claus, cuya iconografía había variado hasta entonces, fluctuando desde las representaciones de hombrecillo bajito y rechoncho hasta las de anciano alto y corpulento. El dibujo de Nast lo presentaba con figura próxima a la de un gnomo, en el momento de entrar por una chimenea. Sus dibujos de los años siguientes (siguió realizándolos para el mismo periódico hasta el año 1886) fueron transformando sustancialmente la imagen de Santa Claus, que ganó en estatura, adquirió una barriga muy prominente, mandíbula muy ancha, y se rodeó de elementos como el ancho cinturón, el abeto, el muérdago y el acebo. Aunque fue representado varias veces como viajero desde el Polo Norte, su voluntariosa aceptación de las tareas del hogar y sus simpáticos diálogos con padres y niños le convirtieron en una figura todavía más próxima y entrañable. Cuando las técnicas de reproducción industrial hicieron posible la incorporación de colores a los dibujos publicados en la prensa, Nast pintó su abrigo de un color rojo muy intenso. No se sabe si fue él el primero en hacerlo, o si fue el impresor de Boston Louis Prang, quien ya en 1886 publicaba postales navideñas en que aparecía Santa Claus con su característico vestido rojo. La posibilidad de hacer grandes tiradas de tarjetas de felicitación popularizó aún más la figura de este personaje, que numerosas tiendas y negocios comenzaron por entonces a usar para fines publicitarios. Llegó incluso a ser habitual que, durante las celebraciones navideñas, los adultos se vistieran como él y saliesen a las calles y tiendas a obsequiar a los niños y hacer propaganda de todo tipo de productos. Entre 1873 y 1940 se publicó la revista infantil St. Nicholas, que alcanzó una enorme difusión.
La segunda mitad del siglo XIX fue trascendental en el proceso de consolidación y difusión de la figura de Santa Claus. Por un lado, quedaron fijados (aunque todavía no definitivamente) sus rasgos y atributos más típicos. Por otra, se profundizó en el proceso de progresiva laicización del personaje. Efectivamente, Santa Claus dejó de ser una figura típicamente religiosa, asociada a creencias específicas de determinados grupos credenciales, y se convirtió más bien en un emblema cultural, celebrado por personas de credos y costumbres diferentes, que aceptaban como suyos sus ab
iertos y generales mensajes de paz, solidaridad y prosperidad. Además, dejó de ser un personaje asociado específicamente a la sociedad norteamericana de origen holandés, y se convirtió en patrón de todos los niños norteamericanos, sin distinción de orígenes geográficos y culturales. Prueba de ello fue que, por aquella época, hizo también su viaje de vuelta a Europa, donde influyó extraordinariamente en la revitalización de las figuras del "Father Christmas" o "Padre Navidad" británico, o del "Père Noël" o "Papá Noel" francés, que adoptaron muchos de sus rasgos y atributos típicos.
El último momento de inflexión importante en la evolución iconográfica de Santa Claus tuvo lugar con la campaña publicitaria de la empresa de bebidas Coca-Cola, en la Navidad de 1930. Como cartel anunciador de su campaña navideña, la empresa publicó una imagen de Santa Claus escuchando peticiones de niños en un centro comercial. Aunque la campaña tuvo éxito, los dirigentes de la empresa pidieron al pintor de Chicago (pero de origen sueco) Habdon Sundblom que remodelara el Santa Claus de Nast. El artista, que tomó como primer modelo a un vendedor jubilado llamado Lou Prentice, hizo que perdiera su aspecto de gnomo y ganase en realismo. Santa Claus se hizo más alto, grueso, de rostro alegre y bondadoso, ojos pícaros y amables, y vestido de color rojo con ribetes blancos, que eran los colores oficiales de Coca-Cola. El personaje estrenó su nueva imagen, con gran éxito, en la campaña de Coca-Cola de 1931, y el pintor siguió haciendo retoques en los años siguientes. Muy pronto se incorporó a sí mismo como modelo del personaje, y a sus hijos y nietos como modelos de los niños que aparecían en los cuadros y postales. Los dibujos y cuadros que Sundblom pintó entre 1931 y 1966 fueron reproducidos en todas las campañas navideñas que Coca-Cola realizó en el mundo, y tras la muerte del pintor en 1976, su obra ha seguido difundiéndose constantemente.
Por el cauce de las postales, cuentos, cómics, películas, etc. norteamericanas, la oronda figura de Santa Claus sigue ganando popularidad en todo el mundo, y hoy puede decirse que constituye la advocación más universal y conocida, y también la más laica y comercial, de todas las derivadas del San Nicolás de Bari que desde el siglo IV se ha considerado tradicional protector de los niños.

viernes, 12 de diciembre de 2008

VIRGEN DE GUADALUPE

Emperatriz de las Américas
La Virgen Santísima se apareció en el Tepeyac, México, a san Juan Diego el martes 12 de diciembre de 1531, apenas diez años después de la conquista de México. La madre de Dios viene para dar a conocer el evangelio a sus hijos nativos del nuevo continente y para "mostrar y dar" todo su "amor y compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre".
Como prueba de su visita la Virgen milagrosamente hizo que en aquel lugar aparecieran preciosas rosas de Castilla y que su imagen se quedara permanentemente en la tilma de su siervo.
Durante cuatro días la Virgen se había comunicado con Juan Diego hablándole en su propia lengua, el náhualtl. Al identificarse, María usó la palabra "coatlallope"; un sustantivo compuesto formado por "coatl" o sea, serpiente, la preposición "a" y "llope", aplastar; es decir, se definió como "la que aplasta la serpiente". Otros reconstruyen el nombre como "Tlecuauhtlapcupeuh" que significa: "La que precede de la región de la luz como el Aguila de fuego". De todas formas el vocablo náhualtl sonó a los oídos de los frailes españoles como el extremeño "Guadalupe", relacionando el prodigio del Tepeyac con la muy querida advocación que los conquistadores conocían y veneraban en la Basílica construida por Alfonso XI en 1340. En España existían dos advocaciones a la Virgen de Guadalupe, en
Cáceres y en La Gomera. Sin embargo la Guadalupe Mexicana es original. ¡La Virgen se comunicó de manera que la entendiesen tanto los indios como los españoles!.
La Virgen de Gua
dalupe dio al indio Juan Diego un delicado trato de nobleza elevando proféticamente la condición de todo su pueblo. El Señor "derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes". Al mismo tiempo, La Virgen trajo reconciliación y no división entre los nativos y los españoles. Les ayudó a ambos a comprender que la fe cristiana no es propiedad de nadie sino un don de amor para todos. La Virgen pide a Juan Diego que vaya al obispo. El obispo de México era Fray Juan De Zumárraga, franciscano. De esta manera la Virgen enseña que se debe someter a la autoridad legítima que Jesús estableció en la Iglesia.
Cuatrocientos años debieron pasar para que la cultura occidental reconociera admirada que la imagen impresa sobre el ayate indígena era un verdadero códice mexicano, un mensaje del cielo cargado de símbolos. Helen Behrens, una antropóloga norteamericana descubrió en 1945 lo que los ojos de los indios habían "leído" en la pintura de la "Madre del verdadero Dios por quien se vive" aquel diciembre de 1531.

jueves, 4 de diciembre de 2008

II DOMINGO DE ADVIENTO

Las Lecturas de este Segundo Domingo de Adviento nos invitan a prepararnos. Todo Adviento contiene un llamado a la conversión, al cambio de vida. Será, por tanto, una oportunidad maravillosa para crecer en la fe, incrementar la esperanza y mejor vivir en la caridad. El Evangelio de hoy nos presenta a San Juan Bautista, uno de los principales personajes bíblicos de este Tiempo de Adviento, que es tiempo de preparación a la venida de Cristo. Este personaje ya había sido anunciado en el Antiguo Testamento como “una voz que clama en el desierto” y que diría: “Preparen el camino del Señor ... Rellénense todas las quebradas y barrancos, aplánense todos los cerros y colinas; los caminos torcidos con curvas serán enderezados y los ásperos serán suavizados” (Is. 40, 1-5). Apareció en el desierto. Nos dice el Evangelio que “vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre”. Apareció como un mensajero inmediatamente antes de Jesús para preparar el camino a éste, predicando “un bautismo de arrepentimiento, para el perdón de los pecados” (Mc. 1, 1-8). Con esta descripción de la predicación de San Juan Bautista nos queda claro que la preparación para recibir al Señor consiste en arrepentirnos y en recibir el perdón de los pecados. Pero si observamos el detalle que da el Profeta Isaías sobre cómo se prepara el camino del Señor tenemos más información de cómo puede ser ese proceso de conversión y de arrepentimiento al que estamos llamados muy especialmente durante este tiempo de Adviento, el cual nos presenta la Liturgia de la Iglesia en preparación para la venida del Señor.“Aplanar cerros y colinas” significa rebajar las alturas de nuestro orgullo, nuestra soberbia, nuestra altivez, nuestro engreimiento, nuestra auto-suficiencia, nuestra arrogancia, nuestra ira, nuestra impaciencia, nuestra violencia, etc.“Rellenar quebradas y barrancos” significa rellenar las bajezas de nuestro egoísmo, de nuestra envidia, nuestras rivalidades, odios, venganzas, retaliaciones... pecados todos que dificultan el poder vivir en armonía unos con otros, pecados que impiden la realización de ese Reino de Paz y Justicia que Cristo viene a traernos. “Enderezar los caminos torcidos y con curvas” significa rectificar el camino, cambiar de rumbo si vamos por caminos torcidos y equivocados, que no nos llevan a Dios. ¿A dónde queremos ir? ¿Hacia dónde estamos dirigiéndonos? ¿Estamos preparándonos para que el Señor nos encuentre, como nos dice San Pedro en la Segunda Lectura, “en paz con El, sin mancha, ni reproche”? (2 Pe. 3, 8-14). El Mesías fue anunciado en el Antiguo Testamento y llegó hace unos 2.000 años. La venida de Cristo al final del tiempo también ha sido anunciada y puede venir en cualquier momento “como los ladrones” -nos dice el Señor y nos lo recuerda San Pedro. Pero el final del tiempo nos llega también a cada uno el día de nuestra muerte, que puede sorprendernos -igual que los ladrones- en cualquier momento. ¿Hemos preparado el camino para nuestro encuentro con el Señor? ¿Hemos nacido de arriba, del Espíritu Santo? ¿Estamos preparados? Esa es la gran pregunta.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

I DOMINGO DE ADVIENTO

Comienza el tiempo de Adviento, palabra que significa advenimiento... de Cristo! Se trata precisamente de celebrar la primera venida del Señor (en Belén), preparando la segunda (Juicio Final).
Tiempo signado por una alegre esperanza, que es como el lema de este tiempo; pero de una “alegría contenida” (por eso los ornamentos morados que usa el sacerdote; por eso no se canta ni recita el Gloria)... Es como un tiempo que corresponde a los preparativos de una fiesta... O lo que en una madre es el tiempo de su embarazo... De hecho, este tiempo está marcado por una una mujer embarazada: María.. El pueblo de Israel ha sido un gran maestro de la Esperanza. Y en la historia bíblica de este pueblo de algún modo se ensamblan las esperanzas y anhelos de todos los hombres, de todos tiempos, de la humanidad entera y su historia.
Porque todos - y también cada uno de nosotros - sentimos y sabemos la necesidad de ser salvados: "¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!", grito impresionante de alma humana, un grito infinito que hoy escuchamos en boca de Isaías en la Iª lectura... Pero también en la nuestra, cada día: “¡Ven Señor Jesús!”, en cada Misa... Pero lo verdaderamente grande, hermoso y fascinante es que este grito no es un grito dado en el vacío, sino un llamado al Dios fiel, nuestro Padre y Pastor, que "tanto amó al mundo, que entregó a su Hijo Único...” (Juan 3, 16) y que al darnos a Cristo, se nos ha dado a Sí mismo, y con Él todo bien posible. Por eso nos dice San Pablo (IIª lect.): "No carecen de ningún don, ustedes que esperan la manifestación de nuestro Sr. Jesucristo. Él los mantendrá firmes hasta el final..." ¡Este es nuestro Dios! "Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en Él" (Iª lectura). No nos manda buscarlo en el vacío, sino que sale Él (¡siempre primero!) a nuestro encuentro, a buscarnos. El Adviento es entonces un tiempo para contemplar al Dios Fiel, que ha cumplido (superando!) todas las promesas para con su pueblo elegido, haciéndose hombre en la plenitud de los tiempos, y que ha de venir de modo definitivo
El Señor "ha rasgado los cielos y ha bajado" (Iª lectura), y alimenta en este tiempo nuestra esperanza, recordándonos que ese Cielo que ha quedado "rasgado", abierto, es para nosotros, y que Él vuelve buscarnos... al fin de los tiempos, y cada día. Por eso, el mandato de Jesús en el Evangelio ¡ESTÉN ATENTOS!... Escuchemos la voz del Señor que nos reúne en su Iglesia. Preparemos la Navidad disponiendo nuestros corazones al retorno de Cristo que ya comenzó (con la Resurrección), y que se va realizando cada día, desde el seno de su Iglesia y para todo el mundo. En el Evangelio Jesús nos da la clave acerca del “cómo”: “Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!”

Y aprendamos a descubrirá Cristo, que va llegando cada día: en la predicación de la Iglesia; en los buenos pensamientos que su divina presencia en nosotros nos sugiere; en los acontecimientos de nuestra vida (¡buenos y malos!); en los hechos del mundo en que vivimos; en el amor de los nuestros; en las palabras de algún amigo... Permanecemos en vela, estamos atentos, cada vez que intentamos, con la fuerza de Cristo Resucitado, realizar el mundo como Dios quiere. Descubrir esta llegada constante y silenciosa del Señor es la mejor manera de evitar que pase de largo... y de prepararnos (sin expectativas enfermizas, como proponen las sectas) a la Segunda Venida que debemos esperar llenos de alegría y esperanza... No viene un verdugo, un enemigo, sino Jesús, nuestro hermano y amigo querido. Por lo tanto nuestra vida entera es un “Adviento” para este encuentro, una preparación gozosa. Por eso el Adviento es un tiempo de alegre esperanza, tiempo de aumentar nuestra cercanía y amistad con Dios (fuente de la más profunda felicidad), el Dios fiel que está siempre con nosotros, cuya primera venida celebraremos en la Navidad, y que vendrá definitivamente con poder y gloria para transformar todas las cosas a la medida de lo cumplido en Él, nuestro Señor, Jesucristo.

viernes, 21 de noviembre de 2008

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

Hoy es el último domingo del Año Litúrgico, el cual finaliza celebrando a Cristo como Rey del Universo, fiesta solemne instaurada por el Papa Pío XI en 1925. Con esta celebración cerramos el calendario litúrgico. El próximo domingo daremos comienzo al nuevo año con el primer domingo de Adviento.
El Reinado de Cristo -que es lo mismo que el Reino de Dios- viene mencionado muchas veces en la Sagrada Escritura. Cristo nos dice que su Reino no es de este mundo. Sin embargo, sabemos que su Reino también está en este mundo. Pero su Reino no es terrenal, sino celestial; no es humano, sino divino; no es temporal, sino eterno. Su Reinado está en medio del mundo, porque está en cada uno de nosotros. O, mejor dicho: está en cada uno de nosotros cuando estamos en gracia; es decir, cuando Cristo vive en nosotros y así permitimos que el Señor sea Rey de nuestro corazón y de nuestra alma, cuando le permitimos a Jesucristo reinar sobre nuestra vida. Si Cristo es nuestro Rey, nosotros somos sus súbditos. Tendríamos, entonces, que preguntarnos ¿qué hace un súbdito? ¿Qué hace un subalterno? Hace lo que desea y lo que le indica su Rey, su Jefe. Por eso decimos que el Reinado de Cristo está dentro de nosotros mismos, pues Cristo es verdadero Rey nuestro cuando nosotros hacemos lo que El desea y lo que El nos pide.
En la primera lectura el profeta Ezequiel nos habla de los pastores. Su ministerio parece estar dividido en dos etapas. En la primera vemos que el pueblo se siente autosuficiente, ha puesto su confianza en los seres humanos y por eso el profeta les critica duramente. En la segunda parte de su ministerio, el pueblo en pleno destierro está en lo más bajo de su estado anímico y el profeta les habla que Dios, el verdadero pastor les salvará. En este capítulo 34, que conviene leerlo completo para entender mejor el corto pasaje que hoy nos presenta la liturgia, encontramos las quejas de Dios contra los pastores. El profeta les recuerda que han abusado de las ovejas, que “no las fortalecen, no curan a las enfermas, ni vendan a las heridas, ni recogen a las descarriadas, ni buscan a las perdidas y maltratan brutalmente a las fuertes”. Pero ahora (lectura primera) el Señor va a hacer todo lo contrario a lo que hicieron los pastores del pueblo, él “buscará a las perdidas, las librará de los nubarrones y pedregales, las apacentará, vendará sus heridas y las curará de las enfermedades”.
Hoy, cuando tanto pastores como líderes seglares en la Iglesia están tratando de “desarrollar pastorales de evangelización”, tal vez sería bueno no tratar de inventar de nuevo la rueda, y pasar a la acción. La última frase de la primera lectura de hoy dice: “He aquí que yo (Dios es el que habla) voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío”. Una verdad muy clara: Seremos juzgados. E
l Rey del Universo nos juzgará (evangelio de hoy), y nos juzgará de acuerdo a nuestras acciones hacia las ovejas (los demás): ¿Hemos compartido nuestras posesiones con los necesitados? ¿Nos hemos dado a los necesitados?
La fórmula bien clara para entrar en el Reino de Dios es la práctica del amor. Jesús proclama el señorío del amor al prójimo, principalmente al prójimo marginado. Nuestra proximidad al Rey del Universo depende de nuestro amor a los hambrientos, sedientos, desnudos, forasteros, enfermos, encarcelados y todos esos hermanos y hermanas que no son admitidos en nuestra sociedad por causa del color de su piel, por su acento, por su pasaporte, por padecer del SIDA, por su orientación sexual, por tantas y tantas otras razones que no nos dejan ser familia.Desde hace unos años estamos repitiendo una frase que suena muy bonita: “Opción preferencial por los pobres”. ¿Qué hemos hecho con esa frase? ¿Le quitamos el polvo para usarla con brillantez en sermones, documentos y discursos o está dando vida a nuestra vida cristiana?El cardenal Stephen Kim Sou-hwan, ya retirado, en su autobiografía recientemente publicada, se describe a sí mismo como “el pecador de pecadores” pues, según cuenta él mismo: “Como sacerdote, yo deseaba vivir entre los pobres… pero mi posición como obispo estaba muy lejos de ellos”.“Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección” (2º lectura), y Cristo es el que nos llevará a la vida eterna. El es el Juez, pero también la Gracia que nos reta, guía y ayuda a ser hermano del más necesitado.

EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

El Matrimonio fue instituido por Dios cuando creó al hombre y a la mujer. Para los cristianos, Jesucristo lo elevó a la dignidad de sacramento; un sacramento que da a los esposos una gracia especial para ser fieles una al otro y santificarse en la vida matrimonial y familiar, ya que el matrimonio cristiano es una auténtica vocación sobrenatural. El matrimonio religioso se establece con el consentimiento libre de cada uno de los dos contrayentes manifestado ante el representante de la Iglesia. or su naturaleza está ordenado a la generación y la educación de los hijos, al amor y ayuda entre los esposos y a su santificación personal. Es el sacramento que santifica la unión indisoluble entre un hombre y una mujer cristianos, y les concede la gracia para cumplir fielmente sus deberes de esposos y de padres.
Dentro de esta gran vocación existen los que se llaman fines del matrimonio: Los fines del matrimonio son el amor y la ayuda mutua, la procreación de los hijos y la educación de estos. (Cfr. CIC no. 1055; Familiaris Consortio nos. 18; 28). El hombre y la mujer se atraen mutuamente, buscando complementarse. Cada uno necesita del otro para llegar al desarrollo pleno - como personas - expresando y viviendo profunda y totalmente su necesidad de amar, de entrega total. Esta necesidad lo lleva a unirse en matrimonio, y así construir una nueva comunidad de fecunda de amor, que implica el compromiso de ayudar al otro en su crecimiento y a alcanzar la salvación. Esta ayuda mutua se debe hacer aportando lo que cada uno tiene y apoyándose el uno al otro. Esto significa que no se debe de imponer el criterio o la manera de ser al otro, que no surjan conflictos por no tener los mismos objetivos en un momento dado. Cada uno se debe aceptar al otro como es y cumplir con las responsabilidades propias de cada quien. El amor que lleva a un hombre y a una mujer a casarse es un reflejo del amor de Dios y debe de ser fecundo (Cfr. Gaudium et Spes, n. 50)
Cuando hablamos del matrimonio como institución natural, nos damos cuenta que el hombre o la mujer son seres sexuados, lo que implica una atracción a unirse en cuerpo y alma. A esta unión la llamamos “acto conyugal”. Este acto es el que hace posible la continuación de la especie humana. Entonces, podemos deducir que el hombre y la mujer están llamados a dar vida a nuevos seres humanos, que deben desarrollarse en el seno de una familia que tiene su origen en el matrimonio. Esto es algo que la pareja debe aceptar desde el momento que decidieron casarse. Cuando uno e
scoge un trabajo – sin ser obligado a ello - tiene el compromiso de cumplir con él. Lo mismo pasa en el matrimonio, cuando la pareja – libremente – elige casarse, se compromete a cumplir con todas las obligaciones que este conlleva. No solamente se cumple teniendo hijos, sino que hay que educarlos con responsabilidad. La maternidad y la maternidad responsable son las funciones que un matrimonio debe de cumplir, ya sea en cuanto a al número de hijos, o según los medios utilizados para procrear, o por el número de hijos que desean tener. Es derecho –únicamente - de los esposos decidir el número de hijos que van a procrear. No se puede olvidar que la paternidad y la maternidad es un don de Dios conferido para colaborar con Él en la obra creadora y redentora. Por ello, antes de tomar la decisión sobre el número de hijos a tener, hay que ponerse en presencia de Dios – haciendo oración – con una actitud de disponibilidad y con toda honestidad tomar la decisión de cuántos tener y cómo educarlos. La procreación es un don supremo de la vida de una persona, cerrarse a ella implica cerrarse al amor, a un bien. Cada hijo es una bendición, por lo tanto se deben de aceptar con amor. El matrimonio está al servicio de la vida. Los esposos han de estar listos y preparados para tener hijos, para amarlos y educarlos.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

JUAN XXIII EL PAPA DE LA PAZ

A 50 AÑOS DE SU ELECCION
Para muchos jóvenes del mundo moderno creo que no es conocido el Papa Juan XXIII, o más conocido como el Papa Bueno o el Papa de la Paz, por la simple y sencilla razón que no ha sido tan exaltada su figura, como otros papas a lo largo de la historia, aunque creo que con justa razón deberíamos de hacerlo, ya que gracias a él la Iglesia dio un giro que muchos quizás ni se esperaron. Fue hace exactamente cincuenta años que figuro como sucesor de Pedro, un 28 de octubre de 1958, contando con casi 77 años de edad, el cardenal Ángelo Giuseppe Roncalli fue elegido papa ante la sorpresa de todo el mundo, era un hombre sencillo y humilde que nunca jamás nadie, e incluso el mismo, se imagino llegar a ser vicario de Cristo, no porque no tuviera la capacidad de hacerlo sino porque su sencillez y su avanzada edad pensaron no se lo permitiría; Era el cuarto de los catorce hijos (y el mayor de los varones) de Giovanni Battista Roncalli y de Mariana Mazzola. Su familia trabajaba como campesinos en un terreno arrendado. Es ahí donde Dios forja la figura de un hombre que se convertiría en un pescador humilde y sencillo. Ni los cardenales ni el resto de la Iglesia esperaban que el temperamento alegre, la calidez y la generosidad del papa Juan XXIII cautivaran los afectos del mundo de una forma en que su predecesor no pudo. Fue un hombre optimista y lleno de paciencia, forrado de grandes virtudes entre ellas la de estar siempre alegre y buscar el lado cómico a todo lo que le sucedía, porque decía que en la alegría y la paciencia esta la paz, y quien las pierde lo pierde todo, pensaba que el diálogo era la mejor forma para dar solución a un conflicto. Enseguida empezó una nueva forma de ejercer el papado. Fue el primero desde 1870 que ejerció su ministerio de obispo de Roma visitando personalmente las parroquias de su diocesis. Al cabo de dos meses de haber sido elegido, dio ejemplo de obras de misericordia: por Navidad visitó los niños enfermos de los hospitales Espíritu Santo y Niño Jesús; al día siguiente fue a visitar los prisioneros de la cárcel Regina Coeli. Fue el papa de los cambios inesperados, dichos cambios fueron forjados no solo desde un escritorio u oficina, sino que los pensaba estando con sus hermanos y hermanas, paseando por el jardín, dialogando con sus secretarios y personas que se acercaban a él. Su primera medida como Sumo Pontífice, no fue aceptada con tanto agrado por la curia vaticana por la sencilla razón que de un día para otro redujo los altos estipendios (y la vida de lujo que, en ocasiones, llevaban los obispos y cardenales). Asimismo, dignificó las condiciones laborales de los trabajadores del Vaticano, que hasta ese momento carecían de muchos de los derechos de los trabajadores de Europa, además retribuidos con bajos salarios. Por primera vez en la historia nombra cardenales indios y africanos que hasta ese momento no existían. Con todas estas medidas el mundo observaba atónito unos cambios que hasta ese momento nadie se imaginaba, y lo que más admiraba era que venían de alguien que los medios de comunicación habían llamado con tono despectivo “un papa de transición” a lo que el respondía con suma paciencia y enérgica alegría, “Señor, porque me metes en estos embrollos tuyos, sabes que no soy tan bueno como crees, es cierto que quería ser ministro tuyo, pero yo solo quería ser un pobre cura de pueblo, y mira, menuda broma me has hecho, vestirme de blanco y con lo que cuesta cepillar la sotana, pero aquí estamos...” se le llamo también un papa de transición dada su avanzada edad y el poco relieve que su figura había tenido hasta la fecha dentro de la curia romana, tres meses después de su elección, el 25 de enero de 1959, en la Basilica de San Pablo Extramuros y ante la sorpresa de todo el mundo anunció el XXI Concilio Ecuménico -que posteriormente fue llamado Concilio Vaticano II-, el I Sínodo de la Diócesis de Roma y la revisión del Código de Derecho Canonico. Abrió las sesiones del concilio Vaticano II –el primero en casi un siglo– en octubre de 1962, con un discurso inaugural en el que expresó su intención de acometer una reforma de la Iglesia basada en el aggiornamento, es decir, su puesta al día. Ha sido el Concilio más representativo de todos, con una media de asistencia de unos dos mil padres conciliares procedentes de todas las partes del mundo y de una gran diversidad de lenguas y razas. Asistieron además miembros de otras confesiones religiosas cristianas. Si bien sólo se celebró una sesión bajo su pontificado, ésta sirvió para originar una apertura sin precedentes en el seno de la Iglesia Católica. El nuevo cambio de rumbo siguió dos ejes fundamentales: una actitud hacia los cristianos no católicos basada en el respeto y la tolerancia, y una posición independiente y sin alianzas en política internacional, sin participación en la férrea división en bloques de la época. Dentro de todos los hechos que marcaron a América Latina y el Caribe dentro de su pontificado figura la excomunión de Fidel Castro dictador Cubano realizada el 3 de Enero de 1962 y la canonización del primer santo negro de América Latina “ San Martin de Porres”. Nombró 37 nuevos cardenales, entre los cuales por primera vez figuraron un colombiano, un tanzano, un japonés, un filipino, un venezolano y un mexicano. Ciertamente fue un pontificado corto porque solo duro escasos cinco años, pero durante ese corto tiempo, este bien dotado hombre de Dios le regalo mucho a la Iglesia, dentro de estos regalos destacan ocho encíclicas llenas de un profundo sentido de Dios, y defensa de la dignidad de la persona humana, pero Dios premia a los santos de maneras inexplicables El 23 de mayo de 1963 se anunciaba públicamente la enfermedad del papa (cáncer de estómago). Murió en Roma el 3 de junio de 1963. El Papa no quiso dejarse operar temiendo que el rumbo del Concilio se enfocase por otro rumbo de lo estimulado, de esta forma el mismo Papa estaba firmando su sentencia de muerte. Al fin, después de una grave enfermedad el 3 de junio de 1963, hacia las dos y cincuenta de ese día, el Papa Juan XXIII muere sin ver concluir su obra, a la que él mismo consideraba "La Puesta al día de la Iglesia". En la memoria de muchos, el Papa Juan XXIII ha quedado como "el Papa bueno" o como "el Papa más amado de la historia", a lo que el respondería, “yo solo quería ser un pobre cura de pueblo”.

JUAN XXIII Y EL CONCILIO VATICANO II

domingo, 2 de noviembre de 2008

FESTIVIDAD DE LOS FIELES DIFUNTOS

Muchas veces nos hemos preguntado en nuestra América Latina: -¿A qué viene, y cómo se explica, la devoción de nuestros pueblos a los Fieles Difuntos? No podemos ni queremos establecer comparación con otras culturas no cristianas, que no tienen nuestra esperanza, y que son también muy apegadas al culto de sus muertos. Hablamos de nosotros porque tenemos fe. Sabemos que los que nos precedieron están en el seno de Dios. Y sin embargo, pensamos mucho en ellos, rezamos mucho por ellos, y los muertos están presentes en nuestra familias como lo estuvieron en vida.
No pasa así en otras civilizaciones también cristianas --que se dicen superiores (!)-- y que ante sus muertos se muestran bastante frías...
Hablando, pues, de nosotros, ciertamente que hay dos explicaciones, muy legítimas las dos, y también bastante claras, en este proceder nuestro con los difuntos: el amor familiar y el buen corazón de nuestras gentes.
La primera, el amor familiar, es evidente. Nuestros pueblos conservan, gracias a Dios, un gran apego a la familia. Y es natural que, al llegar este día, sintamos la necesidad de hacer más presentes entre nosotros a los seres queridos que se nos fueron. La segunda explicación que se da es el buen corazón, que nos hace sentir muy de cerca el dolor de los demás. Y eso de pensar que nuestros difuntos están a lo mejor todavía purificándose en aquel fuego devorador que, según la piedad y la fe cristiana, llamamos Purgatorio, eso nos llega muy al fondo del alma. Y eso es también lo que nos mueve a intensificar nuestros sufragios ante Dios por las almas benditas. Hablando de esta segunda razón --el buen corazón de nuestros pueblos--, explicaba un prestigioso sacerdote latinoamericano:
- Pasa con los Difuntos como lo que ocurre en nuestros pueblos con el Santo Cristo. Se le tiene una devoción muy especial. Por ejemplo, llega la Semana Santa, y hay que ver las plegarias ante el Señor que sufre y cómo se le acompaña en procesiones penitenciales... Pasa el Sábado Santo con el recuerdo de la Virgen Dolorosa, y dice poco la celebración del Señor que resucita. ¿A qué obedece este fenómeno, a sólo cultura o a un sentimiento muy profundo del corazón?...
Nosotros aceptamos esta realidad: los difuntos nos dicen mucho al corazón, y los recordamos, rogamos por ellos, y los seguiremos encomendando siempre al Señor.
Pero, ¿qué debemos pensar de las penas del Purgatorio, de las cuales queremos aliviar a nuestros queridos difuntos? Aquí deberíamos tener las ideas muy claras. La Iglesia, guiada siempre en su fe por el Espíritu Santo, es quien tiene la palabra. Y lo que nos enseña nuestra fe se puede resumir en dos o tres afirmaciones breves y seguras. Es cierto que en la Gloria de Dios no puede entrar nada manchado. Quien tenga pecado mortal --que quiere decir esto: de muerte eterna-- no verá jamás a Dios. ¿Y quien no tenga pecado mortal, sino faltas ligeras, apego a las criaturas, amor muy imperfecto a Dios, mezclado con tanto polvo y tantas salpicaduras de fango que se nos apegan siempre?... A la condenación eterna no va el que muere en estas condiciones, pero tampoco puede entrar en un Cielo que no admite la más mínima mancha de culpa.
Para eso está el Purgatorio, que significa eso: lugar de limpieza, de purificación. Lo cual es una gran misericordia de Dios. Si no existiera esa purificación y limpieza, ¿quién entraría en el Cielo, fuera de niños inocentes y de grandes santos que apenas se han manchado con culpa alguna?
San Juan Bautista Vianney, el Párroco de Ars, lo explicaba así en sus catequesis famosas: - Cuando el hombre muere, se halla de ordinario como un pedazo de hierro cubierto de orín, que necesita pasar por el fuego para limpiarse.
¿Y qué podemos hacer nosotros? Pues, mucho. Al ser cierto que todos los miembros de la Iglesia formamos un solo Cuerpo, y que está establecida entre todos la Comunión de los Santos --es decir, la comunicación de todos nuestros bienes de gracia--, todos podemos rogar los unos por los otros.
Nosotros rogamos por las almas benditas para que Dios les alivie sus penas y las purifique pronto, pronto, y salgan rápido del Purgatorio. Y esas almas tan queridas de Dios, que tienen del todo segura su salvación, ruegan también por nosotros, para que el Señor nos llene de sus gracias y bendiciones. Ésta ha sido siempre la fe de la Iglesia Católica.
Esto hacemos cada día cuando en la Misa ofrecemos a Dios la Víctima del Calvario, Nuestro Señor Jesucristo, glorificado ahora en el Cielo, pero que se hace presente en el Altar y sigue ofreciéndose por la salvación de todos: de los vivos para que nos salvemos, y de los difuntos que aún necesitan purificación.
Eso hacemos también con todas nuestras plegarias por los difuntos.
Esto hace la Iglesia especialmente en este día, con una conmemoración que nos llena el alma de dulces recuerdos, de cariños nunca muertos, de esperanza siempre viva...
¡Los Difuntos! ¡Nuestros queridos Difuntos! No los podemos olvidar delante de Dios, desde el momento que los queremos tanto....

jueves, 30 de octubre de 2008

APRENDAMOS A APRENDER

Los seres humanos somos los seres perfectos que Dios a creado en la tierra, y digo perfectos simple y sencillamente porque tenemos todas nuestras facultades para entender, para amar, para construir, y tambien para aprender, a medida que vamos creciendo y madurando, después de un tiempo percibiremos una sutil diferencia entre dar una mano y socorrer un alma… y aprendes que amar no significa apoyarse… y que compañía no siempre significa seguridad. Comenzamos a aprender que los besos no son contratos… y los regalos no son promesas.Empezamos a aceptar nuestras derrotas con la cabeza erguida y la mirada para adelante, con una sonrisa adulta y no con la tristeza de un niño… y aprendemos a construir todas nuestras calles en el HOY, porque el terreno del mañana es muy incierto para hacer planes… y el futuro tiene la costumbre de caer en medio del vacío…Después de un tiempo aprendes que el Sol quema si quedas expuesto por mucho tiempo, y aprende que no importa cuanto te valoras, a algunas personas simplemente no les importas… y acepta que no importa cuan buena es una persona, te va a herir de vez en cuando, por lo que necesitarás perdonarla… Ahora bien yo te invito de forma personal :
Aprende que hablando puedes aliviar dolores emocionales… descubre que lleva años construir confianzas y apenas unos segundos para destruirla… que puedes hacer cosas en un instante, de las que te arrepentirás por el resto de tu vida.

Aprende que las verdaderas amistades continúan creciendo aún a la distancia, y lo que importa no es lo que tienes en la vida, sino quien eres en ella… y que los buenos amigos son la familia que se nos permite escoger.

Aprende que no tenemos que cambiar de amigos si comprendemos que los amigos cambian, aprecia que tú y tu amigo pueden hacer cualquier cosa o no hacer nada, y aún así, tener buenos momentos juntos… descubre que las personas que más te importan en la vida pueden tener una vida muy corta. Por eso, siempre debemos dejar a quienes amamos con palabras amorosas… puede ser la última vez que las veamos.

Aprende que las circunstancias y los ambientes tienen influencia sobre nosotros, pero somos responsables por nosotros mismos. Comienza a aprender que no se debe comparar uno con los otros, sino con lo mejor que podamos ser… descubre que lleva mucho tiempo para volverse la persona que se quiere ser… es que el tiempo es corto.

Aprende que no importa donde llegaste, sino donde estas yendo, pero si no sabes para donde estás yendo, cualquier lugar sirve…

Aprende que, o controlas tus actos, o ellos te controlarán, y que ser flexible no significa ser débil o no tener personalidad, pues no importa cuan delicada y frágil sea una situación, siempre existen dos lados.

Aprende que los héroes son personas que hicieron lo que era necesario hacer, enfrentando las consecuencias…Aprende que la paciencia requiere mucha práctica… descubre que algunas veces quien esperas que te patee cuando estás caído es uno de los pocos que te ayudarán a levantarte.

Aprende que la madurez tiene que ver más con los tipos de experiencias que tuviste y con las que aprendiste de ellas que cuantos años has celebrado.Aprende que hay más de tus padres en ti que lo que supones…

Aprende que nunca se debe decir a un niño que los sueños son tonterías… pocas cosas son tan humillantes y sería una tragedia si se lo creyesen…

Aprende que cuando estás con cólera tienes el derecho de estar así, pero eso no te da el derecho a ser cruel… descubre que sólo porque alguien no te ama de la manera que quisieras que te ame, no significa que no te ame con todo lo que puede, pues existen personas que nos aman, pero simplemente no saben como demostrarlo.

Aprende que no siempre es suficiente ser perdonado por alguien, algunas veces tienes que aprender a perdonarte a ti mismo…

Aprende que con la misma severidad con que juzgas, serás en algún momento condenado…Aprende que no importa en cuantos pedazos tu corazón fue partido, el mundo no para, para que te recuperes… aprende que el tiempo no es algo que pueda voltear para atrás… por lo tanto, planta tu jardín y decora tu alma, en vez de esperar que alguien te traiga flores…

Aprende que realmente puedes soportarlo… que realmente eres fuerte, y que puedes ir mucho más lejos después de pensar que no se puede más…SIEMPRE APRENDE…

miércoles, 29 de octubre de 2008

SOMOS DIFERENTES PERO IGUALES

¿Son diferentes en tamaño los dedos de la mano? Si, ¿hay alguno que sea menos dedo que otro por ser más pequeño? No, entonces, los dedos son iguales pero al mismo tiempo diferente uno de otro. Ahora bien ¿Qué pensaría usted de una persona que estuviese enojada porque los dedos de su mano son diferentes? Lógicamente que ha perdido la cabeza. A lo largo de la historia de la humanidad siempre han aparecido personas que desconociendo los planes de Dios han querido igualar todos los dedo de la mano pero eso nunca ha sido ni será posible porque Dios los ha querido diferentes unos de otros. La Iglesia nos dice: “Al venir al mundo, el hombre no dispone de todo lo que es necesario para el desarrollo de su vida corporal y espiritual. Necesita de los demás. Ciertamente hay diferencias entre los hombres por lo que se refiere a la edad, a las capacidades físicas, a las aptitudes intelectuales o morales, a las circunstancias de que cada uno se pudo beneficiar, a la distribución de las riquezas. Los ‘talentos’ no están distribuidos por igual. Estas diferencias pertenecen al plan de Dios, que quiere que cada uno reciba de otro aquello que necesita, y que quienes disponen de ‘talentos’ particulares comuniquen sus beneficios a los que los necesiten. Las diferencias alientan y con frecuencia obligan a las personas a la magnanimidad, a la benevolencia y a la comunicación. Incitan a las culturas a enriquecerse unas a otras Las diferencias naturales entonces que existen entre los seres humanos han sido queridas por Dios con el propósito de que podamos realizar aquello que nos dijo nuestro Señor Jesucristo: “Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40). Y para que también se realice aquello otro que el mismo Señor nos dijo: “Cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo” (Mt 26,45). En otras palabras estamos llamados a ayudarnos y apoyarnos mutuamente porque no hay nadie que sea innecesario en este mundo, no hay nadie que viva o que este aquí de mas, todos nacimos en cierta forma diferentes, unos somos blancos o negros, o pequeños o grandes, gordos o flacos, inteligentes o menos inteligentes, profesionales o no profesionales, entro otros… pero lo que quiero que entendamos es que somos diferentes pero iguales en dignidad, en derechos y deberes, en todo estamos obligados a ayudarnos desde nuestras cualidades, y recuerde que todos somos responsables de todos, y todos nos debemos a todos, asi que no se sienta superior ni tampoco menos, porque aunque no hable la misma lengua, si tiene los mismos derechos. Recuerde que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios.

lunes, 27 de octubre de 2008

SEAMOS SEMBRADORES DE LA PAZ

La paz es el anhelo que todos los seres humanos buscamos. Creo que en el mundo son pocos los que no anhelan tenerla. Todos nos esforzamos o al menos tratamos de buscarla y todos estamos obligados a ser constructores de paz."Estas fueron palabras que el tan querido y recordado Juan Pablo II nos dijo en su primera visita a El Salvador en 1983. "Todos tienen el deber de ser en este país, tan convulsionado por el odio y la violencia, artesanos de la paz" Me parece que fue ayer que lo dijo, y ya han pasado veinticinco años, y aún nos falta mucho por hacer. Nada vale tanto como la paz. Por eso Jesús mismo dijo: "Dichosos los que trabajan por la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios" (Mt 5,9). Siempre me he preguntado como alguién que se denomina cristiano, no es capaz de trabajar con asiduo por conseguir un estado de paz en el ambiente donde vive y se desarrolla. Y es que ser un elemento de paz no es nada fácil y sencillo, porque implica que hay que comenzar por tener paz interior para poder transmitirla, y plantarla; y para tener esa paz interior hay que hacer obligatoriamente, un encuentro personal con Jesús vivo y resucitado, un encuentro que es necesario y que urge. Uno de estos días se acerco una persona y me pregunto: ¿Padre, cual cree usted que es la solución más correcta para cambiar toda la violencia que impera en nuestra sociedad? Le conteste que todo esto cambiará hasta que todos los hombres y mujeres asimilemos con responsabilidad el evangelio, y lo hagamos vida, en nuestras vidas mismas. Cuando el evangelio cala en lo más profundo de nuestro corazón, nos volvemos diferentes, y la paz interior sale a la luz. Al hablar de convicción me refiero a vivir con transparencia y sinceridad, apartando de nosotros esos fanatismos absurdos que lo único que hacen es dividirnos más. Claro, todo esto hay que verlo con ojos de fe. Si lo vemos con ojos humanos nada de esto es posible, pero recordemos que "para Dios todo es posible" (Mc 10,27). Es tiempo que como seres humanos nos detengamos a examinar que el odio, la violencia, la envidia, y todo aquello que atenta contra la armonía de nuestro diario vivir, no nos hace felices, y por ende no nos lleva a nada. ¿ No se ha preguntado alguna vez que es lo que le estamos legando a nuestras futuras generaciones? Al paso que vamos lo que heredaremos no es más que una ciudad desgarrada y estropeada, por el odio y la división. Ya San Pablo nos lo advirtió: "No se acomoden al mundo presente" (Rm 12,2). Usted puede convertirse en el terrorista de su propia vida, de su familia, en el terrorista de su comunidad pues "si no vive en paz con Dios sólo difícilmente vivirá en paz con su prójimo" (Juan Pablo II). Nuestro tiempo nos exige que trabajemos por "salvar a la persona humana y renovar nuestra sociedad. Pero se trata de salvar al hombre y a la mujer en su unidad y totalidad, con cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad" (GS 4). Como cristianos no podemos sentarnos ha esperar para que Dios arregle todo lo que nos hace sufrir en este mundo sino que, nos corresponde también a nosotros trabajar para hacer de este mundo un lugar más digno donde podamos habitar todos los hijos e hijas de Dios. Por eso, la Iglesia nos dice: "Todos los fieles cristianos, dondequiera que vivan, están obligados a manifestar, con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra, al hombre nuevo de que por el Bautismo se revistieron, y la virtud del Espíritu Santo, por quien han sido fortalecidos mediante la Confirmación; de tal modo que todos los demás, al contemplar sus buenas obras, glorifiquen al Padre y perciban en su plenitud el sentido auténtico de la vida y el vínculo universal de la unión de los hombres" (AG 11). Por tanto, urge que nos responsabilicemos de nuestras propias acciones y comencemos a ser hombres y mujeres que forjemos con nuestras vidas la paz que tanto anhelamos, encontrémonos con Cristo, y seamos cristianos vivientes en nuestra sociedad.

¿NUESTRO PLANETA SE ESTA SOBRECALENTANDO?

En una de mis ultimas homilías en la parroquia donde trabajo, hablé a cerca de este tema, haciendo conciencia a todos mis fieles de la destrucción y el daño que los hombres hemos y estamos causado al planeta donde vivimos, algunas personas me dijeron luego que ellos venían a la iglesia para escuchar hablar de Dios y no para que yo les dijera, o les diera una ponencia sobre la contaminación o el aumento del agua en los mares a causa del calentamiento existente, y me dio mucha tristeza porque eso me dio a entender que no nos importa cuidar el planeta ni nos importa destruir lo que Dios nos construyó con mucho amor y perfección, creemos que hablar del tema es un asunto de los científicos y que son cuestiones que se inventan y ya. Pero una de las realidades existentes es que el planeta se esta calentando de manera precipitada y nosotros seguimos sin darnos cuenta de lo que pasa.No es la primera vez que estamos hablando del calentamiento global como preocupación primordial en estos días. El tema lo estamos escuchando por todas partes. Lo que más me preocupa es que cuando estamos anunciando desde el púlpito que hay que lanzar un SOS para cuidar el medio ambiente o proteger lo que nos queda en este bello planeta, muchos feligreses piensan que se trata de un tema de moda pasajero, que es una propaganda más o un comercial para vender protectores de piel o de embellecimientos faciales etc. Este es un tema candente, grave y muy serio para la humanidad. Desafortunadamente nuestra comunidad mundial está enterada en un 25% de las consecuencias catastróficas que pagaremos si no buscamos soluciones inmediatas para remediar este gran problema que impactará nuestras vidas de forma significativa. Los seres humanos, indiferentes a esta terrible tragedia estamos contribuyendo a este fenómeno. Somos, queramos o no, un factor principal con nuestra actitud negativa al tratar al medio ambiente, veamos como ejemplo del tema, el calor insoportable en nuestro país, los cambios bruscos de temperatura, las épocas en las cuales no llueve, y podemos poner mil ejemplos, entre los cuales puedo contarles que aquí en Estados Unidos, la primavera este año a sido de lo mas raro posible, hay días que amanece la temperatura baja, que pareciera que es invierno, y al día siguiente caliente como en verano, nos llamo mucho la atención que en marzo es raro que caiga nieve, porque ya es primavera, pero este año nevó en pleno viernes santo. Interesante verdad, pero seguimos contaminando el planeta de una acelerada, sin darnos cuenta que lo destruimos.La iglesia, desde ya, debe de nuevo jugar un papel importante en la protección del globo terráqueo. El mundo ha sido creado por Dios y Él como creador del universo desea que todos lo disfrutemos, gocemos las maravillas y dejemos un mejor mundo del que encontramos para aquellos que ocuparán nuestro espacio en un futuro. Todos los sacerdotes, ministros y pastores, sin importar la denominación a la cual pertenezcamos, deberíamos desde el púlpito hacer conciencia del cuido de nuestro ambiente, como también a través de los medios de comunicación, debemos educar a nuestra población creyente a descontaminar este mundo de la polución que a diario estamos sembrando. Aprendamos y enseñemos ¿Dónde está el estudio completo sobre el impacto del calentamiento global en la educación de nuestra gente? ¿Cómo se afectan lo cultivos y el suministro de agua, ya sea para actividades agrícolas o para consumo humano? ¿Cuál va a ser la contribución nacional con el fin de desacelerar este fenómeno? ¿Qué medidas regulatorias puede tomar el gobierno? Aunque de hecho, y estoy seguro que nuestros gobiernos ni se percatan de la situación existente, a veces me da la impresión que los ministerios de medio ambiente no son escuchados como tal, a los gobiernos no les interesa lo que se diga, esa es mi impresión y ojala este equivocado. Porque me preocupa cuando los gobiernos protegen mas los intereses económicos de las grandes trasnacionales sin importar el daño que pueda causar al planeta, y ustedes saben que me refiero, a aquellas empresas que utilizan químicos o talan árboles o ponen en peligro nuestra sociedad, sin darse cuenta o - al menos ellos lo que hacen es tratar de ocultar la realidad - que al explotar los nutrientes o minerales de la tierra también la están contaminando y destruyendo. Y en este caso mi pregunta es ¿donde esta los encargados de cuidar el medio ambiente, donde esta su autoridad?Desde ya empecemos a usar menos aerosoles, ambientadores, químicos a veces innecesarios; separemos nuestras basuras desde los mismos hogares entre vidrios, papeles, cartones, plásticos y orgánicos, no tiremos la basura por todos lados, no cortemos los árboles y si lo hacemos, tratemos de sembrar mas, nuestro departamento se ha visto deforestado en una forma catastrófica en menos de quince años, y si no recuerde usted las fincas espesas que habían detrás la Sotero Laínez, y todo el contorno de sensuntepeque, y cuantos árboles mas sembramos, creo que ninguno, esos eran los pulmones de la ciudad, y se y estoy seguro que algunos pondrán objeciones con respecto al tema, pero el hecho es que el efecto será real en nuestra economía y en nuestra calidad de vida, si no tomamos conciencia pronto. La responsabilidad es de todos para salvar el planeta.

jueves, 23 de octubre de 2008

XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

AMAR AL PROJIMO ES AMAR A DIOS
Amar a Dios y amar al prójimo. En estos dos mandamientos se encierra la voluntad de Dios revelada en la Sagrada Escritura. No puede separarse uno del otro.
Veamos el primero de los dos: amar a Dios. Nos dice Jesús que éste es “el más grande y el primero de los mandamientos” (Mt. 22, 34-40). Pero ... ¿en qué consiste? ¿qué significa amar a Dios? El mismo Jesús nos lo dice: “Si me aman, cumplirán mis mandamientos” (Jn. 14, 15). Amar a Dios, entonces, es complacer a Dios. Quien ama complace al ser amado. Amar a Dios es tratar de agradar a Dios en todo, en hacer su Voluntad, en cumplir sus mandamientos, en guardar su Palabra. Amar a Dios es también, amarlo a El primero que nadie y primero que todo.
Sabemos también que Dios es la fuente de todo amor... y no sólo eso, sino que Dios es el Amor mismo (cfr. 1 Jn. 4, 8). Esto significa que no podemos amar por nosotros mismos, sino que Dios nos ama y con ese Amor con que Dios nos ama, podemos nosotros amar: amarle a El y amar también a los demás.
Esto significa también que ambos mandamientos -el amor a Dios y el amor al prójimo- están unidos. Uno es consecuencia del otro. No podemos amar al prójimo sin amar a Dios. Y no podemos decir que amamos a Dios si no amamos al prójimo, pues el amor a Dios necesariamente se traduce en amor al prójimo.
“La característica de la civilización cristiana es la Caridad: el Amor de Dios que se traduce en amor al prójimo… el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables” (Benedicto XVI, 19-10-2008).
El Señor nos manda a “amar al prójimo como a nosotros mismos”. Y ¿qué es amarse a uno mismo? Se ha pretendido basar la llamada “auto-estima” en este mandato del Señor. Pero, viéndolo bien... ¿significa amar a alguien estimarlo por sus cualidades o, más bien, significa buscar su bien sin tener en cuenta cualidades y defectos? Asimismo ¿significa amarse a uno mismo estimar las cualidades propias o más bien buscar el propio bien y la propia complacencia? Apreciar las propias cualidades y el propio valer es estimarse a uno mismo, pero esa estima no significa amarse a uno mismo. Amarse a uno mismo es otra cosa: es buscar el propio bien y la propia complacencia. Y ésa fue la medida mínima que Dios nos puso para amar a los demás.
¿Qué nos quiere decir el Señor, entonces, cuando nos pide amar al prójimo como a uno mismo? Nos quiere decir que desea que tratemos a los demás como nos tratamos a nosotros mismos. Si nos fijamos bien, somos muy complacientes con nosotros mismos: ¡cómo respetamos nuestra forma de ser y de pensar! ¡cómo excusamos nuestros defectos! ¡cómo defendemos nuestros derechos! ¡cómo nos complacemos nosotros mismos, buscando lo que nos agrada y lo que necesitamos o creemos necesitar!
El precepto del Señor de amar a los demás tiene esa medida: la medida de cómo nos respetamos y nos complacemos nosotros mismos. Dicho más simplemente: debemos tratar a los demás como nos tratamos a nosotros mismos, complacer a los demás como nos complacemos a nosotros mismos, ayudar a los demás como nos ayudamos a nosotros mismos, respetar a los demás como nos respetamos a nosotros mismos, excusar los defectos de los demás como excusamos los nuestros, etc, etc.
Amar al prójimo como a uno mismo no significa, por tanto, auto-estimarse, sino más bien seguir este otro consejo de Jesús: “Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes” (Lc. 6, 31). Nos amamos tanto a nosotros mismos que esa fue la medida mínima que puso el Señor para nuestro amor a los demás ... porque también nos dio una medida máxima que El nos mostró con su ejemplo: “Aménse unos a otros como Yo los he amado” (Jn. 15, 12). Y El nos amó mucho más que a sí mismo, dando su vida por nosotros.

EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACION

El sacramento de la Confirmación es uno de los tres sacramentos de iniciación cristiana. La misma palabra, Confirmación que significa afirmar o consolidar, nos dice mucho.
En este sacramento se fortalece y se completa la obra del Bautismo. Por este sacramento, el bautizado se fortalece con el don del Espíritu Santo. Se logra un arraigo más profundo a la filiación divina, se une más íntimamente con la Iglesia, fortaleciéndose para ser testigo de Jesucristo, de palabra y obra. Por él es capaz de defender su fe y de transmitirla. A partir de la Confirmación nos convertimos en cristianos maduros y podremos llevar una vida cristiana más perfecta, más activa. Es el sacramento de la madurez cristiana y que nos hace capaces de ser testigos de Cristo.

El día de Pentecostés – cuando se funda la Iglesia – los apóstoles y discípulos se encontraban reunidos junto a la Virgen. Estaban temerosos, no entendían lo que había pasado – creyendo que todo había sido en balde - se encontraban tristes. De repente, descendió el Espíritu Santo sobre ellos –quedaron transformados - y a partir de ese momento entendieron todo lo que había sucedido, dejaron de tener miedo, se lanzaron a predicar y a bautizar. La Confirmación es “nuestro Pentecostés personal”. El Espíritu Santo está actuando continuamente sobre la Iglesia de modos muy diversos. La Confirmación – al descender el Espíritu Santo sobre nosotros - es una de las formas en que Él se hace presente al pueblo de Dios.

Institución

El Concilio de Trento declaró que la Confirmación era un sacramento instituido por Cristo, ya que los protestantes lo rechazaron porque - según ellos - no aparecía el momento preciso de su institución. Sabemos que fue instituido por Cristo, porque sólo Dios puede unir la gracia a un signo externo.
Además encontramos en el Antiguo Testamento, numerosas referencias por parte de los profetas, de la acción del Espíritu en la época mesiánica y el propio anuncio de Cristo de una venida del Espíritu Santo para completar su obra. Estos anuncios nos indican un sacramento distinto al Bautismo. El Nuevo Testamento nos narra cómo los apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, iban imponiendo las manos, comunicando el Don del Espíritu Santo, destinado a complementar la gracia del Bautismo. “Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran al Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían al Espíritu Santo”.
(Hech. 8, 15-17;19, 5-6).

El Signo: La Materia y la Forma
Dijimos que la materia del Bautismo, el agua, tiene el significado de limpieza, en este sacramento la materia significa fuerza y plenitud. El signo de la Confirmación es la “unción”. Desde la antigüedad se utilizaba el aceite para muchas cosa: para curar heridas, a los gladiadores de les ungía con el fin de fortalecerlos, también era símbolo de abundancia, de plenitud. Además la unción va unido al nombre de “cristiano”, que significa ungido.
La materia de este sacramento es el “santo crisma”, aceite de oliva mezclado con bálsamo, que es consagrado por el Obispo el día del Jueves Santo. La unción debe ser en la frente.

domingo, 19 de octubre de 2008

LA VERDAD NOS HACE LIBRES

El Esplendor de la Verdad, con estas palabras empezaba la gran encíclica del Papa Juan Pablo II sobre moral. Es curioso que se hable de esplendor (que apunta a belleza) y de verdad en el título de una exposición de ética. Vale la pena detenerse en estas dos palabras, y desde ellas pensar en lo que quería decir el Papa, que, en definitiva, deseaba ofrecernos una motivación y un recuerdo de lo que debe ser nuestra vida como cristianos, una vida que tiene de hecho, por su misma naturaleza venida de Dios, girar en torno a la verdad. Jesucristo se definió a sí mismo como “el Camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). El es la Verdad, la Única Verdad que hace libre al hombre y a la mujer “que vienen a este mundo” (Jn 1,9). Vivir en la verdad y llevar esa verdad al ambiente en el que cada uno y cada una vivimos es la tarea que nos corresponde a nosotros como bautizados. Jesús dijo a sus apóstoles: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado” (Mt 28,19). El Evangelio que es la Verdad tiene como misión penetrar y transformar no sólo el ser sino el hacer del hombre y de la mujer cualquiera que sea la ocupación de estos en este mundo, en otras palabras, no podemos aislar la Palabra de Dios de la vida diaria, de lo que cada uno hacemos y esto ha sido y es uno de los problemas más grandes de los que decimos creer en Jesucristo: no hemos sabido encarnar el Evangelio en la vida de cada día y “como consecuencia, el mundo del trabajo, de la política, de la economía, de la ciencia, del arte, de la literatura y de los medios de comunicación social no son guiados por criterios evangélicos” (Sto. Domingo, 96). Muchos cristianos quisieran un Evangelio que no tocara para nada sus vidas, el que vive en pecado quiere seguir en lo suyo, el rico no quiere que nadie le hable de justicia, algunos políticos creen que la Iglesia es su enemiga cuando ella les llama a trabajar buscando no sus propios intereses sino los de aquellos que más sufren en este mundo. Hace falta entender que el Evangelio es la medida de todo, que es la Luz que puede y debe de iluminarlo todo: “no es la cultura la medida del Evangelio, sino que es Jesucristo la medida de todas las culturas y de todas las acciones humanas” (Juan Pablo II). Pero el Evangelio de Jesucristo sólo logrará ser la medida de todo si “los laicos que tienen como vocación especial el hacer presente y operante a la Iglesia en los lugares y circunstancias donde ella no puede llegar a ser la sal de la tierra sino es a través de ellos” (LG, 33) conocen, aman y viven ellos mismos de acuerdo a los criterios del Evangelio, fácil es hablar de la Palabra de Dios pero sólo eso no cambia nada las cosas, hace falta además “el testimonio de vida cristiana de cada bautizado (RMi, 42). Por eso, es importante que como cristianos nos preguntemos con sinceridad así mismos: ¿Qué tanto estoy viviendo yo en todos los aspectos de mi vida dejándome iluminar y conducir por la Verdad del Evangelio? Y esto, porque vivir de acuerdo a la Verdad de Dios no es algo que resulte fácil para nadie; muchos “viven buscando nada más la comodidad en su vivir pero no encuentran alegría en someterse a la voluntad de Dios que es la Verdad. Muchos cristianos viven una religión que no les cuesta ningún trabajo pero esa no es ninguna religión en absoluto” (Jonh H. Newman, Discurso sexto). Si ya conocemos a Jesucristo que es la verdad, entonces, “no podemos tenerlo sólo para sí mismos sino que debemos de anunciarlo” (Juan Pablo II). Esta es la problemática de estos tiempos, en que los hombres y mujeres no nos atrevemos a anunciar de verdad y con valentía la verdad, que es Cristo, nos hemos acomodado, y acostumbrado a llevar una vida placentera y sin exigencias, una vida llena de mediocridades que cubrimos con algo que nosotros llamamos “Verdad”, pero que sabemos que no lo es, “yo estaba tranquilo en mi mediocridad hasta que me resulto insoportable, decía Robert Hostien, cuando le preguntaron porque su cambio de vida, y añadió, la mayor lacra de esta humanidad es vivir de mediocremente, y es por ello que no somos capaces de avanzar, y vivimos amargados y tristes” (razones para vivir #15) interesante verdad, pero es así la vida que esta sociedad nos presenta. Una última pregunta, ¿tratas de vivir en la verdad? Todos los acontecimientos de tu vida.

sábado, 18 de octubre de 2008

EL PADRE HOYOS Y EL PADRE ALEX EL DUO DINAMICO DEL SIGLO XXI

Estoy aprovechando esta pagina de reflexion tan leida por muchas personas en los Estados Unidos, en El Salvador, Bolivia, Colombia y Argentina. Para destacar a un gran amigo sacerdote al Reverendo Mauricio Alexander Diaz conocido por todos como "el Padre Alex", y hoy 18 de octubre donde Dios regalo a El Salvador un personaje muy especial, inteligente y gran predicador, deportista, honesto y franco y cuando digo gran predicador es porque ya se ha tomado tanta fama que hasta de Roma lo han llamado a predicar, pero no es Roma de Italia, sino Roma de Georgia, Estados Unidos. Aunque nos sorprenda que su fama muy pronto llegara a esos salones del vaticano.

Cada persona en el area metropolitana tiene una anecdota, una historia o un comentario simpatico de que hablar del padre Alex.
Le gusta primero que todo orar, ver peliculas clasicas, de suspenso y de aventuras, oir buena musica, contestar sus correos electronicos, chatear en el internet y jugar futbol. Siempre anda impecable, orgulloso de ser sacerdote; es muy sensible ante los problemas sociales muy organizado. Es el profesor mas popular del Apostolado Hispano, gran amigo de "Sebas" y amigo de todos. Muy acomediado y super paciente con sus superiores. A pesar que esta a diete le encanta la pizza. Es agradable hablar con el padre Alex pues siempre tiene una palabra de aliento y una sonrisa amable. El padre Alex vive las misas de sanacion, es un gran confesor y es como San Francisco de Asis ama a los animales sobre todo a su gato "mincho" y a su perro "pluto" que con gran cariño lo espera y se alegra cuando esta de visita en su hogar en sensuntepeque, y que decir de su Mamá, ella lo adora pues aunque el no lo admite el padre Alex es su concentido.
La fe y el amor lo han llevado muy lejos, pues el ha puesto toda su comfianza en Cristo y la virgencita Maria en especial la Guadalupana que ocupa un gran puesto en su cuarto y en su corazon.
Alex, con tigo en esta Diocesis de Arlington hemos formado el gran duo Dinamico para la pastoral y el acompañamiento de nuestros hermanos inmigrantes. Todo se puede con gran voluntad firme y una fe viva.


Gracias Dios mio por darnos un buen Sacerdote


FELIZ CUMPLEAÑOS PADRE ALEX


Reverendo Jose Eungenio Hoyos
Director del Apostolado Hispano
Diocesis de Arlington
Virginia Estados Unidos

viernes, 17 de octubre de 2008

DOMINGO XIXDEL TIEMPO ORDINARIO

DAD AL CESAR LO QUE ES DEL CESAR Y A DIOS LO QUE LE PERTENECE

Las Lecturas de este Domingo tratan un asunto importante para el buen desenvolvimiento de la vida de los pueblos, de los gobiernos y de los gobernados. El Evangelio de hoy toca un asunto político-religioso: la autoridad civil y la autoridad divina. Se trata del episodio en el cual los Fariseos, pretendiendo nuevamente poner a Jesús contra la pared, le preguntaron si era lícito pagarle impuestos a Roma. Si decía que no -pensaron ellos- podría ser interpretado como desobediencia a la autoridad civil, en manos de los Romanos que tenían ocupado el territorio de Israel. Si contestaba que sí, podría interpretarse como una limitación de la autoridad de Dios sobre el pueblo escogido. La respuesta de Jesús fue clara y sin caer en la trampa: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22, 15-21).


Así que Jesús no estaba contra la pared. Con esta hábil respuesta -como muchas otras del Señor ante la insidia de los Fariseos- Jesús deja claramente establecido que la autoridad política tiene su campo propio de acción, relacionado con el orden público y el bien de todos los gobernados, y que cuando requiere la obediencia y la contribución o tributo, hay que cumplirle.
Pero también deja claro que el respeto y el tributo no sólo se le debe a la autoridad civil, sino que principalmente debemos darle a Dios lo que es de El y a El corresponde.
¿Qué significa esto? Significa varias cosas.

1.) En primer lugar debemos saber que toda autoridad temporal viene de Dios. Recordemos lo que Jesús, más tarde, le dijo a Pilatos, el gobernador romano, en el momento del juicio que éste le hizo: “Tú no tendrías ningún poder sobre mí, si no lo hubieras recibido de lo Alto” (Jn. 18, 11). Si la autoridad civil viene de Dios, también depende de El. Esto tiene como consecuencia que un gobierno puede llegar a ser injusto si, por ejemplo, se opone al orden divino, a la Ley de Dios; si exige algo que vaya contra la ley natural establecida por Dios, si va en contra de la dignidad humana, contra la libertad religiosa, etc.
En casos como éstos se aplica lo que vemos contestar a los Apóstoles cuando la autoridad civil les prohibe predicar en nombre de Jesús, o sea, cuando les prohibe realizar la tarea que Dios les había encomendado. Si la autoridad divina está por encima de la autoridad civil, es claro por qué ellos desobedecen y al serle reclamada su desobediencia, ellos responden: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech. 5, 27-29). Es decir, cuando entra en conflicto la obediencia a Dios con la obediencia al poder civil, hay que tener en cuenta que toda autoridad temporal tiene su origen en Dios y que la autoridad divina está por encima de la autoridad humana.

2.) En segundo lugar, debemos tener claro que Dios es el Señor de la historia y todo lo ordena El para la salvación de la humanidad y de cada ser humano en particular.
Hasta las leyes de la Roma pagana y sus gobernantes sirvieron para que se llevaran a cabo los designios de Dios, tanto para el nacimiento como para la pasión y muerte de Jesús, el Salvador del mundo: el edicto de empadronamiento de los judíos, ordenado por el Emperador romano, obligó a San José y la Virgen a ir a Belén, donde nacería el Salvador del mundo (cfr. Lc. 2, 1-5) anunciado desde antes por el Profeta Miqueas (cfr. Mt. 2, 4-5 y Miq 5, 2). Con el juicio de Pilato a Jesús (cfr. Jn. 19, 14-16) se cumplió la redención del género humano. Nada escapa, entonces, a los designios divinos, bien sea porque Dios lo causa o bien porque lo permite. Los mismos gobernantes -sean buenos o malos, sean convenientes o inconvenientes, sean tolerantes o intolerantes, sean lícitos o ilícitos, sean tiranos o magnánimos- aunque no lo sepan o no lo quieran reconocer, aunque no se den cuenta sus gobernados, son instrumentos de Dios para que se realicen los planes que El tiene señalados para trazar la historia de la salvación de la humanidad.
Si revisamos la historia de la salvación que encontramos en la Sagrada Escritura, podemos ver cómo Dios va realizado su plan de salvación en el pueblo escogido. A veces éste se ve librado por Dios por un conjunto de circunstancias que pueden llegar a considerarse un milagro, enviándoles, por ejemplo, un jefe que los lleva a la victoria, o a veces, por el contrario, permitiendo que el pueblo fuese o derrotado o desterrado o dividido. En todas las circunstancias está la mano poderosa de Dios, porque “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman” (Rom. 8, 28). En esto consiste la Historia de la Salvación, realizada por Dios, en la que utiliza a los seres humanos como instrumentos para realizar sus planes, porque Dios es el Señor de la historia ... nadie más.

Veamos, por ejemplo, lo que ocurrió al pueblo de Israel en una época de su historia:
931 años antes de la venida de Cristo, se dividieron las doce tribus y se constituyeron en dos reinos, el Reino del Norte y el Reino del Sur (cfr. 1 Re. 12, 1-32).
Luego en el año 722 antes de Cristo, cae el Reino el Norte en manos de Asiria (cfr. 2 Re. 17, 5-6 / 18, 9-12).

Y en el año 587 antes de Cristo cae también el Reino del Sur, quedando Jerusalén con su Templo destruido y sus habitantes desterrados a Babilonia (2 Re. 24, 10-17).
Y todo esto, por más adverso que pareciera para el pueblo escogido, lo permitió Dios, el Señor de la historia.

La Primera Lectura (Is. 45, 1.4-6) de hoy nos muestra la escogencia que el mismo Dios hace de un Rey pagano, Ciro, a quien convierte en el liberador del pueblo de Israel. Ciro, Rey del Imperio Persa, al conquistar Babilonia en el año 538 antes de Cristo, da la libertad a los judíos para que regresen a su tierra y autoriza la reconstrucción del Templo de Jerusalén (cfr. Es. 1).

Sin saberlo, Ciro colaboró con Dios para que todos vieran su gloria y a El se le rindiera culto nuevamente en el Templo de Jerusalén. Así nos dice la Sagrada Escritura sobre la elección de Ciro por parte de Dios para ser su instrumento: “Te llamé por tu nombre y te di un título de honor, aunque tú no me conocieras ... Te hago poderoso, aunque tú no me conoces, para que todos sepan que no hay otro Dios fuera de Mí. Yo soy el Señor y no hay otro” (Is. 45, 1-6).
En el comienzo de la historia de la Iglesia vemos cómo las persecuciones a los cristianos por parte de los romanos, sirvieron para la difusión del Evangelio de Jesucristo. Siempre se ha dicho que la sangre de los mártires es multiplicadora de semillas de nuevos cristianos. Y así fue y sigue siendo. Dios, de un aparente mal, como es la muerte de cristianos inocentes, saca un bien. Así sigue Dios escribiendo la historia de la salvación.

Más recientemente en nuestro siglo, vemos cómo los regímenes marxistas que habían intentado apagar la fe en Dios, no lo lograron del todo. La fe del pueblo se mantuvo viva y, cuando parecía que estaba apagada, fue como un fuego que vuelve a encenderse a partir de las cenizas.
Todo lo ordena Dios para sus fines. La historia de cada ser humano en particular y de los pueblos está en manos de Dios. Por encima de todo gobierno humano está el gobierno de Dios. Y todo lo ordena Dios, origen de toda autoridad humana y Señor de la historia, para realizar la historia de la salvación de cada ser humano en particular y de toda la humanidad.
Volviendo sobre la moneda y la imagen en la moneda: en nuestro Bautismo hemos sido sellados con el sello de Cristo. ¿De quién es, entonces, la imagen que llevamos nosotros? Hemos sido hechos a imagen y semejanza de Dios, y con el Bautismo hemos sido hechos hijos de Dios. Entonces, hay que dar al César lo que es del César, pero más importante aún es dar a Dios lo que es de Dios.