viernes, 1 de marzo de 2013

III DOMINGO DE CUARESMA

     Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré’ ”.
Lc. 13, 1-9


1- Las pruebas y sufrimientos no son un castigo de Dios.
Muchos de nosotros nos preguntamos continuamente porque existe el mal, y porque hay tanta violencia en nuestra sociedad y en el mundo entero, y nos cuestionamos, donde esta Dios cuando todo esto pasa, o a muchos les asalta la duda, ¿será que Dios no existe?, o que quizás es simplemente una leyenda construida por el mismo ser humano a lo largo de la historia, y que muchos filósofos lo han asegurado y se sienten muy seguros de su afirmación.

Pienso que es normal el hacerse todo ese tipo de cuestionamientos, ya que nuestra humanidad nos asalta cuando vemos tanta violencia, desamor y destrucción y sobre todo cuando estos elementos tocan las puertas de nuestras familias.

Los tiempos de Jesús no eran diferentes a los nuestros, solo que el pueblo judío tenía una mentalidad diferente a la nuestra, y en casi todos ellos estaba clara una cosa: el ser humano malo está destinado a sufrir, y el que es bueno no conoce el sufrimiento material. Pero, tristemente las cosas no coincidían a la hora de ver la realidad, ya que ellos mismos, -judíos- veían que había gente muy buena que sufría y personas que eran del mal corazón o de vida doble e hipócrita que les iba muy bien.  Es ahí donde vienen las interrogantes y las crisis.

 Nos cuenta el evangelio de hoy, que se acercan a Jesús unas personas para contarle sobre un episodio de violencia, una masacre en particular, ordenada por Poncio Pilato contra un cierto número de Galileos - hay que aclarar que este episodio, no se encuentra descrito en ninguna otra parte de la Sagrada Escritura,- no se sabe con exactitud lo que sucedió, ni porque lo hicieron, me imagino que quizás fue porque se rebelaron contra la opresión del imperio romano y como escarmiento, los ejecutaron públicamente; lo que sí sabemos es que, el hecho que hayan mezclado su sangre con la sangre de los sacrificios paganos, fue un desprecio y una humillación pública, tanto al pueblo en general como a sus costumbres religiosas judías y eso creó en ellos un sentimiento de dolor e indignación.

Jesús no contesta a sus interrogantes con comentarios, nocivos o con chismorreos, no les comienza a dar la razón ante el doloroso suceso, lo toma con tranquilidad como suele tomar todo, y les contesta simplemente con otro suceso similar, un accidente: la caída de la torre de Siloé donde murieron dieciocho personas, cuando esta les cayó encima, quiere explicarles con esto, que no deben de mal interpretar todo lo que sucede en el entorno, les quiere dar a entender que los sufrimientos, y las dificultades no son un castigo de Dios contra los pecadores; les quiere dar a entender que para Él no existe relación directa entre pecado y calamidades materiales.

Tristemente en nuestro entorno, aunque no somos judíos, caemos en la trampa de culpar a Dios por todo lo que sucede, o de creer que es un castigo por lo que quizás hayamos cometido, a todo se le tiene que tildar de castigo, sean: accidentes, calamidades naturales, enfermedades e incluso hasta la misma muerte es vista como castigo. Jesús no quiere que hagamos una relación entre estos dos elementos.

 2-     Frente al juicio, Jesús prefiere la misericordia.
Los que traían la noticia le habían comentado un accidente con los Galileos, - hay que tener presente que los Galileos eran considerados gente despreciable, y ser galileo era sinónimo de ser un bandido o malhechor - quizás ellos, quieren hacer ver que esas personas se merecían ese castigo, por sus acciones y por ser de una región despreciable; pero Jesús hace una llamada a no juzgar a los demás, ni tampoco a alegrarse por el mal ajeno, o por la caída de aquel que quizás hizo algún daño. Les explica que todos tenemos errores y cometemos continuas faltas contra Dios, el es claro en decirles “ Piensan que aquellos galileos murieron así por ser mas pecadores que los demás... o a los que les cayó encima la torre de Siloé eran más culpables que los que vivían en Jerusalén? (Lc.13, 3).

Nadie tiene el derecho de juzgar a los otros, nadie. Es interesante que cuando alguien comete un error, nos volvemos lobos que le desgarramos y le juzgamos, y le condenamos, le echamos fuera de nuestras vidas y dejamos de ser amigos de esta persona. No nos damos cuenta que quizás el día de mañana seamos nosotros los que cometamos un error quizás más grave, y que cause más dolor. Frente al dolor o la caída de los demás, no usemos el juicio, es mejor la misericordia.  Frente al juicio del prójimo, Jesús aprovecha para hacer una llamada al arrepentimiento y a la conversión y advierte sobre graves consecuencias que trae consigo la penitencia.

 Hay cristianos en la época actual que creen que la vida está ya escrita o está marcada por el destino, o por cómo estaban las estrellas cuando nacieron, o por su signo zodiacal. Los cristianos verdaderos no creemos en que nuestra vida esta prediseñada desde antes de nacer, porque no somos peones en un tablero de ajedrez con el cual Dios juega y se divierte, Dios nos ha creado libres y a puesto delante de nosotros el bien y el mal, y somos libres de optar por lo que queramos (Dt. 30).

Lo que sucede con nosotros los seres humanos es que nos creemos autosuficientes y creemos saberlo todo, y cuando tomamos los caminos equivocados o las decisiones erradas, buscamos a quien echarle la culpa, y nos convertimos en víctimas de nosotros mismos y de nuestras propias decisiones. La libertad es un enfrentarse con uno mismo, y en esa lucha interna, si Dios no está en nuestros planes, es seguro que perderemos esa lucha y nos auto condenaremos y no podremos entender lo que pasa en nuestro entorno.
Cuando muramos y estemos ante Dios, El no nos preguntará que decidieron los astros y las estrellas, por ti; nos preguntará a nosotros mismos, a nuestro corazón, y desde la libertad que nos dio, que camino decidimos tomar y si optamos por el verdadero nos premiará con la vida eterna, de lo contrario, lo perderemos todo por tomar libremente decisiones equivocadas.

 3-     A dar frutos es que Dios nos llama continuamente.

Ante el asombro y las interrogantes de los discípulos que le seguían, Jesús no le da tantas vueltas al asunto, sino que simplemente les pone un ejemplo para que reflexionen, les habla de la higuera, esta parábola está dirigida a Israel principalmente, pero también es un llamado a despertar, a todos cuantos tienen en su mano los medios de la gracia y no responden a ella, que no son capaces de ver todas las oportunidades que Dios les ofrece continuamente.

El Padre Mario Santana Bueno, un sacerdote español, explica de forma muy sencilla pero clara los significados de esta parábola y hace una comparación entre lo que es la viña y lo que somos nosotros:

El dueño había plantado la higuera en un terreno bueno y donde se esperaba que iba a dar buenos frutos, ya que estaba recibiendo buenos cuidados y tenía la mejor tierra, mas no se le podía dar. Nosotros somos por la vinculación a la fe y a la Iglesia, higueras plantadas en la mejor viña de Dios y ese Dios del amor nos proporciona el mejor de los cuidados.

 El dueño de la higuera vino a buscar frutos, fue él directamente en persona, no quiso enviar a sus trabajadores, quizás porque él la cuidaba personalmente. Dios hace lo mismo con nosotros, él mismo viene a nuestra vida en busca de frutos, pero no los encuentra, lo único que encuentra son higueras que se quejan y piden mas y mas.

No encontró ningún fruto. Es lógico que el dueño se encuentre molesto, o quizás no molesto quizás decepcionado, porque no está dando fruto, y aparte de eso, está utilizando la tierra en vano, es por ello que manda a cortarla. Hay que tener presente que en el momento de nuestra muerte se nos corta el recorrido por esta tierra, y los frutos que no produzcamos en vida no germinaran en muerte. Si el evangelio no transforma hoy nuestra vida no podremos dar los frutos necesarios.

El que cuida la vida intercede por ella, es Cristo es el gran intercesor, el primero, pero pienso que siguiendo el gran ejemplo de Cristo cada creyente debe de interceder por los demás. Puede ser que pienses que has hecho poco por los demás en el camino de tu vida, que has dado pocos frutos, pero nunca sabrás lo que hizo tu oración por el otro ante Dios. El que estaba en pecado no oyó de ti ni juicios ni reproches, sólo Dios escuchó la oración llena de amor que hiciste por quien no sabía hacerla por sí mismo.

El intercesor pide una nueva oportunidad, esa es la llamada a la misericordia. Muchas veces hacemos todo lo contrario, en lugar de ser hermanos de nuestros hermanos nos hacemos jueces de ellos. Cuando lo más justo sería ayudarlo y sacarlo adelante para que dé frutos. Pienso que cada uno de nosotros deberíamos de ser al mismo tiempo higuera y cuidador, porque todos necesitamos de todos, el día que logremos entender esto, el mundo habrá verdaderamente entendido el proyecto de amor de nuestro Dios. Amén.

Tomado del libro – REFLEXIONES PARA ENCONTRARSE CON JESUS, Homilías de Cuaresma y Pascua del Padre Alexander Díaz 
Autor de este blog.