viernes, 7 de marzo de 2008

V DOMINGO DE CUARESMA

EL PODER DE DIOS
En las lecturas que escucharemos este domingo encontramos una promesa de salvación por parte de Dios en favor del pueblo de Israel, primera lectura; y en el evangelio, se nos narra la resurrección de Lazazo, descubrimos l0s inicios del cumplimiento de esa promesa en favor no solo del pueblo de Israel sino de toda la humanidad, nos dice Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida: él cree en mi, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre” (Jn 11,25-26). Pero, para que esa promesa de salvación de Dios se realice en nuestro tiempo, en mi vida, en la vida de mi familia, de mi comunidad, de la Iglesia y de toda la humanidad. Dios ha querido necesitar de mi colaboración, lo ha dicho uno de los santos más grandes de nuestra Iglesia, San Agustín: “Dios que te creo sin ti, necesita de ti, para salvarte”. Por el pecado nos alejamos con mucha facilidad de los caminos de Dios, y a veces, creemos que el regreso hacia él se nos hará fácil pero, eso, es una pura mentira; que podemos regresar a Dios después de haberlo abandonado, es completamente cierto; que Dios nos está esperando siempre con los brazos abiertos para perdonarnos, también es verdad; pero que vamos a manteneros en sus caminos sin tener que luchar todos los días, o que no vamos a sufrir si nos apartamos de él, es totalmente falso. San Pablo nos advierte en este domingo que “los que están en la carne no pueden agradar a Dios” (Rm 8,8). Con la palabra carne, San Pablo se refiere a todo aquello que conduce a la persona a vivir en el pecado, y por lo tanto, ha ofender a Dios. Y fue precisamente esta desobediencia del pueblo de Israel para con Dios, lo que llevó a que él permitiera que Nabucodonosor, rey de Babilonia, subiera a Jerusalén, invadiera la ciudad, saqueara el templo, y “deportara a todo Jerusalén, todos los jefes y los notables, diez mil deportados” (2 Rey 24, 14). Y toda esta gente tuvo que sufrir muchísimo por un largo tiempo pero, después de todo, cuando Dios vio que el sufrimiento los había hecho comprender la maldad de su pecado, él mismo envió al profeta Ezequiel para que infundiera fe y esperanzas en su pueblo, diciéndoles de parte suya: “Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel” (Ez 37,12). Alejarse de Dios y no entender de ninguna manera la gravedad de nuestros pecados tiene sus consecuencias graves en la vida. Sucedió este sábado de la semana pasada, por la noche, seis jóvenes salieron borrachos de un baile, se subieron al mismo vehículo, y se accidentaron, dos quedaron golpeados de gravedad, tres sacaron golpes leves pero uno de ellos, murió en el instante, y éste pobre no tiene a ningún familiar en este país, así que, mientras algunas personas andan pidiendo dinero para poder enviarlo a su familia en México, su cuerpo está congelado en una morgue. El evangelio de San Juan nos dice que: “Dios ha enviado su Hijo al mundo no para juzgarnos sino para salvarnos” (Jn 3,17), para sacarnos de cualquier sepulcro en el que podamos haber caído por nuestros pecados, y eso es lo que Jesús nos enseña al resucitar a su amigo Lázaro. Hermanas y hermanos, ¿Cómo está viviendo usted estos días de Cuaresma? ¿Está logrando descubrir el inmenso amor que Dios le tiene? ¿Se está dando cuenta de que es necesario que usted colabore con el Señor, renunciando al pecado, para que la salvación de Dios se realice en su propia vida?

IV DOMINGO DE CUARESMA

¿QUE QUIERE DECIR SER CRISTIANOS? CRECER CON CRISTO.
Las lecturas de este domingo nos presentan dos historias muy interesantes, una, es la elección de David para que sea rey de Israel, y la otra, en el Evangelio, es la curación de un ciego de nacimiento por parte de Nuestro Señor. Dios rechaza a Saúl como rey de Israel porque se ha portado mal, y le ordena al profeta Samuel que vaya a Belén, a la casa de Jesé, y que él le manifestara a cual de los hijos de Jesé ha escogido para que sea el rey de Israel. Samuel tiene miedo y le dice al Señor: “me va ha matar Saúl, si sabe que yo ando buscando otro rey”. Pero Dios le aconseja como tiene que hacer para que el rey no se entere. Cuando Samuel llegó a la casa de Jesé, le dijo: “Muéstrame a tus hijos”. Y al ver a Eliab, pensó: “seguro, el Señor tiene delante a su ungido”. Pero el Señor le dijo: “No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón”. Y fueron pasando los otros hijos de Jesé y cuando acabaron de pasar y Samuel no encuentra la inspiración de Dios en ninguno de ellos, le dice a Jesé: "¿Ya no hay más muchachos?" "Sí -le dice Jesé- falta el más chiquito, está cuidando el rebaño". "Llámalo, -le dice el profeta- que no comeremos hasta que venga. Y cuando llega David a la casa, el Señor le dice a Samuel: “Anda, úngelo, porque es éste”. Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante”. La elección de David como rey de Israel no fue algo que sucediera de la noche a la mañana, sino que Dios lo había planificado desde siempre: “Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, ya antes que nacieses, te tenia consagrado” (Jr 1, 5). Y usted ya sabe que después David, cuando era rey, hizo cosas desagradables a los ojos de Dios pero, Dios sabia todo eso con anticipación, y sin embargo, escogió ha este hombre para hacer cosas grandes con él, y las hizo, mientras David se mantuvo fiel a sus mandatos. Hermanos y hermanas, ¿adonde queremos llegar ahora con nuestra reflexión? Queremos que entienda que Dios le ha escogido, que le ha consagrado, y que él quiere hacer cosas grandes con usted. A entender esto, nos ayuda la Iglesia, cuando nos dice: “Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión. Los bautizados se han "revestido de Cristo" (Gal 3,27). La unción con el santo crisma, significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un cristiano, es decir, "ungido" por el Espíritu Santo, incorporado a Cristo, que es ungido sacerdote, profeta y rey” (Catecismo de la Iglesia Católica, n.1213, 1227, 1241). Por el Bautismo nos hemos convertido en hijos e hijas de Dios, nos hemos revestido de Cristo transformándonos en sacerdotes, profetas y reyes, y nos hemos hecho miembros de la Iglesia. Esto es lo que somos, pero, el problema es que muchas veces no acabamos de entenderlo, por esa razón, nos volvemos incapaces de creer todo lo que Dios tiene para cada uno de nosotros. Por eso muchos cristianos viven como gente que ha perdido el juicio, sin poner atención en serio a la voluntad de Dios sobre sus vidas. La cuaresma es un tiempo para despertar, es el momento oportuno para permitirle al Hijo de Dios que abra nuestros ojos como lo hizo con el ciego aquel ciego de nacimiento, del que nos hablara hoy el Evangelio.