viernes, 14 de enero de 2011

Segundo Domingo del Tiempo Ordinario

“Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”
Jn. 1,29-34

La frase del Evangelio de hoy es una de las que
más repetimos en la Eucaristía justo antes de recibir la Comunión.

Jesús es quien quita el pecado del mundo. No habla el evangelio de hoy del pecado de cada ser humano sino del pecado del mundo. Jesús, figura de “el siervo” en la primera lectura, se hace “luz de las naciones” para que el exceso de la salvación que Él trae y que Él mismo es, llegue a todos los rincones de la tierra. Su quitar el pecado del mundo nos libera de la fuerza de la fatalidad, desdramatiza la historia humana.

En el Evangelio, como quien hace un descubrimiento, Juan repite dos veces “yo no lo había conocido”. Juan, el profeta duro que había dicho “ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles” (Lc 3,9) vive el asombro de la fe que permite ver actuar al Espíritu en quien sirviendo a la salvación echa sobre si el pecado del mundo. ¡Ver así a Cristo es la acción del Espíritu en nosotros! El pecado no es lo que mi conciencia cree que es pecado, sino lo que Dios juzga pecado… porque nuestra conciencia es infinitamente más dura e implacable que Dios.

Si Jesús ha quitado y quita el pecado del mundo, no hay que acusarse para hundirse. La acusación sólo tiene sentido cuando es redentora. La culpabilidad, reconocimiento sano de una falta, es propia de una responsabilidad y una libertad adultas. Una persona sana sabe poner en juego estas tres realidades: culpabilidad, responsabilidad, libertad. Para que sea posible también en otros la salvación. El perdón ha dejado zanjadas las cosas.

Que Jesús sea el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo quiere decir que nuestra responsabilidad puede descubrir la salvación como una liberación de la esperanza.
Que Jesús sea quien quita el pecado del mundo quiere decir que “nunca hay nada definitivamente perdido… que todo puede ser salvado, que tiene sentido nuestro esfuerzo por recuperarnos, para responsabilizarnos ante la acción del mal que daña al inocente. Esta es la sobreabundancia de Jesús, su exceso. Alguien espera, necesita que también sea el nuestro.

Tengo la impresión que muchos cristianos no han captado la hondura del sacrificio de Jesús. Me gustaría que cada persona pudiese sentir lo que significa que alguien dé su vida por ti. Siento que como oímos hablar del acontecimiento de la cruz, de forma simple nos hemos olvidado definitivamente de lo que en realidad significa, no es tan simple decir, Jesus murió en la cruz por mi, solo falta que digamos “Y que” no aceptamos la profundidad de ese sacrificio.

¿Qué hizo Jesús por nosotros?
Los cristianos tenemos claro quién es el Señor. Sabemos de su entrega y capacidad de redimir a quien estaba caído. Hemos experimentado su muerte y resurrección. Pero ¿Cómo entiende la persona de Jesús quien nunca lo ha experimentado?
Puede que la terminología usada por Juan Bautista no sea muy comprensible para el alejado de hoy. Decir que Cristo es nuestra Pascua teniendo en cuenta el cordero pascual (Ex 12,1-13), que iba a ser el sustituto por nuestros pecados (Is 53,7), puede que no diga mucho a las personas que se inician en la fe. Quienes comienzan tienen que empezar a experimentar todo el proceso de la Historia de la Salvación.

Tiene que ir desde el inicio del mundo, desde el Génesis, hasta la resurrección, pasando por el paraíso terrenal y el desierto, y todo ello acompañado por otras personas que ya han realizado ese recorrido (la Iglesia).

El cordero es el símbolo del ser inocente, que no puede hacer mal a nadie sino sólo recibirlo. Nuestro mundo de hoy tan cargado de dolor inocente tendría que servirnos para descubrir la multitud de personas que sufren y mueren a manos de los malvados.
Tanto dolor abruma a muchas personas. Depresiones, enfermedades mentales de todo tipo, hacen estragos en las sociedades contemporáneas. Vista la situación alguno se preguntará si valió la pena la muerte de Jesús.

Los cristianos proclamamos que sí. Su muerte nos ha redimido. Su muerte nos ha salvado. ¿Salvado de qué...? En primer lugar de nosotros mismos, de nuestras limitaciones y pecados. Si las limitaciones espirituales y morales vienen con nosotros, el pecado es la libre aceptación de las mismas.
Cristo borró con su sangre mis pecados personales pero también los de toda la humanidad, de ahí que la mirada del cristiano al mundo parte siempre de la misericordia y la esperanza. El cristiano no se hunde fácilmente porque sabe que el ser humano ha sido comprado a un alto precio. En el fondo de la entrega de Jesús está el inmenso amor con el que Dios nos ama.
Un cristiano puede ser un bandido, un ladrón o un mentiroso... y luchará por superarlo con la ayuda de Dios; pero lo que nunca podrá hacer un cristiano es sentirse orgulloso de su mediocridad y de sus pecados. La muerte de Jesús nos recuerda que nuestra vida está llamada a cambiar constantemente para ponerla en el camino de Dios.

Jesús se entregó por ti y por mí. Estar con Él es descubrir lo más profundo del amor de Dios para todos los seres humanos, en especial a los más pobres y necesitados, y la promesa de la futura vida eterna.




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Homily for the Second Sunday in Ordinary Time
“This is the lamb of God who takes away the sins of the world”


The gospel phrase today is one of the phrases we repeat in the Eucharist right before we receive Holy Communion.

The giving of self that Jesus does for all human beings, has it’s ending in every Mass where He gives Himself out as food, as nourishment to everyone who believes in him.

John gives testimony of who Jesus is. He said: “He is the lamb of God”. John the Baptist remembers the lambs that were offered daily, every morning and every evening in the temple of Jerusalem.

He also refers to the Passover lamb whose blood saved the Israelites’ first-born from death which was carried out by the Exterminator Angel.
I have a feeling that many Christians are still not aware of Jesus’ great sacrifice. I would like for each person to meditate, how it will feel to have someone give his life for you.

I think, that since we hear talk about the event of the cross in a very simple way, we have definitely forgotten what it is really all about, it is not simple to say, “Jesus died on the cross for me”, all that needs to be said is “AND ?” we don’t accept the depth and reality of this sacrifice.

Spain is the number one country in the world in organ donations for transplants. But the majority of the transplants are no longer news.

Transplants have gotten to be such a natural thing, that it is as any other surgical intervention. What joy, how grateful we are to the donor and the family that was able to allow a miracle to happen, saving lives by donating organs.

Jesus donated His life for the salvation of all human beings. How grateful we should be for His surrender and sacrifice.

What did Jesus do for us?

As Christians we understand very clearly who is the Lord. We know of His surrender and capacity to redeem someone who has fallen.
We have experienced His death and resurrection. But, how can someone understand the person of Jesus, when he has never experienced Him? It is possible that the terminology used by John is not too understandable for someone who today, is apart, who is not close. Today Jesus is our Passover, being aware of the Passover lamb (Ex 12,1-13), a substitute for our sins (IS 53,7) maybe has little meaning to the people who are just being initiated in our faith.
Whoever is just beginning must start to experiment the whole process of the Salvation Story.
He has to go back to the beginning of the world, from Genesis to the resurrection, passing thru earthly paradise and the dessert, and everything else, in the company of people who have already gone thru this journey, (the Church).
The lamb is a symbol of innocence, someone who can do no harm to anyone, but only welcome.
Our world today, so full of innocent pain, should serve us to discover the multitude of people who is suffering and dying at the hands of the wicked and evil one.

Depressions, all kinds of mental illnesses, are destroying, devastating these contemporaneous societies.

Seeing this situation, many would ask themselves, was it worth the death of Jesus? Christians proclaim that yes, it was worth it. His death has redeemed us. His death has saved us. Saved us from what, you may ask?
First of all, His death saved us from ourselves, has saved us from our limitations and our sins. If spiritual limitations and moral limitations always accompany us, sin is the free acceptance of them.
Christ cleaned and erased with His blood my personal sins but also the personal sins of all humanity, thus, the look of the Christian to the world is always generated from mercy and hope.
A Christian does not give up easily because he knows he has been bought at a very high price. In the deep surrender of Jesus there is the immense love thru which God loves each one of us.
A Christian may be a crook, a thief, a liar and he will struggle to be better with the help of God, but one thing a Christian cannot do, is to be proud of his mediocrity and his sins.
The death of Jesus reminds us that our life has been called to change constantly to follow the path of God.

Jesus gave himself for you and me. To be with Him is to discover the deep love of God for all of us, for every human being, especially for the poor, the needy and the promise of eternal life forever.

Amen!