viernes, 28 de mayo de 2010

SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD



Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad
( Jn. 16,12)

Todas nuestras celebraciones religiosas comienzan en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Comenzamos siempre reuniéndonos en el nombre de Dios.
El mundo de hoy no acepta con mucho agrado los misterios. Piensan nuestros contemporáneos que todo se debe explicar y todo debe tener su formulación precisa, por eso es incómodo hablar del Misterio de la Santísima Trinidad a los no creyentes de hoy. Pero es urgente rescatar la presencia de Dios Uno y Trino en la vida de cada ser humano.

¿Por qué los cristianos aceptamos el Misterio?
Nosotros sabemos que las realidades en las que nos movemos son bastantes superiores a nuestras propias capacidades. ¿Acaso para los seres humanos de hoy no es superior a ellos la Justicia, la Libertad, el Bien, la Tolerancia...? y sin embargo creen en su presencia y de su necesidad en el mundo. Algo parecido nos sucede con Dios.
¿Cómo hablar de la Trinidad al no creyente y al creyente?

Hoy como ayer los seres humanos somos iguales que aquellos apóstoles a los cuales toda explicación sería demasiado (v.12). Tenemos que convivir con el Misterio y dejar que sea Dios quien nos lo vaya explicando. El fallo de muchos no creyentes es pensar que son ellos los que tienen que aceptar a Dios y el Misterio de su intimidad. Si razono, si me convencen los argumentos acepto a Dios y su mundo... Nada más lejos de la realidad. El creer en Dios y aceptarlo en nuestra vida es siempre un regalo que Él nos hace. Me conoces porque te muestro Quién Soy. Sólo puedes conocer de mí lo que te regalo, lo que te ofrezco, lo que te propongo, y te quiero tanto que me he dado a conocer totalmente a ti.

Todavía los apóstoles no son capaces de aprender otras cosas más profundas sobre la fe. Jesús se hace cargo de nuestra debilidad, pero les promete que pronto les enviará ayuda suficiente.
El Espíritu Santo nos guiará en la verdad. La verdad de la que nos habla no es la verdad filosófica, ni del sentido de las cosas. Nos está hablando de la verdad sobre lo que necesitamos para seguirle, para mantenernos en Él y vivir en Él.

La Trinidad es una verdad revelada por el mismo Dios que se nos ha dado a conocer. Es la respuesta de Dios al "No es bueno que el hombre esté solo..." del Génesis. La soledad material es dura pero la espiritual lo es mucho más, no en vano encontramos en nuestras sociedades de hoy personas realmente solas rodeadas de millones de seres humanos.
Dios se nos muestra en la plenitud en la Trinidad.

Para un cristiano hablar de Dios Trino es relativamente fácil. Los creyentes para descubrir a Dios plenamente tenemos que hacernos tres preguntas básicas:

- ¿Quién me creó?
Me pregunto sobre el origen no sólo material de mi vida sino también de la realidad no material que se hace presente desde el primer momento de mi existencia. Dios Padre me creó a su imagen y semejanza.

- ¿Quién me redimió?
La creación de Dios se truncó en un momento de la Humanidad. La creación se volvió contra el creador, trató de prescindir de Él. La distancia que creó fue tal que se rompieron los caminos para llegar a la armonía primera del ser humano con su creador y consigo mismo. Separándose de su creador se alejó de sí mismo. Fue Jesús quien arregló los caminos y nos enseñó que Él era el único Camino para llegar al Padre.

- ¿Quién alienta mi fe y continúa en mí la obra buena iniciada por el Padre y el Hijo?
Creación y redención necesitan una actualización permanente. Yo tengo que dejarme crear y redimir cada día de mi vida. Creación y redención tienen que ser en mí algo vital y continuo; pero mi debilidad necesita ser constantemente ayudada. El Espíritu Santo viene en ayuda de mi debilidad. Con sus dones potencia la creación y la redención que hay en mí y lo hace cada día, en cada momento.

Soy frágil, lo sé. La buena obra que Dios ha comenzado en mí la puedo romper por descuido, por maldad o por indiferencia. Puedo ignorar el sacrificio amoroso que Jesús hizo por mí, pero si acepto al Espíritu Santo en mi vida iré de nuevo recomponiendo la obra de Dios que soy yo y que rompí con mis pesadumbres y alejamientos de Él. Miraré la cruz y entenderé el porqué se vació la tumba del Maestro. La Trinidad son tres momentos de un solo Dios.

La Trinidad es la oportunidad más grande de cambiar que se le ofrece a un ser humano, quien la acepte será recreado, salvado y alentado en el camino de fe. No nos equivocamos en llamarla "Santa" porque aceptar a Dios plenamente nos hace santos.

domingo, 23 de mayo de 2010

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTES


"Como el Padre me ha enviado, así también les envío yo. Reciban el Espíritu Santo."
Jn 20, 19-23


Hoy celebramos en toda la Iglesia la gran Solemnidad de Pentecostés, el día en que Jesús nuestro Salvador envía desde el cielo la fuerza que durante toda su vida pública nos prometió. Nos da su gracia a través de la tercera persona de la Santísima Trinidad.

El Espíritu Santo dicen algunos que es "gran olvidado" aunque nuestra vida de fe esté llena de términos y expresiones "espirituales". Pero el Espíritu de Dios no se esconde, es más, actúa en muchos lugares tanto dentro como fuera de la Iglesia.

Al comienzo de la Biblia (Gén 1,1-2) ya aparece su presencia y en el último libro, en el Apocalipsis, (Ap 22,17) lo volvemos a encontrar. Dios en el comienzo y en el final de la Palabra. En el resto de los libros bíblicos vamos descubriendo su presencia de mil maneras distintas. Sus auxilios nunca abandonaron al ser humano en su caminar hacia Dios.
Ya sabemos quién es el Espíritu Santo; vamos a preguntarnos ahora cómo actúa, qué hace en el momento presente.

El ser humano por sí mismo no puede lograr muchas cosas espirituales. Necesita que sea Dios mismo quien le muestra el camino por donde hay que llegar a la tierra del Espíritu; pero el aprendizaje que Dios nos hace no se realiza de una manera abstracta, anónima o del todo invisible. El Señor sabe establecer los márgenes donde tenemos que movernos para irle descubriendo. Cada persona es distinta y es por ello que la presencia espiritual en cada uno tiene, además de lo básico y fundamental de toda vida cristiana, una serie de ayudas y regalos por parte del Espíritu. De ahí que no todas las personas tengamos ni los mismos carismas ni las mismas cualidades para desempeñar nuestra misión de cristianos. Dios me ha creado individual y personal; soy "alguien" para mi Padre del cielo. Jesús dio su vida por mí para salvarme y me ha con-resucitado en Él. El Espíritu Santo toma esta realidad de ser "alguien con-resucitado en Dios" y viene en nuestro auxilio dándonos las ayudas y claves espirituales para que podamos tener una vida digna de tal título. No nos deja solos pero nos deja en libertad.


¿Qué hace el Espíritu Santo en mi vida?
Esta es una pregunta muy importante que hay que responder una y otra vez a todas las personas, pero de una manera especial a los que se incorporan a la fe o a los que flaquean en ella.
Dios no se desentiende de su creación. La Humanidad, a pesar de todo lo que vemos cada día, no está abandonada por Dios que actúa mediante su Espíritu. Veamos algunas de las acciones que fortalecen la vida del cristiano y de todo ser humano que permanece abierto a su acción:


· El Espíritu Santo me hace encontrar cada día con Dios amor y con el amor de Dios.
· Ordena mi vida desde el amor. Mis anhelos, mis deseos, mis fracasos y mis éxitos, mis relaciones con los demás y con Dios cuando Él actúa adquieren un nuevo sentido en mi existencia.
· Fortalece mi debilidad humana y espiritual en la oración, la meditación, el estudio, el trabajo y toda la vida diaria.
· Da vida a mi vida. Hay aún muchos restos de muerte en mi vida que necesitan ser transformados y recuperar el talante divino.
· Me enseña a buscar bien a Dios y me conduce a un encuentro profundo conmigo mismo y con los demás.
· Me enseña a preparar mi corazón, purificando la voluntad de afectos extraños, el entendimiento o la razón de preocupaciones, la memoria de ocupaciones inútiles o embarazosas y alguna vez también de las necesarias.
· Me hace comprender que el amor de Dios no es algo del pasado y me da pistas más que suficientes para actualizar el amor de siempre tal como la Trinidad quiere.


Los cristianos debemos estar una y otra vez revisando nuestra vida a la luz del Espíritu Santo. No debemos de caer en un afán de autosuficiencia prescindiendo de las acciones de Dios en nuestra vida; Dios es el único que puede saciarnos de vida, gozo y plenitud.

Cada creyente está escribiendo dos historias paralelas, una es la visible, la material, la otra es la invisible que mueve a la anterior, ambas están llamadas a dejarse transformar y madurar en la presencia de Dios. ¿Seremos nosotros capaces de que el Espíritu Santo siga actuando en nosotros? ¿Seremos nosotros lo suficientemente fuertes para lograr un cambio real en nuestra vida? Esas respuestas las tenemos que dar en la medida que nos dejemos guiar por su Espíritu Santo.