domingo, 13 de enero de 2013

SOLEMNIDAD DEL BAUTISTMO DEL SEÑOR



 “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”
(Lc.2,22)



Termina el Tiempo de la Navidad

Hoy la Iglesia celebra la Fiesta del Bautismo del Señor. El tiempo litúrgico de Navidad termina con esta fiesta, que ocupa el primer domingo después de la Epifanía. La fiesta de hoy completa en cierta forma la del 6 de enero, porque vuelve a contemplar el mismo misterio desde otra perspectiva.

En la Epifanía celebramos la manifestación de Dios a los magos que representaban las culturas de la tierra, representaban a los pueblos paganos que no conocían al verdadero Dios, y hoy celebramos la manifestación de Dios cuando proclama a Jesús como su Hijo amado. Como Jesús, todos los cristianos son llamados por Dios y consagrados por Él para evangelizar y colaborar en la construcción del Reino. Así el Reino llega a todos y con la colaboración de todos.

La fiesta del Bautismo del Señor que celebramos este domingo es como la conclusión y el resumen de cuánto hemos celebrado durante este tiempo de Navidad. Nos hemos reunido durante este tiempo muchas veces para escuchar la Palabra de Dios y celebrar la Eucaristía, y hemos contemplado, paso a paso, el gran misterio de Dios que se hace hombre en medio de nosotros, para vivir totalmente nuestra vida y llevarnos a todos hacia él.

Hoy, al presentarse en el Jordán para ser bautizado por Juan, vemos a Jesús dispuesto ya a iniciar el anuncio de lo que le ha traído al mundo: la salvación de Dios, la buena noticia del Evangelio. Hoy, aquel niño que en Belén era ya la manifestación de Dios, se presenta ante su pueblo para realizar lo que escuchábamos en la segunda lectura: que con la fuerza del Espíritu Santo, “pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. (Hch.10,38)

El niño de Belén, aquel niño que era como los demás niños, es ahora un hombre como los demás hombres. Su vida nos mostrará, paso a paso, el andar de Dios entre nosotros, para ser lo que la profecía que escuchábamos en la primera lectura nos anunciaba: “alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas”.(Is.42,7)

El bautismo en el Jordán abre el inicio de la vida pública de Jesús.

La escena del bautismo de Jesús tiene, en Lucas, una visión especial. El clima es la expectación reinante sobre si Juan es el Mesías o no. Es el mismo Bautista quien aclara que “viene el que puede más que yo” y que éste “bautizará con Espíritu Santo”(Lc.2,16). Jesús se pone en la numerosa fila de los que desean bautizarse. Parece uno más. No teme el meterse entre los pecadores. Ha venido para estar entre ellos y salvarlos. Fijémonos en un detalle: Jesús se bautiza y, mientras está orando, se abre el cielo, baja el Espíritu y resuena la voz del Padre celestial. Este proclama distintamente: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”.(Lc.2,22)

Nosotros adoramos al Hijo de Dios. Profesamos la fe: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”. Queremos vivir identificados con el Hijo y ser, a la vez, hijos en el Hijo. Nos admira como los hechos revelatorios suceden mientras Cristo está en oración. He aquí un elemento importante en Lucas. Hará fijar muchas veces la mirada del discípulo en el Jesús orante.

El bautismo de Cristo en el Jordán ofrece perspectivas al bautismo de los cristianos. El prefacio de la misa lo remarca. El ritual del bautismo se referirá a él de este modo: “Oh Dios, cuyo Hijo, al ser bautizado en el agua del Jordán, fue ungido por el Espíritu Santo”. Estas palabras son pronunciadas también en la bendición del agua en la Vigilia Pascual. Tenemos, pues, aquí iluminado nuestro bautismo: fue un renacer del agua y del Espíritu. Una buena oportunidad para agradecer la gracia del bautismo. Y para sentir la dicha de estar bautizados. Ciertamente, nuestros padres nos transmitieron lo mejor que ellos tenían. Sabemos que ha sido esta la herencia más pródiga. Una entrada en la vida, en la verdadera dimensión que se abre a la trascendencia.

- Porque se bautizó Jesús? Es la pregunta que muchos debaten hoy día

El bautismo que recibió Jesús de manos de Juan el Bautista es completamente diferente al que recibimos nosotros hoy día. Nuestro bautismo fue instituido por Cristo. Es un sacramento o señal e instrumento de la gracia de Dios por el cual la persona que lo recibe se hace partícipe de la comunidad del bien de las siguientes maneras: Coparticipando de la resurrección de Jesús (Rom 6,1-14), Haciéndose hijo de Dios, heredero del cielo y miembro activo de la Iglesia de Jesús: Ga 3, 26-29 1 Cor 12, 12ss.

El bautismo de Jesús no era un sacramento, sino una señal penitencial. Juan lo administraba a aquella persona que cambiara de vida y procurara seguir su predicación penitencial. Juan exigía la conversión, el cambio de vida, como condición para recibir su bautismo. El bautismo de Juan se llama “bautismo de penitencia para el perdón de los pecados” (Mc 1,4 Lc 3,3). Sin embargo, no es un bautismo suficiente para alcanzar la salvación de Dios como lo es el bautismo instituido por Jesús. El bautismo de Juan tampoco comunica la participación en la vida del Espíritu Santo. Tal diferencia aparece clara, tanto en los evangelios como en los Hechos de los Apóstoles, con la oposición de los términos “agua” y “Espíritu Santo” que usan cuando se refieren al bautismo de Juan y al instituido por Jesús.

El bautismo de Juan es bautismo de agua solamente. El bautismo instituido por Jesús es un bautismo del Espíritu Santo (Mc 1,8). A veces, el bautismo de Jesús es llamado también bautismo “de fuego”: “Yo les bautizo en agua para la conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo y no soy digno de desatarle las sandalias. El les bautizará en Espíritu Santo y fuego.” (Mt 3,11 Mc 1,8 Lc 3,16 Jn 1,33 Hech 1,5 Hech 11,16) Jesús no necesitaba ser bautizado por Juan, porque no tenía que cambiar de vida. 

Pero se somete al bautismo de Juan porque de hecho, iba a comenzar “una nueva vida”: su ministerio público, la predicación del reino de Dios. Jesús siguió la costumbre que tenían muchos judíos de la época. Dice la Palabra que Jesús se hizo semejante a todos los hombres en todo (Flp 2,7). Por esto Juan, quien sabía quién era Jesús, rehusaba bautizarlo (Mt 3,14). Jesús cuando fue a que Juan lo bautizara lo que hizo fue un acto de humildad “¿Tu vienes a mi? Soy yo quien necesita ser bautizado por ti...(Mt: 3,15)

Hay personas que dicen que como Jesús se bautizó de adulto, es mejor bautizar sólo a los adultos. Esto no es verdad. El bautismo que confiere la Iglesia es distinto. Son cosas muy diferentes. El bautismo de la Iglesia es un sacramento, el otro no.

- Significado del Bautismo de Jesús, según el Papa Benedicto XVI

El Papa Benedicto XVI en su primer libro sobre Jesús de Nazaret nos explica de forma muy clara y sencilla el significado del bautismo de Nuestro Señor; el Papa afirma: “ El bautismo de Juan incluye la confesión: el reconocimiento de los pecados. 

El judaísmo de aquellos tiempos conocía confesiones genéricas y formales, pero también el reconocimiento personal de los pecados, en el que se habían de enumerar las diversas acciones pecaminosas.16 Se trata realmente de superar la existencia pecaminosa llevada hasta entonces, de empezar una vida nueva, diferente.

Esto se simboliza en las diversas fases del bautismo. Por un la do, en la inmersión se simboliza la muerte y hace pensar en el diluvio que destruye y aniquila. En el pensamiento antiguo el océano se veía como amenaza continua del cosmos, de la tierra. En la inmersión, también el rio podía representar este simbolismo. Pero al ser el agua que fluye, es sobre todo símbolo de vida: los grandes ríos son los dispensadores de vida. 

Se trata de una purificación, de una liberación de la suciedad del pasado que pesa sobre la vida y la adultera, y un nuevo comienzo, es decir, de muerte y resurrección, de reiniciar la vida desde el principio y de un modo nuevo.
Se podría decir que se trata de un renacer. Todo esto se desarrollara expresamente en la teología bautismal cristiana, pero esta ya incoado en la inmersión en le Jordán y en el salir después de las aguas.

Toda Judea y Jerusalén acudían para bautizarse, como acabamos de escuchar. Pero hay algo nuevo “por entonces llegó Jesús de Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán” (Mc.1, 9) Hasta entonces no se había hablado de peregrinos venidos de Galilea; todo parecía restringirse al territorio Judío. Pero lo realmente nuevo no es que Jesús venga de otra zona geográfica, de lejos, por así decirlo. Lo realmente nuevo es que El, quiere ser bautizado, que se mescla entre la multitud gris de pecadores que esperan a la orilla del Jordán. El bautismo comportaba la confesión de las culpas. 

Era realmente un reconocimiento de los pecados y el propósito de poner fin a una vida anterior malgastada para recibir una nueva. ¿Podía hacerlo Jesús? ¿Cómo podía reconocer sus pecados? ¿Cómo podía desprenderse de su vida anterior para entrar en otra vida nueva?... No es fácil llegar a descifrar el sentido de este enigma.

Puesto que el bautismo comporta un reconocimiento de la culpa y una petición de perdón para poder empezar de nuevo, este sí a la plena voluntad de Dios encierra también, en un mundo marcado por el pecado, una expresión de solidaridad con los hombres, que se han hecho culpables, pero que tienden a la justicia. Solo a partir de la cruz y la resurrección se aclara todo el significado de este acontecimiento. Jesús había cargado con la culpa de toda la humanidad; entro con ella en el Jordán. Inicia su vida pública tomando el puesto de los pecadores. 

La inicia con la anticipación de la cruz. El significado pleno del bautismo de Jesús que comporta cumplir toda justicia se manifiesta solo en la cruz: el bautismo es la aceptación de la muerte por los pecados de la humanidad, y la voz del cielo “Este es mi Hijo amado” (Mc.3,17) es una referencia anticipada de la resurrección.

Solo a partir de aquí se puede entender el bautismo cristiano. La anticipación de la muerte en la cruz que tiene lugar en el bautismo de Jesús, y la anticipación de la resurrección anunciada por la voz del cielo se hacen ahora realidad. Así el bautismo con agua de Juan recibe pleno significado del bautismo de vida y de muerte de Jesús. Aceptar la invitación al bautismo significa ahora trasladarse al lugar del bautismo de Jesús y, así, recibir su identificación con El