domingo, 21 de febrero de 2010

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

"El Espíritu Santo le iba llevando por el desierto y era tentado." Lc 4,1-13:
Tentación y pecado no es lo mismo. El pecado es cuando caemos en la tentación. Hay personas cristianas que viven angustiadas por el pecado y por su presencia en el mundo. Se olvidan estos hermanos y hermanas que Jesús venció el pecado con su vida y con su Palabra. Nada puede hacer el demonio contra aquel que permanece cerca de Dios.
Hoy vemos como Jesús, hombre exactamente igual que otro, menos en el pecado, sufre los momentos terribles de la prueba. Los antecedentes no son buenos. En el desierto sucumbió Israel a la tentación; se dejó llevar por el demonio y olvidaron a Dios que les había liberado de la esclavitud. Jesús recibe también tentaciones pero no cae en ellas.
Muchas personas se escandalizan del mal que nos rodea casi por todas partes. En la televisión vemos como la estela del mal está cada día presente: violencias de todo tipo, injusticias, falta de amor... Pero quizás esas mismas personas no se escandalizan del mal que hay dentro de nosotros, en los pensamientos, en las costumbres, en las relaciones personales. El Evangelio de hoy nos invita a mirarnos por dentro, a hacer una radiografía espiritual de por dónde vamos.
Cristo es presentado en el texto como el ejemplo de la humanidad probada en su fidelidad a Dios. No seamos ingenuos, todos tenemos tentaciones que hacen su aparición una y otra vez en las mil y una caras que nos ofrecen las situaciones humanas. En el fondo la única tentación es siempre la misma que la de Adán y Eva: ser como Dios, ser autosuficientes, ocupar nosotros el espacio de Dios... Las tentaciones de Jesús son "tentaciones mesiánicas" que intentan lograr un mesianismo sólo material y humano, sin mayor relevancia espiritual, ocultando la voluntad de Dios sobre su vida.

¿Qué es una tentación?
La tentación es siempre un empuje hacia el mal, una invitación a apartarnos del camino de Dios. Cae en la tentación el que es débil en su relación con Dios. Caer en la tentación es cambiar a Dios por lo que el mal nos ofrece.
Comienza el Evangelio recordándonos que Jesús estaba lleno del Espíritu Santo. Con la presencia del Espíritu Santo aunque estemos rodeados de pruebas no sucumbiremos al mal. Volvía del río Jordán donde había sido bautizado. Cuando hemos tenido alguna fuerte experiencia de Dios no nos debe de extrañar que el demonio nos asalte con alguna tentación fuerte.
Jesús en el desierto se había desconectado del ritmo del mundo; al ayunar se había desentendido también del cuerpo. Satanás no puede agarrar fácilmente a quienes han roto sus lazos mundanos y que han roto con la carne.

Las tentaciones de Jesús fueron:
- Tentación a desconfiar del Padre, como si este su hubiese despreocupado de su Hijo. Le propone que convierta las piedras en panes, esto es, pensar que Dios se ha olvidado de ti. Cristo no cedió a la tentación porque: No estaba dispuesto a hacer lo que le pidiera el diablo.

Jesús hacía milagros para ratificar su doctrina y por eso mientras:
- No comenzase a predicar, no iba a realizar milagros.
- No iba a hacer milagros para ayudarse a sí mismo.
Después el diablo le tentó a que le rindiese adoración prometiéndole a cambio "todos los países del mundo". Adorarle significaba que Jesús había de reinar bajo los dictados de Satanás. Con tal de hacerse con el corazón y la adoración del ser humano, el diablo está dispuesto a repartir gloria, poder, honor y riqueza. Jesús también vence esta tentación.
Luego le tienta para confiar presuntuosamente en la protección del Padre. Le pide una prueba más de la protección del Padre, como si no bastase con la voz del cielo y el descenso del Espíritu Santo sobre Él.
El diablo se atreve a citar la propia Escritura. Cristo había citado la Escritura contra Satanás, ahora Satanás cita la Escritura a su favor.
El resultado de este combate espiritual es claro: El demonio había sido desarmado.
Acabadas las tentaciones, el diablo abandonó el terreno. No encontraba ningún otro punto por donde atacar.
Satanás no ha desistido de sus propósitos, se alejo de Él "por algún tiempo", hasta que llegase la hora de asaltarle de nuevo.
Cristo es presentado como el ejemplo de la humanidad en pruebas. Desde Adán hasta cualquiera de nosotros se repite una y otra vez la historia de las tentaciones. La gracia es una, Dios es uno, pero los caminos y las invitaciones para alejarnos de Él son muchos, de ahí que en cada uno de nosotros las tentaciones aparecen con múltiples caras.
Empieza la Cuaresma recordándonos las tentaciones que sufrió Jesús para que, con su ejemplo, podamos animarnos a dejarnos llevar por su mano hacia la voluntad que el Padre tiene para cada uno de nosotros.
Hay que tener cuidado con las tentaciones más pequeñas. Muchas personas están bien preparadas para afrontar los grandes retos, las grandes tentaciones que aparezcan en su vida, pero no están tan preparados para esas pequeñas tentaciones de cada día que, por despiste o por indefensión pueden alejarnos de Dios. Tenemos que vigilar las tentaciones grandes... pero también las pequeñas...
* * *
¿Qué tentaciones están presentes en su vida?
¿Qué haces para no caer en la tentaciones?
¿Sabes cuál es la diferencia entre tentación y pecado?
¿Qué piensas hacer en esta Cuaresma para acercarte más a Dios?
¿Cómo actúa el demonio en tu vida? ¿Y Dios cómo actúa en tu vida diaria?