jueves, 20 de diciembre de 2007

IV DOMINGO DE ADVIENTO

EL MOMENTO DEL AMOR DE DIOS
El apóstol San Pablo nos dice que, “al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer” (Gal 4,4). En el Evangelio que vamos a escuchar este domingo, se nos habla del inicio de la realización de los planes de Dios: “Antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo” (Mt 1, 18). Pero antes de esto, tuvo lugar aquel acontecimiento definitivo en el que Dios pone la salvación de toda la humanidad en manos de Maria, de su palabra dependía que el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, se encarnara y se hiciese hombre igual a nosotros en todo, menos en el pecado. Maria era la elegida por Dios para esta misión pero, ella era libre, y por tanto, podía rechazar con libertad la misión que Dios le había asignado para dedicarse a la realización de la misión que Ella había escogido, tener una familia como todas las demás con José, y eso no era malo ante los ojos de Dios. La hora de la verdad llega cuando un ángel de Dios se le aparece para decirle: “Alégrate, llena de gracia, el Señor esta contigo”. Y “no temas Maria, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas ha dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinara sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin” (Lc 1,30-33). Maria, en un primer momento no entiende lo esta sucediendo, por eso, pregunta al ángel: “¿Cómo sucederá esto, puesto que no conozco varón?”. Y la historia de este acontecimiento continuó, Maria le contó a José lo que estaba sucediendo, y él también va ha comenzar a sufrir porque tampoco entiende de una vez lo que estaba pasando pero, otro ángel se le apareció para explicarle lo que necesitaba saber: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a Maria tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,20-21). Dios no se arrepiente de sus decisiones, y ha querido involucrarnos a nosotros en la realización de sus planes de salvación en favor nuestro, de nuestras familias, de la Iglesia y de la sociedad en general. Santa Maria y San José, perfectamente pudieron haberse negado a contribuir en los planes de Dios para salvar a la humanidad, y dedicarse a la realización de sus propios planes; pudieron haberse hecho los sordos, los desentendidos, y vivir la vida que ellos habían escogido. Pero Santa Maria y San José oyeron, obedecieron, y se entregaron por completo a la realización de los planes de Dios, y así fue posible que Dios salvara a toda la humanidad de la esclavitud del pecado. San Pablo, es uno de esos cristianos que comprendió lo que había sucedido con la encarnación del Hijo de Dios, comprendió que Dios nos estaba salvando, se dejó salvar él por la gracia de Dios, y luego, comenzó a trabajar sin descanso para llevar a otros la salvación que él había recibido de Dios. La Virgen de Guadalupe no hubiese podido realizar su misión de hacer conocer el amor y la salvación de Dios en favor de los que mas sufren, si el indito Juan Diego, no se hubiese dispuesto a colaborar con Ella, yendo una y otra vez adonde el señor obispo. Y usted ¿entiende lo que estamos a punto de celebrar? ¿entiende que ahora Jesús quiere encarnarse en su propia vida? ¿puede Nuestro Señor encarnarse en la vida de todos aquellos para quienes la Navidad significa comer, bailar, emborracharse y cometer toda otra de pecados? Claro que no. Pero eso es lo que hace una gran mayoría de cristianos en todas partes. ¿Qué piensa hacer usted en esta Navidad para que Jesús se encarne en su vida? Decídalo.