sábado, 4 de octubre de 2008

OCTUBRE MES DE MARIA

CONOZCAMOS A NUESTRA MADRE
- Quien es María
María no es un mito, sino una mujer real, con una historia personal, aunque si del Nuevo testamento podemos recoger sólo algunos aspectos de su personalidad y no propiamente una biografía.
- Vive en Nazaret, una ciudad de la Galilea sin ninguna importancia.
- Pertenece a un ambiente popular; esposa a José el carpintero, entrando en un clan de ascendencia davídica.
- Participa activamente en los hechos de la vida:
- Va a visitar a una pariente anciana, hace la peregrinación a Jerusalén,
- Interviene en una fiesta de bodas.
- Sabe escuchar y reflexionar; pero también hablar y tomar decisiones valientes. Contempla, llena de estupor, las maravillas de Dios y espera de El la justicia para los oprimidos, según la espiritualidad de los pobres de JHWH.
- Procura comprender sus proyectos, dispuesta a ponerse a su disposición como humilde "sierva del Señor" (Lc 1,38): es este el único título que se atribuye.
- Tiene dificultad para comprender a su hijo Jesús; lo sigue con materna premura y con fe heró ica; condivide con El la pobreza de Belén, el exilio en Egipto, la quietud escondida de Nazaret, el fracaso del Calvario.
- En fin, en Jerusalén, está presente en el núcleo inicial de la comunidad cristiana en oración para invocar la venida del Espíritu de Pentecostés: "Eran asiduos y concordes en la oración, junto a algunas mujeres y a María, la madre de Jesús y con los hermanos de El" (At 1,14).
Con esta información, terminan las noticias que tenemos de ella. Todo ello, aparentemente, no es mucho. Observemos, sin embargo, que María está presente en los momentos decisivos: Nacimiento, Pascua y Pentecostés. Son los momentos que señalan, respectivamente, el inicio, el cumplimiento y la comunicación de la salvación. Mientras su Hijo es imagen personal de Dios salvador, ella es el modelo de la humanidad salvada: una de nosotros, pero redimida y asociada a El de un modo del todo singular. En ella, la Iglesia encuentra su primera y más perfecta realización en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo. No por nada el Evangelio de
- Lucas la presenta como la nueva Jerusalén; el Evangelio de Juan la indica como la mujer símbolo de Israel.
- El Apocalípsis la incluye, junto al pueblo de Dios, en la figura de la mujer vestida de sol que da luz al Mesías y es atacada por el dragón en el desierto.
María está dentro de la Iglesia, pero incomparablemente más cerca de Cristo que los demás creyentes. Recorriendo el camino de su existencia, a la luz de esta posición característica, se comprenden mejor sus singulares prerrogativas, que, en definitiva, se fundan en el misterio de su divina maternidad.
- Cristo es el único maestro y el único redentor; de El recibimos la gracia de ser discípulos y cooperadores, partícipes de su vida y de su misión, santos y santificadores.
María es la más perfecta discípula de Cristo y la primera colaboradora en la obra de la salvación. Su personal camino de fe, como ponen de relieve los relatos evangélicos, es también el dilatarse de su caridad hacia todos los hombres, con una inserción cada vez más consciente en el misterio de la redención.
María, ¿qué más decir de ti? ¡Cómo quisiéramos expresarnos correctamente para que pudiéramos comprender mucho mejor tu puesto dentro de la Iglesia!
Si, María es acción maternal dentro de la Iglesia. María madre de la Iglesia, la llamó Pablo VI, y la llamamos nosotros.
Pero también María es presencia ejemplar, es paradigma, es modelo en la Iglesia. A ella tenemos que mirar para aprender a ser miembros que fieles y comprometidos de la Iglesia.
Es modelo para los consagrados, ya sea contemplativos, ya sea activos, por su entrega radical al Señor.
Es modelo para los Pastores, por su espíritu de servicio desinteresado al pueblo de Dios.
Es modelo para todos los fieles por su identificación con el Hijo y por su docilidad y disponibilidad al Plan de Dios.
María es modelo para todos los que sufren, pues ella atravesó también el Getsemaní del destierro, la soledad, y el Calvario del sufrimiento y del desprecio. Pero ella se mantuvo fiel y firme en su fe.
Por todo lo dicho, convengamos: no podemos separar nunca a María de la Iglesia. Por eso el amor a la Iglesia se traducirá en amor a María y viceversa, porque la una no puede subsistir sin la otra. Así dijo Pablo VI en Marialis Cultus 35.María es modelo de evangelización. Es más, Ella es la Estrella de la Evangelización. ¿Qué es la evangelización? Es vivencia y proclamación de la persona y mensaje de Jesús. ¿Quién mejor que María para enseñarnos a evangelizar? Ella, que es Evangelio vivido, pues ese Evangelio se hizo carne en su seno.
María es Estrella de la evangelización porque conduce, señalando inequívocamente el camino a seguir. Orientarse por su ejemplo y su palabra es la mejor garantía para alcanzar con seguridad el objetivo: Dios y su reinado entre nosotros.


María es Estrella de la evangelización porque brilla y con su luz ilumina a aquel que nos sacó de las tinieblas del pecado y nos hace vivir en la luz de la gracia. En la Virgen resplandecen de manera admirable todos los valores evangélicos. Ella es un “catecismo viviente”, un libro abierto donde en forma sencilla y clara están contenidas todas las verdades de la fe.

María es estrella de la evangelización porque atrae e impulsa a seguir su ejemplo de total adhesión al Señor. Redimida como nosotros, la Palabra encuentra en ella la mejor acogida y se vuelve vida en abundancia, su ejemplo posee una fuerza de atracción especial porque es cálido y cercano. María, mujer totalmente evangelizada, evangeliza con su sola presencia. Cada encuentro con la Virgen es un encuentro con el Evangelio. Es invitación y estimulo a la vivencia de los valores más nobles y positivos, aquellos que impulsan al hombre y a las naciones a su plenitud.
Termino con la famosa frase de San Bernardo de Claraval donde nos exhorta a mirar siempre la estrella, a invocar a María: “No apartes tus ojos del resplandor de esta estrella, sino quieres ser oprimido por las barracas. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la estrella llama a María.

Si eres agitado por las olas de la soberbia por la detracción, por la ambición, por la ambición, mira a la estrella, invoca a María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón, y para conseguir la ayuda de su intercesión, no dejes de seguir el ejemplo de su vida.Si ella te tiene de la mano, no caerás; Si ella te protege, no tienes que temer.”

viernes, 3 de octubre de 2008

XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

SOLO SOMOS ADMINISTRADORES DE LOS DONES DE DIOS
Bajo la imagen de la viña, común a la primera lectura y el evangelio, la idea central de la parábola bíblica de este domingo es el traspaso del reino de Dios, la iglesia que Jesús fundamenta como piedra angular, y que debe producir frutos para Dios. Esta parábola de los viñadores asesinos constituye un compendio de la historia de la salvación del hombre por Dios desde la alianza del Sinaí, hasta la fundación de la Iglesia por Jesús como nuevo pueblo de Dios, pasando por los profetas y la persona de Cristo. Dios que desde el pecado de nuestros primeros padres se ha preocupado por enviarnos la salvación a todos y a cada uno de nosotros, primero nos hablo por boca de los profetas y sin embargo no se les escucho, les quitaron la vida inmisericordemente, hasta que por fin nos envió a su hijo único, al que tampoco fuimos capaces de escuchar y que también le quitamos la vida, ahora bien, la pregunta de hoy es ¿Tiene alguna aplicación hoy en día esta parábola? Pues es posible que sí. Esos arrendatarios que se sienten dueños y se sienten con poder para hacer y deshacer a su antojo; esos arrendatarios que se creen los únicos que saben lo que es bueno para la viña; esos arrendatarios que ni matan a los criados ni al hijo, y en cuanto aparecen por la viña tratan de agasajarles, seducirles y comprarles incluso con la intención de que se vuelvan en contra del mismo dueño.
La viña de hoy en día, o sea el Pueblo de Dios, sufre mucho. Unos lo oprimen con pesos que les cargan y no pueden ni levantar la cabeza; otros parece que sólo intentan confundirlo y dividirlo; hay quienes lo juzgan con tanta severidad que le quita toda esperanza y el mensaje deja de ser “buena noticia”.
Mucho más sentido evangélico tienen las palabras de Pablo a los Filipenses. Los arrendatarios deberían, deberíamos escuchar muy atentamente al consejo del Apóstol: “Que nada os angustie”. Y a renglón seguido les anima a confiar en Dios, a orar, suplicarle, a darle gracias y como recompensa vivirán, disfrutarán de su paz, de la paz de Dios.
Hoy los arrendatarios se preguntan unos a otros cuál es el último libro que ha leído, qué película ha visto, qué conferencia ha dictado, cuántos artículos o libros ha escrito, qué títulos universitarios posee o que otros honores le han otorgado, qué opinión le merece este o aquel documento o pronunciamiento de algún otro arrendador. ¿No estaremos complicando nuestras vidas, tanto la del Pueblo de Dios (la viña) como la de los que la cuidan?
Pablo continúa: “Por último, hermanos, tomad en consideración lo que hay de verdadero, de noble, de justo, de limpio, de amable, de laudable, de virtuoso y de encomiable”. Algo así podría ser un buen plan para que todos los que pertenecen, son o están asociados con la viña, Pueblo de Dios, Iglesia, pudieran disfrutar del Dios de la paz que está siempre en medio de nosotros.
Posiblemente no sea tan difícil cuidar la viña, seguro que no hay necesidad de envidia que lleva a la violencia y al alejamiento y rechazo de unos y otros. Que siempre tengamos presente que esta viña en la cual vivimos no nos pertenece, sino que solo somos unos administradores de esta multiforme gracia que Dios nos ha dado y que al final de los tiempos vendrá el verdadero dueño y nos pedirá cuentas concretas para ver si hemos sido capaces de administrarla con responsabilidad.

SON NECESARIOS LOS SACRAMENTOS PARA NUESTRA SALVACION

Al ser los sacramentos un medio de comunicación entre el hombre y Dios, así como medios de salvación, debemos de preguntarnos sobre la necesidad que tiene el hombre de recibirlos.
Sabemos que Dios puede comunicar su gracia de muchos modos, pero conociendo al hombre, consideró que la institución de los sacramentos era conveniente, para que de este modo el hombre participara de lo que ocurría de manera invisible por medio de elementos visibles.
La Iglesia afirma que los sacramentos son necesarios para la salvación porque contienen la gracia que nos hace posible la santidad. Especialmente el Bautismo, que es el que nos abre las puertas a todos los demás sacramentos.Los sacramentos son medios para recibir la gracia, y obtener la salvación, por lo tanto, todos los hombres tienen necesidad de recibir la mayoría de ellos.
Hemos dicho que para todos es necesario el Bautismo (Cfr. Dz. 388, 413, 996). La Reconciliación es necesaria para los que hayan pecado mortalmente, después de recibir el Bautismo. La Eucaristía también es necesaria para quienes hayan llegado al uso de razón.
Jn. 6, 53.
Todos los demás sacramentos acrecientan la gracia, por tanto sería muy conveniente recibirlos. Pero, no todos los sacramentos son necesarios para todas las personas, algunos de ellos responden a un llamado especial de Dios, y ese llamado no es para todos. Ejemplo: el sacramento del Orden, o el sacramento del Matrimonio.
Que efectos producen estos sacramentos
Efectos de los Sacramentos:Por medio de los sacramentos nos identificamos con Jesucristo, esto fue declarado por el Concilio Vaticano II y esto se logra por la gracia que se confiere en ellos. (Cfr. L.G.no. 7).Los tres efectos que producen los sacramentos son:
· La gracia santificante, que se nos infunde o se nos aumenta.
· Esta gracia es la que nos borra el pecado.
· Hace posible que Dios habite en nuestra alma y nos hace hijos de Dios y herederos del cielo. En el caso de que la persona ya estaba en estado de gracia, al recibir un sacramento, entonces se aumenta el grado de gracia en su alma. El Bautismo y la Reconciliación nos dan la gracia, por ello son llamados “sacramentos de muertos”, pues el sujeto que los recibe estaba muerto a la vida sobrenatural. Todos los demás sacramentos se llaman de “vivos” porque se necesita estar en estado de gracia para recibirlos.La gracia sacramental que es la gracia particular que confiere cada sacramento, una energía especial que nos ayuda a cumplir mejor los deberes de cada quien.
* En el Bautismo se recibe la gracia de la vida sobrenatural.
* En la Confirmación, Cristo nos otorga la gracia de la madurez cristiana y nos hace testigos de Él.
* En la Eucaristía es la gracia del alimento del espíritu – pan y vino - la que se recibe.
* La Reconciliación o Penitencia nos hace posible que nos reconciliemos con Dios, a través deL arrepentimiento y el perdón de Dios.
* La Unción de los Enfermos es el que nos da la fortaleza para enfrentar la enfermedad.
* El Orden se recibe el poder que Cristo les da - a algunas personas – el sacerdocio ministerial.
* En el Matrimonio, Cristo hace posible la unión sacramental de un hombre y una mujer para toda la vida.
El carácter que se imprime en tres de los sacramentos (Bautismo, Confirmación y Orden Sacerdotal), es verdad de fe. (Cfr. Dz. 852; Catec. n. 1121). Este carácter es una huella indeleble e invisible que se imprime en el alma, es una marca espiritual y que nos marca como pertenecientes a Dios o en el caso del Orden, el carácter que imprime es el de ministro de Dios. Hace posible la participación de los fieles en el sacerdocio de Cristo y formar parte de la Iglesia. Esta huella –indeleble – resulta una promesa y una garantía de la protección de Dios. Estos tres sacramentos no se pueden repetir. (Cfr. Catec. no. 1121). En un principio se hablaba del carácter como “sello divino” o “sello del Espíritu Santo”, siguiendo la expresión utilizada en la Biblia.