domingo, 31 de mayo de 2009

DOMINGO DE PENTECOSTES

Este domingo celebramos la fiesta de Pentecostés conocida también como “fiesta de las semanas” que era una fiesta con sentido agrícola, 50 días después de Pascua, y señalaba el fin de la cosecha. Para nosotros, los cristianos, tiene también, no ya un aspecto agrícola, sino más bien religioso, y eso sí, vemos el fin de algo y el comienzo de una nueva era, de una nueva etapa de la acción de Dios. El ruido, las ráfagas de viento, las lenguas de fuego nos recuerdan teofanías, visiones, manifestaciones extraordinarias de Dios en el Antiguo Testamento.
La liturgia conmemora la venida del Espíritu Santo, como queda relatada en la primera lectura, que es común a los tres ciclos litúrgicos.Esta lectura contiene dos escenas muy señaladas: la primera tiene lugar en una casa, la segunda en la plaza pública. En la primera vemos la transformación de unos individuos y, en la segunda, el resultado de dicha transformación. Podríamos hablar de un antes y un después. Antes de la venida del Espíritu Santo vemos a unos hombres un tanto incrédulos, bastante ignorantes y muy miedosos. Una vez que el Espíritu se posa sobre ellos, podemos ya hablar del valor, sabiduría y coraje que manifiestan. Durante su vida aquí en la tierra, el Espíritu de Dios acompaña a Jesús en su misión. Después de que él asciende a los cielos, el Espíritu está en sus discípulos para que lleven a cabo la misión que les ha comunicado.
La Fiesta de Pentecostés nos hace volver la mirada a la Torre de Babel: las diferentes lenguas separan al hombre, pero cuando el Espíritu está en medio, aunque hay multiplicidad de formas de expresarse, él nos dirige hacia la unión, hacia la fraternidad, hacia el entendimiento entre todos.En la segunda lectura San Pablo nos habla de las obras que proceden de la “carne” y los “frutos” que provienen del Espíritu. El contraste entre unos y otros se puede explicar como la diferencia que hay entre lo que es vida y lo que es muerte. Lo que viene de la carne, destruye; lo que procede del Espíritu da vida. El día de Pentecostés un gran número de personas quedaron transformadas. Todos aquellos que aceptaron al Espíritu sufrieron un cambio de corazón, ¿por qué, entonces, tantos de nosotros que hemos sido bautizados y confirmados, que profesamos ser “templos” de ese mismo Espíritu, no estamos del todo manifestando en nuestro comportamiento esos frutos de caridad, alegría y paz; generosidad, comprensión de los demás, bondad y confianza; mansedumbre y dominio de uno mismo?
También en el evangelio de esta festividad encontramos dos apartados. El primero lo encontramos en 15, 26-27. Esta es la tercera vez que Jesús anuncia el envío del Espíritu, Espíritu que vendrá a dar testimonio de Jesús y que hará que los discípulos también se conviertan en testigos de Jesús.En este eterno juicio-proceso que existe entre el bien y el mal, entre Jesús y los valores del mundo, entre lo que es vida y lo que da muerte: ¿cuál es mi testimonio? ¿qué clase de testimonio doy con mi comportamiento? ¿qué es lo que proclamo con mi modo de ser, pensar y actuar?En la segunda parte del evangelio (16, 12-15) encontramos el quinto anuncio de la venida del Espíritu, Espíritu que guiará a los discípulos hacia toda la verdad, hacia el conocimiento del Cristo total: su persona y su mensaje. El mismo Jesús se había declarado ser “el camino, la verdad y la vida”. El Espíritu hará posible que el discípulo acepte la verdad en su grandiosa y salvífica totalidad.“Envía tu espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra”.

QUIEN ES EL ESPIRITU SANTO

El apóstol San Pablo en su primera carta a los Galatas, nos dice: "Nadie puede decir: ¡Jesús es el Señor! sino por influjo del Espíritu Santo" (1Co 12,3). Muchas veces hemos escuchado hablar de Él; muchas veces quizá también lo hemos mencionado y lo hemos invocado. Piense cuántas veces ha sentido su acción, cuando sin saber cómo, ha soportado y superado situaciones difíciles, ha salido adelante, se ha reconciliado, ha sido capaz de aceptar, perdonar, amar y hasta hacer algo por esa persona que en algún momento de su vida le ha ofendido… Esa fuerza interior que no sabe de dónde sale, es nada menos que la acción del Espíritu Santo en su vida que, desde su bautismo, habita en usted.

El Espíritu Santo ha actuado durante toda la historia de la humanidad pero, es Nuestro Señor Jesucristo quien lo presenta oficialmente: "Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y les dará otro Defensor que permanecerá siempre con ustedes. Este es el Espíritu de Verdad… En adelante el Espíritu Santo Defensor, que el Padre les enviará en mi nombre, les va a enseñar todas las cosas y les va a recordar todas mis palabras. … En verdad, les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Defensor no vendrá a ustedes. Pero si me voy se lo mandaré. Cuando él venga, rebatirá las mentiras del mundo… Tengo muchas cosas más que decirles, pero ustedes no pueden entenderlas ahora.

Pero cuando Él venga, el Espíritu de la Verdad, los introducirá en la verdad total" (San Juan, capítulos 14, 15 y 16). Cuando éramos niños, en el catecismo aprendimos que "el Espíritu Santo es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es esta la más profunda de las verdades de fe: habiendo un solo Dios, existen en Él Tres Personas distintas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Verdad que Jesucristo nos ha enseñado con claridad en el Evangelio
, él nos presenta al Espíritu Santo diciendo: "El Padre os dará otro Paráclito" (Jn 14,16).

El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna.
Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado "otro paráclito" porque continúa haciendo presente la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna. El Espíritu Santo viene a guiar la vida de todos los discípulos del Señor, en aquel tiempo y en el nuestro: “Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros” (Jn 16,12-15).