jueves, 9 de octubre de 2008

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

ESTAMOS INVITADOS A UNA BODA
Jesucristo nos presenta en el Evangelio de hoy por medio una acto muy singular de la parábola del "Banquete de Bodas" (Mt. 22, 1-14). Se trata de la celebración de la Boda del Hijo de Dios con la humanidad. Y a esa Fiesta estamos invitados todos. "El Reino de los Cielos es semejante a un rey que preparó un banquete de bodas para su hijo. Mandó a sus criados que llamaran a los invitados, pero éstos no quisieron ir ... Uno se fue a su campo, otro a su negocio..." ¡cuántas veces no hacemos nosotros lo mismo! Constantemente nos oponemos a la invitación del Señor. Dios nos llama y en vez de atender su invitación, le damos la espalda. Dios nos ofrece la oportunidad de ir a su fiesta y de tener la felicidad para siempre, y ... ¿cómo respondemos? ¿No hacemos como los invitados que nos describe el Evangelio? ¿No preferimos los negocios temporales a las invitaciones eternas? ¿No preferimos los banquetes de la tierra al Banquete Celestial? No aceptar la invitación del Rey es un desplante. Pueden haber cosas que parecen más importantes que asistir a la Boda del Hijo del Rey, pero nada es más importante que esa Fiesta: la Fiesta Escatológica, que sucederá al final de los tiempos. Y el Rey se disgusta, no sólo por el desprecio de sus invitados, sino porque, además, han matado a los que envió para invitarlos. Los enviados asesinados son los mártires de todos los tiempos: mataron a los Profetas del Antiguo Testamento, a San Juan Bautista, también a Cristo. Le siguieron los mártires del comienzo de la Iglesia. Y aún en nuestra era, no han cesado los martirios: el siglo 20 fue testigo del mayor número de mártires de todos los siglos. Pensemos en las persecuciones del comunismo contra la Iglesia católica. ¿Será que los hombres y mujeres de hoy estamos tan hundidos en los negocios terrenos que consideramos que es tiempo perdido pensar en Dios y en la vida eterna? Pero ... ¿qué nos dice el Evangelio sobre los que no acepten la invitación al Banquete Celestial? Es muy claro: otros serán invitados en lugar de los que no asistan San Lucas, al relatar esta Fiesta Celestial nos habla de que el anfitrión invitó luego a los pobres, los inválidos, los cojos y los ciegos (Lc. 14, 22). Y ¿quiénes son esos minusválidos que el Señor invita debido a la ausencia de los invitados iniciales? Son todos aquéllos que el mundo considera insuficientes: los pobres de corazón, que saben que no tienen nada si no tienen a Dios; los inválidos -inválidos espirituales- que saben que no pueden valerse sin la ayuda de Dios; los cojos que saben que necesitan las muletas que sólo Dios puede ofrecerles; los ciegos que saben que necesitan la luz de Dios para poder ver. Los sabios según la sabiduría de este mundo, los orgullosos, los presuntuosos, los apegados a las cosas del mundo y a los bienes materiales corren el riesgo de ser invitados y de no asistir, por no darse cuenta de que la invitación del Señor es infinitamente más importante que cualquier negocio, cualquier preocupación material, cualquier apego terreno. Y corren el riesgo, también, de no estar vestidos adecuadamente y de ser echados fuera. No estar bien vestido significa no tener la suficiente preparación espiritual para poder ser aceptado en la Fiesta de la Salvación. Significa esta parte de la parábola que no basta ser invitado, tampoco basta haber entrado al banquete (es decir, formar parte de la Iglesia). Se requiere estar debidamente preparado: vivir en estado de gracia, vivir en amistad con Dios.

CONOSCAMOS EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

El término Bautismo procede del verbo griego baptizein, que significa sumergir, lavar. El simbolismo de los efectos del agua como signo de purificación es muy común en la historia de las religiones. Sabemos que Juan Bautista daba el bautismo a todos aquellos que aceptaban su predicación como cambio de vida. Jesucristo enseñó a los apóstoles un bautismo diferente del conocido por los judíos. No era sólo un símbolo, sino una verdadera purificación y un llenarse del Espíritu Santo. Juan Bautista lo había anunciado: "Yo bautizo con agua, pero pronto va a venir el que es más poderoso que yo, al que yo no soy digno de soltarle los cordones de sus zapatos; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego".(Lc 3,16)
El hecho más importante para interpretar el Bautismo cristiano es el Bautismo de Jesús, en el que culminan las prefiguraciones del Antiguo Testamento sobre este sacramento. Los cuatro evangelios cuentan el Bautismo que recibió Jesús (Mc 1, 9-11; Mt 3, 13-17; Lc 3, 21-22; Jn 1, 32-34) y los cuatro conceden excepcional importancia a este hecho porque representa el punto de partida y el comienzo del ministerio público de Jesús (Hch 1,22; 10,37; 1 Jn 5.6). Todos los evangelistas coinciden en narrar dos cosas:
- El descenso del Espíritu
-La proclamación divina asociada a la venida del Espíritu Santo
Según el judaísmo antiguo, la comunicación del Espíritu significa la inspiración profética. La persona que recibe el Espíritu es llamada por Dios para ser su mensajero (Eclo 48,24; Dn 13,45). Por lo tanto, en el momento del bautismo, Jesús recibió del Padre la vocación y el destino que marcó y orientó su vida.
Con ocasión de su Bautismo, Jesús experimentó su vocación, aceptando la misión y el destino que le llevarían a su muerte violenta. Así se explica que las dos únicas veces que Jesús utiliza el verbo bautizar (Mc 10,38; Lc 12,50) sea para referirse a su propia muerte. El bautismo par Jesús tiene un sentido concreto: es el acto y el momento en que el hombre asume conscientemente una vocación y un destino en la vida, la vocación y el destino de la solidaridad incondicional con los hombres, especialmente los más pobres, hasta llegar a la misma muerte.
La Iglesia bautiza porque así realiza el mandato de Jesús resucitado y porque está llena del Espíritu Santo para comunicar la salvación a través de este sacramento. El Bautismo es el sacramento de la fe (Mc 16,16). Pero la fe tiene necesidad de la comunidad de creyentes. Solo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los cristianos. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. En todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo.

domingo, 5 de octubre de 2008

LA CULTURA DE LA MUERTE, RENACE CON NUEVOS ROSTROS I

Hablar de cultura de la muerte no es nuevo, quizás el termino parezca nuevo aunque en realidad es algo a lo que la humanidad se ha venido enfrentando desde hace ya varios siglos, y porque no decirlo desde el primer momento en que nuestros padres desobedecieron a Dios en el paraíso, ya que desde ahí el hombre quedo viciando en su naturaleza e inclinado hacia el pecado, el problema es que a medida que avanza la humanidad esta cultura va creciendo de forma silenciosa, destruyendo cada vez mas la dignidad del genero humano, fomenta su destrucción, sobre todo en aquellos mas pequeños y débiles, sobre los desvalidos y que no tienen voz ni voto en la sociedad, los promotores de esta cultura, ven a estos como peones de ajedrez, como maquinas productoras o como títeres para enriquecerse cada vez mas, en ningún momento favorecen la dignidad de los pequeños ni sus derechos como tal. El término "cultura" de la muerte fue acuñado por el Papa Juan Pablo II en su Encíclica El Evangelio de la Vida, publicada el 25 de marzo de 1995. Esta cultura ha tenido su auge con nuevos rostros y nuevas estrategias en los últimos siglos, específicamente en los dos siglos anteriores ante esta situación el papa Juan Pablo II nos decía "...Estamos frente a una realidad más amplia, que se puede considerar como una verdadera y auténtica estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se configura como verdadera ´cultura de muerte´" (El Evangelio de la Vida, núm. 12.). Su crecimiento es fomentado cuando los seres humanos sacamos cada día que pasa a Dios de nuestras vidas, y hay que tener claro que la presencia de Dios, representa la vida y la felicidad del hombre y la mujer misma, la presencia de Dios hace que el hombre crezca y se fortalezca en valores, en virtudes, que fomente la paz y el desarrollo interior, mientras que sin Dios, no le interesa absolutamente nada, y comienza su propia autodestrucción. Las estrategias principales que la "cultura de la muerte" ha usado para promover el aborto, la anticoncepción y la "educación" sexual hedonista ahora se han intensificado y se extienden a la manipulación de embriones humanos Ya no es solo el aborto, ya sea quirúrgico o el causado por los anticonceptivos abortivos, la única manera silenciosa y escondida en que la "cultura" de la muerte destruye a los seres humanos no nacidos. Lo es también la fecundación in vitro, la clonación y la experimentación con embriones humanos. Por otro lado, está el crimen de la eutanasia. Éste también ocurre en el silencio y a la sombra de las instalaciones médicas, revestido así de una apariencia de legitimidad. Es parte del engaño de la "cultura" de la muerte, de encubrir la destrucción de la vida de un ser humano con una fachada de "piedad". Es necesario profundizar en nuestro conocimiento sobre el avance que ha tenido la "cultura" de la muerte durante los últimos años. Se precisa una reflexión que ahonde en las estrategias y engaños presentes en los nuevos ataques de esta falsa "cultura". La necesidad de esa reflexión es apremiante, pues mientras más silencioso es el enemigo, más difícil es de combatir. Existe el peligro de que la conciencia, aún la de los buenos, se adormezca ante el sigilo de estas formas de atacar la vida humana, con el consecuente debilitamiento de la acción en defensa de la vida. Ello hay que impedirlo a toda costa, como lo lograremos, no favoreciendo en ningún momento todos estos elementos que la potencia, siendo cristianos auténticos, decididos y defensores de la verdadera cultura, la cultura de la vida.