sábado, 26 de diciembre de 2009

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA

La Navidad es fiesta de familia y es por eso que la Iglesia nos ofrece este Evangelio, que es una invitación a la reflexión sobre nuestras propias familias.
Para nosotros los católicos, la familia es la base y la estructura de la sociedad. No es extraño ver que en las últimas encuestas realizadas el primer valor de los entrevistados era la familia, la unidad familiar, que acoge, protege, ayuda y socorre en los momentos difíciles de la vida.
Quien vive sin comunidad familiar se pierde mucho de sí mismo porque es en ese ámbito donde primero comenzamos a ser persona, a descubrir lo que es en verdad la vida, y el profundo valor que nos ofrece el encuentro con la fe.
En la narración que hoy nos ofrece la Palabra es el hijo quien acerca, más si cabe, a los padres a Dios. Cuando los niños son bautizados y educados en la fe es la labor de los padres quien actúa en ellos para acercarlos al Padre. En Jesús las cosas cambian. Es el niño quien hace entender a sus padres que está en las cosas de su "Padre".
Si ampliamos el círculo de nuestra familia vemos como hay en nuestras familias y gente cercana, parientes y amigos que saben poco o nada del Señor. Les confieso que esto me urge y me cuestiona. Yo que tantas veces he predicado para los demás no sé si he puesto el mismo entusiasmo evangélico en hablar de Dios a mi familia. Puede ser por una cierta vergüenza el plantear a mis primos que Cristo les ama; o bien puede ser porque siento que no me van a tomar en serio. Pero siempre tengo el consuelo de saber que cuando necesiten a Dios su proceso tendrá que pasar por la cercanía familiar que siempre les ofrezco.
¿Cómo relacionarnos con nuestros parientes que no creen en el Señor?
Pues con el mismo amor que el Señor les tiene. Ser cristiano es tener un corazón tan grande que te quepa en el mismo espacio, el que conoce a Dios y el que no le conoce, sin reproches, sin contraprestaciones, sin chantajes espirituales. Ten siempre en cuenta que muy cerca de ti, en tu familia, en tu ambiente de vecindad o trabajo siempre existirán personas que no se han dejado tocar por el Señor, pero que en numerosas ocasiones están más cerca de lo que creen, sólo hace falta el calor del amor de Dios y esperar, sobre todo esperar...
La Sagrada Familia tiene que ser modelo de inspiración para todas las familias humanas. Me temo que esto no siempre se vive así. Nos encontramos familias donde los padres son "amigos" de sus hijos; en otras ocasiones la familia funciona como repúblicas autónomas del "yo"... ¿Qué falta en nuestras familias de hoy? Más cariño, más amor, más Dios...
Hace unos años se decía que la institución familiar estaba dando sus últimos respiros, que pronto surgiría otra institución que respondiese mejor a las perso
nas de hoy. Se decía aquello de que "para qué casarse... acaso por firmar un papel nos vamos a querer más..." hoy, son precisamente los que decían eso los que demandan papeles al Estado... En el fondo lo que ocurrió con aquel "amor libre" que se preconizaba fue que se esclavizaron más a sus dudas y temores.
La familia es un "nosotros" en lugar de un "yo". Cuando la unidad familiar deja espacio para que cada uno de sus miembros sea él mismo, es cuando crece la persona. Si el "nosotros" no nos deja ser uno mismo, algo falla, algo anda mal.
La fe es siempre un "nosotros" que nunca cierra el corazón ni a los demás ni a Dios...
Cuando se hace la pregunta "¿A quién quieres más, a tu hijo o a Dios?" puede que te encuentres como traicionando a uno si eliges al otro. Nada más lejos de la realidad: queriendo a tu hijo estás amando profundamente a Dios, porque "donde hay amor allí está Dios..."
El ejemplo de la Sagrada Familia es una profunda invitación a reflexionar y a profundizar en nuestras relaciones con Dios y con los demás.
* * *
¿Cómo es tu relación con tu familia?
Define a tu familia en tres palabras
¿Qué le falta y qué le sobra a tu familia?
¿Tratas de evangelizar a tu familia? ¿Qué dificultades encuentras?
¿Cómo actúa Dios en la familia?

miércoles, 23 de diciembre de 2009

!!!! HOY ES NAVIDAD !!!!

Hoy nos ha nacido el Rey de Reyes en un Portal pobre de Belen....

Cada año celebramos la fiesta de la navidad, una época de alegría regocijo y hermandad, aunque no podemos descartar que para muchos es solo una fiesta comercial donde lo que importan son los regalos caros y la algarabía de comidas y fiestas vacías, que hasta cierto punto no tienen sentido.
Porque digo esto, lo digo porque el único centro y fin de la Navidad, es Jesús que viene para encontrarse con nosotros, para mostrarnos con su vida el significado tan grande de ser hijo de Dios. Una navidad sin Jesús, no es navidad. Siempre me ha impactado la forma sorprendente en que Dios hace humano a su hijo, creo que nunca nos lo hemos imaginado seriamente, imagínate:
Nace en una cueva con animales, muchos lo llaman un portal, pero en realidad no llegaba ni a eso, era un establo en una cueva de un pueblo insignificante y pobre, se llamaba Belén, donde no había ni vino, ni champaña, ni una mesa servida con majares, ni buenos vestidos y buena música ese día, solo eran pastores pobres que cuidaban ovejas quizá ajenas, con rostros curtidos y mal olientes por la fatiga del trabajo del día, es ahí donde nace, de una mujer sencilla y humildemente pobre, casada con un artesano que hacia mil trabajos para ganarse su pan, pero con una fe de hierro. Es ahí donde nace el hijo del Creador, el Rey de Reyes, la verdad hecha hombre, fue tan pobre que no eligió nacer teniendo, sino entre animales, y cuando murió lo sepultaron en un sepulcro prestado.
El nace esta noche en un pesebre, y es “porque no había lugar para ellos en la posada” (Lc 2,7), y porque además quiso ubicarse en el grado más bajo de la escala humana. Lo hizo para que nadie se sienta excluido, ni siquiera el hombre más desdichado, y para que todos tengan abierto el camino de la salvación. A todos, como a los pastores, se les anuncia, “Hoy os ha nacido un Salvador”. Es por ello que El gran desafío de la Navidad es acoger por la fe al Niño Dios que nace.
El Niño acostado en la pobreza de un pesebre: es la señal de Dios. El Dios que actúa siempre con sencillez. Pasan los siglos y los milenios, pero queda la señal, y vale también para nosotros, hombres y mujeres de este siglo. Es señal de esperanza para toda la familia humana: señal de paz para cuantos sufren a causa de todo tipo de conflictos, de violencia, de guerras. Señal de misericordia y compasión para los pobres y los oprimidos. Señal de liberación hecha de reconciliación para quien se encuentra esclavo del pecado viviendo en la ruptura y para el que vive inmigrante en el destierro y en la soledad. Señal de amor y de consuelo para quien se siente solo y abandonado. Señal pequeña y frágil, humilde y silenciosa, pero llena de la fuerza de Dios, que por amor se hizo hombre.

Hermanos, hoy nace el Salvador: “Hoy nace aquella vida que viene a destruir el temor de la muerte y a darnos la esperanza de una eternidad dichosa” (San León Magno).
Que en Navidad se renueve nuestra esperanza, porque el pecado, la muerte, la enfermedad, la pobreza, el sufrimiento, no tienen la última palabra. La última palabra la tiene el Señor Jesús, el Reconciliador, el único Salvador del Mundo, ayer, hoy y siempre.
Por eso, “que nadie se considere excluido de esta alegría, pues el motivo de este gozo es común para todos. Nuestro Señor, en efecto vencedor del pecado y de la muerte, como no encontró a nadie libre de culpa, así ha venido a salvarnos a TODOS. Alégrese, pues, el justo, porque se acerca la recompensa; regocíjese el pecador, porque se le brinda el perdón; anímese el pagano, porque es llamado a la vida” (San León Magno).
En Navidad, nos abrimos a la esperanza contemplando la gloria divina oculta en la pobreza de un Niño envuelto en pañales por su Madre y acostado en un humilde pesebre. Aceptar esta paradoja, la paradoja de Navidad, es descubrir la Verdad que nos hace libres y el Amor que colma y transforma la vida.
Les deseo a todos de una muy Feliz Navidad y de un Año Nuevo lleno de las bendiciones del Señor.

JESUS NACE PARA DARNOS LA VIDA...

Estamos a punto de celebrar un hecho de trascendencia en la vida de la humanidad : Hace dos mil años nació un niño. Cuando celebramos nuestro propio cumpleaños, recordamos que nos estamos haciendo mas viejos. Cada año se añade una velita mas al bizcocho. Pero en Navidad no celebramos el que Jesús sea muy viejo. Nos alegramos porque Dios ha entrado en nuestra vida como un niño recién nacido, en los comienzos de la vida.
La imagen corriente de Dios es la de un hombre anciano, con pelo blanco. Pero en Navidad nos acordamos del ser eternamente juvenil de Dios. Como cantamos en la aclamación antes del Evangelio : « Un niño nos ha nacido . Un hijo se nos ha dado, Dios el Irreprimible » . Dios es joven de una manera irreprimible . San Agustín escribió una vez que somos nosotros los que nos hacemos viejos, pero consiste en que nosotros también estamos invitados a participar en el ser juvenil de Dios. Come dice el Evangelio de hoy : « A cuantos realmente le recibieron El les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios ». Navidad es la fiesta de nuestro rejuvenecimiento.
¿Que quiere decir esto ? No significa que debamos hacernos infantiles. A veces hay personas que abrazan la religión come una huida del estado de madurez, de adultos. Algunos cristianos dan la impresión que no necesitan pensar por su propia cuenta o afrontar con personalidad los dilemas morales, ya que la Iglesia nos dice lo que debemos hacer.. « Papá siempre sabe mejor… » Pero esta actitud no traduce lo que es un verdadero hijo de Dios. Es sencillamente una "inmadurez" ». Nuestra propia sociedad muchas veces busca una forma distinta de rejuvenecimiento, al negarse a encarar los signos de nuestra edad. La cirugía plástica puede disimular las arrugas de nuestra cara. Podemos rebuscar un ser juvenil artificial y terrible porque tenemos miedo de morirnos. Pero esto tampoco constituye un rejuvenecimiento auténtico.
Ser un hijo de Dios significa estar abierto a las posibilidades infinitas de futuro. El mundo de un niño no es algo acabado o congelado. El o ella pueden llegar a ser cualquier cosa: político, periodista, montañero, marinero, o incluso un religoso o un personaje que cambie la historia.

Hace cuarenta años Martín Lutero King dio su discurso famoso « Tengo un sueño ».
Es un sueño de libertad, « cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos puedan estrecharse la mano y cantar juntos con las palabras de la vieja canción espiritual : ¡Libres por fin !, ¡libres por fin !, Gracias a Dios Todopoderoso, ¡somos libres por fin ! ». Cuarenta años más tarde el muro de Berlín ha sido derrumbado, el Imperio Soviético ya no existe, el « apartheid » en África del Sur se ha hecho pedazos, pero tenemos menos sueños para el futuro. Somos la generación del «aquí y ahora».
Europa se está haciendo vieja. Literalmente estamos envejeciéndonos, puesto que el número de niños que nacen en nuestro viejo Continente va bajando. España e Italia tienen algunos de los índices de natalidad más bajos en el mundo. Pero también nos estamos envejeciendo en nuestro corazón, al perder nuestra capacidad de soñar un mundo nuevo. ¡Que el niño Jesús nos rejuvenezca con sueños refrescantes! ¿Qué sueños tienes tu ?

La Navidad nos rejuvenece si damos la bienvenida no solamente al niño Jesús, sino a todos los niños. Los niños siempre nos sacan de quicio. Ellos harán ruido cuando queremos dormir. Nos plantean cuestiones a las que no podemos contestar.
Nos plantean ante el hecho que no podemos gastar tanto dinero por nosotros mismos.
Ellos cambian nuestra manera de ser. Pero ellos son también la promesa de Dios para el futuro. Debemos permitir que nuestros hijos sean realmente jóvenes y no « pequeños adultos ». No debemos convertirlos en consumidores que tengan que vestirse con ropa que lleva alguna marca famosa. Que no los consideramos como un mercado del que nos podemos aprovechar. Y ante todo, que no los tratemos como objetos sexuales y dejemos que se abuse de ellos. La prostitución infantil está creciendo en el mundo entero.
Frente a esta situación, hay que dejar que los niños sean niños…
El niño Jesús llega a nosotros en los niños de otras personas, los niños de extranjeros e inmigrantes, niños que pertenecen a otras religiones o a ninguna.
Démosles la bienvenida también a ellos. Ellos abren para nosotros un futuro que es más amplio de lo que podemos imaginarnos. Nos ayudarán a derrumbar las murallas de hostilidad que dieron muerte a Jesús antes del tiempo de envejecerse.
Finalmente, soñemos con un futuro para los que parecen no tener futuro alguno, los pobres que duermen en nuestras calles, los que se sienten desesperados

domingo, 20 de diciembre de 2009

IV DOMINGO DE ADVIENTO

“Bendita tu entre todas las Mujeres…”
Lc. 1,39-45

En el tiempo de adviento se nos presentan dos grandes personajes que nos introducen con sus vidas y acciones en la Navidad. Estas dos eminentes figuras son Juan el Bautista y María. Podemos decir que el tiempo del nacimiento de Jesús es la síntesis de las dos vidas, de las dos actitudes espirituales, de los dos ejemplos de Fe. Estos dos grandes modelos de fe son tenidos en gran respeto y veneración por parte de la Iglesia, no en vano en la Iglesia Católica sólo celebramos tres nacimientos: el de Jesús, el 25 de diciembre; el de María el 8 de septiembre; y el de Juan el Bautista, el 24 de junio. El resto de los santos los celebramos el día de su muerte. Las actitudes interiores que debemos de tener para vivir en profundidad la Navidad, fueron las que se dieron en estas dos grandes personas anunciadoras de la venida del Señor. La Palabra de hoy nos recuerda el momento que María se encuentra con Isabel. Es el encuentro entre dos madres y es también una visita que beneficia a ambas. Dice el Evangelio que María de dirigió "deprisa" a la casa de Zacarías. La fe siempre demanda una cierta urgencia. La fe no es estancamiento sino encuentro. "la criatura se movió en su vientre" quedó llena del Espíritu Santo”.
Todo encuentro espiritual verdadero debe provocar algo parecido: un movimiento interno que nos lleve a un encuentro con la realidad que hay en nosotros y una auténtica acogida del Espíritu Santo.
Podemos vivir una fe rutinaria que no se conmueve ni mueve por las cosas que nos suceden, ni por los encuentros con el Señor. Debemos de tener cuidado para que la fe sea siempre un encuentro vibrante para que lo que llevamos dentro se haga sensible a lo que sucede a nuestro alrededor. Isabel capta la presencia interior que hay en María y es capaz de vibrar.
¿Somos nosotros capaces de vibrar ante las personas que nos ofrecen la presencia amorosa de Cristo? ¿O nos hemos acostumbrados a mirar al Señor con la indiferencia y la lejanía con la que vemos las demás situaciones de la vida?. Isabel no envidió ni tuvo celos de la Virgen María, supo acoger su grandeza con humildad y realismo.
Las personas en las cuales el Espíritu de Dios ha hecho su morada están siempre inclinadas a pensar con sencillez sobre sí mismas y sobre los favores y beneficios que Dios le concede. La persona que recibe así la presencia del Espíritu puede estimular a otros en su camino de fe, esto fue lo que sucedió en este enc
uentro.
Termina la lectura de hoy proclamando dichosa a María por creer en lo que Dios le había prometido. La vida del cristiano siempre estará surcada por las promesas de Dios; en nuestra mano estará aceptarla con alegría y plenitud. En el fondo nuestra vida cristiana queda vacía cuando faltan la alegría y la esperanza.
María fue dichosa porque sin pedir nada a cambio, supo esperar en las promesas que Dios le había hecho. Acogió su maternidad como una tarea pastoral a la que destinó todos sus esfuerzos y todos sus horizontes. No se guardó nada para sí. La Historia nos enseña que quien se entrega totalmente a Dios, sin guardarse nada para sí mismo, recibe la plenitud de la gracia y en esa persona se realiza a la perfección todas las promesas que el Señor estableció.
Ante las interrogantes y el gran mensaje de este ultimo domingo de Adviento quisiera que nos hicieramos las siguientes cuestionantes:

¿Cuáles son las promesas que el Señor te ha hecho en tu vida?
¿Cómo acoges a las personas que han sido especialmente escogidas por el Espíritu Santo? ¿con celos? ¿con envidias...?
¿Qué representa la Virgen en tu vida?
¿Cómo puede una persona acoger los dones y la presencia del Espíritu?
¿Cómo has vivido este adviento? ¿Qué te ha aportado?

miércoles, 9 de diciembre de 2009

SAN JUAN DIEGO CUAUHTITLAN

Cada 9 de Diciembre la iglesia celebra la fiesta de uno de los santos mas humildes San Juan Diego, el afortunado indigena al cual la virgen Maria le revelo el secreto de su amor en el Cerro del Tepeyac hace mas 500 años.
Juan Diego, que en 1990 Juan Pablo II lo llamó «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac» (L'Osservatore Romano, 7-8 maggio 1990, p. 5) según una tradición bien documentada nació en 1474 en Cuauhtitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas. Se llamaba Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba «Águila que habla», o «El que habla con un águila». Ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los PP. Franciscanos llegados a México en 1524, recibió el bautismo junto con su esposa María Lucía. Celebrado el matrimonio cristiano, vivió castamente hasta la muerte de su esposa, fallecida en 1529. Hombre de fe, fue coherente con sus obligaciones bautismales, nutriendo regularmente su unión con Dios mediante la eucaristía y el estudio del catecismo. El 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo una aparición de María Santísima, que se le presentó como «la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios». La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al Obispo capitalino el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. Y como el Obispo no aceptase la idea, la Virgen le pidió que insistiese.

Al día siguiente, domingo, Juan Diego volvió a encontrar al Prelado, quien lo examinó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio. El 12 de diciembre, martes, mientras el Beato se dirigía de nuevo a la Ciudad, la Virgen se le volvió a presentar y le consoló, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. No obstante la fría estación invernal y la aridez del lugar, Juan Diego encontró unas flores muy hermosas. Una vez recogidas las colocó en su «tilma» y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al Sr. Obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el Beato abrió su «tilma» y dejó caer las flores, mientras en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.


El santo, movido por una tierna y profunda devoción a la Madre de Dios, dejó los suyos, la casa, los bienes y su tierra y, con el permiso del Obispo, pasó a vivir en una pobre casa junto al templo de la «Señora del Cielo». Su preocupación era la limpieza de la capilla y la acogida de los peregrinos que visitaban el pequeño oratorio, hoy transformado en este grandioso templo, símbolo elocuente de la devoción mariana de los mexicanos a la Virgen de Guadalupe. En espíritu de pobreza y de vida humilde Juan Diego recorrió el camino de la santidad, dedicando mucho de su tiempo a la oración, a la contemplación y a la penitencia. Dócil a la autoridad eclesiástica, tres veces por semana recibía la Santísima Eucaristía. En la homilía que Vuestra Santidad pronunció el 6 de mayo de 1990 en este Santuario, indicó cómo «las noticias que de él nos han llegado elogian sus virtudes cristianas: su fe simple [...], su confianza en Dios y en la Virgen; su caridad, su coherencia moral, su desprendimiento y su pobreza evangélica. Llevando una vida de eremita, aquí cerca de Tepeyac, fue ejemplo de humildad» (.Juan Diego, laico fiel a la gracia divina, gozó de tan alta estima entre sus contemporáneos que éstos acostumbraban decir a sus hijos: «Que Dios os haga como Juan Diego».
Circundado de una sólida fama de santidad, murió en 1548.
Su memoria, siempre unida al hecho de la aparición de la Virgen de Guadalupe, ha atravesado los siglos, alcanzando la entera América, Europa y Asia. En abril de 1990, en una solemne ceremonia en la Basílica de Guadalupe en México, el Santo Padre Juan Pablo II le declaró Beato. El 6 de mayo sucesivo, en esta Basílica, el Papa presidió la solemne celebración en honor de Juan Diego, decorado con el título de Beato.
Precisamente en aquellos días, en esta misma arquidiócesis de Ciudad de México, tuvo lugar un milagro por intercesión de Juan Diego. Con él se abrió la puerta que ha conducido a la actual celebración, que el pueblo mexicano y toda la Iglesia viven en la alegría y la gratitud al Señor y a María por haber puesto en nuestro camino a Juan Diego, que según las palabras del Papa, «representa todos los indígenas que reconocieron el evangelio de Jesús». San Juan Diego es un don extraordinario no sólo para la Iglesia en México, sino para todo el Pueblo de Dios. Juan Pablo II proclamó públicamente la santidad de Juan Diego en una Solemne Misa de Canonización en la Basílica de la Virgen de la Guadalupe en México el 31 de julio, 2002. Su fiesta la fijó el mismo Santo Padre el 9 de diciembre porque ése "fue el día en que vió el Paraíso"

lunes, 7 de diciembre de 2009

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCION DE MARIA

Cada 8 de diciembre, la Iglesia celebra el dogma de fe que nos revela que, por la gracia de Dios, la Virgen María fue preservada del pecado desde el momento de su concepción, es decir desde el instante en que María comenzó la vida humana.

El 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX proclamó este dogma:
"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..." (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)
María es la "llena de gracia", del griego "kecharitomene" que significa una particular abundancia de gracia, es un estado sobrenatural en el que el alma está unida con el mismo Dios. María como la Mujer esperada en el Protoevangelio (Gn. 3, 15) se mantiene en enemistad con la serpiente porque es llena de gracia.
Las devociones a la Inmaculada Virgen María son numerosas, y entre sus devotos destacan santos como San Francisco de Asís y San Agustín. Además la devoción a la Concepción Inmaculada de María fue llevada a toda la Iglesia de Occidente por el Papa Sixto IV, en 1483.
El camino para la definición dogmática de la Concepción Inmaculada de María fue trazado por el franciscano Duns Scotto. Se dice que al encontrarse frente a una estatua de la Virgen María hizo esta petición: "Dignare me laudare te: Virgo Sacrata" (Oh Virgen sacrosanta dadme las palabras propias para hablar bien de Ti).

Y luego el franciscano hizo estos cuestionamientos:
1. ¿A Dios le convenía que su Madre naciera sin mancha del pecado original? Sí, a Dios le convenía que su Madre naciera sin ninguna mancha. Esto es lo más honroso, para Él.
2. ¿Dios podía hacer que su Madre naciera sin mancha de pecado original?Sí, Dios lo puede todo, y por tanto podía hacer que su Madre naciera sin mancha: Inmaculada.
3. ¿Lo que a Dios le conviene hacer lo hace? ¿O no lo hace? Todos respondieron: Lo que a Dios le conviene hacer, lo que Dios ve que es mejor hacerlo, lo hace.

Entonces Scotto exclamó :
1. Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada: o sea sin mancha del pecado original.
2. Dios podía hacer que su Madre naciera Inmaculada: sin mancha.
. Por lo tanto: Dios hizo que María naciera sin mancha del pecado original. Porque Dios cuando sabe que algo es mejor hacerlo, lo hace.
La Virgen María es Inmaculada gracias a Cristo su hijo, puesto que Él iba a nacer de su seno es que Dios la hizo Inmaculada para que tenga un vientre puro donde encarnarse. Ahí se demuestra cómo Jesús es Salvador en la guarda de Dios con María y la omnipotencia del Padre se revela como la causa de este don. Así, María nunca se inclinó ante las concupiscencias y su grandeza demuestra que como ser humano era libre pero nunca ofendió a Dios y así no perdió la enorme gracia que Él le otorgó.
La Inmaculada Virgen María nos muestra la necesidad de tener un corazón puro para que el Señor Jesús pueda vivir en nuestro interior y de ahí naciese la Salvación. Y consagrarnos a ella nos lleva a que nuestra plegaria sea el medio por el cual se nos revele Jesucristo plenamente y nos lleve al camino por el cual seremos colmados por el Espíritu Santo.
Repasemos cada una de las proposiciones de la definición.

-El primer instante de la concepción de María.
En la concepción de María, engendrada por sus padres, hay que distinguir la concepción activa, es decir la acción de engendrar por parte de San Joaquín y de Santa Ana, y la concepción pasiva, o sea, el resultado de la acción de engen drar o el ser mismo de María, fruto de esa acción. El dogma se refiere a la concepción pasiva, enseñando que desde el pri mer instante en que es constituida como persona, lo es sin mancha alguna de pecado.
Contrariamente a lo que afirmaban algunos teólogos en épo cas pasadas ?para salvar la universalidad del pecado origi nal?, que habiendo contraído el pecado estuvo sometida a él por un instante, para ser luego inmediatamente después santi ficada por Dios en el seno de su madre.
- Inmune de toda mancha de culpa original
Es dogma de fe que el pecado original se transmite a todos los hombres por generación natural, de tal modo que todos son concebidos en pecado (cfr. Conc. de Trento: DZ 791). Ahora bien, como María fue inmune de la culpa, al ser concebida sin pecado, no tuvo esa culpa y, por ello, tampoco tenía las consecuencias de esa falta. Esto supone tres cosas: la) la ausencia de toda mancha de pecado; 2a) la presencia de la gracia santificante con las virtudes infusas y dones del Espíritu Santo y, 3a) la ausencia de inclinación al mal. Esta mala inclinación es llamada Fomes peccati.

Estos tres puntos se dieron en María:
1- Ausencia de cualquier mancha de pecado. Ella fue inmune p al reato de la culpa y de la pena debidas al pecado original, en virtud de que nunca tuvo ese pecado.
2-Llena de gracia santificante. Por lo anterior, al no tener pecado, el alma de María estuvo llena de la gracia santificante, desde el primer instante de su ser, y poseía las virtudes infu sas y los dones que acompañan ese estado de santidad.
3-Ausencia de la inclinación al mal. El pecado, que consiste en la aversión a Dios y en el amor desordenado a las criaturas provoca la inclinación al mal. En María esto no se dio, puesto que jamás tuvo pecado alguno.

-Por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente
La "Purísima Concepción" es un privilegio y don gratuito concedido sólo a la Virgen y no a ninguna otra criatura, en atención a que había sido predestinada para ser la Madre de Dios. Es un favor especial y extraordinario, ya que, según la ley, por su concepción dentro de la familia humana debería, haber incurrido en la contracción del pecado original para, luego, ser liberada como los demás hombres; pero esto no ocurrió, pues en Ella se realizó de modo distinto, como vere mos a continuación.

En previsión de los méritos de Cristo Jesús Salvador. Se dice en previsión de los méritos de Cristo porque a María la Redención se aplicó antes de la muerte del Señor. En cambio los justos del Antiguo Testamento esperaron el mo mento en que bajó al seno de Abraham luego de morir en la Cruz.Además, se añade "por los méritos de Cristo" dado que la redención de la Virgen tuvo como causa meritoria la Pasión del Señor. En efecto, como Cristo es el único Mediador y Redentor universal del género humano, María como descen diente de Adán, recibe igual que todos los hombres la salva ción de Cristo, el único Salvador.


-Preservada de la culpa original
Estamos aquí en el núcleo del dogma que indica la forma en que Dios tuvo a bien aplicar a María la Redención, y que se explica mediante ese concepto clave hallado por la teología en el siglo XIV. Los antiinmaculistas se oponían a la doctrina de la concepción inmaculada de María debido a que decían? si la Redención de Cristo fue universal, por cuanto que todos habían pecado, luego todos debían ser redimidos. Si esto era así, no se veía el modo cómo alguien pudiera ser redimido sin haber contraído el pecado. Juan Duns Scoto (1308), teólogo franciscano, introduce el término pre-redención y con ello consigue armonizar la verdad de que María se viera libre del pecado original, con la necesidad que también Ella tenía de redención. Hemos dicho que el pecado afectó a todo el género humano y, también, que la Redención fue universal; por tanto, en el caso de María, Ella también tenía necesidad de ser rescatada del pecado. Pero, en Ella esto se hizo no mediante una redención liberadora del pecado original ya contraído, sino mediante una redención preservante. Es decir, la primera se aplica a todos los hombres que primero incurren en el pecado y luego son limpiados con el lavado de la regeneración bautismal; la segunda se aplicó a María que, por ser descendiente de Adán, debía incurrir en la mancha hereditaria, y de hecho la hubiera contraído si Dios no la hubiera preservado de la culpa original.
Así por ejemplo, se dice que en el orden humano aquel que preserva de un golpe mortal es salvador en mayor medida que si solamente hubiera curado las heridas de aquel golpe mortal. Esto es lo que ocurrió con María: Dios la preservó de contraer el pecado, realmente la libró del pecado, pero Ella no lo contrajo en ningún momento. Así pues, la preservación es el modo más perfecto de redención, y por ello se dice que María fue redimida por Dios de una manera más sublime que los demás hombres.

viernes, 4 de diciembre de 2009

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

Juan en el desierto recibe la Palabra de Dios, y va al encuentro con la gente anunciando un nuevo bautismo. Juan llamaba al arrepentimiento para el perdón de los pecados. Difícil mensaje para un mundo como el nuestro donde el desierto es rechazado, donde el encuentro con la gente no siempre es gratificante, donde el bautismo se ve como algo del pasado, y donde el pecado se quiere ignorar...
Pero el mensaje de Juan el Bautista tiene siempre su importancia para este tiempo.
En Oriente cuando un rey se proponía visitar parte de sus dominios, enviaba un mensajero por delante para decirle a la gente que prepara los caminos. Juan Bautista es ese mensajero del Rey; pero la preparación en la que insistía era la de los corazones y las vidas.
-¡Viene el Rey! —decía— ¡Arreglen, no las carreteras sino sus vidas!
Arreglar el corazón y la vida, no hay nada más difícil. Cuando hablamos de arreglar nuestra vida donde primero tenemos que ir no es a lo que hacemos, a los actos; el primer lugar al que tenemos que volvernos es a nuestro interior. No creas que la fe en Jesús es un mundo sólo interior, personal, privado. Fue el mismo Jesús quien nos recordó que por nuestros frutos nos conocerán, no sólo por nuestro invisible interior.
En algunas ocasiones tengo la impresión que muchos cristianos han abandonado la fuerza transformadora del Evangelio. Para ellos la Palabra se les ha convertido en un mero y vacío sonido. Para muchos el Evangelio es la Palabra que no da vida...
Juan recibe la Palabra para comunicarla no para guardársela y salvarse él sólo. La Palabra tiene una fuerza que nadie puede destruir. Quien está anclado en el Evangelio su vida es transformada por él.
Sé que cambiar la vida es tanto más complicada cuando intentamos hacer componendas de distinto tipo. Queremos lo que es Evangelio y lo que es contrario a él, y queremos apañarlo todo junto, bajo la excusa de que somos seres humanos.
El cristiano es aquel o aquella que se da cuenta de su miseria humana, pero sabe que es una miseria redimida. Quedarnos en la miseria de nuestra existencia es poco menos que ridiculizar la importancia del Señor en nuestra vida.
Muchas personas tienen miedo al desierto y lo que significa. El desierto es lugar de soledad y de encuentro consigo mismo; lugar de desprendimiento de todo y de acogida en lo poco que nos puede ofrecer. Salir a la intemperie del desierto de nuestro corazón no es fácil. Juan el Bautista viene del desierto, pero nos invita a preparar caminos; el desierto no hay caminos marcados, todo lugar es bueno para llegar hasta donde queremos. Con Jesús las cosas cambian. Si nos encontramos en situación de desierto, recordemos que Él es el camino. Muchas veces nuestras vidas están en esos desiertos interiores que nos hemos creado.
Ir a la gente y estar con la gente no es sencillo después de haber tenido una experiencia de Dios. Los criterios del mundo son otros. Los intereses del mundo apuntan hacia otros lugares. Las realidades del Espíritu necesitan de otros gestos. Pero Jesús fue claro: "Vayan al mundo", "Estén en el mundo, pero no sean del mundo..." El Señor no quiso hacer de nuestra fe una caja fuerte en la que nada pudiese ni entrar ni salir; todo lo contrario: nos animó a una fe puesta a la intemperie de las cosas, de las personas y del mundo.
La labor profética de san Juan Bautista fue dura. Todo trabajo profético lo es. Pero anunció lo que tuvo que anunciar. Nosotros hoy queremos contemporizar con todo y con todos, no sean que vayan a decir de nosotros que no somos esto o aquello.
¡Cuánta valentía se necesita para ser profeta!
Conozco personas que poco menos que presumen de ser profetas, pero su estilo de vida y sus denuncias "proféticas" no me acercan para nada a Dios porque su forma de hacerlo está llena de amargura y tristeza. Viven en la que yo llamo la "pastoral de la queja". Se pasan todo el día quejándose de todo: del Papa, de la Iglesia, de los Obispos, de los curas, de la gente... Están tan ocupados en quejarse que tienen poco tiempo de anunciar y de cambiar...
El pecado tampoco está de moda. Hoy al pecado se le disfraza con otros nombres y parece que este mundo funcionase como si Dios estuviese siempre presente en todo, cuando en realidad muchas personas han desplazado el lugar de Dios en sus corazones y han puesto otras cosas.
El tiempo de Adviento es de arreglos, de revisiones, de rectificaciones, pero puede suceder que nuestras vidas interiores están tan complejamente organizada que nos sea difícil ordenarla. Sucede como esos cuartos trasteros que existen en algunas casas donde se van guardando cosas inservibles bajo la promesa de que algún día tenemos que ordenar ese lugar, que, a pesar de evitarnos tropiezos en el camino, no nos deja tranquilos pensando que todo lo inservible lo tenemos guardado allí. Resulta que cuando vamos a organizar todo aquel desbarajuste hay que hacerlo con mucha serenidad, con mucho tacto y delicadeza, porque una pata de la mesa se ha enredado con las patas de un sillón y este a su vez con unas lámparas que de la misma manera permanecen atadas a otras mesas... Arreglar este estado de cosas es muy delicado. Si hacemos mal la maniobra se nos puede venir muchas cosas encima, y nos dolerá y nos alejará de nuestra primera intención... San Juan nos vino a decir: ¡¡Arregla el trastero de tu corazón!! Tira las cosas inservibles en tu vida. Ordena los alientos, los pensamientos, las pasiones, las acciones... Esto sólo se puede hacer sabiendo esperar; con esperanza. Todo no se puede ordenar de golpe y en una misma maniobra. Necesitamos tiempo y espera, eso es el adviento: arreglar el corazón esperando la venida del Señor.
Me da la impresión que si los cristianos viviésemos intensamente los tiempos fuertes de adviento, navidad, cuaresma, pascua... nuestras vidas serían radicalmente distintas.
Todavía estamos a tiempo de darnos cuenta.

¿Qué es para ti "el desierto?"
¿Se puede ser cristiano viviendo un individualismo acentuado?
¿Qué cosas hay en el trastero de tu vida? ¿Por qué están ahí?
¿Qué es para ti ser "profeta"? ¿Cómo podemos ser profetas en el mundo de hoy?
¿Qué te propones vivir en este tiempo de adviento? ¿Por qué?

sábado, 28 de noviembre de 2009

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

«¿ Permaneced vigilantes, orando en todo momento?»
Lc. 21,25-28
Iniciamos hoy el primer domingo de adviento, serán cuatro semanas de preparación intensiva para recibir la navidad, tiempo en que celebraremos la venida del hijo de Dios, tiempo para meditar sobre donde tiene que nacer Jesús en nuestra vida. Jesús vino, se quedó entre nosotros, y de nuevo vendrá. Toda la vida del cristiano se mueve en estos parámetros. No podemos sentir al Señor cerca si no le vemos nacer como un ser humano más. No somos capaces de vivir su mensaje si no le encontramos día a día por los senderos de la vida. Pero sabemos que un día volverá a terminar la obra iniciada. En el texto de hoy, Jesús anuncia cuál será el fin que le espera a Jerusalén. Será una terrible calamidad; un día de juicio, tipo y figura de lo que ocurrirá inmediatamente antes de la venida del Señor.
La Palabra de hoy nos desconcierta un poco. Nos dice que cuando empiecen a suceder calamidades de todo tipo, es cuando los cristianos tenemos que animarnos y levantar la cabeza porque llega el Hijo del Hombre. Si en la primera creación Dios hace todo, ahora es como si lo destruyera para que el Señor de la salvación llegue de una manera definitiva. Jesús alerta a sus discípulos contra la falsa seguridad y la sensualidad. Ésta es una advertencia aplicable a todos los creyentes de todas las épocas. Sólo podemos estar seguros cuando estemos a salvo del pecado. En todo tiempo hemos de velar para ello, pero hay tiempos que requieren una especial vigilancia. Jesús especifica estos peligros:
- El peligro de no estar alertados para la venida de aquel gran día. Tenemos que prepararnos para seguir a Jesús en su segunda venida
- El peligro de entregarse a satisfacer los deseos de la carne y permitir que el corazón se aparte de Dios

Les aconseja que se preparen y estén listos para el gran día donde hay que estar en pie delante del Hijo del Hombre. Para ello hay que velar y estar orando en todo tiempo. Algunas personas pueden sacar la impresión que con las inmensas tragedias que suceden en el mundo, la vida fuese algo así como un caos sin sentido. Nosotros los cristianos, creemos, en cambio, que el mundo no camina sin horizonte. La vida cristiana tiene una meta.
Los filósofos estoicos pensaban en la Historia como un movimiento circular. Decían que cada tres mil años el mundo sufría una gran conflagración y luego empezaba otra vez, y la Historia se repetía. Eso quería decir que la Historia no iba a ninguna parte, y que la humanidad no hacía más que darle vueltas a la noria. La concepción cristiana del mundo y de la Historia es radicalmente distinta. Para nosotros la vida tiene una meta, y esa meta se alcanzará cuando Jesucristo sea Señor de todo. Eso es lo que sabemos y necesitamos saber.
No debemos perder ni la calma ni la esperanza por lo que vemos en nuestra vida y al nuestro alrededor. Quizá nuestro gran reto sea saber esperar en el Señor que nos salva. No nos ha dejado solos, Él está con nosotros cada día, pero quiere venir a nuestro corazón una y otra vez para decirnos que está ahí, que nos anima a la salvación. Me gusta mucho la equiparación que se hace entre "salvación" y "felicidad". Ambos términos son casi sinónimos porque ambas realidades completan nuestra débil humanidad. No sé si cuando llegue el Señor a nuestro corazón nos encontrará de verdad salvados, pero lo que sí nos tiene que encontrar es esperándole. El cristiano es quien sabe esperar en Dios, en la vida, en sí mismo y en los demás

QUE ES EL ADVIENTO

Significado del Adviento.
La palabra latina "adventus" significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. La liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa penitencia. El tiempo de Adviento es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a recordar el pasado, nos impulsa a vivir el presente y a preparar el futuro.
Esta es su triple finalidad:
- Recordar el pasado: Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya vino y nació en Belén. Esta fue su venida en la carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como uno de nosotros, hombre entre los hombres. Esta fue su primera venida.

- Vivir el presente: Se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros y, por nosotros, en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando por los caminos del Señor, en la justicia y en el amor.

- Preparar el futuro: Se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la "majestad de su gloria". Entonces vendrá como Señor y como Juez de todas las naciones, y premiará con el Cielo a los que han creido en Él; vivido como hijos fieles del Padre y hermanos buenos de los demás. Esperamos su venida gloriosa que nos traerá la salvación y la vida eterna sin sufrimientos.En el Evangelio, varias veces nos habla Jesucristo de la Parusía y nos dice que nadie sabe el día ni la hora en la que sucederá. Por esta razón, la Iglesia nos invita en el Adviento a prepararnos para este momento a través de la revisión y la proyección:

- Revisión: Aprovechando este tiempo para pensar en qué tan buenos hemos sido hasta ahora y lo que vamos a hacer para ser mejores que antes. Es importante saber hacer un alto en la vida para reflexionar acerca de nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios y con el prójimo. Todos los días podemos y debemos ser mejores

- Proyección: En Adviento debemos hacer un plan para que no sólo seamos buenos en Adviento sino siempre. Analizar qué es lo que más trabajo nos cuesta y hacer propósitos para evitar caer de nuevo en lo mismo.
Algo que no debes olvidar.
El adviento comprende las cuatro semanas antes de la Navidad. El adviento es tiempo de preparación, esperanza y arrepentimiento de nuestros pecados para la llegada del Señor.En el adviento nos preparamos para la navidad y la segunda venida de Cristo al mundo, cuando volverá como Rey de todo el Universo.
Es un tiempo en el que podemos revisar cómo ha sido nuestra vida espiritual, nuestra vida en relación con Dios y convertirnos de nuevo.Es un tiempo en el que podemos hacer un plan de vida para mejorar como personas.
Cuida tu fe. Esta es una época del año en la que vamos a estar “bombardeados” por la publicidad para comprar todo tipo de cosas, vamos a estar invitados a muchas fiestas. Todo esto puede llegar a hacer que nos olvidemos del verdadero sentido del Adviento. Esforcémonos por vivir este tiempo litúrgico con profundidad, con el sentido cristiano.De esta forma viviremos la Navidad del Señor ocupados del Señor de la Navidad

lunes, 23 de noviembre de 2009

LAS MANOS DE JESUS

Las manos de Jesús bendecían. Partían el pan, incluso lo multiplicaban. ¿Alguna vez has pensado en las manos de Jesús?
Cierro los ojos y pienso en las manos de Jesús: Fuertes y vigorosas, de carpintero. Y, al mismo tiempo, tiernas, como cuando acariciaba a un niño o limpiaba una lágrima de las mejillas de la Virgen. Manos que extendían, respetuosas, los rollos de las Escrituras en la Sinagoga. Dedos que enfatizaban sus palabras o escribían sobre la arena.
Las manos de Jesús bendecían. Partían el pan, incluso lo multiplicaban. Eran manos que curaban y hasta resucitaban. Podían expresar enojo con los mercaderes en el templo y ternura con los enfermos que llegaban a Él.
Las manos de Jesús enseñaban, expresaban, amaban. Con ellas difundía su misericordia y amor. Eran manos que entregaban incesantemente. Manos orantes, cuando Él subía al monte a conversar con su Padre en la madrugada.
Es hermoso meditar en las manos de Jesús e impresionarse con ellas. Pero ¡Cómo duele pensar en ellas crispadas, heridas, perforadas! Manos en cruz y de cruz, rotas por sostener el peso del Nazareno. Manos inertes cubiertas de sangre y bañadas con los besos y lágrimas de su madre abrazándolo muerto. Manos cruzando el pecho, muertas, envueltas por un sudario en la tumba apagada e impasible de José de Arimatea.
Es fácil removerse ante las manos dolorosas de Jesús, pero ¿por qué no podemos ver con tanta claridad sus manos gloriosas? Tal vez porque nos es más familiar el dolor. Sin embargo pienso en el momento en el que Jesús venció a la muerte, cuando resucitó. ¡Qué instante! El sepulcro imprevistamente iluminado, como una explosión, y todos los ángeles venidos del cielo para ser testigos del momento anunciado desde siempre. Y las manos de Jesús, con una vida como nunca antes habían tenido, apartando el sudario. Manos con llagas, pero ¡qué hermosas y resplandecientes, y cuánto amor rebosando en las heridas! Manos vivas, que volverían a bendecir, cortar y repartir el pan y que, tal vez, harían una seña de “hasta pronto” a los apóstoles en la ascensión de Jesús al cielo.
Frente al Santísimo Sacramento uno podría preguntarse ¿y dónde están ahora las manos de Jesús, que lo tenemos escondido en un pedacito de pan? No diré nada nuevo: observo mis manos. Estas manos pueden ser orantes, dar misericordia, ser enérgicas, sensibles, amorosas. Pueden volver a abrir las escrituras respetuosamente y escribir sobre la arena. Sí, parecen mis manos, pero Jesús quiere usarlas y son, en realidad, suyas. Observa tus manos. También pueden ser orantes, enérgicas, sensibles, amorosas y, si tú lo permitieras, podrían regalar al mundo bendiciones y misericordia. Sí, también son tuyas, pero Jesús las quiere suyas. ¡Cuántas manos podría tener Jesús hoy si se las entregáramos! Las manos de Jesús, las tuyas -tú que lees- y las mías -yo que escribo. Nuestras manos. Las manos de Jesús.

domingo, 22 de noviembre de 2009

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

La Igleisa celebra hoy la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, con esta magnifica fiesta culminamos hoy el año Liturgico e iniciamos uno nuevo. En este contexto de fiesta de el Rey de Reyes, es importante que analicemos con exactitud quien es para nosotros Jesus. Hay que releer desapasionadamente la lectura del Evangelio de este domingo. Hagamos como si la leyésemos por primera vez y no conociésemos a los protagonistas ni el desenlace final de la historia. ¿No suena el diálogo a ridículo? El detenido se convierte casi en el interrogador. Y el que interroga se encuentra con la sorpresa de que el detenido se declara superior a él pero “de otro mundo”. Lo suficiente en nuestros días para enviarlo a un manicomio. En la época de Jesús no tenían esos recursos y la vida humana no valía tanto. Es decir, que Pilatos condenó a muerte a Jesús sin hacerse demasiado problema. Probablemente así fue como sucedió en realidad. Hoy nosotros hacemos otra lectura de la historia. La leemos desde nuestra fe. El detenido no es un loco. Es Jesús. El Hijo de Dios. El Testigo del amor y la misericordia de Dios para con todos. Para nosotros está clarísimo que su reino no es de este mundo. Hasta nos fallan y faltan las palabras. Porque lo suyo no es un reino. Quedan pocos reinos en la actualidad. Y los reyes que quedan ya no mandan mucho. Son reyes constitucionales. No son mucho más allá que una figura decorativa, que representa al Estado. Los reyes de antes eran otra cosa. Aquellos mandaban de verdad. Hacían lo que les venía en gana. Su reino era para ellos como su propiedad privada. Y su gente eran súbditos y no ciudadanos libres. Pero ninguna de esas dos formas de ser rey tienen nada que ver con lo que Jesús es para nosotros. ¿Verdad que no?
Su “reino” no es de este mundo
Por eso, decir que Jesús es rey o emperador se nos queda corto y desajustado. Jesús es otra cosa. Está claro que su “reino” no es de este mundo. Y que las palabras e imágenes de este mundo no sirven bien para hablar de él y de lo que significa para nosotros. Su “reino” no se parece a ninguna de las formas de gobierno, de poder, de este mundo. Ni a los reinos actuales, ni a las democracias ni a las dictaduras, ni a las repúblicas. Su “reino” es otra cosa. ¿En qué consiste ese “reino” de Jesús? Lo hemos ido viendo a lo largo de todo el año litúrgico que hoy, con esta celebración, termina. Hemos recorrido paso a paso los misterios de la vida de Jesús. Con el Adviento nos preparamos para la celebración de su nacimiento, luego vino el gozo de la Navidad. Más adelante, la Cuaresma nos llamó a la conversión necesaria para celebrar la Semana Pascual, que culminó con la Resurrección de Jesús, que celebramos durante todo el tiempo de Pascua. Domingo a domingo hemos ido escuchando su palabra, conociendo su estilo de vida, su forma de relacionarse con los demás. ¿Es posible que digamos que no sabemos en qué consiste su “reino”?
Todos hijos, todos hermanos
Su reino es de amor y misericordia, de comprensión y perdón, de acogida para los alejados, de generosidad con todos. Su reino es toda una forma de convivencia entre las personas en la que se parte de un principio básico: somos hijos del mismo padre y, por eso, somos hermanos. Lo que tenemos, lo que somos, lo compartimos. Y esa es la única forma de alcanzar la plenitud, nuestra plenitud. Ese es el reino de Jesús. Eso es lo que hoy celebramos en esta fiesta con la que termina el año litúrgico. Pilatos no entendió lo que le decía Jesús. Probablemente no le pareció más que un loco potencialmente peligroso. Por eso lo condenó. Hoy nosotros, desde la perspectiva de la fe, deberíamos saber que el poder de Jesús es mucho más fuerte que el de Pilatos. Pilatos tiene la violencia de las armas. Jesús tiene la fuerza del amor, del perdón y de la misericordia. Pilatos, con su violencia, puede destruir pero sólo Jesús puede construir porque sólo el amor construye y abre nuevas posibilidades de vida. Si creemos en Jesús es hora de alistarnos en sus filas y avanzar bajo su bandera. Jesús es de verdad todopoderoso. Sólo con él podremos construir un mundo nuevo.

domingo, 25 de octubre de 2009

XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

¿Que quieres que haga por ti?
Bartimeo, el ciego de Jericó, es un hombre que vive a oscuras. Ya ha oído de Jesús, y de sus curaciones y milagros...Y ese día escucha ruidos desacostumbrados. Pregunta qué ocurre y se entera que es Jesús de Nazaret que pasa por el camino.
Al oírlo se llenó de fe su corazón. Jesús era la gran oportunidad de su vida. Y comenzó a gritar con todas sus fuerzas:¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!. En su alma, la fe se hace oración. Reflexiona San Agustín esta escenas diciendo: También nosotros tenemos cerrados los ojos y el corazón y pasa Jesús para que clamemos.
Tenemos que gritarle con la oración y con las obras. Debemos pedir ayuda al SeñorPero para el ciego, las dificultades comienzan en el momento que comienza la búsqueda de Jesús en las tinieblas.
El evangelio nos dice que muchos lo reprendían para que se callara.Y así pasa con frecuencia cuando buscamos a Jesús. Algunas veces son los otros, la sociedad, el ambiente, que tratan de que no busquemos al Señor. Que nos dicen ¡Cállate, no molestes a Jesús! Otras veces, dentro de nosotros mismos encontramos impedimentos para seguir al Señor.
Las comodidades, las costumbres. Bartimeo ha esperado por largo tiempo esta oportunidad y no está dispuesto a desperdiciarla. Por eso es que no les hace el menor caso. Jesús es su gran esperanza y no sabe si volverá a pasar otra vez cerca de su vida. ¿Porque ha de prestar atención a los reproches y perder la posibilidad de seguir a Jesús? Pueden criticarlo, insultarlo, pero él clama hasta que sus gritos llegan a oídos de Jesús, porque, según dice San Agustín, “quién fuere constante en lo que el Señor mandó, no escucha las opiniones de las turbas, ni hace caso de los que aparentan seguir a Jesús. A él no habrá poder que lo atasque, y el Señor se detendrá y lo sanará”.Efectivamente, cuando insistimos con confianza en nuestras peticiones, logramos detener a Jesús que va de paso.
La oración del ciego es escuchada. Ha logrado su propósito a pesar de las dificultades externas, de la presión del ambiente que lo rodea y de su propia ceguera, que le impedía saber con exactitud dónde estaba Jesús, que permanecía en silencio, sin atender aparentemente su petición. El Señor, que lo oyó desde el principio, le dejó perseverar en su oración. Al igual que con nosotros. Jesús escucha nuestro primer pedido, pero espera.
Quiere que nos convenzamos que lo necesitamos, quiere que seamos insistentes, tozudos como el ciego de Jericó. La comitiva se detiene y Jesús manda a llamar a Bartimeo. “Animo, levántate! El te llama”. Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él. El ciego tuvo fe de que se acercaba su liberación, que llegaba una nueva luz en su alma, precursora de la nueva luz para sus ojos. Por eso se despojó de todo lo que pudiera serle un impedimento, una dificultad, una carga: arrojó su manto.
Es una condición indispensable para que consigamos la luz en el alma, que arrojemos de nosotros todo lo que pueda oponerse a ella. Despojarnos de nosotros mismos, de cuanto en nosotros haya, que de una u otra forma, nos pueda dificultar que el Señor se acerque o que nosotros demos el paso hacia Dios, que viene hacia nosotros. Y el ciego no se contentó con arrojar el manto; dio un salto, como para demostrar las disposiciones y los deseos de su espíritu. Dio un brinco de las materialidades hacia lo espiritual. Dejó de preocuparse de muchas cosas por preocuparse de su unión con el Señor. El salto que debemos dar es para desapegarnos de los bienes materiales, de nuestras ambiciones de orden humano, de nuestros criterios y pareceres. Es el salto que debemos dar para acercarnos al Señor. Está ahora Bartimeo delante de Jesús. La multitud los rodea y contempla la escena. Jesús le pregunta: “¿Qué quieres que te haga?” El Señor, que podía restituir la vista, ¿ignoraba acaso lo que quería el ciego?. Jesús desea que le pidamos. Conoce de antemano nuestras necesidades y quiere remediarlas. El ciego contestó en seguida: “Señor, que vea”.
No pide al Señor otra cosa que la vista. Poco le importa todo, fuera de ver, porque aunque un ciego pueda tener muchas cosas, sin la vista no puede ver lo que tiene. Debemos imitar la actitud de Bartimeo. Debemos imitar su oración perseverante, su fortaleza para no rendirse ante el ambiente adverso. Ojalá que, dándonos cuenta de nuestra ceguera, sentados inmóviles junto al camino, y oyendo que Jesús pasa, le hagamos detenerse junto a nosotros por la fuerza de la oración, que debe ser como la de Bartimeo, personal, directa, sin anonimato. La historia de Bartimeo es nuestra propia historia, pues también nosotros estamos ciegos para muchas cosas, y Jesús está pasando junto a nuestra vida. Quizás ha llegado el momento de dejar el costado del camino y acompañar a Jesús.
Las palabras de Bartimeo: Señor, que vea, nos pueden servir como una oración sencilla para repetirla muchas veces cuando en nuestra vida se nos presenten situaciones que no sabemos como resolver, sobretodo en cuestiones relacionadas con la fe y la vocación.En esos momentos de oscuridad, cuando quizás la oración se hace costosa y la fe parece debilitarse, repitamos con confianza el pedido: Señor, que vea.Qué nosotros también veamos, Señor, cuál es tu voluntad, cuál es el camino que debemos recorrer, que Tu nos señalas para ir a Ti.Jesús le dijo al ciego: “Vete, tu fe te ha salvado” Y al instante recobró la vista. Lo primero que ve Bartimeo es el rostro de Cristo. No lo olvidará jamás. “Y le seguía por el camino”Pidamos al Señor que sea El siempre la luz que nos libere de la ceguera, y que lo sigamos siempre por el camino.

miércoles, 21 de octubre de 2009

SE NECESITAN SACERDOTES...... PARA SER HEROES DE CRISTO

TE ATREVES!!!!
¿Por qué ser sacerdote?

Los cristianos católicos sabemos que en esta vida hay mucho más que las cosas materiales y los placeres. Por tanto, en la vida de un sacerdote, él busca la manera de servir a Dios y a los demás. La mayoría de las personas le sirven a Dios en el estado de vida matrimonial o siendo solteros, y esas son vocaciones maravillosas. Pero algunos son llamados de manera especial a servir a Dios y a la comunidad. Son llamados a ser sacerdotes. Son llamados a ser instrumentos de la gracia de Dios, portadores de su perdón, predicadores de la Palabra que da la vida eterna, celebrantes de los misterios de Dios en los momentos más significativos y en los ordinarios de la vida de las personas. Ellos son llamados a seguir a Jesús totalmente con la misma generosidad y perseverancia que Él demostró durante su vida. Esta llamada al sacerdocio viene de Dios. ¿la has oído alguna vez en tu vida?
¿Qué es un sacerdote?
Él es un ser humano como tú. Pero con la gracia de Dios ha encontrado la fuerza para dedicar su vida a anunciar a Cristo y a actuar como un «embajador de Cristo», como diría san Pablo. Esto significa que él predica la palabra a tiempo y a destiempo; él representa a Cristo en aquellos momentos en que Él está sacramentalmente presente, Bautismo, Eucaristía, Confirmación, Reconciliación, Matrimonio, Orden sacerdotal y en la Unción de los Enfermos. Los sacerdotes hacen presente a Cristo como cabeza de Su Iglesia. Mediante su cuidado y celo pastoral, él es un poderoso signo de la presencia de Cristo en una comunidad específica del pueblo de Dios. Es una vida que se plantea como todo un desafío para el cristiano.
¿Qué es un sacerdote diocesano?
Un sacerdote diocesano o «secular» trabaja en una diócesis o arquidiócesis particular normalmente como párroco. Él está «casado» con los fieles del territorio de su parroquia, gastando su vida con ellos y por ellos para acercarlos a Dios y trabajando por su santificación. Un sacerdote religioso trabaja adondequiera que el Superior de su orden religiosa lo envíe.
¿Es fácil llegar a ser sacerdote?
Las cosas más valiosas en la vida no son «fáciles» de conseguir. Para prepararse al sacerdocio un hombre debe dedicar una porción significativa de su vida: Primero debe vincularse a un proceso de discernimiento durante un año, después ingresa al año introductorio o propedéutico, que lo prepara para asumir su formación en el seminario. En seguida vienen los estudios de Filosofía durante dos años. Después de eso, vienen los estudios de Teología, durante cuatro años, en la mitad de los cuales está inserto un año de prácticas pastorales como parte del proceso de formación. Es un camino bastante largo y a veces difícil, pero no imposible. Si uno va a servir a la gente como sacerdote, debe prepararse muy bien para ser un instrumento idóneo. Además, si Dios quiere que seas sacerdote, te dará todas las gracias necesarias para alcanzar dicha meta.

¿Cuánto tiempo se necesita para llegar a ser sacerdote?
Después del Bachillerato, un año de propedéutico, dos años de Filosofía, cuatro de Teología y uno de experiencia pastoral. Después de ser ordenado, se espera que el sacerdote continúe actualizándose buscando especializarse.
¿Qué cualidades busca la Iglesia en un candidato?
La Iglesia busca un varón de buena reputación. El candidato debe ser un creyente católico practicante, que participe en la Santa Misa con regularidad, que esté empeñado en algún tipo de oración diaria, que observe los mandamientos y tenga un fuerte deseo de servir a los demás. Debe ser mental, emocional y físicamente sano. Debe tener niveles normales de inteligencia y sobre todo, debe estar abierto a la voluntad de Dios.

¿Es interesante la vida diaria de un sacerdote?
¡Por supuesto que sí! Hay momentos de rutina, como en cualquier tip
o de vida, pero no ha dos días que sean iguales en la vida de un sacerdote. El sacerdote ayuda a la gente a buscar a Dios, y el trabajo con la gente es interesante e impredecible. Pocas vocaciones ofrecen tanto como lo hace el sacerdocio. Más aún, el sacerdote que ama a sus fieles y se compromete con ellos entregándose a su servicio sabrá que está realizando la obra del Señor.
¿Qué es una vocación?
Una vocación es una invitación, una llamada de Dios a servirlo de una manera específica. La vocación primaria y común de todo bautizado católico es a ser santo. A amar a Dios y a los demás. Pero un candidato al sacerdocio está llamado a ir más allá de lo «ordinario» y a convertirse en pastor de otros mientras que peregrinan hacia Dios.

¿Cómo saber a qué me está llamando Dios?
Primero, pregúntale a Dios en la oración lo que Él quiere que tú hagas, luego ábrete y dispónte a responderle con generosidad. El llamado puede llegar de maneras sorprendentes o inesperadas: puede ser a través de comentarios o sugerencias o estímulos de otros, mediante una invitación específica, por medio de un incidente de gracia, cualquier cosa. Dios es el que llama y Él puede llamarte de la manera que Él escoja. Si un hombre es llamado al sacerdocio, él debe también someter esa llamada a la Iglesia en la persona del obispo diocesano o del Superior religioso. Para discernir la validez de una vocación, el obispo trabajará en estrecha comunicación con el sacerdote director de la Pastoral vocacional y con los formadores del seminario.

¿Soy lo suficientemente santo como para ser sacerdote?
Cuando san Pedro fue llamado por Jesús a seguirlo, su reacción inmediata fue un rechazo: «Señor, apártate de mí, que soy un pecador». Pedro tenía la razón en esa ocasión, pero Jesús no invita a personas perfectas a seguirlo de cerca. Él llama a personas humildes, honestas, que se dejan guiar y enseñar, a aceptar su propuesta y a seguirlo. No hay un solo sacerdote que se haya sentido alguna vez digno del don del sacerdocio, ni siquiera después de años de servicio fiel a Cristo y a los demás. Todo sacerdote sabe que no es más que una «vasija de barro»; Cristo lo sabe también. Pero nosotros creemos que la gracia de Jesucristo nos dará aquello que nos falta para responder a su llamado. «No temas —dice Jesús— busca primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se te dará por añadidura».


¿Qué es un voto religioso?
Un voto es una promesa solemne hecha libremente por un hombre o mujer que le entrega su vida a Dios. Los miembros de las comunidades religiosas hacen votos de pobreza, castidad y obediencia. Un sacerdote diocesano no hace un voto, sino una promesa, aunque con la misma solemnidad, de guardar la castidad y él promete solemnemente obediencia a su obispo local y a sus sucesores. Y a pesar de que no hace un voto de pobreza, se espera que viva un vida sencilla, modesta y libre de todo interés material y de todo apego al dinero y a los bienes.

¿Qué decir del celibato?
El sacerdote célibe se consagra por completo con un corazón indiviso al servicio de Dios y al servicio de su pueblo. Para hacerlo, él renuncia al derecho de casarse y de tener una familia, no para permanecer solo y amargado, sino para tener como familia a la Iglesia. Él no renuncia a la amistad ni a la compañía de buenos amigos, tanto hombres como mujeres. De hecho se le estimula para que cultive amigos leales y dignos de confianza. El sacerdote puede vivir una vida célibe fructuosa y fecunda, si es un hombre de oración, si ama a Dios y a su pueblo. El sacerdote es llamado a una forma particular de renuncia a sí mismo siguiendo las huellas de Cristo, que se entregó a sí mismo por nosotros.

¿Son los sacerdotes felices?
Sí que lo son. Es verdad que pueden tener días malos y períodos difíciles, como toda persona, pero la mayoría de los sacerdotes te dirán que son muy felices como sacerdotes. Ellos reconocerán, no obstante, que so siempre es fácil ser sacerdote, pero las recompensas personales y espirituales son inmensas y profundas. A veces los medios de comunicación difunden la impresión de que los sacerdotes sufren de infelicidad crónica, que son hombres frustrados y amargados. Eso simplemente no es verdad en la inmensa mayoría de los sacerdotes. El sacerdote que se entrega de lleno a Cristo y a vivir su ministerio sin reservas, encuentra que Cristo es la fuente cristalina y fresca de su felicidad.

La llamada
Como en el pasado, Dios sigue llamando hoy a hombres como tú para servirlo como sacerdotes en la Iglesia Católica. A lo largo de la historia, muchos han sido llamados al sacerdocio. Ellos han vivido vidas ejemplares y han continuado la misión de Cristo de extender el Reino de Dios en el mundo. Hay muchas historias heroicas y ejemplares sobre sacerdotes que le han entregado plenamente la vida a Cristo.
Sin embargo, hoy es más difícil que en el pasado discernir la llamada de Dios, en medio de tantas maneras valiosas que una persona puede escoger vivir su vida. Hay también tantas distracciones que hacen difícil discernir la voz de Dios. Discernir una vocación es un reto, no hay duda de ello. Puede ser particularmente duro hoy en día porque los otros, incluso los padres y los amigos, no siempre brindan su apoyo ni su estímulo. Este sitio web del Seminario Mayor de Bogotá está destinado para que aprendas más acerca de la vocación al sacerdocio y encuentres respuestas para algunas de tus preguntas. Esta página te permitirá al mismo tiempo conocer personas que pueden ayudarte a explorar si Dios te está llamando a servirlo como sacerdote.
En todo el mundo en este tercer milenio, muchos tienen vivos deseos de encontrar una vida que los llene plenamente, anhelan descubrir un horizonte para sus vidas. La vida de un sacerdote se enfoca a ayudar a la gente a plantearse las preguntas más profundas sobre el sentido de su vida. Hoy se necesitan los sacerdotes más que nunca. Quizás el Señor te está llamando a ti a ser sacerdote. No lo sabrás con certeza a menos que consideres esa posibilidad. Si sientes su llamada, ¡no te dé miedo responderle!
En el seminario siempre encontrarás un sacerdote dispuesto a ayudarte en tu proceso de discernimiento.

El mundo necesita Heroes PARTE 1







ANGLICANOS REGRESAN A LA COMUNION PLENA DE LA IGLESIA CATOLICA

LA IGLESIA COMO MADRE LES RECIBE

Autoridades vaticanas anunciaron ayer la próxima publicación de una Constitución Apostólica para responder a los “numerosos” pedidos de clérigos y fieles anglicanos que desean ingresar a la Iglesia Católica en comunión plena.
Aunque las autoridades no anticiparon cifras, se sabe que uno de los grupos que ha pedido dar este paso es la Comunión Anglicana Tradicional, que cuenta con al menos 400 mil personas, constituyendo el grupo de anglicanos más grande de la historia en ingresar a la
Iglesia Católica.
En una conferencia de prensa celebrada esta mañana, el Cardenal Joseph Levada, Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, explicó que la constitución “representa una respuesta necesaria a un fenómeno mundial” y ofrecerá un “modelo canónico único para la Iglesia universal adaptable a diversas situaciones locales, y en su aplicación universal, equitativa para los ex anglicanos”.
El modelo prevé la posibilidad de la ordenación de clérigos casados ex anglicanos, como sacerdotes católicos y aclara que éstos no podrían ser ordenados obispos.
El Cardenal Levada explicó que en el documento “el Santo Padre ha introducido una estructura canónica que provee a una reunión corporativa a través de la institución de Ordinariatos Personales, que permitirán a los fieles ex anglicanos entrar en la plena comunión con la Iglesia católica, conservando al mismo tiempo elementos del especifico patrimonio espiritual y litúrgico anglicano”.
“La atención y la guía pastoral para estos grupos de fieles ex anglicanos será asegurada por un Ordinariato Personal, del que el Ordinario será habitualmente nombrado por el clero ex anglicano", indicó el Purpurado, quien señaló que al menos una veintena de obispos anglicanos ha solicitado ingresar a la Iglesia Católica.
Asimismo, explicó que la nueva estructura “está en consonancia con el compromiso en el diálogo ecuménico” y reiteró que "la iniciativa proviene de varios grupos de anglicanos que han declarado que comparten la fe católica común, como expresa el
Catecismo de la Iglesia Católica, y que aceptan el ministerio petrino como un elemento querido por Cristo para la Iglesia. Para ellos ha llegado el tiempo de expresar esta unión implícita en una forma visible de plena comunión".
El Cardenal Levada subrayó que "
Benedicto XVI espera que el clero y los fieles anglicanos deseosos de la unión con la Iglesia Católica encuentren en esta estructura canónica la oportunidad de preservar aquellas tradiciones anglicanas que son preciosas para ellos y conformes con la fe católica”.
“En cuanto expresan
en un modo distinto la fe profesada comúnmente, estas tradiciones son un don que hay que compartir en la Iglesia universal. La unión con la Iglesia no exige la uniformidad que ignora las diversidades culturales, como demuestra la historia del cristianismo. Además, las numerosas y diversas tradiciones hoy presentes en la Iglesia Católica están todas enraizadas en el principio formulado por San Pablo en su carta a los Efesios: ‘Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo’”, agregó.
Finalmente, recordó que "nuestra comunión se ha reforzado por diversidades legítimas como estas, y estamos contentos de que estos hombres y mujeres ofrezcan sus contribuciones particulares a nuestra
vida de fe común".
En una declaración conjunta, los arzobispos de Westminster y Canterbury, respectivamente Vincent Gerard Nichols y Rowan Williams, afirman que el anuncio de la Constitución Apostólica "acaba con un período de incertidumbre para los grupos que nutrían esperanzas de nuevas formas para alcanzar la unidad con la Iglesia Católica”.
“Toca ahora a los que han cursado peticiones de ese tipo a la
Santa Sede responder a la Constitución Apostólica", que es "consecuencia del diálogo ecuménico entre la Iglesia Católica y la Comunión Anglicana", indicaron.
Mons. Augustine DiNoia, que colaboró en la redacción de la nueva estructura, recordó que “hemos estado durante 40 años por la unidad. Las oraciones han encontrado respuestas que no anticipamos”.
Para el Arzobispo, ha ocurrido un “giro tremendo” en el movimiento ecuménico y rechazó las acusaciones de quienes llaman “disidentes” a estos anglicanos. “Ellos están asintiendo al obrar del Espíritu Santo para estar en unión con Pedro, con la Iglesia Católica”, precisó.
Mons. DiNoia explicó que aún se trabaja en los detalles técnicos y estos Ordinariatos Personales podrían sufrir variaciones en su forma final. Los detalles completos de la Constitución Apostólica serán publicados en algunas semanas.

CONOZCAMOS A NUESTRO CARDENAL CENTRO AMERICANO

Las confesiones del cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez MaradiagaArzobispo de Tegucigalpa y presidente de Caritas Internationalis cuenta su vocaciónCIUDAD DEL VATICANO, domingo, 18 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- "Soy un salesiano hondureño nacido hace 66 años en Tegucigalpa", así comienza sus "confesiones" el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga arzobispo de Tegucigalpa.
E inmediatamente después menciona el hecho que cambiaría decisivamente su vida: "entré a la Congregación Salesiana cuando tenía 16 años y ahí hice todo mi camino como educador, maestro, luego fui ordenado sacerdote en 1970".
Ahí nació y se desarrolló su vocación sacerdotal que ha compartido con ZENIT en la serie de testimonios que la agencia está recogiendo con motivo del año sacerdotal y que fueron inaugurados por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI.
"Posteriormente los superiores me destinaron a estudiar aquí en Roma, estudié Teología Moral, estudié también Psicología Clínica entre Roma e Innsbruck (Austria), luego regresé como prefecto de estudios en el Instituto Teológico Salesiano de Guatemala y posteriormente como rector del Seminario Menor de Filosofía en Guatemala".
"En 1978 fui nombrado obispo auxiliar de Tegucigalpa, ordenado el 8 de diciembre de ese año", sigue explicando. "Luego fui secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), viviendo cuatro años en Bogotá. Posteriormente fui nombrado asrzobispo de Tegucigalpa desde hace ya 16 años y fui creado cardenal por el Papa Juan Pablo II, siervo de Dios, en el consistorio del año 2001. Hace dos años fui elegido presidente de Caritas Internationalis".
Estos son, en síntesis, los grandes momentos de su autobiografía. Pero por sí solos no serían elocuentes. En esta entrevista va más allá, para mostrar el porqué de su vocación, así como los momentos más bellos y más difíciles que ha vivido.
--¿Cómo fue su llamado a seguir al Señor? ¿Cómo decidió ser sacerdote?
--Cardenal Rodríguez Maradiaga: El llamado fue del Señor, a través del padre director del colegio. Yo estaba encantado de la vida salesiana: empecé desde los seis años en la primaria. Me gustaba muchísimo el ambiente, fui acólito, y precisamente regresando de una santa misa del colegio María Auxiliadora con el padre director que fue después arzobispo de Tegucigalpa, me dijo: "¿no te gustaría ser sacerdote?". Y yo respondí inmediatamente: "sí". Desde ese momento yo ya me sentía en el seminario, pero cuando terminé la primaria, a los doce años, le dije a mi padre que me iba para el seminario menor salesiano, al aspirantado, y me dijo: "usted no va a ningún lado, porque usted no se manda solo. Usted es muy travieso y me lo van a devolver al día siguiente". Y de hecho, muchas veces pensé despu
és: "tenía razón".
Entonces se me olvidó la vocación y me dediqué a la aviación con alma, vida y corazón. Aprendí el inglés de niño precisamente para poder leer libros de aviación, aprendí a volar cuando tenía 14 años. Cuando estaba para terminar el bachillerato, tuvimos unos ejercicios espirituales. Recuerdo que el predicador nos dijo: "si Dios los llama, no sean cobardes". Aquello resonó en mi interior y dije: "Dios me llama y yo no quiero ser cobarde". Por eso me fui al aspirantado, luego al noviciado: ese fue el camino.
--Usted nos revela su pasión por la aviación, pero muchos le conocen también por su pasión por la música?
--Cardenal Rodríguez Maradiaga: Sí porque, desde niño en mi casa, había música: mi padre amaba la música, mi hermana mayor tocaba el piano y mis otros hermanos. Entonces a mí me pusieron a aprender piano desde pequeño. Al entrar en la Congregación me destinaron también a ser profesor de música, me hicieron estudiar en el Conservatorio y me tocó muchos años enseñar música sagrada, canto gregoriano que me encanta, y además hacer orquestas y bandas en los colegios en los que trabajé y así aprendí a tocar varios instrumentos.
--Varios instrumentos musicales... ¿cómo cuáles?
--Cardenal Rodríguez Maradiaga: Como el saxofón, el acordeón, como el órgano, el piano, la batería, el contrabajo, el clarinete... Así me ha tocado muy bonita la vida.
--¿Hubo alguna persona importante para tomar la decisión de seguir a Dios?
--Cardenal Rodríguez Maradiaga: Sí, fue naturalmente el padre director del colegio, así como san Juan Bosco. En el año antes de ordenarme sacerdote mi madre me rebeló algo que desconocía: yo había nacido prematuro y el doctor decía que yo no iba a sobrevivir. Entonces ella ofreció rezar todos los días el Santo Rosario por mi salud, asegurando y que, si Dios me llamaba, ella me ofrecía al Señor. Yo nunca lo supe y ahí tiene usted el resultado.
--¿Cuáles han sido algunos de los momentos más felices desde que decidió decirle "sí" al Señor?
--Cardenal Rodríguez Maradiaga: Muchísimos. Lógicamente, cuando hice mis primeros votos como salesiano, yo soñé todo el tiempo con ser salesiano y eso fue para mí una de las enormes alegrías. Luego naturalmente para mi el momento más feliz y decisivo ha sido la ordenación sacerdotal, es la gracia más grande que Dios le puede dar a una persona, después del bautismo. Posteriormente, el episcopado me dio más bien miedo y yo no consideraba que era mi vocación, pero acepté porque don Bosco decía que un deseo del Papa para un salesiano era una orden y así acepté en la fe. Y creo que el Señor me ha concedido 31 años de obispo de alegría, de
mucho gozo. Cuando el Papa Juan Pablo II me llamó a ser cardenal, fue una sorpresa. Yo ni soñé jamás con eso, porque Honduras nunca tuvo un cardenal. De tal manera que me dio alegría por la alegría que causé a mi pueblo.
--¿Y algunos de los momentos más difíciles?
--Cardenal Rodríguez Maradiaga: Bueno también dice el Señor "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame". Entre esos momentos estuvo la muerte de mi padre, apenas cuando yo estaba empezando el camino, en segundo año de filosofía. Tuve también en ocasiones alguna dificultad de salud, padecí de asma varios años, me curó milagrosamente la Virgen, cuando estaba en primer año de Teología. Posteriormente también muchas dificultades a causa de la situación de Centroamérica. Como obispo administrador apostólico estaba en una diócesis de frontera con Guatemala y El Salvador: teníamos refugiados. Eran tiempos de guerrilla y, claro, era bien difícil todo. Otro momento muy triste fue la muerte de Juan Pablo II.
--¿Por qué?
--Cardenal Rodríguez Maradiaga: Porque yo le quería muchísimo, era prácticamente mi padre, y él siempre me mostró una confianza y un cariño muy grande. Claro lo veíamos deteriorarse, pero yo no me imaginé que iba a morir tan pronto. Para mí fue como cuando murió mi padre, igual.