«¿ Permaneced vigilantes, orando en todo momento?»
Lc. 21,25-28
Iniciamos hoy el primer domingo de adviento, serán cuatro semanas de preparación intensiva para recibir la navidad, tiempo en que celebraremos la venida del hijo de Dios, tiempo para meditar sobre donde tiene que nacer Jesús en nuestra vida. Jesús vino, se quedó entre nosotros, y de nuevo vendrá. Toda la vida del cristiano se mueve en estos parámetros. No podemos sentir al Señor cerca si no le vemos nacer como un ser humano más. No somos capaces de vivir su mensaje si no le encontramos día a día por los senderos de la vida. Pero sabemos que un día volverá a terminar la obra iniciada. En el texto de hoy, Jesús anuncia cuál será el fin que le espera a Jerusalén. Será una terrible calamidad; un día de juicio, tipo y figura de lo que ocurrirá inmediatamente antes de la venida del Señor.
La Palabra de hoy nos desconcierta un poco. Nos dice que cuando empiecen a suceder calamidades de todo tipo, es cuando los cristianos tenemos que animarnos y levantar la cabeza porque llega el Hijo del Hombre. Si en la primera creación Dios hace todo, ahora es como si lo destruyera para que el Señor de la salvación llegue de una manera definitiva. Jesús alerta a sus discípulos contra la falsa seguridad y la sensualidad. Ésta es una advertencia aplicable a todos los creyentes de todas las épocas. Sólo podemos estar seguros cuando estemos a salvo del pecado. En todo tiempo hemos de velar para ello, pero hay tiempos que requieren una especial vigilancia. Jesús especifica estos peligros:
- El peligro de no estar alertados para la venida de aquel gran día. Tenemos que prepararnos para seguir a Jesús en su segunda venida
- El peligro de entregarse a satisfacer los deseos de la carne y permitir que el corazón se aparte de Dios
Les aconseja que se preparen y estén listos para el gran día donde hay que estar en pie delante del Hijo del Hombre. Para ello hay que velar y estar orando en todo tiempo. Algunas personas pueden sacar la impresión que con las inmensas tragedias que suceden en el mundo, la vida fuese algo así como un caos sin sentido. Nosotros los cristianos, creemos, en cambio, que el mundo no camina sin horizonte. La vida cristiana tiene una meta.
Los filósofos estoicos pensaban en la Historia como un movimiento circular. Decían que cada tres mil años el mundo sufría una gran conflagración y luego empezaba otra vez, y la Historia se repetía. Eso quería decir que la Historia no iba a ninguna parte, y que la humanidad no hacía más que darle vueltas a la noria. La concepción cristiana del mundo y de la Historia es radicalmente distinta. Para nosotros la vida tiene una meta, y esa meta se alcanzará cuando Jesucristo sea Señor de todo. Eso es lo que sabemos y necesitamos saber.
No debemos perder ni la calma ni la esperanza por lo que vemos en nuestra vida y al nuestro alrededor. Quizá nuestro gran reto sea saber esperar en el Señor que nos salva. No nos ha dejado solos, Él está con nosotros cada día, pero quiere venir a nuestro corazón una y otra vez para decirnos que está ahí, que nos anima a la salvación. Me gusta mucho la equiparación que se hace entre "salvación" y "felicidad". Ambos términos son casi sinónimos porque ambas realidades completan nuestra débil humanidad. No sé si cuando llegue el Señor a nuestro corazón nos encontrará de verdad salvados, pero lo que sí nos tiene que encontrar es esperándole. El cristiano es quien sabe esperar en Dios, en la vida, en sí mismo y en los demás
Iniciamos hoy el primer domingo de adviento, serán cuatro semanas de preparación intensiva para recibir la navidad, tiempo en que celebraremos la venida del hijo de Dios, tiempo para meditar sobre donde tiene que nacer Jesús en nuestra vida. Jesús vino, se quedó entre nosotros, y de nuevo vendrá. Toda la vida del cristiano se mueve en estos parámetros. No podemos sentir al Señor cerca si no le vemos nacer como un ser humano más. No somos capaces de vivir su mensaje si no le encontramos día a día por los senderos de la vida. Pero sabemos que un día volverá a terminar la obra iniciada. En el texto de hoy, Jesús anuncia cuál será el fin que le espera a Jerusalén. Será una terrible calamidad; un día de juicio, tipo y figura de lo que ocurrirá inmediatamente antes de la venida del Señor.
La Palabra de hoy nos desconcierta un poco. Nos dice que cuando empiecen a suceder calamidades de todo tipo, es cuando los cristianos tenemos que animarnos y levantar la cabeza porque llega el Hijo del Hombre. Si en la primera creación Dios hace todo, ahora es como si lo destruyera para que el Señor de la salvación llegue de una manera definitiva. Jesús alerta a sus discípulos contra la falsa seguridad y la sensualidad. Ésta es una advertencia aplicable a todos los creyentes de todas las épocas. Sólo podemos estar seguros cuando estemos a salvo del pecado. En todo tiempo hemos de velar para ello, pero hay tiempos que requieren una especial vigilancia. Jesús especifica estos peligros:
- El peligro de no estar alertados para la venida de aquel gran día. Tenemos que prepararnos para seguir a Jesús en su segunda venida
- El peligro de entregarse a satisfacer los deseos de la carne y permitir que el corazón se aparte de Dios
Les aconseja que se preparen y estén listos para el gran día donde hay que estar en pie delante del Hijo del Hombre. Para ello hay que velar y estar orando en todo tiempo. Algunas personas pueden sacar la impresión que con las inmensas tragedias que suceden en el mundo, la vida fuese algo así como un caos sin sentido. Nosotros los cristianos, creemos, en cambio, que el mundo no camina sin horizonte. La vida cristiana tiene una meta.
Los filósofos estoicos pensaban en la Historia como un movimiento circular. Decían que cada tres mil años el mundo sufría una gran conflagración y luego empezaba otra vez, y la Historia se repetía. Eso quería decir que la Historia no iba a ninguna parte, y que la humanidad no hacía más que darle vueltas a la noria. La concepción cristiana del mundo y de la Historia es radicalmente distinta. Para nosotros la vida tiene una meta, y esa meta se alcanzará cuando Jesucristo sea Señor de todo. Eso es lo que sabemos y necesitamos saber.
No debemos perder ni la calma ni la esperanza por lo que vemos en nuestra vida y al nuestro alrededor. Quizá nuestro gran reto sea saber esperar en el Señor que nos salva. No nos ha dejado solos, Él está con nosotros cada día, pero quiere venir a nuestro corazón una y otra vez para decirnos que está ahí, que nos anima a la salvación. Me gusta mucho la equiparación que se hace entre "salvación" y "felicidad". Ambos términos son casi sinónimos porque ambas realidades completan nuestra débil humanidad. No sé si cuando llegue el Señor a nuestro corazón nos encontrará de verdad salvados, pero lo que sí nos tiene que encontrar es esperándole. El cristiano es quien sabe esperar en Dios, en la vida, en sí mismo y en los demás
2 comentarios:
BUENO, CHAMACO, NOMAS QUIERO FELICITARLE POR SU BLOG. ENTIENDO QUE ESTO NO ES ALGO FACIL, PERO USTED LO HA MANTENIDO TODO ESTE TIEMPO, Y ESPERO QUE LO MANTENGA SIEMPRE. USTED YA SABE QUIEN SOY, ASI QUE CUIDESE. UN ABRAZO.
Querido Padre Alex,
Solo quiero felicitarlo por su blog, es FANTASTICO! Escribe unos articulos muy lindos.
Un abrazo!
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