El Esplendor de la Verdad, con estas palabras empezaba la gran encíclica del Papa Juan Pablo II sobre moral. Es curioso que se hable de esplendor (que apunta a belleza) y de verdad en el título de una exposición de ética. Vale la pena detenerse en estas dos palabras, y desde ellas pensar en lo que quería decir el Papa, que, en definitiva, deseaba ofrecernos una motivación y un recuerdo de lo que debe ser nuestra vida como cristianos, una vida que tiene de hecho, por su misma naturaleza venida de Dios, girar en torno a la verdad. Jesucristo se definió a sí mismo como “el Camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6). El es la Verdad, la Única Verdad que hace libre al hombre y a la mujer “que vienen a este mundo” (Jn 1,9). Vivir en la verdad y llevar esa verdad al ambiente en el que cada uno y cada una vivimos es la tarea que nos corresponde a nosotros como bautizados. Jesús dijo a sus apóstoles: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado” (Mt 28,19). El Evangelio que es la Verdad tiene como misión penetrar y transformar no sólo el ser sino el hacer del hombre y de la mujer cualquiera que sea la ocupación de estos en este mundo, en otras palabras, no podemos aislar la Palabra de Dios de la vida diaria, de lo que cada uno hacemos y esto ha sido y es uno de los problemas más grandes de los que decimos creer en Jesucristo: no hemos sabido encarnar el Evangelio en la vida de cada día y “como consecuencia, el mundo del trabajo, de la política, de la economía, de la ciencia, del arte, de la literatura y de los medios de comunicación social no son guiados por criterios evangélicos” (Sto. Domingo, 96). Muchos cristianos quisieran un Evangelio que no tocara para nada sus vidas, el que vive en pecado quiere seguir en lo suyo, el rico no quiere que nadie le hable de justicia, algunos políticos creen que la Iglesia es su enemiga cuando ella les llama a trabajar buscando no sus propios intereses sino los de aquellos que más sufren en este mundo. Hace falta entender que el Evangelio es la medida de todo, que es la Luz que puede y debe de iluminarlo todo: “no es la cultura la medida del Evangelio, sino que es Jesucristo la medida de todas las culturas y de todas las acciones humanas” (Juan Pablo II). Pero el Evangelio de Jesucristo sólo logrará ser la medida de todo si “los laicos que tienen como vocación especial el hacer presente y operante a la Iglesia en los lugares y circunstancias donde ella no puede llegar a ser la sal de la tierra sino es a través de ellos” (LG, 33) conocen, aman y viven ellos mismos de acuerdo a los criterios del Evangelio, fácil es hablar de la Palabra de Dios pero sólo eso no cambia nada las cosas, hace falta además “el testimonio de vida cristiana de cada bautizado (RMi, 42). Por eso, es importante que como cristianos nos preguntemos con sinceridad así mismos: ¿Qué tanto estoy viviendo yo en todos los aspectos de mi vida dejándome iluminar y conducir por la Verdad del Evangelio? Y esto, porque vivir de acuerdo a la Verdad de Dios no es algo que resulte fácil para nadie; muchos “viven buscando nada más la comodidad en su vivir pero no encuentran alegría en someterse a la voluntad de Dios que es la Verdad. Muchos cristianos viven una religión que no les cuesta ningún trabajo pero esa no es ninguna religión en absoluto” (Jonh H. Newman, Discurso sexto). Si ya conocemos a Jesucristo que es la verdad, entonces, “no podemos tenerlo sólo para sí mismos sino que debemos de anunciarlo” (Juan Pablo II). Esta es la problemática de estos tiempos, en que los hombres y mujeres no nos atrevemos a anunciar de verdad y con valentía la verdad, que es Cristo, nos hemos acomodado, y acostumbrado a llevar una vida placentera y sin exigencias, una vida llena de mediocridades que cubrimos con algo que nosotros llamamos “Verdad”, pero que sabemos que no lo es, “yo estaba tranquilo en mi mediocridad hasta que me resulto insoportable, decía Robert Hostien, cuando le preguntaron porque su cambio de vida, y añadió, la mayor lacra de esta humanidad es vivir de mediocremente, y es por ello que no somos capaces de avanzar, y vivimos amargados y tristes” (razones para vivir #15) interesante verdad, pero es así la vida que esta sociedad nos presenta. Una última pregunta, ¿tratas de vivir en la verdad? Todos los acontecimientos de tu vida.
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