martes, 19 de julio de 2011

DOMINGO QUINTO DEL TIEMPO ORDINARIO

“Salió el sembrador a sembrar”
(Mt. 13,1-23)




Rev. Alexander Diaz

El evangelio de este domingo es una de las más conocidas parábolas de Jesús, “El sembrador”, una parábola sencilla pero con gran significado y una profundidad en el contenido evangélico, es una invitación a la reflexión personal e interior del evangelio en nuestras propias vidas.
Cuando analizo esta parábola me pongo a pensar en cuando un campesino prepara la tierra con dedicación y esmero con la esperanza de que la semilla que depositara en esa tierra se torne provechosa, sueña con tener una cosecha abundante, es por ello que con sus propias manos la prepara con amor.



Todos los seres humanos somos tierra en la cual Dios cada día, intenta sembrar algo nuevo, pero al igual el campesino prepara esa tierra, El nos prepara a nosotros para ser fértiles en la escucha dedicada de la palabra divina para que esta se desarrolle dentro de nosotros.




Ante este retador acontecimiento, el ser humano debe de hacerse las siguientes preguntas: ¿Qué lugar ocupa la palabra de Dios en mi vida diaria? ¿Soy capaz de leer, meditar e intentar vivir esta palabra de manera consiente?. A veces creo que los seres humanos vegetamos en nuestro desarrollo, nos estancamos y destruimos los nutrientes espirituales que nos desarrollan y nos hacen crecer y desarrollarnos más.








La palabra se reparte pero cae en desigual terreno. Es la misma palabra pero cada persona se tiene que convertir en tierra para que germine.

Jesús repasa después la parábola con sus discípulos, a ellos les amplía el sentido de las cosas de Dios. Cada creyente debe ser un portador de Dios para los demás, debe de convertirse en sembrador de la semilla espiritual en las almas de sus hermanos, en otras palabras somos, sembradores y semillas al mismo tiempo, porque tenemos el reto de dar fruto y la obligación de sembrar lo que producimos en la vida de los otros.

Todos creo que tenemos claro que el terreno donde tiene que caer la semilla de la palabra es el corazón humano, pero sabemos que no todos los corazones están hechos ni preparados para lo mismo. Las inquietudes, deseos, miedos, ambiciones, son las encargadas de dar base a nuestro interior.




“Los diferentes caracteres humanos están representados por los distintos tipos de terreno. Hay cuatro clases de corazones, de terrenos, en los que se siembra la palabra, estoy más que seguro que deben de haber mas tipor de terreno, viendo como el ser humano se ha vuelto en nuestros días, pero el maestro solo nos ejemplifica estos:




A - Terreno junto al camino: los que oyen pero no entienden. La palabra no cala en ellos, no hay mayor interés en profundizar. Están distraídos, poco interesados en lo que oyen, son aquellos que vienen uno que otro domingo, pero así como entran así se van, tienen un cristianismo tradicionalista y agónico, desinteresado completamente.




B- Terreno entre las piedras: reciben y les impresiona la palabra pero por poco tiempo; no tienen duración. No hay firme convicciones en sus mentes y en su corazón. No tienen raíz, o sea, profundidad en lo que quieren. No saben qué quieren, son los típicos católicos veletas, que se emocionan pero no tienen nada concreto en sus vidas, no se forman ni les interesa hacerlo, las rocas son todos aquellos hábitos y complejos que según ellos son fuertes y no les dejan respirar ni desarrollarse.
C- Terreno entre espinos: aventaja a los dos anteriores: recibió la semilla y dejó que echara raíces hondas, pero tampoco dio frutos debido a los estorbos que encontró en su crecimiento. Los espinos no dejaron que la raíz prosperara e impidieron que diera fruto. ¿Cuáles son estos espinos? La palabra nos recuerda en otro texto que fundamentalmente son tres las cosas que nos alejan de Dios:
1. Las preocupaciones (los afanes del mundo, las preocupaciones de la vida).
2. Los placeres (pues entregan el corazón humano a otros que no son Dios).
3. Las riquezas (cuando son endiosadas por el ser humano).




Terreno bueno: es el resultado lógico del encuentro de una buena tierra con una buena semilla. Este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto (v.23). Éste es el terreno productivo; no significa que no haya estorbos, pero todo queda superado por la fuerza de la vida que crece. El cristiano es aquel que permanece fuerte incluso en medio de las dificultades, anclado solamente en Dios.




Dar fruto es poner en práctica la palabra. Hay distintos niveles de frutos, todos no tenemos que dar el mismo ni con la misma intensidad. (Mario Santa Bueno)

Debemos dejar que nuestra oración vuele lejos, en estos tiempos cálidos y difíciles. La Palabra es la que nos hace fuertes y misericordiosos. Hoy, verdaderamente, deberíamos pensar que todo, una vez más, está en su comienzo. La semilla que hace fructificar la Palabra nos ayuda para iniciar una segunda creación… Tiempo de verdad, de amor y de felicidad.

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