domingo, 8 de septiembre de 2013

XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

“El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.”

(Lc.14,33) 

facebook_photo_92187362461_2101043Seguir a Jesús es uno de los caminos más difíciles que existen, difíciles pero no imposibles, ya que el nos reta continuamente a vivir en libertad y con transparencia.
Mucha gente lo seguía nos cuenta hoy el evangelio de Lucas, pero ante este acontecimiento,  él les explica, que seguirle no es solamente una atracción a su doctrina, no es solo un sentir simpatía por él,  sino que hay que ir mas allá de todos esos sentimentalismos, hay que vivir, seguir y cumplir ciertas exigencias.
Y dentro de todas estas esta la renuncia y el abandono a todo aquello que nos separe de él; inclusive nuestras propias familias; San Gregorio Magno decía: “Debemos de tener caridad con todos, con los parientes y con los extraños , pero sin apartarnos del amor de Dios por el amor a ellos” por ende, Dios y el reino está por encima de todo; de igual forma plantea el desapego a las cosas materiales, ya que estas son una tentación a vivir apegados a ellas y endurecer nuestro corazón pensando que lo material lo es todo, sin darnos cuenta nos terminan dominando y manejando.
Cuentan que un fraile pidió a Francisco permiso para tener como suyo un salterio. (Salmos) El santo le contestó: “Cuando tengas el salterio, querrás un breviario. Y cuando tengas el breviario, te sentarás en tu sillón como un gran prelado y dirás a un hermano tuyo: -’Oye, tráeme mi breviario’”.  Interesante y muy profunda la historia, y tiene lógica, porque entre mas tenemos más queremos, y eso nos hace pesado el caminar, Jesús lo pone claro, para seguirle hay que desprenderse de lo que nos pesa demasiado.
El espíritu de dominio sobre las cosas lleva casi inevitablemente al deseo de dominio sobre las personas y, por tanto, a la falta de consideración y de respeto a los demás. Únicamente el verdadero espíritu de pobreza garantiza un profundo respeto y amor a los demás. Únicamente el espíritu de pobreza hace que vayamos a los hermanos con el exclusivo deseo de servirles.
La pobreza tiene el amor como punto de partida y como punto de llegada. Por eso quizá sea más propio decir que la pobreza, más que una renuncia, es… una conquista del amor manifestado en el desahogo y despego de lo material y esta es una puerta para vivir en libertad.
Sólo hay un camino para acercarnos a la libertad y sólo lo entienden los que se atreven a seguir a Jesús incondicionalmente: vivir en obediencia total a un Dios Padre, origen y centro de referencia de toda vida humana, y servir desinteresadamente a los hombres y mujeres como sus hermanos.
Este desprendimiento del cual habla Jesús es duro, dificil y desconcertante, porque es duro entender que debemos dejar incluso a los que queremos y amamos, mas sin embargo es uno de los requisitos, que implica dejar todo para seguirle.
llevar-la-cruzNo es que Jesús haga un desprecio al amor hacia los más cercanos. No nos dice que les dejemos de amar. Lo que nos recuerda es que la fuente del amor, el amor más grande lo tenemos que tener hacia Dios; de esa fuente nacerá la enseñanza para aprender a amar de verdad a los otros.
Muchos de los amores de la vida nos pueden apartar del camino del amor verdadero. Creemos que nos enamoramos de las personas pero ese amor se puede convertir en una trampa para nuestra libertad. Los amores que hay que superar están en personas físicas a las cuales podemos ver y tocar.
Jesús nos anima a amarle más allá de lo físico, por eso su amor aparece como más exigente. Seguir al Señor necesita de un amor más fuerte porque sus exigencias son mayores.
Seguir a Cristo es intentar vivir como Él vivió. Su vida fue una total entrega por encima de los lazos familiares y de las relaciones filiales. Instauró una nueva forma de relación entre los seres humanos: ver a todos, de una manera especial a los más débiles y necesitados, como miembros de la propia familia de Dios, de esa manera todos pasamos a la categoría de hermanos en el Señor.
Dice que debemos de renunciar a todo lo que tenemos para ser discípulo suyo. Amar a Cristo es preferirlo sobre otros amores. Las renuncias no se refieren solamente a cosas físicas pues hay muchas personas que dan el corazón a cosas materiales. La renuncia que Jesús nos pide pasa también por renunciar a nosotros mismos. Hay personas que han sido capaces de desprenderse en el seguimiento de Jesús de las cosas materiales. No son ambiciosos. Pero, sin embargo, el camino de discípulo no ha llegado a plenitud porque no ha sabido desprenderse de sí mismo: de sus manías y obsesiones, de sus traumas y cerrazones.
Estos creen que son discípulos pero no lo son porque o bien no han querido o no han podido sentir el amor de Cristo en plenitud. Solamente hay una cosa más difícil que desprendernos del amor a las cosas materiales y de las personas que nos rodea, y es precisamente desprendernos de nosotros mismos. Cuando estamos muy centrados en nuestra vida, cuando estamos obsesivamente preocupados por nosotros, por nuestro futuro, por nuestra situación, es muy difícil que el amor de Dios perdure en nosotros ya que nuestros intereses serán otros. Quien sigue a Cristo tiene pocas preocupaciones por sí mismo ya que en el Señor encuentra en cantidad lo que otros no le pueden ofrecer.

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