XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
“Los pecadores y publicanos solían acercarse a Jesús para escucharle”
(Lc.15, 1-32)

De ordinario, olvidamos que Jesús creó una situación sorprendente en la sociedad de su tiempo ya que los pecadores no huyen de él, sino todo lo contrario, se sienten atraídos por él y por su mensaje. Lucas nos dice que “los pecadores y publicanos solían acercarse a Jesús para escucharle”(Lc.15,1). Esto indica que se sienten bienvenidos por El, porqué encuentran en Jesús la comprensión que no encuentran en ninguna otra parte.
En el confesionario muchas veces me encuentro con personas que por sus faltas se sienten inferiores y abandonados y creen que su problema no tiene solución y cuando se les da una palabra de esperanza, se nota de inmediato que vuelven a vivir y hasta su mismo rostro cambia totalmente y pienso que precisamente eso es lo que Jesús nos enseño a hacer, a tratarlos con misericordia, no como jueces, ellos simplemente están hambrientos de amor.
Mientras que los que deberían de ser el rostro del Dios del amor representado en los fariseos y los doctores de la Ley, considerandos hombres de mayor prestigio moral y religioso, solo saben criticar escandalizándose del comportamiento de Jesús: “Ese acoge a los pecadores y come con ellos”. ¿Cómo puede un hombre de Dios comer en la misma mesa con aquella gente pecadora e indeseable?, Cuando leo este versículo, veo que en muchos sectores de nuestra iglesia, aun se conserva esta mentalidad, más que discípulos y hermanos, nos volvemos en muchos de los casos jueces severos.
Lo que siempre me ha impactado del Señor, es que nunca hizo caso a estas críticas. Sabía que su Padre no es un Juez severo y riguroso del que hablaban con tanta seguridad aquellos maestros que ocupaban los primeros asientos en las sinagogas. El conoce bien el corazón del Padre. Por ello entiende a los pecadores; ofrece su perdón; no excluye a nadie; lo perdona todo. Por esta razón nadie puede volverse un juez que quiera con su rigorismo empañar su inmenso perdón que nos ofrece gratuitamente.
Por eso, Jesús les ofrece su comprensión y su amistad. Aquellas prostitutas y recaudadores han de sentirse acogidos por Dios. Es lo primero. Nada tienen que temer. Pueden sentarse a su mesa, pueden beber vino y cantar cánticos junto a Jesús. Su amistad los va curando por dentro. Los libera de la vergüenza y la humillación. Les devuelve la alegría de vivir, su bienvenida es ya un motivo para seguir viviendo, recobran la paz.

La primera tarea de una Iglesia fiel a Jesús no es condenar a los pecadores sino comprenderlos y acogerlos amistosamente, y ese ha sido el caso de nuestro Padre el Papa Francisco, y lo llamo padre, porque cuando lo veo mostrándose amistoso y cariñoso con el mundo, me parece que más que un Papa, es un Papá, porque su figura y su alegría para con los pobres estampa de forma clara a Dios Padre que perdona siempre, perdona todo, perdona a todos… en su alegría y sencillez contagia esperanza y misericordia. Es interesante, los mejores comentarios sobre la figura y doctrina papa Francisco los he escuchado de aquellos que se habían alejado de la iglesia o que tienen estigmas de fe, o que viven al margen de la realidad de Dios, ellos han comenzado a pensar que aun conservan su espacio en medio de nuestra asamblea. Amén.
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