lunes, 2 de mayo de 2011

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

“Dichosos los que crean sin haber visto”
Jn. 20,19-31
Rev. Alexander Díaz


Nos encontramos celebrando el Segundo Domingo de la Pascua, este es el llamado domingo de la Misericordia, porque en ella se muestra la misericordia del Resucitado sobre uno de sus apóstoles que muy altaneramente no cree, simple y sencillamente porque no ha visto con sus propios ojos este milagro.

Cada año leemos lo mismo precisamente porque nos acerca el misterio de este domingo. Primero remarca que el domingo proviene del Señor. El primer domingo de Pascua es el día de la manifestación del Resucitado, primero a las mujeres, después a los discípulos. La primera preocupación del Señor es reunir a los discípulos después del escándalo de la cruz. El segundo domingo, el primer día de la semana, esto es, hoy, el Resucitado vuelve a reunir a los discípulos para confirmarlos en la fe.

Confirmarlos en la fe no fue una tarea fácil, ya que digerir el escándalo de la cruz no era una forma sencilla, ni mucho menos aceptable por las consecuencias que esta traía, el miedo era inminente. Nos dice el evangelio que “estaban con las puertas cerradas por miedo a los judíos” (Jn. 20,19). El miedo es uno de los mecanismos que el maligno utiliza para no permitirnos crecer ni fructificar como verdaderos cristianos. Jesús se presenta en medio de ellos con unas palabras sencillas pero que marcaran la vida de los Cristianos “Paz a ustedes” (Jn. 20,19).

Paz, es el primer mensaje del resucitado a los once, un elemento que hace que el hombre trascienda y se encuentre consigo mismo, es por ello que un cristiano que no sea portador y pregonero de la paz, no ha entendido el proyecto de Jesús, los apóstoles estaban llenos de resentimiento y odia en contra de aquello que clavaron en la cruz a Jesús el Señor.

El Beato Juan Pablo II nos dijo en repetidas ocasiones a los cristianos del tercer milenio: "Los cristianos, en particular, estamos llamados a ser centinelas de la paz, en los lugares donde vivimos y trabajamos; es decir, se nos pide que vigilemos para que las conciencias no cedan a la tentación del egoísmo, de la mentira y de la violencia. Pidamos juntos a Dios, rico de misericordia y de perdón, que apague los sentimientos de odio en el ánimo de las poblaciones, que haga cesar el horror del terrorismo y guíe los pasos de los responsables de las naciones por el camino de la comprensión recíproca, de la solidaridad y la reconciliación"
Solo cuando el ser humano encuentra paz consigo mismo entonces entenderá cual es el significado real de su vocación.

Uno de los frutos del miedo y del temor, es la frustración y el rechazo, la incredulidad y el desasosiego ante nuevos acontecimientos, es lo que le sucede a Tomas. El no estaba en el segundo día de la semana cuando todo esto sucede, por esa razón se vuelve un arrogante ante la resurrección.

Tomas no cree las cosas grandes de Dios con facilidad. Tomás es el mundo de hoy que pide pruebas y certezas. Son tan grandes las pruebas que piden que sólo Dios puede darlas con su resurrección.

Pedimos muchas pruebas a Dios cuando en realidad nosotros mismos somos un misterio para nosotros, e incluso para los demás. Sólo para Dios no somos un misterio. Dios sabe lo que habita en nuestro corazón y sabe dar la respuesta adecuada en el momento adecuado. Dios sabe de nuestras muertes y resurrecciones, de nuestras cobardías, grandezas y miserias. Él sabe del barro del que estamos hechos. Vivir en cristiano es sintonizar nuestra vida con el ritmo de Dios, sólo así la vida nos dará respuestas.

Meter los dedos en las heridas de Jesús es entrar en su interioridad, descubrir sus dolores y su entrega por nosotros. ¿No vivimos muchas veces una fe epidérmica que no nos transforma? Entrar en el interior de Cristo es sentir como Él.

Nuestra vida está llena de pecados y errores que se multiplican en la medida que nos alejamos de Dios. No es extraño por tanto que en este texto de la aparición de Jesús aparezca la referencia al Espíritu Santo y al perdón de los pecados. Aceptar el Espíritu Santo es aceptar la presencia de Dios en mi vida, y cuando una persona está con Dios y en Dios, el pecado tiene muy poco protagonismo en su existencia.

Tomás pedía pruebas vitales. Necesitaba ver, tocar, sentir, palpar la presencia del supuesto resucitado. La evangelización no es otra cosa que ofrecer a los demás esta experiencia sensible de Jesús. Creer es ver, tocar, sentir a Cristo. La crisis del apóstol era de fe más que de razonamientos.

Cuando llevamos un camino en dirección al resucitado las dudas son cada vez menos. Hay personas que sufren interiormente porque sus dudas no le dejan confiar ni en nadie ni en sí mismos. ¿Qué necesita una persona sin fe para sentir la presencia del Resucitado? Me da la impresión que tiene que empezar por el principio; ir una y otra vez de Belén a la Cruz y al Domingo de Resurrección con admiración y respeto. Cuando metamos nuestros dedos en las heridas de Cristo no le produce dolor sino amor, un amor que convierte el corazón de quien se acerca a Él.

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