miércoles, 8 de abril de 2009

JUEVES SANTO

MISA CRISMAL DONDE RENOVAMOS NUESTRAS PROMESAS SACERDOTALES
Este dia nos reunimos todos los sacerdotes junto al obispo en la Catedral, para la bendicion de los oleos, que son los aceites que seran utilizados para la santificacion del pueblo de Dios.
- El Santo Crisma: que el obispo utilizara para las sagradas ordenaciones, y para los bautismos.
- El Oleo de los Enfermos: La administrar la extrema uncion. O el sacramento de los enfermos.
- Oleo de los Catecumenos: Con el cual se unge a los catecumenos en el sacramento del bautismo.
Este dia tambien todos los sacerdotes renovamos nuestras promesas sacerdotales, que son las promesas que hicimoes el dia de nuestra ordenacion sacerdotal. Creo que para todos los sacerdotes es volver a recordar ese gran acontesimiento del dia de nuestra ordenacion sacerdotal
El tema principal de la misa crismal es el sacerdocio. Al entregar el misterio de la eucaristía a la Iglesia, Cristo instituyó también el sacerdocio. Los textos de la misa presentan un conjunto catequético no solamente acerca del sacerdocio ministerial, sino también relativo al sacerdocio general de los fieles. En la antífona de entrada, la asamblea aclama: "Jesucristo nos ha convertido en un reino, y hecho sacerdotes de Dios, su Padre".
Todo sacerdocio es una participación del sacerdocio único de Cristo. El es nuestro mediador y sumo sacerdote, y su unción viene del Espíritu Santo. Así se desprende de la lectura de Isaías (61,1-3.6.8-9) y del evangelio de Lucas (4,16-21), donde el Señor cita y se aplica a si mismo los textos proféticos: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido".
La liturgia de jueves santo en la catedral se aproxima mucho a este ideal. En ella tenemos al obispo, jefe de la Iglesia local, rodeado por sacerdotes de todas las parroquias de su diócesis y representantes de los religiosos. El obispo concelebra con sus sacerdotes como señal de unidad y fraternidad, y es asistido por ellos en la consagración de los óleos. Los diáconos y otros ministros también están presentes y tienen parte activa en la celebración.Como expresión visible de la Iglesia jerárquica, es una ocasión única; y más si están presentes también en ella un buen número de fieles. La asistencia y participación de los seglares es muy de desear, porque la Iglesia no está completa si no incluye esta parte del pueblo de Dios.

MIERCOLES SANTO

JUDAS, EL TRAIDOR
El Miércoles Santo recordamos la triste historia de uno que fue Apóstol de Cristo: Judas. Así lo cuenta San Mateo en su evangelio: Uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: "¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?". Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento, andaba buscando una oportunidad para entregárselo.
¿Por qué recuerda la Iglesia este acontecimiento? Para que nos hagamos cargo de que todos podemos comportarnos como Judas. Para que pidamos al Señor que, de nuestra parte, no haya traiciones, ni alejamientos, ni abandonos. No solamente por las consecuencias negativas que esto podría traer a nuestras vidas personales, que ya sería mucho; sino porque podríamos arrastrar a otros, que necesitan la ayuda de nuestro buen ejemplo, de nuestro aliento, de nuestra amistad.
En algunos lugares de América, las imágenes de Cristo crucificado muestran una llaga profunda en la mejilla izquierda del Señor. Y cuentan que esa llaga representa el beso de Judas. ¡Tan grande es el dolor que nuestros pecados causan a Jesús! Digámosle que deseamos serle fieles: que no queremos venderle —como Judas— por treinta monedas, por una pequeñez, que eso son todos los pecados: la soberbia, la envidia, la impureza, el odio, el resentimiento... Cuando una tentación amenace arrojarnos por el suelo, pensemos que no vale la pena cambiar la felicidad de los hijos de Dios, que eso somos, por un placer que se acaba enseguida y deja el regusto amargo de la derrota y de la infidelidad.
Hemos de sentir el peso de la Iglesia y de toda la humanidad. ¿No es estupendo saber que cualquiera de nosotros puede tener influencia en el mundo entero? En el lugar donde estamos, realizando bien nuestro trabajo, cuidando de la familia, sirviendo a los amigos, podemos ayudar a la felicidad de tantas gentes. Como escribe San Josemaría Escrivá, con el cumplimiento de nuestros deberes cristianos, hemos de ser como la piedra caída en el lago. —Produce, con tu ejemplo y con tu palabra un primer círculo... y éste, otro... y otro, y otro. .. Hasta llegar a los sitios más remotos.
Vamos a pedir al Señor que no le traicionemos más; que sepamos rechazar, con su gracia, las tentaciones que el demonio nos presenta, engañándonos. Hemos de decir que no, decididamente, a todo lo que nos aparte de Dios. Así no se repetirá en nuestra vida la desgraciada historia de Judas.
Y si nos sentimos débiles, ¡corramos al Santo Sacramento de la Penitencia! Allí nos espera el Señor, como el padre de la parábola del hijo pródigo, para darnos un abrazo y ofrecernos su amistad. Continuamente sale a nuestro encuentro, aunque hayamos caído bajo, muy bajo. ¡Siempre es tiempo de volver a Dios! No reaccionemos con desánimo, ni con pesimismo. No pensemos: ¿qué voy a hacer yo, si soy un cúmulo de miserias? ¡Más grande es la misericordia de Dios! ¿Qué voy a hacer yo, si caigo una vez y otra por mi debilidad? ¡Mayor es el poder de Dios, para levantarnos de nuestras caídas!
Grandes fueron los pecados de Judas y de Pedro. Los dos traicionaron al Maestro: uno entregándole en manos de los perseguidores, otro renegando de Él por tres veces. Y, sin embargo, ¡qué distinta reacción tuvo cada uno! Para los dos guardaba el Señor torrentes de misericordia. Pedro se arrepintió, lloró su pecado, pidió perdón, y fue confirmado por Cristo en la fe y en el amor; con el tiempo, llegaría a dar su vida por Nuestro Señor. Judas, en cambio, no confió en la misericordia de Cristo. Hasta el último momento tuvo abiertas las puertas del perdón de Dios, pero no quiso entrar por ellas mediante la penitencia.
En su primera encíclica, Juan Pablo II habla del derecho de Cristo a encontrarse con cada uno de nosotros en aquel momento-clave de la vida del alma, que es el momento de la conversión y del perdón (Redemptor hominis, 20). ¡No privemos a Jesús de ese derecho! ¡No quitemos a Dios Padre la alegría de darnos el abrazo de bienvenida! ¡No contristemos al Espíritu Santo, que desea devolver a las almas la vida sobrenatural! Pidamos a Santa María, Esperanza de los cristianos, que no permita que nos desanimemos ante nuestras equivocaciones y pecados, quizá repetidos. Que nos alcance de su Hijo la gracia de la conversión, el deseo eficaz de acudir —humildes y contritos— a la Confesión, sacramento de la misericordia divina, comenzando y recomenzando siempre que sea preciso

martes, 7 de abril de 2009

MARTES SANTO

Jesus cae para que nosotros podamos levantarnos

La tradición señala tres caídas de Jesús en su desplazamiento hasta el lugar donde lo crucificaron. No hay correspondencia bíblica, pero podemos imaginar la posibilidad como consecuencia del tratamiento que padeció antes de iniciar el Camino de la Cruz.Si el peso de la cruz se apodera de las fuerzas del Nazareno, hasta el extremo de volver a caer en tierra, pienso que no es tanto porque el madero en sí sea pesado, cuanto por la experiencia dolorosa de sentirse traicionado por su pueblo y por los suyos.¿Dónde están los amigos? ¿Dónde aquellos con los que compartió tantos momentos de su vida? La prueba acompañada de amistad y solidaridad se hace llevadera, la que se sufre en abandono hiere hasta el extremo de hacerse irresistible.Jesús dice: “Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar” (Jn 13, 21). Muchos podrían ser los motivos por los que la naturaleza humana de Cristo se sintió débil, y cabe que especulemos haciendo exégesis con los datos que aparecen en las distintas tradiciones. Sabemos que los suyos lo abandonaron, y que el peso de la soledad, del sufrimiento moral, derrumba más que el físico. “¿Conque darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces” (Jn 13, 38).Sin embargo, al mismo tiempo, las lecturas de hoy nos ofrecen la clave de todo el proceso y el secreto para resistir en la prueba: la presencia invisible, íntima del amor de Dios. En la encrucijada del abandono y de la soledad de los suyos, Jesús pudo traer a su memoria: “Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas y pronunció mi nombre” (Isa 49,1).No podemos sublimar la Pasión de Cristo y quitarle el realismo espiritualizando las escenas; Jesucristo padeció y murió. Sin embargo, tampoco podremos separar el sufrimiento del Hijo amado de Dios de la relación íntima con su Padre.


A ti, Señor, me acojo
No quede yo derrotado para siempre;
Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
Inclina tu oído, y sálvame” (Sal 71 [70], 6).


¿Cómo resuelvo el sufrimiento moral y las pruebas de despojo?
¿Me desentiendo del sufrimiento de los otros o sé ser solidario?
¿Tengo experiencia de la fuerza que da la oración en situaciones límite?


“Estas almas, por la mayor parte, les lastima cualquier cosa que digan de ellas, y no abrazan la cruz, sino llévanla arrastrando, y así las lastima y cansa y hace pedazos; porque si es amada, es suave de llevar. Esto es cierto” (SANTA TERESA DE JESÚS, Concepto de amor de Dios 2, 26).

lunes, 6 de abril de 2009

LUNES SANTO

LA MISERICORDIA DE JESUS CAMBIA EL CORAZON:
La Semana Santa, o semana mayor, porque los cristianos la queremos Santa, es decir, diferente. Santo significa diferente. Pues diferentes queremos ser todos nosotros. Queremos ser mejores, Dar un paso adelante en este caminar hacia lo que puede dar sentido a mi vida y hasta nuestras fallas o pecados. Ir hacia lo trascendente, hacia Dios.
En este camino encontraremos la verdad y la vida en Jesucristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Esta es una Semana de conversión, de cambio, de metanoia, para acercarnos un poco más a esta meta, a la que todos aspiramos, aunque a veces nos equivoquemos de camino, pero lo que sí es cierto en todos, es que todos buscamos la felicidad, el bien estar, el ser, sea como sea.
“Que si arduos son nuestros caminos, sabemos bien a dónde vamos”

Pero, convertirnos ¿de qué? ¿Qué queremos y qué debemos cambiar en nosotros para hacer santa esta semana, para hacerla grande? ¿Qué es lo más grande que podemos encontrar en el ser humano?
San Pablo nos lo dirá: “ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza y el amor; pero la más grande y excelente de todas es el amor”

El paso, que debemos dar hacia adelante en esta Semana Santa, en esta Semana santa, es, pues, un paso hacia adelante en el AMOR; pero no en cualquier amor, sino en el AMOR de AMISTAD, porque la AMISTAD es la forma perfecta del AMOR, tan perfecta es, que la Iglesia, madre y maestra, pone a la consideración de todos los cristianos del mundo y aun a la de todos los hombres de buena voluntad, y nada menos que durante la Semana santa de toda la Cristiandad y por dos veces: la negación de la amistad como desastre, la traición en el amor de amistad. El Martes, la traición de Judas. Y el miércoles, de nuevo, la traición de uno de los doce, llamado Judas, el hijo de Simón Iscariote, para más señas.

Veremos a Jesús, profundamente conmovido y conmocionado, sin casi aliento, por este gran contraste, experimentando en sus sentimientos y en sus amores, pues “seis días antes, tan solo, de la Pascua, fue recibido por amigos de verdad”, que no hacen traición y que todo lo dan, todo lo entregan y lo ponen a tu servicio. Esto “fue en Betania”.

Los amigos son los únicos que nos escuchan. Los demás, solo nos oyen. Imaginemos un poco la escena para ver si esta semana y nuestra vida la hacemos Grande, invitando también nosotros a Cristo para escucharle, como buenos amigos.

Antes de las horas de brutalidad y odio, la hora de la AMISTAD y de la convivencia. Dichoso en esta casa de las afueras de Jerusalén, mientras sus enemigos tenían una circulo de intrigas en la noche.
“María, tomó una libra de perfume, de gran valor. La derramó sobre sus pies, se los secó con sus cabellos y la casa se llenó de la fragancia del perfume”. Escena misteriosa y gesto insólito, excesivo, enorme, un derroche. El salario anual de un obrero. Así lo vio y juzgó Judas. No era amigo, no entendía las locuras de la amistad.


María, la orante, la que escucha, ella misma es perfume y crea un clima de paz y hasta de placer. Esas horas de oración parecen pérdida de tiempo, como a Judas le parecía pérdida, derroche, el perfume que derramó sobre los pies de Jesús. Quien no es amigo, no entiende de amores, solo del materialismo y de los intereses sórdidos de la vida, pues a “Judas, ladrón, le gustaba el dinero”, como dios de su corazón.


“¿ Por qué no se ha vendido este perfume por 300 denarios para dárselo a los pobres?” “Jesús dijo entonces: dejadla; ha guardado este perfume para el día de mi sepultura”. El gesto tiene un alcance pascual. María anticipa los cuidados tradicionales, de embalsamamiento, que no podrán darse a su cuerpo, porque cuando vayan a hacerlo, ya habrá resucitado. Esta unción es, pues, símbolo y anunciadora de su triunfo: la RESURRECCION

“Los pobres los tendréis siempre entre vosotros; a mí, no”. Su ausencia producirá un gran vacío físico, material. Nosotros seguimos teniendo dificultad para encontrarle en los signos de los sacramentos, en la oración, en la vida de cada día. Aparentemente está ausente, pero presente en los acontecimientos, en el pobre, en el marginado, en el pecador, en esas situaciones límite de nuestra vida. Ahí está.

Y si por amigo de verdad lo tenemos, hagamos locuras, como María, que ella tampoco veía claramente en Cristo al Hijo de Dios.
Enséñanos a encontrarte, Señor Jesús, como buen amigo en los acontecimientos y avatares de la vida. Enséñanos a encontrarte en la Comunidad de tu familia, de la nación, de la sociedad internacional, en la Iglesia, en la Eucaristía, cuando participo en su celebración, como cumbre de toda la vida de la Iglesia y de la Humanidad.Y que escuchemos muy quedamente en el corazón lo que él nos susurra: “Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer”

sábado, 4 de abril de 2009

DOMINGO DE RAMOS

EN LA PASION DEL SEÑOR
Hoy domingo de Ramos se abre solemnemente la Semana Santa, con el recuerdo de las Palmas y de la pasión, de la entrada de Jesús en Jerusalén y la liturgia de la palabra que evoca la Pasión del Señor en el Evangelio de San Marcos.

Vamos con el pensamiento a Jerusalén, subimos al Monte de los olivos para recalar en la capilla de Betfagé, que nos recuerda el gesto de Jesús, gesto profético, que entra como Rey pacífico, Mesías aclamado primero y condenado después, para cumplir en todo las profecías.
Por un momento la gente revivió la esperanza de tener ya consigo, de forma abierta y sin subterfugios aquel que venía en el nombre del Señor. Al menos así lo entendieron los más sencillos, los discípulos y gente que acompañó a Jesús, como un Rey.

San Marcos nos habla de la algarabía de la multitud, y de cómo esa gente iba alfombrando el camino con sus vestidos, manifestando la dignidad de Jesús como rey, y con grito de algarabía gritaban: "Bendito el que viene como Rey en nombre del Señor.

Paz en el cielo y gloria en lo alto". Palabras con una extraña evocación de las mismas que anunciaron el nacimiento del Señor en Belén a los más humildes.
Jerusalén, desde el siglo IV, en el esplendor de su vida litúrgica celebraba este momento con una procesión multitudinaria. Y la cosa gustó tanto a los peregrinos que occidente dejó plasmada en esta procesión de ramos una de las más bellas celebraciones de la Semana Santa.

Por otro lado, entramos en la Pasión y anticipamos la proclamación del misterio, con un gran contraste entre el camino triunfante del Cristo del Domingo de Ramos y el Viacrucis de los días santos.

Sin embargo, son las últimas palabras de Jesús en el madero la nueva semilla que debe empujar el remo evangelizador de la Iglesia en el mundo. "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".

Este es el evangelio, esta la nueva noticia, el contenido de la nueva evangelización. Desde una paradoja este mundo que parece tan autónomo, necesita que se le anuncie el misterio de la debilidad de nuestro Dios en la que se demuestra el culmen de su amor.
Como lo anunciaron los primeros cristianos con estas narraciones largas y detallistas de la pasión de Jesús.




Era el anuncio del amor de un Dios que baja con nosotros hasta el abismo de lo que no tiene sentido, del pecado y de la muerte, del absurdo grito de Jesús en su abandono y en su confianza extrema. Era un anuncio al mundo pagano tanto más realista cuanto con él se podía medir la fuerza de la Resurrección. La liturgia de las palmas anticipa en este domingo, el triunfo de la resurrección; mientras que la lectura de la Pasión nos invita a entrar conscientemente en la Semana Santa de la Pasión gloriosa y amorosa de Cristo el Señor.
Estos días de la Semana Santa nos llaman a la muerte con Cristo: a sacrificar nuestra vida por El y por lo que El nos dice en su Evangelio. No basta recoger palmas benditas este Domingo de Ramos, no basta visitar a Cristo expuesto solemnemente el Jueves Santo, no basta siquiera pensar en los sufrimientos de Cristo durante la ceremonia del Viernes Santo. Todo esto es necesario ... muy necesario. Pero todo esto debiera llevarnos a imitar a Cristo en esa cruz y en esa muerte que El nos pide para poder salvar nuestras vidas.
Y ¿qué es ese morir que Cristo nos pide? El lo determina muy bien cuando nos dice cómo hemos de seguirlo: “El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo” (Mc. 8, 34). Comprender qué significa negarse uno mismo es muy simple. Hacerlo es ya más difícil ... pero no imposible.
Negarse a uno mismo es sencillamente decirse “no” a lo que uno desea, a lo que uno cree que es lo mejor, a lo que uno cree que es lo más conveniente, a lo que uno cree que es necesario ... cuando eso que uno desea, que uno cree lo mejor, más conveniente y necesario no coincide con lo que Cristo nos dice, nos muestra y nos pide.
Y ¿por qué es difícil negarse a uno mismo? Es difícil, porque estamos acostumbrados a consentirnos a nosotros mismos, a decirnos que sí a todos nuestros deseos, antojos, supuestas necesidades, apegos, etc. Nos amamos mucho a nosotros mismos; por eso nos consentimos tanto.


El mundo nos vende la idea de complacer nuestro “yo”, con cosas lícitas o ilícitas, necesarias o innecesarias, buenas o malas. No importa. Lo importante es hacer lo que uno quiera. Y esto que está tan arraigado en nuestra forma de ser, va en contra de lo que Cristo hizo y nos pide con su ejemplo y su Palabra.


Y nosotros, si hemos de seguirlo, ¡cuánto no tenemos que rebajarnos en nuestro orgullo, en nuestro engreimiento, en nuestra vanidad, en ese creer que somos gran cosa! Pero ... ¡si dependemos de Dios hasta para cada latido de nuestro corazón! ...¿cómo, entonces, podemos creernos tan independientes de Dios que nos damos el lujo de contrariar su Ley, su Palabra y sus exigencias?
¿No estamos, acaso, como esa turba que pidió la cruz para el más inocente de los inocentes? Nos dice el Evangelio de hoy, que los sumos sacerdotes “incitaron a la gente” para pedir tremenda aberración: matar ¡nada menos! que al Hijo de Dios hecho Hombre, que pasó por esta vida humana nuestra haciendo sólo el bien.
¿No nos dejamos influir nosotros por lo que el mundo nos vende, por lo que la televisión nos dice? ¿No nos dejamos “incitar” -como aquella turba- para ponernos en contra de Dios, de su Ley, de su Amor y del amor que nosotros le debemos? Cabe preguntarnos siempre, pero muy especialmente en esta Semana Santa: ¿Realmente amamos a Dios? ¿Lo amamos sobre todas las cosas o más bien nos amamos a nosotros mismos?

viernes, 27 de marzo de 2009

¿Te has dado cuenta la riqueza que encierra el silencio?

¡Necesitamos Silencio! Sí necesitamos silencio en nuestras vidas para poder vivir a plenitud. Necesitamos silencio en nuestros corazones para contemplar las maravillas que nos rodean: la naturaleza con sus diferente tonalidades de verdes, los colores de las amapolas, de los lirios, de las rosas, las formas caprichosas de las rocas, la majestuosidad de las montañas, la humildad de las pequeñas colinas, la paz de los valles. La belleza de un atardecer, o de una noche de luna, o de un día soleado de campo se pierde porque nos falta silencio y soledad para contemplarlos. Se necesita silencio para meditar en esos gestos de amor que tiene mucha gente para con nosotros. Para saborear la ternura de una madre que ama a sus hijos. Para contemplar la comprensión de nuestro amigo que no nos falló en los momentos de crisis. Para contemplar esos actos misericordiosos y llenos de perdón que ha tenido la gente que nos ama.
Necesitamos silencio para ver la belleza escondida en el rostro sucio y travieso de un niño, en el candor e inocencia de un nene durmiendo, en la grandeza escondida de un pequeño que irá creciendo y se irá haciendo un hombre lentamente, y que ya tiene esa grandeza en potencia, en germen. Se necesita silencio para poder contemplar la grandeza de tantas vidas heroicas, que han brindado lo suyo para hacer de este mundo un mundo mejor y que han estado muy cercanos a nosotros brindando su pan, su consejo, su amor, su perdón, su comprensión.
Se necesita silencio para contemplar la paciencia que han tenido algunos con nosotros, para contemplar también el porqué oculto, pero dramático, que incluyen y mueven a algunos a realizar actos buenos y a otros a realizar actos ofensivos y dañinos. Se necesita silencio para ver en estos últimos, sus traumas, sus frustraciones, sus fracasos, las tinieblas que poco a poco envuelve sus vidas y que los lleva a eso. Se necesita silencio para perdonarlos y comprender su pobre situación. Se necesita silencio para admirar los gestos sencillos, pero cargados de amor que mucha gente en la vida realiza. Se necesita silencio para que el esposo escuche los latidos del corazón amoroso y tierno de su esposa, su fidelidad, su paciencia y viceversa. Por falta de silencio se ahogan oportunidades maravillosas de amar, porque el ruido nos impide pensar, el ruido nos impide reflexionar, el ruido nos impide en definitiva amar. Necesitamos silencio para contemplar la presencia de Dios que está en tí, que está en mí; la presencia del Señor que es nuestro eterno acompañante, nuestro más fiel amigo, el que siempre nos ama muy a pesar de nuestros pecados.
Necesitamos silencio para poder escuchar a Dios. El silencio es necesario para la contemplación de la Verdad. Leer la palabra de Señor y orar en silencio nos ayudará a saber quién es Dios para nosotros. Necesitamos silencio para escuchar la voz del que sufre, la voz del que padece, el lamento del que nos necesita. Hay mucho lamento de soledad, de miedo, de dolor, de hambre, y de vacío de Dios. Hay mucha gente que sufre y el ruido en que vivimos nos impide contemplar el sufrimiento y el dolor de tanta gente. Necesitamos silencio para escucharlos. Necesitamos silencio porque la lengua es un arma muy peligrosa, y fijémonos cómo usamos nuestra lengua. ¿Qué decimos?, ¿Cómo lo decimos?, ¿Qué transmitimos generalmente? Muchas veces transmitimos angustia, sospechas, miedos, intrigas, tensión. Y muchas veces no dejamos que los demás hagan su silencio. Con nuestro ruido robamos a los otros la paz que podrían tener. En el silencio, María, en una profunda oración recibió el anuncio del ángel, y en el silencio el Verbo se hizo carne. En el silencio de una noche estrellada, apartada de la ciudad nació Jesús. En el silencio del taller de Nazaret, Jesús trabajaba y meditaba en las cosas de su padre. En el silencio de las montañas y los lagos hablaba Jesús con su Padre Dios. En el silencio se han concebido las grandes obras artísticas, científicas y filosóficas. En el silencio muchos hombres se han hecho grandes, porque han podido pensar.

viernes, 20 de marzo de 2009

IV DOMINGO DE CUARESMA

Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su hijo único
Jn. 3,14-21
Entramos en este cuarto domingo de cuaresma en un capítulo fabuloso donde se nos presenta el diálogo entre Jesús y Nicodemo. Nicodemo es un personaje que yo encuentro simpático, atractivo pues por su posición y rango es importante en la comunidad: fariseo, que busca la santidad en el estricto cumplimiento de la Ley, además es un jefe, o sea, miembro del Sanedrín, consejo supremo de gobierno que cubre todos los aspectos de la vida: económico, social, cultural y religioso.
Este relato es exclusivo de Juan, nos dice que viene a encontrarse con Jesús cuando era de noche. Cabe preguntarnos si es noche real, o está él pasando por una noche espiritual. Tal vez y debido a su carácter inquisitivo, un tanto académico, pero también persona religiosa y fiel a Dios, puede ser que coincidan ambas. Según historiadores Maestros de la Ley en esos momentos del año discutían hasta muy altas horas de la noche aprovechando que venían a Jerusalén muchos sabios y expertos en la Ley al acercarse la Pascua y aprovechan para intercambiar opiniones.
Hay entre ambos maestros un intercambio de diálogo teológico pues hablan de Dios, señales milagrosas, del Reino de Dios, nacer de arriba, del agua y del Espíritu, diferencia entre nacimiento de la carne y del Espíritu, del viento que sopla donde quiere, del creyente, de testimonio. Jesús habla desde en un plano muy elevado comparado al nivel en el que se mueve Nicodemo. Jesús habla de “nacer de nuevo” y su interlocutor protesta: ¿Cómo renacerá el hombre ya viejo? ¿Quién volverá al seno de su madre?
El amor sin fisuras del Padre que manda a su Hijo para que los que creen, tengan vida eterna, una vida que no sólo dura para siempre, sino principalmente una vida plena, una vida de unión con el que nos ama, con el que nos salva, con el que es la luz y la verdad.
La serpiente de Moisés nos invita a mirar a la cruz y al crucificado y en ese momento saber distinguir el valor de las cruces que llevamos en nuestras vidas, las que salvan de las que simplemente adornan, o mortifican sin sentido, o dan muerte sin oportunidad de resurrección, o te hunden en el camino como en arenas movedizas sin ramas donde agarrarse, sin razones para la esperanza.
Volviendo al tema de cómo usamos este tiempo de Cuaresma, podríamos hacer un examen de conciencia, no necesariamente para confesarnos, sino para echar un vistazo a nuestra vida y ver si debemos hacer algún cambio, cambio radical. Me veo representado de alguna forma por Nicodemo. ¿Busco la fe o si ya tengo fe, la practico con los ojos y las puertas abiertas, o sigo haciéndolo “por la noche?” ¿Es mi lenguaje todo terrenal o soy capaz de elevarme para encontrarme con los de arriba? ¿Me encuentro entre los nacidos de la carne o del Espíritu? ¿Si el Padre mandó a su Hijo para la salvación de todos, por qué insisto en pasar sentencia en contra de todos los que no piensan como yo?

La parada de este domingo es clave. Es especialmente iluminadora porque va contra algunas de esas ideas preconcebidas sobre nuestra fe y nuestra relación con Dios. El Evangelio y la lectura de Efesios que leemos hoy nos lo dejan claro de entrada con palabras que deberíamos guardar siempre como el mejor de los tesoros: “Dios rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir en Cristo”. “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él”. Ese “tanto amó Dios al mundo...” nos habla de la profundidad, radicalidad, totalidad y rotundidad del amor de Dios. Es un amor sin límites. Es un amor que rompe la idea de que Dios haga morir a su Hijo para expiar los pecados de la humanidad.

jueves, 19 de marzo de 2009

LA FE TRANSFORMA NUESTRA SOCIEDAD

La Madre Teresa de Calcuta decía: "la fe es para vivirla pero da pena ver de qué abundante manera la tienen en su boca muchos cristianos, y con qué poca abundancia la ponen en sus obras", y es lógico, una fe sin obras es una fe muerta, nos lo dice el apóstol Santiago. El Santo Padre en muchas ocasiones nos ha pedido que oremos para que los cristianos maduremos en nuestra fe y para que expresemos esa fe en Jesucristo mediante opciones de vida claras, coherentes y valientes: “Sucedió en Rumania, en tiempos de persecución, estando reunidos un gran número de fieles católicos en un lugar para orar, de repente entraron un grupo de hombres fuertemente armados y amenazaron a todos diciéndoles: “ustedes son unos perros cristianos y los vamos a fusilar a todos pero, si alguno está dispuesto a renegar de Cristo, le dejamos salir en este momento”. Unos pocos entre los que estaban sentados se pusieron de pie y salieron, los demás no se movieron. Entonces aquellos hombres cerraron las puertas y les gritaron a los de afuera: “nosotros somos en verdad católicos, pero no queremos orar con personas que no están dispuestas a morir por su fe, así que les pedimos que no se vuelvan a parar más en este lugar” (P. Juan Rivas, Lideres y dirigentes, p.33). Aunque sea duro pero tenemos que reconocerlo que la gran mayoría de bautizados ya nos hemos acostumbramos a una vida cristiana mediocre: “Seleccionamos de Cristo, lo que nos agrada o nos conviene pero rechazamos lo demás” (Manual de la Legión de María, IX, 3). Es erróneo que “queramos hacer un cristianismo a nuestro gusto. No queramos domesticar el Evangelio, sino que nosotros domestiquémonos al Evangelio y tratemos de seguir al Cristo auténtico, si de veras queremos ser salvos” (Mons. Romero). Quien ha madurado en su fe lo demuestra, como ha dicho el Papa, mediante opciones claras de vida, coherentes y valientes. Pero esto no es lo que está sucediendo hoy en día con la mayoría de bautizados, son muchos los que por todos lados llevan vida de camaleones, es decir que, adoptan el color que más les conviene en cada situación de su vida, viven como diría San Pablo “buscando sus propios intereses y no los de Cristo Jesús” (Fil 2,21). Y otros aún diciendo que creen en Jesucristo viven “como enemigos de la cruz de Cristo” (Fil 3,1. Nos dice la Iglesia “Todos los fieles cristianos, doquiera que vivan, están obligados a manifestar, con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra, al hombre nuevo de que por el Bautismo se revistieron, y la virtud del Espíritu Santo, por quien han sido fortalecidos mediante la Confirmación; de tal modo que todos los demás, al contemplar sus buenas obras, glorifiquen al Padre y perciban en su plenitud el sentido auténtico de la vida y el vínculo universal de la unión de los hombres” (Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, n 11). Vivir la fe de manera auténtica es una cuestión de conciencia, un reto que cada una y cada uno decide si aceptar o rechazar. Usted es libre de vivir, si quiere, un cristianismo nada más de nombre, sin complicarse la vida, sin preocuparse por nada ni por nadie. Sólo que sepa algo: esa actitud no es propia de un buen cristiano, sino de una cristiana, de un cristiano a medias ¿quiere usted ser de ellos? Es su decisión.

viernes, 13 de marzo de 2009

III DOMINGO DE CUARESMA

RESPETEMOS LA CASA DE DIOS
Juan 2,13-25
Iniciamos el tercer domingo de cuaresma y este es uno de los pocos pasajes evangélicos en los cuales aparece Jesús enojando y fastidiado por la actitud de tantos que abusan de la confianza otorgada por los administradores del templo, su cólera estalla, al ver la casa de su padre invadida por vendedores de animales para el sacrificio y por los cambistas de dinero para el pago de impuestos del templo. Nos dice el evangelio que hizo un azote de cordeles y expulso a los primeros con sus mercancías y volcó las mesas y desparramo por el suelo el dinero de los cambistas, y es que es lógico, no había lugar para el comercio, para el intercambio de monedas, donde habitaba la presencia y la gloria de Dios; debía respetarse aquel templo como lugar de encuentro con el Dios en el que creían los judíos.
Es duro decir esto, pero en muchas ocasiones los seres humanos no somos capaces de ubicarnos, y de guardar el debido respeto a lo que es sagrado, mesclamos en muchas ocasiones lo sagrado con lo profano, debemos de aprender a ubicar cada cosa en su lugar, y el respeto por la casa de Dios debe de ser fundamental, en mas de alguna ocasión nosotros también actuamos de la misma forma que estos cambistas en el templo, irrespetamos la presencia de Dios en el templo, con nuestra forma de vestirnos, con nuestro vocabulario, y en fin porque no decirlo, convirtiéndola en mercado también, para los vendedores del templo fue incomprensible y hasta ofensiva la corrección del maestro, creían que hacían lo correcto, se sentían dueños de lo que no les pertenecía; si Jesús hace dichas correcciones con dureza a estos, porque no puede hacerlas con nosotros.
Y me parece interesante que al tirar por el suelo todas aquellas mesas, la gente se extrañaba y se preguntaba quién era Él para hacer todo eso, al preguntarle por la autoridad por la que obraba así, Jesús les anuncia que destruiría el templo, pero el de su Cuerpo; ya, en ocasiones anteriores había manifestado a sus discípulos que el Hijo del hombre subiría a Jerusalén, sería condenado por los sumos sacerdotes y escribas y resucitaría al tercer día. Aquí y ahora se lo vuelve a decir a todos los que le escuchan. Pero no fueron capaces de comprenderlo; se quedaron con la literalidad de sus palabras y previeron la caída de un templo que fue construido con mucho sacrificio para el pueblo judío. Jesús traspasaba las fronteras y proclamaba la necesidad de su muerte y resurrección.Resulta curioso observar cómo los discípulos sólo entendieron esto tras su resurrección, y releyeron su vida a la luz de su exaltación por el Padre. Y es que el acontecimiento glorioso de la Pascua ilumina el corazón de aquellos creyentes y también el de los cristianos de hoy en día. La resurrección ilumina el entendimiento y hace comprender lo hermoso de seguir a un Dios que se ha querido hacer uno de nosotros para elevarnos a la categoría de hijos suyos en adopción. Jesús conocía el interior de sus corazones y sabía de qué clase estamos hechos: dudas, temores, miedos, desconfianza… A pesar de todo esto, nada le impidió continuar el anuncio de su Evangelio, de su Buena Noticia; nada se opuso para subir al madero de la cruz y entregar su vida por todos nosotros

jueves, 12 de marzo de 2009

LAS CELULAS MADRE SON PROYECCION DE DIOS

En esta semana como es sabido, el presidente Obama, firmo un decreto donde permite que los científicos puedan hacer sus experimentos con células madre, y hacerlo significa matar a muchos embriones con fines simplemente experimentales, porque son niños que tienen alma y vida como la tiene cualquier otro ser humano, la escusa para mi ver es torpe, según ellos para descubrir la cura para otras enfermedades como lo son párkinson, alzhéimer, diabetes entre otras, - no estoy diciendo que buscar la cura para estas letales enfermedades sea malo, porque todos estamos propensos a padecer una de ellas,- pero no estoy de acuerdo que se violen los derechos de los no nacidos para hacerlo, ya que hay otras alternativas para buscar estas células que según los científicos son tan eficaces para buscar la cura de las enfermedades antes mencionadas. Hay dos tipos de células madre, las embrionarias (de niños que se están comenzando a formar) y las de adulto, que son las que todos los adultos tenemos normalmente en nuestro cuerpo. Las células madre embrionarias se obtienen del embrión en las primeras fases de desarrollo, y para conseguirlas es necesario matar al embrión, y no estoy hablando de uno solo, hablo de miles que morirán, lo irónico de la ciencia es que muchos científicos han comprobado que estas células no han dado resultados positivos, y su utilización ha causado una facilidad de tumores en los pacientes a las cuales se les aplican, entonces mi pregunta es, si causa estos resultados, porque empecinarse en seguirlo haciendo y cuartando más vidas a estos indefensos niños. Mientras que las células madre de los adultos, son idénticas según los científicos a las antes mencionadas, y causan mejores efectos y no es necesario destruir una vida, estas se encuentran alojadas en varias partes del cuerpo, como la medula ósea, el cordón umbilical, de la sangre del tejido adiposo, etc. su uso no produce ni tumores, ni rechazo, ni plantea problemas éticos, porque no se atenta contra la vida. Un periodista de CNN me hizo una pregunta esta semana, me dijo, padre entonces la iglesia se opone a los avances científicos, mi respuestas fue clara, la iglesia nunca se ha opuesto a los avances científicos en ningún momento, lejos de eso apoya todos los avances que estén encaminados al desarrollo de la ciencia y el desarrollo del ser humano, a lo que la iglesia se opone es a que los científicos hagan mal uso de la ciencia y violen los términos éticos y morales, y experimentar con humanos (embriones) es atentar contra los términos éticos, porque se está violando la dignidad del ser humano, por tanto la iglesia católica no se opone a los avances científicos sino a todo lo que va en contra de la moral, por ende, lo que el presidente de este país a hecho, es dictar una muerte clara a muchos niños indefensos para que muchos científicos hagan lo que se les dé la gana, sin temor a que se les diga nada, y encima de ello es el gobierno quien les apadrina estas inmoralidades y porque no decirlo asesinatos. Mi pregunta es: Quienes somos los seres humanos para escoger la vida de un niño, quienes somos nosotros para decir que son solo un puñado de células y que no tienen derecho a vivir. Es posible que usted se pregunte: pero ¿y yo que puedo hacer ante todo esto? Primero, orar como nos lo pide la Iglesia este mes; segundo, hacer el esfuerzo de conocer mejor las enseñanzas de la Iglesia sobre el valor de la vida. Les invito a que hagamos conciencia en este tema, a respetar y defender la vida en general, y en especial la vida de los no natos, tengamos presente que el aborto es un asesinato como cualquier otro. Oh Jesús enséñanos a respetar el don de la vida.

viernes, 6 de marzo de 2009

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

Jesus sube con nosotros nuestras montañas
Mc. 9,2-10

La escena del Evangelio de este domingo transcurre en lo alto de una montaña. Jesús se transfigura ante Pedro, Santiago y Juan. Jesús se llevó a los tres y subió con ellos solos “a una montaña alta”. Subir una montaña es un ejercicio fuerte.
Físicamente nos puede dejar extenuados, es un verdadero esfuerzo en el que la persona da todo lo que tiene. Incluso más de lo que ella misma piensa que tiene. De hecho, cuando se vive esa experiencia de agotamiento, aunque parezca increíble, se sigue caminando, se sigue adelante. Y se termina llegando a lo alto. Agotados, sin fuerzas, sin aliento, la persona se detiene por vez primera sabiendo que no hay más subida, que se ha terminado. Entonces, se contempla por primera vez la montaña, el paisaje, la altura. Todo se ve de otra manera. Es como si la subida hubiese supuesto una auténtica purificación. Por el camino se ha ido dejando todo lo que nos hacía difícil la subida. Desde lo alto se puede contemplar lo que desde abajo no se ve.
Es posible que muchos sintamos no haber tenido una experiencia de transfiguración como la de los apóstoles. Pero también es verdad que a muchos se nos ha olvidado que seguir a Jesús tiene mucho de subir a una montaña, que ser cristiano es un camino de exigencia, de entrega, de negación de uno mismo, para lanzarse a tope a la construcción del Reino aquí y ahora. Se nos ha olvidado que hay momentos muy duros en los que seguir amando y servir a los demás es una experiencia muy dura y difícil. Pero precisamente ahí es donde se demuestra la fuerza de la fe.
Cuaresma es tiempo de ponernos serios con nuestra vida cristiana. Hay que mirar de frente al camino, reconocer que es cuesta arriba y ser conscientes del esfuerzo que vamos a tener que hacer si queremos llegar a la meta. Vale la pena. Desde arriba, al final del camino, comprenderemos el sentido de muchas situaciones y encuentros a los que hoy no se lo vemos. Arriba veremos a Jesús transfigurado, resucitado. Y miraremos alrededor y veremos la belleza de la creación transfigurada en Reino. Entenderemos y sentiremos lo que hasta entonces habrá sido en muchos momentos apenas una esforzada y agónica afirmación de fe: “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” Nos reiremos de nuestros miedos y nuestras dudas. Y sonreiremos llenos de alegría. Pero ahora estamos en el camino. Es tiempo de darlo todo. De dar la vida y de entregar lo que nos resulta más querido. El ejemplo de Abrahán, que se entrega a sí mismo en la entrega simbólica de su hijo, nos tiene que animar a seguir adelante. Aunque estemos tan cansados que no tengamos fuerza para levantar la vista.
Ser cristiano es vivir la entrega del amor, construir fraternidad allí donde reina el odio, el desencuentro, el egoísmo y tantas otras formas de muerte. Seguir a Jesús es servir a la vida y así construir el Reino de Vida para todos. Ser cristiano es avanzar cuesta arriba, es servicio, entrega y sacrificio, es lucha contra las fuerzas del mal y la muerte. A veces, en el camino se pierde el resuello, no se ve el sentido de lo que hacemos, pero creemos, estamos convencidos de que vale la pena. Todo por el Reino, por la Vida de todos y para todos

EL CAMINO CUARESMAL

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.La Cuaresma dura 40 días, comienza el miércoles de Ceniza y termina el Jueves Santo. También cabe decir que la liturgia considera el Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de resurrección, toda una celebridad junta llamada "Triduo Pascual".
Inicialmente, la Cuaresma iba desde el Primer Domingo de Cuaresma al Jueves Santo, pero a raíz de una reforma litúrgica, se descontaron los domingos por considerarlos pascuales y no penitenciales. Para "cuadrar", se añadió a la cuaresma los días que van del Miércoles de Ceniza hasta el Primer Domingo de Cuaresma. De esta manera salen los 40 días. Actualmente, y lo repito de nuevo, la Cuaresma va desde el Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo
A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios. El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo.
El pecado nos aleja de Dios, rompe nuestra relación con Él, por eso debemos luchar contra él pecado y esto sólo se logra a través de la conversión interna de mente y corazón.
Un cambio en nuestra vida. Un cambio en nuestra conducta y comportamiento, buscando el arrepentimiento por nuestras faltas y volviendo a Dios que es la verdadera razón de nuestro existir.
La Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos.

domingo, 1 de marzo de 2009

I DOMINGO DE CUARESMA

Apártate de mi Satanás… (Mc. 1,12-15)
Hace cuatro días dimos comienzo a la Santa Cuaresma, tiempo fuerte en la vida de la Iglesia y también en nuestra vida individual. La Cuaresma, ese tiempo de preparación y purificación para celebrar dignamente la Pascua, y también, claro estar, para ir mejorando en nuestra relación con Dios. La experiencia del desierto es algo que no es fácil contar y apreciar si no la has vivido en carne propia. En la mística es considerada siempre de lucha espiritual, de grandes tentaciones y desolaciones del espíritu, de prueba de fidelidad a Dios, de caídas y abandonos, y cómo no, de grandes triunfos, ya que aunque es el lugar de Satanás, los ángeles y el mismo Dio/s nunca están lejos. Jesús en el bautismo es proclamado Hijo de Dios Padre, es proclamado el Amado del Padre, es anunciado como el Elegido del Padre, todo lo cual tiene que ver con su divinidad, pero no podemos olvidar, ni el mismo Jesús olvida que Él es hombre y por eso va al desierto a confrontar ambos aspectos. Dios se ha encarnado en la historia de la humanidad, y esa historia ha estado plagada de confrontaciones entre el bien y el mal. Jesús entra en el desierto con toda su humanidad que es puesta a prueba, y que los otros evangelios nos recuerdan con más precisión la clase de tentaciones que sufrió.
Por esos relatos vemos a Cristo que es tentado con algo tan atractivo como son la riqueza, la fama y el poder. En estos días de crisis económica se sueña con frecuencia la importancia del tener, especialmente cuando hay la posibilidad de perder el trabajo, la casa y los ahorros. Por eso una promesa de riqueza nos haría sonreír. La fama nos podría abrir muchas puertas que podrían llevarnos al poder.
A Jesús se le ofrecen todas esas posibilidades al comienzo de su vida pública y, sin embargo, vence todos esos posibles deseos de cualquier humano y vence recurriendo a Dios, al Dios que le envió, al Dios que le amó, al Dios que es su Padre.
A la salida del desierto, fortalecido por haberse enfrentado al maligno con espíritu victorioso, comienza su predicación extraordinaria, pues es el anuncio de la Buena Nueva. ¿Cuál es la Buena Nueva? Que un Reino, el Reino de Dios ha llegado. De hecho, Jesús mismo es la Buena Nueva y por eso la conversión que predica, el cambio radical que propone no es sólo la aceptación de lo que predica, sino también y principalmente de su persona. La salvación no la vamos a encontrar en una teología o filosofía, sino en la persona de Cristo, en nuestra adhesión a Él.
Por eso es importante recordar que no preguntamos tanto qué predicas o enseñas, sino más bien ¿dónde vives? Y que antes de embarcarnos en la misión del anuncio, hemos de pasar tiempo al lado del Señor: “Llamó a los que Él quiso, para que estuvieran con Él , y después ser enviados con poder sobre los demonios.
El desierto es el gimnasio espiritual que nos puede ir fortaleciendo interiormente. El domingo pasado veíamos cómo cuatro amigos hicieron un hueco en el techo para llevar a su amigo hasta la presencia de Jesús. Había muchos obstáculos, pero todos removidos, nadie les iba a impedir que llevaran a su amigo hasta los pies de Jesús.Esta cuaresma podríamos utilizarla para ir removiendo de nosotros todos esos obstáculos que impiden nuestro descubrimiento del Jesús revelado, nuestro acercamiento a su Buena Nueva, y nuestro encuentro personal con Él mismo. El desierto es el gimnasio espiritual que nos puede ir fortaleciendo interiormente.

REFLEXION CUARESMAL

Importancia de Ayunar en Cuaresma
El ayuno se ha convertido en una práctica ambigua. En la antigüedad no se conocía más que el ayuno religioso; hoy existe el ayuno político y social (¡huelgas de hambre!), un ayuno saludable o ideológico (vegetarianos), un ayuno patológico (anorexia), un ayuno estético (para mantener la línea). Existe sobre todo un ayuno impuesto por la necesidad: el de los millones de seres humanos que carecen de lo mínimo indispensable y mueren de hambre. Es importante por ello intentar descubrir la genuina enseñanza bíblica sobre el ayuno.

En la Biblia encontramos, respecto al ayuno, la actitud del «sí, pero», de la aprobación y de la reserva crítica. El ayuno, por sí, es algo bueno y recomendable; traduce algunas actitudes religiosas fundamentales: reverencia ante Dios, reconocimiento de los propios pecados, resistencia a los deseos de la carne, solicitud y solidaridad hacia los pobres... Como todas las cosas humanas, sin embargo, puede decaer en «presunción de la carne». Basta con pensar en la palabra del fariseo en el templo: «Ayuno dos veces por semana» (Lucas, 18, 12).

Si Jesús nos hablara a los discípulos de hoy, ¿sobre qué insistiría más? ¿Sobre el «sí» o sobre el «pero»? Somos muy sensibles actualmente a las razones del «pero» y de la reserva crítica. Advertimos como más importante la necesidad de «partir el pan con el hambriento y vestir al desnudo»; tenemos justamente vergüenza de llamar al nuestro un «ayuno», cuando lo que sería para nosotros el colmo de la austeridad –estar a pan y agua- para millones de personas sería ya un lujo extraordinario, sobre todo si se trata de pan fresco y agua limpia.
Lo que debemos descubrir son en cambio las razones del «sí». La pegunta del Evangelio podría resonar, en nuestros días, de otra manera: «¿por qué los discípulos de Buda y de Mahoma ayunan y tus discípulos no ayunan?» (es archisabido con cuánta seriedad los musulmanes observan su Ramadán).

Vivimos en una cultura dominada por el materialismo y por un consumismo a ultranza. El ayuno nos ayuda a no dejarnos reducir a puros «consumidores»; nos ayuda a adquirir el precioso «fruto del Espíritu», que es «el dominio de sí», nos predispone al encuentro con Dios que es espíritu, y nos hace más atentos a las necesidades de los pobres.
Pero no debemos olvidar que existen formas alternativas al ayuno y a la abstinencia de alimentos. Podemos practicar el ayuno del tabaco, del alcohol y bebidas de alta graduación (que no sólo al alma: también beneficia al cuerpo), un ayuno de las imágenes violentas y sexuales que televisión, espectáculos, revistas e Internet nos echan encima a diario. Igualmente esta especie de «demonios» modernos no se vencen más que «con el ayuno y la oración».

lunes, 23 de febrero de 2009

MIERCOLES DE CENIZA

Inicio del camino cuaresmal
Con la imposición de las cenizas, se inicia una estación espiritual particularmente relevante para todo cristiano que quiera prepararse dignamente para la vivir el Misterio Pascual, es decir, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús.
Este tiempo vigoroso del Año Litúrgico se caracteriza por el mensaje bíblico que puede ser resumido en una sola palabra: "metanoeiete", es decir "Convertíos". Este imperativo es propuesto a la mente de los fieles mediante el rito austero de la imposición de ceniza, el cual, con las palabras "Convertíos y creed en el Evangelio" y con la expresión "Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás", invita a todos a reflexionar acerca del deber de la conversión, recordando la inexorable caducidad y efímera fragilidad de la vida humana, sujeta a la muerte.
La sugestiva ceremonia de la ceniza eleva nuestras mentes a la realidad eterna que no pasa jamás, a Dios; principio y fin, alfa y omega de nuestra existencia. La conversión no es, en efecto, sino un volver a Dios, valorando las realidades terrenales bajo la luz indefectible de su verdad. Una valoración que implica una conciencia cada vez más diáfana del hecho de que estamos de paso en este fatigoso itinerario sobre la tierra, y que nos impulsa y estimula a trabajar hasta el final, a fin de que el Reino de Dios se instaure dentro de nosotros y triunfe su justicia.
Sinónimo de "conversión" es así mismo la palabra "penitencia"... Penitencia como cambio de mentalidad. Penitencia como expresión de libre y positivo esfuerzo en el seguimiento de Cristo.
En la Iglesia primitiva, variaba la duración de la Cuaresma, pero eventualmente comenzaba seis semanas (42 días) antes de la Pascua. Esto sólo daba por resultado 36 días de ayuno (ya que se excluyen los domingos). En el siglo VII se agregaron cuatro días antes del primer domingo de Cuaresma estableciendo los cuarenta días de ayuno, para imitar el ayuno de Cristo en el desierto.

Era práctica común en Roma que los penitentes comenzaran su penitencia pública el primer día de Cuaresma. Ellos eran salpicados de cenizas, vestidos en sayal y obligados a mantenerse lejos hasta que se reconciliaran con la Iglesia el Jueves Santo o el Jueves antes de la Pascua. Cuando estas prácticas cayeron en desuso (del siglo VIII al X), el inicio de la temporada penitencial de la Cuaresma fué simbolizada colocando ceniza en las cabezas de toda la congregación.
Hoy en día en la Iglesia, el Miércoles de Ceniza, el cristiano recibe una cruz en la frente con las cenizas obtenidas al quemar las palmas usadas en el Domingo de Ramos previo. Esta tradición de la Iglesia ha quedado como un simple servicio en algunas Iglesias protestantes como la anglicana y la luterana. La Iglesia Ortodoxa comienza la cuaresma desde el lunes anterior y no celebra el Miércoles de Ceniza.

Significado simbólico de la Ceniza
La ceniza, del latín "cinis", es producto de la combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27. El Miércoles de Ceniza, el anterior al primer domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor diciendo que es le que sigue al carnaval), realizamos el gesto simbólico de la imposición de ceniza en la frente (fruto de la cremación de las palmas del año pasado). Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de Cristo.
Mientras el ministro impone la ceniza dice estas dos expresiones, alternativamente: "Arrepiéntete y cree en el Evangelio" (Cf Mc1,15) y "Acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver" (Cf Gén 3,19): un signo y unas palabras que expresan muy bien nuestra caducidad, nuestra conversión y aceptación del Evangelio, o sea, la novedad de vida que Cristo cada año quiere comunicarnos en la Pascua.

viernes, 20 de febrero de 2009

VII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

(Mc. 2, 1-12)
TUS PECADOS TE SON PERDONADOS...
La liturgia de este domingo está centrada en la esperanza, virtud que nos debe de motivar a continuar cada semana luchando por ser mejores hombres y mujeres y así ser mejores ciudadanos. El profeta Isaías, en las primeras líneas a tener esperanza en un futuro mejor, justificado por lo realizado en la liberación de Israel, el profeta invita al pueblo a vivir el hoy, a realizar el hoy en los milagros y acciones que Dios está haciendo actualmente, quizás el pueblo vivía estancado en el pasado y eso le impedía ver más claro la obra actual que el señor estaba haciendo. Ante este elemento, el profeta también le recrimina el pecado al pueblo, hasta cierto punto, le recrimina la injusticia que el pueblo comete al no reconocer la obra de Dios en todas sus acciones, y olvidarse que todo cuanto tenían, provenía de su obra y misericordia, el pueblo – dirá el profeta – se había olvidado completamente de Dios, sin embargo Dios por amor toma siempre la iniciativa de volvernos al camino, de volvernos a resucitar en su amor profundo, de él es la iniciativa de levantarnos la esperanza y hacernos herederos de su amor. Me pongo a pensar que los seres humanos no hemos cambiado mucho, en comparación del pueblo de Israel, seguimos siendo desagradecidos a su amor infinito. Al final Dios se reconoce como el único actor en la salvación de sus hijos, al limpiar el mal que hemos obrado. Como siempre es nuestro padre o madre, quien limpia los desordenes que los hijos hacemos y lo hace con dolor pero con mucho amor, no hay mucha diferencia en nuestros padres y Dios, y es lógico ellos son sus representantes para nosotros.
La segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios nos motiva a tener confianza en la solidez del mensaje de salvación, quien en Jesús se convierte en roca firme sobre la cual podemos colocar nuestra esperanza. Solo en El, tenemos que tener puesto todo nuestro todo, porque él es la solución más clara e inmediata a los errores en nuestra vida y a que nuestra vida tenga sentido. De Jesús siempre recibiremos un SI, dice Pablo, de él siempre recibiremos una respuesta positiva y sin esperar nada a cambio. El papa Benedicto nos dijo a los jóvenes en Australia, “Digan si a Cristo, el todo lo da, y no quita nada, ni pone un precio a su sí, estén convencidos que solo en él, y con el construirán su vida y su futuro” Digamos si, a este gran proyecto manifestado por Dios en el amor que Jesús nos transmite continuamente.
El evangelio que hemos leído hoy no deja de impresionarnos. Unos hombres desean ayudar a un amigo y para ello deben conducirlo hasta Jesús. En su camino tropiezan con una dificultad, encarnada en otros hombres. Nos dice que acudieron tantos hombres que en la puerta no quedaba lugar para poder entrar, muchos de estos hombres y mujeres quizás habían venido solo para curiosear lo que el maestro hacia, otros estaban ahí porque quizás no tenía nada que hacer, pero según algunos pensadores, estaban ahí por estar no porque les interesara encontrarse con él, o aceptar el evangelio en sus vidas, es una difícil situación, porque quizá otros querían verlo de cerca pero ellos se lo impedía, en otras palabras podemos decir son personas que “ No hacen ni dejan que otros hagan, no trabajan y dejan que otros trabajen” Estas personas no aprovechaban todo lo que Jesús les ofrece y al mismo tiempo obstaculizan a que otros se encuentren con él. Ojala que en nuestra comunidad no haya de estas personas, no dejan que los otros construyan
En la escena de este pasaje, aparecen cuatro hombres cargando un paralitico, que por lo que se ve, no les dejan pasar, no les dejan usar la puerta, aquellos hombres estaban ansiosos por ver a Jesús, para que curara a su amigo; me llama la atención que no actúan con violencia abriéndose paso entre la multitud, o gritándoles para que se apartaran, simple y sencillamente, buscan con inteligencia un lugar como introducir al enfermo. El hombre virtuoso, nunca hace uso de la fuerza para obrar el bien, busca los medios indicados para solucionar cualquier cuestión que se le presente, ellos buscan el techo, para introducirlo.
Quizás para nosotros sea algo raro, introducir a un enfermo por el techo de una casa, pero el hecho que aquí se menciona, es muy simple, cuando se quiere ayudar a alguien no hay obstáculos para hacerlo, hay que sobrepasar cualquier obstáculo. Estos hombres llevan a su amigo ante Jesús, en la época actual hay muchos y tantos hombres y mujeres paralíticos que desean que les ayudemos a saltar las barreras existentes para poder superar su parálisis y encontrarse con el maestro, y somos los cristianos del tercer milenio los que nos corresponde hacerlo, abrir un espacio en donde sea y presentarlos a Jesús.
En Jesús la palabra se hace realidad, vida tangible y palpable. El relato de hoy nos hace pensar en una característica del mundo judío de los tiempos de Jesús. Se pensaba entonces que la enfermedad tenía una relación inmediata con el pecado de la persona. Como causa y efecto. Si la persona estaba enferma era la natural consecuencia de su pecado.
Así es más fácil entender la forma de actuar de Jesús. Primero perdona los pecados al paralítico. "Child, your sins are forgiven." Al maestro le interesa primero el interior de aquel hombre, le interesa su paz interior, le interesa la reconciliación con él y con su Padre, antes de lo físico lo espiritual, Los seres humanos pensamos diferente, primero lo estético, lo físico, y luego interior, nos parece más sensato lo visible, sentirnos bien físicamente que estar en paz con nosotros mismos y con Dios, paz que no da nunca el mundo físico, sino solo Dios, una paz que nos hace romper cualquier barrera, una paz que nos concede una felicidad plena y sin límites, una felicidad que todo mundo busca en la actualidad y que nunca encuentran, porque la buscan demasiado lejos.
Pero ante la oposición de los que ponen en duda su capacidad para hacerlo, cura también al paralítico físicamente, - me gusta mucho la actitud de Jesús ante los que se oponen a su mensaje y lo critican, no les tiene miedo, porque gente que se oponga a lo que nosotros queramos hacer siempre existirá. Démonos cuenta cuanta gente, incluso amigos se opones muchas obras buenas que queremos hacer, cuantos no hace ni permiten hacer, por miedo quizás, envidia o simple y sencillamente porque no fue su propia idea, nunca le tengamos miedo a lo que los otros digan, escuchémosles pero no les tengamos miedo, Jesús escucha sus palabras y les demuestra su error porque su palabra se hace vida, tienen consecuencias reales. No se queda en un mero sonido sin consecuencias. Jesús perdona los pecados y, al hacerlo, abre un nuevo futuro para la persona. Puede tomar su camilla y echarse a andar.
Hay que suponer que los escribas que ponen en duda la capacidad de Jesús para perdonar los pecados están incluidos en el “todos” del final del relato evangélico que “se quedaron atónitos y daban gloria a Dios”. Su sorpresa consiste en descubrir que la palabra de Jesús es viva y eficaz, que perdona los pecados y cura la enfermedad, que la persona puede volver a andar por sí misma.
Jesús ha abierto un futuro nuevo a esa persona. El que estaba acostado y eran otros los que le llevaban y traían, ahora es capaz de tomar la camilla y decidir por sí mismo su propio rumbo. ¡Realmente Jesús ha realizado algo nuevo! En Jesús comienza esa nueva vida que se anuncia en la primera lectura. Esa nueva vida se hace posible porque Dios borra nuestros crímenes y se olvida de nuestros pecados, porque Dios abre caminos en el desierto y ríos en el yermo.
Ser positivos y optimistas, personas de esperanza, forma parte del bagaje personal de todo creyente. Los discípulos de Jesús somos gentes del “sí”, afirmamos la vida, levantamos a los caídos y los invitamos a tomar sus camillas y echarse a andar. Porque creemos en un Dios que nos reconcilia, que sana nuestras heridas internas y nos llama a tomar nuestros propios caminos.
Donde nosotros, con nuestra miopía, no vemos más que un desierto, Dios abre caminos para construir la fraternidad, para modelar unas relaciones humanas más justas y más fraternas. Pero ése ya es trabajo y responsabilidad nuestra. Es cuestión de abrir los ojos y los oídos y acoger su Palabra de Vida. Y hacer que nuestra palabra sea también palabra de vida y esperanza para los que nos rodean.

viernes, 13 de febrero de 2009

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

El evangelio que hemos leído hoy es un evangelio de la misericordia, vemos a Jesús que se interesa por el dolor de los que necesitan de su amor y misericordia. Es un evangelio conmovedor, la razón era simple, en los tiempos del maestro, a las personas que estaban enfermas de lepra se les consideraba, personas sin derechos, y eran considerados malditos en la sociedad, porque según sus creencias, habían cometido grandes faltas contra Dios y Dios les había castigado, y la condena a parte de la enfermedad, era la expulsión de donde vivían a las montañas y montes donde morían, a veces de hambre y a veces por la misma enfermedad. Los sacerdotes tenían la función de examinar las llagas del enfermo, y en caso de diagnosticarlas efectivamente como síntomas de la presencia de lepra, la persona era declarada impura, con lo que resultaba condenada a salir de la población, a comenzar a vivir en soledad, a malvivir indignamente, gritando por los caminos «¡impuro, impuro!» para evitar encontrarse con personas sanas a las que poder contagiar. En realidad, todo el sistema normativo religioso generaba una permanente exclusión de las personas por motivos de sexo, salud, condición social, edad, religión, nacionalidad.
Los leprosos no podían vivir con la comunidad, y lo hemos escuchado muy claramente en la primera lectura de hoy, tenía que gritar siempre impuro, impuro, para que todos se quitaran y no les vieran.

El leproso que hemos visto hoy en el evangelio, se acerca a Jesús con humildad, y le suplica lo que nadie se atrevería a hacer, por miedo a quebrantar la ley, se acerca y le dice una frase humilde y conmovedora: "If you wish, you can make me clean." esa frase en los labios de este hombre tienen gran significado, suplica amor, misericordia, respeto, y aceptación a los designios de Jesús, reconoce que tiene una enfermedad y que necesita curación. Comparando este hombre con el hombre actual, a nosotros nos cuesta aceptar nuestras enfermedades, tanto físicas como espirituales, nos cuesta creer que podamos ser portadores de una enfermedad, nos deprime, nos trauma, y en muchos casos nos entristece. Decía un escritor, que nuestra sociedad se ha acostumbrado al mal y al pecado, y ha decidido que es normal que el pecado se cometa, es normal vivir en una sociedad sin Dios, alejada de los valores morales y espirituales, al hombre moderno se ha habituado a ser esclavo del pecado y por esa razón no le interesa acercarse al maestro, aunque inconscientemente pide a gritos la misericordia de Dios, pero no sabe o no quiere interesarse por buscarla, vive agonizando por el peso de su pecado decía Juan Pablo II.

En la sociedad actual no se trata sólo de la enfermedad. Hay otras “condiciones” sociales de la persona que la condenan a una situación de marginación, que le impiden desarrollarse como hijo o hija de Dios, que le condenan a la exclusión, a “tener su morada fuera de nuestro campamento”. Este mundo sigue, desgraciadamente, sin ser la casa de todos. Se sigue discriminando a las personas por razón de su sexo o tendencia sexual, de su nacionalidad, de su raza, de su cultura, de su edad, de su origen social o de su color de piel o por la lengua que este habla... Y podríamos seguir porque una de las cosas que nos gusta más a las personas es poner barreras, marcar límites, señalar fronteras y decir “aquí estamos los buenos, los de más allá son los malos, los que no tienen derechos, los que no son como nosotros”. Y marginamos y dejamos fuera. Llevados de los prejuicios contra lo que es diferente.
En el Evangelio de hoy se nos relata la curación milagrosa de un leproso. Podemos leerlo como un milagro más de Jesús. Pero el relato de este domingo nos dice algo más. Porque el leproso no es un enfermo más. El leproso que se acerca a Jesús es un marginado, es un expulsado de la sociedad. Tanto como lo puede ser hoy un drogadicto, o una persona que tiene SIDA u otra enfermedad contagiosa.
Sin embargo ante este acontecimiento, Jesús hace lo que nadie en aquel tiempo hubiera hecho, “Toca” al leproso, no dice como el evangelio, quizás lo levanto de la mano, quizás lo abrazo, quizás le toco su cara viéndole a los ojos, y le dice una frase que nos repite a todos en cada momento de nuestra vida cuando más lo necesitamos, "I do will it. Be made clean." Cuando Jesús se acerca a cada uno de nosotros sucede algo semejante, nos limpia, nos devuelve la dignidad perdida por el pecado y nos hace volver a ser sus amigos entrañables nuevamente, es Dios que toca al pecador empedernido, Dios que nos levanta del polvo que nos asfixia y nos entristece.

En ese momento Jesús deja la sociedad “buena” y se sitúa al otro lado de la frontera. Se hace él mismo impuro. Eso era lo que significaba en aquel mundo judío “tocar” a un leproso. Jesús, el Hijo de Dios, se hace marginal a sí mismo para salvar a los marginados. No es de extrañar que el pueblo se sorprendiese ante la forma de comportarse de Jesús, que acudiese a él de todas partes. Jesús era diferente, era nuevo, era distinto. Tocaba y salvaba. No se encontraba en el Templo sino en los caminos, cerca de los que sufrían, cerca de los oficialmente malos. Haciendo siempre presente el amor y la misericordia del Padre. A Dios se le sigue encontrando en nuestro mundo. Está más allá de las fronteras, en los márgenes. Del lado de los que sufren, de los que son excluidos y de los que se excluyen a sí mismos porque han perdido la esperanza en la vida. Basta con que levantemos la vista y el oído para descubrir esa presencia en los muchos hombres y mujeres que, a veces sin confesarse siquiera como cristianos, manifiestan en esos lugares el amor de Dios Padre para todos.
Hermanos y hermanas, todos nosotros donde quiera que nos encontramos somos representantes del mismo Cristo, porque somos cristianos, llevemos ese amor presentado por Jesús en el evangelio de hoy, seamos pregoneros de la unidad ante aquellos que la sociedad excluye, y aparta, creo que no es necesario con hacer cosas portentosas, creo que siendo amables con los otros, siendo sensibles ante el dolor ajeno, regalando una sonrisa a aquellos que nadie vuelve a ver, contestando el saludo amablemente, dejando atrás el odio el desprecio hacia todos aquellos que han cometido un error en esta vida, todos podemos ser parte para la construcción del amor y la unidad, en esta sociedad y en este mundo tan convulsionado por el odio y la división, Las fronteras no fueron construidas por Dios, las construimos los hombres, creyendo que somos poderosos, ante Dios todos somos iguales, con los mismos derechos y dignidades, recuerde algo, la palabra Amor y compasión, siempre significa lo mismo, porque la acción se vive igual en cualquier idioma o lenguaje. Una recomendación final: no tengamos miedo a ser diferentes. No nos dejemos llevar por los prejuicios. Extendamos la mano y toquemos, como Jesús, y seremos testigos del amor de Dios que salva, reconcilia, cura y acoge.

lunes, 9 de febrero de 2009

LA VIRTUD DE LA ESPERANZA

Todos los hombres en un momento u otro de su vida se enfrentan a momentos dolorosos como el sufrimiento, la muerte, la enfermedad, etc. Es sólo gracias a la Esperanza, la segunda virtud teologal, que estas realidades adquieren un sentido, convirtiéndose en medios de salvación, en un camino para llegar a Dios. La Esperanza nos da la certeza de que algún día viviremos en la eterna felicidad.
Es un virtud sobrenatural infundida por Dios en el momento del Bautismo. Consiste en confiar con certeza en las promesas de salvación que Dios nos ha hecho. Está fundada en la seguridad que tenemos de que Dios nos ama. Y está basada en la bondad y el poder infinito de Dios, que es siempre fiel a sus promesas.
Sin esperanza, el hombre se encierra en el horizonte de este mundo y pierde la visión de la vida eterna. Lucha solo contra las dificultades prescindiendo de la ayuda de Dios.Uno de los ejemplos más claros de lo que es la esperanza lo encontramos en Job, que a pesar de todo lo que le sucedió seguía creyendo en Dios. Su esperanza nunca se perdió, por más que le decían, él seguía siendo fiel.
Ahora bien, la esperanza en Dios no elimina un cierto temor a Dios, un temor sano, pues los hombres sabemos que así como Dios es siempre fiel, los hombres sabemos que muchas veces somos infieles y hacemos caso omiso a la gracia, lo cual nos conlleva el riesgo de condenarnos. Debe haber una proporción entre la esperanza y el temor.
Pecados contra la esperanza
Desesperación desconfianza en Dios, por lo que nos abandonamos al abismo de nuestra propia inseguridad. Es el pecado de Caín y de Judas. Ge. 4, 13; Mt. 27, 3-6. Con la desesperación estamos negando la fidelidad de Dios a sus promesas y su infinita misericordia, y nos puede llevar a muchos excesos, incluyendo el suicidio. Es un pecado gravísimo. La persona desesperada siente y piensa que Dios no le puede perdonar, que nada que haga va a cambiar la situación.
La presunción confiar en obtener la vida eterna sin la ayuda de Dios, porque nos bastamos a nosotros mismos. Es el caso típico del autosuficiente que se “no necesita de nada, ni de nadie, sólo él basta”. Es un exceso de confianza que nos hace pensar que vamos a obtener la salvación aún prescindiendo de los medios que Dios nos da. Es decir, sin la gracia, ni las buenas obras. Su causa principal es el orgullo. Se piensa que no importa lo que se haga, de todas maneras se obtiene la salvación.
La desconfianza: se tienen dudas en la misericordia y fidelidad de Dios, aunque se tenga cierta esperanza.
La irresponsabilidad: dejar toda nuestra salvación en manos de Dios y no poner los medios que corresponden a nuestra colaboración.
La esperanza es una virtud poco conocida o muy confundida. No se piensa en ella como algo sobrenatural, referente a nuestra vida eterna, sino que se piensa que la esperanza concierne en alcanzar diferentes cosas aquí en la tierra.

viernes, 6 de febrero de 2009

V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Vamos avanzando hacia la Cuaresma que daremos comienzo el 25 de este mes. Con este domingo quinto del tiempo ordinario que hoy celebramos nos quedan dos domingos más para entrar en ese tiempo fuerte de la Cuaresma, cuando se nos invita a intensificar nuestra vida espiritual con prácticas piadosas, ascéticas y caritativas.
El evangelio de hoy lo tomamos de San Marcos en su primer capítulo. Jesús lo hemos visto anunciando el Reino, proclamando la necesidad de la conversión, enseñando en la sinagoga y hoy el evangelista nos lo presenta, como algunos lo han querido llamar como “un día en Cafarnaúm”.
Es un día en la vida de Jesús, como diríamos hoy, con una agenda muy apretada. Es sábado, día consagrado al Señor, y Jesús como judío devoto ha ido a la sinagoga a orar y compartir con la comunidad. En dicho recinto tuvo que enfrentarse a un endemoniado a quien liberó de su sufrimiento e hizo callar al demonio que lo tenía poseído. La gente se admiró de su enseñanza y de su poder.
Al salir de la sinagoga se fue a la casa de Simón y Andrés. Al llegar a ella le comunicaron que la suegra de Pedro estaba en cama con fiebre. Este diagnóstico, según algunos estudiosos, da a entender que había una cierta gravedad. Jesús se le acerca, la toma de la mano y la levanta. Ella no pierde el tiempo en charlas con los presentes, en explicar lo que ha sentido, sino simplemente se “puso a servirles”.
Algunos pueden pensar, que esa era la posición de la mujer en aquellos tiempos, algo que es verdad, pero también podríamos ver algo más, algo así como la misión del que acepta la vida en Cristo: servir a los demás. Algo que el mismo Señor nos recuerda en la Última Cena después de haber lavado los pies a sus discípulos y de haberse convertido en alimento para ellos, les recuerda: “lo que yo he hecho por vosotros, hacedlo los unos por los otros”. El servicio, la enseñanza del Maestro en otro pasaje del evangelio: “no he venido a ser servido, sino a servir”.
Este servir, este hacerse servidor lo encontré muy bien expresado en una oración que a diario recitaba el cardenal Rafael Ferry del Val, que fue Secretario de Estado de San Pío X:
Señor ayúdame a verme libre del deseo de ser estimado, elogiado, ensalzado, consultado. Señor ayúdame a estar libre del temor de ser humillado, despreciado, calumniado, olvidado, ridiculizado, injuriado… Y anhelar que otros sean más estimados, más considerados que yo; que otros crezcan en la opinión del mundo y yo mengüe; que otros sean empleados en cargos, y se prescinda de mí; que otros sean ensalzados, y yo no; que otros sean preferidos a mi en todo… y que otros sean más santos que yo, con tal que yo lo sea en cuanto puedo.
Jesús después de haber sanado a la suegra de Pedro, le trajeron todos los enfermos del pueblo y sanó a muchos. A la mañana siguiente, al amanecer se fue solo a orar. Este gesto de Jesús en oración lo vemos repetido con cierta frecuencia en el evangelio. Jesús quería estar a solas con quien lo envió, el Padre. Jesús también nos quiso dar un ejemplo: la conveniencia, la necesidad que tenemos de orar.

martes, 3 de febrero de 2009

¡¡ ALÓ PRESIDENTE!!

Creo que la gran mayoría nos hemos enterado de las celebraciones que se han realizado, y sin más tengo entendido se siguen celebrando en la república de Venezuela, por los diez años del gobierno su presidente, que para muchos en ese país, es más que un salvador, lo que no puedo explicarme es como esta gente, puede ser tan ciega y no darse cuenta que este hombre poco a poco va llevando este país a un aislamiento mundial y a un retroceso parcial, cuando en diez años al frente del gobierno, no ha sido capaz de desarrollar ese país tan rico y tan lleno de recursos, sino que se ha dedicado solo a criticar y a hablar en contra de otros gobiernos y otros país, con una vulgaridad tan latente que con solo escucharle hablar cualquier persona, puede darse cuenta que no conoce ni el mas mínimo principio de ética, de caridad, educación y respeto, para con los demás. Con todos esos atributos, que no soy el primero es apuntar, piensa y esta necio en su postura de gobernar por el resto de su vida a todo ese país, cuando lo único que está tratando de hacer y llenar es su propio orgullo y soberbia que a flor de piel se le nota.
En uno de sus últimos discursos, pronunciados ante una multitud que le aplaudía (que según muchos analistas, llega a aplaudir y gritar por amor a un poco de pan) dijo lo siguiente: “ No hay otro camino que el socialismo, para la redención de ser humano”, cuando leí esta frase, me sentí hasta cierto punto insultado y molesto, y pensé, que piensa usted presidente, que la sociedad y el mundo es tan ingenuo, como para creer eso, no se ha dado cuenta que ninguna corriente de este tipo ha sido capaz de sacar al ser humano de nada, que ni el marxismo, el capitalismo o el comunismo son la solución para la redención del ser humano? No se ha percatado de la historia, que no funciona, como piensa redimir al ser humano una corriente que se ha empecinado en quitar a Dios del centro... que lastima que muchos gobernantes y políticos ingenuos e ignorantes sigan pensando en corrientes tan dañinas para el mismo ser humano. Su postura tiene sentido solo para él, que cree y piensa que es el redentor de ese país, lo más triste del caso, es que hay más gobernantes que se siguen los pasos de este singular y descabellado personaje, y le celebran y aplauden la mayoría de sus posturas por no mencionar una frase más fuerte. La redención del ser humano, vendrá cuando el ser humano asimile en su vida el evangelio, y lo lleve a la práctica, cuando nuestros gobiernos en vez de comprar armas y tanques, construyan escuelas y centros de formación para sus ciudadanos, cuando sean capaces de buscar una concertación de dialogo frente a aquello
s que se consideran su enemigos y dejen en último plano la visión de guerra y la lucha de clases, cuando los gobiernos hagan uso de su poder para poner por obra el principio de subsidiaridad e igualdad, cuando entienda que su posición no es la ser dictadores, que están ahí solo para proyectar su propia imagen y dictar discursos y que les aplaudan sino que su presencia es la de ser ciudadanos que busquen el bien común, la visión de la redención humana proviene del respeto a su dignidad y de la búsqueda de su realización personal y esta realización personal viene solamente de Dios y de su evangelio... no señor presidente, perdóneme que le diga, que está muy equivocado al imponerle un modelo equivocado a su pueblo para la redención de estos, creo que su visión de redención está lejos de la realidad. Y sobre todo, lejos de redimir tanta gente que esta ciega, pensando que usted los lleva a una revolución de felicidad, cuando lo que busca es la revolución de sus propios intereses. Que lastima que muchos ciudadanos no analicemos la realidad, existente. Aló presidente me escucha?, creo que no le interesa mi llamado.