jueves, 19 de marzo de 2009

LA FE TRANSFORMA NUESTRA SOCIEDAD

La Madre Teresa de Calcuta decía: "la fe es para vivirla pero da pena ver de qué abundante manera la tienen en su boca muchos cristianos, y con qué poca abundancia la ponen en sus obras", y es lógico, una fe sin obras es una fe muerta, nos lo dice el apóstol Santiago. El Santo Padre en muchas ocasiones nos ha pedido que oremos para que los cristianos maduremos en nuestra fe y para que expresemos esa fe en Jesucristo mediante opciones de vida claras, coherentes y valientes: “Sucedió en Rumania, en tiempos de persecución, estando reunidos un gran número de fieles católicos en un lugar para orar, de repente entraron un grupo de hombres fuertemente armados y amenazaron a todos diciéndoles: “ustedes son unos perros cristianos y los vamos a fusilar a todos pero, si alguno está dispuesto a renegar de Cristo, le dejamos salir en este momento”. Unos pocos entre los que estaban sentados se pusieron de pie y salieron, los demás no se movieron. Entonces aquellos hombres cerraron las puertas y les gritaron a los de afuera: “nosotros somos en verdad católicos, pero no queremos orar con personas que no están dispuestas a morir por su fe, así que les pedimos que no se vuelvan a parar más en este lugar” (P. Juan Rivas, Lideres y dirigentes, p.33). Aunque sea duro pero tenemos que reconocerlo que la gran mayoría de bautizados ya nos hemos acostumbramos a una vida cristiana mediocre: “Seleccionamos de Cristo, lo que nos agrada o nos conviene pero rechazamos lo demás” (Manual de la Legión de María, IX, 3). Es erróneo que “queramos hacer un cristianismo a nuestro gusto. No queramos domesticar el Evangelio, sino que nosotros domestiquémonos al Evangelio y tratemos de seguir al Cristo auténtico, si de veras queremos ser salvos” (Mons. Romero). Quien ha madurado en su fe lo demuestra, como ha dicho el Papa, mediante opciones claras de vida, coherentes y valientes. Pero esto no es lo que está sucediendo hoy en día con la mayoría de bautizados, son muchos los que por todos lados llevan vida de camaleones, es decir que, adoptan el color que más les conviene en cada situación de su vida, viven como diría San Pablo “buscando sus propios intereses y no los de Cristo Jesús” (Fil 2,21). Y otros aún diciendo que creen en Jesucristo viven “como enemigos de la cruz de Cristo” (Fil 3,1. Nos dice la Iglesia “Todos los fieles cristianos, doquiera que vivan, están obligados a manifestar, con el ejemplo de su vida y el testimonio de su palabra, al hombre nuevo de que por el Bautismo se revistieron, y la virtud del Espíritu Santo, por quien han sido fortalecidos mediante la Confirmación; de tal modo que todos los demás, al contemplar sus buenas obras, glorifiquen al Padre y perciban en su plenitud el sentido auténtico de la vida y el vínculo universal de la unión de los hombres” (Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, n 11). Vivir la fe de manera auténtica es una cuestión de conciencia, un reto que cada una y cada uno decide si aceptar o rechazar. Usted es libre de vivir, si quiere, un cristianismo nada más de nombre, sin complicarse la vida, sin preocuparse por nada ni por nadie. Sólo que sepa algo: esa actitud no es propia de un buen cristiano, sino de una cristiana, de un cristiano a medias ¿quiere usted ser de ellos? Es su decisión.

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