martes, 7 de abril de 2009

MARTES SANTO

Jesus cae para que nosotros podamos levantarnos

La tradición señala tres caídas de Jesús en su desplazamiento hasta el lugar donde lo crucificaron. No hay correspondencia bíblica, pero podemos imaginar la posibilidad como consecuencia del tratamiento que padeció antes de iniciar el Camino de la Cruz.Si el peso de la cruz se apodera de las fuerzas del Nazareno, hasta el extremo de volver a caer en tierra, pienso que no es tanto porque el madero en sí sea pesado, cuanto por la experiencia dolorosa de sentirse traicionado por su pueblo y por los suyos.¿Dónde están los amigos? ¿Dónde aquellos con los que compartió tantos momentos de su vida? La prueba acompañada de amistad y solidaridad se hace llevadera, la que se sufre en abandono hiere hasta el extremo de hacerse irresistible.Jesús dice: “Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar” (Jn 13, 21). Muchos podrían ser los motivos por los que la naturaleza humana de Cristo se sintió débil, y cabe que especulemos haciendo exégesis con los datos que aparecen en las distintas tradiciones. Sabemos que los suyos lo abandonaron, y que el peso de la soledad, del sufrimiento moral, derrumba más que el físico. “¿Conque darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces” (Jn 13, 38).Sin embargo, al mismo tiempo, las lecturas de hoy nos ofrecen la clave de todo el proceso y el secreto para resistir en la prueba: la presencia invisible, íntima del amor de Dios. En la encrucijada del abandono y de la soledad de los suyos, Jesús pudo traer a su memoria: “Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas y pronunció mi nombre” (Isa 49,1).No podemos sublimar la Pasión de Cristo y quitarle el realismo espiritualizando las escenas; Jesucristo padeció y murió. Sin embargo, tampoco podremos separar el sufrimiento del Hijo amado de Dios de la relación íntima con su Padre.


A ti, Señor, me acojo
No quede yo derrotado para siempre;
Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
Inclina tu oído, y sálvame” (Sal 71 [70], 6).


¿Cómo resuelvo el sufrimiento moral y las pruebas de despojo?
¿Me desentiendo del sufrimiento de los otros o sé ser solidario?
¿Tengo experiencia de la fuerza que da la oración en situaciones límite?


“Estas almas, por la mayor parte, les lastima cualquier cosa que digan de ellas, y no abrazan la cruz, sino llévanla arrastrando, y así las lastima y cansa y hace pedazos; porque si es amada, es suave de llevar. Esto es cierto” (SANTA TERESA DE JESÚS, Concepto de amor de Dios 2, 26).

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