
viernes, 18 de enero de 2008
PROBLEMAS Y QUIEN NO LOS TIENE

sábado, 12 de enero de 2008
TERMINA EL TIEMPO DE LA NAVIDAD

Este domingo, con la celebracion del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo, vamos ha cerrar el tiempo de Navidad, y ha iniciar la vida pública de Nuestro Señor. Es posible que usted se pregunte: ¿Por qué Nuestro Señor se hizo bautizar? ¿Qué fue lo que él nos quizo enseñar al hacer esto? Esto es lo que nos cuenta el Evangelio a propósito del Bautismo de Nuestro Senor: “Entonces aparece Jesús, que viene de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» Jesús le respondió: «Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.» Entonces le dejó. Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3: 13 - 17 ). Todos entendemos que en Jesús no había pecado alguno, así lo había anunciado el ángel a la Virgen: “el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,35). Solamente él ha sido el único capaz de decir a sus enemigos: “Quién de vosotros puede probar que soy un pecador” (Jn 8,46). Pero a pesar de todo esto, nos lo encontramos en el evangelio de hoy, haciendo cola, en medio de todos los pecadores para ser bautizados por San Bautista en el río Jordán, ¿Por qué Nuestro Señor hizo esto? “Nuestro Senor se sometió voluntariamente al Bautismo de San Juan Bautista, destinado a los pecadores, para “cumplir toda justicia” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1224). No necesitaba este bautismo pero quiso recibirlo para enseñarnos que “él se había despojado de si mismo, que había tomado la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre” (Fil 2,7). “Después de hacerse bautizar por Juan en el Jordán, Jesús comienza su vida pública; y después de su Resurrección, confía esta misión a sus apóstoles: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado (Mt 28,19-20)” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1224). El bautismo que cada una y cada uno de nosotros hemos recibido, fue instituido por Nuestro Señor Jesucristo, este bautismo nos purifica de la mancha del pecado original, nos ha hecho hijos e hijas de Dios, y nos ha incorporado a su pueblo que es la Iglesia. Ahora que celebramos el Bautismo de Nuestro Señor, conviene que nos preguntemos: si por mi bautismo yo he sido transformado en hijo, hija de Dios ¿qué clase de hijo, hija de Dios estoy siendo? el bautismo me transformó también en miembro de la Iglesia, ¿Qué clase de miembro estoy siendo yo dentro del cuerpo de Cristo que se hace presente en mi familia, la comunidad, la parroquia y la Iglesia Universal?
sábado, 29 de diciembre de 2007
DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA

La Palabra de Dios en este domingo nos invita a reflexionar sobre el ser y la misión de la familia que “es la célula fundamental de la sociedad, cuna de la vida y del amor en la que el hombre nace y crece” (Juan Pablo II, Vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, 40). Y lo primero que decimos es que la familia no ha sido un invento del ser humano sino un invento de Dios, fue él quien determinó el ser y hacer de la familia humana. Dios creó al ser humano “como hombre y mujer” (Gn 1,27), y preparó a cada uno de ellos con unas características propias, es decir, con una manera de ser y de obrar tales que, el hombre encontrara en la mujer, y la mujer en el hombre, el complemento propio de su ser. Esta diferencia pero al mismo tiempo igualdad, entre el hombre y la mujer, tienen su origen en Dios, y es fuente de unidad y de felicidad mutua: “Esta vez si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada. Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (2,23-24). Ni el hombre ni la mujer son un objeto, una cosa, que el uno o el otro puedan utilizar sino que, el hombre y la mujer, cada uno y cada una, han sido queridos y creados desde el principio a “imagen y semejanza de Dios” (Gn 1,26). “Al crear al hombre y a la mujer, Dios instituyó a la familia humana y la dotó de su constitución fundamental. Y ha sido voluntad suya que un hombre y una mujer unidos en matrimonio formen con sus hijos una familia. Esta disposición es anterior a todo reconocimiento por la autoridad pública; se impone a ella. Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación. Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2202-2203; 1652; 1654). El ejemplo perfecto de cómo se hace y se vive en una familia lo encontramos en la familia de Nazareth; y el primer detalle con el que nos encontramos es que José y Maria habían vivido un noviazgo de acuerdo a la voluntad de Dios, se lo dice la Virgen al ángel cuando él le anuncia que va ha quedar embarazada: “¿Pero como será esto, puesto que no conozco varón”? (Lc 1,34). Entre José y Maria prevalece la verdad y hay respeto del uno hacia el otro, por eso, Ella le contó lo que estaba sucediendo, no lo engañó, y él, al no entender aquello, “resolvió repudiarla en secreto” (Mt 1,19). José prefería sufrir en silencio antes que hacerle un escándalo a su prometida. Y cuando las dudas se aclararon, José y Maria, renunciaron a la posibilidad de tener una familia como todas las demás para ser los padres (Lc 2, 48) de Aquel que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6). Renuncian así mismos para dedicarse a cuidar al Hijo de Dios desde el momento de su concepción, moviéndose de un lugar para otro, cuando el niño nace, para salvarlo del malvado Herodes, tal y como nos lo cuenta hoy el Evangelio. Y su Madre estará con El, aún en el momento mas difícil de su vida en la tierra, la hora de su crucifixión en la cruz. Santa Maria y San José, se ofrecieron así mismos al Señor como un sacrificio puro, renunciando ha aquello que les era propio en su condición de esposos para servir por completo a la realización de los planes de Dios en su Hijo. El amor humano vivido dentro del matrimonio que lleva a la creación de una familia exige fidelidad a los Mandamientos de Dios, amor, respeto y sacrificio por la persona amada, la esposa, el esposo, los hijos. Sin eso, es imposible que un hombre y una mujer sean capaces de formar una familia según el querer de Dios.
¿Cómo esta su familia? ¿vivir en unión libre, es decir, sin haber recibido el sacramento del matrimonio, será algo agradable a los ojos de Dios, será eso un bien para la familia, la Iglesia, la sociedad?. Pensando en la vida de la Sagrada Familia: ¿Qué enseñanzas encuentra usted para su propia vida?
jueves, 20 de diciembre de 2007
IV DOMINGO DE ADVIENTO

sábado, 15 de diciembre de 2007
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

martes, 11 de diciembre de 2007
MADRE DE GUADALUPE A TU MANTO NOS ACOGEMOS

Celebramos en la Iglesia universal y específicamente en toda America, un acontecimiento de gran trascendencia en la vida de esta iglesia sufrida. Hace 475 años nuestra Madre Maria bajo la advocación de Guadalupe, se aparece a un hombre pobre y sencillo, que no sabia leer ni escribir, ni mucho menos hablar, se le aparece con un mensaje, que tiene que llevar al obispo de ese entonces. Misión que el pobre indito cumple, auque tiene que pasar por mil y tantas humillaciones. Nuevamente Dios a través de su Madre, nuestra Madre, vuelve a revelar la grandeza de su majestad a los pequeños, humildes y sencillos. Se aparece morena, del color de los indios para reflejar que ella también es madre de todos por igual, para hacernos entender que no es el color el que cuenta a la hora de de estar con ella y para llevarnos con su hijo Jesucristo. Madre de Guadalupe, madre de America Latina, Madre de este sufrido y despreciado pueblo te pido por todos aquellos que no nos quieren por nuestro color de piel o por nuestra lengua, por aquellos que se creen superiores a nosotros y pisotean nuestros derechos y nuestra dignidad. Te ruego por aquellos que no entienden tu mensaje.
Hoy un año mas nos postramos ante tus pies para decirte, gracias por ser nuestra madre, por ser nuestra Madre Morena de Guadalupe.
LA HISTORIA.

Las Apariciones de Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, en DICIEMBRE DE 1531 la milagrosa estampación de su Santa Imagen en el humilde ayate de su vidente y su mensaje de amor por nosotros tienen como fin principal anunciar a su amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, a los pueblos que habitaban el "nuevo mundo".
El Sábado 9 de diciembre en la madrugada, se le aparece por primera vez al Indio Juan Diego.
Juan Diego oye cantos de pájaros. Le llaman por su nombre; sube a la cumbre del cerro del Tepeyac y ve a la Niña que le ordena ir ante el Obispo para pedirle un templo en el llano. "Hijito mío el más amado: yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdad erísimo Dios..., mucho quiero tengan la bondad de construirme mi templecito...Allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores". Aproximadamente a las 5 de la tarde, del mismo día Juan Diego vuelve a la cumbre y da cuenta de la incredulidad del Obispo y pide que escoja otro mensajero. Pero la Virgen le confirma en su misión y le ordena insistir al día siguiente. "Hijito mío el más pequeño: es indispensable que sea totalmente por tu intervención que se lleve a cabo mi deseo. Muchísimo te ruego y con rigor te mando, que mañana vayas otra vez a ver al Obispo. Y hazle oír muy claro mi voluntad, para que haga mi templo que le pido".
El Domingo 10 de diciembre como a las 3 de la tarde. Nuevamente en la cumbre, la madre se aparece por tercera vez a Juan Diego refiere su segunda entrevista con el Obispo. Aún no le cree y le ordena pedir a la Señora alguna señal. La Virgen ordena a Juan Diego que vuelva al cerro al día siguiente para recibir la señal que le dará. "Así está bien, hijito mío, el más amado. Mañana de nuevo vendrás aquí para que lleves al Gran Sacerdote la prueba, la señal que te pide. Con eso enseguida te creerá, y ya para nada desconfiará de ti". Juan Diego, no vuelve por la enfermedad de su tío Juan Bernardino.
El martes 12 de diciembre muy de madrugada. Ante la gravedad de su tío, Juan Diego sale a México para buscar un sacerdote. Rodeó el cerro para que la Virgen no lo encontrara. Pero ella sale a su encuentro; lo tranquiliza de la enfermedad de su tío: "Te doy la plena seguridad de que ya sanó": Lo envía a la cumbre por las rosas que serán la señal, A su regreso, la Virgen le dice: "Hijito queridísimo: estas diferentes flores son la prueba, la señal que le llevarás al Obispo. De parte mía le dirás que por favor vea en ella mi deseo, y con eso, ejecute mi voluntad". Al mismo tiempo que se aparece a Juan Diego, se aparece a Juan Bernardino, tío del vidente, en su casa le cura de sus enfermedades y le manifiesta su nombre y pide que de ahora en adelante, “a su preciosa imagen precisamente se le llame, se le conozca como la SIEMPRE VIRGEN SANTA MARIA DE GUADALUPE".
El mismo día martes 12 de diciembre al mediodía.En la casa del Obispo Fray Juan de Zumárraga, Juan Diego muestra las rosas que llevaba en su ayate, señal dada por la Virgen. "Desplegó su tilma, donde llevaba las flores. Y así, al tiempo que se esparcieron las diferentes flores preciosas, en ese mismo instante... apareció de improviso en el humilde ayate la venerada imagen de la siempre Virgen María, Madre de Dios, tal como ahora tenemos la dicha de venerarla en lo que es su hogar predilecto, su templo del Tepeyac".
viernes, 7 de diciembre de 2007
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

El anuncio de San Juan el Bautista coincide con el de Jesús: “Convertíos porque está cerca el Reino de Dios” (Mc 1,15). Este profeta se dirige con mucha energía a los fariseos y saduceos porque para ellos, la conversión era un hecho mental que no implicaba la totalidad de la persona. En ellos se daba una división interior: atendían a los mínimos detalles de la ley, pero descuidaban el precepto de la caridad; se protegían del juicio de Dios con una legalidad mal disfrazada o se sentían superiores como hijos de Abraham. Su conversión era por encima y no tocaba la intimidad de su corazón. La conversión que exige el Bautista era muy diferente pues, pide un cambio total y radical en la relación con Dios y con el próximo. No es una simple conversión interior, sino una conversión también exterior que llega a las obras. Aquí es donde aparece la imagen del árbol que produce frutos: el árbol bueno produce frutos buenos, el árbol malo produce frutos malos y se corta de raíz.
sábado, 1 de diciembre de 2007
PREPAREMONOS PARA LA NAVIDAD

El Adviento es el comienzo del Año Litúrgico y empieza el domingoLa palabra Adviento viene de adventus, venida, llegada, próximo al 30 de noviembre y termina el 24 de diciembre. Forma una unidad con la Navidad y la Epifanía.
El color utilizado en la Liturgia en este tiempo es el morado. El sentido del Adviento es avivar en los creyentes la espera del Señor.
El tiempo de duración es de 4 semanas
Partes: Se puede hablar de dos partes del Adviento:
a) desde el primer domingo al día 16 de diciembre, con marcado carácter escatológico, mirando a la venida del Señor al final de los tiempos;
b) desde el 17 de diciembre al 24 de diciembre, es la llamada "Semana Santa" de la Navidad, y se orienta a preparar más explícitamente la venida de Jesucristo en las historia, la Navidad.
Personajes: Las lecturas bíblicas de este tiempo de Adviento están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), también se recogen los pasajes más proféticos del Antiguo Testamento señalando la llegada del Mesías. Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesias ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor Jesús.
El Adviento tiene una triple finalidad:
- Preparar el futuro: Se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la "majestad de su gloria". Entonces vendrá como Señor y como Juez de todas las naciones, y premiará con el Cielo a los que han creido en Él; vivido como hijos fieles del Padre y hermanos buenos de los demás. Esperamos su venida gloriosa que nos traerá la salvación y la vida eterna sin sufrimientos.En el Evangelio, varias veces nos habla Jesucristo de la Parusía y nos dice que nadie sabe el día ni la hora en la que sucederá. Por esta razón, la Iglesia nos invita en el Adviento a prepararnos para este momento a través de la revisión y la proyección

jueves, 22 de noviembre de 2007
DOMINGO XXXVI DEL TIEMPO ORDINARIO

Esta es una de las fiestas más importantes del año litúrgico, porque celebramos que Cristo es el Rey del Universo entero, y confesamos que su Reino es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz. Esta fiesta fue establecida por el Papa Pío XI, en el año 1925. Nosotros sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado pues, se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace dos mil años pero, Cristo no reinará definitivamente sobre este mundo sino hasta que vuelva con toda su gloria al final de los tiempos. En esta fiesta de Cristo Rey, celebramos que Cristo puede empezar a reinar en nuestros corazones en el momento mismo en que cada uno de nosotros se lo permita, y así el Reino de Dios se hace presente en nuestra vida, en nuestros hogares, en nuestra comunidad
QUIEN ESTA REINANDO EN NOSOTROS?

Quién está reinando entre nosotros? La Palabra de Dios nos dice que: “todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Por sus frutos los reconoceréis” (Lc 7, 17-20). Y, el día de nuestro bautismo, cada uno y cada una de nosotros, fuimos transformados en hijos e hijas de Dios; cuando recibimos a Nuestro Señor Jesucristo en la Sagrada Comunión “nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre. En el sacramento de la Confirmación se “nos ha concedido una fuerza especial que procede el Espíritu Santo para que seamos capaces de difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo ya para no sentir jamás vergüenza de la cruz” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1331; 1302). Pero, siendo lo que somos, cristianos, hijos e hijas de Dios ¿Por qué “cada día al abrir el periódico, al escuchar la radio o al mirar las noticias en el televisor nos golpea con toda su crudeza la realidad de nuestro país, marcada por tantos hechos violentos? Todos lo sabemos: la violencia está cada vez más presente, en primer lugar, en el seno mismo del hogar; ya sea la violencia que sufre la mujer de parte del esposo o de su compañero de vida, o la que padecen niños y niñas a pesar de su tierna edad: hay violencia física, violencia psicológica y, en forma creciente, incluso violencia sexual. Tenemos también la violencia producida por la delincuencia común que acecha en todas partes. Es una violencia asesina que arrebata sin piedad la vida de personas de toda edad o condición: niñas y niños, mujeres, jóvenes y personas mayores, humildes trabajadores y profesionales. Nadie está a salvo de este flagelo social. Por otra parte, la pobreza, el alto costo de la vida, el desempleo, la falta de oportunidades, la inseguridad y tantas necesidades básicas no satisfechas impiden a cientos de miles de compatriotas lograr el desarrollo integral al que tienen derecho por su condición de personas humanas y de hijos e hijas de Dios…” (Carta pastoral de los Obispos de El Salvador: No te dejes vences por el mal, n. 9-11; 5). Sabemos que existen abundantes cosas positivas en la vida de numerosos cristianos pero, tampoco podemos cerrar los ojos ante todo el mal que nos hace sufrir constantemente como individuos, familias y como sociedad en general; por eso, la pregunta: ¿Quién está reinando entre nosotros? En nuestro tiempo, como dijo el Papa Juan Pablo “el pecado ha adquirido derecho de ciudadanía y ha entrado en las leyes de muchos estados: prostitución, adulterio, pornografía, aborto, eutanasia, homosexualidad… El pecado ha ganado y continúa ganando un fuerte derecho de ciudadanía en el mundo y la negación de Dios se ha difundido tan ampliamente en las ideologías, en las concepciones y en los programas humanos... " (Fátima, 1982). Hace poco, un papá me contó lo siguiente: “estaba yo hablando con mi hija de cinco años, y de repente me preguntó: ¿papi, cómo se llama el lugar adonde uno va cuando muere? Yo le expliqué, al cielo junto a Diosito, si uno es bueno; o a un lugar feo que se llama infierno, si somos malos. Entonces la niña comenzó a llorar, y yo le pregunté: ¿Por qué llora mi hija? Y ella me dijo: porque yo me porto mal contigo, y yo no quiero ir a ese lugar feo cuando muera”. Si nosotros fuéramos como los niños, se nos haría fácil para entender que: “Quien comete el pecado es del Diablo” (1 Jn 3,8), y que aún siendo cristianos podemos estar viviendo como “hijos del Diablo” (1 Jn 3, 10).
viernes, 9 de noviembre de 2007
Domingo XXXII del Tiempo Ordinario.

Quizás en muy raras ocasiones usted se haya detenido a pensar sobre el significado de aquellas palabras de la Sagrada Escritura que nos dice: “hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra” (Gn 1,26). Es Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo quien ha creado al ser humano, como hombre y mujer, a imagen y semejanza suya, y a pesar de que Dios lo ha creado todo, de ningún otro ser sobre la tierra se dice que haya sido creado a imagen y semejanza suya sino solo del ser humano. Decíamos en la reflexión anterior que cada una y cada uno de nosotros hemos tenido un inicio porque hemos sido creados por Dios pero, a partir del momento en que fuimos creamos por El, comenzamos a ser inmortales, porque Dios nos ha creado a su imagen y semejanza. Por tanto, ninguna persona deja de existir por el hecho de morir. La muerte física no significa la destrucción total de nuestro ser sino, únicamente un cambio en cuanto al modo de existir y al lugar. Todo lo que ha sido creado por Dios ha tenido un principio, crece, muere, y deja de existir para siempre, menos el hombre y la mujer, entonces “¿quién es el ser humano? Muchas opiniones ha dado y da el hombre sobre sí mismo. La Iglesia, instruida por Dios puede ofrecernos una respuesta que nos haga conocer la verdadera condición del hombre, sus debilidades pero al mismo tiempo su dignidad y su vocación” (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, 12). La Iglesia nos dice que el ser humano, cada persona “es un misterio que solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, 22); es decir que, el ser humano no puede comprender por sí mismo cuál es su origen, quien es él, y cuál es su destino último sino únicamente a la luz de Nuestro Senor Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero. La Palabra de Dios nos dice: “¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies” (Sal 8,5-7). A lo mejor usted podrá preguntarse: ¿y cuál es la razón de estas ideas? ¿qué importancia tienen para la vida? hermanos y hermanas, tenemos que comprender que todas las personas actuamos de acuerdo a lo que pensamos. Difícilmente una persona puede actuar como hijo, hija de Dios, si primero no ha entendido quién es él o ella en si mismo; ningún cristiano será capaz de vivir aspirando “a las cosas de arriba”(Col 3,2) si primero no ha comprendido de que todo en este mundo es pasajero; nadie estará dispuesto ha sacrificar absolutamente nada, y peor aún, su propia vida, si antes no ha entendido de que es preferible sacrificar esta vida, si es necesario, antes que perder la vida eterna. Entender estas verdades es una gracia de Dios, y lo por tanto, a El debemos de pedirle que nos ayude a comprenderlas.
viernes, 2 de noviembre de 2007

Quizás usted pueda preguntarse: ¿y qué es eso de la santidad? ¿la santidad es posible para todos o es algo nomás para algunos? La santidad consiste en cumplir la misión recibida de Dios. Algunos cristianos entienden la santidad como algo perfecto, inmaculadamente pura pero, eso es irreal. Si vemos el evangelio con detenimiento nos damos cuenta de qué imperfectos eran los Apóstoles y los primeros cristianos pero, hubo un momento en sus vidas en el que cambiaron. A este momento le llamamos conversión, su encuentro con el Espíritu Santificante. Todos ellos cambiaron sus vidas, pero no se deshicieron de una vez por todas de sus debilidades pues, eso es un proceso de toda la vida, y por lo mismo, la vida cristiana es un combate, una lucha sin cuartel. A propósito de esto es que San Pablo nos dijo: “revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las asechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas” (Ef 6, 11-12). La santidad es para todos: “Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48); esa es la invitación que Nuestro Señor Jesucristo nos dirige a todos, y la Iglesia de acuerdo a esta invitación del Señor, nos dice: “todos los cristianos, de cualquier estado o condición, están llamados, cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad, cuyo modelo es el mismo Padre” (Constitución Dogmática sobre la Iglesia, 11). Nadie está excluido del llamado a la santidad: Hombres, mujeres y niños han subido la escalera de la vida y han alcanzado altos grados de santidad. Estos santos cristianos pueden encontrarse en todos los estados de vida existentes. Tenemos por ejemplo a San Tarcisio, un niño de nueve años que al principio del cristianismo defendió la Eucaristía con su vida. Santa María Goretti, una niña de once años, que defendió su virginidad y fue apuñalada una y otra vez por quien la atacó. Su santidad brilló intensamente cuando perdonó a quien la intentó violar y asesinó, además de orar por su conversión. Santa María de Egipto era una prostituta a la edad de 16 años. En cierta ocasión se unió a un grupo de peregrinos que se dirigía a Tierra Santa en un esfuerzo por cambiar su vida. Cuando llegó a la Iglesia, una fuerza invisible le impidió entrar. Aquí se dio cuenta de la enormidad de sus pecados. Se decidió a cambiar de vida y a nunca más ofender a Dios. Cuarenta años más tarde murió, totalmente renovada por su santidad de vida. Matt Talbot fue un alcohólico sin esperanzas el mayor tiempo de su vida. Pero un día al verse delante de sus amigos temblando para pedirles un trago, despertó su alma y entendió la situación de miseria en la que se encontraba. Cambió su vida y dirigió todas sus energías hacia Jesús y a buscar la vida eterna. Todos ellos y tantos otros, fueron seres humanos con fragilidades pero, decidieron entregar sus vidas al Senor, y por eso, ahora son santos, los que antes, la mayoría de ellos, eran pecadores.
sábado, 27 de octubre de 2007
DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO

viernes, 19 de octubre de 2007
Domingo XXIX del Tiempo Ordinario.

En la oración inicial de la santa misa de este domingo, oraremos al Senor de la siguiente manera: “Señor y Dios nuestro, que has querido que tu Iglesia sea sacramento de salvacion para todos los hombres, a fin de que la obra redentora de tu Hijo perdure hasta el fin de los tiempos, haz que tus fieles caigan en la cuenta de que estan llamados a trabajar por la salvacion de los demas, para que todos los pueblos de la tierra formen una sola familia y surja una humanidad nueva en Cristo nuestro Senor, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos”. Y el santo padre Benedicto XVI, en su mensaje para este domingo mundial de las misiones nos dice: “Queridos hermanos y hermanas: Con ocasión de la próxima Jornada mundial de las misiones quisiera invitar a todo el pueblo de Dios —pastores, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos— a una reflexión común sobre la urgencia y la importancia que tiene, también en nuestro tiempo, la acción misionera de la Iglesia. En efecto, no dejan de resonar, como exhortación universal y llamada apremiante, las palabras con las que Jesucristo, crucificado y resucitado, antes de subir al cielo, encomendó a los Apóstoles el mandato misionero: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19-20) (Papa Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, 2007). Sobre este mismo tema, el Papa Juan Pablo II, en su documento “La Iglesia en América”, nos dijo: “La conciencia de la universalidad de la misión evangelizadora debe de permanecer viva” (n. 74). Y es que “el fin de la Iglesia es revelar a Cristo al mundo, ayudar a todos los hombres para que se encuentren a sí mismos en él, ayudar a las generaciones contemporáneas de nuestros hermanos y hermanas, pueblos, naciones, estados, humanidad, países en vías de desarrollo y países de la opulencia, a todos, en definitiva, a conocer las insondables riquezas de Cristo (Ef 3,8), porque estas son para todo hombre y constituyen el bien de cada uno” (Juan Pablo II, Redemptor hominis, 11). Pero esta necesidad de que todas las persona se encuentren con el Señor, como nos lo dice la primera lectura de este domingo, difícilmente se podrá ver satisfecha, si quienes ya hemos conocido al Señor no caemos en la cuenta de que estamos llamados a trabajar por la salvación de los demás pues, cada una y cada uno hemos sido constituidos “guardas de nuestros hermanos” (Gn 2,90). Y eso es precisamente el apostolado: trabajar por la salvación de quienes nos rodean, para que conozcan, amen y sirvan al Señor. Esta semana es el momento para que cada una y cada uno de nosotros nos preguntemos en serio: ¿Qué estoy haciendo yo para que el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo sea conocido, amado, creído y vivido en mi familia? ¿estoy haciendo algo para que los niños, los hombres y mujeres de mi comunidad conozcan la Palabra de Dios? ¿o soy de aquellas personas que no faltan a misa el día domingo pero que, les da pena hablar de Dios con sus compañeros de trabajo, con sus amigos? Hermanos, es bueno que sepamos que, “todos los fieles, como miembros de Cristo vivo, incorporados y configurados con El por el bautismo, la confirmacion y la Eucaristia, tienen el deber de cooperar a la expansion y dilatacion del Cuerpo de Cristo para llevarlo cuanto antes a su plenitud” (Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, n. 36).
jueves, 11 de octubre de 2007
DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

jueves, 4 de octubre de 2007
A mi querida Patria El Salvador

Domingo XXVII del Tiempo Ordinario.

“La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Heb 10,23). “El Espíritu que El derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tit 3,6-7) (Catecismo de la Iglesia Católica, 1817). Podemos entender entonces que, la virtud de la esperanza al igual que las demás virtudes teologales, “ha sido infundida por Dios en el alma de cada fiel cristiano para hacernos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1831). Fíjese bien que el tener esta virtud no depende de nosotros sino que es un puro don del Señor en nuestras almas; lo que sí depende de nosotros, de alguna manera, en cuanto que exige de nuestra colaboración personal, es el hacer que esta virtud crezca en nuestras vidas. Y aquí un punto muy importante: ¿Por qué muchos cristianos viven tristes, deprimidos, amargados y sin ninguna esperanza? ¿Será que Dios no ha infundido, sembrado en ellos la virtud de la esperanza que les tendría que hacer aspirar al Reino de los cielos, y ha vivir felices aun en medio de todos los problemas de la vida? en estos casos el problema no es de Dios, sino de cada persona que en vez de poner su confianza en las promesas del Señor ha preferido mejor apoyarse en sus propias fuerzas, y no en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. Es muy fácil encontrar cristianos que viven desesperanzados por un problema familiar, por cuestiones de salud, porque la vida esta muy cara, por la situación que se vive en el país; y a veces, esa desesperanza se filtra aun entre quienes participan activamente en la vida de la Iglesia por problemas que de repente surgen dentro de la misma comunidad cristiana pero, ¿será verdaderamente todo lo anterior, la raíz última de la desesperanza que viven muchas personas? Claro que no, la raíz última de la desesperanza en nuestra vida no tiene su origen en los problemas que nos rodean ni siquiera en nuestros propios pecados sino, en el hecho de no habernos encontrado todavía realmente con Aquel que “ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia” (Jn 10,10); San Agustín es el que nos ha dicho: “Nos hicisteis Señor para Ti, y nuestro corazón estará inquieto mientras no descanse en Ti”. Hermanos y hermanas, es bueno entender que: “Si la desesperanza penetra en nuestro corazón es porque ha encontrado en él un lugar donde anidar, una complicidad; si la desesperanza nos vuelve agrios o malos, es porque nuestro corazón esta vacío de fe, esperanza y amor” (Jacques Philippe, La Libertad Interior p.85).
jueves, 13 de septiembre de 2007
DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO

jueves, 6 de septiembre de 2007
Domingo XXIII del Tiempo Ordinario.

San Pablo, advirtió a los primeros cristianos que “no se acomodaran al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cual es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto” (Rm 12,2). En el evangelio de este domingo, el Señor nos invita al desprendimiento y al sacrificio: “Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mi, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,26-27). “Cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío” (Lc 14,33). ¿Verdad que esto está bastante duro? Claro que si, y precisamente por eso, la mayoría de cristianos mejor nos hemos acostumbrado a vivir un cristianismo con un mínimo de exigencia pero, ese no es el cristianismo que Nuestro Señor vino a establecer en este mundo como estilo vida para los que creyeran en él. El cristianismo verdadero, transforma la vida personal, familiar, comunitario, eclesial y social, ¿Qué cristianismo seria el nuestro si el evangelio que reflexionamos semana a semana no transformara nuestra vida personal? ¿Y quien puede creernos que esta Palabra está transformando nuestra vida si no lo demostramos en nuestra familia, en la relación con nuestros vecinos, y en un compromiso mas activo en nuestra parroquia? Atrevámonos a vivir con sabiduría y amor.
FELICIDADES GRAFICO INFORMATIVO

jueves, 30 de agosto de 2007
DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO
