jueves, 30 de agosto de 2007

DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO

¿Y QUE ES LA HUMILDAD?

Santa Teresa de Jesús, nos dijo que la humildad: “es la verdad, es el reconocimiento verdadero de lo que somos y valemos ante Dios y ante los demás; es también el vaciarnos de nosotros mismos y dejar que Dios obre en nosotros con su gracia” (Las Moradas, VI, 10). “La humildad es la base de todas las demás virtudes. Quien desea servir a Dios y salvar su alma, debe comenzar por practicar esta virtud en toda su extensión. Si el orgullo es la fuente de toda clase de vicios, podemos también afirmar que la humildad es la fuente y el fundamento de toda clase de virtudes, es la puerta por la cual pasan todas las gracias que Dios nos otorga; ella es la que sazona todos nuestros actos, comunicándoles tanto valor y haciendo que resulten tan agradables a Dios. Finalmente nos constituye dueños del corazón de Dios, hasta hacer de él por decirlo así, nuestro servidor; pues nunca ha podido Dios resistir a un corazón humilde” (San Juan María Vianney). San Francisco de Sales, dijo: “Humildad y caridad son las virtudes madre; las otras las siguen como puelluelos a la gallina”. Cuando decimos que la humildad es el fundamento de todas las demás virtudes es porque en la medida que una persona se olvida de sí misma puede preocuparse y atender a los demás. Cuando una persona vive encerrada en sí mima actúa siempre con vanidad, orgullo, egoísmo, envidia, deseos de sobresalir sin importarle que tenga que pasar por encima de los demás. ¿Hay algo de todo esto en su vida? Posiblemente su primera reacción sea pensar que no, pero, nomás veamos lo que sucede a nuestro alrededor: abundan las familias donde a nadie le importa lo que los demás viven; hay mucha gente en nuestras comunidades que no se lleva con nadie, y no siempre es porque los demás sean quienes tienen la culpa sino, porque muchas veces son ellos los que no quieren entender que deben de abrir sus vidas a la gracia de Dios. ¿Y qué de aquellos a los que les gusta pasar por encima de los demás? Esta clase de cristianos no tenemos que buscarlos muy lejos pues, los encontramos en nuestras propias familias, en la comunidad y dentro de la misma Iglesia. Una persona no es humilde cuando se considera que lo sabe y lo puede todo, autosuficiente, y cree que no necesita de los demás: “Nos necesitamos unos a otros. No fueron mis manos las que me sacaron del vientre de mi madre; no fueron mis manos las que me cambiaron mis pañales, las que me criaron, las que me alimentaron; no fueron mis manos las que me enseñaron a leer y a escribir” (Autor desconocido). En una palabra, podemos decir que, la humildad no es hacerse de menos: hay gente que piensa que porque es pobre, porque no fue a la escuela, porque viven en el campo, por eso, son menos, y hasta creen que también por eso son humildes, no; la humildad no es eso, sino pensar menos en uno mismo para pensar y servir mas a los demás, reconocer quienes somos y lo que valemos ante Dios y ante los demás, vaciándonos de nosotros mismos para que Dios nos llene con su gracia. Pero que triste que por falta de humildad en nuestras vidas, existan gritos, peleas y divisiones en nuestras propias familias; el maltrato de muchos esposos para con sus esposas, lo mismo también el maltrato de algunos padres para con sus hijos; los pleito y la falta de unidad entre los vecinos de una comunidad es solamente el fruto de que como cristianos nos hace falta crecer en esta virtud cristiana que se llama humildad. En todas partes, “al igual que existen animales que viven en cuevas, y nunca ven la luz del día, hay también multitud, más aún, enteras naciones de hombres y mujeres, que viven en un pozo espiritual, en una región de tinieblas” (Jonh Henry Newman, Quinto Discurso sobre la fe). Ser humildes o no serlo es una decisión de cada persona, claro está que nadie llega a la cima de esta virtud de la noche a la mañana pues, se requiere esfuerzo para desterrar de la propia vida, la envidia, el egoísmo, la autosuficiencia, el afán de dominar a los demás, pero, aunque no es fácil, si es posible alcanzar esta virtud, ¿se recuerda de lo que nos dijo San Pablo?: “Todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece” (Fil 4,13). Para dialogar: ¿Qué piensan de esto que dijo Santa Teresa de Jesús? “A donde el demonio puede hacer gran daño sin entenderle es haciéndonos creer que tenemos virtudes no las teniendo, que esto es pestilencia” (Camino de perfección, 38,5). Personalmente, ¿En qué aspectos de su vida considera usted que tiene que trabajar para crecer en la virtud de la humildad? ¿Considera necesaria esta virtud para usted?

No hay comentarios.: