sábado, 27 de octubre de 2007

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO


EXAMEN DE CONCIENCIA

Ya estamos muy próximos a terminar el año litúrgico; también los estudiantes en todas las escuelas y colegios de nuestro país van ha terminar su año escolar, y el año dos mil siete ya casi se nos termina. Hace dos semanas fui a visitar a una anciana al hospital, y después de confesarla y de darle la santa comunión me quedé hablando un momento con ella. Y se me quedó grabada una frase que esta señora me dijo: “padre, en este mundo todos nosotros somos como las hormigas, caminamos en una misma línea y hacia el mismo hoyo; no sabemos quien va detrás de quien pero, lo que si sabemos es que en cualquier momento tenemos que entrar en ese agujero”. La señora murió esta semana. Un examen en cualquier aspecto de nuestra vida es siempre muy importante porque nos ayuda a descubrir lo que sabemos y lo que necesitamos aprender; un buen examen medico a tiempo puede salvarle la vida a cualquier persona, si todavía Dios no la está llamando a su presencia pero, cuánta gente le tiene miedo ir al médico a que le examine; muchos van al hospital hasta que ya no aguantan el dolor pero; entones, muchas veces el médico ya no puede hacer casi nada sino únicamente darle unos cuantos calmantes para mientras muere. ¿Y que tiene que ver todo esto con nuestra vida cristiana? Mucho, pues, si un examen medico es importante para la salud del cuerpo, el examen de conciencia, de mi propia conciencia, es importantísimo para saber si estoy o no caminando conforme a la voluntad de Dios. El hijo pródigo pudo volver a la casa de su padre cuando se detuvo ha mirar detenidamente su propia vida: “y entrando en sí mismo” (Lc 15,17), nos dice el Evangelio, reflexionó sobre su situación, sobre la herencia que había perdido y sobre su padre que le esperaba. Hermanos y hermanas, el conocimiento de nuestras virtudes y de nuestros defectos es necesario si queremos convertirnos al Señor, y es precisamente a ese conocimiento de nosotros mismos a lo que nos lleva un buen examen de conciencia pero, el problema está en que muchas veces tenemos miedo de enfrentarnos ha nosotros mismos, tenemos miedo de descubrir posiblemente la podredumbre que hay en nuestro interior; y por eso, hay muchos cristianos que como el fariseo del Evangelio de este domingo, dicen: “yo no soy como los demás: ladrones, injustos y adúlteros” (Lc 18, 11). Y de tan santos que se creen que hasta se atreven a señalar las faltas de los demás, sin darse cuenta por su ceguera espiritual de que Dios “conoce la verdad en lo intimo del ser de cada persona” (Sal 50,8). Si por pereza descuidamos examinar con seriedad nuestra vida espiritual, nuestra vida de esposos y esposas, de padres y madres de familia, nuestra vida como hijos en la familia; si no examinamos frecuentemente delante de Dios nuestro comportamiento para con los demás, poco a poco nuestra vida se va llenando de malas hierbas (Prov 30,24). Por eso, “el examen de conciencia, es una labor diaria, contabilidad que no descuida nunca quien lleva un negocio. ¿Y hay negocio que valga mas que el negocio de la vida eterna?” (San Josemaria Escrivá, Camino, n.235). ¿Examina usted frecuente su conciencia? ¿el examen de conciencia, ha sido algo importante en su vida personal? ¿Cree usted que mejoraría nuestra vida, en todos sus aspectos, si todos los cristianos examináramos frecuentemente y con seriedad nuestra conciencia?

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