viernes, 13 de febrero de 2009

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

El evangelio que hemos leído hoy es un evangelio de la misericordia, vemos a Jesús que se interesa por el dolor de los que necesitan de su amor y misericordia. Es un evangelio conmovedor, la razón era simple, en los tiempos del maestro, a las personas que estaban enfermas de lepra se les consideraba, personas sin derechos, y eran considerados malditos en la sociedad, porque según sus creencias, habían cometido grandes faltas contra Dios y Dios les había castigado, y la condena a parte de la enfermedad, era la expulsión de donde vivían a las montañas y montes donde morían, a veces de hambre y a veces por la misma enfermedad. Los sacerdotes tenían la función de examinar las llagas del enfermo, y en caso de diagnosticarlas efectivamente como síntomas de la presencia de lepra, la persona era declarada impura, con lo que resultaba condenada a salir de la población, a comenzar a vivir en soledad, a malvivir indignamente, gritando por los caminos «¡impuro, impuro!» para evitar encontrarse con personas sanas a las que poder contagiar. En realidad, todo el sistema normativo religioso generaba una permanente exclusión de las personas por motivos de sexo, salud, condición social, edad, religión, nacionalidad.
Los leprosos no podían vivir con la comunidad, y lo hemos escuchado muy claramente en la primera lectura de hoy, tenía que gritar siempre impuro, impuro, para que todos se quitaran y no les vieran.

El leproso que hemos visto hoy en el evangelio, se acerca a Jesús con humildad, y le suplica lo que nadie se atrevería a hacer, por miedo a quebrantar la ley, se acerca y le dice una frase humilde y conmovedora: "If you wish, you can make me clean." esa frase en los labios de este hombre tienen gran significado, suplica amor, misericordia, respeto, y aceptación a los designios de Jesús, reconoce que tiene una enfermedad y que necesita curación. Comparando este hombre con el hombre actual, a nosotros nos cuesta aceptar nuestras enfermedades, tanto físicas como espirituales, nos cuesta creer que podamos ser portadores de una enfermedad, nos deprime, nos trauma, y en muchos casos nos entristece. Decía un escritor, que nuestra sociedad se ha acostumbrado al mal y al pecado, y ha decidido que es normal que el pecado se cometa, es normal vivir en una sociedad sin Dios, alejada de los valores morales y espirituales, al hombre moderno se ha habituado a ser esclavo del pecado y por esa razón no le interesa acercarse al maestro, aunque inconscientemente pide a gritos la misericordia de Dios, pero no sabe o no quiere interesarse por buscarla, vive agonizando por el peso de su pecado decía Juan Pablo II.

En la sociedad actual no se trata sólo de la enfermedad. Hay otras “condiciones” sociales de la persona que la condenan a una situación de marginación, que le impiden desarrollarse como hijo o hija de Dios, que le condenan a la exclusión, a “tener su morada fuera de nuestro campamento”. Este mundo sigue, desgraciadamente, sin ser la casa de todos. Se sigue discriminando a las personas por razón de su sexo o tendencia sexual, de su nacionalidad, de su raza, de su cultura, de su edad, de su origen social o de su color de piel o por la lengua que este habla... Y podríamos seguir porque una de las cosas que nos gusta más a las personas es poner barreras, marcar límites, señalar fronteras y decir “aquí estamos los buenos, los de más allá son los malos, los que no tienen derechos, los que no son como nosotros”. Y marginamos y dejamos fuera. Llevados de los prejuicios contra lo que es diferente.
En el Evangelio de hoy se nos relata la curación milagrosa de un leproso. Podemos leerlo como un milagro más de Jesús. Pero el relato de este domingo nos dice algo más. Porque el leproso no es un enfermo más. El leproso que se acerca a Jesús es un marginado, es un expulsado de la sociedad. Tanto como lo puede ser hoy un drogadicto, o una persona que tiene SIDA u otra enfermedad contagiosa.
Sin embargo ante este acontecimiento, Jesús hace lo que nadie en aquel tiempo hubiera hecho, “Toca” al leproso, no dice como el evangelio, quizás lo levanto de la mano, quizás lo abrazo, quizás le toco su cara viéndole a los ojos, y le dice una frase que nos repite a todos en cada momento de nuestra vida cuando más lo necesitamos, "I do will it. Be made clean." Cuando Jesús se acerca a cada uno de nosotros sucede algo semejante, nos limpia, nos devuelve la dignidad perdida por el pecado y nos hace volver a ser sus amigos entrañables nuevamente, es Dios que toca al pecador empedernido, Dios que nos levanta del polvo que nos asfixia y nos entristece.

En ese momento Jesús deja la sociedad “buena” y se sitúa al otro lado de la frontera. Se hace él mismo impuro. Eso era lo que significaba en aquel mundo judío “tocar” a un leproso. Jesús, el Hijo de Dios, se hace marginal a sí mismo para salvar a los marginados. No es de extrañar que el pueblo se sorprendiese ante la forma de comportarse de Jesús, que acudiese a él de todas partes. Jesús era diferente, era nuevo, era distinto. Tocaba y salvaba. No se encontraba en el Templo sino en los caminos, cerca de los que sufrían, cerca de los oficialmente malos. Haciendo siempre presente el amor y la misericordia del Padre. A Dios se le sigue encontrando en nuestro mundo. Está más allá de las fronteras, en los márgenes. Del lado de los que sufren, de los que son excluidos y de los que se excluyen a sí mismos porque han perdido la esperanza en la vida. Basta con que levantemos la vista y el oído para descubrir esa presencia en los muchos hombres y mujeres que, a veces sin confesarse siquiera como cristianos, manifiestan en esos lugares el amor de Dios Padre para todos.
Hermanos y hermanas, todos nosotros donde quiera que nos encontramos somos representantes del mismo Cristo, porque somos cristianos, llevemos ese amor presentado por Jesús en el evangelio de hoy, seamos pregoneros de la unidad ante aquellos que la sociedad excluye, y aparta, creo que no es necesario con hacer cosas portentosas, creo que siendo amables con los otros, siendo sensibles ante el dolor ajeno, regalando una sonrisa a aquellos que nadie vuelve a ver, contestando el saludo amablemente, dejando atrás el odio el desprecio hacia todos aquellos que han cometido un error en esta vida, todos podemos ser parte para la construcción del amor y la unidad, en esta sociedad y en este mundo tan convulsionado por el odio y la división, Las fronteras no fueron construidas por Dios, las construimos los hombres, creyendo que somos poderosos, ante Dios todos somos iguales, con los mismos derechos y dignidades, recuerde algo, la palabra Amor y compasión, siempre significa lo mismo, porque la acción se vive igual en cualquier idioma o lenguaje. Una recomendación final: no tengamos miedo a ser diferentes. No nos dejemos llevar por los prejuicios. Extendamos la mano y toquemos, como Jesús, y seremos testigos del amor de Dios que salva, reconcilia, cura y acoge.

lunes, 9 de febrero de 2009

LA VIRTUD DE LA ESPERANZA

Todos los hombres en un momento u otro de su vida se enfrentan a momentos dolorosos como el sufrimiento, la muerte, la enfermedad, etc. Es sólo gracias a la Esperanza, la segunda virtud teologal, que estas realidades adquieren un sentido, convirtiéndose en medios de salvación, en un camino para llegar a Dios. La Esperanza nos da la certeza de que algún día viviremos en la eterna felicidad.
Es un virtud sobrenatural infundida por Dios en el momento del Bautismo. Consiste en confiar con certeza en las promesas de salvación que Dios nos ha hecho. Está fundada en la seguridad que tenemos de que Dios nos ama. Y está basada en la bondad y el poder infinito de Dios, que es siempre fiel a sus promesas.
Sin esperanza, el hombre se encierra en el horizonte de este mundo y pierde la visión de la vida eterna. Lucha solo contra las dificultades prescindiendo de la ayuda de Dios.Uno de los ejemplos más claros de lo que es la esperanza lo encontramos en Job, que a pesar de todo lo que le sucedió seguía creyendo en Dios. Su esperanza nunca se perdió, por más que le decían, él seguía siendo fiel.
Ahora bien, la esperanza en Dios no elimina un cierto temor a Dios, un temor sano, pues los hombres sabemos que así como Dios es siempre fiel, los hombres sabemos que muchas veces somos infieles y hacemos caso omiso a la gracia, lo cual nos conlleva el riesgo de condenarnos. Debe haber una proporción entre la esperanza y el temor.
Pecados contra la esperanza
Desesperación desconfianza en Dios, por lo que nos abandonamos al abismo de nuestra propia inseguridad. Es el pecado de Caín y de Judas. Ge. 4, 13; Mt. 27, 3-6. Con la desesperación estamos negando la fidelidad de Dios a sus promesas y su infinita misericordia, y nos puede llevar a muchos excesos, incluyendo el suicidio. Es un pecado gravísimo. La persona desesperada siente y piensa que Dios no le puede perdonar, que nada que haga va a cambiar la situación.
La presunción confiar en obtener la vida eterna sin la ayuda de Dios, porque nos bastamos a nosotros mismos. Es el caso típico del autosuficiente que se “no necesita de nada, ni de nadie, sólo él basta”. Es un exceso de confianza que nos hace pensar que vamos a obtener la salvación aún prescindiendo de los medios que Dios nos da. Es decir, sin la gracia, ni las buenas obras. Su causa principal es el orgullo. Se piensa que no importa lo que se haga, de todas maneras se obtiene la salvación.
La desconfianza: se tienen dudas en la misericordia y fidelidad de Dios, aunque se tenga cierta esperanza.
La irresponsabilidad: dejar toda nuestra salvación en manos de Dios y no poner los medios que corresponden a nuestra colaboración.
La esperanza es una virtud poco conocida o muy confundida. No se piensa en ella como algo sobrenatural, referente a nuestra vida eterna, sino que se piensa que la esperanza concierne en alcanzar diferentes cosas aquí en la tierra.

viernes, 6 de febrero de 2009

V DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Vamos avanzando hacia la Cuaresma que daremos comienzo el 25 de este mes. Con este domingo quinto del tiempo ordinario que hoy celebramos nos quedan dos domingos más para entrar en ese tiempo fuerte de la Cuaresma, cuando se nos invita a intensificar nuestra vida espiritual con prácticas piadosas, ascéticas y caritativas.
El evangelio de hoy lo tomamos de San Marcos en su primer capítulo. Jesús lo hemos visto anunciando el Reino, proclamando la necesidad de la conversión, enseñando en la sinagoga y hoy el evangelista nos lo presenta, como algunos lo han querido llamar como “un día en Cafarnaúm”.
Es un día en la vida de Jesús, como diríamos hoy, con una agenda muy apretada. Es sábado, día consagrado al Señor, y Jesús como judío devoto ha ido a la sinagoga a orar y compartir con la comunidad. En dicho recinto tuvo que enfrentarse a un endemoniado a quien liberó de su sufrimiento e hizo callar al demonio que lo tenía poseído. La gente se admiró de su enseñanza y de su poder.
Al salir de la sinagoga se fue a la casa de Simón y Andrés. Al llegar a ella le comunicaron que la suegra de Pedro estaba en cama con fiebre. Este diagnóstico, según algunos estudiosos, da a entender que había una cierta gravedad. Jesús se le acerca, la toma de la mano y la levanta. Ella no pierde el tiempo en charlas con los presentes, en explicar lo que ha sentido, sino simplemente se “puso a servirles”.
Algunos pueden pensar, que esa era la posición de la mujer en aquellos tiempos, algo que es verdad, pero también podríamos ver algo más, algo así como la misión del que acepta la vida en Cristo: servir a los demás. Algo que el mismo Señor nos recuerda en la Última Cena después de haber lavado los pies a sus discípulos y de haberse convertido en alimento para ellos, les recuerda: “lo que yo he hecho por vosotros, hacedlo los unos por los otros”. El servicio, la enseñanza del Maestro en otro pasaje del evangelio: “no he venido a ser servido, sino a servir”.
Este servir, este hacerse servidor lo encontré muy bien expresado en una oración que a diario recitaba el cardenal Rafael Ferry del Val, que fue Secretario de Estado de San Pío X:
Señor ayúdame a verme libre del deseo de ser estimado, elogiado, ensalzado, consultado. Señor ayúdame a estar libre del temor de ser humillado, despreciado, calumniado, olvidado, ridiculizado, injuriado… Y anhelar que otros sean más estimados, más considerados que yo; que otros crezcan en la opinión del mundo y yo mengüe; que otros sean empleados en cargos, y se prescinda de mí; que otros sean ensalzados, y yo no; que otros sean preferidos a mi en todo… y que otros sean más santos que yo, con tal que yo lo sea en cuanto puedo.
Jesús después de haber sanado a la suegra de Pedro, le trajeron todos los enfermos del pueblo y sanó a muchos. A la mañana siguiente, al amanecer se fue solo a orar. Este gesto de Jesús en oración lo vemos repetido con cierta frecuencia en el evangelio. Jesús quería estar a solas con quien lo envió, el Padre. Jesús también nos quiso dar un ejemplo: la conveniencia, la necesidad que tenemos de orar.

martes, 3 de febrero de 2009

¡¡ ALÓ PRESIDENTE!!

Creo que la gran mayoría nos hemos enterado de las celebraciones que se han realizado, y sin más tengo entendido se siguen celebrando en la república de Venezuela, por los diez años del gobierno su presidente, que para muchos en ese país, es más que un salvador, lo que no puedo explicarme es como esta gente, puede ser tan ciega y no darse cuenta que este hombre poco a poco va llevando este país a un aislamiento mundial y a un retroceso parcial, cuando en diez años al frente del gobierno, no ha sido capaz de desarrollar ese país tan rico y tan lleno de recursos, sino que se ha dedicado solo a criticar y a hablar en contra de otros gobiernos y otros país, con una vulgaridad tan latente que con solo escucharle hablar cualquier persona, puede darse cuenta que no conoce ni el mas mínimo principio de ética, de caridad, educación y respeto, para con los demás. Con todos esos atributos, que no soy el primero es apuntar, piensa y esta necio en su postura de gobernar por el resto de su vida a todo ese país, cuando lo único que está tratando de hacer y llenar es su propio orgullo y soberbia que a flor de piel se le nota.
En uno de sus últimos discursos, pronunciados ante una multitud que le aplaudía (que según muchos analistas, llega a aplaudir y gritar por amor a un poco de pan) dijo lo siguiente: “ No hay otro camino que el socialismo, para la redención de ser humano”, cuando leí esta frase, me sentí hasta cierto punto insultado y molesto, y pensé, que piensa usted presidente, que la sociedad y el mundo es tan ingenuo, como para creer eso, no se ha dado cuenta que ninguna corriente de este tipo ha sido capaz de sacar al ser humano de nada, que ni el marxismo, el capitalismo o el comunismo son la solución para la redención del ser humano? No se ha percatado de la historia, que no funciona, como piensa redimir al ser humano una corriente que se ha empecinado en quitar a Dios del centro... que lastima que muchos gobernantes y políticos ingenuos e ignorantes sigan pensando en corrientes tan dañinas para el mismo ser humano. Su postura tiene sentido solo para él, que cree y piensa que es el redentor de ese país, lo más triste del caso, es que hay más gobernantes que se siguen los pasos de este singular y descabellado personaje, y le celebran y aplauden la mayoría de sus posturas por no mencionar una frase más fuerte. La redención del ser humano, vendrá cuando el ser humano asimile en su vida el evangelio, y lo lleve a la práctica, cuando nuestros gobiernos en vez de comprar armas y tanques, construyan escuelas y centros de formación para sus ciudadanos, cuando sean capaces de buscar una concertación de dialogo frente a aquello
s que se consideran su enemigos y dejen en último plano la visión de guerra y la lucha de clases, cuando los gobiernos hagan uso de su poder para poner por obra el principio de subsidiaridad e igualdad, cuando entienda que su posición no es la ser dictadores, que están ahí solo para proyectar su propia imagen y dictar discursos y que les aplaudan sino que su presencia es la de ser ciudadanos que busquen el bien común, la visión de la redención humana proviene del respeto a su dignidad y de la búsqueda de su realización personal y esta realización personal viene solamente de Dios y de su evangelio... no señor presidente, perdóneme que le diga, que está muy equivocado al imponerle un modelo equivocado a su pueblo para la redención de estos, creo que su visión de redención está lejos de la realidad. Y sobre todo, lejos de redimir tanta gente que esta ciega, pensando que usted los lleva a una revolución de felicidad, cuando lo que busca es la revolución de sus propios intereses. Que lastima que muchos ciudadanos no analicemos la realidad, existente. Aló presidente me escucha?, creo que no le interesa mi llamado.

viernes, 30 de enero de 2009

IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Jesús Llegan a Cafarnaúm y va a la sinagoga y comienza a enseñar. Habla como quien tiene autoridad y no como los maestros de la ley. Los maestros de la ley, eran ellos quienes imponían su autoridad, y no eran sus acciones las que les hacían respetarles. Mientras que Jesús el maestro, actuaba y vivía su mensaje y ese mensaje se convertía en autoridad, no impuesta sino aceptada por derecho.
Entra un hombre en poder de un mal espíritu y se pone a gritar preguntando si ha venido a destruirlos, como Santo de Dios. Jesús ordena al maligno que libere al hombre. Con un grito que asombra a todos queda libre. La gente manifiesta extrañeza: una doctrina nueva, autoridad y poder de arrojar demonios. Así su fama se extiende por Galilea.
En la época actual se habla poco del de demonio o de los malos espíritus y cuando se habla, se les tiene miedo. Me surge aquí una pregunta ¿Por qué se le tiene miedo al demonio? ¿Qué puede hacerte el demonio a ti? ¿Acaso no somos hijos de Dios? Un día le dije a un amigo que iría a bendecir una casa donde se sentía la presencia del maligno, y le pedí que me acompañara, y esta persona de manera tajante me dijo, “No” porque me puede pasar algo, y más si se trata de espíritus malignos… me dio risa y pena al mismo tiempo. Porque me di cuenta que ese miedo al maligno proviene de nuestra poca preparación espiritual, de nuestra mediocridad de entregarnos a Dios, de nuestra falta de santidad, de nuestros pecados ocultos y que no confesamos por vergüenza o porque no lo creemos necesarios. Que quede claro esto, El demonio no tiene ningún poder sobre nosotros, si llevamos una autoridad moral, que se llama santidad y vida de gracia Divina, si vivimos santa y sanamente quien podrá destruirnos, porque un hombre de Dios se vuelve invencible, se vuelve indestructible y hasta el mismo demonio se le somete. Esa es la autoridad de Jesús, su vida y sus acciones de Dios, de Hijo de Dios, y nosotros recibimos ese poder de sus propios labios. Recuerde Ud. es hijo de Dios y heredero del Reino de los cielos.
Jesús ya no está solo, el relato habla en plural. Lo acompañan los primeros discípulos. Ha estado entre la gente dejando el desierto, ha enseñado entre los trabajadores, ahora aprovecha la concentración en la sinagoga para proclamar su mensaje. Lo hace con simplicidad, los hombres santos y nobles, son gente sencilla y simple, que no complica el mensaje, solo lo viven y lo expresan con su vida. Pero la gente nota su autoridad comparándolo con los escribas y fariseos. ¿Les resultaría llamativa esta autoridad? Adoptaría Jesús un tono solemne, como el de ciertos predicadores? Gritaría atemorizando a la gente? No admitiría ninguna objeción para su mensaje? Quizás todo eso era lo que practicaban los escribas y fariseos y constituía el signo de su falta de autoridad.
Jesús en cambio hablaba sencillamente y sobre todo, es de pensar que la gente de Cafarnaúm que lo conocía, era testigo también de su modo de vida, lo cual le confería autoridad como persona. No mejor autoridad que la que se gana con el testimonio de vida, no hay mejor respeto que el que se gana con honradez, tratando bien a los otros, haciéndoles sentir que son tomados en cuenta, mostrándoles respeto, no importando su clase y condición social. Ese es el verdadero respeto y del cual se nos habla hoy de Jesús, un respeto y una autoridad que trascienden, pero que trasciende con paz, con armonía, con amor.
Siempre es desleal asumir posturas autoritarias basadas en el prestigio de la institución que se representa. La verdadera autoridad brota del testimonio de vida y de las actitudes simples de compartir enseñando y aprendiendo. Ese es un principio verdaderamente cristiano.
Hermanos y Hermanas, nuestra vida tiene que estar marcada siempre por el evangelio y ese evangelio tenemos que mostrarlo como verdaderos discípulos a nuestros hermanos con los que convivimos diariamente y en nuestro trabajo, no tiene sentido vivir un evangelio a medias, o un evangelio por conveniencia, todo lo que Dios nos ha manifestado por medio de su hijo tiene que servirnos para l
a trasformación social, para el desarrollo de nuestra sociedad, y asi convertirla en una sociedad más justa, más libre, mas prospera, llena de esperanza, de alegría y de fe, donde reine la hermandad, - muchos cuando se habla de esta manera piensan que es solo un sueño - pero ese sueño será edificado cuando nosotros, todos y cada uno comprendamos y asimilemos el evangelio en nuestra propia vida el evangelio.
Los proyectos de nuestros gobiernos se vuelven vacios, y no tienen el éxito que ellos quisieran, porque se han empeñado en sacar a Dios como guía y centro de estos proyectos. Ningún proyecto ni propuesta tendrá sentido si no esta Dios presente en el, si Dios falta, es será un fracaso. Porque Dios es el autor de nuestras vidas y proyectos.
A los Seguidores de Jesús nos corresponde también guiarnos por sus criterios y prácticas. Y el trozo de hoy nos señala el contacto con la gente, el respeto a lo que constituye sus seguridades en el momento concreto, la superación valiente de las resistencias al cambio, y la simplicidad de la presentación del mensaje, como métodos de evangelización cristiana válidos para todos y siempre.
Termino con una pregunta sencilla, ¿Cuánto hemos aprendido del maestro y su evangelio? ¿Nuestra autoridad se basa en el amor y la justicia, que Jesus nos enseño o simplemente sigo siendo alguien que impone su autoridad, con prepotencia? Recuerde con Dios somos invencibles. Amen

viernes, 23 de enero de 2009

FIESTA DE LA CONVERSION DE SAN PABLO

La Iglesia celebra hoy la Conversión de, uno de los más grandes apóstoles de la Iglesia. Pablo de Tarso, un hombre extraordinario. Cuando se habla de Pablo se habla de un valiente y audaz apóstol. Nunca se imagino llegar a ser lo apóstol de Jesucristo, pues era uno de sus más fervientes enemigos, y un gran perseguidor de la de la Iglesia de Jesús. Era enemigo a muerte de los cristianos.
Pablo no era un hombre malo, solo que estaba equivocado en sus creencias. Pero quien era Pablo en realidad: Era hijo de judíos fariseos de cultura helenística y con ciudadanía romana. Fue contemporáneo de Jesucristo e incluso estuvo en Jerusalén en la misma época que él, aunque probablemente no se conocieron. Pablo tenía una sólida formación teológica, filosófica, jurídica, mercantil y lingüística (hablaba griego, latín, hebreo y arameo).
Era un hombre de gran preparación intelectual, moral y geográfica. Jesús sabe elegir a sus apóstoles, de acuerdo a sus capacidades, El necesitaba que alguien llevara el evangelio a los paganos, alguien que conociera y supiera entrar en los corazones de estos.
La primera lectura que hemos leído este día, nos cuenta el acontecimiento que cambiara la vida del apóstol. Camino a Damasco, se encuentra con Jesús quien lo interroga, y le hace entender quien es él en realidad y le entrega su nueva tarea, ser apóstol de los gentiles. Meditando en este acontecimiento del Apóstol Pablo, pienso que El y nosotros no somos muy diferentes, tenemos mucho en común, el deseo de la búsqueda de la verdad, Pablo perseguía a los cristianos porque creía que eso era la verdad, y creía que hacia lo correcto y lo mejor a matarlos. Nosotros muchas veces cometemos muchos errores creyendo que estamos haciendo el bien, y muchas veces caminamos por la vida ciegos y necios en nuestras propias formas de pensar y de actuar.
Pablo se encuentra con Jesús, y escucha el interrogatorio, ¿Porque me persigues?, a nosotros también nos puede pasar lo mismo, solo que no le damos importancia, El hombre moderno a lo que menos le da importancia es a la voz de Dios, a su llamado, a sus proyectos, vivimos metidos en nuestras propias vidas y pensamientos que no dejamos que Dios hable a nuestras vidas, Pablo vivía igual, su mundo era el perseguir a los cristianos subido en un caballo. El perseguidor es transformado en apóstol, el explicara en sus cartas que, su deseo de evangelizar viene de la misma conciencia de verse salvado por el Señor.
Jesús tiene que bajarlo, bajarlo hasta el suelo, y el mismo lo dice: “Caí por tierra y oí una voz que me decía”. Mi pregunta para nosotros es, tenemos que espera a caer por tierra en nuestros errores para entender y escuchar la voz de Dios? Tenemos que bajarnos nosotros por nuestra voluntad, bajarnos de un caballo que se llama soberbia, envidia, preocupación, odio, resentimiento, trabajo, racismo, infidelidad, entre otros.
Bajarnos y escuchar lo que Dios tiene que decirnos, esta fiesta es para meditar sobre nuestra propia conversión, sobre nuestro cambio de actitudes y de vida, porque del cambio de vida de cada uno de nosotros vendrá el cambio y la transformación social. San Pablo intercede por nosotros para que seamos evangelizadores comprometidos como tú.

CONOSCAMOS A PABLO DE TARSO

Cuando Pablo fue tirado por tierra, fue capaz de entregarle a Cristo absolutamente todo sus ser. Mas tarde pudo decir "ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi"
Pablo escribió 13 cartas que forman parte del Nuevo Testamento y están dirigidas a las comunidades de gentiles, paganos convertidos por su predicación. En ellas les exhorta, les guía en la fe y enseña sobre ética y doctrina. Estas cartas son inspiradas por el Espíritu Santo y forman parte de la revelación divina. Es decir, son Palabra de Dios y por medio de ellas Dios mismo se da a conocer. Pablo es el instrumento en esta comunicación divina pero al mismo tiempo las cartas nos ayudan a conocer al autor humano. Reflejan su personalidad, sus dones y sus luchas intensas. Otras fuentes que nos ayudan a conocer el apóstol son los Hechos de los Apóstoles escritos por San Lucas y ciertos libros apócrifos.
Pablo nació de una familia judía acomodada, de la tribu de Benjamín, en Tarso de Cilicia (hoy Turquía). Su nombre semítico era Saulo. No sabemos cuando comenzó a llamarse con el nombre latino de Pablo. Por ser Tarso una ciudad griega, gozó de ciudadanía romana. La fecha de su nacimiento se calcula alrededor del año 3 A.D. Según se cree, Jesús nació alrededor del 6 o 7 B.C. Entonces Jesucristo sería sólo unos 10 años mayor que San Pablo.
Aunque criado en una ortodoxia rigurosa, mientras vivía en su hogar de Tarso estuvo bajo la influencia liberal de los helenistas, es decir de la cultura griega que en ese tiempo había penetrado todos los niveles de la sociedad en el Asia Menor. Se formó en las tradiciones y culturas judaicas, romanas y griegas.
Siendo joven, no sabemos la edad, Saúl fue a estudiar en Jerusalén en la famosa escuela rabínica dirigida por Gamaliel. Además de estudiar la ley y los profetas, allí aprendió un oficio como era la costumbre. El joven Saúl escogió el de construir tiendas. No se sabe si jamás vió a Jesús antes de su crucifixión pero no cuenta nada sobre ello.
Hacia el año 34 Saúl aparece como un recto joven fariseo, fanáticamente dispuesto contra los cristianos. Creía que la nueva secta era una amenaza para el judaísmo por lo que debía ser eliminada y sus seguidores castigados. Se nos dice en los Hechos de los Apóstoles que Saúl estuvo presente aprobando cuando San Esteban, el primer mártir, fue apedreado y muerto. Fue poco después que Pablo experimentó la revelación que iba a transformar su vida. Mientras iba a la ciudad de Damasco para continuar su persecución contra los cristianos y hacerles renegar de su fe, Jesucristo se le apareció y tirándolo por suelo le pregunta: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» Hechos 9,4. Por la luz sobrenatural quedó ciego. Pablo ante el Señor se entregó totalmente: -"Señor, ¿qué quieres que haga?. Jesús le pide un profundo acto de humildad ya que se debía someter a quienes antes perseguía: -"vete donde Ananías y él te lo dirá". Después de su llegada a Damasco, siguió su conversión, la sanación de su ceguera por el discípulo Ananías y su bautismo. Pablo aceptó ávidamente la misión de predicar el Evangelio de Cristo, pero como todos los santos, vio su indignidad y se apartó del mundo para pasar tres años en <<>> en meditación y oración antes de iniciar su apostolado. Hacía falta mucha purificación. Jesucristo lo constituyó Apóstol de una manera especial, sin haber convivido con El. Es pues el último apóstol constituido. "Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo." I Corintios 15:8. Su vida es totalmente transformada en Cristo:
"Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo" (Flp 3,7-8).
Desde entonces era un hombre verdaderamente nuevo y totalmente movido por el Espíritu Santo para anunciar el Evangelio con poder. Saúl desde ahora se llamará con el nombre romano: Pablo. El por su parte nunca descansó de sus labores. Predicación, escritos y fundaciones de iglesias, sus largos y múltiples viajes por tierra y mar (al menos cuatro viajes apostólicos), tan repletos de aventuras, podrán ser seguidos por cualquiera que lea cuidadosamente las cartas del Nuevo Testamento. No podemos estar seguros si las cartas y evidencia que han llegado hasta nosotros contienen todas las actividades de San Pablo. Él mismo nos dice que fue apedreado, azotado, naufragó tres veces, aguantó hambre y sed, noches sin descanso, peligros y dificultades. Fue preso y, además de estas pruebas físicas, sufrió muchos desacuerdos y casi constantes conflictos los cuales soportó con gran entusiasmo por Cristo, por las muchas y dispersas comunidades cristianas.
Tuvo una educación natural mucho mayor que los humildes pescadores que fueron los primeros apóstoles de Cristo. Decimos "educación natural" porque los otros apóstoles tuvieron al mismo Jesús de maestro recibiendo así una educación divina. Esta también la recibió San Pablo por gracia de la revelación. Siendo docto tanto en la sabiduría humana como en la divina, Pablo fue capaz de enseñar que la sabiduría humana es nada en comparación con la divina:
"Tened un mismo sentir los unos para con los otros; sin complaceros en la altivez; atraídos más bien por lo humilde; no os complazcáis en vuestra propia sabiduría." Romanos 12,16.

miércoles, 21 de enero de 2009

PREGONEMOS LA UNIDAD

Para algunas personas hablar de la unidad, o ser elementos de unidad donde estemos es hasta cierto punto un sin sentido, porque están acostumbrados a caminar cada quien por su lado, o a buscar siempre cada quien sus propios intereses, razón por la cual no les importa si la búsqueda de estos intereses divide o hace infelices a los demás, o destruyen la dignidad de los que les rodean; a los seres humanos se nos a olvidado que como bautizados y cristianos a la vez, estamos obligados a vivir en la unidad, y ser portadores de ella, recordemos lo que nos dijo Jesús, «En esto conocerán todos que son discípulos míos: en que se aman los unos a los otros» (Jn 13, 35). Interesante verdad, esa es la marca principal de la unidad, y el elemento que debe caracterizar al cristiano. En la Última Cena, Jesús reza por sus discípulos «para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti» (Juan 17, 20-21). La unidad es, por tanto, el «tesoro» que les ha dado. Un tesoro que presenta dos características peculiares: por una parte, la unidad expresa fidelidad al Evangelio; por otra, como indicó el mismo Señor, es una condición para que todos crean que Él es el enviado del Padre. La unidad de la comunidad cristiana esta orientada, por tanto, a la evangelización de todos los que nos rodean, sin hacer distinción de raza, ni lengua. Es muy facil romper la unidad, para ello no se requiere ninguna ciencia, solo basta con hacer mal uso de la lengua, o con volverte fanatico religioso o político, o con sentirte superior a los demas, por tu condicion social, o sentir que eres mas importante o mas inteligente, y ya se hizo una gran brecha, no es necesario estar en un puesto prominente para hacerlo, simple y sencillamente con no valorar a los demas y dejarte llevar por el ego o la superioridad y con eso basta. Nunca he logrado entender el porque de las discusiones sin sentido que se arman a causa de las sagradas escrituras, cuando en estas lo que se refleja no es la enemistad por religión, si no el amor a ser uno, como Jesús y su padre lo son, pero algunos torpemente la fanatizan y creen que hacen el bien y evangelizan, mas no se dan cuenta que con ello están desvirtuando el contenido de esta, siempre es importante entender la relación que tenia Jesús con los doce, y ellos aprendieron a ser unidos pero antes que nada eran amigos, y llegaron a amarse, sin importar que eran totalmente diferentes, y de hecho así nos toca ahora a nosotros en esta sociedad tan diferente, buscar como punto central la amistad basada en el amor al prójimo, antes de ver su clase y condición social, debemos de aprender a ver el reflejo de Dios que hay en el hermano, y partiendo de ahí verlo como un hermano. En una de las ocasiones en las que viaje de mi pais El Salvador para Virginia, en el avión al lado mío venia un hermano que no era católico, y al ver que yo era sacerdote y que vestía como tal, me vio con desprecio y comenzó a decir cosas hasta cierto punto despectivas, y llego al grado de pedir a la aeromoza que lo cambiara, porque dijo, según el, que no era capaz de viajar con un hereje como yo… me dio mucha pena, el ver su actitud, pero en el fondo pensé, que lastima que se llame cristiano, y no tiene ni la mas mínima pizca de caridad, ni educación y respeto, como entenderá el, el evangelio, que entenderá de lo que dice Jesús « que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti», y así como este hermano hay muchos que no son capaces de aceptar al otro. Da pena ver pueblos enteros divididos y enemistado por colores políticos, o por cuestiones que no llevan a nada, es cuestionante ver que después de las contiendas proselitistas, (como lo que estamos viviendo en este momente en el Salvador) la euforia pasa y lo único que quedan son insultos, enemistades, y división, y mi gran pregunta siempre ha sido, que ganamos con todo eso, cual fue el resultado positivo de todo esto, un pueblo lleno de heridas y dividido, no tiene lógica verdad. Creo que nos falta madurar mas y ver que si no somos capaces de construir la unidad donde quiera que estemos no lograremos consolidar ni la paz, ni mucho menos el amor dentro de nuestra sociedad, "La unidad -dijo el Papa- es un don de Dios y fruto de la acción de su Espíritu. Por eso, es importante rezar. Cuanto más nos acercamos a Cristo, convirtiéndonos a su amor, más nos acercamos también los unos a los otros". (Benedicto XVI 18 de enero de 2007) El camino de la unidad es ciertamente largo y no fácil, pero no hay que desanimarse sino seguir recorriéndolo, contando con la ayuda de Cristo. Tenemos que ir madurando cada día mas, y adentrarnos mas en el evangelio, nunca debemos de ser piedras de tropiezo para fomentar la división, en nuestros trabajos, nuestros hogares, con nuestras amistades, debemos de luchar por vivir respetándonos los mas que se pueda. No te conviertas en el elemento principal de división, mejor que todos te conozcan porque eres alguien que une y no que divide. Que Dios nos de el don de la unidad donde quiera que nos encontremos. Bendiciones para todos y un feliz Año 2009

miércoles, 24 de diciembre de 2008

HOY NOS HA NACIDO UN SALVADOR

Una de las palabras que más se repiten en la Liturgia de la Navidad es el adverbio temporal “hoy”: “Hoy una gran luz ha bajado a la tierra”; “hoy [...] nos ha nacido el Salvador”. “Hoy” es “en este día”, “en el día presente”, en la actualidad del tiempo presente. El Dios vivo nos llama a entrar en su “hoy”, que atraviesa y guía toda la historia (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 1165), para dejarnos iluminar por su luz, para alegrarnos con su salvación, para fragmentar la monotonía de nuestros días con la novedad que sólo proviene de Él.
El itinerario de la fe discurre entre la visibilidad de los signos y la invisibilidad del misterio: Hoy “el que era invisible en su naturaleza se hace visible al adoptar la nuestra”, canta el Prefacio III de Navidad. Los signos visibles están ahí, ante nuestros ojos: el signo de un Niño que nace en la humildad de un establo, en el seno de una familia pobre, con unos sencillos pastores como primeros testigos de ese acontecimiento. Pero el signo visible de la humanidad del Dios hecho Niño remite al misterio invisible de su filiación divina y de su misión redentora (cf Catecismo de la Iglesia Católica, 515).
La palabra de Dios es la guía que nos permite remontarnos a lo invisible, es la luz que hace posible la mirada de la fe, la única mirada capaz de adentrarse en el misterio. El Niño que hoy nos ha nacido es el Salvador, el Hijo de Dios, el Verbo encarnado, que ha venido a acampar entre nosotros para que podamos contemplar su gloria.
Hoy se cumple la profecía de Isaías: “Verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios” (cf Isaías 52, 7-10). La salvación que Dios ofrece no conoce fronteras. Jesús es de todos y para todos. Su significado es universal. Como ha enseñando el Concilio Vaticano II: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre” (Gaudium et spes, 22). Todo hombre, de cualquier tiempo, de cualquier raza, de cualquier cultura, de cualquier religión, encuentra en Cristo a Aquel que “manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación” (Gaudium et spes, 22). Desde la Encarnación no podremos conocernos a nosotros mismos en profundidad, ni podremos conocer nuestro destino sin conocer a Jesucristo, porque sólo su misterio esclarece nuestro propio misterio.
En el Niño que hoy nos ha nacido, Dios ha pronunciado su palabra definitiva, su “Palabra única, perfecta e insuperable”, en la que nos lo ha dicho todo (Catecismo de la Iglesia Católica, 65). En el silencio del mundo ha irrumpido la voz de Dios, para que nuestros oídos oigan, sometiéndose libremente a la palabra escuchada. Dios nos ha hablado en su Hijo, en Aquel que es “reflejo de su gloria e impronta de su ser” (cf Hebreos 1, 1-6). En la tiniebla del mundo ha brillado la gloria de Dios: “la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros” (cf Juan 1, 1-18).
Hoy se realiza “el admirable intercambio que nos salva” (Prefacio III de Navidad). Jesucristo se ha dignado compartir con el hombre la condición humana, para que nosotros podamos compartir su vida divina. No despr
eciemos este don. No seamos sordos para la voz de Dios, ni ciegos ante su Gloria. Como escribió Ángelus Silesius: "Aunque Cristo nazca mil veces en Belén, mientras no nazca en tu corazón, estarás perdido para el más allá: habrás nacido en vano".
Nosotros no queremos haber nacido en vano, porque no ha nacido en vano el Hijo de Dios. Decía Fray Luis de León que el nacer es tan del gusto de Dios Hijo “que sólo Él nace por cinco diferentes maneras, todas maravillosas y singulares. Nace según la divinidad, eternamente del Padre. Nació de la Madre Virgen, según la naturaleza humana, temporalmente. El resucitar, después de muerto, a nueva gloria y vida para más no morir, fue otro nacer. Nace en cierta manera en la hostia, cuantas veces en el altar los sacerdotes consagran aquel pan en su cuerpo. Y, últimamente, nace y crece en nosotros mismos siempre que nos santifica y renueva”.
Hoy que celebramos su nacimiento temporal le pedimos al Señor que, al recibirlo en la Eucaristía, nazca y crezca también en nosotros para poder vivir como hijos de Dios, creyendo en su nombre. Amén.

QUIEN ES SANTA CLAUS

La leyenda de Santa Claus deriva directamente de las que desde muy antiguo han adornado la figura de San Nicolás de Bari (ca. 280-ca. 350), obispo de Myra y santo que, según la tradición, entregó todos sus bienes a los pobres para hacerse monje y obispo, distinguiéndose siempre por su generosidad hacia los niños.
En la Edad Media, la leyenda de San Nicolás arraigó de forma extraordinaria en Europa, particularmente en Italia (a la ciudad italiana de Bari fueron trasladados sus restos en el 1087), y también en países germánicos como los estados alemanes y holandeses. Particularmente en Holanda adquirió notable relieve su figura, al extremo de que se convirtió en patrón de los marineros holandeses y de la ciudad de Amsterdam. Cuando los holandeses colonizaron Nueva Amsterdam (la actual isla de Manhattan), erigieron una imagen de San Nicolás, e hicieron todo lo posible para mantener su culto y sus tradiciones en el Nuevo Mundo.
La devoción de los inmigrantes holandeses por San Nicolás era tan profunda y al mismo tiempo tan pintoresca y llamativa que, en 1809, el escritor norteamericano Washington Irving (1783-1859) trazó un cuadro muy vivo y satírico de ellas (y de otras costumbres holandesas) en un libro titulado Knickerbocker's History of New York (La historia de Nueva York según Knickerbocker). En el libro de Irving, San Nicolás era despojado de sus atributos obispales y convertido en un hombre mayor, grueso, generoso y sonriente, vestido con sombrero de alas, calzón y pipa holandesa. Tras llegar a Nueva York a bordo de un barco holandés, se dedicaba a arrojar regalos por las chimeneas, que sobrevolaba gracias a un caballo volador que arrastraba un trineo prodigioso. El hecho de que Washington Irving denominase a este personaje "guardián de Nueva York" hizo que su popularidad se desbordase y contagiase a los norteamericanos de origen inglés, que comenzaron también a celebrar su fiesta cada 6 de diciembre, y que convirtieron el "Sinterklaas" o "Sinter Klaas" holandés en el "Santa Claus" norteamericano.
Pocos años después de la publicación del libro de Irving, la figura de Santa Claus había adquirido tal popularidad en la costa este de los Estados Unidos que, en 1823, un poema anónimo titulado A Visit of St. Nicholas ('Una visita de San Nicolás'), publicado en el periódico Sentinel ('El Centinela') de Nueva York, encontró una acogida sensacional y contribuyó enormemente a la evolución de los rasgos típicos del personaje. Aunque publicado sin nombre de autor, el poema había sido escrito por un oscuro profesor de teología, Clement Moore, que lo dedicó a sus numerosos hijos y nunca previó que un familiar suyo lo enviaría a un periódico Hasta el año 1862, ya octogenario, no reconocería Moore su autoría. En el poema, San Nicolás aparecía sobre un trineo tirado por renos y adornado de sonoras campanillas. Su estatura se hizo más baja y gruesa, y adquirió algunos rasgos próximos a la representación tradicional de los gnomos (que precisamente también algunas viejas leyendas germánicas consideraban recompensadores o castigadores tradicionales de los niños). Los zuecos holandeses en que los niños esperaban que depositase sus dones se convirtieron en anchos calcetines. Finalmente, Moore desplazó la llegada del simpático personaje del 6 de diciembre típico de la tradición holandesa, al 25 de ese mes, lo que influyó grandemente en el progresivo traslado de la fiesta de los regalos al día de la Navidad.
El proceso de popularización del personaje siguió en aumento. El 6 de diciembre de 1835, Washington Irving y otros amigos suyos crearon una sociedad literaria dedicada a San Nicolás, que tuvo su sede en la propia casa de Irving. En las reuniones, era obligado fumar en pipa y observar numerosas costumbres holandesas. Ello indica hasta qué extremo habían aceptado esta tradición holandesa los norteamericanos descendientes de otros grupos inmigrantes.
El otro gran contribuyente a la representación típica de San Nicolás en el siglo XIX fue un inmigrante alemán llamado Thomas Nast. Nacido en Landau (Alemania) en 1840, se estableció con su familia en Nueva York desde que era un niño, y alcanzó gran prestigio como dibujante y periodista. En 1863, Nast publicó en el periódico Harper's Weekly su primer dibujo de Santa Claus, cuya iconografía había variado hasta entonces, fluctuando desde las representaciones de hombrecillo bajito y rechoncho hasta las de anciano alto y corpulento. El dibujo de Nast lo presentaba con figura próxima a la de un gnomo, en el momento de entrar por una chimenea. Sus dibujos de los años siguientes (siguió realizándolos para el mismo periódico hasta el año 1886) fueron transformando sustancialmente la imagen de Santa Claus, que ganó en estatura, adquirió una barriga muy prominente, mandíbula muy ancha, y se rodeó de elementos como el ancho cinturón, el abeto, el muérdago y el acebo. Aunque fue representado varias veces como viajero desde el Polo Norte, su voluntariosa aceptación de las tareas del hogar y sus simpáticos diálogos con padres y niños le convirtieron en una figura todavía más próxima y entrañable. Cuando las técnicas de reproducción industrial hicieron posible la incorporación de colores a los dibujos publicados en la prensa, Nast pintó su abrigo de un color rojo muy intenso. No se sabe si fue él el primero en hacerlo, o si fue el impresor de Boston Louis Prang, quien ya en 1886 publicaba postales navideñas en que aparecía Santa Claus con su característico vestido rojo. La posibilidad de hacer grandes tiradas de tarjetas de felicitación popularizó aún más la figura de este personaje, que numerosas tiendas y negocios comenzaron por entonces a usar para fines publicitarios. Llegó incluso a ser habitual que, durante las celebraciones navideñas, los adultos se vistieran como él y saliesen a las calles y tiendas a obsequiar a los niños y hacer propaganda de todo tipo de productos. Entre 1873 y 1940 se publicó la revista infantil St. Nicholas, que alcanzó una enorme difusión.
La segunda mitad del siglo XIX fue trascendental en el proceso de consolidación y difusión de la figura de Santa Claus. Por un lado, quedaron fijados (aunque todavía no definitivamente) sus rasgos y atributos más típicos. Por otra, se profundizó en el proceso de progresiva laicización del personaje. Efectivamente, Santa Claus dejó de ser una figura típicamente religiosa, asociada a creencias específicas de determinados grupos credenciales, y se convirtió más bien en un emblema cultural, celebrado por personas de credos y costumbres diferentes, que aceptaban como suyos sus ab
iertos y generales mensajes de paz, solidaridad y prosperidad. Además, dejó de ser un personaje asociado específicamente a la sociedad norteamericana de origen holandés, y se convirtió en patrón de todos los niños norteamericanos, sin distinción de orígenes geográficos y culturales. Prueba de ello fue que, por aquella época, hizo también su viaje de vuelta a Europa, donde influyó extraordinariamente en la revitalización de las figuras del "Father Christmas" o "Padre Navidad" británico, o del "Père Noël" o "Papá Noel" francés, que adoptaron muchos de sus rasgos y atributos típicos.
El último momento de inflexión importante en la evolución iconográfica de Santa Claus tuvo lugar con la campaña publicitaria de la empresa de bebidas Coca-Cola, en la Navidad de 1930. Como cartel anunciador de su campaña navideña, la empresa publicó una imagen de Santa Claus escuchando peticiones de niños en un centro comercial. Aunque la campaña tuvo éxito, los dirigentes de la empresa pidieron al pintor de Chicago (pero de origen sueco) Habdon Sundblom que remodelara el Santa Claus de Nast. El artista, que tomó como primer modelo a un vendedor jubilado llamado Lou Prentice, hizo que perdiera su aspecto de gnomo y ganase en realismo. Santa Claus se hizo más alto, grueso, de rostro alegre y bondadoso, ojos pícaros y amables, y vestido de color rojo con ribetes blancos, que eran los colores oficiales de Coca-Cola. El personaje estrenó su nueva imagen, con gran éxito, en la campaña de Coca-Cola de 1931, y el pintor siguió haciendo retoques en los años siguientes. Muy pronto se incorporó a sí mismo como modelo del personaje, y a sus hijos y nietos como modelos de los niños que aparecían en los cuadros y postales. Los dibujos y cuadros que Sundblom pintó entre 1931 y 1966 fueron reproducidos en todas las campañas navideñas que Coca-Cola realizó en el mundo, y tras la muerte del pintor en 1976, su obra ha seguido difundiéndose constantemente.
Por el cauce de las postales, cuentos, cómics, películas, etc. norteamericanas, la oronda figura de Santa Claus sigue ganando popularidad en todo el mundo, y hoy puede decirse que constituye la advocación más universal y conocida, y también la más laica y comercial, de todas las derivadas del San Nicolás de Bari que desde el siglo IV se ha considerado tradicional protector de los niños.

viernes, 12 de diciembre de 2008

VIRGEN DE GUADALUPE

Emperatriz de las Américas
La Virgen Santísima se apareció en el Tepeyac, México, a san Juan Diego el martes 12 de diciembre de 1531, apenas diez años después de la conquista de México. La madre de Dios viene para dar a conocer el evangelio a sus hijos nativos del nuevo continente y para "mostrar y dar" todo su "amor y compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre".
Como prueba de su visita la Virgen milagrosamente hizo que en aquel lugar aparecieran preciosas rosas de Castilla y que su imagen se quedara permanentemente en la tilma de su siervo.
Durante cuatro días la Virgen se había comunicado con Juan Diego hablándole en su propia lengua, el náhualtl. Al identificarse, María usó la palabra "coatlallope"; un sustantivo compuesto formado por "coatl" o sea, serpiente, la preposición "a" y "llope", aplastar; es decir, se definió como "la que aplasta la serpiente". Otros reconstruyen el nombre como "Tlecuauhtlapcupeuh" que significa: "La que precede de la región de la luz como el Aguila de fuego". De todas formas el vocablo náhualtl sonó a los oídos de los frailes españoles como el extremeño "Guadalupe", relacionando el prodigio del Tepeyac con la muy querida advocación que los conquistadores conocían y veneraban en la Basílica construida por Alfonso XI en 1340. En España existían dos advocaciones a la Virgen de Guadalupe, en
Cáceres y en La Gomera. Sin embargo la Guadalupe Mexicana es original. ¡La Virgen se comunicó de manera que la entendiesen tanto los indios como los españoles!.
La Virgen de Gua
dalupe dio al indio Juan Diego un delicado trato de nobleza elevando proféticamente la condición de todo su pueblo. El Señor "derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes". Al mismo tiempo, La Virgen trajo reconciliación y no división entre los nativos y los españoles. Les ayudó a ambos a comprender que la fe cristiana no es propiedad de nadie sino un don de amor para todos. La Virgen pide a Juan Diego que vaya al obispo. El obispo de México era Fray Juan De Zumárraga, franciscano. De esta manera la Virgen enseña que se debe someter a la autoridad legítima que Jesús estableció en la Iglesia.
Cuatrocientos años debieron pasar para que la cultura occidental reconociera admirada que la imagen impresa sobre el ayate indígena era un verdadero códice mexicano, un mensaje del cielo cargado de símbolos. Helen Behrens, una antropóloga norteamericana descubrió en 1945 lo que los ojos de los indios habían "leído" en la pintura de la "Madre del verdadero Dios por quien se vive" aquel diciembre de 1531.

jueves, 4 de diciembre de 2008

II DOMINGO DE ADVIENTO

Las Lecturas de este Segundo Domingo de Adviento nos invitan a prepararnos. Todo Adviento contiene un llamado a la conversión, al cambio de vida. Será, por tanto, una oportunidad maravillosa para crecer en la fe, incrementar la esperanza y mejor vivir en la caridad. El Evangelio de hoy nos presenta a San Juan Bautista, uno de los principales personajes bíblicos de este Tiempo de Adviento, que es tiempo de preparación a la venida de Cristo. Este personaje ya había sido anunciado en el Antiguo Testamento como “una voz que clama en el desierto” y que diría: “Preparen el camino del Señor ... Rellénense todas las quebradas y barrancos, aplánense todos los cerros y colinas; los caminos torcidos con curvas serán enderezados y los ásperos serán suavizados” (Is. 40, 1-5). Apareció en el desierto. Nos dice el Evangelio que “vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre”. Apareció como un mensajero inmediatamente antes de Jesús para preparar el camino a éste, predicando “un bautismo de arrepentimiento, para el perdón de los pecados” (Mc. 1, 1-8). Con esta descripción de la predicación de San Juan Bautista nos queda claro que la preparación para recibir al Señor consiste en arrepentirnos y en recibir el perdón de los pecados. Pero si observamos el detalle que da el Profeta Isaías sobre cómo se prepara el camino del Señor tenemos más información de cómo puede ser ese proceso de conversión y de arrepentimiento al que estamos llamados muy especialmente durante este tiempo de Adviento, el cual nos presenta la Liturgia de la Iglesia en preparación para la venida del Señor.“Aplanar cerros y colinas” significa rebajar las alturas de nuestro orgullo, nuestra soberbia, nuestra altivez, nuestro engreimiento, nuestra auto-suficiencia, nuestra arrogancia, nuestra ira, nuestra impaciencia, nuestra violencia, etc.“Rellenar quebradas y barrancos” significa rellenar las bajezas de nuestro egoísmo, de nuestra envidia, nuestras rivalidades, odios, venganzas, retaliaciones... pecados todos que dificultan el poder vivir en armonía unos con otros, pecados que impiden la realización de ese Reino de Paz y Justicia que Cristo viene a traernos. “Enderezar los caminos torcidos y con curvas” significa rectificar el camino, cambiar de rumbo si vamos por caminos torcidos y equivocados, que no nos llevan a Dios. ¿A dónde queremos ir? ¿Hacia dónde estamos dirigiéndonos? ¿Estamos preparándonos para que el Señor nos encuentre, como nos dice San Pedro en la Segunda Lectura, “en paz con El, sin mancha, ni reproche”? (2 Pe. 3, 8-14). El Mesías fue anunciado en el Antiguo Testamento y llegó hace unos 2.000 años. La venida de Cristo al final del tiempo también ha sido anunciada y puede venir en cualquier momento “como los ladrones” -nos dice el Señor y nos lo recuerda San Pedro. Pero el final del tiempo nos llega también a cada uno el día de nuestra muerte, que puede sorprendernos -igual que los ladrones- en cualquier momento. ¿Hemos preparado el camino para nuestro encuentro con el Señor? ¿Hemos nacido de arriba, del Espíritu Santo? ¿Estamos preparados? Esa es la gran pregunta.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

I DOMINGO DE ADVIENTO

Comienza el tiempo de Adviento, palabra que significa advenimiento... de Cristo! Se trata precisamente de celebrar la primera venida del Señor (en Belén), preparando la segunda (Juicio Final).
Tiempo signado por una alegre esperanza, que es como el lema de este tiempo; pero de una “alegría contenida” (por eso los ornamentos morados que usa el sacerdote; por eso no se canta ni recita el Gloria)... Es como un tiempo que corresponde a los preparativos de una fiesta... O lo que en una madre es el tiempo de su embarazo... De hecho, este tiempo está marcado por una una mujer embarazada: María.. El pueblo de Israel ha sido un gran maestro de la Esperanza. Y en la historia bíblica de este pueblo de algún modo se ensamblan las esperanzas y anhelos de todos los hombres, de todos tiempos, de la humanidad entera y su historia.
Porque todos - y también cada uno de nosotros - sentimos y sabemos la necesidad de ser salvados: "¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!", grito impresionante de alma humana, un grito infinito que hoy escuchamos en boca de Isaías en la Iª lectura... Pero también en la nuestra, cada día: “¡Ven Señor Jesús!”, en cada Misa... Pero lo verdaderamente grande, hermoso y fascinante es que este grito no es un grito dado en el vacío, sino un llamado al Dios fiel, nuestro Padre y Pastor, que "tanto amó al mundo, que entregó a su Hijo Único...” (Juan 3, 16) y que al darnos a Cristo, se nos ha dado a Sí mismo, y con Él todo bien posible. Por eso nos dice San Pablo (IIª lect.): "No carecen de ningún don, ustedes que esperan la manifestación de nuestro Sr. Jesucristo. Él los mantendrá firmes hasta el final..." ¡Este es nuestro Dios! "Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en Él" (Iª lectura). No nos manda buscarlo en el vacío, sino que sale Él (¡siempre primero!) a nuestro encuentro, a buscarnos. El Adviento es entonces un tiempo para contemplar al Dios Fiel, que ha cumplido (superando!) todas las promesas para con su pueblo elegido, haciéndose hombre en la plenitud de los tiempos, y que ha de venir de modo definitivo
El Señor "ha rasgado los cielos y ha bajado" (Iª lectura), y alimenta en este tiempo nuestra esperanza, recordándonos que ese Cielo que ha quedado "rasgado", abierto, es para nosotros, y que Él vuelve buscarnos... al fin de los tiempos, y cada día. Por eso, el mandato de Jesús en el Evangelio ¡ESTÉN ATENTOS!... Escuchemos la voz del Señor que nos reúne en su Iglesia. Preparemos la Navidad disponiendo nuestros corazones al retorno de Cristo que ya comenzó (con la Resurrección), y que se va realizando cada día, desde el seno de su Iglesia y para todo el mundo. En el Evangelio Jesús nos da la clave acerca del “cómo”: “Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén prevenidos!”

Y aprendamos a descubrirá Cristo, que va llegando cada día: en la predicación de la Iglesia; en los buenos pensamientos que su divina presencia en nosotros nos sugiere; en los acontecimientos de nuestra vida (¡buenos y malos!); en los hechos del mundo en que vivimos; en el amor de los nuestros; en las palabras de algún amigo... Permanecemos en vela, estamos atentos, cada vez que intentamos, con la fuerza de Cristo Resucitado, realizar el mundo como Dios quiere. Descubrir esta llegada constante y silenciosa del Señor es la mejor manera de evitar que pase de largo... y de prepararnos (sin expectativas enfermizas, como proponen las sectas) a la Segunda Venida que debemos esperar llenos de alegría y esperanza... No viene un verdugo, un enemigo, sino Jesús, nuestro hermano y amigo querido. Por lo tanto nuestra vida entera es un “Adviento” para este encuentro, una preparación gozosa. Por eso el Adviento es un tiempo de alegre esperanza, tiempo de aumentar nuestra cercanía y amistad con Dios (fuente de la más profunda felicidad), el Dios fiel que está siempre con nosotros, cuya primera venida celebraremos en la Navidad, y que vendrá definitivamente con poder y gloria para transformar todas las cosas a la medida de lo cumplido en Él, nuestro Señor, Jesucristo.

viernes, 21 de noviembre de 2008

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

Hoy es el último domingo del Año Litúrgico, el cual finaliza celebrando a Cristo como Rey del Universo, fiesta solemne instaurada por el Papa Pío XI en 1925. Con esta celebración cerramos el calendario litúrgico. El próximo domingo daremos comienzo al nuevo año con el primer domingo de Adviento.
El Reinado de Cristo -que es lo mismo que el Reino de Dios- viene mencionado muchas veces en la Sagrada Escritura. Cristo nos dice que su Reino no es de este mundo. Sin embargo, sabemos que su Reino también está en este mundo. Pero su Reino no es terrenal, sino celestial; no es humano, sino divino; no es temporal, sino eterno. Su Reinado está en medio del mundo, porque está en cada uno de nosotros. O, mejor dicho: está en cada uno de nosotros cuando estamos en gracia; es decir, cuando Cristo vive en nosotros y así permitimos que el Señor sea Rey de nuestro corazón y de nuestra alma, cuando le permitimos a Jesucristo reinar sobre nuestra vida. Si Cristo es nuestro Rey, nosotros somos sus súbditos. Tendríamos, entonces, que preguntarnos ¿qué hace un súbdito? ¿Qué hace un subalterno? Hace lo que desea y lo que le indica su Rey, su Jefe. Por eso decimos que el Reinado de Cristo está dentro de nosotros mismos, pues Cristo es verdadero Rey nuestro cuando nosotros hacemos lo que El desea y lo que El nos pide.
En la primera lectura el profeta Ezequiel nos habla de los pastores. Su ministerio parece estar dividido en dos etapas. En la primera vemos que el pueblo se siente autosuficiente, ha puesto su confianza en los seres humanos y por eso el profeta les critica duramente. En la segunda parte de su ministerio, el pueblo en pleno destierro está en lo más bajo de su estado anímico y el profeta les habla que Dios, el verdadero pastor les salvará. En este capítulo 34, que conviene leerlo completo para entender mejor el corto pasaje que hoy nos presenta la liturgia, encontramos las quejas de Dios contra los pastores. El profeta les recuerda que han abusado de las ovejas, que “no las fortalecen, no curan a las enfermas, ni vendan a las heridas, ni recogen a las descarriadas, ni buscan a las perdidas y maltratan brutalmente a las fuertes”. Pero ahora (lectura primera) el Señor va a hacer todo lo contrario a lo que hicieron los pastores del pueblo, él “buscará a las perdidas, las librará de los nubarrones y pedregales, las apacentará, vendará sus heridas y las curará de las enfermedades”.
Hoy, cuando tanto pastores como líderes seglares en la Iglesia están tratando de “desarrollar pastorales de evangelización”, tal vez sería bueno no tratar de inventar de nuevo la rueda, y pasar a la acción. La última frase de la primera lectura de hoy dice: “He aquí que yo (Dios es el que habla) voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carnero y macho cabrío”. Una verdad muy clara: Seremos juzgados. E
l Rey del Universo nos juzgará (evangelio de hoy), y nos juzgará de acuerdo a nuestras acciones hacia las ovejas (los demás): ¿Hemos compartido nuestras posesiones con los necesitados? ¿Nos hemos dado a los necesitados?
La fórmula bien clara para entrar en el Reino de Dios es la práctica del amor. Jesús proclama el señorío del amor al prójimo, principalmente al prójimo marginado. Nuestra proximidad al Rey del Universo depende de nuestro amor a los hambrientos, sedientos, desnudos, forasteros, enfermos, encarcelados y todos esos hermanos y hermanas que no son admitidos en nuestra sociedad por causa del color de su piel, por su acento, por su pasaporte, por padecer del SIDA, por su orientación sexual, por tantas y tantas otras razones que no nos dejan ser familia.Desde hace unos años estamos repitiendo una frase que suena muy bonita: “Opción preferencial por los pobres”. ¿Qué hemos hecho con esa frase? ¿Le quitamos el polvo para usarla con brillantez en sermones, documentos y discursos o está dando vida a nuestra vida cristiana?El cardenal Stephen Kim Sou-hwan, ya retirado, en su autobiografía recientemente publicada, se describe a sí mismo como “el pecador de pecadores” pues, según cuenta él mismo: “Como sacerdote, yo deseaba vivir entre los pobres… pero mi posición como obispo estaba muy lejos de ellos”.“Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección” (2º lectura), y Cristo es el que nos llevará a la vida eterna. El es el Juez, pero también la Gracia que nos reta, guía y ayuda a ser hermano del más necesitado.

EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

El Matrimonio fue instituido por Dios cuando creó al hombre y a la mujer. Para los cristianos, Jesucristo lo elevó a la dignidad de sacramento; un sacramento que da a los esposos una gracia especial para ser fieles una al otro y santificarse en la vida matrimonial y familiar, ya que el matrimonio cristiano es una auténtica vocación sobrenatural. El matrimonio religioso se establece con el consentimiento libre de cada uno de los dos contrayentes manifestado ante el representante de la Iglesia. or su naturaleza está ordenado a la generación y la educación de los hijos, al amor y ayuda entre los esposos y a su santificación personal. Es el sacramento que santifica la unión indisoluble entre un hombre y una mujer cristianos, y les concede la gracia para cumplir fielmente sus deberes de esposos y de padres.
Dentro de esta gran vocación existen los que se llaman fines del matrimonio: Los fines del matrimonio son el amor y la ayuda mutua, la procreación de los hijos y la educación de estos. (Cfr. CIC no. 1055; Familiaris Consortio nos. 18; 28). El hombre y la mujer se atraen mutuamente, buscando complementarse. Cada uno necesita del otro para llegar al desarrollo pleno - como personas - expresando y viviendo profunda y totalmente su necesidad de amar, de entrega total. Esta necesidad lo lleva a unirse en matrimonio, y así construir una nueva comunidad de fecunda de amor, que implica el compromiso de ayudar al otro en su crecimiento y a alcanzar la salvación. Esta ayuda mutua se debe hacer aportando lo que cada uno tiene y apoyándose el uno al otro. Esto significa que no se debe de imponer el criterio o la manera de ser al otro, que no surjan conflictos por no tener los mismos objetivos en un momento dado. Cada uno se debe aceptar al otro como es y cumplir con las responsabilidades propias de cada quien. El amor que lleva a un hombre y a una mujer a casarse es un reflejo del amor de Dios y debe de ser fecundo (Cfr. Gaudium et Spes, n. 50)
Cuando hablamos del matrimonio como institución natural, nos damos cuenta que el hombre o la mujer son seres sexuados, lo que implica una atracción a unirse en cuerpo y alma. A esta unión la llamamos “acto conyugal”. Este acto es el que hace posible la continuación de la especie humana. Entonces, podemos deducir que el hombre y la mujer están llamados a dar vida a nuevos seres humanos, que deben desarrollarse en el seno de una familia que tiene su origen en el matrimonio. Esto es algo que la pareja debe aceptar desde el momento que decidieron casarse. Cuando uno e
scoge un trabajo – sin ser obligado a ello - tiene el compromiso de cumplir con él. Lo mismo pasa en el matrimonio, cuando la pareja – libremente – elige casarse, se compromete a cumplir con todas las obligaciones que este conlleva. No solamente se cumple teniendo hijos, sino que hay que educarlos con responsabilidad. La maternidad y la maternidad responsable son las funciones que un matrimonio debe de cumplir, ya sea en cuanto a al número de hijos, o según los medios utilizados para procrear, o por el número de hijos que desean tener. Es derecho –únicamente - de los esposos decidir el número de hijos que van a procrear. No se puede olvidar que la paternidad y la maternidad es un don de Dios conferido para colaborar con Él en la obra creadora y redentora. Por ello, antes de tomar la decisión sobre el número de hijos a tener, hay que ponerse en presencia de Dios – haciendo oración – con una actitud de disponibilidad y con toda honestidad tomar la decisión de cuántos tener y cómo educarlos. La procreación es un don supremo de la vida de una persona, cerrarse a ella implica cerrarse al amor, a un bien. Cada hijo es una bendición, por lo tanto se deben de aceptar con amor. El matrimonio está al servicio de la vida. Los esposos han de estar listos y preparados para tener hijos, para amarlos y educarlos.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

JUAN XXIII EL PAPA DE LA PAZ

A 50 AÑOS DE SU ELECCION
Para muchos jóvenes del mundo moderno creo que no es conocido el Papa Juan XXIII, o más conocido como el Papa Bueno o el Papa de la Paz, por la simple y sencilla razón que no ha sido tan exaltada su figura, como otros papas a lo largo de la historia, aunque creo que con justa razón deberíamos de hacerlo, ya que gracias a él la Iglesia dio un giro que muchos quizás ni se esperaron. Fue hace exactamente cincuenta años que figuro como sucesor de Pedro, un 28 de octubre de 1958, contando con casi 77 años de edad, el cardenal Ángelo Giuseppe Roncalli fue elegido papa ante la sorpresa de todo el mundo, era un hombre sencillo y humilde que nunca jamás nadie, e incluso el mismo, se imagino llegar a ser vicario de Cristo, no porque no tuviera la capacidad de hacerlo sino porque su sencillez y su avanzada edad pensaron no se lo permitiría; Era el cuarto de los catorce hijos (y el mayor de los varones) de Giovanni Battista Roncalli y de Mariana Mazzola. Su familia trabajaba como campesinos en un terreno arrendado. Es ahí donde Dios forja la figura de un hombre que se convertiría en un pescador humilde y sencillo. Ni los cardenales ni el resto de la Iglesia esperaban que el temperamento alegre, la calidez y la generosidad del papa Juan XXIII cautivaran los afectos del mundo de una forma en que su predecesor no pudo. Fue un hombre optimista y lleno de paciencia, forrado de grandes virtudes entre ellas la de estar siempre alegre y buscar el lado cómico a todo lo que le sucedía, porque decía que en la alegría y la paciencia esta la paz, y quien las pierde lo pierde todo, pensaba que el diálogo era la mejor forma para dar solución a un conflicto. Enseguida empezó una nueva forma de ejercer el papado. Fue el primero desde 1870 que ejerció su ministerio de obispo de Roma visitando personalmente las parroquias de su diocesis. Al cabo de dos meses de haber sido elegido, dio ejemplo de obras de misericordia: por Navidad visitó los niños enfermos de los hospitales Espíritu Santo y Niño Jesús; al día siguiente fue a visitar los prisioneros de la cárcel Regina Coeli. Fue el papa de los cambios inesperados, dichos cambios fueron forjados no solo desde un escritorio u oficina, sino que los pensaba estando con sus hermanos y hermanas, paseando por el jardín, dialogando con sus secretarios y personas que se acercaban a él. Su primera medida como Sumo Pontífice, no fue aceptada con tanto agrado por la curia vaticana por la sencilla razón que de un día para otro redujo los altos estipendios (y la vida de lujo que, en ocasiones, llevaban los obispos y cardenales). Asimismo, dignificó las condiciones laborales de los trabajadores del Vaticano, que hasta ese momento carecían de muchos de los derechos de los trabajadores de Europa, además retribuidos con bajos salarios. Por primera vez en la historia nombra cardenales indios y africanos que hasta ese momento no existían. Con todas estas medidas el mundo observaba atónito unos cambios que hasta ese momento nadie se imaginaba, y lo que más admiraba era que venían de alguien que los medios de comunicación habían llamado con tono despectivo “un papa de transición” a lo que el respondía con suma paciencia y enérgica alegría, “Señor, porque me metes en estos embrollos tuyos, sabes que no soy tan bueno como crees, es cierto que quería ser ministro tuyo, pero yo solo quería ser un pobre cura de pueblo, y mira, menuda broma me has hecho, vestirme de blanco y con lo que cuesta cepillar la sotana, pero aquí estamos...” se le llamo también un papa de transición dada su avanzada edad y el poco relieve que su figura había tenido hasta la fecha dentro de la curia romana, tres meses después de su elección, el 25 de enero de 1959, en la Basilica de San Pablo Extramuros y ante la sorpresa de todo el mundo anunció el XXI Concilio Ecuménico -que posteriormente fue llamado Concilio Vaticano II-, el I Sínodo de la Diócesis de Roma y la revisión del Código de Derecho Canonico. Abrió las sesiones del concilio Vaticano II –el primero en casi un siglo– en octubre de 1962, con un discurso inaugural en el que expresó su intención de acometer una reforma de la Iglesia basada en el aggiornamento, es decir, su puesta al día. Ha sido el Concilio más representativo de todos, con una media de asistencia de unos dos mil padres conciliares procedentes de todas las partes del mundo y de una gran diversidad de lenguas y razas. Asistieron además miembros de otras confesiones religiosas cristianas. Si bien sólo se celebró una sesión bajo su pontificado, ésta sirvió para originar una apertura sin precedentes en el seno de la Iglesia Católica. El nuevo cambio de rumbo siguió dos ejes fundamentales: una actitud hacia los cristianos no católicos basada en el respeto y la tolerancia, y una posición independiente y sin alianzas en política internacional, sin participación en la férrea división en bloques de la época. Dentro de todos los hechos que marcaron a América Latina y el Caribe dentro de su pontificado figura la excomunión de Fidel Castro dictador Cubano realizada el 3 de Enero de 1962 y la canonización del primer santo negro de América Latina “ San Martin de Porres”. Nombró 37 nuevos cardenales, entre los cuales por primera vez figuraron un colombiano, un tanzano, un japonés, un filipino, un venezolano y un mexicano. Ciertamente fue un pontificado corto porque solo duro escasos cinco años, pero durante ese corto tiempo, este bien dotado hombre de Dios le regalo mucho a la Iglesia, dentro de estos regalos destacan ocho encíclicas llenas de un profundo sentido de Dios, y defensa de la dignidad de la persona humana, pero Dios premia a los santos de maneras inexplicables El 23 de mayo de 1963 se anunciaba públicamente la enfermedad del papa (cáncer de estómago). Murió en Roma el 3 de junio de 1963. El Papa no quiso dejarse operar temiendo que el rumbo del Concilio se enfocase por otro rumbo de lo estimulado, de esta forma el mismo Papa estaba firmando su sentencia de muerte. Al fin, después de una grave enfermedad el 3 de junio de 1963, hacia las dos y cincuenta de ese día, el Papa Juan XXIII muere sin ver concluir su obra, a la que él mismo consideraba "La Puesta al día de la Iglesia". En la memoria de muchos, el Papa Juan XXIII ha quedado como "el Papa bueno" o como "el Papa más amado de la historia", a lo que el respondería, “yo solo quería ser un pobre cura de pueblo”.

JUAN XXIII Y EL CONCILIO VATICANO II

domingo, 2 de noviembre de 2008

FESTIVIDAD DE LOS FIELES DIFUNTOS

Muchas veces nos hemos preguntado en nuestra América Latina: -¿A qué viene, y cómo se explica, la devoción de nuestros pueblos a los Fieles Difuntos? No podemos ni queremos establecer comparación con otras culturas no cristianas, que no tienen nuestra esperanza, y que son también muy apegadas al culto de sus muertos. Hablamos de nosotros porque tenemos fe. Sabemos que los que nos precedieron están en el seno de Dios. Y sin embargo, pensamos mucho en ellos, rezamos mucho por ellos, y los muertos están presentes en nuestra familias como lo estuvieron en vida.
No pasa así en otras civilizaciones también cristianas --que se dicen superiores (!)-- y que ante sus muertos se muestran bastante frías...
Hablando, pues, de nosotros, ciertamente que hay dos explicaciones, muy legítimas las dos, y también bastante claras, en este proceder nuestro con los difuntos: el amor familiar y el buen corazón de nuestras gentes.
La primera, el amor familiar, es evidente. Nuestros pueblos conservan, gracias a Dios, un gran apego a la familia. Y es natural que, al llegar este día, sintamos la necesidad de hacer más presentes entre nosotros a los seres queridos que se nos fueron. La segunda explicación que se da es el buen corazón, que nos hace sentir muy de cerca el dolor de los demás. Y eso de pensar que nuestros difuntos están a lo mejor todavía purificándose en aquel fuego devorador que, según la piedad y la fe cristiana, llamamos Purgatorio, eso nos llega muy al fondo del alma. Y eso es también lo que nos mueve a intensificar nuestros sufragios ante Dios por las almas benditas. Hablando de esta segunda razón --el buen corazón de nuestros pueblos--, explicaba un prestigioso sacerdote latinoamericano:
- Pasa con los Difuntos como lo que ocurre en nuestros pueblos con el Santo Cristo. Se le tiene una devoción muy especial. Por ejemplo, llega la Semana Santa, y hay que ver las plegarias ante el Señor que sufre y cómo se le acompaña en procesiones penitenciales... Pasa el Sábado Santo con el recuerdo de la Virgen Dolorosa, y dice poco la celebración del Señor que resucita. ¿A qué obedece este fenómeno, a sólo cultura o a un sentimiento muy profundo del corazón?...
Nosotros aceptamos esta realidad: los difuntos nos dicen mucho al corazón, y los recordamos, rogamos por ellos, y los seguiremos encomendando siempre al Señor.
Pero, ¿qué debemos pensar de las penas del Purgatorio, de las cuales queremos aliviar a nuestros queridos difuntos? Aquí deberíamos tener las ideas muy claras. La Iglesia, guiada siempre en su fe por el Espíritu Santo, es quien tiene la palabra. Y lo que nos enseña nuestra fe se puede resumir en dos o tres afirmaciones breves y seguras. Es cierto que en la Gloria de Dios no puede entrar nada manchado. Quien tenga pecado mortal --que quiere decir esto: de muerte eterna-- no verá jamás a Dios. ¿Y quien no tenga pecado mortal, sino faltas ligeras, apego a las criaturas, amor muy imperfecto a Dios, mezclado con tanto polvo y tantas salpicaduras de fango que se nos apegan siempre?... A la condenación eterna no va el que muere en estas condiciones, pero tampoco puede entrar en un Cielo que no admite la más mínima mancha de culpa.
Para eso está el Purgatorio, que significa eso: lugar de limpieza, de purificación. Lo cual es una gran misericordia de Dios. Si no existiera esa purificación y limpieza, ¿quién entraría en el Cielo, fuera de niños inocentes y de grandes santos que apenas se han manchado con culpa alguna?
San Juan Bautista Vianney, el Párroco de Ars, lo explicaba así en sus catequesis famosas: - Cuando el hombre muere, se halla de ordinario como un pedazo de hierro cubierto de orín, que necesita pasar por el fuego para limpiarse.
¿Y qué podemos hacer nosotros? Pues, mucho. Al ser cierto que todos los miembros de la Iglesia formamos un solo Cuerpo, y que está establecida entre todos la Comunión de los Santos --es decir, la comunicación de todos nuestros bienes de gracia--, todos podemos rogar los unos por los otros.
Nosotros rogamos por las almas benditas para que Dios les alivie sus penas y las purifique pronto, pronto, y salgan rápido del Purgatorio. Y esas almas tan queridas de Dios, que tienen del todo segura su salvación, ruegan también por nosotros, para que el Señor nos llene de sus gracias y bendiciones. Ésta ha sido siempre la fe de la Iglesia Católica.
Esto hacemos cada día cuando en la Misa ofrecemos a Dios la Víctima del Calvario, Nuestro Señor Jesucristo, glorificado ahora en el Cielo, pero que se hace presente en el Altar y sigue ofreciéndose por la salvación de todos: de los vivos para que nos salvemos, y de los difuntos que aún necesitan purificación.
Eso hacemos también con todas nuestras plegarias por los difuntos.
Esto hace la Iglesia especialmente en este día, con una conmemoración que nos llena el alma de dulces recuerdos, de cariños nunca muertos, de esperanza siempre viva...
¡Los Difuntos! ¡Nuestros queridos Difuntos! No los podemos olvidar delante de Dios, desde el momento que los queremos tanto....