jueves, 24 de enero de 2008

III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

LA UNIDAD DE LA IGLESIA.
Si hay una comunidad cristiana que le dio problemas al apóstol San Pablo, esa es la comunidad de los Corintios. En la segunda lectura que escuchamos este domingo, el apóstol nos habla de la división que existía entre, y es que este problema estaba complicando seriamente la vida de la Iglesia en aquella comunidad cristiana. Como San Pablo conocía muy bien a los corintios, nos dice que estos cristianos era gente de temperamento separatista, les gustaba ir cada uno por su lado: “Desde luego, tiene que haber entre vosotros también divisiones” (1 Cor 11, 19). En lo espiritual, compiten entre ellos mismos, tratando de demostrar quien ha recibido carismas superiores a los demás (1 Cor 12); presumen de ser gente sabia e importante, cuando en realidad, lo dice el mismo apóstol, no eran más que gente de origen humilde. En el texto de (1 Cor 1, 10-13. 17), que es la segunda lectura de este domingo, el apóstol trata de resolver la nueva dificultad que ha surgido entre los fieles de Corintio: las preferencias hacia las personas que les habían anunciado el evangelio, había llevado a que se dividieran en cuatro grupos dentro de la comunidad cristiana, por eso, andaban diciendo: “Yo soy de Pablo”, “yo soy de Apolo”, “Yo soy de Pedro”. “Yo soy de Cristo” (1 Cor 1,12). San Pablo, había evangelizado a esta comunidad, los conocía muy bien, y por eso, rechaza la división entre ellos, diciéndoles: “¿Esta dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Cor 1,13). Pablo, sabía muy bien que para mantener la unidad Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo, era completamente necesario cultivar esta unidad en cada una de las comunidades a las que se le iba anunciando el Evangelio, y por lo mismo, era también necesario, estar atentos a cualquier movimiento que amenazara con destruir la fraternidad entre los hermanos que habían creído en el Señor. La división tiene consecuencias terribles en la vida de una familia, de una comunidad cristiana, de una parroquia, y de un país entero. La primera lectura de hoy nos narra una situación donde podemos descubrir lo terrible que son en la vida las consecuencias de la división. Era el año 722, antes de Cristo, y las diez tribus que formaban el reino del norte se había separado del reino del sur donde estaban las tribus de Judá y Benjamín. En ese año, los asirios, un país poderoso de aquel tiempo, invadió y sometió a las tribus del norte. Una buena parte de la población de Israel fue exiliada, y el lugar estaba ocupado por enemigos que casi aniquilaron aquel país. Solamente la unidad es lo único que nos hace fuertes, la división nos destruye así mismos, pero, la unidad solamente es auténtica y duradera cuando tiene a Dios como fundamento, y es “aquí donde esta precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo… Quien excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de la realidad y solo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas” (Aparecida, 44). Todos somos conscientes de la gran necesidad de unidad que existe en nuestras familias, en nuestras comunidades cristianas, en nuestra parroquia, la Diócesis, nuestro país, y la Iglesia en general pero ¿Cuántos cristianos siguen todavía con los brazos cruzados esperando que esta unidad les caiga del cielo? ¿Y cuántos otros, que muchas veces dicen trabajar por la unidad, en ocasiones lo único que hacen no es mas que aumentar la división ya existe en la familia, la Iglesia y en la sociedad? No se puede trabajar por la unidad en ningún ambiente, si primero, no se ha renunciado a los propios intereses, y se ha decidido seguir a Cristo radicalmente, como lo hicieron los apóstoles: “Dejando las redes, le siguieron” (Mt 4,20).

SEAMOS DEFENSORES DE LA VIDA

El pasado martes 22 de enero de 2008, nos dimos cita en Washington DC, para apoyar la marcha “Pro-life”, pro-vida, nos reunimos alrededor de 40,000 personas en su mayoría católicos de origen norteamericano, hombres y mujeres convencidos de que la vida es un don preciado de Dios, y junto a esta marcha ya hace algunos días, que en la diócesis para la que trabajo aquí en los Estados Unidos, hemos realizado una campaña de oración para que cierren las clínicas de abortos que operan en el área, y se ha propuesto rezar frente a las clínicas. Como es sabido, aquí el aborto es legal, y cualquier mujer es libre de optar si le da vida al ser que lleva en su vientre, o simplemente lo destruye. Mi pregunta es: Quienes somos los seres humanos para escoger la vida de un niño, quienes somos nosotros para decir que son solo un puñado de células y que no tienen derecho a vivir; cómo es posible que muchos hombres y mujeres en este tiempo les preocupe mas la apariencia física, o el qué dirán de los demás, que la vida que llevan en sus vientres. Como es posible que a muchos políticos en varios países no les importa este punto, sino el poder y el placer, y algunos insensatos ni siquiera se toman el tiempo de reflexionar sobre el tema, pero bueno, de esto quiero concientizarte en este articulo. Ni los científicos, ni las personas que gobiernan los países en el mundo tienen el derecho de poder decidir sobre la vida humana pues, “los derechos fundamentales de la persona humana están inscritos en su misma naturaleza, son queridos por Dios y, por tanto, exigen observancia y aceptación universal. Ninguna autoridad humana puede transgredirlos apelando a la mayoría o a los consensos políticos, con el pretexto de que así se respeta el pluralismo y la democracia” (Iglesia en América, 19). Pero la vida humana no solo está siendo amenazada en nuestro tiempo sino que de hecho está siendo destruida; y todo, porque se ha perdido el sentido sagrado de la vida; muchos científicos al no creer que Dios es el creador de cada vida humana piensan que pueden jugar con la vida a su antojo como si esta fuera un objeto; muchos esposos en los países ricos ya no ven a los hijos como un don de Dios sino como algo a lo que ellos tienen derecho; y por lo tanto, se sienten con el derecho de poder decidir libremente sobre la criatura. La Iglesia ha defendido siempre el valor de la vida humana, desde siempre ha enseñado que: “no se debe de matar al embrión mediante el aborto, que no se debe de dar muerte al recién nacido”. Y “puesto que el embrión debe ser tratado como una persona desde la concepción, éste deberá ser defendido en su integridad, cuidado y atendido médicamente en la medida de lo posible, como todo otro ser humano” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2270; 2274). Lógicamente, la tarea de cuidar la vida humana es una misión de la que Dios nos ha responsabilizado a todos: “Dios, Señor de la vida ha confiado a los hombres la excelsa misión de conservar la vida, misión que deben cumplir de modo digno del hombre. Por consiguiente, se ha de proteger la vida con el máximo cuidado desde la concepción; tanto el aborto como el infanticidio son crímenes abominables” (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mudo actual, 51). Las amenazas y la destrucción de la vida crecen cada vez más en el mundo; el Papa Juan Pablo II, dijo que: “Por desgracia, este alarmante panorama, en vez de disminuir, se va más bien agrandando. Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineando y consolidando una nueva situación cultural, que confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito y podría decirse aún más inicuo ocasionando ulteriores y graves preocupaciones: amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual, y sobre este presupuesto pretenden no sólo la impunidad, sino incluso la autorización por parte del Estado, con el fin de practicarlos con absoluta libertad y además con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias” (El Evangelio de la Vida, 4). Es posible que usted se pregunte: pero ¿y yo que puedo hacer ante todo esto? Primero, orar como nos lo pide la Iglesia este mes; segundo, hacer el esfuerzo de conocer mejor las enseñanzas de la Iglesia sobre el valor de la vida, esto es muy importante porque instruidos nosotros podemos ayudar a que se instruya nuestra familia, nuestros vecinos y toda nuestra sociedad. Para poder arrancar lo que atenta sobre la vida humana, hay que arrancar primero la ignorancia sobre ella. Les invito a que hagamos conciencia en este tema, a respetar y defender la vida en general, y en especial la vida de los no natos, tengamos presente que el aborto es un asesinato como cualquier otro. No seamos cómplices de la muerte de más bebes inocentes. Oh Jesús enséñanos a respetar el don de la vida.

domingo, 20 de enero de 2008

II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

“Tú eres mi siervo de quien estoy orgulloso”
Esta frase que esta tomada del profeta Isaías aparece en la primera lectura de este segundo domingo del tiempo ordinario. La frase es aplicable al profeta mismo en cuanto que tenia la misión de congregar por medio de la Palabra de Dios a todo un pueblo que se había dispersado; es aplicable al pueblo de Israel en cuanto que ellos eran los depositarios de las promesas de salvación en favor de toda la humanidad. San Juan Bautista aparece en el Evangelio de hoy, como el siervo de Dios que le preparó el camino a su Hijo, señalándolo ante sus discípulos, como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29) pero, es Nuestro Señor Jesucristo el Siervo por excelencia: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto” (Mt 3,17). Y por Jesucristo cada uno de nosotros, hombres y mujeres, hemos sido constituidos en hijos e hijas de Dios, y como hijos e hijas de Dios estamos llamados a ser sus siervos, servidoras y servidores de Dios. San Pablo en su primera carta a los Corintios, se presenta como “llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios” (1 Cor 1,1). Usted también ha sido llamado para ser servidor y servidora del Señor, en su familia, en su comunidad, en su parroquia; y esta es la razón de nuestra existencia, servir a Dios, lo queramos o no: “Esclavitud por esclavitud- si, de todos modos, hemos de servir, pues, admitiéndolo o no, esa es la condición humana-, nada hay mejor que saberse, por Amor, esclavos de Dios. Porque en ese momento perdemos la situación de esclavos, para en amigos, en hijos” (San Josemaria Escrivá, Amigos de Dios, 35). El profeta Isaías, San Juan Bautista, Santa Maria, San José, cumplieron la misión que Dios les había encomendado, en el lugar y el tiempo exacto en el que él lo había determinado, y solo así fue posible que se realizara la salvación que Dios tenia preparada en favor de toda la humanidad. Hermanos y hermanas, ¿está pensando usted que Dios va ha arreglarnos todos los problemas, sin que nos tomemos en serio, cada uno y cada una, la misión que él nos ha encomendado? ¿Usted cree que Dios va ha venir a arreglarnos todos los problemas de desintegración y maltrato familiar, delincuencia, pandillas, corrupción, división en nuestra mismas comunidades cristianas; mientras nosotros sigamos cruzados de brazos? No. Nuestra misión es servir, y servir ahí donde Dios nos ha puesto: “Fijémonos en los soldados que prestan servicio bajo las ordenes de nuestros gobernantes: su disciplina, su obediencia, su sometimiento en cumplir las ordenes que reciben. No todos son generales ni comandantes, ni centuriones, ni oficiales; sin embargo, cada cual, el en sitio que le corresponde, cumple lo que manda al rey o cualquiera de sus jefes. Ni los grandes podrían hacer nada sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes; la efectividad precisamente depende de la conjunción de todos” (San Clemente, Carta a los Corintos, 36).


Seamos constructores de unidad en nuestro propio ambiente.
Por tres domingos, a partir de hoy, la segunda lectura es tomada de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios. La carta del apóstol es la respuesta a las alarmantes noticias sobre las discordias en la comunidad que le llegan a través de “los de Cloe” (1 Cor 1,11), una distinguida mujer de Corinto. Mediante esta carta, junto con la segunda, vemos algunos de los problemas que la joven comunidad cristiana estaba enfrentando en aquel tiempo, y que no son extraños a los problemas que hoy tenemos que enfrentar también nosotros. La unidad, el acuerdo entre las personas es tan importante dentro de la familia, de la comunidad cristiana, de la Iglesia, y de la sociedad en general que, cuando no existe esa unidad, cualquier familia o sociedad se queda estancada y en el peor de los casos, acaba destruyéndose así misma. La unidad es el secreto que ha hecho posible que numerosas familias y pueblos enteros hayan podido salir adelante a lo largo de la historia de la humanidad; en cambio, la división, que es fruto de la desobediencia, del egoísmo, del orgullo, y de la soberbia, ha sido lo que nunca ha permitido que una persona o una comunidad puedan salir adelante en esta vida. Puede haber dinero en una familia pero, ¿de qué les sirve esa plata, si viven divididos? Un país puede tener en sus tierras oro, petróleo, carbón, muchísimos árboles, y toda clase de animales pero, si la gente de ese pueblo no vive unida ¿de qué les sirven todas esas riquezas? Tarde o temprano caerá sobre ellos un pueblo que vive unido, y les quitará, por vivir divididos, todo lo que Dios les había dado para su bienestar. ¿Entiende usted la importancia que tiene la unidad en la vida de nuestras familias, de nuestras comunidades cristianas, nuestra parroquia, la Iglesia, y la sociedad en general? En esta jornada de oración por la unidad de los cristianos, la Iglesia nos invita ha “Orar constantemente” (1 Tes 5,17), pidiéndole al Señor para que desaparezca la división y reine la unidad entre todas las familias y pueblos de la tierra. La Iglesia nos invita a que oremos porque ella sabe que la unidad es fruto de la conversión de cada persona, y la conversión es una gracia, que solamente, nos la ofrece Dios si se la pedimos con insistencia y con sinceridad. Pero “la unidad exterior, por la que oramos, será la germinación y el florecimiento de esta intima unión con Cristo que deben tener todos los fieles… No se puede tener la unidad entre los hermanos, si no se da la unión profunda-de vida, de pensamiento, de alma, de propósito, de imitación-con Cristo Jesús; mas aún, si no existe una búsqueda íntima de vida interior en la unión con la misma Trinidad” (Juan Pablo, Alocución por la Unión de los Cristianos, 1981). El profeta Isaías trabajó por la unidad del Antiguo pueblo de Dios, San Juan Bautista condujo a los hijos de este pueblo al encuentro con Jesucristo: “He ahi el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29), él sabia que no era el Salvador, y se lo dijo con claridad a sus seguidores: “viene el que es mas fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias” (Lc 3,16), San Juan pudo haber engañado ha aquella gente, diciéndoles que él era el Mesías, pero no lo hizo. San Pablo trabajó hasta el final de su vida, para que el Nuevo Pueblo de Dios viviera la Unidad querida por Nuestro Señor Jesucristo, y usted: ¿que esta haciendo, está trabajando por la unidad querida por Nuestro Señor?

viernes, 18 de enero de 2008

PROBLEMAS Y QUIEN NO LOS TIENE

De alguna manera nuestras vidas estan marcadas por continuas luchas y batallas que debemos de ganar, y proponernos superar, en algunas de esas luchas diarias no siempre saldremos triunfantes, en algunas perderemos, y quizas nos frustremos, pero tenemos que tener claro, debemos de perder mil batallas, pero nunca la guerra, porque la guerra principal es la de ser santos, como Jesus nos lo ha dicho en su Evangelio. Alguien ha dicho: “en este mundo no hay lugar para la tristeza, porque lo triste es tener que vivir”. En verdad la vida es una lucha, una lucha diaria, y cuando en este combate perdemos alguna pelea, aparecen lo que nosotros llamamos: problemas. ¿Y quién no tiene problemas? No hay ningún ser vivo sobre esta tierra que en algún momento de su existencia, no haya padecido, tenga que padecer o este padeciendo algún problema, “nadie escapa a la experiencia del sufrimiento” (Catecismo de la Iglesia, 385). Y cuando esto sucede, una de las reacciones naturales en la vida del cristiano es pensar que hasta Dios se ha olvidado de él; eso fue lo que le sucedió a Marta y a María, amigas de Jesús, cuando su hermano Lázaro murió (Jn 11), pero ellas no sabían lo que Jesús tenía planeado hacer. Ninguno de nosotros está solo en esta vida y mucho menos cuando el sufrimiento y el dolor llegan. La Palabra de Dios nos dice: “¿Acaso una madre olvida a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entraña? Pues aunque esas llegaran a olvidarse, yo no te olvido” (Is 49, 15). Ese cuido y esa solidaridad de parte de Dios, es lo que lleva a decir a San Pablo: “¿Acaso hay alguien que sufra, sin que yo sufra con él?” Dios está presente en nuestra vida y no nos deja solos ante el dolor de nuestras cruces, por ende te animo a que agarres de él, cuando sientas que todo se te viene abajo, que te agarres de su mano cuando sientas que hay ciertas cosas que hacen que tu vida pierda sentido. Animo, es Cristo quien te ayuda a vivir en los momentos más difíciles de tu vida. En cierta ocasión le pedía a alguien que orara, y ayudara a otra persona que pasaba por momentos difíciles, y esta me contesto, con que no puedo con mis problemas y quiere que ayude a otros… me pareció un tanto egoísta la respuesta, porque siempre creemos, pensé.., que nuestros problemas son los más grandes del mundo, sin darnos cuenta de que hay otros que tienen un dolor mas grande, o una perdida mas grande. El papa Benedicto XVI, nos pide a todos los cristianos que oremos, especialmente “para que cuantos atraviesan por momentos de dificultad interior y de prueba, encuentren en Cristo la luz, y la ayuda que los lleven a descubrir la verdadera felicidad”. No siempre es fácil confiar en Dios cuando nos vemos envueltos en una dificultad, si así fuera, entonces, nadie dudara del amor de Dios cuando esta llega. Hermanos, nosotros no seriamos buenos cristianos si ignoráramos los problemas de quienes nos rodean, y de aquellos que están lejos de nosotros. Hay gente que se pregunta: ¿Pero, por qué me sucede esto a mí? ¿No podría ser la vida sin dolor: sin enfermedad, sin violencias, sin desgracias, sin temores? ¿Por qué hay dolor, sufrimiento, en mi vida? pero, por más que nos interroguemos a nosotros mismos, “no se entiende qué es el dolor razonando sino creyendo. A medida que el hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvífico del sufrimiento. El hombre no descubre este sentido a nivel humano, sino a nivel del sufrimiento de Cristo. Pero al mismo tiempo, de este nivel de Cristo aquel sentido salvífico del sufrimiento desciende al nivel humano y se hace en cierto modo, su respuesta personal. Entonces el hombre encuentra en su sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual (J. Pablo II). Gente que sufre por diversos problemas existirán siempre en este mundo, y ha nosotros no se nos pide que le arreglemos los problemas a nadie sino, únicamente que seamos solidarios con quienes más sufren, que no veamos con indiferencia los problemas de los demás. Muchas veces somos tan egoístas que no hacemos más que pensar en nosotros mismos, no hacemos más que pensar en nuestros propios problemas, olvidándonos que a nuestro alrededor existe mucha gente a la que le toca vivir situaciones verdaderamente dolorosas. En este mes, busque hacer todo lo que esté a su alcance por quienes sufren. Atrevámonos a confiar en CRISTO Y A ORAR POR NUESTROS HERMANOS.

sábado, 12 de enero de 2008

TERMINA EL TIEMPO DE LA NAVIDAD

El BAUTISMO DEL SEÑOR.
Este domingo, con la celebracion del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo, vamos ha cerrar el tiempo de Navidad, y ha iniciar la vida pública de Nuestro Señor. Es posible que usted se pregunte: ¿Por qué Nuestro Señor se hizo bautizar? ¿Qué fue lo que él nos quizo enseñar al hacer esto? Esto es lo que nos cuenta el Evangelio a propósito del Bautismo de Nuestro Senor: “Entonces aparece Jesús, que viene de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» Jesús le respondió: «Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.» Entonces le dejó. Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3: 13 - 17 ). Todos entendemos que en Jesús no había pecado alguno, así lo había anunciado el ángel a la Virgen: “el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,35). Solamente él ha sido el único capaz de decir a sus enemigos: “Quién de vosotros puede probar que soy un pecador” (Jn 8,46). Pero a pesar de todo esto, nos lo encontramos en el evangelio de hoy, haciendo cola, en medio de todos los pecadores para ser bautizados por San Bautista en el río Jordán, ¿Por qué Nuestro Señor hizo esto? “Nuestro Senor se sometió voluntariamente al Bautismo de San Juan Bautista, destinado a los pecadores, para “cumplir toda justicia” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1224). No necesitaba este bautismo pero quiso recibirlo para enseñarnos que “él se había despojado de si mismo, que había tomado la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre” (Fil 2,7). “Después de hacerse bautizar por Juan en el Jordán, Jesús comienza su vida pública; y después de su Resurrección, confía esta misión a sus apóstoles: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado (Mt 28,19-20)” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1224). El bautismo que cada una y cada uno de nosotros hemos recibido, fue instituido por Nuestro Señor Jesucristo, este bautismo nos purifica de la mancha del pecado original, nos ha hecho hijos e hijas de Dios, y nos ha incorporado a su pueblo que es la Iglesia. Ahora que celebramos el Bautismo de Nuestro Señor, conviene que nos preguntemos: si por mi bautismo yo he sido transformado en hijo, hija de Dios ¿qué clase de hijo, hija de Dios estoy siendo? el bautismo me transformó también en miembro de la Iglesia, ¿Qué clase de miembro estoy siendo yo dentro del cuerpo de Cristo que se hace presente en mi familia, la comunidad, la parroquia y la Iglesia Universal?

Lo que debemos saber sobre el bautismo cristiano.
Nos dice la que Iglesia que: “El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu, y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos participes de su misión” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1224). este sacramento es absolutamente necesario para la salvación, “el Señor mismo afirma que el Bautismo es necesario para la salvación (Jn 3,5). Por ello mandó a sus discípulos a anunciar el Evangelio y bautizar a todas las naciones (Mt 28, 19-20). El Bautismo es necesario para la salvación en aquellos a los que el Evangelio ha sido anunciado y han tenido la posibilidad de pedir este sacramento (Mc 16,16). La Iglesia no conoce otro medio que el Bautismo para asegurar la entrada en la bienaventuranza eterna; por eso está obligada a no descuidar la misión que ha recibido del Señor de hacer "renacer del agua y del espíritu" a todos los que pueden ser bautizados. Dios ha vinculado la salvación al sacramento del Bautismo, pero su intervención salvífica no queda reducida a los sacramentos” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1257). Los padres de familias deben de bautizar a sus hijos lo antes posible. Es conocida por todos nosotros la idea de los cristianos no católicos que afirman que, el bautismo de niños no vale porque ellos no saben lo que están haciendo pero, eso, es un invento de ellos, y no de Nuestro Señor Jesucristo, lo que él les dijo a los apóstoles fue: “haced discípulos a todas las gentes bautizándolas…” (Mt 28,19). ¿Qué acaso los niños no son gentes, personas para que puedan recibir este sacramento? Claro que si, y por eso, la practica de bautizar a los niños es algo que tiene su origen “desde el comienzo de la predicación apostólica, cuando “casas” enteras recibieron el Bautismo: Hc 16,15; 16,33; 18,8” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1252). “Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios, a la que todos los hombres están llamados. La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1250). En cuanto a los padrinos y madrinas, la Iglesia nos dice que, “deben de ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristina” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1255). ¿Y que sucede con los niños que mueren sin haber recibido la gracia del bautismo? “En cuanto a los niños muertos sin Bautismo, la Iglesia sólo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven (1 Tm 2,4) y la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis" (Mc 10,14), nos permiten confiar en que haya un camino de salvación para los niños que mueren sin Bautismo. Por esto es más urgente aún la llamada de la Iglesia a no impedir que los niños pequeños vengan a Cristo por el don del santo bautismo” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1261). En cuanto a los padrinos y madrinas, la Iglesia nos dice que, “deben de ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristina” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1255).

sábado, 29 de diciembre de 2007

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA


OREMOS POR NUESTRAS FAMILIAS
La familia, un invento de Dios.
La Palabra de Dios en este domingo nos invita a reflexionar sobre el ser y la misión de la familia que “es la célula fundamental de la sociedad, cuna de la vida y del amor en la que el hombre nace y crece” (Juan Pablo II, Vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, 40). Y lo primero que decimos es que la familia no ha sido un invento del ser humano sino un invento de Dios, fue él quien determinó el ser y hacer de la familia humana. Dios creó al ser humano “como hombre y mujer” (Gn 1,27), y preparó a cada uno de ellos con unas características propias, es decir, con una manera de ser y de obrar tales que, el hombre encontrara en la mujer, y la mujer en el hombre, el complemento propio de su ser. Esta diferencia pero al mismo tiempo igualdad, entre el hombre y la mujer, tienen su origen en Dios, y es fuente de unidad y de felicidad mutua: “Esta vez si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada. Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (2,23-24). Ni el hombre ni la mujer son un objeto, una cosa, que el uno o el otro puedan utilizar sino que, el hombre y la mujer, cada uno y cada una, han sido queridos y creados desde el principio a “imagen y semejanza de Dios” (Gn 1,26). “Al crear al hombre y a la mujer, Dios instituyó a la familia humana y la dotó de su constitución fundamental. Y ha sido voluntad suya que un hombre y una mujer unidos en matrimonio formen con sus hijos una familia. Esta disposición es anterior a todo reconocimiento por la autoridad pública; se impone a ella. Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación. Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2202-2203; 1652; 1654). El ejemplo perfecto de cómo se hace y se vive en una familia lo encontramos en la familia de Nazareth; y el primer detalle con el que nos encontramos es que José y Maria habían vivido un noviazgo de acuerdo a la voluntad de Dios, se lo dice la Virgen al ángel cuando él le anuncia que va ha quedar embarazada: “¿Pero como será esto, puesto que no conozco varón”? (Lc 1,34). Entre José y Maria prevalece la verdad y hay respeto del uno hacia el otro, por eso, Ella le contó lo que estaba sucediendo, no lo engañó, y él, al no entender aquello, “resolvió repudiarla en secreto” (Mt 1,19). José prefería sufrir en silencio antes que hacerle un escándalo a su prometida. Y cuando las dudas se aclararon, José y Maria, renunciaron a la posibilidad de tener una familia como todas las demás para ser los padres (Lc 2, 48) de Aquel que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6). Renuncian así mismos para dedicarse a cuidar al Hijo de Dios desde el momento de su concepción, moviéndose de un lugar para otro, cuando el niño nace, para salvarlo del malvado Herodes, tal y como nos lo cuenta hoy el Evangelio. Y su Madre estará con El, aún en el momento mas difícil de su vida en la tierra, la hora de su crucifixión en la cruz. Santa Maria y San José, se ofrecieron así mismos al Señor como un sacrificio puro, renunciando ha aquello que les era propio en su condición de esposos para servir por completo a la realización de los planes de Dios en su Hijo. El amor humano vivido dentro del matrimonio que lleva a la creación de una familia exige fidelidad a los Mandamientos de Dios, amor, respeto y sacrificio por la persona amada, la esposa, el esposo, los hijos. Sin eso, es imposible que un hombre y una mujer sean capaces de formar una familia según el querer de Dios.
Para dialogar:
¿Cómo esta su familia? ¿vivir en unión libre, es decir, sin haber recibido el sacramento del matrimonio, será algo agradable a los ojos de Dios, será eso un bien para la familia, la Iglesia, la sociedad?. Pensando en la vida de la Sagrada Familia: ¿Qué enseñanzas encuentra usted para su propia vida?

jueves, 20 de diciembre de 2007

IV DOMINGO DE ADVIENTO

EL MOMENTO DEL AMOR DE DIOS
El apóstol San Pablo nos dice que, “al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer” (Gal 4,4). En el Evangelio que vamos a escuchar este domingo, se nos habla del inicio de la realización de los planes de Dios: “Antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo” (Mt 1, 18). Pero antes de esto, tuvo lugar aquel acontecimiento definitivo en el que Dios pone la salvación de toda la humanidad en manos de Maria, de su palabra dependía que el Hijo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, se encarnara y se hiciese hombre igual a nosotros en todo, menos en el pecado. Maria era la elegida por Dios para esta misión pero, ella era libre, y por tanto, podía rechazar con libertad la misión que Dios le había asignado para dedicarse a la realización de la misión que Ella había escogido, tener una familia como todas las demás con José, y eso no era malo ante los ojos de Dios. La hora de la verdad llega cuando un ángel de Dios se le aparece para decirle: “Alégrate, llena de gracia, el Señor esta contigo”. Y “no temas Maria, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas ha dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinara sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin” (Lc 1,30-33). Maria, en un primer momento no entiende lo esta sucediendo, por eso, pregunta al ángel: “¿Cómo sucederá esto, puesto que no conozco varón?”. Y la historia de este acontecimiento continuó, Maria le contó a José lo que estaba sucediendo, y él también va ha comenzar a sufrir porque tampoco entiende de una vez lo que estaba pasando pero, otro ángel se le apareció para explicarle lo que necesitaba saber: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a Maria tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,20-21). Dios no se arrepiente de sus decisiones, y ha querido involucrarnos a nosotros en la realización de sus planes de salvación en favor nuestro, de nuestras familias, de la Iglesia y de la sociedad en general. Santa Maria y San José, perfectamente pudieron haberse negado a contribuir en los planes de Dios para salvar a la humanidad, y dedicarse a la realización de sus propios planes; pudieron haberse hecho los sordos, los desentendidos, y vivir la vida que ellos habían escogido. Pero Santa Maria y San José oyeron, obedecieron, y se entregaron por completo a la realización de los planes de Dios, y así fue posible que Dios salvara a toda la humanidad de la esclavitud del pecado. San Pablo, es uno de esos cristianos que comprendió lo que había sucedido con la encarnación del Hijo de Dios, comprendió que Dios nos estaba salvando, se dejó salvar él por la gracia de Dios, y luego, comenzó a trabajar sin descanso para llevar a otros la salvación que él había recibido de Dios. La Virgen de Guadalupe no hubiese podido realizar su misión de hacer conocer el amor y la salvación de Dios en favor de los que mas sufren, si el indito Juan Diego, no se hubiese dispuesto a colaborar con Ella, yendo una y otra vez adonde el señor obispo. Y usted ¿entiende lo que estamos a punto de celebrar? ¿entiende que ahora Jesús quiere encarnarse en su propia vida? ¿puede Nuestro Señor encarnarse en la vida de todos aquellos para quienes la Navidad significa comer, bailar, emborracharse y cometer toda otra de pecados? Claro que no. Pero eso es lo que hace una gran mayoría de cristianos en todas partes. ¿Qué piensa hacer usted en esta Navidad para que Jesús se encarne en su vida? Decídalo.

sábado, 15 de diciembre de 2007

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

LA SALVACION ESTA CERCA, PREPAREMOS EL CORAZON

En su reciente visita al Brasil para la Quinta Conferencia General de obispos de Latinoamérica, el Papa Benedicto XVI, nos dijo: “No es una ideología política, ni un movimiento social, como tampoco un sistema económico- lo que nos traerá la salvación- sino, la fe en el Dios Amor, encarnado, muerto y resucitado en Jesucristo” (Homilía del Papa en la misa de inauguración de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano). Y esta enseñanzas la encontramos repetidas veces en la Palabra de Dios: “El auxilio nos viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra” (Sal 121,2). Los seres humanos somos fáciles de caer en la tentación de la idolatría que “consiste en divinizar lo que no es Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2113). Y poner en ello nuestra confianza. Son muchas las personas a las que lo único que les interesa es arreglar sus problemas, sin importarles lo que tengan que hacer: los padres a quienes su hija les salió embarazada, creen que mandando la muchacha a la calle arreglan la situación; el joven que sufre alguna dificultad en su vida piensa que integrándose a una pandilla va ha arreglar su vida. A todos nos duele que nos traten mal, que se cometan injusticias en contra nuestra o de nuestras familias pero, aunque eso nos duela, nunca se justifica que tomemos la justicia en nuestras manos ¿Qué arreglamos con eso? Nada. ¿Qué se arregló en El Salvador con doce años de guerra? Nada. Todos quisiéramos vernos libres del azote de la delincuencia pero, ¿qué es lo que vivimos a diario en nuestro país? Todas las esposas quisieran tener a sus esposos en casa; todos los niños quisieran tener con ellos a sus papas en esta Navidad pero, ¿cuántas son las esposas que tienen que vivir solas porque sus esposos están trabajando en Estados Unidos? ¿Cuántos son los niños y niñas que tienen que vivir únicamente con sus mamas? Hermanos y hermanas, es importantísimo que comprendamos que, “la salvación únicamente nos viene de Dios, y de nadie mas”. Es triste que muchos cristianos sigan creyendo, aun hoy en día, que los políticos les van dan de comer, a pagar mejores sueldos, a preocuparse por la salud y la educación de sus hijos, a cuidar de sus familias, y a preocuparse para que tengamos un país con igualdad de oportunidades para todos. Todo eso es una pura mentira pues, solamente: “la buena nueva de Cristo renueva continuamente la vida y la cultura del hombre caído; combate y elimina los errores y males que brotan de la seducción, siempre amenazadora, del pecado. Purifica y eleva sin cesar las costumbres de los pueblos. Con las riquezas de lo alto fecunda, consolida, completa y restaura en Cristo, como desde dentro, las bellezas y cualidades espirituales de cada pueblo o edad” (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mudo actual, 58). A San Juan Bautista le interesaba muchísimo que sus discípulos comprendieran que Jesucristo era el Salvador de la humanidad; por eso, nos cuenta el Evangelio de este domingo que, desde la cárcel “le mandó preguntar por medio de dos discípulos: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” (Mt 11,3). San Juan Bautista manda hacer esta pregunta no porque él no supiera quien era Jesús, lo sabía, pues, él mismo lo había señalado como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). Y cuando Jesús le pidió que lo bautizara, se había negado, diciéndole: “Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mi? (Mt 3,14). ¿Cómo San Juan Bautista no iba a saber quien era Jesús si él mismo dice: “He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ese es el que bautizara con Espíritu Santo. Y yo le he visto y doy testimonio de que este es el Elegido de Dios”? (Jn 1,32-34). Unos pocos días después de aquella pregunta, a San Juan Bautista le cortaron la cabeza, murió, pero se fue con la satisfacción de que sus discípulos habían entendido quien era el que había de salvar al mundo. ¿Y usted ya entendió? ¿Qué está haciendo para que su familia y sus vecinos entiendan que Jesucristo es Nuestro Salvador? Si no esta haciendo nada, entonces, es porque probablemente todavía no ha entendido quien es Jesús.

martes, 11 de diciembre de 2007

MADRE DE GUADALUPE A TU MANTO NOS ACOGEMOS

“NO ESTOY YO AQUÍ QUE SOY TU MADRE”
Celebramos en la Iglesia universal y específicamente en toda America, un acontecimiento de gran trascendencia en la vida de esta iglesia sufrida. Hace 475 años nuestra Madre Maria bajo la advocación de Guadalupe, se aparece a un hombre pobre y sencillo, que no sabia leer ni escribir, ni mucho menos hablar, se le aparece con un mensaje, que tiene que llevar al obispo de ese entonces. Misión que el pobre indito cumple, auque tiene que pasar por mil y tantas humillaciones. Nuevamente Dios a través de su Madre, nuestra Madre, vuelve a revelar la grandeza de su majestad a los pequeños, humildes y sencillos. Se aparece morena, del color de los indios para reflejar que ella también es madre de todos por igual, para hacernos entender que no es el color el que cuenta a la hora de de estar con ella y para llevarnos con su hijo Jesucristo. Madre de Guadalupe, madre de America Latina, Madre de este sufrido y despreciado pueblo te pido por todos aquellos que no nos quieren por nuestro color de piel o por nuestra lengua, por aquellos que se creen superiores a nosotros y pisotean nuestros derechos y nuestra dignidad. Te ruego por aquellos que no entienden tu mensaje.
Hoy un año mas nos postramos ante tus pies para decirte, gracias por ser nuestra madre, por ser nuestra Madre Morena de Guadalupe.

LA HISTORIA.
Las Apariciones de Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, en DICIEMBRE DE 1531 la milagrosa estampación de su Santa Imagen en el humilde ayate de su vidente y su mensaje de amor por nosotros tienen como fin principal anunciar a su amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, a los pueblos que habitaban el "nuevo mundo".

El Sábado 9 de diciembre en la madrugada, se le aparece por primera vez al Indio Juan Diego.
Juan Diego oye cantos de pájaros. Le llaman por su nombre; sube a la cumbre del cerro del Tepeyac y ve a la Niña que le ordena ir ante el Obispo para pedirle un templo en el llano. "Hijito mío el más amado: yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdad erísimo Dios..., mucho quiero tengan la bondad de construirme mi templecito...Allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores". Aproximadamente a las 5 de la tarde, del mismo día Juan Diego vuelve a la cumbre y da cuenta de la incredulidad del Obispo y pide que escoja otro mensajero. Pero la Virgen le confirma en su misión y le ordena insistir al día siguiente. "Hijito mío el más pequeño: es indispensable que sea totalmente por tu intervención que se lleve a cabo mi deseo. Muchísimo te ruego y con rigor te mando, que mañana vayas otra vez a ver al Obispo. Y hazle oír muy claro mi voluntad, para que haga mi templo que le pido".
El Domingo 10 de diciembre como a las 3 de la tarde. Nuevamente en la cumbre, la madre se aparece por tercera vez a Juan Diego refiere su segunda entrevista con el Obispo. Aún no le cree y le ordena pedir a la Señora alguna señal. La Virgen ordena a Juan Diego que vuelva al cerro al día siguiente para recibir la señal que le dará. "Así está bien, hijito mío, el más amado. Mañana de nuevo vendrás aquí para que lleves al Gran Sacerdote la prueba, la señal que te pide. Con eso enseguida te creerá, y ya para nada desconfiará de ti". Juan Diego, no vuelve por la enfermedad de su tío Juan Bernardino.
El martes 12 de diciembre muy de madrugada. Ante la gravedad de su tío, Juan Diego sale a México para buscar un sacerdote. Rodeó el cerro para que la Virgen no lo encontrara. Pero ella sale a su encuentro; lo tranquiliza de la enfermedad de su tío: "Te doy la plena seguridad de que ya sanó": Lo envía a la cumbre por las rosas que serán la señal, A su regreso, la Virgen le dice: "Hijito queridísimo: estas diferentes flores son la prueba, la señal que le llevarás al Obispo. De parte mía le dirás que por favor vea en ella mi deseo, y con eso, ejecute mi voluntad". Al mismo tiempo que se aparece a Juan Diego, se aparece a Juan Bernardino, tío del vidente, en su casa le cura de sus enfermedades y le manifiesta su nombre y pide que de ahora en adelante, “a su preciosa imagen precisamente se le llame, se le conozca como la SIEMPRE VIRGEN SANTA MARIA DE GUADALUPE".
El mismo día martes 12 de diciembre al mediodía.En la casa del Obispo Fray Juan de Zumárraga, Juan Diego muestra las rosas que llevaba en su ayate, señal dada por la Virgen. "Desplegó su tilma, donde llevaba las flores. Y así, al tiempo que se esparcieron las diferentes flores preciosas, en ese mismo instante... apareció de improviso en el humilde ayate la venerada imagen de la siempre Virgen María, Madre de Dios, tal como ahora tenemos la dicha de venerarla en lo que es su hogar predilecto, su templo del Tepeyac".

viernes, 7 de diciembre de 2007

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

La llegada del Reino de los cielos exige una conversión del corazón.
El anuncio de San Juan el Bautista coincide con el de Jesús: “Convertíos porque está cerca el Reino de Dios” (Mc 1,15). Este profeta se dirige con mucha energía a los fariseos y saduceos porque para ellos, la conversión era un hecho mental que no implicaba la totalidad de la persona. En ellos se daba una división interior: atendían a los mínimos detalles de la ley, pero descuidaban el precepto de la caridad; se protegían del juicio de Dios con una legalidad mal disfrazada o se sentían superiores como hijos de Abraham. Su conversión era por encima y no tocaba la intimidad de su corazón. La conversión que exige el Bautista era muy diferente pues, pide un cambio total y radical en la relación con Dios y con el próximo. No es una simple conversión interior, sino una conversión también exterior que llega a las obras. Aquí es donde aparece la imagen del árbol que produce frutos: el árbol bueno produce frutos buenos, el árbol malo produce frutos malos y se corta de raíz.
Una verdadera conversión, por tanto, significa una mayor rectitud de vida. Las palabras del Bautista son palabras de fuego y es que él sabe que no puede haber conversión a menos que reconozcamos que somos hipócritas y para eso Dios nos desenmascarará, y las palabras que desenmascaran el pecado en nuestra vida no son suaves ni tiernas, y a muchos hasta les pueden aparecer malcriadas pero, en realidad, lo único que quieren es invitarnos a realizar uno de los actos más elevados de que somos capaces los seres humanos: la conversión de nuestro corazón hacia el Padre de las misericordias, el arrepentimiento de la voluntad del mal que hemos cometido, y el firme propósito de resurgir en el bien. Cuando una persona es tocada por una conversión sincera, reconoce el desorden que hay en su interior, descubre su pecado y siente una necesidad urgente de transformación, de cambio de actitud y de comportamiento. La conversión es el momento de la verdad mas profunda en el que la persona reconoce su propio pecado y se abre a la verdad liberadora de Dios.
Hermanos y hermanas, este tiene que ser el espíritu con el que cada uno de nosotros debemos de vivir estos días de Adviento: dispuestos a permitir que la gracia de Dios inunde nuestras vidas, sin ningún miedo a descubrirnos pecadores, buscando alegres la misericordia del Señor a través del sacramento de la confesión. A lo único que podemos tenerle miedo es ha creernos muy buenos, a pensar que nosotros ya somos santos, que no tenemos necesidad de convertirnos; de ser así, nosotros, ustedes y yo, seríamos la clase de personas a las que San Juan Bautista, llamó: “raza de víboras”, porque no querían convertirse, aún siendo grandes de pecadores.

sábado, 1 de diciembre de 2007

PREPAREMONOS PARA LA NAVIDAD


QUE ES EL ADVIENTO

El Adviento es el comienzo del Año Litúrgico y empieza el domingoLa palabra Adviento viene de adventus, venida, llegada, próximo al 30 de noviembre y termina el 24 de diciembre. Forma una unidad con la Navidad y la Epifanía.
El color utilizado en la Liturgia en este tiempo es el morado. El sentido del Adviento es avivar en los creyentes la espera del Señor.
El tiempo de duración es de 4 semanas

Partes: Se puede hablar de dos partes del Adviento:
a) desde el primer domingo al día 16 de diciembre, con marcado carácter escatológico, mirando a la venida del Señor al final de los tiempos;
b) desde el 17 de diciembre al 24 de diciembre, es la llamada "Semana Santa" de la Navidad, y se orienta a preparar más explícitamente la venida de Jesucristo en las historia, la Navidad.

Personajes: Las lecturas bíblicas de este tiempo de Adviento están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), también se recogen los pasajes más proféticos del Antiguo Testamento señalando la llegada del Mesías. Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesias ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor Jesús.

El Adviento tiene una triple finalidad:
- Recordar el pasado: Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya vino y nació en Belén. Esta fue su venida en la carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como uno de nosotros, hombre entre los hombres. Esta fue su primera venida.
- Vivir el presente: Se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros y, por nosotros, en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando por los caminos del Señor, en la justicia y en el amor.

- Preparar el futuro: Se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la "majestad de su gloria". Entonces vendrá como Señor y como Juez de todas las naciones, y premiará con el Cielo a los que han creido en Él; vivido como hijos fieles del Padre y hermanos buenos de los demás. Esperamos su venida gloriosa que nos traerá la salvación y la vida eterna sin sufrimientos.En el Evangelio, varias veces nos habla Jesucristo de la Parusía y nos dice que nadie sabe el día ni la hora en la que sucederá. Por esta razón, la Iglesia nos invita en el Adviento a prepararnos para este momento a través de la revisión y la proyección
LA CORONA DE ADVIENTO

La corona o guirnalda de Adviento es el primer anuncio de Navidad.La palabra ADVIENTO es de origen latín y quiere decir VENIDA. Es el tiempo en que los cristianos nos preparamos para la venida de Jesucristo. El tiempo de adviento abarca cuatro semanas antes de Navidad. Una costumbre significativa y de gran ayuda para vivir este tiempo es La corona o guirnalda de Adviento, es el primer anuncio de Navidad.
Origen: La corona de adviento encuentra sus raíces en las costumbres pre-cristianas de los germanos (Alemania). Durante el frío y la oscuridad de diciembre, colectaban coronas de ramas verdes y encendían fuegos como señal de esperanza en la venida de la primavera. Pero la corona de adviento no representa una concesión al paganismo sino, al contrario, es un ejemplo de la cristianización de la cultura. Lo viejo ahora toma un nuevo y pleno contenido en Cristo. El vino para hacer todas las cosas nuevas

Significados de la Corona de Adviento:
La forma circular: El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y sin fin, y también de nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca debe de terminar.
Las ramas verdes: Verde es el color de esperanza y vida. Dios quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas. El anhelo más importante en nuestras vidas debe ser llegar a una unión más estrecha con Dios, nuestro Padre.
Las cuatro velas: Nos hacen pensar en la obscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue dando poco a poco una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas la corona. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando con la cada vez más cercana llegada de Cristo a nuestro mundo. Son cuatro velas las que se ponen en la corona y se prenden de una en una, durante los cuatro domingos de adviento al hacer la oración en familia.

Las manzanas rojas que adornan la corona: Representan los frutos del jardín del Edén con Adán y Eva que trajeron el pecado al mundo pero recibieron también la promesa del Salvador Universal.El listón rojo: Representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve.

jueves, 22 de noviembre de 2007

DOMINGO XXXVI DEL TIEMPO ORDINARIO



JESUCRISTO, REY DEL UNVERSO


Esta es una de las fiestas más importantes del año litúrgico, porque celebramos que Cristo es el Rey del Universo entero, y confesamos que su Reino es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz. Esta fiesta fue establecida por el Papa Pío XI, en el año 1925. Nosotros sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado pues, se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace dos mil años pero, Cristo no reinará definitivamente sobre este mundo sino hasta que vuelva con toda su gloria al final de los tiempos. En esta fiesta de Cristo Rey, celebramos que Cristo puede empezar a reinar en nuestros corazones en el momento mismo en que cada uno de nosotros se lo permita, y así el Reino de Dios se hace presente en nuestra vida, en nuestros hogares, en nuestra comunidad
cristiana, el trabajo, la escuela y en cualquier lugar en donde nosotros vivamos. Jesús nos habló de su Reino, enseñándonos que este: “es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas”; “es semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas de harina hasta que la fermenta toda”; “es semejante a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta, y lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”; “es semejante a un mercader que busca perlas preciosas, y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra” (Mt 13). Nuestro Señor, nos hace ver claramente que vale la pena buscar y encontrar su Reino pues, este vale más que todos los tesoros de la tierra; nos advierte que su crecimiento es silencioso pero, efectivo. Hermanos y hermanas, la Iglesia tiene el encargo de predicar y extender el reinado de Jesucristo pues, “su misión es dar a conocer a Cristo a todo el mundo, ayudar a todo hombre para que se encuentre a sí mismo en él, ayudar a las generaciones contemporáneas de nuestros hermanos y hermanas, pueblos, naciones, estados, humanidad, países en vías de desarrollo y países en la opulencia, a todos, en definitiva a conocer las insondables riquezas de Cristo (Ef 3,8), porque estas son para todo hombre y constituyen el bien de cada uno” (Juan Pablo II, Redemptor hominis,11). En otras palabras, la misión de la Iglesia es hacer que Jesucristo reine en el corazón de cada persona, en el seno de los hogares, en la sociedad y en cada pueblo del mundo. Y solo así lograremos que en el mundo reine el amor, la paz, la justicia y la verdad. Pero, lo anterior, no sería mas que un puro sueño, si cada cristiano y cada cristiana, no estuviera dispuesto y dispuesta ha permitir que Jesucristo reine en su propia vida; y para ello, se hace necesario que leamos y reflexionemos constantemente la Palabra de Dios, que hagamos oración, hablando con Dios como lo hacemos con el mejor de nuestros amigos. Es imposible que el Reino de Dios se establezca en nuestra vida si no nos acercamos a los sacramentos, especialmente a la Confesión y la Eucaristía. ¿Podríamos establecer el Reino de Cristo de otra manera? ¿podríamos hacer que Jesucristo reine en nuestras familias, en la comunidad, en la Iglesia misma, si primero, no le permitimos que reine en nuestra propia vida?


QUIEN ESTA REINANDO EN NOSOTROS?


Quién está reinando entre nosotros? La Palabra de Dios nos dice que: “todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Por sus frutos los reconoceréis” (Lc 7, 17-20). Y, el día de nuestro bautismo, cada uno y cada una de nosotros, fuimos transformados en hijos e hijas de Dios; cuando recibimos a Nuestro Señor Jesucristo en la Sagrada Comunión “nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y de su Sangre. En el sacramento de la Confirmación se “nos ha concedido una fuerza especial que procede el Espíritu Santo para que seamos capaces de difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo ya para no sentir jamás vergüenza de la cruz” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1331; 1302). Pero, siendo lo que somos, cristianos, hijos e hijas de Dios ¿Por qué “cada día al abrir el periódico, al escuchar la radio o al mirar las noticias en el televisor nos golpea con toda su crudeza la realidad de nuestro país, marcada por tantos hechos violentos? Todos lo sabemos: la violencia está cada vez más presente, en primer lugar, en el seno mismo del hogar; ya sea la violencia que sufre la mujer de parte del esposo o de su compañero de vida, o la que padecen niños y niñas a pesar de su tierna edad: hay violencia física, violencia psicológica y, en forma creciente, incluso violencia sexual. Tenemos también la violencia producida por la delincuencia común que acecha en todas partes. Es una violencia asesina que arrebata sin piedad la vida de personas de toda edad o condición: niñas y niños, mujeres, jóvenes y personas mayores, humildes trabajadores y profesionales. Nadie está a salvo de este flagelo social. Por otra parte, la pobreza, el alto costo de la vida, el desempleo, la falta de oportunidades, la inseguridad y tantas necesidades básicas no satisfechas impiden a cientos de miles de compatriotas lograr el desarrollo integral al que tienen derecho por su condición de personas humanas y de hijos e hijas de Dios…” (Carta pastoral de los Obispos de El Salvador: No te dejes vences por el mal, n. 9-11; 5). Sabemos que existen abundantes cosas positivas en la vida de numerosos cristianos pero, tampoco podemos cerrar los ojos ante todo el mal que nos hace sufrir constantemente como individuos, familias y como sociedad en general; por eso, la pregunta: ¿Quién está reinando entre nosotros? En nuestro tiempo, como dijo el Papa Juan Pablo “el pecado ha adquirido derecho de ciudadanía y ha entrado en las leyes de muchos estados: prostitución, adulterio, pornografía, aborto, eutanasia, homosexualidad… El pecado ha ganado y continúa ganando un fuerte derecho de ciudadanía en el mundo y la negación de Dios se ha difundido tan ampliamente en las ideologías, en las concepciones y en los programas humanos... " (Fátima, 1982). Hace poco, un papá me contó lo siguiente: “estaba yo hablando con mi hija de cinco años, y de repente me preguntó: ¿papi, cómo se llama el lugar adonde uno va cuando muere? Yo le expliqué, al cielo junto a Diosito, si uno es bueno; o a un lugar feo que se llama infierno, si somos malos. Entonces la niña comenzó a llorar, y yo le pregunté: ¿Por qué llora mi hija? Y ella me dijo: porque yo me porto mal contigo, y yo no quiero ir a ese lugar feo cuando muera”. Si nosotros fuéramos como los niños, se nos haría fácil para entender que: “Quien comete el pecado es del Diablo” (1 Jn 3,8), y que aún siendo cristianos podemos estar viviendo como “hijos del Diablo” (1 Jn 3, 10).



viernes, 9 de noviembre de 2007

Domingo XXXII del Tiempo Ordinario.


LA RESURRECCION DE LA CARNE.
Quizás en muy raras ocasiones usted se haya detenido a pensar sobre el significado de aquellas palabras de la Sagrada Escritura que nos dice: “hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra” (Gn 1,26). Es Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo quien ha creado al ser humano, como hombre y mujer, a imagen y semejanza suya, y a pesar de que Dios lo ha creado todo, de ningún otro ser sobre la tierra se dice que haya sido creado a imagen y semejanza suya sino solo del ser humano. Decíamos en la reflexión anterior que cada una y cada uno de nosotros hemos tenido un inicio porque hemos sido creados por Dios pero, a partir del momento en que fuimos creamos por El, comenzamos a ser inmortales, porque Dios nos ha creado a su imagen y semejanza. Por tanto, ninguna persona deja de existir por el hecho de morir. La muerte física no significa la destrucción total de nuestro ser sino, únicamente un cambio en cuanto al modo de existir y al lugar. Todo lo que ha sido creado por Dios ha tenido un principio, crece, muere, y deja de existir para siempre, menos el hombre y la mujer, entonces “¿quién es el ser humano? Muchas opiniones ha dado y da el hombre sobre sí mismo. La Iglesia, instruida por Dios puede ofrecernos una respuesta que nos haga conocer la verdadera condición del hombre, sus debilidades pero al mismo tiempo su dignidad y su vocación” (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, 12). La Iglesia nos dice que el ser humano, cada persona “es un misterio que solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, 22); es decir que, el ser humano no puede comprender por sí mismo cuál es su origen, quien es él, y cuál es su destino último sino únicamente a la luz de Nuestro Senor Jesucristo, Dios y Hombre Verdadero. La Palabra de Dios nos dice: “¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, el hijo de Adán para que de él te cuides? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies” (Sal 8,5-7). A lo mejor usted podrá preguntarse: ¿y cuál es la razón de estas ideas? ¿qué importancia tienen para la vida? hermanos y hermanas, tenemos que comprender que todas las personas actuamos de acuerdo a lo que pensamos. Difícilmente una persona puede actuar como hijo, hija de Dios, si primero no ha entendido quién es él o ella en si mismo; ningún cristiano será capaz de vivir aspirando “a las cosas de arriba”(Col 3,2) si primero no ha comprendido de que todo en este mundo es pasajero; nadie estará dispuesto ha sacrificar absolutamente nada, y peor aún, su propia vida, si antes no ha entendido de que es preferible sacrificar esta vida, si es necesario, antes que perder la vida eterna. Entender estas verdades es una gracia de Dios, y lo por tanto, a El debemos de pedirle que nos ayude a comprenderlas.

viernes, 2 de noviembre de 2007


¿Y qué es la santidad?.
Quizás usted pueda preguntarse: ¿y qué es eso de la santidad? ¿la santidad es posible para todos o es algo nomás para algunos? La santidad consiste en cumplir la misión recibida de Dios. Algunos cristianos entienden la santidad como algo perfecto, inmaculadamente pura pero, eso es irreal. Si vemos el evangelio con detenimiento nos damos cuenta de qué imperfectos eran los Apóstoles y los primeros cristianos pero, hubo un momento en sus vidas en el que cambiaron. A este momento le llamamos conversión, su encuentro con el Espíritu Santificante. Todos ellos cambiaron sus vidas, pero no se deshicieron de una vez por todas de sus debilidades pues, eso es un proceso de toda la vida, y por lo mismo, la vida cristiana es un combate, una lucha sin cuartel. A propósito de esto es que San Pablo nos dijo: “revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las asechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas” (Ef 6, 11-12). La santidad es para todos: “Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48); esa es la invitación que Nuestro Señor Jesucristo nos dirige a todos, y la Iglesia de acuerdo a esta invitación del Señor, nos dice: “todos los cristianos, de cualquier estado o condición, están llamados, cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad, cuyo modelo es el mismo Padre” (Constitución Dogmática sobre la Iglesia, 11). Nadie está excluido del llamado a la santidad: Hombres, mujeres y niños han subido la escalera de la vida y han alcanzado altos grados de santidad. Estos santos cristianos pueden encontrarse en todos los estados de vida existentes. Tenemos por ejemplo a San Tarcisio, un niño de nueve años que al principio del cristianismo defendió la Eucaristía con su vida. Santa María Goretti, una niña de once años, que defendió su virginidad y fue apuñalada una y otra vez por quien la atacó. Su santidad brilló intensamente cuando perdonó a quien la intentó violar y asesinó, además de orar por su conversión. Santa María de Egipto era una prostituta a la edad de 16 años. En cierta ocasión se unió a un grupo de peregrinos que se dirigía a Tierra Santa en un esfuerzo por cambiar su vida. Cuando llegó a la Iglesia, una fuerza invisible le impidió entrar. Aquí se dio cuenta de la enormidad de sus pecados. Se decidió a cambiar de vida y a nunca más ofender a Dios. Cuarenta años más tarde murió, totalmente renovada por su santidad de vida. Matt Talbot fue un alcohólico sin esperanzas el mayor tiempo de su vida. Pero un día al verse delante de sus amigos temblando para pedirles un trago, despertó su alma y entendió la situación de miseria en la que se encontraba. Cambió su vida y dirigió todas sus energías hacia Jesús y a buscar la vida eterna. Todos ellos y tantos otros, fueron seres humanos con fragilidades pero, decidieron entregar sus vidas al Senor, y por eso, ahora son santos, los que antes, la mayoría de ellos, eran pecadores.

sábado, 27 de octubre de 2007

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO


EXAMEN DE CONCIENCIA

Ya estamos muy próximos a terminar el año litúrgico; también los estudiantes en todas las escuelas y colegios de nuestro país van ha terminar su año escolar, y el año dos mil siete ya casi se nos termina. Hace dos semanas fui a visitar a una anciana al hospital, y después de confesarla y de darle la santa comunión me quedé hablando un momento con ella. Y se me quedó grabada una frase que esta señora me dijo: “padre, en este mundo todos nosotros somos como las hormigas, caminamos en una misma línea y hacia el mismo hoyo; no sabemos quien va detrás de quien pero, lo que si sabemos es que en cualquier momento tenemos que entrar en ese agujero”. La señora murió esta semana. Un examen en cualquier aspecto de nuestra vida es siempre muy importante porque nos ayuda a descubrir lo que sabemos y lo que necesitamos aprender; un buen examen medico a tiempo puede salvarle la vida a cualquier persona, si todavía Dios no la está llamando a su presencia pero, cuánta gente le tiene miedo ir al médico a que le examine; muchos van al hospital hasta que ya no aguantan el dolor pero; entones, muchas veces el médico ya no puede hacer casi nada sino únicamente darle unos cuantos calmantes para mientras muere. ¿Y que tiene que ver todo esto con nuestra vida cristiana? Mucho, pues, si un examen medico es importante para la salud del cuerpo, el examen de conciencia, de mi propia conciencia, es importantísimo para saber si estoy o no caminando conforme a la voluntad de Dios. El hijo pródigo pudo volver a la casa de su padre cuando se detuvo ha mirar detenidamente su propia vida: “y entrando en sí mismo” (Lc 15,17), nos dice el Evangelio, reflexionó sobre su situación, sobre la herencia que había perdido y sobre su padre que le esperaba. Hermanos y hermanas, el conocimiento de nuestras virtudes y de nuestros defectos es necesario si queremos convertirnos al Señor, y es precisamente a ese conocimiento de nosotros mismos a lo que nos lleva un buen examen de conciencia pero, el problema está en que muchas veces tenemos miedo de enfrentarnos ha nosotros mismos, tenemos miedo de descubrir posiblemente la podredumbre que hay en nuestro interior; y por eso, hay muchos cristianos que como el fariseo del Evangelio de este domingo, dicen: “yo no soy como los demás: ladrones, injustos y adúlteros” (Lc 18, 11). Y de tan santos que se creen que hasta se atreven a señalar las faltas de los demás, sin darse cuenta por su ceguera espiritual de que Dios “conoce la verdad en lo intimo del ser de cada persona” (Sal 50,8). Si por pereza descuidamos examinar con seriedad nuestra vida espiritual, nuestra vida de esposos y esposas, de padres y madres de familia, nuestra vida como hijos en la familia; si no examinamos frecuentemente delante de Dios nuestro comportamiento para con los demás, poco a poco nuestra vida se va llenando de malas hierbas (Prov 30,24). Por eso, “el examen de conciencia, es una labor diaria, contabilidad que no descuida nunca quien lleva un negocio. ¿Y hay negocio que valga mas que el negocio de la vida eterna?” (San Josemaria Escrivá, Camino, n.235). ¿Examina usted frecuente su conciencia? ¿el examen de conciencia, ha sido algo importante en su vida personal? ¿Cree usted que mejoraría nuestra vida, en todos sus aspectos, si todos los cristianos examináramos frecuentemente y con seriedad nuestra conciencia?

viernes, 19 de octubre de 2007

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario.

EL APOSTOLADO.
En la oración inicial de la santa misa de este domingo, oraremos al Senor de la siguiente manera: “Señor y Dios nuestro, que has querido que tu Iglesia sea sacramento de salvacion para todos los hombres, a fin de que la obra redentora de tu Hijo perdure hasta el fin de los tiempos, haz que tus fieles caigan en la cuenta de que estan llamados a trabajar por la salvacion de los demas, para que todos los pueblos de la tierra formen una sola familia y surja una humanidad nueva en Cristo nuestro Senor, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos”. Y el santo padre Benedicto XVI, en su mensaje para este domingo mundial de las misiones nos dice: “Queridos hermanos y hermanas: Con ocasión de la próxima Jornada mundial de las misiones quisiera invitar a todo el pueblo de Dios —pastores, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos— a una reflexión común sobre la urgencia y la importancia que tiene, también en nuestro tiempo, la acción misionera de la Iglesia. En efecto, no dejan de resonar, como exhortación universal y llamada apremiante, las palabras con las que Jesucristo, crucificado y resucitado, antes de subir al cielo, encomendó a los Apóstoles el mandato misionero: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19-20) (Papa Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, 2007). Sobre este mismo tema, el Papa Juan Pablo II, en su documento “La Iglesia en América”, nos dijo: “La conciencia de la universalidad de la misión evangelizadora debe de permanecer viva” (n. 74). Y es que “el fin de la Iglesia es revelar a Cristo al mundo, ayudar a todos los hombres para que se encuentren a sí mismos en él, ayudar a las generaciones contemporáneas de nuestros hermanos y hermanas, pueblos, naciones, estados, humanidad, países en vías de desarrollo y países de la opulencia, a todos, en definitiva, a conocer las insondables riquezas de Cristo (Ef 3,8), porque estas son para todo hombre y constituyen el bien de cada uno” (Juan Pablo II, Redemptor hominis, 11). Pero esta necesidad de que todas las persona se encuentren con el Señor, como nos lo dice la primera lectura de este domingo, difícilmente se podrá ver satisfecha, si quienes ya hemos conocido al Señor no caemos en la cuenta de que estamos llamados a trabajar por la salvación de los demás pues, cada una y cada uno hemos sido constituidos “guardas de nuestros hermanos” (Gn 2,90). Y eso es precisamente el apostolado: trabajar por la salvación de quienes nos rodean, para que conozcan, amen y sirvan al Señor. Esta semana es el momento para que cada una y cada uno de nosotros nos preguntemos en serio: ¿Qué estoy haciendo yo para que el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo sea conocido, amado, creído y vivido en mi familia? ¿estoy haciendo algo para que los niños, los hombres y mujeres de mi comunidad conozcan la Palabra de Dios? ¿o soy de aquellas personas que no faltan a misa el día domingo pero que, les da pena hablar de Dios con sus compañeros de trabajo, con sus amigos? Hermanos, es bueno que sepamos que, “todos los fieles, como miembros de Cristo vivo, incorporados y configurados con El por el bautismo, la confirmacion y la Eucaristia, tienen el deber de cooperar a la expansion y dilatacion del Cuerpo de Cristo para llevarlo cuanto antes a su plenitud” (Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, n. 36).

jueves, 11 de octubre de 2007

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

¿ES USTED AGRADECIDO CON EL SEÑOR?
En cierta ocasión un sacerdote fue a un hospital psiquiátrico para visitar a los enfermos. Uno de ellos, en un momento de lucidez mental, le preguntó al sacerdote: "¿Agradeció usted a Dios alguna vez por su intelecto?" El sacerdote quedó asustado ante esta pregunta pues, nunca se le había venido a la mente agradecer a Dios por un don tan evidente. Solo aquí, en el hospital, él entendió que el intelecto es ¡un grandioso don de Dios! Y prometió allí mismo al enfermo y así mismo, agradecer a Dios cada día por su mente sana. Esta historia nos manifiesta que los seres humanos nos acostumbramos a ver todo en nuestra vida como algo que nos es debido, que nos corresponde, y por eso, muy raramente alguna persona agradece a su Creador por tantos bienes como El nos ha dado, nos da, y nos sigue dando. A quien no sabe agradecer se le llama desagradecido, ingrato, aprovechado. Y cristianos así los encontramos abundantes en todas partes. ¿Y cuál será la raíz de ese comportamiento? Quien no sabe ser agradecido con Dios, difícilmente podrá serlo con sus semejantes. La Iglesia nos dice que: “Al igual que en la oración de petición, todo acontecimiento y toda necesidad pueden convertirse en ofrenda de acción de gracias. Las cartas de San Pablo comienzan y terminan frecuentemente con una acción de gracias, y el Señor Jesús siempre esta presente en ella. “En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros” (1 Tes 5,18). “Sed perseverantes en la oración, velando en ella con acción de gracias“(Col 4,2) (Catecismo de la Iglesia Católica, 2638). Abundan los cristianos que “solo dan gracias a Dios cuando progresan en sus negocios. Salen de la cárcel y alaban a Dios; les sale bien un negocio y alaban a Dios; pero, si sufren algún daño, blasfeman de Dios. ¿Qué hijo eres, que cuando el padre corrige, te molestas y entristeces? (San Agustín, comentarios a los salmos, 48, 2,9). En los momentos de pruebas muchos cristianos se desaniman y murmuran de Dios. Pero hay que entender que el Señor, a veces, permite que tengamos dificultades y penas, no por Su olvido o por castigarnos. ¡No! El lo permite como un remedio amargo, pero necesario, que nos cura del orgullo, la vanidad, el amor propio excesivo y otras fallas, que es lo que en definitiva nos lleva ha vivir como unos completos desagradecidos ante Dios y ante nuestros demás hermanos. Hace falta que aprendamos a ser agradecidos, que aprendamos a decir muchas gracias a los demás por todo el bien que nos hacen: “No creamos cumplir con los hombres porque les damos, por su trabajo y servicios, la compensación pecuniaria que necesitan para vivir. Nos han dado algo más que un don material. Los maestros nos han instruido, y los que nos han enseñado el oficio, o también el médico que ha atendido la enfermedad de un hijo y lo ha salvado de la muerte, y tantos otros, nos han abierto los tesoros de su inteligencia, de su ciencia, de su habilidad, de su bondad. Eso no se paga con billetes de banco, porque nos han dado su alma. Pero también el carbón que nos calienta representa el trabajo penoso del minero; el pan que comemos, la fatiga del campesino: nos han entregado un poco de su vida. Vivimos de la vida de nuestros hermanos. Eso no se retribuye con dinero. Todos han puesto su corazón entero en el cumplimiento de su deber social: tienen derecho a que nuestro corazón lo reconozca”. De modo muy particular, nuestra gratitud se ha de dirigir a quienes nos ayudan a encontrar el camino que conduce a Dios (G. CREVROT, “Pero Yo os digo... “. Rialp, Madrid 1981, pp. 117-118).

jueves, 4 de octubre de 2007

A mi querida Patria El Salvador


DIOS UNION LIBERTAD

A todos nos parecen familiares estas tres palabras, Dios, Unión, Libertad, el hecho es simple, están escritas en el centro de nuestra bandera, como los tres bastiones centrales de nuestro país, que por cierto, tanto extrañamos los que estamos lejos, y cuanto añoramos regresar para disfrutar de su cariño, su calor y de todo lo que nos ha dado. Pero el punto no es ponerme triste y melancólico al recordarlo, sino en detenernos a ver el significado que encierran estas palabras y cuanto las necesita nuestro país en este momento. Este es el mes dedicado a recordar y honrar a nuestra patria, sus símbolos y todos nuestros valores culturales, que generación tras generación se nos han venido trasmitiendo. Hace unos días un feligrés se acerco y me dijo: Celebrar la independencia ¿de que? Si aun seguimos siendo esclavos, no somos libres ni se nos respetan nuestros derechos, y la violencia en nuestros países sigue creciendo. Hasta cierto punto el, en su pensamiento, creo que tiene razón de pensar así, cuando se ve todo lo que rodea nuestro país; pero la respuesta no esta lejos, esta escrita en el centro de nuestra bandera. La primera y fundamental razón por la cual nuestro país se desgarra y se vuelve mas inseguro es porque muchos no conocen a DIOS, para ellos El, es solo un cuento o una leyenda quizás y ni tienen la mínima intención de conocerlo ni de dejarse encontrar por El; Juan Pablo II decía “Si nos alejamos de Dios, ¿quién nos garantiza que un día un poder humano no reivindique de nuevo el derecho a decidir qué vida humana vale y cuál no vale?, interesante argumento del Papa, y es que un país sin Dios se vuelve un caos, porque caeremos en la tentación de buscar nuestros propios intereses sin importar lo que les suceda a los demás, a eso se le llama corrupción, y recordemos que la corrupción es fabrica de pobreza en nuestro país y desgraciadamente esa falta de Dios ha corroído, a muchos de los que están al frente de nuestro país; es interesante ver como en muchas instituciones publicas y también privadas, se despedazan y destruyen por buscar los mejores puestos, donde muchos no se preocupan por hacer el mínimo esfuerzo, donde los pequeños no tienen voz ni voto, donde se busca el poder con beneficios personales, y es lógico, porque cuando se deja de creer en Dios se comienza a creer en cualquier cosa; ahora bien, si Dios no esta en nuestra vida, como esperamos sembrar UNION, donde no la hay, pero si no somos capaces de buscar la unidad nunca conseguiremos crecer, ni fortalecer nuestros mismos principios, me ponía a pensar un día de estos, como esperamos sacar adelante nuestro país si estamos divididos entre nosotros, vemos a los gremios de todas las entidades divididas en colores, como si esa fuera la solución a los problemas existentes, vemos los bandos engendrando violencia y destrucción, odio y egoísmo, sin darse cuenta que nos estamos destruyendo entre nosotros, mi pregunta es, que ganamos con vivir desunidos, que gana el país y la sociedad entera con una lucha llena de violencia y desorden que no hace mas que sembrarnos en zozobra e inseguridad, impregnada de desigualdad e hipocresía, ¿es que nos hemos olvidado que hay un camino que se llama dialogo?, ¿que se llama caridad?, ¿que se llama búsqueda del bien común? recordemos que sólo en un mundo de hombres sinceros es posible la unión, Jesús mismo oraba antes de padecer en la cruz, “ que todos sean uno padre, como tu y yo somos uno…” (Jn.17,21-23), si queremos buscar una patria unida, debemos de vivir con Dios en nuestras vidas, ahora bien, donde queda la LIBERTAD, una palabra que se ha utilizado como bandera de beneficios personales por muchos, cuando en realidad, lo que buscan es opacarla y oprimirla cada vez mas, como vamos a engendrar libertad si vivimos desunidos y enemistados, cubriendo cada quien sus intereses personales, es por ello que Juan Pablo II nos dijo en mas una ocasión que “El verdadero conocimiento y la auténtica libertad se hallan en Jesús. Dejad que Jesús forme parte siempre de vuestra hambre de verdad y justicia, y de vuestro compromiso por el bienestar de vuestros semejantes” cuando escucho esos discursos vacíos de Dios, vacíos de fe en Jesús de muchos oradores implorando la libertad, pienso que no se conseguirá sin El, el Mahatma Gandhi afirmaba “La causa de la libertad se convierte en una burla si el precio a pagar es la destrucción de quienes deberían disfrutar la libertad”, no tratemos de cambiar nuestra patria si Dios no esta en ella, porque la Unión y la Libertad dependen de nuestro contacto y cercanía con Dios, porque los proyectos de los gobiernos se quedan obsoletos y no cambiaran la vida de la sociedad porque carecen de Dios y se empecinan en ignorarlo, el cambio vendrá cuando los hombres y mujeres hagamos un encuentro personal con Cristo Resucitado, y dejemos de luchar por colores políticos que lo único que hacen es dividirnos mas. Entonces amaneceremos a la verdad del Amor. Feliz mes de la Patria.

Domingo XXVII del Tiempo Ordinario.


LA VIRTUD DE LA ESPERANZA.LA VIRTUD DE LA ESPERANZA.

¿Qué es la virtud de la esperanza?
“La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Heb 10,23). “El Espíritu que El derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tit 3,6-7) (Catecismo de la Iglesia Católica, 1817). Podemos entender entonces que, la virtud de la esperanza al igual que las demás virtudes teologales, “ha sido infundida por Dios en el alma de cada fiel cristiano para hacernos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1831). Fíjese bien que el tener esta virtud no depende de nosotros sino que es un puro don del Señor en nuestras almas; lo que sí depende de nosotros, de alguna manera, en cuanto que exige de nuestra colaboración personal, es el hacer que esta virtud crezca en nuestras vidas. Y aquí un punto muy importante: ¿Por qué muchos cristianos viven tristes, deprimidos, amargados y sin ninguna esperanza? ¿Será que Dios no ha infundido, sembrado en ellos la virtud de la esperanza que les tendría que hacer aspirar al Reino de los cielos, y ha vivir felices aun en medio de todos los problemas de la vida? en estos casos el problema no es de Dios, sino de cada persona que en vez de poner su confianza en las promesas del Señor ha preferido mejor apoyarse en sus propias fuerzas, y no en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. Es muy fácil encontrar cristianos que viven desesperanzados por un problema familiar, por cuestiones de salud, porque la vida esta muy cara, por la situación que se vive en el país; y a veces, esa desesperanza se filtra aun entre quienes participan activamente en la vida de la Iglesia por problemas que de repente surgen dentro de la misma comunidad cristiana pero, ¿será verdaderamente todo lo anterior, la raíz última de la desesperanza que viven muchas personas? Claro que no, la raíz última de la desesperanza en nuestra vida no tiene su origen en los problemas que nos rodean ni siquiera en nuestros propios pecados sino, en el hecho de no habernos encontrado todavía realmente con Aquel que “ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia” (Jn 10,10); San Agustín es el que nos ha dicho: “Nos hicisteis Señor para Ti, y nuestro corazón estará inquieto mientras no descanse en Ti”. Hermanos y hermanas, es bueno entender que: “Si la desesperanza penetra en nuestro corazón es porque ha encontrado en él un lugar donde anidar, una complicidad; si la desesperanza nos vuelve agrios o malos, es porque nuestro corazón esta vacío de fe, esperanza y amor” (Jacques Philippe, La Libertad Interior p.85).