viernes, 18 de marzo de 2011

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA

“Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escúchenlo”
(Mt.17,1-9)

Rev. Alexander Díaz


Estamos celebrando el Segundo domingo de cuaresma, y la liturgia de hoy, es un tanto diferente a todos los otros domingos que nos invitan al sacrificio, a la mortificación, al cambio de vida. Este domingo es más de reflexión sobre nuestra vida misma.
Hoy es el domingo del Tabor, de la transfiguración, de la manifestación gloriosa de Jesús ante sus amigos, al terminar de escalar una montaña impresionante.

Jesús nos invita a hacer un alto en el camino, a acompañarle hasta una montaña alta y a ver como se transfigura ante nosotros, su rostro como el sol, sus vestidos blancos como la luz.
Siempre me ha gustado la imagen de Pedro y los otros apóstoles ya que pienso que tan impresionante debió ser aquella situación que Pedro –siempre el más atrevido- no se le ocurrió más que decir: “¡Qué bien se está aquí!”

Y luego añadió aquello de hacer tres tiendas, olvidándose de sus compañeros y de él mismo. Debió ser una experiencia impactante. No parece que en ningún momento les causase miedo o temor. Más bien, lo contrario. Escucharon o sintieron la voz de Dios que les invitaba a escuchar la voz de su Hijo, Jesús. Una vez más, la invitación a escuchar y acoger en el corazón la Palabra, que debe ser siempre el centro de la vida cristiana.

Todo sucedió en una montaña alta. Cuando subí hace unos meses atrás, esta montaña, me ponía a pensar como fue en aquel tiempo este recorrido con sus tres grandes y cercanos amigos, subir esa montaña alta, a pie, debieron de tardar por lo menos de tres a cuatro horas, y se debieron de tener una buena preparación física, pues en este contexto es donde Jesús nos invita a meditar sobre nuestra vida.
La vida es así, es como el escalar una gran montaña, en la cual vamos encontrando un sinfín de dificultades, donde tenemos que ir apartando piedras y escombros que se oponen a nuestro caminar e impiden que avancemos y conquistemos esa montaña.

Cuando se sube la montaña y no se tiene la debida preparación hay momentos en los cuales dan deseos de abandonar esa conquista, y regresar al camino llano, a lo que no requiere sacrificios ni dolores, es fácil dejarlo todo y vivir cómodamente, pero eso no es de cristianos, eso es de cobardes y acomodados que nunca conquistan nada.

Pero luego de subir la montaña viene la gloria y la transfiguración, transfiguración a la cual estamos llamados y porque no decirlo, obligado por el bautismo, la gran pregunta hoy es:
¿Cuáles son las experiencias transfiguradoras en nuestra vida y en nuestro entorno social?
Este acontecimiento se ve latente cuando somos capaces de acercarnos tanto a Jesús y de retirarnos con Él en el silencio de la oración y la contemplación en la eucaristía. Contemplar la gloria de Dios no es ni más ni menos que disfrutar de nuestro encuentro con Jesús en plenitud es sentir a Jesús cercano, amigable, queriéndonos. De esta primera forma se trasluce el amor que Dios nos tiene. Cuanto tiempo hemos perdido buscando y mendigando amor en los lugares equivocados.

Esta trasfiguración se hace realidad cuando se ve en el más pobre y desvalido a los privilegiados de Dios es también otra experiencia de la transfiguración. Los discípulos se sintieron ante aquel gran acontecimiento mendigos de la salvación, se sintieron vacios de salvación, por ello quisieron quedarse y hacer tres chozas para seguir disfrutando, es que cuando se siente y se experimenta la gloria de Dios, no quisiera que se termine, deseáramos que continúe y sea plena.
Ver mi vida tal como Dios me ve es otra de las experiencias transfiguradoras ya que Dios se hace presente en mi vida real, tal cual soy.

“En muchas ocasiones los cristianos pretendemos que el Señor esté en mi vida, pero no en mi vida real, sino en la vida perfecta a la que soy llamado. Luchamos porque no somos como nos gustaría ser y nos desalentamos porque no logramos que Dios esté en nuestro ideal de vida. Y esto es verdad: Dios nunca está en lo que nos gustaría ser o en el cómo nos gustaría ser... Padre Dios sólo está en lo que somos hoy, con nuestras realidades y miserias, con nuestras debilidades y errores. Si muchos hermanos y hermanas en la fe tuviesen en cuenta este punto sufrirían menos y serían más plenamente cristianos: Dios no está en el ideal al que estoy llamado. Dios está hoy, en este momento, a mi lado, acompañando mi fragilidad, animándome, alentándome, dándome vida.
La vida cristiana está llena de conatos de transfiguración, pero son esos momentos los que nos marcan el camino que tenemos que seguir. Podemos saborear la grandeza de Dios cuando no nos desesperamos, cuando somos capaces de latir con Dios, de ahí que la experiencia de Cristo vivo pase desapercibida para tantos. No son capaces de captar la transfiguración porque no tienen tiempo para Dios.” (Mario Santamaría Bueno, homilías para cada domingo, 2005).

Cuanto nos hace falta cambiar y transfigurar en nuestra vida, con solo dejarnos arrastrar por el maestro, que quiere subir con nosotros esta difícil montaña de la vida, El verdaderamente camina con nosotros, tristemente muchas personas dudan de Dios porque no le ven, nosotros podemos percibir al Señor en su grandeza, en su infinito amor, en su gloria. La vida cristiana es vivir y contar a los demás esta experiencia del encuentro con el Señor.

Hermanos en el camino hacia la cruz se entrecruzan la gloria y el sufrimiento, la debilidad humana y la grandeza de Dios. Es una mezcla exacta de lo que es el acontecer humano. Es un aviso constante a nuestra débil humanidad. No hay gloria sin cruz, no hay cruz redimida sin Cristo. Jesús maestro, hermano, amigo, danos la gracia y la fortaleza de transfigurar nuestra vida, y caminar a tu lado para ser trasformados en verdaderos hijos de Dios y en verdaderos cristianos.

viernes, 11 de marzo de 2011

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

“No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”
(Mt.4,1-11)
Rev. Alexander Díaz

Hoy es el primer domingo de cuaresma, el pasado miércoles iniciamos este maravilloso camino espiritual, similar al de un gran retiro que durara cuarenta días y en los cuales nos detendremos a mirar y meditar sobre nuestra frágil realidad humana, la cual pesa y en momentos se torna difícil, ya que intentamos seguir el evangelio, pero esta “condición humana” nos cunde de tentaciones que nos hacen más difícil este caminar.

El evangelio de hoy nos habla de las tentaciones de Jesús, en el desierto, misterio que nos invita a pensar que si El, siendo Dios no fue eximido de esas tentaciones, nosotros tampoco lo estamos.
Nos dice la liturgia de que El Espíritu lleva a Jesús al desierto, es sabido por todos que Israel, el lugar donde el nace y crece esta plantado casi en un desierto, me pregunto ¿Qué sentido tiene esta sorprendente conducción, a un lugar donde el silencio y la muerte prácticamente viven? Reflexionemos un poco sobre qué significa «el desierto».

El desierto es el lugar del silencio, de la soledad; es alejamiento de las ocupaciones cotidianas, del ruido y de la superficialidad. El desierto es el lugar de lo absoluto, el lugar de la libertad, que sitúa al hombre ante las cuestiones fundamentales de su vida. En este sentido, es lugar de la gracia. Al vaciarse de sus preocupaciones, el hombre encuentra a su Creador.

Por esta razón para iniciar la cuaresma se nos llama a meditar en este paso que Jesús realiza para iniciar su vida pública, si queremos encontrar respuesta a nuestras propias interrogantes debemos de guardar silencio, debemos de irnos al desierto y dejar que El, hable a nuestro corazón. El ser humano siempre tiene miedo a estar solo, o interrogarse a sí mismo, estamos acostumbrado al ruido, al bullicio, a que otros sean los que hablen, pero no a hacerlo por nosotros mismos.

Las grandes cosas comienzan siempre en el desierto, en el silencio, en la pobreza. No se puede participar en la misión de Jesús, en la misión del Evangelio si no se participa en la experiencia del desierto, sin sufrir su pobreza, su hambre. Aquella bienaventurada hambre de justicia, de la que nos habla el Señor en el Sermón de la Montaña, no puede nacer estando el hombre harto de todo.
Pero quiero aclarar una cosa, el desierto de Jesús no acaba con estos cuarenta días. Su último desierto, su desierto extremo, se da cuando experimenta la soledad en la agonía de la cruz, cuando todo parece perdido, cuando todo es oscuro y tenebroso y de su boca pronuncia las palabras del salmo 21: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»

En nuestra vida, para conquistar el cielo, tendremos que enfrentarnos a un sinfín de desiertos, y tempestades, donde también nosotros sentiremos lo mismo que sintió Jesús, sentiremos miedo, tristeza, aflicción, dolor, y no veremos claro en nada, todo se tornara oscuro y sin salida, pero cuando eso pase, tenemos que estar claros que eso no es el fin, es solo un momento de prueba, una tentación más que tenemos que superar sin ningún problema.

Al entrar en el desierto, Jesús entra también en la historia de la salvación de su pueblo, Jesús entra en esta historia, entra en las tentaciones de su pueblo, Jesús se va al desierto para ser tentado; quiere participar en las tentaciones de su pueblo y del mundo, sobrellevar nuestra miseria, vencer al enemigo y abrirnos así el camino que lleva a la Tierra Prometida.

Después de su experiencia en el desierto Jesús se entro’ en su vida de misión, predicando, sanando, enseñando, reconciliando, y aliviando sufrimiento. Con nuestras experiencias confrontando a la tentación también realizamos un papel de misión de predicar, sanar, ensenar, reconciliar, y aliviar el sufrimiento en el mundo. En fin, la tentación no es una realidad en que necesitamos huir, más bien, es una realidad que ofrece una nueva oportunidad crecer en nuestra identidad. Somos capaces, por la gracia del Señor, ser formados en la imagen de Cristo no tanto a pesar de las tentaciones sino que en proporción directo a nuestra fortaleza contra la mentira que siempre acompaña a las tentaciones.

Jesús llevo’ al desierto solamente a su fe, su esperanza, y su amor. Y era suficiente contra cualquier tentación usar a su poder en una manera orgullosa. A dentro de nuestras almas y corazones tenemos anhelos puesto por Dios que necesitan aire, que necesitan ser expresados. En ese Nuevo Tiempo de la Cuaresma tomamos el riesgo confrontar con los anhelos de justicia, reconciliación, y el deseo aliviar al sufrimiento las tentaciones, en todo momento de cualquier confrontación sabemos que Dios está a nuestro lado.

Que en este tiempo maravilloso de la cuaresma también nosotros seamos hombres y mujeres nuevos que afrontemos la realidad de nuestra vida y cambiemos algo de nosotros, que la predicación del este evangelio dominical nos ayude a cambiar de actitud ante las tentaciones que se nos ponen en nuestro caminar.
Amen

martes, 8 de marzo de 2011

CUARESMA CAMINO HACIA LA PASCUA


Significado de la Cuaresma y Miércoles de Ceniza

Cada año la iglesia nos convoca para un acontecimiento de trascendencia en nuestra vida espiritual, es interesante que la gran mayoría de los cristianos católicos, ya sean practicantes comprometidos o no practicantes, saben o han oído hablar mas de una vez sobre la cuaresma, sobre el miércoles de ceniza y sobre estos tiempos fuertes dentro de la Iglesia; lo que me parece lamentable, es que no saben en realidad cual es su significado especifico, o que función tiene dentro de la vida de la Iglesia. Quiero explicar a través de este sencillo artículo el significado de estos tiempos fuertes.
Muchas personas, hace unos días se me han acercado a hacerme las preguntas que a continuación voy a responder, preguntas que sinceramente no creí que muchos no tuvieran la respuesta, que aunque a mi ver es básico, para muchos no lo es; las preguntas mas que mas se hace son: ¿Qué es la cuaresma? ¿cuándo inicia? ¿cuándo se termina? ¿qué es la pascua? ¿qué es el Triduo Pascua?, entre otras, déjeme contarle de forma sencilla el significado de este tiempo tan especial y tan lleno de gracia.

¿Qué es la Cuaresma?
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es importante tener claro, que el tiempo de cuaresma no nos prepara para celebrar el viernes santo o como muchos creen, que nos prepara para celebrar la semana santa, de ninguna manera es así, estos cuarenta días de gracia nos preparan para vivir en gracia y paz espiritual la fiesta solemne de la pascua; pero déjeme continuar explicando mas sobre el significado de la cuaresma.
Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo; es un tiempo especial donde la Iglesia nos reta a sacrificar parte de lo nuestro y a vivirlo con intensidad, buscar el recto camino y encontrarnos a nosotros mismos de una forma clara, contrita y sincera.


La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. Me gustaría que esto quede claro, porque hay mucha confusión con respecto a este punto, inicia con el miércoles de ceniza, en el cual todos asistimos de forma contrita y penitente a recibir sobre nuestras frentes o nuestras cabezas un poco de ceniza, signo de mortificación y arrepentimiento, signo de humildad y deseo cambiar nuestra vida, ese día se nos manda, hacer penitencia, con ayuno riguroso y oración, para entrar así en el ejercicio de la cuaresma, digo ejercicio, porque es un gran retiro espiritual en el cual todos estamos llamados a entrar de forma personal.

Es importante meditar en las palabras que sacerdote o el diácono nos dice cuando nos impone la ceniza, en nuestra frente, " Recuerda que de polvo eres y al polvo volverás" esta otra "Conviértete y cree en el Evangelio", ambas formulas son un recordatorio claro, de lo que somos, de donde venimos y hacia donde regresaremos si no convertimos nuestra vida en una vida de Cristo.
"Recuerda" esa palabra tiene gran significado este día, recuerda quien eres, recuerda que saliste del polvo, recuerda que eres barro, eres finito, y que sin Dios tendrás que volver allá.

El miércoles de ceniza, nos llama a la meditación mas clara y asidua de nuestra vida interior, de nuestra vida espiritual. La iglesia nos manda en este tiempo hacer una reconciliación clara, fuerte, oportuna, y bien llevada y dispuesta.
Las lecturas de la misa, son propicias para encontrarnos con Dios y hacer nuestra vida y nuestro trabajo oración.

A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.

Es oportuno mencionar, que este tiempo esta lleno de signos y símbolos que nos invitan a meternos en el corazón de este tiempo. Durante estos cuarenta días no se entona el canto del Gloria ni el Aleluya en las celebraciones eucarísticas, a no ser que la iglesia lo interrumpa por una solemnidad especial, dedicada ya sea a Jesús o a la Virgen María, ejemplo de esto es, la Solemnidad de la Anunciación del Señor, celebrada el 25 de Marzo, que usualmente siempre cae dentro de la cuaresma.
Otros signos que se pueden ver en nuestros templos son las cortinas moradas, y los altares sin flores, para simbolizar la penitencia y la austeridad que se vive como sacrificio.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia, por ello el sacerdote y el diácono usan sus vestimentas de color morado.

Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual. En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.

Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En este tiempo, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús de igual manera aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.

¿Porque 40 días?
La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Sagrada Escritura. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.
En la Sagrada Escritura, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra esta marcado de pruebas y dificultades.

La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia.
Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.

Espero haber aclarado ciertas dudas que se manejan con respecto a este maravilloso tiempo, en el siguiente articulo hablaremos sobre lo que es en si el significado del ayuno, la oración y la limosna…

Si desean preguntar o sugerir un tema en particular no duden en escribirme, a padrealexdiaz@gmail.com y con gusto, contestare y comentare su pregunta.

En Cristo Jesús.

Rev. Alexander Díaz

viernes, 4 de marzo de 2011

NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"No son los que me dicen: '¡Señor, Señor!', los que entrarán en el Reino de los Cielos"
(Mt. 7,21-27.)

Rev. Alexander Díaz

La liturgia de este domingo, como los anteriores es restante y desafiante, sobretodo porque es una invitación clara a la reflexión propia y personal, y a la escucha atenta de la palabra de Dios, a meditar con detenimiento el evangelio, a no ser sordos e indiferentes a su llamado.

El Siervo de Dios y en unos cuantos días Beato, Juan Pablo II comentando al respecto afirmaba lo siguiente: «...Son realmente «bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen», pues experimentan esta gracia particular, en virtud de la cual la semilla de la palabra de Dios no cae entre espinas, sino en terreno fértil, y da abundante fruto. Precisamente esta acción del Espíritu Santo, el Consolador, se adelanta y nos ayuda, mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede «a todos gusto en aceptar y creer la verdad» (Dei Verbum, 5). Son bienaventurados porque, descubriendo y cumpliendo la voluntad del Padre, encuentran constantemente el sólido cimiento del edificio de su vida...» (Juan Pablo II, Homilía en Pelplin, Polonia, 6 de junio 1999).

Y es precisamente lo que el hombre moderno ha perdido y porque no decirlo ha olvidado, el construir, porque se olvida que la palabra de Dios, no se oye solo por oírla, sino que nos ayuda a construir nuestra vida interior, nuestra vida de fe, que se comienza a plasmar en nuestro interior, San Pablo nos habla de la Palabra de Dios cumplida desde la Cruz. Nos llama a escuchar esta palabra, que es una e indivisible, para así comprender realmente lo que Dios nos dice en nuestra historia.

Me cuesta creer como muchos, llamándonos cristianos, y creyéndonos comprometidos, no somos capaces de construir nuestra propia vida interior, me da la impresión que no que no estamos escuchando la palabra con atención, Jesús es claro al afirmarnos que, la escucha de este mensaje de vida es importante, y lo afirma con autoridad:
«...Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que construyó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre roca» (Mt 7, 24-25).

Me gusta mucho, y me llama a meditar la palabra «prudente», porque el prudente es aquel que toma todas las precauciones habidas y por haber, para salvaguardar su vida y las de los demás, prudente es el que se toma todo en serio y con precaución.

Viviendo aquí en los Estados Unidos, me doy cuenta que las leyes aquí intentan ser prudentes para salvaguardar la vida de todos, por ejemplo, normas de tránsito, salidas de emergencia, capacidad en los lugares públicos, normas de sanidad ambiental, y a veces hasta parece exagerado; pero me da tristeza, que no son prudentes en su vida espiritual e interior.

Si así fuéramos de prudentes para cuidar nuestra alma y nuestros valores espirituales y evangélicos, seriamos muy sólidos en nuestro vivir y convivir, seriamos sólidos en nuestras relaciones personales y de amistad, seriamos sólidos en nuestros matrimonios y en nuestras familias, seriamos sólidos en la construcción de la sociedad del futuro, seriamos sólidos en una educación con principios cristianos, pero tristemente, somos imprudentes en lo espiritual, imprudentemente Dios no cuenta en estos aspectos.

Todo en esta sociedad moderna tiene mucha importancia, incluso los animales, son bien cuidados y protegidos, se les ha creado derechos y me parece fantástico, no estoy en contra de eso, pero me pregunto, ¿Estamos escuchado su palabra con detenimiento y prudencia? Porque a los aspectos básicos no les estamos dando importancia, no defendemos la vida de los no nacidos, no respetamos la vida del indefenso, matamos la inocencia de los pequeños, y nos volvemos intolerables ante los valores espirituales.

Todo es permitido, para no causar un trauma, o un problema psicológico, pero es prohibido hablar de Dios o mencionar siquiera el nombre de Jesús, ya sea en una escuela pública o lugar donde concurren menores de edad para actividades sociales, porque no se les puede obligar a creer, porque se coarta su libertad, y se involucra la fe con su desarrollo… me pongo a pensar que ignorantes somos para lo que nos ayudaría a desarrollarnos mejor.

En una de las masacres que los estudiantes han propiciado en una de las escuelas en este país, una maestra salía en un noticiero preguntándose, que estaba mal en la educación, preguntándose, porque pasaban estas cosas, y dijo: Donde está Dios cuando pasan estas cosas, y en mis adentros pensé, lo sacamos de las escuelas hace tiempo, no le permitimos que se quede con nosotros, creemos que su presencia en la educación de nuestros niños es inapropiada porque les causa confusión.

Duele decirlo pero estamos siendo imprudentes en la construcción del reino, quizás suene pesimista pero así lo siento; me desconsuela saber que la vida espiritual no se está tomando en serio, y que somos imprudentes en escuchar la palabra de Jesús, el evangelio no está calando como es debido en nuestras vidas.
Estamos construyendo en muchos de los casos en la arena, y estamos hundiendo nuestra propia existencia, Juan Pablo II en su último mensaje a los Jóvenes en preparación para la XX Jornada de la Juventud, les animaba con estas palabras que me han parecidos apropiadas, y no solo para los jóvenes sino para todos nosotros:
«...no creáis en falsas ilusiones y modas efímeras que no pocas veces dejan un trágico vacío espiritual! Rechazad las seducciones del dinero, del consumismo y de la violencia solapada que a veces ejercen los medios de comunicación. Adorad a Cristo: Él es la Roca sobre la que se construye vuestro futuro y un mundo más justo y solidario. Jesús es el Príncipe de la paz, la fuente del perdón y de la reconciliación, que puede hacer hermanos a todos los miembros de la familia humana., (Castengandolfo 6 de agosto de 2004).

Quiero terminar mi reflexión dominical, haciendo una simple pregunta ¿En que estas construyendo tu vida espiritual?, ¿Estas siendo prudente en la escucha de la palabra y en la puesta en práctica del evangelio? Recuerda que merece la pena el poner por obra, este gran llamado de Jesús a la construcción del Reino. Ayúdale a construirlo, estas llamado a ser apóstol auténtico. Amén

viernes, 25 de febrero de 2011

OCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARO

“Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura”
Mt. 6, 24-34
Rev. Alexander Díaz

El hombre moderno se ha olvidado de vivir, no vive, sino que sobrevive su vida, ya que esta mecánicamente limitado por las múltiples ocupaciones que el mismo se ha impuesto. Ya casi nadie vive tranquilo, vivimos corriendo, esclavos del tiempo y del trabajo, esclavos del materialismo y deseo descabellado y desbaratado del tener, vivimos preocupados siempre por el mañana, por el que pasará, por el cuándo vendrá y en ese ir y venir de preguntas y cuestionamientos envejecemos y morimos interiormente.

Una de las enseñanzas que Jesús aclara este domingo se refieren al uso del dinero y de los bienes materiales. Nos dice: “no se puede servir a Dios y al dinero” (Mt. 6, 24-34). Con esto esta aclarando que tenemos que tener claridad en cuanto al seguimiento concreto del evangelio, tener claro que en el seguimiento evangélico no medias tintas, no hay medios espacios o tiempos, te está pidiendo una decisión clara y sin censura, el corazón no puedes entregárselo al materialismo, lo quiere todo para él, en otras palabras te quiere solo para él.

Jesús usa la palabra servir. No quiere decir que no haya que tener bienes materiales y que no haya que procurarlos, claro que si, tenemos derecho a tenerlos, a buscarlos, pero Jesús quiere aclarar que debe de ser todo con cautela y medida, sin olvidar que no te debes a esas cosas materiales ni a los bienes monetarios porque son pasajeros, perecen, se terminan y cuando esos bienes se terminan, te quedas vacio y sin nada, te pongo un ejemplo, cuando compramos cosas nuevas, la alegría de tenerlas solo dura unos días, después se vuelve viejo y ya hay nuevas que superan lo que tienes.

Bien indica que se está refiriendo el Señor a ser esclavos del dinero, o sea, a dejar que el dinero nos domine, a dejar que el materialismo decida por nosotros.
Entonces, no es lo mismo tener riquezas que servir o ser esclavo de éstas. ¿Cómo diferenciar estas dos actitudes?

Habla Jesús de dos señores: un señor es Dios y otro es el dinero o el materialismo, o el trabajo, o cualquier otro elemento que no sea Dios. Hay que aclara que señor se le llama a aquel que tiene poder para dominarte y esclavizarte, y el dinero, tiene esa capacidad de cambiar a cualquier ser humano, y volverlo a su antojo, el demonio se a posesionado de esta área de una manera descabellada.

Jesús nos está advirtiendo que el dinero también pretende ser señor. Y la pregunta es: ¿puede e
l dinero hacernos depender de él? ¡Claro que sí! Cuando nuestra vida está centrada sólo y por encima de todo lo demás, en conseguir dinero y en obtener lo que el dinero nos puede dar, sin darnos cuenta, nos hemos convertido en esclavos del dinero y se ha convertido el dinero en señor nuestro.

El trabajo tiene su importancia. Pero no hasta el punto de entregar la vida al trabajo. Hay gente, y no hablo solo de sólo ricos, que entregan de tal modo su vida al trabajo que todo lo demás queda subordinado al trabajo. Y lo demás son las relaciones familiares, las amistades, la relación con Dios, etc. Cuantas personas han cambiado su personalidad y pensamiento por causa del dinero, han incluso hasta matado y destruido a otros, por ello Jesús le llama señor, pero señor no con la fuerza y el convencimiento que le llamamos Señor a Él.

Pienso que gran parte de la crisis económica que vivimos ha tenido su origen en la ambición y codicia de personas que estaban tan centradas en hacer dinero, en ganar mucho que les importaba nada hacer trizas las vidas de los demás. Tomaron decisiones equivocadas que han llevado a consecuencias terribles para muchos.

Es el mejor ejemplo de que este Evangelio sigue siendo muy actual. No vale la pena agobiarnos. Hay que poner la confianza en Dios y saber que nosotros somos su providencia para nuestros hermanos y hermanas y para nosotros mismos, que nos debemos cuidar porque somos hijos e hijas de Dios.
Dios desea que nosotros entendamos quien es Él, pues El es el Señor, pero no solo decir El es el Señor, sino creerlo con todo el corazón y el alma, porque El nos creó, es nuestro Dueño, dependemos de Él. A El debemos obediencia y respeto por el es el ser y hacer de todo cuanto existe.

También Jesús nos habla de cómo Dios nos cuida. Es lo que llamamos su Divina Providencia. Y Jesús nos la explica usando imágenes campestres de aves del cielo y lirios del campo para asegurarnos que El se ocupa directamente de nuestra alimentación y vestido. Que si su Padre del Cielo alimenta a las aves, ¿cómo no va a cuidar de nuestro alimento si nosotros valemos muchísimo más que las aves?

“Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?” (Mt.6,30). Nos está diciendo algo que es evidente, pero que no tomamos en cuenta: Dios, que cuida de la hierba que es perecedera y dura muy poco, ¡cómo no nos va a cuidar más aún a nosotros que estamos destinados a vivir con Él para siempre!

Pero además, nos recrimina algo: nos dice que si estamos demasiado preocupados por la ropa es porque tenemos poca fe. ¿Por qué nos acusa de poca fe? Porque para tener confianza plena en la Providencia Divina, hay que tener mucha fe: la confianza en Dios es una consecuencia de nuestra Fe en El.

Nos dice luego lo que debemos hacer y lo que El desea: “Busquen primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura”. Es decir, nuestra preocupación debiera estar en buscar ante todo los bienes espirituales, las cosas de Dios, lo que El desea de nosotros, buscar lo que necesitamos para llegar a poseer los bienes eternos del Cielo. Si buscamos a Dios primero, lo demás, lo material, como un bono adicional, sin tener que buscarlo.

Y con esa conciencia vamos a salir a la vida a luchar por hacer de este mundo un lugar más fraterno donde las personas, todos, puedan vivir y no solamente sobrevivir. Porque esa es la voluntad de Dios. Ese es el misterio de Dios del que dice Pablo en la segunda lectura que somos administradores para todos los que nos rodean: que Dios quiere nuestra vida, que Dios nunca nos deja de su mano ni nos olvida, como nos recuerda la primera lectura del profeta Isaías.

viernes, 18 de febrero de 2011

SEPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARO

Ama a tus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persigan y calumnien”
Mateo 5, 38-48

Rev. Alexander Díaz

El mundo moderno y tecnológico es un mundo competitivo de forma descomunal, se corre a grandes dimensiones, tratando de crear el mejor teléfono, la mejor comida, la mejor computadora, a ver quien presenta los mejores precios y las mejores ofertas.

Ante este descomunal mundo progresista y competitivo la liturgia de hoy, nos invita a los seguidores de Jesús a que agreguemos valor a nuestro comportamiento, a que definamos el factor diferenciador en nuestra conducta y a que seamos cada día mejores hombres y mujeres.
El Señor nos propone a través del libro del Levítico: “Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo”. ¡Un desafío descomunal que nos desborda!, ante estas palabras tan claras, me pongo a pensar: ¿Seremos capaces de aceptar este reto?.


Muchas personas ni siquiera se han dado cuenta que existe este reto y que aparte de ser un reto es un mandato directo de Dios, ser perfectos.
Me preocupa el hecho simple de que hablar de santidad en este tiempo es algo pasado de moda, todo mundo quiere vivir su propia vida, su propio espacio y su propia experiencia de vida, todo esto está bien, pero no quieren incluir a Dios en su vida, hacemos todo, y el ultimo invitado es Dios.

Juan Pablo II hablando de este tema afirmaba: La santidad no es algo reservado a algunas almas escogidas; todos, sin excepción, estamos llamados a la santidad. Para todos están las gracias necesarias y suficientes; nadie está excluido. La tentación más engañosa y que se repite siempre, es la de querer mejorar la sociedad, mejorando únicamente las estructuras externas; dejando de lado la realización espiritual del hombre que es donde se halla la verdadera felicidad. La Iglesia, más que «reformadores», tiene necesidad de santos, porque los santos son los auténticos y más fecundos reformadores”
Me gusta este discurso del Papa, porque siempre pensamos en cambiar todas las estructuras existentes, pero nunca nos preocupamos por cambiar nosotros mismos nuestro interior.
Frente a este desafío que ya Dios nos manda en el Antiguo Testamento, Jesús en el evangelio nos lanza uno más grande y más difícil, El nos propone: “Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Ama a tus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persigan y calumnien”( Mateo 5, 38-48 ).
Estas palabras de Jesús nos ponen nerviosos pues tocan las fibras más íntimas de nuestro ser; tenemos que reconocer que nuestro interior es sensible a cultivar innumerables resentimientos: amigos de muchos años que terminaron odiándose; parejas que se separaron y que se causaron heridas muy hondas en ese proceso; hermanos que se distanciaron por una herencia. Los ejemplos podrían prolongarse indefinidamente…

Estas heridas no se curan automáticamente como resultado de un acto de la voluntad. El perdón y la reconciliación no provienen de los sentimientos puramente humanos sino que son fruto de la gracia de Dios. Pidamos la ayuda del Señor para que podamos avanzar en esa dirección y así cicatricen las heridas del corazón, y dejemos atrás los viejos resentimientos.
El reto, que nos plantea el maestro, es marcar la diferencia que nos exige el seguimiento de Jesús, una diferencia que no es fácil hacer, se requiere humildad y aceptación completa a su seguimiento, sin echar la vista atrás, y sin tener falsas apariencias, autenticidad y amor, esto ya es un llamado a la santidad clara que El nos hace.
Después de esta visión de conjunto sobre el mensaje que nos comunica la liturgia de hoy, analicemos algunos aspectos particulares con los cuales Jesús nos invita a vivir y a cambiar un entorno milenario con respecto a la ley, si queremos ser santos y encontrar la perfección debemos de hacer y marcar la diferencia.

Jesus hace un llamado claro a cambiar la “ley del talión”: “Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan daño al que les hace daño”.(Mt. 5,39)
Cuando escuchamos esta formulación nos estremecemos porque nos suena como un llamado a la venganza; sin embargo, a pesar de las apariencias, su contenido es muy sabio pues lo que está exigiendo es que haya una proporción entre el delito y la pena, y pide que no haya exageraciones o sobrerreacciones en cuanto al castigo que se impone.
Los seguidores de Jesús no debemos contentarnos con cumplir el mínimo que establecen las leyes y las normas; debemos ir más allá en términos de excelencia de manera que mostremos una diferencia en cuanto a nuestro modo de actuar como parte de una familia, como ciudadanos y como miembros de la Iglesia, debemos de ver la ley no como una imposición sino como un elemento que nos tiene que ayudar a vivir más a plenitud nuestra vida cristiana, la ley se cumple por convicción no por obligación.

Que la invitación que Jesús nos hace este domingo nos sirva para vivir a plenitud nuestro deseo de Santidad y que consigamos esta santidad contemplando la gracia del amor que Dios nos proporciona cada día, cumpliendo diligentemente las normas establecidas
Amen

viernes, 11 de febrero de 2011

SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; sino a darles cumplimiento”
(Mt. 5,17-37)

Rev. Alexander Díaz


Dios nos creo libres, para que seamos nosotros quienes escojamos con entera convicción que es lo que queremos para nuestro ser, si vivir o morir, si optar por lo bueno o por lo malo, tenemos la capacidad amplia de analizar cualquier elemento que llegue a nuestras manos, por eso en la primera lectura de este domingo afirma: “El Señor ha puesto delante de ti fuego y agua; extiende la mano a lo que quieras. Delante del hombre están la muerte y la vida; le será dado lo que él escoja.”(Ecle. 15,17)

Generalmente nuestra humanidad pesa y nos cuesta aceptar seguir el buen camino, ya que optar por el buen camino implica constancia y sacrificio, y tendemos siempre a buscar los atajos y salidas más fáciles para todo, buscando siempre lo que menos sacrificio tenga. Por esta simple razón fallamos y terminamos metidos en el fango del pecado, de la desesperación y del error, y que triste es el sabor de nuestra vida después de optar por el camino equivocado, por ende es de prudencia cumplir la voluntad de Dios y detenerse a cumplirla.


Uno de estos días, escuche a alguien decir que las leyes fueron hechas para saltarlas, posiblemente muchos tengan esa mentalidad, pero la realidad es otra, las leyes Dios nos las dejo para manejar nuestra vida por el recto y entero camino, para encontrar la felicidad y el recto actuar, a veces cuando veo la forma de actuar del ser humano aun con leyes en nuestro entorno, actuando de forma despótica, me pregunto: ¿qué sería de este mundo sin leyes?, sería un caos completamente o por lo menos un tanto más.

Jesucristo es bien claro para hablar de la ley da la pauta de lo que sería la enseñanza que El venía a dar. Deja claramente establecido que no ha venido a abolir la Ley antigua, sino a perfeccionarla. Y los perfeccionamientos que introduce están basados más en el amor que en el cumplimiento de la Ley Antigua.


Inicia enfocando uno de los mandamientos mas fuertes de la ley mosaica, al antiguo precepto de “No matarás”, lo aclara y explica que matar no es quitar la vida a otro ser humano, es más que eso, matamos a otros con el insulto, la ira, la agresión, el desprecio, el resentimiento contra alguien. Y explica con más detalle: “Cuando vayas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda”.

Y ¿hacemos esto? Cuando vamos a Misa y a comulgar ¿hemos perdonado realmente a los que nos han hecho daño? ¿Hemos pedido perdón a quien hemos ofendido? ¿Nos hemos liberado de los resentimientos que tenemos contra los demás? El Rito de la Paz que se realiza justo antes de la Comunión indica precisamente esto a que se refiere el Señor.

Pero ¿nos damos “fraternalmente” la Paz, como indica el Celebrante? En ese momento las personas que tenemos “próximas” representan al “prójimo”, al “hermano” de que nos habla el Señor en este pasaje. Y ese gesto no significa un saludo vacío o de cortesía, sino algo muy concreto y exigente: que no tenemos nada contra nadie, que nuestro corazón está limpio de rencor, de resentimiento y que, por tanto, puedo comunicar la Paz que Cristo nos da.
Sólo así, reconciliados plenamente con el hermano, podemos entonces comulgar y “presentar nuestra ofrenda”, en las condiciones que el Señor nos indica.
El perdón es difícil. Es uno de esos preceptos exigentes que pone Jesucristo en su Ley del Amor. Si nos cuesta, pidamos esa gracia al Espíritu Santo. Esa gracia del perdón es de las cosas buenas que el Señor desea que le pidamos, para El dárnosla.


Otro perfeccionamiento a la Antigua Ley se refiere a que no basta el no materializar actos que vayan contra la Ley para infringirla, sino que el simple solo deseo de los mismos, ya es una falta. Por eso el que habla contra alguien, sobre todo si es una calumnia, ya ha asesinado a ese hermano en su corazón. Asimismo, el que haya mirado a alguien con deseo, aunque no materialice ese deseo, ya ha cometido adulterio en su corazón.


También el Señor habla en el Sermón de la Montaña contra el divorcio y a favor de la indisolubilidad del Matrimonio Cristiano. No es lícito divorciarse y volverse a casar. Y basado en esto la Iglesia no permite la recepción de la Comunión a los que se encuentran en esta situación irregular, pero sí los invita a asistir a la Santa Misa, a orar, e inclusive a hacer obras de caridad y a participar en algunas actividades de la Iglesia, invitándolos siempre a pedir la gracia de regularizar su situación.


Juzgados estos exigentes preceptos del Señor con sabiduría humana, es imposible comprenderlos y cuesta mucho aceptarlos. Pero si el cristiano se deja penetrar de la Sabiduría Divina, podrá ser dichoso, porque podrá llegar a disfrutar de “lo que Dios tiene preparado para los que lo aman”. Y eso que Dios tiene preparado no lo podemos ni imaginar. Así dice San Pablo: “ni el ojo lo ha visto, ni el oído lo ha escuchado, ni la mente del hombre pudo siquiera haberlo imaginado”. (1 Cor. 2. )
En vez de pensar que los preceptos del Señor son imposibles de cumplir o demasiado difíciles, es preferible orar con las palabras del Salmo 118: “Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes y yo lo seguiré con cuidado. Enséñame, Señor, a cumplir tu Voluntad y a guardarla de todo corazón” Porque si como cristianos verdaderos y auténticos no logramos entender y vivir la ley basada en el amor y la voluntad de Dios será muy difícil que los seres humanos le encontremos el verdadero sentido a nuestra existencia, recordemos que las leyes y normas no han sido creadas para saltárnoslas o romperlas, sino para ser respetadas y cumplidas para nuestro bien y nuestro crecimiento interior, si todos fuéramos capaces de cumplir y guardar las leyes, viviéramos en orden y armonía, respetándonos los unos a los otros, pero creo y pienso que esto no es una utopía, si todos nos proponemos lo podemos convertir en realidad, en nuestras manos está el hacer en nuestra vida lo mejor…. Da lo mejor de ti a Dios cumpliendo con alegría los mandatos del Señor. Amén.

viernes, 4 de febrero de 2011

QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


“Procurad que vuestra luz brille delante de la gente”
Mt 5, 13-16

Rev. Alexander Díaz

El evangelio de este domingo tiene muchos tópicos de los cuales hablar, ya que s presta para insertarlo en nuestra vida personal, y sobre todo Jesús nos habla a través de elementos con los cuales estamos muy relacionados. Quien no conoce la sal y la luz, ambos elementos tiene un significado muy grande en la vida del todo ser humano y sobre todo de todo cristiano.

La sal es un componente muy poderoso que durante toda la historia de la humanidad ha tenido un fuerte protagonismo en su desarrollo; la sal sirve para darle sabor a los alimentos, para purificar la comida, para evitar la corrupción de ciertos alimentos perecederos a falta de un refrigerador, y al mismo tiempo el comer mucha sal da sed. Puntos importantes porque eso realmente es la vida del cristiano y eso es Jesús en la vida nuestra.

A nuestros mismos grupos que moralmente viven o se han acostumbrado a vivir de forma mediocre y doblez imitando la pobreza del fariseísmo hay que salvarlos con la doctrina viva de Jesús, purificarlos de su descomposición, porque de lo contrario se continuaran corrompiendo.


Entiendo perfectamente que es duro hablar en estos términos pero es la vida espiritual del ser humano la que está en juego; lo mismo que a nuestras prácticas de fe hay que darles el sabor y gusto de Jesús, porque de lo contrario no pasaran de ser unos ritos vacios y sin el sentido debido, se convertirán en unos espectáculos circenses que no nos llevaran a nada, que no nos harán transformar ni cambiar la corrupción que tenemos.

Esto hace ver que esta parte del sermón se dirige a apóstoles y discípulos, que son los que tienen la misión de salar la masa, de cual se convertirá en pan, para alimento de muchos.
Jesús nos da una gran responsabilidad. Somos la sal del mundo. Esto significa que el mundo existe pero en muchos casos no tiene sabor. La vida se ha vuelto para muchos invivible. Nuestra misión es mantener encendida la vela de la fe en un mundo tecnificado y ensimismados en sus aparentes adelantos. El mundo es la gente que sufre.


Somos también la luz de este mundo. La luz es algo inmaterial, invisible. La luz es lo que nos hace ver pero ella en sí misma es invisible. La luz es la fe. La fe no es algo que debamos de tener escondida para evitar su pérdida o deterioro. La luz cuanto más se reparte más grande se hace.
Vemos a nuestro alrededor personas que dicen que no saben qué hacer en la vida, que no saben cómo dirigir su vida. La fe es siempre una invitación a mirar hacia adelante, a progresar en el camino de la vida y de la unión con Cristo. Tenemos luz en la medida que aceptemos la Luz.
Los cristianos siempre estaremos entre estos dos equilibrios de la fe y de las obras. Sólo Cristo es quien salva, pero esa salvación necesita ser anunciada y vivida. El Evangelio nos dice que esa luz de la fe cuando brilla delante de la gente se convierte en alabanza al Padre. Tenemos que hacer obras de fe.

El mundo de hoy está cansado de las grandes palabras y de las teorías que se le ofrecen. Parece como si las personas no tuviesen oídos para lo trascendente. Es como si toda la vida se redujese al resultado de lo que queremos. Hemos perdido el aliento de la ilusión y la esperanza.
Ser sal y luz es recordarles a las personas una y otra vez el proyecto que Dios tiene para la humanidad. Dios no quiere más sufrimientos porque Jesús tomó sobre sí todos nuestros dolores. No quiere más violencia porque Él asumió nuestros castigos. No desea nuestra desorientación porque con su vida nos enseñó el camino hacia el Padre. Sal y luz es darnos cuenta de todo ello y vivirlo con alegría.
Jesús nos señala el cielo como el lugar de Dios, y es verdad. El cielo es Dios. Cada persona puede tener el cielo más cerca, en su corazón, en su latir espiritual, en su entrega diaria.
Hay un espacio que sólo nosotros podemos abrir a Dios y a los demás. Es el terreno de nuestro corazón y de nuestra vida. Si me cierro a Cristo, si bloqueo mis entrañas, no entenderé nunca ese amor que me ama aunque yo le ignore. Ser sal y luz es tomar conciencia de ese amor.
La sal cuando se disuelve se vuelve invisible pero su sabor perdura. La luz se va haciendo más grande cuando se va compartiendo. La mecha encendida de una vela sería el amor de Dios, el origen de la luz.

La luz que emana de esa mecha y que ilumina el mundo es el fruto de ese amor. La tarea de los cristianos es seguir pasando esa luz a los seres humanos de nuestro tiempo y de todos los tiempos.
Esa es nuestra principal responsabilidad, vivir en la verdad, es vivir en la luz, y vivir en ella es ser esa luz y serlo con entusiasmo y alegría, y así mostrar el camino hacia los otros, convertirnos en antorchas brillantes que van delate mostrando ese camino preciado de la verdad, les invito a ser luz y sal, en este mundo que camina en oscuridad sin sabor ni sentido. Amen

viernes, 28 de enero de 2011

CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

“Estén alegres y contentos, porque su recompensa será grande en el cielo”
Mt.5, 1-12
Rev. Alexander Díaz


Nos encontramos celebrando el cuarto domingo del tiempo ordinario y en el Evangelio de hoy Jesús nos trae la gran propuesta para encontrar sentido a nuestra existencia: el programa de las bienaventuranzas. Este programa consta de diez sencillas capsulas, que a primera vista parecen insignificantes, inentendibles y de cierta forma descabelladas porque Jesús expresa a través de ellas elementos que no tienen sentido para una persona que no se haya encontrado con él, porque las bienaventuranzas solo tienen sentido cuando hay un encuentro de corazón con Jesús.
Como un nuevo Moisés, Jesús expone desde lo alto de un monte la nueva ley de su Reino. Es el ¨Sermón de la montaña¨, que comienza con las Bienaventuranzas, es interesante que todas se resumen en la primera: la de los pobres de espíritu, aquellos que lo dejan todo para seguir e imitar a Cristo.

Ya en el Antiguo Testamento, la pobreza voluntaria como signo de humildad, sinceridad y mansedumbre era la característica fundamental del pueblo de Israel, de ese pueblo que debía recibir en su seno al Mesías.

En la primera lectura de la misa del hoy, el profeta Sofonías, profetiza en el siglo VII antes de Cristo, en un momento donde se habían dado grandes diferencias entre ricos y pobres en Israel. La pobreza se había incrementado notablemente, y el profeta, denuncia esta situación y anuncia la protección de Dios sobre los pobres y humildes.

Y en el Evangelio de hoy se nos presentan las Bienaventuranzas. ¿Cuántas veces hemos escuchado a mucha gente, y tal vez nosotros mismos decir que lo importante ¨es tener salud? O aquel famoso refrán que muchos dicen en forma de broma pero muy en serio, lo más importante para ser feliz es tener salud, dinero y amor. Sin embargo, existe mucha gente sana y con mucho dinero que se siente tremendamente desdichada, solitaria, con la amargura a flor de piel, que no encuentran sentido a nada de lo que existe, pero están abarrotados de cuestiones materiales y saludables por fuera, son como las típicas manzanas, rojas y bien barnizadas, pero acidas y sin sabor alguno; y por otro lado, hay muchos enfermos, con enfermedades incurables, discapacitados y desahuciados que sufren en su cuerpo los tormentos del dolor físico a causa de su enfermedad, que apenas tienen para subsistir y obtener su medicina, y que son agobiados por la soledad, pero son las personas más felices y optimistas que se ven, que tienen sueños y alegría suficiente para hacer sentir bien a cualquier sano. Un ciego decía, que desde que estaba ciego, veía las cosas mucho mejor, y esto porque muchas veces, los que tenemos buena vista, somos ciegos en muchas cosas.

En el Evangelio de hoy, encontramos la visión de Dios sobre el hombre y sobre el mundo. Y esta mirada de Dios, en muchos casos, no coincide con la nuestra, Jesús parece poner todo en sentido contrario a lo que nosotros estamos acostumbrados a ver y a escuchar: llama a los que lloran y a los que son perseguidos e insultados: felices, en nuestra lógica humana esto no tiene sentido ni tiene concordancia, porque humanamente estas personas son desdichados y requieren ayuda, Jesús quiere con estas frases invitarnos a la confianza y a la mansedumbre interior ante los embates que la vida nos dara continuamente, a confiar ciegamente en la justicia divina, justicia que siempre tiente lugar en nuestra vida.

Ahora bien, me pregunto ¿Será que somos nosotros los que estamos ciegos y tergiversamos de forma negativa todo, o será Jesús el que lo hizo? Jesús hoy, nos quiere abrir los ojos, y nos enseña el verdadero camino de la felicidad.
El Sermón de la Montaña, es una especie de catecismo elemental de vida cristiana, y empieza justamente con un preámbulo, que son las Bienaventuranzas.

Así como Moisés al formar el pueblo de Dios subió a una montaña, lugar tradicional de la manifestación de Dios, así mismo lo hizo Jesús. Sentado, en actitud de enseñar, así como Moisés, Jesús proclama solemnemente la Ley, pero en una nueva formulación que exige una ¨Justicia superior a la de la Antigua Alianza para entrar en el Reino de los Cielos. La Voluntad de Dios que se manifiesta en este célebre Sermón, vale para todos. Las Bienaventuranzas, son a la vez promesa y exigencia. Promesas porque nos hacen ver que no estamos solos incluso en los momentos más oscuros de nuestra vida, que siempre hay una salida y una salida con justicia y equidad, y exigencia porque requiere que todos y cada uno de nosotros pongamos algo de nosotros para cambiarnos y transformarnos en mejores hijos suyos.

Te atreves a ser diferente, si lo haces serás llamado bienaventurado, y peculiarmente los que son llamados asi son probados como el oro en el crisol.
Bendiciones.

jueves, 20 de enero de 2011

Tercer domingo del Tiempo Ordinario

“Síganme y los hare Pescadores de hombres”.
Mt. 4, 12-23

Rev. Alexander Díaz

El Evangelio de hoy nos presenta el comienzo de la vida pública de Jesús. No pudo tener un principio más humilde ni sencillo. Nada que ver con las grandes ceremonias que nos gusta hacer en nuestros días para marcar el comienzo de los grandes eventos. Pensemos en las ceremonias inaugurales, por ejemplo, de los juegos olímpicos, donde parece que el país anfitrión se juega el prestigio. O recordemos la ceremonia de inauguración de la presidencia en Estados Unidos, con miles de invitados aguantando el frío de enero al aire libre. También en la Iglesia nos gustan las grandes ceremonias y liturgias con miles y miles de asistentes. A veces esas ceremonias tan grandilocuentes –las civiles y las eclesiales– resultan que son más apariencia que realidad. Se parecen a esos decorados de cine en los que las casas no tienen más que la fachada.
Jesús se retira a Galilea y allí comienza a ir de pueblo en pueblo, predicando el mensaje más sencillo que nos podamos imaginar: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos.”
Juan estaba preso y Jesús va a Galilea. Galilea era la parte más remota del país y la más lejana de Jerusalén. Era considerada con desprecio y sus habitantes tenidos como gente ruda y tosca. Cafarnaúm era una ciudad de Galilea.
En este contexto Jesús comienza a predicar y a proclamar el cumplimiento del profeta Isaías: la luz ha llegado al pueblo que vivía en la oscuridad.
La vida de cada ser humano tiene numerosos momentos de oscuridades. Incluso los grandes místicos han pasado por noches oscuras que, aunque purificadoras, siempre tienen una gran carga de dolor. Quien da cabida a Jesús es capaz de ver con profunda claridad su vida y toda su existencia, aunque ese seguimiento requiera un esfuerzo y sacrificio.

Curiosamente decimos que la mañana es clara, que tenemos las cuentas claras y que las intenciones son claras... pero quizás no nos hemos detenido a examinar con profundidad la claridad de nuestra vida.
Tener claridad es saber distinguir lo que nos pasa y por qué nos pasa; saber distinguir quienes somos, de quienes no somos, y saber que no somos dioses y que Dios es Dios.
La tiniebla es engañarse a uno mismo; no querer ver la realidad de mi vida ni la presencia de Dios en ella, por eso las sombras son "sombras de muerte", porque no me hacen ser más humano; no me hacen crecer ni humana ni espiritual ni emocionalmente. Una de las grandes tragedias de la vida humana es saberse en tinieblas y no encontrar senderos de luz.
Jesús proclama a renglón seguido la necesidad que tenemos de convertirnos para que la luz llegue a nuestra vida. Para ello nos propone la conversión a Dios.
Convertirse es cambiar de mentalidad para adquirir los criterios de Dios. Pero no todo el mundo está dispuesto a realizar este cambio. Muchas veces por miedo o por comodidad las personas prefieren mantenerse en sus dolores que ir a sus esperanzas. Prefieren el sufrimiento al enfrentamiento consigo mismo.
El Señor no nos enfrenta con los demás, ni tan siquiera con nuestros enemigos. Hace algo mucho más duro: nos enfrenta contra nosotros mismos y nuestro mundo interior.
Cuando Cristo comenzó a predicar, comenzó también a reunir discípulos, para que fuesen oyentes antes que predicadores.
En medio de esta predicación es que se encuentra con los primeros apóstoles, Pedro Santiago, Juan y Andrés que eran pescadores, y ejercían una labor sencilla e insignificante en aquel pueblo de mala reputación, es a ellos a quienes reconoce como invitados a vivir la gran aventura de su vida, ser Apóstoles, quizá en ese momento no lo entienden, ni están de acuerdo con ese llamado, pero la verdad que cuando Jesús pasa y entra en nuestra vida ya no somos los mismos, nos volvemos diferentes, nuestras mentalidades y costumbres cambian, porque su mirada tiene poder de transformación interior. Los discípulos le siguen porque se fían de su palabra, antes incluso de ver sus milagros. La vida cristiana no se basa en el ver milagros sino en confiar plenamente en Aquel que puede hacerlos.
El evangelio de hoy termina con la curación de enfermedades y dolencias del pueblo, es impresionante ver que la predicación de Jesús siempre está unida a la curación y sanación de las dolencias de los que están junto a él y le escuchan es una señal bien clara que la curación que Jesús realiza en las personas no es solamente la física sino también la espiritual. Todos estamos llamados a la sanación integral de nuestra vida. Todos estamos llamados a la conversión, que es la sanación mas grande y mas rica que el ser humano puede recibir…


viernes, 14 de enero de 2011

Segundo Domingo del Tiempo Ordinario

“Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”
Jn. 1,29-34

La frase del Evangelio de hoy es una de las que
más repetimos en la Eucaristía justo antes de recibir la Comunión.

Jesús es quien quita el pecado del mundo. No habla el evangelio de hoy del pecado de cada ser humano sino del pecado del mundo. Jesús, figura de “el siervo” en la primera lectura, se hace “luz de las naciones” para que el exceso de la salvación que Él trae y que Él mismo es, llegue a todos los rincones de la tierra. Su quitar el pecado del mundo nos libera de la fuerza de la fatalidad, desdramatiza la historia humana.

En el Evangelio, como quien hace un descubrimiento, Juan repite dos veces “yo no lo había conocido”. Juan, el profeta duro que había dicho “ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles” (Lc 3,9) vive el asombro de la fe que permite ver actuar al Espíritu en quien sirviendo a la salvación echa sobre si el pecado del mundo. ¡Ver así a Cristo es la acción del Espíritu en nosotros! El pecado no es lo que mi conciencia cree que es pecado, sino lo que Dios juzga pecado… porque nuestra conciencia es infinitamente más dura e implacable que Dios.

Si Jesús ha quitado y quita el pecado del mundo, no hay que acusarse para hundirse. La acusación sólo tiene sentido cuando es redentora. La culpabilidad, reconocimiento sano de una falta, es propia de una responsabilidad y una libertad adultas. Una persona sana sabe poner en juego estas tres realidades: culpabilidad, responsabilidad, libertad. Para que sea posible también en otros la salvación. El perdón ha dejado zanjadas las cosas.

Que Jesús sea el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo quiere decir que nuestra responsabilidad puede descubrir la salvación como una liberación de la esperanza.
Que Jesús sea quien quita el pecado del mundo quiere decir que “nunca hay nada definitivamente perdido… que todo puede ser salvado, que tiene sentido nuestro esfuerzo por recuperarnos, para responsabilizarnos ante la acción del mal que daña al inocente. Esta es la sobreabundancia de Jesús, su exceso. Alguien espera, necesita que también sea el nuestro.

Tengo la impresión que muchos cristianos no han captado la hondura del sacrificio de Jesús. Me gustaría que cada persona pudiese sentir lo que significa que alguien dé su vida por ti. Siento que como oímos hablar del acontecimiento de la cruz, de forma simple nos hemos olvidado definitivamente de lo que en realidad significa, no es tan simple decir, Jesus murió en la cruz por mi, solo falta que digamos “Y que” no aceptamos la profundidad de ese sacrificio.

¿Qué hizo Jesús por nosotros?
Los cristianos tenemos claro quién es el Señor. Sabemos de su entrega y capacidad de redimir a quien estaba caído. Hemos experimentado su muerte y resurrección. Pero ¿Cómo entiende la persona de Jesús quien nunca lo ha experimentado?
Puede que la terminología usada por Juan Bautista no sea muy comprensible para el alejado de hoy. Decir que Cristo es nuestra Pascua teniendo en cuenta el cordero pascual (Ex 12,1-13), que iba a ser el sustituto por nuestros pecados (Is 53,7), puede que no diga mucho a las personas que se inician en la fe. Quienes comienzan tienen que empezar a experimentar todo el proceso de la Historia de la Salvación.

Tiene que ir desde el inicio del mundo, desde el Génesis, hasta la resurrección, pasando por el paraíso terrenal y el desierto, y todo ello acompañado por otras personas que ya han realizado ese recorrido (la Iglesia).

El cordero es el símbolo del ser inocente, que no puede hacer mal a nadie sino sólo recibirlo. Nuestro mundo de hoy tan cargado de dolor inocente tendría que servirnos para descubrir la multitud de personas que sufren y mueren a manos de los malvados.
Tanto dolor abruma a muchas personas. Depresiones, enfermedades mentales de todo tipo, hacen estragos en las sociedades contemporáneas. Vista la situación alguno se preguntará si valió la pena la muerte de Jesús.

Los cristianos proclamamos que sí. Su muerte nos ha redimido. Su muerte nos ha salvado. ¿Salvado de qué...? En primer lugar de nosotros mismos, de nuestras limitaciones y pecados. Si las limitaciones espirituales y morales vienen con nosotros, el pecado es la libre aceptación de las mismas.
Cristo borró con su sangre mis pecados personales pero también los de toda la humanidad, de ahí que la mirada del cristiano al mundo parte siempre de la misericordia y la esperanza. El cristiano no se hunde fácilmente porque sabe que el ser humano ha sido comprado a un alto precio. En el fondo de la entrega de Jesús está el inmenso amor con el que Dios nos ama.
Un cristiano puede ser un bandido, un ladrón o un mentiroso... y luchará por superarlo con la ayuda de Dios; pero lo que nunca podrá hacer un cristiano es sentirse orgulloso de su mediocridad y de sus pecados. La muerte de Jesús nos recuerda que nuestra vida está llamada a cambiar constantemente para ponerla en el camino de Dios.

Jesús se entregó por ti y por mí. Estar con Él es descubrir lo más profundo del amor de Dios para todos los seres humanos, en especial a los más pobres y necesitados, y la promesa de la futura vida eterna.




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Homily for the Second Sunday in Ordinary Time
“This is the lamb of God who takes away the sins of the world”


The gospel phrase today is one of the phrases we repeat in the Eucharist right before we receive Holy Communion.

The giving of self that Jesus does for all human beings, has it’s ending in every Mass where He gives Himself out as food, as nourishment to everyone who believes in him.

John gives testimony of who Jesus is. He said: “He is the lamb of God”. John the Baptist remembers the lambs that were offered daily, every morning and every evening in the temple of Jerusalem.

He also refers to the Passover lamb whose blood saved the Israelites’ first-born from death which was carried out by the Exterminator Angel.
I have a feeling that many Christians are still not aware of Jesus’ great sacrifice. I would like for each person to meditate, how it will feel to have someone give his life for you.

I think, that since we hear talk about the event of the cross in a very simple way, we have definitely forgotten what it is really all about, it is not simple to say, “Jesus died on the cross for me”, all that needs to be said is “AND ?” we don’t accept the depth and reality of this sacrifice.

Spain is the number one country in the world in organ donations for transplants. But the majority of the transplants are no longer news.

Transplants have gotten to be such a natural thing, that it is as any other surgical intervention. What joy, how grateful we are to the donor and the family that was able to allow a miracle to happen, saving lives by donating organs.

Jesus donated His life for the salvation of all human beings. How grateful we should be for His surrender and sacrifice.

What did Jesus do for us?

As Christians we understand very clearly who is the Lord. We know of His surrender and capacity to redeem someone who has fallen.
We have experienced His death and resurrection. But, how can someone understand the person of Jesus, when he has never experienced Him? It is possible that the terminology used by John is not too understandable for someone who today, is apart, who is not close. Today Jesus is our Passover, being aware of the Passover lamb (Ex 12,1-13), a substitute for our sins (IS 53,7) maybe has little meaning to the people who are just being initiated in our faith.
Whoever is just beginning must start to experiment the whole process of the Salvation Story.
He has to go back to the beginning of the world, from Genesis to the resurrection, passing thru earthly paradise and the dessert, and everything else, in the company of people who have already gone thru this journey, (the Church).
The lamb is a symbol of innocence, someone who can do no harm to anyone, but only welcome.
Our world today, so full of innocent pain, should serve us to discover the multitude of people who is suffering and dying at the hands of the wicked and evil one.

Depressions, all kinds of mental illnesses, are destroying, devastating these contemporaneous societies.

Seeing this situation, many would ask themselves, was it worth the death of Jesus? Christians proclaim that yes, it was worth it. His death has redeemed us. His death has saved us. Saved us from what, you may ask?
First of all, His death saved us from ourselves, has saved us from our limitations and our sins. If spiritual limitations and moral limitations always accompany us, sin is the free acceptance of them.
Christ cleaned and erased with His blood my personal sins but also the personal sins of all humanity, thus, the look of the Christian to the world is always generated from mercy and hope.
A Christian does not give up easily because he knows he has been bought at a very high price. In the deep surrender of Jesus there is the immense love thru which God loves each one of us.
A Christian may be a crook, a thief, a liar and he will struggle to be better with the help of God, but one thing a Christian cannot do, is to be proud of his mediocrity and his sins.
The death of Jesus reminds us that our life has been called to change constantly to follow the path of God.

Jesus gave himself for you and me. To be with Him is to discover the deep love of God for all of us, for every human being, especially for the poor, the needy and the promise of eternal life forever.

Amen!

viernes, 24 de diciembre de 2010

HOMILIA DE NAVIDAD


25 DE DICIEMBRE

NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado.

Is. 9,1-6.

Hoy celebramos un hecho: Hace dos mil diez años nació un niño, un niño que cambio el rumbo y el curso del mundo. A diferencia de cuando nosotros celebramos nuestro propio cumpleaños, recordamos que nos estamos haciendo más viejos y cada año se añade una velita más al pastel. Pero en Navidad no celebramos el que Jesús sea muy viejo. Nos alegramos porque Dios ha entrado en nuestra vida como un niño recién nacido, en los comienzos de la vida.

La imagen corriente de Dios es la de un hombre anciano, con pelo blanco. Pero en Navidad nos

acordamos del ser eternamente juvenil de Dios. Como cantamos en la aclamación antes del Evangelio: « Un niño nos ha nacido . Un hijo se nos ha dado, Dios el Irreprimible ». Dios es joven de una manera irreprimible. San Agustín escribió una vez que somos nosotros los que nos hacemos viejos, pero consiste en que nosotros también estamos invitados a participar en el ser juvenil de Dios. Come dice el Evangelio de hoy : « A cuantos realmente le recibieron El les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios ». Navidad es la fiesta de nuestro rejuvenecimiento.

¿Qué quiere decir esto? No significa que debamos hacernos infantiles. A veces hay personas que abrazan la religión con una huida del estado de madurez, de adultos. Algunos cristianos dan la impresión que no necesitan pensar por su propia cuenta o afrontar con personalidad los dilemas morales, ya que la Iglesia nos dice lo que debemos hacer.. « Papá siempre sabe mejor… » Pero esta actitud no traduce lo que es un verdadero hijo de Dios. Es sencillamente una "inmadurez" ». Nuestra propia sociedad muchas veces busca una forma distinta de rejuvenecimiento, al negarse a encarar los signos de nuestra edad. La cirugía plástica puede disimular las arrugas de nuestra cara. Podemos rebuscar un ser juvenil artificial y terrible porque tenemos miedo de morirnos. Pero esto tampoco constituye un rejuvenecimiento auténtico.

Ser un hijo de Dios significa estar abierto a las posibilidades infinitas de futuro. El mundo de un niño no es algo acabado o congelado. Él o ella pueden llegar a ser cualquier cosa: político, periodista, montañero, marinero, o incluso ¡sacerdote!.

Después de hablar de la vida y de la juventud eterna de Jesus, por su amor y su misericordia, quiero invitarte a que nos detengamos a meditar sobre esta noche santa, la noche en que todo esto sucedió.

En esta noche santa, sólo una imagen y una estampa en el centro de nuestra celebración y de nuestra liturgia. La imagen y la estampa de un pesebre y de un niño. Al igual como los pastores, nos dejamos sorprender por esta imagen y esta estampa, Dos mil diez años, dos mil diez navidades, sigue poniendo en nuestras manos, confiado, como si nos dijera: “¡Ánimo! No temas. Sólo soy el ‘Dios con vosotros’, el Dios contigo”.

El niño de Belén nos lleva a contemplar el increíble amor de un Dios que se preocupa por la vida y la felicidad de los hombres y que envía a su propio Hijo al encuentro de los hombres para presentarles un proyecto de salvación - liberación. En ese niño de Belén, Dios nos muestra la radicalidad de su amor por nosotros.

El nacimiento nos presenta la lógica de Dios que no es, como tantas veces, igual a la lógica de los hombres: la salvación de Dios no se manifiesta en la fuerza de las armas, en una autoridad prepotente, en los consejos de ministros, en los consejos de las empresas, en los salones donde se concentran las estrellas de la jet-set, sino en una gruta de pastores donde brilla la fragilidad, la ternura, la sencillez, la dependencia de un bebé recién nacido. ¿Cuál es la lógica con la que nos presentamos ante el mundo, la lógica de Dios o la lógica de los hombres?

La presencia liberadora de Jesús en este mundo es una “buena noticia” que debería llenar de felicidad a los pobres, a los débiles, a los marginados, al decirles que Dios vino a su encuentro para ofrecerles la salvación - liberación. Hoy es noche buena, el dia en que la luz nace en un humilde portal olvidado y reservado para los animales, en donde quizás ni al mas mísero se le hubiera ocurrido nacer, solo a Dios se le ocurrió aleccionarnos con este acontecimiento.

Hoy celebramos una noche especial, una noche en la cual nos juntamos y contemplamos un pesebre adornado con viejos atuendos que recuerdan nuestra vieja fragilidad humana. Nochebuena de recuerdos, de nostalgia de los seres queridos que ya no están con nosotros, de los amigos ausentes... Que eso y todo en esta noche santa gire en torno al recuerdo de Belén, la casa del pan, del “pan de vida” que hace dos mil diez años nos regaló el Padre, del “pan nuestro de cada día” que nos da esta noche, del pan que, dentro de la eucaristía, se nos ofrecerá como banquete; del pan que esta noche nos hace a todos un poco más hermanos, un poco más amigos, un poco más niños, un poco mejores.

FELIZ NAVIDAD Y UN BENDECIDO AÑO NUEVO, que disfruten esta navidad en familia y con los amigos…

Les quiero mucho y están en mis oraciones.

Padre Alexander Diaz

Parroquia San Antonio de Padua

Falls Church Virginia

Estados Unidos.

fralexdiaz@stanthonyparish.org

Aquellos diciembres que nunca volverán


FELIZ NAVIDAD PARA TODOS DE TODO CORAZON

Para muchos no es correcto estar recordando el pasado con nostalgia o comparando aquellas viejas épocas en lasque vivimos los que ahora ya estamos un poco más madur

o, con las épocas actuales, pero lo cierto es que no puedo pasar desapercibido cada diciembre mis preciosos recue

rdos de cómo fueron mis navidades cuando era un niño, tristemente son muy pero muy diferentes, el tiempo desgraciadamente a borrado la emoción y el entusiasmo con que las vivíamos en aquellos tiempos, estoy más que seguro que cada uno tiene su propia experiencia, pero también estoy seguro que la vivió a plenitud y está de acuerdo con migo que había un entusiasmo y un olor en el aire de aquellas épocas que el actual a perdido.

Recuerdo que desde el día 22 ya se comenzaban los preparativos para el gran día, y la gran noche, que era la más esperada del año. La preparación daba inicio en primer lugar cuando se iba al campo a buscar los diferentes adornos y pedazos de madera, de igual manera las frutas que se le colocarían al nacimiento, que no era un simple nacimiento, era un nacimiento que mi madre preparaba que media cuatro metros cuadrados, cuando digo que se iba al campo a buscar los adornos, me refiero a que se buscaba el zacate o paja que se le podría al establo, uno que otro árbol o bricho natural que los arboles crecen y que se ve precioso en el nacimiento, hacer el nacimiento era lo mejor, porque se le dedicaba tiempo y se hacía con amor y entusiasmo. El segundo punto era el comenzar a sacar de sus casa

s las figuras de barro del nacimiento, figuras maltratadas por el tiempo y algunas manchadas por la tinta del papel periódico donde habían estado envueltas por años, estas figuritas incluían, pastores, ovejas, vacas, caballos y toda una granja completa, que si las vemos desde el punto de vista crítico no son tan perfectas, un poco mal hechas pero tenían un significado especial, representaban la idiosincrasia de nuestro pueblo, este nacimiento se terminaba el propio día 24 usualmente después del mediodía, y era conocid

o en mi aldea o cantón, cuando ya alguien había terminado, porque al terminar de hacerlo la costumbre era reventar un cohete de vara, de esos que suben al cielo, cuando se oía la explosión se decía: “ya termino don fulanito, apúrate que no estamos quedando de ultimo” y había que acelerar el proceso. Era todo un espectáculo estos días, unos hacíamos el nacimiento –aunque los chicos, más que ayudar estorbábamos jejeje – otros ayudab

an en la cocina, mi madre sacrificaba para este día, gran parte de los animales de la granja, cuando digo gran parte me refiero a dos gallinas, uno o dos patos, que los elegía desde que nacían para este día, ella preparaba los ricos tamales que ahora con nostalgia recuerdo el sabor en mi boca, esto llevaba un gran proceso, desde llevar le maíz al molino en la madrugada, cocinar la masa y echarle los respectivos condimentos ha

sta hacerlos y envolverlos en las hojas de plátano, para que se cocinaran, de igual forma no podía faltar, el pan hecho en casa, las ricas zalporas de arroz, y las deliciosas quesadillas o el pan de torta, wauu ese si era pan, hecho con amor y dedicación por la mejor panadera del mundo, mi madre… a qué tiempos aquellos, no había preocupación de tiempo o espacio, se hacía todo con calma y se disfrutaba cada cosa en su lug

ar, no existía preocupación de inseguridad o que nos dijeran no salgan porque pueden llegar a robarles o las pandillas pueden dispararles, existía en este tiempo santo un respeto y todos disfrutábamos al unísono, no había regalos bajo el árbol, no finos juguetes, ni una vajilla de porcelana en la mesa, ni café descafeinado para la dieta, todo era al natural y bien disfrutado. Llegadas las 4 de la tarde del 24 de diciembre, había que hacer algo difícil para algunos, y no dudo que no me chocaba hacerlo, ir al rio o al pozo de la alde

a a tomar el respectivo baño, con huacal porque no había regadera ni agua caliente, porque decía mi mamá, que había que estar limpios y bien arreglados para cuando el niño naciera, y lógicamente teníamos que ponernos nuestro respectivo estreno, que consistía en un pantalón que el sastre del pueblo nos había confeccionado y una camisa que mi madre había comprado a su gusto, no al mío, que a veces el color no combinaba con el pantalón, pero era emocionante el saber que ahora tenía tres pantalones y tres camisas.

Llegada la noche, todos contentos y con ropa nueva, – al menos pantalón y camisa valgan la aclaración – nos dedicábamos a jugar en la plaza y a ver las pastoras que iban de casa en casa cantando en los nacimientos con sus trajes de papel, y sus pitos para invitar a todos a ir a cantar a las casas. Nosotros íbamos detrás reventado cohetes chiquitos, y cantando, lógicamente de vez en cuando hacíamos una que otra travesura como ponerle un cohete en la cola a un perro o tirárselo a un gato, pero que no fuera a ver el dueño de la casa, porque era menuda regañada la que nos tocaba al llegar a casa, eran travesuras inocentes que hoy recuerdo con cariño, y que conste, ningún perro o gato murió o salió lastimado aclaro por aquello de que en este país los perros también tienen sus derechos más que nosotros que somos inmigrantes.

Recuerdo que los permisos para salir en la noche estaban dados,con la condición que teníamos que regresar a casa a las 11 de la noche lo más tarde, no porque fuera peligroso, sino porque a las doce de la media noche, teníamos que estar todos en casa, para dar gracias en torno al nacimiento y para pedir al niño Jesús un año nuevo de paz y prosperidad. Ahora después e mas de 20 o más años, me pongo a meditar que diferencia cultural la que hemos creado, la navidad ya no es el acontecimiento del nacimiento de Cristo, ya no es el momento de meditar en el niño Jesús, es el tiempo de comprar, comprar y comprar, ya en nuestros hogares no se quiere colocar el tradicional pesebre o nacimiento, mucho menos la oración en torno al niño de belén, nuestras navidades ahora están cundidas de violencia y de inseguridad, hace unos años atrás regrese a mi país y específicamente al lugar donde nací, y me di cuenta que todo es ahora historia, ya no existe el entusiasmo y la emoción de aquellos niños de los años ochentas que se divertían y disfrutaban estas lindas fiestas navideñas. Me dio tanta tristeza uno de estos días que alguien en la televisión decía que aquí en estados unidos, ya no era necesario decir feliz navidad, sino que lo más lógico era decir “felices fiestas” porque no todos creen en Jesús. Me hago un última pregunta, ¿Es que puede haber navidad sin Jesús? porque si la hay alguien tiene que explicármela.