viernes, 4 de marzo de 2011

NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"No son los que me dicen: '¡Señor, Señor!', los que entrarán en el Reino de los Cielos"
(Mt. 7,21-27.)

Rev. Alexander Díaz

La liturgia de este domingo, como los anteriores es restante y desafiante, sobretodo porque es una invitación clara a la reflexión propia y personal, y a la escucha atenta de la palabra de Dios, a meditar con detenimiento el evangelio, a no ser sordos e indiferentes a su llamado.

El Siervo de Dios y en unos cuantos días Beato, Juan Pablo II comentando al respecto afirmaba lo siguiente: «...Son realmente «bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen», pues experimentan esta gracia particular, en virtud de la cual la semilla de la palabra de Dios no cae entre espinas, sino en terreno fértil, y da abundante fruto. Precisamente esta acción del Espíritu Santo, el Consolador, se adelanta y nos ayuda, mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede «a todos gusto en aceptar y creer la verdad» (Dei Verbum, 5). Son bienaventurados porque, descubriendo y cumpliendo la voluntad del Padre, encuentran constantemente el sólido cimiento del edificio de su vida...» (Juan Pablo II, Homilía en Pelplin, Polonia, 6 de junio 1999).

Y es precisamente lo que el hombre moderno ha perdido y porque no decirlo ha olvidado, el construir, porque se olvida que la palabra de Dios, no se oye solo por oírla, sino que nos ayuda a construir nuestra vida interior, nuestra vida de fe, que se comienza a plasmar en nuestro interior, San Pablo nos habla de la Palabra de Dios cumplida desde la Cruz. Nos llama a escuchar esta palabra, que es una e indivisible, para así comprender realmente lo que Dios nos dice en nuestra historia.

Me cuesta creer como muchos, llamándonos cristianos, y creyéndonos comprometidos, no somos capaces de construir nuestra propia vida interior, me da la impresión que no que no estamos escuchando la palabra con atención, Jesús es claro al afirmarnos que, la escucha de este mensaje de vida es importante, y lo afirma con autoridad:
«...Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que construyó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre roca» (Mt 7, 24-25).

Me gusta mucho, y me llama a meditar la palabra «prudente», porque el prudente es aquel que toma todas las precauciones habidas y por haber, para salvaguardar su vida y las de los demás, prudente es el que se toma todo en serio y con precaución.

Viviendo aquí en los Estados Unidos, me doy cuenta que las leyes aquí intentan ser prudentes para salvaguardar la vida de todos, por ejemplo, normas de tránsito, salidas de emergencia, capacidad en los lugares públicos, normas de sanidad ambiental, y a veces hasta parece exagerado; pero me da tristeza, que no son prudentes en su vida espiritual e interior.

Si así fuéramos de prudentes para cuidar nuestra alma y nuestros valores espirituales y evangélicos, seriamos muy sólidos en nuestro vivir y convivir, seriamos sólidos en nuestras relaciones personales y de amistad, seriamos sólidos en nuestros matrimonios y en nuestras familias, seriamos sólidos en la construcción de la sociedad del futuro, seriamos sólidos en una educación con principios cristianos, pero tristemente, somos imprudentes en lo espiritual, imprudentemente Dios no cuenta en estos aspectos.

Todo en esta sociedad moderna tiene mucha importancia, incluso los animales, son bien cuidados y protegidos, se les ha creado derechos y me parece fantástico, no estoy en contra de eso, pero me pregunto, ¿Estamos escuchado su palabra con detenimiento y prudencia? Porque a los aspectos básicos no les estamos dando importancia, no defendemos la vida de los no nacidos, no respetamos la vida del indefenso, matamos la inocencia de los pequeños, y nos volvemos intolerables ante los valores espirituales.

Todo es permitido, para no causar un trauma, o un problema psicológico, pero es prohibido hablar de Dios o mencionar siquiera el nombre de Jesús, ya sea en una escuela pública o lugar donde concurren menores de edad para actividades sociales, porque no se les puede obligar a creer, porque se coarta su libertad, y se involucra la fe con su desarrollo… me pongo a pensar que ignorantes somos para lo que nos ayudaría a desarrollarnos mejor.

En una de las masacres que los estudiantes han propiciado en una de las escuelas en este país, una maestra salía en un noticiero preguntándose, que estaba mal en la educación, preguntándose, porque pasaban estas cosas, y dijo: Donde está Dios cuando pasan estas cosas, y en mis adentros pensé, lo sacamos de las escuelas hace tiempo, no le permitimos que se quede con nosotros, creemos que su presencia en la educación de nuestros niños es inapropiada porque les causa confusión.

Duele decirlo pero estamos siendo imprudentes en la construcción del reino, quizás suene pesimista pero así lo siento; me desconsuela saber que la vida espiritual no se está tomando en serio, y que somos imprudentes en escuchar la palabra de Jesús, el evangelio no está calando como es debido en nuestras vidas.
Estamos construyendo en muchos de los casos en la arena, y estamos hundiendo nuestra propia existencia, Juan Pablo II en su último mensaje a los Jóvenes en preparación para la XX Jornada de la Juventud, les animaba con estas palabras que me han parecidos apropiadas, y no solo para los jóvenes sino para todos nosotros:
«...no creáis en falsas ilusiones y modas efímeras que no pocas veces dejan un trágico vacío espiritual! Rechazad las seducciones del dinero, del consumismo y de la violencia solapada que a veces ejercen los medios de comunicación. Adorad a Cristo: Él es la Roca sobre la que se construye vuestro futuro y un mundo más justo y solidario. Jesús es el Príncipe de la paz, la fuente del perdón y de la reconciliación, que puede hacer hermanos a todos los miembros de la familia humana., (Castengandolfo 6 de agosto de 2004).

Quiero terminar mi reflexión dominical, haciendo una simple pregunta ¿En que estas construyendo tu vida espiritual?, ¿Estas siendo prudente en la escucha de la palabra y en la puesta en práctica del evangelio? Recuerda que merece la pena el poner por obra, este gran llamado de Jesús a la construcción del Reino. Ayúdale a construirlo, estas llamado a ser apóstol auténtico. Amén

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