viernes, 30 de julio de 2010

SIN JUSTICIA NO HAY PAZ
Pbro. Alexander Diaz

No se puede hablar de paz sin hablar de justicia. En sentido estricto, la justicia es una de las cuatro virtudes cardinales. Se la define como hábito moral, que inclina a la voluntad a dar a cada cual lo que es suyo. En otras palabras, aquellos que faltan a la justicia están faltando abiertamente a la moral. En estos días estamos acostumbrados a escuchar frases en torno a esta virtud, alegamos con voz fuerte cuando algo pasa y sentimos que no es lo correcto, pero hay que recalcar que esta virtud nos compromete a todos por igual no solo a un grupo, ni solo a una clase social; porque su objetivo primordial es regular los deberes y derechos de todos.

Me parece interesantes que hay personas que viven toda la vida exigiendo de manera muy enfática sus derechos, y eso está bien, pero me parece un poco irónico, que no son capaces de cumplir sus deberes y obligaciones ya sea como cristianos, o trabajadores o en un sentido global como ciudadanos, - aunque hay que tener claro, que un buen cristiano es un gran ciudadano, y un cristiano falso y mediocre será un ciudadano que no hará bien a la sociedad- por ende, hay que ser equitativos en todo lo que hacemos, y nunca debemos de ser hombres y mujeres que se aprovechen de las diversas circunstancias que se presentan, a nadie le gusta que le sean injusto a todos nos gusta que nos traten con rectitud. Pero ahora viene una pregunta: ¿Por qué te portas de forma aprovechada e injusta de tus empleados, o de tus amigos o de padres, o todo aquel que es sencillo en su forma de pensar o en su educación? ¿Por qué actúas de forma despótica con aquellos que trabajan con tigo? ¿Te gustaría a ti que te tratara así? Ahí es donde viene el grito al cielo, no nos gustaría que nos tratasen de esa forma, pero sin embargo lo hacemos; hay personas que ingenuamente por el cargo que desempeñan, ya sea político, social, eclesiástico, o por la cantidad de dinero que dicen tener, juegan a ser dioses con los pequeños y se aprovechan de su sencillez, ya sea tratándolos mal, viéndolos de menos, pagándoles injustamente, o robándoles su trabajo, yo se que todos ustedes aducen que es una injusticia, pero si uno de estos pequeños dice algo a favor de sus derechos, se convierte en una persona mala, e injusta, pero esa es la realidad, y en nuestra comunidad y porque no decirlo en esta ciudad ocurren a diario estos atropellos en contra de la justicia.

Y es interesante, que es un tema que casi nadie toca, por el simple hecho de que generalmente toca intereses personales o elementos que denuncian, y los denunciados se sienten incómodos y protestan, aduciendo que son corrientes de pensamiento revolucionaria y le ponen mil títulos, yo creo que esto solo es la verdad de lo que sucede. «La paz auténtica sobre la tierra comporta la firme determinación de respetar a los demás, individuos y pueblos, en su dignidad, y la constante voluntad de incrementar la fraternidad entre los miembros de la familia humana» (Juan Pablo II) Recordemos que si no logramos ser justos cumpliendo nuestros deberes y obligaciones en todas las etapas de la vida, siempre tendremos discordia y malestar en nuestro ambiente.
La justicia será siempre un tema abierto, un tema discutido y afrontado por todos. Especialmente a la hora de establecer leyes. Sin olvidar que no pocas veces las leyes son el resultado de imposiciones arbitrarias de grupos de poder, quizá por culpa (también hemos de reconocerlo) de la pasividad de muchos ciudadanos que no aprovechan las oportunidades que la moderna democracia ofrece para evitar tales abusos.

Otras veces, por desgracia, las leyes reflejarán la degradación moral de todo un pueblo, como cuando se aprueba por referéndum una ley del aborto o una ley racista, o una ley que favorece a unos pocos.

Pero teniendo todo esto un poco más claro estoy más que seguro, que todos estamos llamados a velar por la justicia, a luchar para que a nadie se le prive de sus derechos fundamentales, a trabajar para que la solidaridad sea el eje en torno al cual gire toda la vida social de nuestros ambientes y del mundo en esta etapa de globalizaciones y de cambios.

De este modo la justicia dejará de ser un sueño, una utopía irrealizable, para convertirse en algo real, concreto, vivo, en fuente de armonía y de paz, en manantial de respeto y de apoyo hacia todos y cada uno de los seres humanos que viven a nuestro lado.

miércoles, 28 de julio de 2010

XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

"Lo que has acumulado,
¿de quién será?"
Lc 12,13-21


El evangelio de hoy contiene una parábola de Jesús, cuyo tema es la codicia de aquellas personas que nunca se sienten satisfechas con lo que tienen, sino que pretenden seguir acumulando. San Pablo, en el texto que escuchamos, dice que la codicia y la avaricia son una forma de idolatría, porque estas personas hacen de las riquezas el objetivo de sus vidas, las absolutizan como si fueran un dios...

La parábola nos hace pensar sobre las prioridades que nos fijamos en la vida, la escala de valores que va a dirigir nuestra ruta. Por eso el evangelista Lucas dice: “Tengan mucho cuidado con la avaricia; aunque se nade en la abundancia, la vida no depende de las riquezas”. La experiencia confirma estas sabias palabras, pues el exceso de dinero no está acompañado necesariamente de la felicidad.

Si observamos atentamente el texto de la parábola, percibiremos que su protagonista es un hombre rico con muchas poseciones pero terriblemente solo, pues está sumergido en un mar de riqueza pero no tiene con quién hablar; por eso habla con las cosas que lo rodean.
Sus interlocutores son el granero, la cosecha, su comodidad personal. Junto a él no hay una esposa, unos hijos, unos amigos, una comunidad. En su mundo no hay seres humanos; sólo existe él quien, en su profundo egoísmo, se ha convertido en el centro de un mundo de objetos.
El protagonista de este relato es un hombre encerrado, que no tiene proyectos que lo saquen de su pequeño mundo y que le permitan abrirse a horizontes más amplios.

Los psicólogos nos explican que el auténtico adulto, es decir, no solo el que tiene años sino el que ha madurado, es aquella persona que ha sido capaz de salir de las cuatro paredes de sus caprichos infantiles para descubrir a los demás y establecer con ellos unas relaciones basadas en el respeto y en la colaboración.

Uno de los factores que más impacto tiene en los fracasos matrimoniales es el egoísmo, pues es imposible que funcione una pareja en la que no se escucha al otro, cuando uno de los integrantes trate de imponer su voluntad. Quien no aprende a compartir es incapaz de amar. El evangelio de hoy nos muestra la tragedia de un hombre inmensamente rico, incapaz de establecer relaciones personales.

El pensamiento egoista y comodo de este hombre es interrumpido bruscamente por Dios, quien lo reprende, llamándolo insensato ¿Cuáles son las razones por las que este hombre es juzgado como un tonto?
El protagonista de la parábola se ha equivocado en el enfoque de su vida al poner la felicidad en acumular riquezas, soñando con que la felicidad consiste en poseer un impresionante portafolio de acciones, y escrituras.

Su vida ha sido construida sobre los verbos “tener” y “acumular”, los cuales no conducen a ninguna parte. Por el contrario, hay otros verbos que sí nos llenan de satisfacciones; verbos tales como “amar”, “consentir a los hijos”, “compartir con los amigos”, “dar educación a los pobres”, “generar empleo”, “trabajar en proyectos de la comunidad” sí nos hacen sentir útiles y que la vida vale la pena.

Las cuentas alegres de este personaje de la parábola se ven bruscamente interrumpidas por una referencia incómoda a su muerte inminente: “Tonto, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿en manos de quién va a quedar?”

El tema de la muerte le daña las cuentas alegres sobre sus proyectos futuros.
Los seres humanos evitamos hablar de la muerte, ya que consideramos de mal gusto plantear este asunto, habiendo otros temas más agradables. Prueba de ello es el comportamiento que tenemos en las funerarias: las personas que asisten a la velación hablan de todos los temas, - no se aquí pero en mi país se habla de todo un poco- menos del que convoca a esa reunión; se habla de política, de fútbol, de chismes de la sociedad, de las peleas por la herencia, de las ex-esposas que están sentadas, con sus hijos, en distintos salones de la funeraria. Hablamos de todo, menos de la muerte.

Hemos convertio la muerte en un “tabú”, que consiste en el rechazo que experimenta nuestra sociedad hacia esta realidad, como si evitando referirnos a ella pudiéramos cancelar su incómoda visita…

Si miramos nuestra vida en el espejo retrovisor de la muerte, nos vemos obligados a revisar nuestras prioridades. Cuando nos morimos, ¿qué nos llevamos de esta vida?
Sólo nos llevamos los valores espirituales y afectivos, los demás se quedan aquí para que se los disputen los herederos. Lo que nos acompañará, más allá de las fronteras de la muerte, es el amor que hayamos vivido, el afecto que hayamos expresado, la generosidad para perdonar las ofensas que nos hayan hecho.

El cardenal O´Boyle de Washington decía, Para que vivir atesorando tanto dinero y riquezas, cuando nos entierren nuestro traje mortuorio no tendra bolsas para poner algo, nos iremos sin bolsillos.

No podemos interpretar este texto como un rechazo de los bienes materiales, pues han sido creados por Dios, y todo lo que ha salido de sus manos es bueno. Jesús no condena la riqueza.
Simplemente critica a quienes hacen del dinero su dios y que, por acrecentar su fortuna, están dispuestos a sacrificar la salud, la familia, los amigos, la conciencia. Hay que trabajar para vivir no vivir para trabajar.

Este texto critica a quienes amasan una fortuna para sí y no son ricos ante Dios, es decir, no se preocupan por los valores que sí dan sentido a la existencia humana.
Dice la sabiduría popular que "La avaricia rompe el saco." pero tengan ustedes la seguridad que también nos rompe la vida...

Tener sentido trascendente y sentido común. Valorar nuestros proyectos y nuestra propia persona. Jesús ha venido a demostrarnos que queriéndonos y queriendo las cosas de Dios es como creamos riquezas en el cielo.

Perdonen; no estoy hablando del cielo de después de la muerte al que estamos llamados. Les hablo del cielo que ya comienza aquí en el encuentro con Jesús y los hermanos.
Quien acumula riquezas para sí mismo no es rico delante de Dios, esto es, no son ricos en las cosas que son de Dios y que agradan a Dios. ¿Eres rico en las cosas de Dios? Es la gran pregunta.

jueves, 15 de julio de 2010

XVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Homilía Dominical
Rev. Alexander Díaz


La liturgia de hoy propone a nuestra consideración dos grandes temas: la hospitalidad y la integración de la oración con el trabajo. Empecemos por el tema de la hospitalidad, que aparece hermosamente desarrollado en dos escenas: en la primera, el protagonista es el patriarca Abrahán, quien atiende a sus huéspedes bajo el sombrío que proporciona la encina de Mambré; la segunda escena tiene como protagonistas a Jesús y a sus amigos de Betania.

Para nosotros, que vivimos en grandes ciudades, la hospitalidad es algo distante, y esto por varias razones: en primer lugar, vivimos tan ocupados que no tenemos tiempo para compartir en familia, mucho menos con los vecinos y conocidos; y, en segundo lugar, porque la inseguridad nos lleva a cerrar las puertas de nuestras casas y a evitar el trato de personas desconocidas.

Pues bien, en otros tiempos las puertas de las casas estaban abiertas para propios y extraños, y el huésped era objeto de mil atenciones. En los pueblos antiguos, el valor de la hospitalidad estaba relacionado con la supervivencia.

Pensemos en los peligros que implicaba emprender un viaje cuando no se habían desarrollado medios de transporte como los de hoy (aviones, trenes, automóviles); si se presentaba un percance no había manera de informar. En este contexto de incertidumbre, la hospitalidad era como un seguro de vida. Todos estaban dispuestos a colaborar por aquello de “hoy por tí, mañana por mí”.
Este mensaje de hospitalidad encarnado por el viejo Abrahán es complementado por la escena evangélica en la cual Jesús, haciendo un paréntesis dentro de sus correrías apostólicas, visita a sus amigos de Betania, los hermanos Lázaro, Marta y María. Allí, en la tranquilidad del hogar, se ponen al día y comentan todos las anécdotas que han acompañado la actividad evangelizadora de Jesús.

Abrahán atiende a los viajeros y Jesús conversa con sus amigos de Betania. Que estas escenas bíblicas, en las que la hospitalidad y la comunicación aparecen como valores importantes dentro de la vida social, sean ocasión para revisar nuestro estilo de vida:
Vivimos atafagados, siempre de prisa, poniendo así en peligro nuestra salud y sacrificando la calidad de vida. El trabajo de la pareja deja muy poco tiempo para compartir con los hijos y para interactuar como esposos.

Por causa del ritmo frenético de vida, los hogares han dejado de ser lugares de encuentro donde se construye un proyecto común de vida, para convertirse en centro de prestación de servicios: se sirven comidas rápidas, se lava la ropa y se da dinero para atender los gastos diarios.

El hogar ha dejado de ser hogar, la mesa de comedor ya no es el altar donde se celebra la liturgia del compartir familiar; simplemente se prestan unos servicios que corresponden a un restaurante, a una lavandería y a un cajero automático, todo se ha vuelto tan fácil pero al mismo tiempo tan complicado.

Fácil, porque no tenemos que esforzarnos tanto para conseguir lo que queremos, todo está a la mano, la tecnología nos lo pone todo así, compramos y vendemos desde nuestros propios escritorios, vemos todos los programas de TV que queramos sin levantarnos de nuestros asientos y sin salir de nuestros cuartos, la vida es fácil ahora.

Lo difícil y duro es que toda esta tecnología nos ha matado nuestras relaciones personales, nuestro compartir familiar, dialogamos el minimo, porque la hospitalidad y el deseo de estar juntos a desaparecido poco a poco, ya no existe el compartir en familia como antes.

Un dia de estos estaba en un restaurante comiendo con unos amigos y había una familia comiendo junto a la mesa nuestra, tenían cuatro hijos adolescentes, y era interesante, los cuatro estaban pegados a sus teléfonos nadie hablaba entre si, comían y mandaban textos, me dije a mi mismo, que difícil es el dialogo familiar en la época actual.

Ojala que no continuemos matando la hospitalidad y la convivencia familiar, que nuestra amistad y nuestra caridad se potencien y se practiquen, que la escucha de la palabra y la atención hacia los demás sea un signo de que somos hombres y mujeres de Dios.

El segundo tema que nos plantea la liturgia de este domingo es la articulación entre la oración y el trabajo:
Esta problemática aparece en el diálogo que sostiene Jesús con las hermanas Marta y María, quienes tenían personalidades y sensibilidades diferentes.

Se interpreta equivocadamente este pasaje del Nuevo Testamento si se concluye que Jesús descalifica el trabajo de Marta, empeñada en atender con lujo de detalles al huésped. La intención de Jesús no es plantear una oposición entre el trabajo, representado por Marta, y la contemplación, encarnada por María, y tomando partido por esta última. Esta fue la interpretación que hicieron algunos comentaristas bíblicos en el pasado, quienes se apoyaban en esta lectura para afirmar la superioridad de la vida religiosa contemplativa sobre la vida activa.
No se trata, pues, de afirmar la superioridad de la oración sobre el trabajo. Oración y trabajo son dos momentos inseparables de la vida que deben ser integrados dentro de una auténtica espiritualidad.

La vida de Cristo fue un claro testimonio de la integración de estas dos dimensiones: vivía en continua comunicación con su Padre e igualmente estaba totalmente entregado al servicio de los demás; las multitudes lo asediaban porque querían escucharlo y buscaban ser curadas de sus dolencias.

Este equilibrio entre la vida interior y la actividad externa ha sido expresado de diversas maneras por los grandes maestros de la vida espiritual. San Benito, el gran promotor de la vida monacal en Occidente resume este modelo de espiritualidad en la expresión latina “ora et labora”, que traduce oración y trabajo. San Ignacio de Loyola, quien diseñó esa poderosa herramienta de crecimiento interior que son los Ejercicios Espirituales, nos invita a ser “contemplativos en la acción”.

Es hora de terminar nuestra meditación dominical. Que el mensaje de hospitalidad que nos trasmiten Abrahán y los amigos de Betania contribuya a renovar el estilo de vida de nuestras familias y comunidades, de manera que sean lugares de encuentro y de comunicación. Que la conversación que sostiene Jesús con sus amigos de Betania nos estimule para buscar una integración entre la oración y el trabajo, entre los momentos de silencio y la actividad productiva.

XV DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO



"¿Quién es mi prójimo?"
Lc 10, 25-37:

El evangelio de hoy un maestro de la ley le hace una pregunta a Jesús, pero interesante y rica en su contenido un tanto comprometedora pero que a mi ver hace que nos preguntemos a nosotros mismos si estamos yendo por el buen camino hacia nuestra santidad de vida.

¿Qué debemos hacer en esta vida para llegar a la vida eterna? Su intención no era buena. El Señor le pregunta sobre lo que está escrito y él sabe responder adecuadamente. El interrogador no pide ninguna aclaración en cuanto al amor a Dios, pero lo que no tiene claro es aquello del amor al prójimo, es que somos especiales, siempre estamos pretendiendo ser claros en nuestro amor a Dios, pero siempre nos olvidamos o simplemente pasamos por alto nuestro amor y compromiso con nuestros hermanos. Solo hay que detenerse a escucharles hablar de los demás! ¡Cuánta cuanta malicia; cuánta violencia verbal, cuanto destrozo a la dignidad del nuestro hermano...!

Los judíos de la época de Jesús hablaban del "prójimo", pero entendían como prójimo sólo a los judíos. Los "gentiles" (los que no eran de raza judía) eran despreciados y no eran considerados como tales. Jesús rompe una vez más este esquema exclusivista. El amor que Él nos trae es más universal que las exclusiones que hacemos los seres humanos. Para el Maestro el prójimo es cualquier ser humano, en especial los más débiles y necesitados.

Muchas veces me pregunto si nuestra Iglesia de hoy es la aliada de los más desfavorecidos de la sociedad; si nosotros como cristianos somos samaritanos convencidos del que aparece herido por causa de los otros.

Tenemos que convertirnos a Dios pero también al prójimo. Puede ser que tengamos teóricamente claro los conceptos y las aficiones espirituales, pero que luego, a la hora de la práctica, nos quedemos siempre en meras intenciones.

No es suficiente creernos que amamos al prójimo. Es necesario hacer algo provechoso por mi prójimo. El Evangelio no es un cúmulo de buenas intenciones sino una constante provocación a la acción. Si nos quedamos en la belleza de la parábola puede ser que no captemos el mandato final de Jesús: "Vete y haz tú lo mismo."

¿Cómo podemos hacer nuestra conversión al prójimo?
Los cristianos tenemos que tener mucho cuidado de no herir el alma de nuestros prójimos.
En otras palabras Nosotros somos portadores de la mayor buena noticia que ha oído nunca la humanidad. Dios se hace uno de nosotros para que nosotros estemos más cerca que nunca de los demás. Acercarse a Dios es tener como compañeros de camino a mis prójimos. No entiendo esa fe siempre excluyente del que no piensa como nosotros. Cuando se vive la fe como exclusión ("ese no es de los nuestros, el no ora como nosotros, el es de otro grupo o movimiento, el no es católico por ende no le ayudo, o no es de mi color o lengua...") siempre se acaba condenando a los demás. Tenemos que tener siempre cuidado para que nuestra fe sea siempre acogida a los otros, nunca excluir ni condenar a nadie. Dios nos ha hecho hermanos de nuestros hermanos no jueces de los demás.

Dios reivindica la presencia de los demás en nuestro corazón, al lado, muy al lado del amor que le debemos a Él. Bien sabe Dios que las personas somos acercadas al Creador por otras personas; que somos los seres humanos quienes pronunciamos hoy la Palabra y quienes damos movimientos a los designios de Dios. Ser cristiano es creer en Dios y en los demás.

¿Qué puedo hacer por los demás?
Nadie te pide que hagas lo que no puedes hacer. Sólo damos lo que tenemos. Lo que nos dice Jesús es que hagamos en lugar de quedarnos pensando o quejándonos. ¿Qué podemos hacer para ver a los demás como prójimos?, pues son cositas sencillas como Sonreír en lugar de quedarnos con caras de amargados y amargadas, Decir una palabra cariñosa y de aliento en lugar de la queja de costumbre, Disculpar y perdonar, Unir a la gente en lugar de dividirla. Orar constantemente por los demás, en especial por los más débiles y necesitados, Querer de verdad a los demás...

En realidad son tantas las cosas que podemos hacer para percibir al otro como prójimo que cada ser humano dispone de un amplísimo catálogo de opciones para sentir el latido de los demás.
El prójimo hoy tiene muchos nombres: familia, amigos, vecinos, desconocidos, conocidos, enemigos... Dice san Juan que quien ama a Dios a quien no ve y, en cambio, no ama al que tiene al lado, es un mentiroso... Ese es el recorrido que va desde el amor que debemos a Dios y a los demás. Dios no es envidioso porque amemos al otro.

sábado, 3 de julio de 2010

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


"No llevéis bolsa, ni dinero,
ni sandalias"
Lc 10,1-12. 17-20
El Evangelio de hoy nos dice lo que no necesitamos para el recorrido de la vida con Jesús. Él mismo envía a los setenta y dos discípulos y los manda de dos en dos. En el mundo de la fe no existe el individualismo. No existe el evangelizador furtivo. De dos en dos para que el camino sea más llevadero, para que se ayuden uno a otro, para que lo que prediquen sea un testimonio contrastado.

En todo proyecto o viaje humano siempre tenemos que tener bien claro lo que debemos de llevar según el punto de destino y las características concretas. Jesús, en cambio, nos deja bien claro lo que no tenemos que llevar en el camino de la evangelización:

- "No lleven bolsa, ni dinero, ni sandalias"No llevemos lo que nos puede dar una seguridad aparente ni para nuestro cuerpo ni para nuestro sustento ni para nuestro duro caminar. Hay cristianos que piensan que el cristianismo se tiene que equiparar a una ONG de nuestro tiempo. Creo que no han entendido en profundidad cuál es el mensaje ni cuál es su finalidad. El Evangelio es desposeerse de todo para tenerlo todo.

- "No se detengan a saludar a nadie en el camino"Las distracciones en el mundo de la fe pueden ser más que perjudiciales y nocivas al punto que nos pueden hacer perder todo nuestro objetivo.

Saludar significa pararnos y descentrarnos del camino. Por un simple saludo que fue a mucho más numerosas personas abandonaron la fe. No significa alejarnos de las realidades humanas y de las personas. Lo que nos quiere decir es que tanto las realidades como las personas nos pueden alejar de la meta propuesta, del camino comenzado.El saludo a la hora de entrar en una casa es el ofrecimiento de la paz que sólo puede ser acogida por quien tiene deseos de paz. La paz sólo puede ser acogida por aquellos que tienen ansia de ella. No nos está hablando aquí de la paz sociológica o ausencia de guerra. La paz tiene aquí una dimensión más interior, más profunda; es la paz que nace de un corazón que busca en paz.

- "No anden de casa en casa"No tenemos que ir buscando nuevas sensaciones ni nuevas emociones. Estar centrados en el Evangelio significa vivir en la casa de Dios de modo permanente. Las otras "casas" son las ideologías del mundo a las cuales somos constantemente invitados a a visitar...La misión de estos misioneros la reciben del propio Jesús quien les dice que:

- "Sanen a los enfermos"La enfermedad siempre ha estado presente en los seres humanos. Las dolencias no nos dejan ser tal y como realmente somos. Cuando somos víctimas del dolor sea emocional, físico o espiritual, no estamos viviendo en plenitud; estamos como a medio hacer. Jesús nos invita que estos sufrimientos sean superados por el amor de Dios y sus seguidores. Sólo el amor es el que tiene el poder de transformar y de cambiar la vida de una persona y convertir la enfermedad en salud.

- "Díganles: el Reino de Dios ya está cerca de ustedes."Dios siempre está cerca de las personas que caminan por el sendero adecuado. Para el ser humano de hoy el Reino de Dios es una constante invitación a superar los logros humanos que tanto nos prometen, para zambullirnos en los logros que Dios puede hacer en nuestra alma. El Reino de Dios nos trae la felicidad plena a nuestra vida.Los auténticos seguidores y seguidoras de Jesús serán capaces de, en su nombre, lograr la transformación de la vida de las personas y de las realidades sociales en las que viven.

El Evangelio no es intimismo; no es buscar el solo bienestar interior sino que es una llamada a salir de nosotros mismos para llevar a los demás la alegría que tenemos en el corazón.Da mucha tristeza el ver cristianos tristes con una mirada triste y una vida interior sin perspectiva divina. Jesús nos invita a que ni el mal ni el desaliento tengan hueco en nuestra vida. La vida de Dios es siempre para repartir.

jueves, 24 de junio de 2010

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"Deja que los muertos entierren a sus muertos tu ven y sigueme"
Lc 9,51-62


Hoy nos encontramos a Jesús camino de Jerusalén. Un camino de encuentros y de desencuentros ante su persona.

Los samaritanos no quisieron recibirle y Santiago y Juan proponen a Jesús el bajar "fuego del cielo" para acabar con ellos; pero Jesús los reprende. Aún hoy muchos cristianos tienen esa misma reacción. Creen que no aceptar la presencia de Dios por parte de muchas personas es motivo más que suficiente para ser exterminados tanto espiritual como materialmente. Menos mal que Dios no es así. Jesús les reprende por su celo destructor más que por su celo evangelizador. Evangelizar es siempre invitar nunca imponer ni muchos menos condenar.

Los grandes retos que nos pone la sociedad actual nos pueden hacer llevar a reaccionar como Santiago y Juan. Un buen método para no llegar a soluciones drásticas y a sufrir interiormente es rezar sinceramente por quienes creemos alejados de Dios. Nuestra oración le vendrá bien al alejado y también a nosotros.

Muchas personas que se enfadan por la actitud indiferente o antirreligiosa de su prójimo, no se dan cuenta de la imperfección que albergan en su propio corazón. El Espíritu de Jesús es el Espíritu del amor, no del rencor, el odio o la violencia. Tenemos que pedir al cielo paz y amor en lugar de violencia y fuego. Cristo vino para acabar con la enemistades no para fomentarlas.
En el camino nos encontramos con tres invitaciones al seguimiento de Jesús. Cada una de estas propuestas representan un aspecto de la condición humana:

- Primer personaje: La excesiva seguridad en uno mismo.
El primero es un hombre que se ofrece a Jesús para "seguirle adondequiera que vaya". La respuesta de Cristo es un tanto desconcertante. Le dice que el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza... Ante un proyecto le responde con una realidad. Jesús no tiene grandes medios e invita a sus seguidores a que tomen ejemplo. Podemos pensar que la evangelización necesita grandes derroches económicos o intelectuales o teológicos y eso no es cierto. Los que han transformado y purificado a la Iglesia son los que supieron seguir a Cristo y asumir su realidad. Este primer hombre no ha calculado sus fuerzas y se invita a hacer un seguimiento un tanto a la ligera. El Evangelio no nos dice si al final siguió a Jesús.
La vocación no es una opción que yo hago por mi cuenta y riesgo prescindiendo de cualquier otra referencia. La vocación es siempre una respuesta a una llamada.

- Segundo personaje: El apego a los afectos.
El segundo personaje es llamado por Jesús: "Sígueme". Esa palabra que había movido a otros parece que también le llega, pero pone condiciones:
"Déjame ir primero a enterrar a mi padre." El Maestro no le da el pésame, no le acompaña en el sentimiento; por el contrario, le invita a "dejar que los muertos entierren a sus muertos". ¿Qué significa esto? ¿No son acaso los propios mandamientos quienes nos proponen el respeto a los padres? ¿Cómo Jesús puede decir eso?

Nuestro hombre lo que hace es anteponer una realidad al seguimiento. No es que tengamos que alejarnos de nuestras familias o no quererles. Dios es un Dios de amor. Lo que puede ocurrir es que cuando damos prioridad a nuestras relaciones familiares podemos apartarnos del camino con mucha facilidad. Si la familia se nos vuelve un serio obstáculo para el seguimiento tenemos que seguirles queriendo pero teniendo un claro planteamiento de nuestras prioridades. Si nuestra familia no es creyente podemos caminar con ellos humanamente y quererles de verdad, pero sabemos que no son partícipes del proyecto de Jesús.

La familia a la que Jesús nos invita es aquella donde está nuestra familia carnal pero también nuestra otra familia espiritual. La Iglesia es la familia de Jesús.

- Tercer personaje: El apego al pasado.
Quiere seguirle pero primero quiere despedirse de los suyos.
El que está arando en el camino de la fe tiene que tener puesta la mirada hacia adelante no hacia atrás. Si miramos siempre para nuestro pasado los surcos de la fe y de la evangelización no saldrán rectos. La vida cristiana será siempre o un anhelo para superar el pasado o una lucha constante porque nuestro pasado no se haga presente. Seguir a Jesús es pacificar y asumir con serenidad nuestro pasado. Tenemos que aprender a mirar el pasado sin dolor.

Las respuestas de Cristo son para nuestros personajes una nueva alternativa. Hay otra manera de vivir por encima de nuestros proyectos sobre Jesús. Ser cristianos es abandonar nuestros apegos y escuchar y poner en práctica las propuestas del Maestro.

lunes, 7 de junio de 2010

SOLEMNIDAD, SANTISIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

"Comieron todos y se saciaron."
Lc 9, 11b-17:

Hace sólo unas semanas celebramos la Ascensión del Señor y en esa fiesta veíamos como Jesús se va al Padre pero a la vez se queda entre nosotros. El lugar privilegiado donde el Señor Resucitado se ha quedado entre nosotros es precisamente la Eucaristía.

Cuando una persona católica dice que "no es practicante" se refiere a que no participa de la Eucaristía. Dentro de la teología popular se puede distinguir que el vínculo de unión con Jesús lo hacemos los católicos a través del sacramento del Cuerpo y Sangre de Cristo. Uno "no es practicante" porque no lea la Palabra, o porque no ayude a los pobres, o porque no rece... Una persona no es católico practicante porque no participa de Cristo en la Eucaristía.

¿Qué hacemos los católicos en la Misa?
Reconozco mi debilidad por la celebración de la Eucaristía. En cada momento importante de mi vida siempre ha estado la presencia del Cuerpo y Sangre de Cristo. Les tengo que confesar una cosa: desde pequeño me propuse no aprender nunca la Misa de memoria. Claro que sé contestar, y sé invitar a los demás a orar, pero no sé memorizar a la ligera ni las respuestas ni las propuestas de oración. Fue una decisión meditada.

Permítanme los teólogos decir que la Misa no es otra cosa que la vida de Jesús celebrada como encuentro y alimento. Cuando voy a la Eucaristía sigo a Cristo por el camino. Llego y me encuentro -como en el Evangelio de hoy- a otras personas que probablemente no conozco pero que también vinieron a escuchar al Maestro. Se produce en nosotros un cambio al oír hablar del reino de Dios y muchos son curados de sus dolencias interiores. Sigue la celebración y nos encontramos que se nos ha hecho tarde y tenemos un hambre que no podemos disimular. Esta vez no son los panes y los peces los que se reparten, es el propio Jesús quien se da en comida. El pan y los peces lo podían llevar aquellos del Evangelio en sus manos; a Jesús cuando lo recibimos sólo podemos llevarlo en el corazón.

Hay una seguridad y es que los que siguen a Cristo en el camino de la vida son atendidos por Él de un modo especial, pues no permitirá que les falte de nada. Nos es difícil entender cómo los católicos perseguidos de todos los tiempos han encontrado en el Cuerpo y la Sangre de Cristo la fuerza necesaria para que mantenerse y seguir avanzando en la fe. Nosotros en cambio tenemos la posibilidad de ahondar en la Eucaristía y en nuetro cambio.

El que va a la Eucaristía sólo tiene que llevar su vida bien dentro y entrar con ella a la Iglesia; el resto es Jesús quien lo pone.

No estoy diciendo que las celebraciones tienen que ser aburridas pero tampoco tenemos que convertirlas en espectáculos.

El Cuerpo y Sangre de Cristo están muy unidos y relacionados con la caridad. Caridad entendida como compartir con los más débiles y necesitados. Ir al Cuerpo de Jesús es pasar antes por el amor a los demás. Creo que si cada uno de los que vamos a la Iglesia viviéramos esta realidad nuestro mundo sería distinto y nosotros también.

Termina el Evangelio diciendo que la gente comió hasta quedar satisfecha y hasta llenaron doce canastas con los trozos sobrantes. Todavía no termino de entender como hay personas que salen de la Eucaristía con el mismo hambre con el que entraron ¿Qué estará fallando en ellas?

viernes, 28 de mayo de 2010

SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD



Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad
( Jn. 16,12)

Todas nuestras celebraciones religiosas comienzan en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Comenzamos siempre reuniéndonos en el nombre de Dios.
El mundo de hoy no acepta con mucho agrado los misterios. Piensan nuestros contemporáneos que todo se debe explicar y todo debe tener su formulación precisa, por eso es incómodo hablar del Misterio de la Santísima Trinidad a los no creyentes de hoy. Pero es urgente rescatar la presencia de Dios Uno y Trino en la vida de cada ser humano.

¿Por qué los cristianos aceptamos el Misterio?
Nosotros sabemos que las realidades en las que nos movemos son bastantes superiores a nuestras propias capacidades. ¿Acaso para los seres humanos de hoy no es superior a ellos la Justicia, la Libertad, el Bien, la Tolerancia...? y sin embargo creen en su presencia y de su necesidad en el mundo. Algo parecido nos sucede con Dios.
¿Cómo hablar de la Trinidad al no creyente y al creyente?

Hoy como ayer los seres humanos somos iguales que aquellos apóstoles a los cuales toda explicación sería demasiado (v.12). Tenemos que convivir con el Misterio y dejar que sea Dios quien nos lo vaya explicando. El fallo de muchos no creyentes es pensar que son ellos los que tienen que aceptar a Dios y el Misterio de su intimidad. Si razono, si me convencen los argumentos acepto a Dios y su mundo... Nada más lejos de la realidad. El creer en Dios y aceptarlo en nuestra vida es siempre un regalo que Él nos hace. Me conoces porque te muestro Quién Soy. Sólo puedes conocer de mí lo que te regalo, lo que te ofrezco, lo que te propongo, y te quiero tanto que me he dado a conocer totalmente a ti.

Todavía los apóstoles no son capaces de aprender otras cosas más profundas sobre la fe. Jesús se hace cargo de nuestra debilidad, pero les promete que pronto les enviará ayuda suficiente.
El Espíritu Santo nos guiará en la verdad. La verdad de la que nos habla no es la verdad filosófica, ni del sentido de las cosas. Nos está hablando de la verdad sobre lo que necesitamos para seguirle, para mantenernos en Él y vivir en Él.

La Trinidad es una verdad revelada por el mismo Dios que se nos ha dado a conocer. Es la respuesta de Dios al "No es bueno que el hombre esté solo..." del Génesis. La soledad material es dura pero la espiritual lo es mucho más, no en vano encontramos en nuestras sociedades de hoy personas realmente solas rodeadas de millones de seres humanos.
Dios se nos muestra en la plenitud en la Trinidad.

Para un cristiano hablar de Dios Trino es relativamente fácil. Los creyentes para descubrir a Dios plenamente tenemos que hacernos tres preguntas básicas:

- ¿Quién me creó?
Me pregunto sobre el origen no sólo material de mi vida sino también de la realidad no material que se hace presente desde el primer momento de mi existencia. Dios Padre me creó a su imagen y semejanza.

- ¿Quién me redimió?
La creación de Dios se truncó en un momento de la Humanidad. La creación se volvió contra el creador, trató de prescindir de Él. La distancia que creó fue tal que se rompieron los caminos para llegar a la armonía primera del ser humano con su creador y consigo mismo. Separándose de su creador se alejó de sí mismo. Fue Jesús quien arregló los caminos y nos enseñó que Él era el único Camino para llegar al Padre.

- ¿Quién alienta mi fe y continúa en mí la obra buena iniciada por el Padre y el Hijo?
Creación y redención necesitan una actualización permanente. Yo tengo que dejarme crear y redimir cada día de mi vida. Creación y redención tienen que ser en mí algo vital y continuo; pero mi debilidad necesita ser constantemente ayudada. El Espíritu Santo viene en ayuda de mi debilidad. Con sus dones potencia la creación y la redención que hay en mí y lo hace cada día, en cada momento.

Soy frágil, lo sé. La buena obra que Dios ha comenzado en mí la puedo romper por descuido, por maldad o por indiferencia. Puedo ignorar el sacrificio amoroso que Jesús hizo por mí, pero si acepto al Espíritu Santo en mi vida iré de nuevo recomponiendo la obra de Dios que soy yo y que rompí con mis pesadumbres y alejamientos de Él. Miraré la cruz y entenderé el porqué se vació la tumba del Maestro. La Trinidad son tres momentos de un solo Dios.

La Trinidad es la oportunidad más grande de cambiar que se le ofrece a un ser humano, quien la acepte será recreado, salvado y alentado en el camino de fe. No nos equivocamos en llamarla "Santa" porque aceptar a Dios plenamente nos hace santos.

domingo, 23 de mayo de 2010

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTES


"Como el Padre me ha enviado, así también les envío yo. Reciban el Espíritu Santo."
Jn 20, 19-23


Hoy celebramos en toda la Iglesia la gran Solemnidad de Pentecostés, el día en que Jesús nuestro Salvador envía desde el cielo la fuerza que durante toda su vida pública nos prometió. Nos da su gracia a través de la tercera persona de la Santísima Trinidad.

El Espíritu Santo dicen algunos que es "gran olvidado" aunque nuestra vida de fe esté llena de términos y expresiones "espirituales". Pero el Espíritu de Dios no se esconde, es más, actúa en muchos lugares tanto dentro como fuera de la Iglesia.

Al comienzo de la Biblia (Gén 1,1-2) ya aparece su presencia y en el último libro, en el Apocalipsis, (Ap 22,17) lo volvemos a encontrar. Dios en el comienzo y en el final de la Palabra. En el resto de los libros bíblicos vamos descubriendo su presencia de mil maneras distintas. Sus auxilios nunca abandonaron al ser humano en su caminar hacia Dios.
Ya sabemos quién es el Espíritu Santo; vamos a preguntarnos ahora cómo actúa, qué hace en el momento presente.

El ser humano por sí mismo no puede lograr muchas cosas espirituales. Necesita que sea Dios mismo quien le muestra el camino por donde hay que llegar a la tierra del Espíritu; pero el aprendizaje que Dios nos hace no se realiza de una manera abstracta, anónima o del todo invisible. El Señor sabe establecer los márgenes donde tenemos que movernos para irle descubriendo. Cada persona es distinta y es por ello que la presencia espiritual en cada uno tiene, además de lo básico y fundamental de toda vida cristiana, una serie de ayudas y regalos por parte del Espíritu. De ahí que no todas las personas tengamos ni los mismos carismas ni las mismas cualidades para desempeñar nuestra misión de cristianos. Dios me ha creado individual y personal; soy "alguien" para mi Padre del cielo. Jesús dio su vida por mí para salvarme y me ha con-resucitado en Él. El Espíritu Santo toma esta realidad de ser "alguien con-resucitado en Dios" y viene en nuestro auxilio dándonos las ayudas y claves espirituales para que podamos tener una vida digna de tal título. No nos deja solos pero nos deja en libertad.


¿Qué hace el Espíritu Santo en mi vida?
Esta es una pregunta muy importante que hay que responder una y otra vez a todas las personas, pero de una manera especial a los que se incorporan a la fe o a los que flaquean en ella.
Dios no se desentiende de su creación. La Humanidad, a pesar de todo lo que vemos cada día, no está abandonada por Dios que actúa mediante su Espíritu. Veamos algunas de las acciones que fortalecen la vida del cristiano y de todo ser humano que permanece abierto a su acción:


· El Espíritu Santo me hace encontrar cada día con Dios amor y con el amor de Dios.
· Ordena mi vida desde el amor. Mis anhelos, mis deseos, mis fracasos y mis éxitos, mis relaciones con los demás y con Dios cuando Él actúa adquieren un nuevo sentido en mi existencia.
· Fortalece mi debilidad humana y espiritual en la oración, la meditación, el estudio, el trabajo y toda la vida diaria.
· Da vida a mi vida. Hay aún muchos restos de muerte en mi vida que necesitan ser transformados y recuperar el talante divino.
· Me enseña a buscar bien a Dios y me conduce a un encuentro profundo conmigo mismo y con los demás.
· Me enseña a preparar mi corazón, purificando la voluntad de afectos extraños, el entendimiento o la razón de preocupaciones, la memoria de ocupaciones inútiles o embarazosas y alguna vez también de las necesarias.
· Me hace comprender que el amor de Dios no es algo del pasado y me da pistas más que suficientes para actualizar el amor de siempre tal como la Trinidad quiere.


Los cristianos debemos estar una y otra vez revisando nuestra vida a la luz del Espíritu Santo. No debemos de caer en un afán de autosuficiencia prescindiendo de las acciones de Dios en nuestra vida; Dios es el único que puede saciarnos de vida, gozo y plenitud.

Cada creyente está escribiendo dos historias paralelas, una es la visible, la material, la otra es la invisible que mueve a la anterior, ambas están llamadas a dejarse transformar y madurar en la presencia de Dios. ¿Seremos nosotros capaces de que el Espíritu Santo siga actuando en nosotros? ¿Seremos nosotros lo suficientemente fuertes para lograr un cambio real en nuestra vida? Esas respuestas las tenemos que dar en la medida que nos dejemos guiar por su Espíritu Santo.

viernes, 14 de mayo de 2010

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSION DEL SEÑOR


Y mientras los bendecía se apartó de ellos y fue llevado al cielo.
(Lc. 24,56-46)

Hoy celebramos la Ascensión del Señor y no es extraño que algún alejado se pregunte sobre el motivo de esta fiesta. Quizá sea para complicar aún más todo el proceso del creer... ¡Lo bueno que hubiese sido que Jesús después de su resurrección se quedara para siempre visible entre nosotros! ¡Seguro que nos hubiese simplificado más las cosas! Este interrogante del alejado queda lo suficientemente explicado por la fe del creyente.

La Ascensión de Jesús no es una ascensión local, o sea, no es pasar de un espacio a otro. Es una intensificación de la presencia del Señor en nuestra realidad sabiendo que no nos abandona ni después de resucitado.

Hoy la Palabra nos hace como un sencillo resumen de los grandes misterios de nuestra fe. Nos enuncia que el Mesías tenía que morir, que resucitaría al tercer día y que en su nombre hay que anunciar a todas las naciones que se conviertan a Dios. Nunca en tan pocas líneas se dijo tanto. Muerte y resurrección consiguieron el perdón de los pecados.

Jesús nombra "testigos" a sus amigos. La evangelización auténtica no es otra cosa que escuchar y ver a los testigos de Jesús, aquellos que pueden palpar hoy su presencia viva y vivificante en sus vidas. En nuestras parroquias hay muchos agentes de pastoral, pero necesitamos más testigos.

Nuestras organizaciones pueden funcionar más o menos bien, pero sólo los testigos son capaces de interrogar con su vida a los demás para, desde ahí, acercarlos más a Dios. Los teóricos sobre Dios nunca han evangelizado.

El Resucitado asciende desde el Monte de los Olivos (Hech 1,12), cercano a Betania. Allí estaba el huerto donde comenzó su agonía y comenzaron sus padecimientos. Nunca debemos de olvidarnos que el camino de la resurrección siempre pasa por los padecimientos y la muerte previa.
Los discípulos no le vieron salir del sepulcro porque la resurrección podía probarse mediante la evidencia de contemplarlo vivo después de su muerte, pero tuvieron la experiencia de verlo ascender a los cielos. Se marchó bendiciéndolos. No se marchó enfadado por las traiciones y sus miedos sino con amor y dejándoles su bendición. "Mientras los bendecía se apartó de ellos y fue llevado al cielo". Comenzó a bendecirles estando todavía en la tierra, y así continuó bendiciéndoles hasta su entrada en el cielo. Dios nunca pone fin a sus bendiciones sobre nosotros.
En la escena no aparecen ni carros ni caballos de fuego, como los que se llevaron a Elías. Jesús conoce bien el camino del cielo.

Los discípulos después de adorarle se volvieron a Jerusalén muy contentos porque sabían que Jesús resucitado les abría el camino para la eternidad. Mirar la ascensión así es encontrarnos con Dios de manera cercana: Él está conmigo en el camino de la vida para mostrarme cuál es el sendero que me lleva definitivamente y por toda la eternidad a estar en su presencia. Me deja ver su muerte, me hace que experimente su resurrección y me enseña mi último punto de llegada: el cielo. Esto es lo que supone la Ascensión, esto es lo que celebramos hoy.

¿Dónde está Dios entonces, en el cielo o en la tierra? preguntará nuestro amigo alejado. La respuesta es bien sencilla: en el cielo y dentro de cada uno de nosotros. Es lo mismo que ocurre en la Misa: mientras la hostia está fuera de nosotros, le vemos, le adoramos; cuando la recibimos y comulgamos no la vemos más, ha desaparecido, se ha hecho parte de nosotros para estar ahora dentro de nosotros. Dios no está en los sucesos materiales que suceden en el mundo sino en el corazón de las personas que lo provocan.

La presencia de Dios está hoy en los acontecimientos, la Palabra, los sacramentos, en la Iglesia, en la comunidad, en los más pobres y débiles, en sus discípulos... Son numerosas sus presencias que él no creyente no percibe igual que no percibe el amor quien no lo siente. La Ascensión no es la ausencia de Dios sino la presencia intensificada de Dios en nuestra vida diaria.
Todos los cristianos, seamos sacerdotes, religiosos o seglares, estamos llamados a ser testigos de la resurrección y ascensión de Jesús. Ser testigo es en este caso hablar con la vida de quien dio la vida y subió al cielo quedándose entre nosotros. ¡Ten los ojos bien abiertos porque en cualquier momento te puedes encontrar con Él por la calle y en tus adentros

viernes, 7 de mayo de 2010

SEXTO DOMINGO DE PASCUA

Cristianos artesanos de la Paz
"La Paz les dejo, mi les doy; no se las doy como la da el mundo" (Juan 14, 23-29)
Uno de los gestos más significativos que hacemos en la Eucaristía antes de recibir la comunión es el darnos la paz. La paz como gesto y como deseo. La paz que tenemos la entregamos al otro y por ello nos acercamos y nos saludamos con cariño.

En el texto de hoy Jesús nos deja como regalo la paz, pero no una armonía en un mundo donde la guerra y los conflictos no estén presentes. Por desgracia las violencias humanas están aún presentes en nuestra debilitada humanidad. Lo que Jesús nos deja es la paz consigo mismo que no provoca ni guerras interiores ni exteriores.

Muchas personas están en guerra interna contra sí mismos y por ello su forma de relacionarse con los demás y con la realidad externa, siempre es al ataque, a la defensiva. El Señor nos deja nuestra vida pacificada en su amor, nos da amor con paz y paz con amor.

Amar a Jesús es hacer caso a sus Palabras e intentar llevarlas a la vida diaria. Oímos con mucha frecuencia la Palabra pero el reto está en hacerla vida en nuestra vida. No es fácil vivirla porque tiene que partir del corazón humano en dirección hacia Dios y hacia los demás. Muchas veces nuestro corazón está lleno de tristezas, amarguras, miedos, traumas... de todo menos de amor con paz y de paz con amor...

El Espíritu Santo será enviado para enseñarnos todas las cosas y recordarnos todo lo que nos ha dicho Jesús. Nos enseñará interiormente las cosas que pertenecen al Salvador. Nos abre el camino interior para el encuentro con Dios. No les enseñará nuevas lecciones —ya está todo dicho en Jesús— , ni añadirá nada al Evangelio, sino que les traerá a la memoria las enseñanzas vivas que Cristo había impartido y les iluminará los ojos del entendimiento y del corazón.

Me gusta mucho una de las misiones del Espíritu. Dice el Maestro que "nos recordará todo lo que les he dicho". La palabra "re-cordar", como decía Ortega y Gasset, significa "volver a pasar las cosas por el corazón." Las enseñanzas de Jesús las tenemos que volver a recordar una y otra vez desde esta perspectiva que va desde el oído hasta el corazón.

El Señor anunciaba su marcha y entregaba su paz como herencia. ¡¡Cuántos cristianos de hoy hay miedosos y con falta de paz interior!! Hay hermanos y hermanas a los que la vida les abruma y entristece, les quita la paz interior y viven angustiados. Buena señal será recordar estas palabras: "Te dejo mi paz". En medio de las tormentas de la vida recordar esta frase una y otra vez nos llevará a preguntarnos sobre nuestra confianza en Dios.

La palabra hebrea "Shalom" (paz) es etimológicamente un concepto que va más allá de la mera ausencia de guerra. "Shalom" significa "estar entero, completo, seguro". En definitiva lo que Jesús nos ha dejado no es sólo la paz interior sino que desea que tengamos todos los elementos espirituales y materiales —de ahí la necesidad de cumplir su Palabra— para conseguir y mantenernos en esa paz. Cada cristiano tendrá la misión de mantener la paz durante toda su vida y transmitir esa paz que viene de Dios a los demás.

miércoles, 21 de abril de 2010

PROBLEMAS ¿Y QUIEN NO LOS TIENE?

Por: Pbro. Mauricio Alexander Díaz
http://www.padrealex.com/


De alguna manera nuestras vidas están marcadas por continuas luchas y batallas que debemos de ganar, y proponernos superar, en algunas de esas luchas diarias no siempre saldremos triunfantes, en algunas perderemos, y quizás nos frustremos, pero tenemos que tener claro, debemos de perder mil batallas, pero nunca la guerra, porque la guerra principal es la de ser santos, como Jesús nos lo ha dicho en su Evangelio. Alguien ha dicho: “en este mundo no hay lugar para la tristeza, porque lo triste es tener que vivir”.
En verdad la vida es una lucha, una lucha diaria, y cuando en este combate perdemos alguna pelea, aparecen o que nosotros llamamos: problemas. ¿Y quién no tiene problemas? No hay ningún ser vivo sobre esta tierra que en algún momento de su existencia, no haya padecido, tenga que padecer o este padeciendo algún problema, “nadie escapa a la experiencia del sufrimiento”. Y cuando esto sucede, una de las reacciones naturales en la vida del cristiano es pensar que hasta Dios se ha olvidado de él; eso fue lo que le sucedió a Marta y a María, amigas de Jesús, cuando su hermano Lázaro murió (Jn 11), pero ellas no sabían lo que Jesús tenía planeado hacer.
Ninguno de nosotros está solo en esta vida y mucho menos cuando el sufrimiento y el dolor llegan. Nos aclara el evangelio: “¿Acaso una madre olvida a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entraña? Pues aunque esas llegaran a olvidarse, yo no te olvido” (Is 49, 15). Ese cuido y esa solidaridad de parte de Dios, es lo que lleva a decir a San Pablo: “¿Acaso hay alguien que sufra, sin que yo sufra con él?” Dios está presente en nuestra vida y no nos deja solos ante el dolor de nuestras cruces, por ende te animo a que agarres de él, cuando sientas que todo se te viene abajo, que te agarres de su mano cuando sientas que hay ciertas cosas que hacen que tu vida pierda sentido. Animo, es Cristo quien te ayuda a vivir en los momentos más difíciles de tu vida.
En cierta ocasión le pedía a alguien que orara, y ayudara a otra persona que pasaba por momentos difíciles, y esta me contesto, con que no puedo con mis problemas y quiere que ayude a otros… me pareció un tanto egoísta la respuesta, porque siempre creemos, pensé.., que nuestros problemas son los más grandes del mundo, sin darnos cuenta de que hay otros que tienen un dolor mas grande, o una perdida mas grande. Todos los cristianos es importante que oremos, especialmente “para que cuantos atraviesan por momentos de dificultad interior y de prueba, encontremos en Cristo la luz, y la ayuda que los lleven a descubrir la verdadera felicidad”. No siempre es fácil confiar en Dios cuando nos vemos envueltos en una dificultad, si así fuera, entonces, nadie dudara del amor de Dios cuando esta llega.
Hermanos, nosotros no seriamos buenos cristianos si ignoráramos los problemas de quienes nos rodean, y de aquellos que están lejos de nosotros. Hay gente que se pregunta: ¿Pero, por qué me sucede esto a mí? ¿No podría ser la vida sin dolor: sin enfermedad, sin violencias, sin desgracias, sin temores? ¿Por qué hay dolor, sufrimiento, en mi vida? pero, por más que nos interroguemos a nosotros mismos, “no se entiende qué es el dolor razonando sino creyendo.
A medida que el hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvífico del sufrimiento. El hombre no descubre este sentido a nivel humano, sino a nivel del sufrimiento de Cristo. Pero al mismo tiempo, de este nivel de Cristo aquel sentido salvífico del sufrimiento desciende al nivel humano y se hace en cierto modo, su respuesta personal. Entonces el hombre encuentra en su sufrimiento la paz interior e incluso la alegría espiritual (J. Pablo II). Gente que sufre por diversos problemas existirán siempre en este mundo, y a nosotros no se nos pide que le arreglemos los problemas a nadie sino, únicamente que seamos solidarios con quienes más sufren, que no veamos con indiferencia los problemas de los demás.
Muchas veces somos tan egoístas que no hacemos más que pensar en nosotros mismos, no hacemos más que pensar en nuestros propios problemas, olvidándonos que a nuestro alrededor existe mucha gente a la que le toca vivir situaciones verdaderamente dolorosas. En estos tiempos difíciles le recomiendo que busque hacer todo lo que esté a su alcance por quienes sufren. Atrevámonos a confiar en CRISTO Y A ORAR POR NUESTROS HERMANOS.

miércoles, 14 de abril de 2010

TERCER DOMINGO DE PASCUA

¿No han pescado nada toda la noche?
Jn 21,1-19

El Evangelio de hoy nos narra la tercera aparición de Jesús después de resucitado. Esta vez se aparece a siete de sus discípulos junto al lago de Tiberiades. En las dos anteriores apariciones el Señor se aparece en domingo, en esta ocasión lo hace cualquier día de la semana, les visita cuando están ocupados en sus quehaceres diarios, en el trabajo.

Simón Pedro es el que lleva la iniciativa de ir a pescar, los demás le siguen. En la vida cristiana necesitamos mujeres y hombres que nos saquen de nuestra rutina y nos muevan a pescas mejores. ¡Felices las personas que han encontrado en su vida un Simón Pedro de hoy que sea capaz de hacerles crecer como personas y como cristianos!

Fueron a pescar por la noche y no recogieron nada. Es lo que le ocurre a muchos cristianos después de años y años de duros trabajos apostólicos, donde parece que todos sus esfuerzos han sido inútiles. ¡Cuántas noches trabajando para no conseguir nada!
Jesús llega cuando está empezando el día; está en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Él. En otra ocasión, mientras los discípulos eran zarandeados por una tormenta, fue Jesús quien se acercó a ellos andando sobre las aguas. En el peligro, es el Maestro quien se acerca a nosotros de muchas maneras, pero muchas veces el miedo a las circunstancias de la vida no nos deja ver al que se acerca a nuestro lado para ayudarnos. Esta vez son ellos los que terminada la jornada se acercan a la orilla de Dios.

La vida del cristiano estará siempre marcada por las tormentas y por la orilla de Dios. Toda nuestra vida terrena estará entre las veces que Dios se acerca a nuestras tormentas y por las veces que nosotros tenemos que hacer el camino a la inversa.
No habían pescado nada. Llegaron a Jesús necesitados y vacíos. Les manda echar las redes a la derecha y les dice que esta vez sí que pescarían. El que obedece a Cristo nunca se va con las manos vacías. La pesca fue abundantísima.

Juan, el discípulo amado, fue el primero que lo reconoció y lo dio a conocer a los demás. El amor nos hace reconocer a las personas y a las circunstancias que pueden transformar nuestra vida; no es extraño que sea Juan el que lo proclame; él fue el último discípulo que vio al Maestro con vida antes de su muerte en la cruz. Ahora es el primero que en esta escena lo reconoce resucitado.
Pedro se echó al mar. Quienes han estado con Jesús y le reconocen resucitado no tienen miedo en echarse a las aguas de la vida para llegar hasta Él. Ahora ni hay tormenta ni Pedro se hunde. Está ya a salvo tanto de las tentaciones como de las debilidades.

Mientras Juan contempla a Cristo y Pedro se lanza al mar los otros discípulos continúan en la barca "arrastrando la red llena de peces". Cada miembro de la Iglesia tiene una misión específica. Es bueno que cada uno de los cristianos tengamos bien claro que formamos parte de un cuerpo inmenso donde cada uno cumple su función. Muchas veces la inmadurez espiritual lleva a los miembros activos de la Iglesia a tener celos de los hermanos y hermanas que tienen una mayor cercanía de Jesús. En lugar de alegrarse con la experiencia gozosa del hermano que está cerca de Dios, se pierde el tiempo envidiando al que ha logrado con su ayuda mantenerse en Él. Cada vez que tengas celos de cualquier agente de pastoral pregúntate si eres uno de aquellos discípulos que arrastraba la barca llena de peces y convierte tus celos y tu envidia en oración por él, así lo harás grande a él y te engrandecerás tú...

Jesús les dice que traigan algunos peces de los que acaban de pescar. Los cristianos debemos de presentar ante Cristo a los que hemos acercado a Él.
¿Por qué 153 peces? Es la gran pregunta.
Se han dado varias respuestas:
- era el número de las especies de peces conocidos en aquel entonces.
- era el número de provincias del Imperio o de las tribus o naciones conocidas.
En 2 Cron 2,17 hay una posible alusión simbólica de la entrada en la fe, en la Iglesia, de los alejados.

Después de la comida empiezan las tres preguntas a Pedro. Si tres veces negó ahora por tres veces se le pregunta si ama a quien traicionó. Las tres respuestas fueron afirmativas. Quien le dio la espalda ahora le mira cara a cara con amor. Pedro hizo lo que tenemos que hacer nosotros tantas y tantas veces en la vida.

En nuestra vida diaria y a pesar de las traiciones del pecado cuando nos acercamos al Señor la pregunta es siempre la misma: "¿Me amas?" En el fondo, superar el pecado es siempre una opción del amor que le debemos a Dios. Porque amo a Dios no me quiero separar de Él. Porque amo a Dios veo a los demás como hermanos. Porque amo a Dios, Él mismo me pregunta cada día.. ¿Me amas más que a estos?

sábado, 27 de marzo de 2010

DOMINGO DE RAMOS EN LA PASION DEL SEÑOR

"Un Rey coronado de espinas y golpeado por el peso de la humanidad"
Estamos ya entrando a la Semana Santa. En efecto, este Domingo de Ramos se da inicio formal a la Semana de la Pasión de Jesús. Su persecución y condenación a muerte ya se había estado planeando desde antes
La entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, que precisamente hoy recordamos, fue un impresionante recibimiento, pues la población lo aclamó como el Mesías, el esperado por tanto tiempo por el pueblo de Israel. Esta aclamación de Jesús por la mayoría del pueblo fue ciertamente provocada por el apoteósico milagro realizado pocos días antes: el haber vuelto a la vida a un muerto ya sepultado y en franco proceso de deterioro.
Hoy, Domingo de Ramos, además de recibir las palmas benditas, la Liturgia nos introduce en los detalles de la Pasión de Cristo.
La Pasión de Cristo no ha perdido ni perderá nunca actualidad. Cada uno de los personajes que aparecen en ella se hacen las mismas preguntas de las personas de todos los tiempos. ¿Qué significado tiene dar la vida por los demás? ¿Por qué existe el dolor y el sufrimiento? ¿Qué sentido tiene el sufrir?

¿Qué respuesta nos da la Pasión de Jesús?
Cada ser humano tiene en su vida sus cruces y su cruz. Las cruces normalmente las ponen los demás: el carácter y los traumas del otro; la mala relación con alguien determinado; el día a día lleno de sufrimiento por las incompresiones de los demás; la dificultad en las relaciones humanas...

La cruz, en cambio, siempre es nuestra, está en nuestro interior; casi les diría que vinimos con ella, es nuestra "cruz original". Nuestra cruz es lo que no podemos cambiar fácilmente y que tanto nos entristece y nos duele. En uno será el carácter, en otros el profundo sentimiento de soledad, en muchos la pérdida de la paz interior...

Jesús vino para darnos respuestas a las cruces y a la cruz. Para ello supo unir en sí mismo las cruces de los demás y su propia cruz. No era nada cómodo morir de esa manera cuando la vida te podía ofrecer otros horizontes. ¿Te has preguntado alguna vez por qué Jesús no murió plácidamente en una cama? ¿Qué misterio se encierra en la cruz?

Para superar las cruces, Jesús nos deja el perdón a los demás. Él perdona a todos desde lo alto de la cruz y fue un perdón dirigido a la humanidad entera. No fue solamente a aquellos que le proferían dolor e insultos sino a todos los que me infligen sufrimientos hoy, en este día.
En la misma cruz perdona también al buen ladrón que se arrepiente. Ambas escenas son de la misma obra de la humanidad: el perdón al que peca para que su pecado no vaya a más y no haga y se haga más daño y el perdón al que se arrepiente. Arrepentirse significa reconocer que Dios es más que yo y que viendo mi error le dejo que entre a mi vida para que la transforme.

¿Qué actitud tomó Jesús ante este terrible sufrimiento?
Nos dice el evangelio de hoy que: "En medio de un gran sufrimiento, Jesús oraba aún más intensamente, y el sudor le caía al suelo como grandes gotas de sangre." Sabía lección la que nos deja el Maestro: La oración ejerciendo su valor terapéutico y didáctico donde el dolor es sólo el alumno que tiene que aprender lo que dice un corazón que habla con Dios. El dolor con la oración adquiere una nueva perspectiva. Cuando una persona es capaz de poner el dolor ante Dios, es el propio Dios quien lo transforma en resurrección.

Cuando tengas un dolor, sea moral, sea físico, entra en pleno contacto con Dios y ya verás como no preguntarás el por qué, ni verás el sufrimiento como un fracaso. Descubrirás que ya no es el sufrimiento quien te domina sino es Jesús quien ha tomado las riendas de ese caballo desbocado que se llama dolor.

Jesús murió por mí para que yo entendiera quién soy yo y quién es Él. Supo salvarme sin aniquilarme sino dándome vida. No destruyó mi pasado de pecado sino que lo transformó en presente resucitado.

Hay muchas personas que tienen pendiente la difícil asignatura del dolor y el sufrimiento. Los cristianos no somos partidarios de la eutanasia pero tampoco somos masoquistas. Nuestra actitud va a la frase de Jesús: "Padre, si quieres, líbrame de esta copa de amargura; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.".

Aceptar la voluntad que Dios tiene sobre mí es encontrar un significado al dolor diario. Puede ser que tú que lees esto hoy estés en la cruz en sus diferentes formas. Yo también lo he estado varias veces. Mi palabra quiere ahora en este comienzo de la semana santa ser para ti.

Deja que tu vida mire a la cruz de Cristo. Pide al Señor en la oración no comprender el sufrimiento sino entender su cruz. Vive intensamente cada momento de esta gran aventura de la Pasión para que encuentres en tu vida no meras explicaciones sino el profundo significado espiritual que tiene.

Tenemos que ir a la cruz de Cristo no para entender sino para contemplar. El sufrimiento es un misterio que sólo desde la voluntad y la cercanía de Dios tiene sentido. Te deseo que esta semana santa sea en tu vida la primera semana de cambio en dirección hacia Jesús resucitado.

Les quiero mucho

Padre Alex

SIGNIFICADO DE LA SEMANA SANTA

Ha terminado la cuaresma, el tiempo de conversión interior y de penitencia, ha llegado el momento de conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Después de la entrada triunfal en Jerusalén, ahora nos toca asistir a la institución de la Eucaristía, orar junto al Señor en el Huerto de los Olivos y acompañarle por el doloroso camino que termina en la Cruz.

Durante la semana santa, las narraciones de la pasión renuevan los acontecimientos de aquellos días; los hechos dolorosos podrían mover nuestros sentimientos y hacernos olvidar que lo más importante es buscar aumentar nuestra fe y devoción en el Hijo de Dios.

La Liturgia dedica especial atención a esta semana, a la que también se le ha denominado “Semana Mayor” o “Semana Grande”, por la importancia que tiene para los cristianos el celebrar el misterio de la Redención de Cristo, quien por su infinita misericordia y amor al hombre, decide libremente tomar nuestro lugar y recibir el castigo merecido por nuestros pecados.

Para esta celebración, la Iglesia invita a todos los fieles al recogimiento interior, haciendo un alto en las labores cotidianas para contemplar detenidamente el misterio pascual, no con una actitud pasiva, sino con el corazón dispuesto a volver a Dios, con el ánimo de lograr un verdadero dolor de nuestros pecados y un sincero propósito de enmienda para corresponder a todas las gracias obtenidas por Jesucristo.

Para los cristianos la semana santa no es el recuerdo de un hecho histórico cualquiera, es la contemplación del amor de Dios que permite el sacrificio de su Hijo, el dolor de ver a Jesús crucificado, la esperanza de ver a Cristo que vuelve a la vida y el júbilo de su Resurrección.

En los inicios de la cristiandad ya se acostumbraba la visita de los santos lugares. Ante la imposibilidad que tiene la mayoría de los fieles para hacer esta peregrinación, cobra mayor importancia la participación en la liturgia para aumentar la esperanza de salvación en Cristo resucitado.

La Resurrección del Señor nos abre las puertas a la vida eterna, su triunfo sobre la muerte es la victoria definitiva sobre el pecados. Este hecho hace del domingo de Resurrección la celebración más importante de todo el año litúrgico.

Aún con la asistencia a las celebraciones podemos quedarnos en lo anecdótico, sin nada que nos motive a ser más congruentes con nuestra fe. Esta unidad de vida requiere la imitación del maestro, buscar parecernos más a Él.

Para nosotros no existen cosas extraordinarias, calumnias, disgustos, problemas familiares, dificultades económicas y todos los contratiempos que se nos presentan, servirán para identificarnos con el sufrimiento del Señor en la pasión, sin olvidar el perdón, la paciencia, la comprensión y la generosidad para con nuestros semejantes.

La muerte de Cristo nos invita a morir también, no físicamente, sino a luchar por alejar de nuestra alma la sensualidad, el egoísmo, la soberbia, la avaricia... la muerte del pecado para estar debidamente dispuestos a la vida de la gracia.

Resucitar en Cristo es volver de las tinieblas del pecado para vivir en la gracia divina. Ahí está el sacramento de la penitencia, el camino para revivir y reconciliarnos con Dios. Es la dignidad de hijos de Dios que Cristo alcanzó con la Resurrección.

Así, mediante la contemplación del misterio pascual y el concretar propósitos para vivir como verdaderos cristianos, la pasión, muerte y resurrección adquieren un sentido nuevo, profundo y trascendente, que nos llevará en un futuro a gozar de la presencia de Cristo resucitado por toda la eternidad.

miércoles, 24 de marzo de 2010

HOY SE CUMPLEN XXX AÑOS DE TU MUERTE

Monseñor Romero
Amar y defender a los pobres fue su sentencia a Muerte
Por. Rev. Alexander Diaz


Este año se cumplen 30 años del fatídico asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, cuarto arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980) en la década de los 80's, Monseñor Romero como se le conoce a nivel mundial, fue un singular y sencillo sacerdote salvadoreño, hombre lleno de Dios que entendió desde sus primeros años de vida sacerdotal su llamado y sus obligaciones como pastor de almas. Su formación sacerdotal la realizo junto a la tumba de Pedro y Pablo en Roma, donde también fue ordenado sacerdote, el 4 de abril de 1942, a la edad de 24 años. En Roma fue alumno de monseñor Giovanni Batista Montini, quien en el futuro fue el papa Pablo VI, de la calidad de esta madera forjo Dios un pastor, a quien llamo a ser obispo, don, privilegio y sacrificio que pide a unos pocos, ese fue el. Todos le llamaban "Monseñor".

De un título, el pueblo hizo su nombre. Quien oía decir "Monseñor", sabía que era él y no otro. Era él. Un hombrecito moreno, de ojos negros; inquisidores, aunque tímidos. Ojos que se clavaban en los ojos de los hombres en quienes èl encontraba sinceridad, pero equívocos cuando se cruzaban con miradas hipócritas.
Tenía los labios inquietos de la verdad. Labios que se abrían para animar al desalentado, al triste, al oprimido y desechado por los grandes, y labios que se abrían para reprender al descarriado, consolar al desesperado. Labios de un sacerdote bañados diariamente con la sangre de Cristo, de quien vivió y murió enamorado, sembradores de la palabra de Dios. Era de mediana estatura, inclinaba el hombro derecho cuando ofrecía su mano a otro. E inclinaba el hombro no por complejo de inferioridad, sino como consecuencia de la infección que tuvo en él tras el accidente que sufrió de joven.
Era el hombrecito de la sotana de la sotana negra y de sotana blanca. Ese hombrecito que acariciaba frecuentemente la cruz que llevaba en su pecho, como para dar a entender que lo importante era la cruz y que su personalidad pasaba a segundo plano. Ese hombrecito bueno de manos generosas. Ese hombrecito del dedo que apunta con su gesto la fuerza de la palabra que pronunciaba su boca, ese era Monseñor al que muchos odiaron y aun siguen odiando desgraciadamente, al que hasta el día de hoy le tienen un tanto de recelo porque en su miedo y recelo esconden su temor a ser denunciados por la corrupción en que viven.

Vivió una vida sencilla y simple como la del maestro, nunca utilizo su “palacio episcopal” como se le llamaba antes, ni se dejo seducir por la vanidad de su cargo “Arzobispo” titulo que pesa y que sin ser descortés puede llevar a olvidar a muchos lo que en realidad significa serlo. Vivió entre los pequeños como Jesús, comió, jugo, bromeo, se dejo querer por ellos, les abrió su corazón y lo sintieron que era de ellos, una característica especial de Monseñor es que nunca se le ve solo, o con gente selecta, se le ve acompañado de los pequeños como se le veía a al mismo Maestro por las calles de Galilea, afanado por curar a los enfermos y alegrar y transformar los corazones desgarrados, solo que su Galilea serán los barrios y colonias marginales de la Capital, los pueblos y cantones más olvidados, donde no hay ninguna comodidad, donde los niños corren descalzos chorreados y sin ropa, donde el campesino se siente sin dignidad y oprimido por el peso de la situación social de aquel entonces, ahí es donde aquel Arzobispo hace su apostolado, ahí es donde pastorea y enseña como pastor, ahí es donde comete el pecado más grande para los poderosos.

“Amar y defender a los pobres y marginados, enseñándoles a pensar y a defender sus derechos” y por esa razón se le juzgo y se le condeno a Muerte, simple y sencillamente por defender los derechos de los pobres, los indefensos y marginados; y por estar con ellos se dio el título de “cura guerrillero” se le acuso de predicar e impulsar la teología de la Liberación, de mesclar la fe con la política, lo cierto es que este característico hombre de Dios lo único que hizo fue simple y sencillamente poner en práctica el mensaje de evangelio en su arquidiócesis, llevarlo a la practica aplicándolo a la realidad que se vivía en ese momento en El Salvador, un país convulsionado por la guerra civil, producto de una injusticia y una aterradora violación a los derechos de los más pobres y desprotegidos de ese entonces. Después de treinta años de todo esto aun hay muchos que siguen viendo la acción del arzobispo con una visión negativa y hasta cierto punto despectiva. Como resuena en mis oídos la frase de Jesús, por mi causa serán condenados y enjuiciados y hasta acecinados, frases que se cumplen en la vida de este, mártir de El Salvador…

Gracias Monseñor por ser el pastor según el corazón de Cristo, cuanta falta nos hace hoy hombres como tú, que tengan el valor de ser y vivir según el corazón de Cristo.

viernes, 19 de marzo de 2010

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

Donde estan los que te acusan?

Las personas tenemos una predilección especial por la justicia; pero no siempre la justicia que creamos los hombres se ajusta a los designios de Dios. En nombre de la justicia hemos cometido a lo largo de la Historia toda clase atropellos e injusticias. Nosotros los católicos venimos de una Iglesia que fue injustamente perseguida y que a su vez injustamente persiguió a otros. ¿Cómo romper la espiral de la justicia que se vuelve injusta? ¿Cómo tener la certeza de no equivocarnos cuando queremos impartir justicia? Veamos cómo logró Jesús equilibrar la justicia con la misericordia.
La escena sucede en el templo. Nosotros también acostumbramos a llevar al templo nuestros pecados y los de los demás.
Era una mujer que había cometido un pecado gravísimo: era una adúltera. Los acusados del crimen de adulterio habían de ser condenados a muerte tal y como lo prescribía la ley judía. Los fariseos aparecen aquí extremadamente celosos contra el pecado, cuando en realidad ellos mismos no estaban libres del mismo pecado u otros del que acusaban a la mujer.
Muchas veces encontramos entre los cristianos actitudes parecidas. Los que son indulgentes con sus propios pecados muchas veces son muy severos con los pecados de los demás. Esta pobre mujer no tiene excusa, no puede alegar que es mentira fue "sorprendida en el acto mismo de adulterio" (ver 4).
En la ley mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Y la arrastran hasta los pies del maestro y le piden que dé su veredicto. Jesús trae una nueva ley. No se trata de cumplir mecánicamente lo que hay que hacer, sino ir poco a poco teniendo un corazón limpio y una mirada limpia de la que salga todo el amor y bondad de la que se es capaz.
Tener un corazón limpio es la mejor manera de entender las exigencias del Evangelio y saber aplicar las normas con una recta justicia. Lo fariseos están en toda la razón de acusar condenar a la mujer, pero su objetivo es perverso y con doble sentido si Jesús perdonaba a la mujer le acusarían de contradecir la ley de Moisés y fomentar el pecado, cosa indigna en quien profesaba la rectitud y la pureza de un profeta.
¿Cómo solucionó Jesús este laberinto donde se confunde ley con misericordia?
Al principio se comportó como si no le diese importancia al asunto. Es la única vez que la el evangelio menciona a Jesús escribiendo. El Maestro nombrado juez por aquellos da un salto espiritual y va más allá de lo meramente jurídico, va al corazón de los acusadores y allí encuentra las mismas miserias que condenaban en aquella mujer.
Le insisten nuevamente con más preguntas. Esperan una respuesta. Jesús volvió contra ellos mismos el veredicto que formulaban contra la mujer. Ellos pedían un veredicto legal y Jesús les ofrece un veredicto desde sus conciencias.
Les dijo que el que no tenga pecado que tire la primera piedra. No les está hablando de los pecados que habían cometido en el pasado, les está preguntando por sus pecados de hoy, es un cuestionamiento de sus propias vidas, como estaría el gremio que uno a uno se fueron.
La mujer se quedó a solas con Jesús. Ella no trata de culpar a los otros ni disculparse con elaborados razonamientos. Sólo se quedó esperando el veredicto que los otros demandaban. El Señor no le dijo "Vete y haz lo que quieras", sino que le urgió: "Vete y no peques más". Ya saben ustedes que en el camino de nuestra vida material el encuentro con Jesús no es definitivo; una y otra vez estaremos escuchando esa frase de "Vete y no peques más..." hasta llegar al encuentro definitivo donde la frase de Dios será otra: "Vengan benditos de mi Padre..."
No es suficiente reconocer el pecado; hay que cambiar el pecado por vida nueva. Una persona puede tener muchos pecados, pero los cristianos, incluso en esas situaciones que nos sumergen en el lodazal del pecado, tenemos que decirnos una y otra vez: "no estoy orgulloso de mis pecados... me avergüenzo de ellos..." Este ejercicio lo hago con frecuencia en mi vida. No quiero estar orgulloso de mis pecados, sólo quiero estar orgulloso de lo que Cristo con su sangre hace cada día por mí.
Hay personas que creen que nunca van a superar sus pecados y miserias humanas. A estas personas hay que recordarles que es necesario ese encuentro, ese silencio meditativo, ese saber estar cerca de Jesús para sentirse perdonado por Él y ese perdón nos llevará siempre a un cambio real de vida. No hay cambio si no hay encuentro con Él, aunque sea que por motivo de un pecado nos hayamos acercado al encuentro con su misericordia... y recuerda que cuando hay arrepentimiento sincero el siempre pronuncia estas palabras: “Vete y no peques mas…” siempre nos da una oportunidad.
Que Dios te bendiga

jueves, 11 de marzo de 2010

Donde yo voy no pueden ir ustedes...Jn.14

El ultimo dia de Monseñor Romero.

Fuente: OSCAR A. ROMERO Biografia.
Autor: Jesus Delgado.

Amaneció el lunes 24 de marzo. Como de costumbre, Monseñor Romero acudía muy temprano ala capilla del hospitalito para rezar sus oraciones matutinas del breviario y para su meditación personal.
Cuando las hermanas llegaban a la capilla, Monseñor ya estaba en oración ante el santísimo sacramento. Luego se unía a la comunidad de hermanas para el rezo de laudes, la oración matutina de la Iglesia. Después celebraban la santa misa, con su acostumbrada pequeña reflexión sobre el evangelio del día, seguidamente venia el desayuno, en donde charlaba y bromeaba con las hermanas.
Aquella maña la charla fue prolongación de la alegría de la noche anterior.
De vez en cuando esa charla fraterna se venia interrumpida por algún visitante que venia a desayunar con él para hablar sobre asuntos de pastoral u otro.
Pero en la mañana del lunes 24 de marzo no hubo interrupción alguna.
Monseñor Romero había amanecido con su sotana blanca.
Las hermanas sabían que cuando vestía esa sotana era señal de que iba a descansar al mar.
Por eso le preguntaron : "Monseñor y ahora, adonde?...Y monseñor con la confianza del hermano que bromea con sus hermanas, les respondió: "Metidas".
Y las hermanas reaccionaron también en son de guasa: "A saber a dónde va...y... no lo quiere decir...", "A saber qué se tiene por ahí..." "Llèvenos monseñor...",decía una con tono suplicante y en son de tomarle el pelo.
"A donde yo voy ustedes no pueden ir", respondió monseñor. Pero por qué?" respondió una hermana. "Adonde va?" "Ah!" ustedes todo lo quieren saber... Qué mujeres!", respondió monseñor, tomando un bocado.
Aquella mañana monseñor quería ir al mar con un grupo de sacerdotes para descasar un poco y dedicar algún tiempo a la lectura y al estudio del documento papal sobre la vida y la identidad sacerdotal, orientando especialmente el problema del sentido del celibato, documento que se había publicado recientemente.
Antes de salir para el mar después del desayuno monseñor se dirigió al arzobispado para consultar la agenda de actividades que allí había y saludar personalmente a sus vicarios y cancilleres, como era su costumbre.
Se encontró con un buen grupo de sacerdotes. A todos les saludó y les estrechó la mano, intercambiando palabras con cada uno. Mas de uno le felicitó por su valiente homilía del domingo anterior. Otros comentaban entre sí, en voz baja, los riesgos que había corrido con aquellas palabras, instando a las bases del ejército a obedecer a Dios antes que a sus jefes cuando estos les ordenaban matar. No pondrá en peligro su vida?
Sin duda se multiplicaban las amenazas sobre la cabeza de monseñor Romero. Aquella misma mañana, una persona llegó hasta las oficinas de los militares encargados de la difusión de las partes oficiales del ejército (COPREFA) para recibir una parte oficial sobre el incidente de la invasión de los predios de la UCA por parte de la policía nacional. Un oficial le dijo con tono airado: "Y dìgales a esos padres de la UCA que lo que monseñor dijo ayer en la homilía es un delito!" Advertencia? Amenaza? Señal fatídica?...
Parecía que quienes se interesaban en liquidar al arzobispo hubieran encontrado un pretexto para poner en marcha un reloj cuyas agujas separarían a las 6,26 p.m. Aquellas palabras de Romero fueron interpretadas por algunos como un llamamiento peligrosísimo a las bases de ejército para que se sublevaran contra sus superiores y crear así el caos en las filas del ejército.
Su explicación era solo una: si el arzobispo se había atrevido a pronunciar semejante homilía, no es porque pretendiera evitar a la conversión, sino porque también él era un "subversivo" declarado que estaba preparando la llegada del comunismo al país.
Al llegar al mar, el terreno en que pretendían pasar la mañana estaba cerrado. El encargado no estaba, pero era propiedad de personas muy conocidas de monseñor y se decidieron a entrar al terreno por una pequeña abertura que dejaba el tapial.
Dentro del terreno tampoco había nadie, y tuvieron que sentarse en el suelo para estudiar el documento, que lo hicieron prácticamente durante el resto de la mañana. Luego fueron a dar un vistazo al mar, y al mediodía eligieron la sombra de unos cocoteros para tomar los alimentos. Todo se hizo con la sencillez que caracteriza a monseñor. Bromearon.
El gozaba muchísimo con las peripecias y anécdotas que había vivido uno de los sacerdotes con ocasión de las ocupaciones de la catedral por parte de las organizaciones populares.
Un poco antes de las tres de la tarde monseñor decidió regresar a San Salvador porque tenia que celebrar una misa. Se levanto la sesión y regresaron nuevamente a San Salvador. Monseñor con un grupo de sacerdotes en un auto, que le dejó en el hospitalito de la Divina Providencia. Allí le esperaba ya una persona con quien tenía que hablar. Se bañó en un minutos y se dispuso a proseguir las tareas pendientes. Recibió a la antedicha persona, con quien se entretuvo breves instantes. Veinte minutos después fue a ver su médico para que le examinara los oídos, que últimamente le venían molestando. Media hora duraría aquella visita, y de allí salió hacia Santa Tecla. Eran las cuatro y treinta de la tarde.
Al llegar a Santa Tecla se dirigió a la casa de los jesuitas, en donde vivía su confesor, con quien pidió hablar. Al verlo y saludarlo, le dijo: " Vengo, Padre, porque quiero estar limpio delante de Dios", e hizo una confesión detenida. Los que le vieron aquella tarde en Santa Tecla notaron su serenidad de siempre, con su característica timidez; quizá un poco más taciturno, se le ofreció un vaso de limonada. Monseñor Romero dijo: " No tengo tiempo, pero eso no me lo pierdo". Efectivamente a monseñor le gustaba mucho la limonada. Se tomo el vaso de limonada a pequeños sorbos hablando siempre con su confesor y con las personas que estaban en el corredor.
Hacia las cinco y media de la tarde ya estaba de regreso en el hospitalito. Le esperaba otra persona para hablar sobre asuntos pastorales. Monseñor la atendió. Hacia las seis de la tarde ya estaba en el altar del señor. La misa había empezado... Todos los asistentes se conocen, menos uno. A las seis y veinticinco, en el momento del ofertorio, suena el disparo que le quita la vida. Como a su señor.
Doce años antes, Monseñor Romero, meditando sobre la muerte durante un retiro espiritual, había escrito estas palabras, tomadas del libro del Apocalipsis: "Y cenaré con él" (Ap 3,20). Eran las seis y veinticinco... Monseñor acostumbraba a cenar a las seis y media de la tarde... Murió. Vivió. Cenó con él.