
viernes, 7 de marzo de 2008
V DOMINGO DE CUARESMA

IV DOMINGO DE CUARESMA

Las lecturas de este domingo nos presentan dos historias muy interesantes, una, es la elección de David para que sea rey de Israel, y la otra, en el Evangelio, es la curación de un ciego de nacimiento por parte de Nuestro Señor. Dios rechaza a Saúl como rey de Israel porque se ha portado mal, y le ordena al profeta Samuel que vaya a Belén, a la casa de Jesé, y que él le manifestara a cual de los hijos de Jesé ha escogido para que sea el rey de Israel. Samuel tiene miedo y le dice al Señor: “me va ha matar Saúl, si sabe que yo ando buscando otro rey”. Pero Dios le aconseja como tiene que hacer para que el rey no se entere. Cuando Samuel llegó a la casa de Jesé, le dijo: “Muéstrame a tus hijos”. Y al ver a Eliab, pensó: “seguro, el Señor tiene delante a su ungido”. Pero el Señor le dijo: “No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón”. Y fueron pasando los otros hijos de Jesé y cuando acabaron de pasar y Samuel no encuentra la inspiración de Dios en ninguno de ellos, le dice a Jesé: "¿Ya no hay más muchachos?" "Sí -le dice Jesé- falta el más chiquito, está cuidando el rebaño". "Llámalo, -le dice el profeta- que no comeremos hasta que venga. Y cuando llega David a la casa, el Señor le dice a Samuel: “Anda, úngelo, porque es éste”. Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante”. La elección de David como rey de Israel no fue algo que sucediera de la noche a la mañana, sino que Dios lo había planificado desde siempre: “Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, ya antes que nacieses, te tenia consagrado” (Jr 1, 5). Y usted ya sabe que después David, cuando era rey, hizo cosas desagradables a los ojos de Dios pero, Dios sabia todo eso con anticipación, y sin embargo, escogió ha este hombre para hacer cosas grandes con él, y las hizo, mientras David se mantuvo fiel a sus mandatos. Hermanos y hermanas, ¿adonde queremos llegar ahora con nuestra reflexión? Queremos que entienda que Dios le ha escogido, que le ha consagrado, y que él quiere hacer cosas grandes con usted. A entender esto, nos ayuda la Iglesia, cuando nos dice: “Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión. Los bautizados se han "revestido de Cristo" (Gal 3,27). La unción con el santo crisma, significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un cristiano, es decir, "ungido" por el Espíritu Santo, incorporado a Cristo, que es ungido sacerdote, profeta y rey” (Catecismo de la Iglesia Católica, n.1213, 1227, 1241). Por el Bautismo nos hemos convertido en hijos e hijas de Dios, nos hemos revestido de Cristo transformándonos en sacerdotes, profetas y reyes, y nos hemos hecho miembros de la Iglesia. Esto es lo que somos, pero, el problema es que muchas veces no acabamos de entenderlo, por esa razón, nos volvemos incapaces de creer todo lo que Dios tiene para cada uno de nosotros. Por eso muchos cristianos viven como gente que ha perdido el juicio, sin poner atención en serio a la voluntad de Dios sobre sus vidas. La cuaresma es un tiempo para despertar, es el momento oportuno para permitirle al Hijo de Dios que abra nuestros ojos como lo hizo con el ciego aquel ciego de nacimiento, del que nos hablara hoy el Evangelio.
jueves, 21 de febrero de 2008
III DOMINGO DE CUARESMA

Las lecturas de este tercer domingo de Cuaresma nos hablan de la liberación de Dios en favor de su pueblo, Israel. Y San Pablo nos dice que Cristo “murió por los impíos, por todos los pecadores” (Rm 5, 6), y no sólo por el pueblo de Israel. El mismo Jesús nos ofrece la señal de que él había venido para salvarnos a todos, sin importar el pueblo al que pertenezcamos; la mujer con la que él habla en el Evangelio de hoy, no era israelita sino samaritana. El pueblo de Israel había vivido cuatrocientos setenta años como esclavos bajo el dominio de los egipcios, y lo peor de todo, es que aparentemente Dios se había olvidado de ellos pero, eso no era cierto. Y en los últimos años de toda aquella terrible situación, el Faraón, dándose cuenta de que los israelitas estaban multiplicándose demasiado, ordenó que cuando naciera una criatura israelita, si era niño había que asesinarlo; solo si era niña había que dejarla con vida. En esos días nació Moisés, y su mamá después de tenerlo unos cuantos días escondido, decidió finalmente ponerlo en un canasto y lo dejó ir en un río pero, la hija del Faraón lo encontró y sintió lastima de aquella criatura. Buscó una mujer israelita para que se lo cuidase, que por cierto fue la misma mama de Moisés. Cuando él fue grande vivió en el palacio del Faraón. Todos sabemos que Moisés tuvo que huir después del palacio porque un día mató a un egipcio que estaba golpeando a un israelita; vivió en tierra extranjera, se casó y comenzó a tener hijos con su esposa, cuando de repente, un día Dios le habló desde una zarza, y le dijo: “He visto y oído los sufrimientos de mi pueblo, y decidido liberarlo del dominio del Faraón, y serás tú quien debe de presentarse ante el Faraón para decirle que deje salir a mi pueblo”. Después de muchos intentos y pruebas, finalmente el Faraón permitió que los israelitas salieran de su país pero, cuando van por el camino, intentó alcanzarlos y darles muertes a todos pero, fueron todos los soldados egipcios quienes murieron en medio de las aguas del mar. Después de este acontecimiento y mientras el pueblo de Israel caminaba por el desierto, se les terminó la comida y el agua, y protestaron en contra de Moisés y de Dios; de eso nos habla la primera lectura de hoy. Pero ¿cómo se explica que esta gente habiendo visto tantas maravillas de parte de Dios creyesen luego, que él los iba a dejar morir de hambre y de sed en el desierto? Lo que debemos de entender nosotros ahora es que: no estamos solos, Dios no nos ha abandonado; que el Dios del pueblo de Israel es el mismo Dios de nosotros, y que la liberación de cualquier esclavitud, sin importar del tipo que sea, nos viene únicamente de Dios y no de ningún hombre. Moisés asesinó a un israelita pensando que de esa manera liberaría a su pueblo de la esclavitud pero, fue “en el desierto en donde tuvo que aprender que no es la fuerza de los puños, ni el poder de las armas lo que cambia las estructuras de pecado. En el desierto Dios le enseñó a Moisés cómo se guía a los hombres, no empujándoles con la vara por detrás, sino mostrándoles el camino por delante” (P. Juan Rivas, L.C, Lideres y Dirigentes, p. 82). ¿Cuáles son las esclavitudes materiales que nos oprimen hoy en día a nosotros? Muchísimas, ¿nos liberaremos de ellas, si primero, no nos liberamos de la esclavitud del pecado? No. Y por eso, “no habrá un continente nuevo sin hombres nuevos, que a la luz del Evangelio sepan ser verdaderamente libres y responsables” (Medellín, 1,3).
La liberación interior
“La cuaresma es una temporada para ver dentro de nuestros corazones, ver como permanecen las tendencias al pecado en nosotros para toda la vida”. Ver hacia adentro de nosotros mismos no es nada fácil, a veces quizás nos puede dar hasta miedo; por eso, muchos cristianos prefieren mejor vivir una vida de apariencias, pensando que están bien pero en realidad no lo están. Esta historia me la contó un señor, me dijo: “hace poco fui a comer con mi hijo pequeño a un restaurante, y estando ahí él tuvo deseos de ir al baño, y yo lo acompañé. Cuando terminó de hacer sus necesidades me dijo: “Papi, fijate que el cuarto del baño se ve bien limpio pero tiene un olor bien feo”. Entramos juntos para observar, y efectivamente parecía muy bien limpio y ordenado todo pero, se sentía el olor feo que mi hijo me había dicho. Observamos por un lado y otro, y descubrimos que en un rincón habían depositada un poco de basura que estaba hasta podrida, y a un ladito, estaba también un desodorante ambiental, con el que perfumaban aquel cuarto para que a primera vista oliera agradable. Salimos inmediatamente mi hijo y yo de aquel baño, y llame al jefe del restaurante para viese lo que tenían guardado en el baño sus empleados. Nosotros nos fuimos a comer a otro lugar”. Los pecados, lo mismo que la basura, si no se limpian y se tiran ha tiempo, poco a poco comienzan a corromper la vida del cristiano, y cuando eso sucede, el veneno del mal olor contamina no solo la propia vida sino también la vida de aquellos que le rodean: hijos, esposa, esposo, familiares, vecinos; Y “si alguien tiene sano el olfato del alma, sentirá cómo hieden los pecados” (San Agustín, Comentario sobre el salmo 37). ¿Y cuales son esos pecados que envenenan y pueden destruir para siempre nuestra vida? son muchos pero, todos ellos nacen en lo que la Iglesia llama pecados capitales, que son: “soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula y pereza; y se les llama pecados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. El pecado crea una facilidad para el pecado, engendra el vicio por la repetición de actos. De ahí resultan inclinaciones desviadas que oscurecen la conciencia y corrompen la valoración concreta del bien y del mal. Así el pecado tiende a reproducirse y a reforzarse” (Catecismo de la Iglesia, n. 1865, 1866). “El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con él. Al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y realiza litúrgicamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación” (Catecismo de la Iglesia, n. 1440). Hermanos y hermanas, nuestra conversión no es una tarea fácil pero, por ser difícil, tampoco es algo que debemos de posponerla para mañana porque el mañana, simplemente, no existe; es ahora que debemos de iniciar nuestro caminar con el Señor.
sábado, 16 de febrero de 2008
II DOMINGO DE CUARESMA
“A partir del día en que Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios

La transfiguración de Nuestro Señor, es motivo de esperanza para todos los que creemos en El.

miércoles, 13 de febrero de 2008
TODOS LOS DIAS SON PARA EXPRESAR AMOR Y AMISTAD


viernes, 8 de febrero de 2008
I DOMINGO DE CUARESMA

- El Diablo, enemigo de Dios, y enemigo nuestro
- El Demonio esta presente en todas partes, nos ronda a cada uno y a cada una, él no descansa ni de día ni de noche, y su trabajo es conocernos a cada una y a cada uno, conocer nuestras partes débiles, para luego atacarnos con toda la fuerza que le es posible por medio de la tentación, con el objetivo de hacernos pecar, y separarnos de Dios, si es posible, para siempre. ¿Entiende usted entonces, por que la Iglesia nos ha recomendado siempre que oremos sin desfallecer, el ayuno, la limosna, y la mortificación voluntaria?
- ¿Cree usted que podemos vencer el poder del demonio en nuestras vidas si no queremos hacer uso de los medios que la Iglesia nos propone? ¿Cómo ha planeado usted vivir esta Cuaresma?
miércoles, 6 de febrero de 2008
MIERCOLES DE CENIZA

La Cuaresma comienza con el miércoles de Ceniza y es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la conversión del corazón.
Las palabras que se usan para la imposición de cenizas, son:
· “Concédenos, Señor, el perdón y haznos pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”
· “Recuerda que polvo eres y en polvo te convertirás"
· “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.
Origen de la costumbre
Antiguamente los judíos acostumbraban cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de su mala vida a una vida con Dios.
En los primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial". Esto representaba su voluntad de convertirse.
En el año 384 d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra poner las cenizas al iniciar los 40 días de penitencia y conversión.
Las cenizas que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos de año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce a nada.
También, fue usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno. La imposición de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo.Nos enseña que todo lo material que tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los hombres.
Cuando el sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los adultos.
Significado del carnaval al inicio de la Cuaresma
La palabra carnaval significa adiós a la carne y su origen se remonta a los tiempos antiguos en los que por falta de métodos de refrigeración adecuados, los cristianos tenían la necesidad de acabar, antes de que empezara la Cuaresma, con todos los productos que no se podían consumir durante ese período (no sólo carne, sino también leche, huevo, etc.)
Con este pretexto, en muchas localidades se organizaban el martes anterior al miércoles de ceniza, fiestas populares llamadas carnavales en los que se consumían todos los productos que se podrían echar a perder durante la cuaresma.Muy pronto empezó a degenerar el sentido del carnaval, convirtiéndose en un pretexto para organizar grandes comilonas y para realizar también todos los actos de los cuales se "arrepentirían" durante la cuaresma, enmarcados por una serie de festejos y desfiles en los que se exaltan los placeres de la carne de forma exagerada, tal como sigue sucediendo en la actualidad en los carnavales de algunas ciudades, como en Río de Janeiro o Nuevo Orleans.
El ayuno y la abstinencia
El miércoles de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno consiste hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.
La oración

La oración en este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior. Necesitamos convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad.
Para que nuestra oración tenga frutos, debemos evitar lo siguiente:
La hipocresía: Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean llamando la atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra actitud interior. La disipación: Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo más posible. Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a llevar a cabo para podernos poner en presencia de Dios.
La multitud de palabras: Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de memoria sino de escuchar a Dios. La oración es conformarnos con Él; nuestros deseos, nuestras intenciones y nuestras necesidades. Por eso no necesitamos decirle muchas cosas. La sinceridad que usemos debe salir de lo profundo de nuestro corazón porque a Dios no se le puede engañar.
El sacrificio
Al hacer sacrificios (cuyo significado es "hacer sagradas las cosas"), debemos hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así, causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va a recompensar. “Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo, ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto: y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará. “ (Mt 6,6)”
jueves, 24 de enero de 2008
III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Si hay una comunidad cristiana que le dio problemas al apóstol San Pablo, esa es la comunidad de los Corintios. En la segunda lectura que escuchamos este domingo, el apóstol nos habla de la división que existía entre, y es que este problema estaba complicando seriamente la vida de la Iglesia en aquella comunidad cristiana. Como San Pablo conocía muy bien a los corintios, nos dice que estos cristianos era gente de temperamento separatista, les gustaba ir cada uno por su lado: “Desde luego, tiene que haber entre vosotros también divisiones” (1 Cor 11, 19). En lo espiritual, compiten entre ellos mismos, tratando de demostrar quien ha recibido carismas superiores a los demás (1 Cor 12); presumen de ser gente sabia e importante, cuando en realidad, lo dice el mismo apóstol, no eran más que gente de origen humilde. En el texto de (1 Cor 1, 10-13. 17), que es la segunda lectura de este domingo, el apóstol trata de resolver la nueva dificultad que ha surgido entre los fieles de Corintio: las preferencias hacia las personas que les habían anunciado el evangelio, había llevado a que se dividieran en cuatro grupos dentro de la comunidad cristiana, por eso, andaban diciendo: “Yo soy de Pablo”, “yo soy de Apolo”, “Yo soy de Pedro”. “Yo soy de Cristo” (1 Cor 1,12). San Pablo, había evangelizado a esta comunidad, los conocía muy bien, y por eso, rechaza la división entre ellos, diciéndoles: “¿Esta dividido Cristo? ¿Acaso fue Pablo crucificado por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Cor 1,13). Pablo, sabía muy bien que para mantener la unidad Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo, era completamente necesario cultivar esta unidad en cada una de las comunidades a las que se le iba anunciando el Evangelio, y por lo mismo, era también necesario, estar atentos a cualquier movimiento que amenazara con destruir la fraternidad entre los hermanos que habían creído en el Señor. La división tiene consecuencias terribles en la vida de una familia, de una comunidad cristiana, de una parroquia, y de un país entero. La primera lectura de hoy nos narra una situación donde podemos descubrir lo terrible que son en la vida las consecuencias de la división. Era el año 722, antes de Cristo, y las diez tribus que formaban el reino del norte se había separado del reino del sur donde estaban las tribus de Judá y Benjamín. En ese año, los asirios, un país poderoso de aquel tiempo, invadió y sometió a las tribus del norte. Una buena parte de la población de Israel fue exiliada, y el lugar estaba ocupado por enemigos que casi aniquilaron aquel país. Solamente la unidad es lo único que nos hace fuertes, la división nos destruye así mismos, pero, la unidad solamente es auténtica y duradera cuando tiene a Dios como fundamento, y es “aquí donde esta precisamente el gran error de las tendencias dominantes en el último siglo… Quien excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de la realidad y solo puede terminar en caminos equivocados y con recetas destructivas” (Aparecida, 44). Todos somos conscientes de la gran necesidad de unidad que existe en nuestras familias, en nuestras comunidades cristianas, en nuestra parroquia, la Diócesis, nuestro país, y la Iglesia en general pero ¿Cuántos cristianos siguen todavía con los brazos cruzados esperando que esta unidad les caiga del cielo? ¿Y cuántos otros, que muchas veces dicen trabajar por la unidad, en ocasiones lo único que hacen no es mas que aumentar la división ya existe en la familia, la Iglesia y en la sociedad? No se puede trabajar por la unidad en ningún ambiente, si primero, no se ha renunciado a los propios intereses, y se ha decidido seguir a Cristo radicalmente, como lo hicieron los apóstoles: “Dejando las redes, le siguieron” (Mt 4,20).
SEAMOS DEFENSORES DE LA VIDA

domingo, 20 de enero de 2008
II DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Esta frase que esta tomada del profeta Isaías aparece en la primera lectura de este segundo domingo del tiempo ordinario. La frase es aplicable al profeta mismo en cuanto que tenia la misión de congregar por medio de la Palabra de Dios a todo un pueblo que se había dispersado; es aplicable al pueblo de Israel en cuanto que ellos eran los depositarios de las promesas de salvación en favor de toda la humanidad. San Juan Bautista aparece en el Evangelio de hoy, como el siervo de Dios que le preparó el camino a su Hijo, señalándolo ante sus discípulos, como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29) pero, es Nuestro Señor Jesucristo el Siervo por excelencia: “Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto” (Mt 3,17). Y por Jesucristo cada uno de nosotros, hombres y mujeres, hemos sido constituidos en hijos e hijas de Dios, y como hijos e hijas de Dios estamos llamados a ser sus siervos, servidoras y servidores de Dios. San Pablo en su primera carta a los Corintios, se presenta como “llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios” (1 Cor 1,1). Usted también ha sido llamado para ser servidor y servidora del Señor, en su familia, en su comunidad, en su parroquia; y esta es la razón de nuestra existencia, servir a Dios, lo queramos o no: “Esclavitud por esclavitud- si, de todos modos, hemos de servir, pues, admitiéndolo o no, esa es la condición humana-, nada hay mejor que saberse, por Amor, esclavos de Dios. Porque en ese momento perdemos la situación de esclavos, para en amigos, en hijos” (San Josemaria Escrivá, Amigos de Dios, 35). El profeta Isaías, San Juan Bautista, Santa Maria, San José, cumplieron la misión que Dios les había encomendado, en el lugar y el tiempo exacto en el que él lo había determinado, y solo así fue posible que se realizara la salvación que Dios tenia preparada en favor de toda la humanidad. Hermanos y hermanas, ¿está pensando usted que Dios va ha arreglarnos todos los problemas, sin que nos tomemos en serio, cada uno y cada una, la misión que él nos ha encomendado? ¿Usted cree que Dios va ha venir a arreglarnos todos los problemas de desintegración y maltrato familiar, delincuencia, pandillas, corrupción, división en nuestra mismas comunidades cristianas; mientras nosotros sigamos cruzados de brazos? No. Nuestra misión es servir, y servir ahí donde Dios nos ha puesto: “Fijémonos en los soldados que prestan servicio bajo las ordenes de nuestros gobernantes: su disciplina, su obediencia, su sometimiento en cumplir las ordenes que reciben. No todos son generales ni comandantes, ni centuriones, ni oficiales; sin embargo, cada cual, el en sitio que le corresponde, cumple lo que manda al rey o cualquiera de sus jefes. Ni los grandes podrían hacer nada sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes; la efectividad precisamente depende de la conjunción de todos” (San Clemente, Carta a los Corintos, 36).
Por tres domingos, a partir de hoy, la segunda lectura es tomada de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios. La carta del apóstol es la respuesta a las alarmantes noticias sobre las discordias en la comunidad que le llegan a través de “los de Cloe” (1 Cor 1,11), una distinguida mujer de Corinto. Mediante esta carta, junto con la segunda, vemos algunos de los problemas que la joven comunidad cristiana estaba enfrentando en aquel tiempo, y que no son extraños a los problemas que hoy tenemos que enfrentar también nosotros. La unidad, el acuerdo entre las personas es tan importante dentro de la familia, de la comunidad cristiana, de la Iglesia, y de la sociedad en general que, cuando no existe esa unidad, cualquier familia o sociedad se queda estancada y en el peor de los casos, acaba destruyéndose así misma. La unidad es el secreto que ha hecho posible que numerosas familias y pueblos enteros hayan podido salir adelante a lo largo de la historia de la humanidad; en cambio, la división, que es fruto de la desobediencia, del egoísmo, del orgullo, y de la soberbia, ha sido lo que nunca ha permitido que una persona o una comunidad puedan salir adelante en esta vida. Puede haber dinero en una familia pero, ¿de qué les sirve esa plata, si viven divididos? Un país puede tener en sus tierras oro, petróleo, carbón, muchísimos árboles, y toda clase de animales pero, si la gente de ese pueblo no vive unida ¿de qué les sirven todas esas riquezas? Tarde o temprano caerá sobre ellos un pueblo que vive unido, y les quitará, por vivir divididos, todo lo que Dios les había dado para su bienestar. ¿Entiende usted la importancia que tiene la unidad en la vida de nuestras familias, de nuestras comunidades cristianas, nuestra parroquia, la Iglesia, y la sociedad en general? En esta jornada de oración por la unidad de los cristianos, la Iglesia nos invita ha “Orar constantemente” (1 Tes 5,17), pidiéndole al Señor para que desaparezca la división y reine la unidad entre todas las familias y pueblos de la tierra. La Iglesia nos invita a que oremos porque ella sabe que la unidad es fruto de la conversión de cada persona, y la conversión es una gracia, que solamente, nos la ofrece Dios si se la pedimos con insistencia y con sinceridad. Pero “la unidad exterior, por la que oramos, será la germinación y el florecimiento de esta intima unión con Cristo que deben tener todos los fieles… No se puede tener la unidad entre los hermanos, si no se da la unión profunda-de vida, de pensamiento, de alma, de propósito, de imitación-con Cristo Jesús; mas aún, si no existe una búsqueda íntima de vida interior en la unión con la misma Trinidad” (Juan Pablo, Alocución por la Unión de los Cristianos, 1981). El profeta Isaías trabajó por la unidad del Antiguo pueblo de Dios, San Juan Bautista condujo a los hijos de este pueblo al encuentro con Jesucristo: “He ahi el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29), él sabia que no era el Salvador, y se lo dijo con claridad a sus seguidores: “viene el que es mas fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias” (Lc 3,16), San Juan pudo haber engañado ha aquella gente, diciéndoles que él era el Mesías, pero no lo hizo. San Pablo trabajó hasta el final de su vida, para que el Nuevo Pueblo de Dios viviera la Unidad querida por Nuestro Señor Jesucristo, y usted: ¿que esta haciendo, está trabajando por la unidad querida por Nuestro Señor?
viernes, 18 de enero de 2008
PROBLEMAS Y QUIEN NO LOS TIENE

sábado, 12 de enero de 2008
TERMINA EL TIEMPO DE LA NAVIDAD

Este domingo, con la celebracion del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo, vamos ha cerrar el tiempo de Navidad, y ha iniciar la vida pública de Nuestro Señor. Es posible que usted se pregunte: ¿Por qué Nuestro Señor se hizo bautizar? ¿Qué fue lo que él nos quizo enseñar al hacer esto? Esto es lo que nos cuenta el Evangelio a propósito del Bautismo de Nuestro Senor: “Entonces aparece Jesús, que viene de Galilea al Jordán donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?» Jesús le respondió: «Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.» Entonces le dejó. Bautizado Jesús, salió luego del agua; y en esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3: 13 - 17 ). Todos entendemos que en Jesús no había pecado alguno, así lo había anunciado el ángel a la Virgen: “el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,35). Solamente él ha sido el único capaz de decir a sus enemigos: “Quién de vosotros puede probar que soy un pecador” (Jn 8,46). Pero a pesar de todo esto, nos lo encontramos en el evangelio de hoy, haciendo cola, en medio de todos los pecadores para ser bautizados por San Bautista en el río Jordán, ¿Por qué Nuestro Señor hizo esto? “Nuestro Senor se sometió voluntariamente al Bautismo de San Juan Bautista, destinado a los pecadores, para “cumplir toda justicia” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1224). No necesitaba este bautismo pero quiso recibirlo para enseñarnos que “él se había despojado de si mismo, que había tomado la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre” (Fil 2,7). “Después de hacerse bautizar por Juan en el Jordán, Jesús comienza su vida pública; y después de su Resurrección, confía esta misión a sus apóstoles: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado (Mt 28,19-20)” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1224). El bautismo que cada una y cada uno de nosotros hemos recibido, fue instituido por Nuestro Señor Jesucristo, este bautismo nos purifica de la mancha del pecado original, nos ha hecho hijos e hijas de Dios, y nos ha incorporado a su pueblo que es la Iglesia. Ahora que celebramos el Bautismo de Nuestro Señor, conviene que nos preguntemos: si por mi bautismo yo he sido transformado en hijo, hija de Dios ¿qué clase de hijo, hija de Dios estoy siendo? el bautismo me transformó también en miembro de la Iglesia, ¿Qué clase de miembro estoy siendo yo dentro del cuerpo de Cristo que se hace presente en mi familia, la comunidad, la parroquia y la Iglesia Universal?
sábado, 29 de diciembre de 2007
DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA

La Palabra de Dios en este domingo nos invita a reflexionar sobre el ser y la misión de la familia que “es la célula fundamental de la sociedad, cuna de la vida y del amor en la que el hombre nace y crece” (Juan Pablo II, Vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, 40). Y lo primero que decimos es que la familia no ha sido un invento del ser humano sino un invento de Dios, fue él quien determinó el ser y hacer de la familia humana. Dios creó al ser humano “como hombre y mujer” (Gn 1,27), y preparó a cada uno de ellos con unas características propias, es decir, con una manera de ser y de obrar tales que, el hombre encontrara en la mujer, y la mujer en el hombre, el complemento propio de su ser. Esta diferencia pero al mismo tiempo igualdad, entre el hombre y la mujer, tienen su origen en Dios, y es fuente de unidad y de felicidad mutua: “Esta vez si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada. Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne” (2,23-24). Ni el hombre ni la mujer son un objeto, una cosa, que el uno o el otro puedan utilizar sino que, el hombre y la mujer, cada uno y cada una, han sido queridos y creados desde el principio a “imagen y semejanza de Dios” (Gn 1,26). “Al crear al hombre y a la mujer, Dios instituyó a la familia humana y la dotó de su constitución fundamental. Y ha sido voluntad suya que un hombre y una mujer unidos en matrimonio formen con sus hijos una familia. Esta disposición es anterior a todo reconocimiento por la autoridad pública; se impone a ella. Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación. Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2202-2203; 1652; 1654). El ejemplo perfecto de cómo se hace y se vive en una familia lo encontramos en la familia de Nazareth; y el primer detalle con el que nos encontramos es que José y Maria habían vivido un noviazgo de acuerdo a la voluntad de Dios, se lo dice la Virgen al ángel cuando él le anuncia que va ha quedar embarazada: “¿Pero como será esto, puesto que no conozco varón”? (Lc 1,34). Entre José y Maria prevalece la verdad y hay respeto del uno hacia el otro, por eso, Ella le contó lo que estaba sucediendo, no lo engañó, y él, al no entender aquello, “resolvió repudiarla en secreto” (Mt 1,19). José prefería sufrir en silencio antes que hacerle un escándalo a su prometida. Y cuando las dudas se aclararon, José y Maria, renunciaron a la posibilidad de tener una familia como todas las demás para ser los padres (Lc 2, 48) de Aquel que es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6). Renuncian así mismos para dedicarse a cuidar al Hijo de Dios desde el momento de su concepción, moviéndose de un lugar para otro, cuando el niño nace, para salvarlo del malvado Herodes, tal y como nos lo cuenta hoy el Evangelio. Y su Madre estará con El, aún en el momento mas difícil de su vida en la tierra, la hora de su crucifixión en la cruz. Santa Maria y San José, se ofrecieron así mismos al Señor como un sacrificio puro, renunciando ha aquello que les era propio en su condición de esposos para servir por completo a la realización de los planes de Dios en su Hijo. El amor humano vivido dentro del matrimonio que lleva a la creación de una familia exige fidelidad a los Mandamientos de Dios, amor, respeto y sacrificio por la persona amada, la esposa, el esposo, los hijos. Sin eso, es imposible que un hombre y una mujer sean capaces de formar una familia según el querer de Dios.
¿Cómo esta su familia? ¿vivir en unión libre, es decir, sin haber recibido el sacramento del matrimonio, será algo agradable a los ojos de Dios, será eso un bien para la familia, la Iglesia, la sociedad?. Pensando en la vida de la Sagrada Familia: ¿Qué enseñanzas encuentra usted para su propia vida?
jueves, 20 de diciembre de 2007
IV DOMINGO DE ADVIENTO

sábado, 15 de diciembre de 2007
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO

martes, 11 de diciembre de 2007
MADRE DE GUADALUPE A TU MANTO NOS ACOGEMOS

Celebramos en la Iglesia universal y específicamente en toda America, un acontecimiento de gran trascendencia en la vida de esta iglesia sufrida. Hace 475 años nuestra Madre Maria bajo la advocación de Guadalupe, se aparece a un hombre pobre y sencillo, que no sabia leer ni escribir, ni mucho menos hablar, se le aparece con un mensaje, que tiene que llevar al obispo de ese entonces. Misión que el pobre indito cumple, auque tiene que pasar por mil y tantas humillaciones. Nuevamente Dios a través de su Madre, nuestra Madre, vuelve a revelar la grandeza de su majestad a los pequeños, humildes y sencillos. Se aparece morena, del color de los indios para reflejar que ella también es madre de todos por igual, para hacernos entender que no es el color el que cuenta a la hora de de estar con ella y para llevarnos con su hijo Jesucristo. Madre de Guadalupe, madre de America Latina, Madre de este sufrido y despreciado pueblo te pido por todos aquellos que no nos quieren por nuestro color de piel o por nuestra lengua, por aquellos que se creen superiores a nosotros y pisotean nuestros derechos y nuestra dignidad. Te ruego por aquellos que no entienden tu mensaje.
Hoy un año mas nos postramos ante tus pies para decirte, gracias por ser nuestra madre, por ser nuestra Madre Morena de Guadalupe.
LA HISTORIA.

Las Apariciones de Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe a Juan Diego, en DICIEMBRE DE 1531 la milagrosa estampación de su Santa Imagen en el humilde ayate de su vidente y su mensaje de amor por nosotros tienen como fin principal anunciar a su amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, a los pueblos que habitaban el "nuevo mundo".
El Sábado 9 de diciembre en la madrugada, se le aparece por primera vez al Indio Juan Diego.
Juan Diego oye cantos de pájaros. Le llaman por su nombre; sube a la cumbre del cerro del Tepeyac y ve a la Niña que le ordena ir ante el Obispo para pedirle un templo en el llano. "Hijito mío el más amado: yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, Madre del verdad erísimo Dios..., mucho quiero tengan la bondad de construirme mi templecito...Allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores". Aproximadamente a las 5 de la tarde, del mismo día Juan Diego vuelve a la cumbre y da cuenta de la incredulidad del Obispo y pide que escoja otro mensajero. Pero la Virgen le confirma en su misión y le ordena insistir al día siguiente. "Hijito mío el más pequeño: es indispensable que sea totalmente por tu intervención que se lleve a cabo mi deseo. Muchísimo te ruego y con rigor te mando, que mañana vayas otra vez a ver al Obispo. Y hazle oír muy claro mi voluntad, para que haga mi templo que le pido".
El Domingo 10 de diciembre como a las 3 de la tarde. Nuevamente en la cumbre, la madre se aparece por tercera vez a Juan Diego refiere su segunda entrevista con el Obispo. Aún no le cree y le ordena pedir a la Señora alguna señal. La Virgen ordena a Juan Diego que vuelva al cerro al día siguiente para recibir la señal que le dará. "Así está bien, hijito mío, el más amado. Mañana de nuevo vendrás aquí para que lleves al Gran Sacerdote la prueba, la señal que te pide. Con eso enseguida te creerá, y ya para nada desconfiará de ti". Juan Diego, no vuelve por la enfermedad de su tío Juan Bernardino.
El martes 12 de diciembre muy de madrugada. Ante la gravedad de su tío, Juan Diego sale a México para buscar un sacerdote. Rodeó el cerro para que la Virgen no lo encontrara. Pero ella sale a su encuentro; lo tranquiliza de la enfermedad de su tío: "Te doy la plena seguridad de que ya sanó": Lo envía a la cumbre por las rosas que serán la señal, A su regreso, la Virgen le dice: "Hijito queridísimo: estas diferentes flores son la prueba, la señal que le llevarás al Obispo. De parte mía le dirás que por favor vea en ella mi deseo, y con eso, ejecute mi voluntad". Al mismo tiempo que se aparece a Juan Diego, se aparece a Juan Bernardino, tío del vidente, en su casa le cura de sus enfermedades y le manifiesta su nombre y pide que de ahora en adelante, “a su preciosa imagen precisamente se le llame, se le conozca como la SIEMPRE VIRGEN SANTA MARIA DE GUADALUPE".
El mismo día martes 12 de diciembre al mediodía.En la casa del Obispo Fray Juan de Zumárraga, Juan Diego muestra las rosas que llevaba en su ayate, señal dada por la Virgen. "Desplegó su tilma, donde llevaba las flores. Y así, al tiempo que se esparcieron las diferentes flores preciosas, en ese mismo instante... apareció de improviso en el humilde ayate la venerada imagen de la siempre Virgen María, Madre de Dios, tal como ahora tenemos la dicha de venerarla en lo que es su hogar predilecto, su templo del Tepeyac".
viernes, 7 de diciembre de 2007
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

El anuncio de San Juan el Bautista coincide con el de Jesús: “Convertíos porque está cerca el Reino de Dios” (Mc 1,15). Este profeta se dirige con mucha energía a los fariseos y saduceos porque para ellos, la conversión era un hecho mental que no implicaba la totalidad de la persona. En ellos se daba una división interior: atendían a los mínimos detalles de la ley, pero descuidaban el precepto de la caridad; se protegían del juicio de Dios con una legalidad mal disfrazada o se sentían superiores como hijos de Abraham. Su conversión era por encima y no tocaba la intimidad de su corazón. La conversión que exige el Bautista era muy diferente pues, pide un cambio total y radical en la relación con Dios y con el próximo. No es una simple conversión interior, sino una conversión también exterior que llega a las obras. Aquí es donde aparece la imagen del árbol que produce frutos: el árbol bueno produce frutos buenos, el árbol malo produce frutos malos y se corta de raíz.