«Todo el mundo te busca.»
(Mc. 1,37)
Rev. Alexander Díaz
El texto evangélico que acabamos de leer nos permite avanzar en el conocimiento de Jesús pues nos ofrece una descripción de lo que era un día típico en su vida. Su jornada iba alternando encuentros con los enfermos, catequesis y tiempos de oración. Este relato de la curación de la suegra de Pedro es un ejemplo, entre muchos, de su preocupación por el sufrimiento humano.
La labor terapéutica o curativa de Jesús se dirige al ser humano integral, pues no solo curaba las dolencias físicas sino que igualmente actuaba en lo más profundo del ser humano (sus tristezas, dramas interiores, esclavitudes o dependencias.
En torno a esta vida normal y cotidiana Jesus va a visitar la casa de la suegra de Simón Pedro. Al entrar en la casa, los discípulos le hablan de la suegra de Simón. No puede salir a acogerlos pues está postrada en cama con fiebre.
Jesús no necesita más. De nuevo va a romper el sábado por segunda vez el mismo día. Para él lo importante es la vida sana de las personas, no las observancias religiosas. El relato describe con todo detalle los gestos de Jesús con la mujer enferma
«Se acercó». Es lo primero que hace siempre: acercarse a los que sufren, mirar de cerca su rostro y compartir su sufrimiento. Luego, «la cogió de la mano»: toca a la enferma, no teme las reglas de pureza que lo prohíben; quiere que la mujer sienta su fuerza curadora. Por fin, «la levantó», la puso de pie, le devolvió la dignidad.
Así está siempre Jesús en medio de los suyos: como una mano tendida que nos levanta, como un amigo cercano que nos infunde vida. Jesús solo sabe servir, no ser servido. Por eso la mujer curada por él se pone a «servir» a todos. Lo ha aprendido de Jesús. Sus seguidores han de vivir acogiéndose y cuidándose unos a otros.
Todas las acciones nos describen a la perfección la búsqueda constante de Dios al ser humano doliente. La enfermedad y la muerte siempre nos están rodeando y solo nos queda preguntarnos si nos dejamos encontrar con el Dios que nos por dentro.
La pregunta es ¿Cómo entender la enfermedad? En un mundo donde al ser humano no le gusta el sufrimiento y no está dispuesto a sufrir ni a mortificarse en lo absoluto.
Jesús se nos acerca hoy para decirnos que incluso en lo que no entendemos en las negruras del dolor tiene sentido. La tarea del cristiano es acercarse a la cruz y a la tumba del resucitado y encontrar en El sentido de lo que vivimos.
Hoy vemos el dolor y el sufrimiento humano con todo lujo. La televisión se ha vuelto un buen notario de nuestro tiempo. Algunos se preguntan donde esta Dios en nuestros días cuando se dan esas situaciones…. Puede ser que este en ti, y también en el que sufre. El que sufre espera consuelo y ayuda, en ti y en mi, espera que seamos nosotros quien la ofrezcamos. Esta es la lógica de Dios, que hace el menesteroso esperar y que queda a la espera de nuestra respuesta solidaria.
Me encuentro frecuentemente con personas sanas que dice que están cansadas de vivir…, los cristianos somos los que estamos cansados de vivir muertos, muchos viven con una pesada carga, como una negación de ser felices, viven lejos de la realidad. El evangelio es una invitación para que descubramos a Dios y desde ahí vivamos en El. No hay mayor felicidad.
En muchas ocasiones me da la impresión que muchos no sabemos valorar lo que Dios nos ha regalado, vivimos renegando y amargándonos y amargando a los otros por trivialidades que no tienen sentido, por esas trivialidades deseamos morirnos, dejar de vivir, mientras miles en los hospitales luchan por ganarle una hora más en este mundo a la eternidad o muchos están satisfechos viviendo sus últimas horas de vida. Creemos y pensamos que con hacernos las víctimas o con morir lo hemos resuelto todo.
El evangelio recuerda que aquel día curó a muchos enfermos. El texto es sin duda un sumario que resume la futura actividad de Jesús. Pero también su libertad, que no se deja anular ni seducir por las demandas de la multitud. Por eso sabe retirarse a orar en la soledad. En la oración encuentra su fuerza y el sentido de su misión.
Me parece impactante el final de evangelio que hemos leído hoy, nos dice que “Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»” (Mc.1,37)
El que ha hablado durante el día con autoridad y en la tarde ha curado con sincera compasión a los enfermos es capaz de retirarse en silencio a la aparente inacción de la plegaria. “Todo el mundo te busca”. Eso le dicen sus discípulos al encontrarlo de madrugada después de que él se retirara a orar.
- “Todo el mundo te busca”. La frase recordaba la tradición de Israel. Los hebreos fieles a la Ley de Moisés eran calificados como “los buscadores de Dios”. Ahora las gentes buscaban a Jesús. En esa búsqueda se manifestaba la fe de los creyentes, pero también la dignidad divina del Maestro.
- “Todo el mundo te busca”. La frase también evoca la sed de la humanidad que, insatisfecha con sus logros, anhela la salvación. Son muchos los que buscan un sentido para su vida. Sin saberlo, tratan de vivir de acuerdo con unos valores que se encuentran reflejados en la vida y el mensaje de Jesucristo.
- “Todo el mundo te busca”. Finalmente, la frase de los discípulos interpela también hoy a todos los cristianos. No nos salvarán ni el saber ni la técnica. No nos salvan las ideologías ni la política. No podemos salvarnos a nosotros mismos. Sólo nos salvará Jesús, el Mesías de Dios. Buscarle a Él es ponerse en el buen camino
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