Hoy la palabra nos lleva a ver a un Jesús humano y divino a la vez, no vez no vemos solo a un Jesús que cura y resucita al mismo tiempo, nos presenta a un Jesús que llora, que se conmueve, que tiene amigos, un Jesús cercano a los suyos, sus lagrimas y su conmoción ante la pérdida de un amigo nos muestra la calidad de ser humano que él era, sus palabras se vuelven vivas entre nosotros.
Hay muchos que cuando se toca el tema de la muerte, se escandalizan, o se deprimen o simple y sencillamente les da miedo tocar este tema, se destrozan y se sumergen en tristeza, evitamos lo más que podemos para hablar de ella. Jesús se acerca para darnos una respuesta ante la dura situación de la muerte.
Es normal que ante la pérdida de un ser querido, nos quebrantemos, lo extrañemos y nos duela que este regrese a la casa de nuestro Padre, es normal eso no estamos diciendo que no se haga, - hasta Jesús en el evangelio de hoy lo hace y lo siente – lo que no es normal es que no aceptemos ese momento por el cual todos un día pasaremos y enfrentaremos, pero eso solo será un puente que marcará el inicio de una vida nueva si es que cuando muramos, aun vivimos, espiritualmente hablando.
El evangelio de este domingo nos hace reflexionar de manera profunda en el tema no solo de la muerte corporal y biológica sino de la muerte espiritual en la que tantos en esta sociedad están sumergidos. Jesús va a la tumba de Lázaro, y les dijo: "Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió: "Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto". (Jn. 11, 39) Al maestro no le importa que apeste, le interesa sacarlo de esa tumba apestosa y sin sentido, los muertos que necesitan salir de sus tumbas son aquellas personas que han dejado de crecer y de tener esperanza. Son los que viven llenos de temores cuando una y otra vez el Evangelio nos dice: "¡No tengan miedo!" Son las personas que han tirado la toalla con suma facilidad cuando Dios nos invita a la lucha.
Estar muertos en y enterrados en una es no ser feliz, es dejar que el amor muera y que gane la batalla la soledad, la cobardía, la indiferencia, el tedio de la rutina, el absurdo de nuestro pasado y la terquedad del pesimismo y la insatisfacción. No me canso de decir que muchos en esta sociedad no vive con plenitud, sino que sobreviven o agonizan y son muchas las razones que hacen que una persona pierda las ganas de vivir. Hay gente que ante los graves problemas que viven lo que quieren es morirse. Siempre me he dicho ante las dificultades que lo que tengo que hacer es luchar para superarlas.
Es triste y desalentador el ver personas presas de la soledad, del desánimo y del desaliento, el ver cómo sufren día tras días. Se estancan, no se mueven ni exterior ni interiormente, y se quejan porque no son felices, pero no son capaces de ir mas allá de sus hastío. Tenemos que leer este Evangelio recordando la parábola del hijo pródigo (Lucas 11) ya que el hijo menor "estaba muerto y ha vuelto a la vida..." Volvió a la vida porque fue capaz de animarse, de volver sobre sus pasos, de moverse. De nada sirve (es anticristiano) el quedarse estancado sin hacer nada sino estar todo el día lamentándose. Hay que luchar por lo que se quiere, hay que sacrificarse por lo que uno desea.
El sufrimiento de muchas personas se podría evitar o aminorar si tuviesen la capacidad de cambiar, de levantarse y volver de nuevo a la casa del Padre. Pero no, están lamentándose constantemente de su pasado, presente y futuro... Morir es dejar que las distintas formas de muerte (pecados) presentes en el mundo nos ganen terreno interior. Resucitar es "levantarse" y volver a la casa del Padre. Me impactan las palabras de Jesús que con autoridad le dice desde la puerta de la tumba nos dice el evangelio que Jesús gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!".(Jn.11,43) Esa frase de Jesús es una orden espiritual para salir de nuestros complejos que no nos dejan amar, ni ser amados, para salir de esas depresiones, de ese pasado agobiante y agónico, para salir de la tumba del miedo a ser mejor, a superarte, a vivir.
Salir fuera de ese ambiente toxico que te está matando, un ambiente creado por tus propios amigos, compañeros de trabajo, o incluso tu misma familia. ¡Levántate! Sal, ven afuera, respira el aire de la resurrección, de la paz, de la alegría de la bondad que estás perdiendo. Sal de tu tumba, Jesús te lo está diciendo todos los días a través de las personas que te quieren. Lázaro obedece y sale fuera, con dificultad, nos dice el evangelio que “salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar". (Jn. 11,44) Esas frases tienen un hondo significado en el mundo actual y moderno, porque el mundo moderno está plagado de personas que se dedican a asfixiar a otros, son las vendas y la mortaja que no dejan caminar ni salir cómodamente a Lázaro, son personas que viven infundiendo la cultura de la muerte en él la vida de los otros, son partidarios de un mundo de muerte, son las personas que con normalidad y sin remordimientos son partidarios de que una madre pueda abortar (matar) al hijo que lleva en sus entrañas.
Son partidarios de aconsejar el divorcio más que la lucha y el esfuerzo para superar los problemas matrimoniales... promueven y animan a que los enfermos más graves y los viejos sean exterminados... son personas que en proyectos de vida cuando algo no les sale bien proponen como salida inmediata la autoeliminación suicida como expresión de su libertad... No nunca apoyare la cultura de la muerte nunca estaré de acuerdo con los que hacen de la muerte, la ruptura y la división la solución de sus problemas. No te vuelvas cómplice de la denominada "cultura de la muerte".
La cultura que nos trae Jesús es la cultura de la vida; de la física y de la eterna. La resurrección que nos propone Jesús es la de los corazones. La persona que está unida a Cristo colaborará con Él para que el interior de muchos seres humanos sean transformados y sean, a su vez, capaces de transformar. Tu y yo nacimos para vivir, no nacimos para morir…. Recuerda y ten presentes las palabras de Jesús, "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?” Vivee en Cristo.
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