"¿Crees tú en el Hijo del hombre?"
Jn. 9, 1-38
Rev. Alexander Díaz
Es interesante ver como el tiempo cuaresma, va avanzando y me encanta mas ver el proceso como se va desarrollando; de las tentaciones pasamos a la transfiguración y de ahí al encuentro de Jesús con la samaritana. La liturgia, las lecturas de cada domingo nos van centrando en la figura de Jesús. Al final, toda la Cuaresma se orienta a hacer memoria intensa de aquellos días de Pascua en Jerusalén en que a Jesús le tocó vivir su Pascua personal.
El evangelio de este domingo marca otro acontecimiento en el ministerio público de Jesús, y se da a través de la curación de un ciego de nacimiento. En el texto bíblico de hoy el "ver" es símbolo de la fe. "Ver" es tener fe. Recobrar la vista es entrar en el mundo de la fe y para entrar en este mundo es necesario estar cerca de Jesús.
El ciego nunca había visto la luz, por lo tanto había recibido tantos golpes, había sido llevado por otros que ni siquiera conocía. Jesús le regala el don del ver, del sentir el mundo real, el refresco de la luz. La fe es el elemento refrescante que nos ayuda a ver con claridad los embates de la vida, es por ello que es necesario que estemos de la mano con Jesús, porque solo él puede darnos esa luz. "Ver" es mirar el mundo con los ojos de Jesús, percibir la vida tal y como Dios la quiere y no como los seres humanos la hemos ido desmontando.
Ver es entender que el seguimiento de Cristo no es solamente el de transmitir unos conceptos o unas doctrinas, repetitivas y vacías, sino interiorizarlas y plasmarlas con convicción en la vida y que a través de esta vida, otros a nuestro alrededor lo comprendan también.
Siempre les digo a los catequistas que a los niños que se están preparando para recibir la primera comunión se les enseñe con convicción, que lo entiendan, que lo vivan, que no configuremos computadores que no entienden lo que oran a nuestro Señor, hay muchos que dice que el niño está preparado para la primera comunión porque sabe rezar, sabe los mandamientos y los sacramentos, el saber es muy importante porque nos hace poder ir mas allá de donde nosotros creemos, pero lo que más importa es vivir mucho en Cristo. Seguro que si les pregunto a los niños me contestará con precisión matemática. En cambio, si les cuestiono sobre quién es Jesús, muy probablemente será para ellos un desconocido, es importante que eduquemos y nos eduquemos conociendo a Jesús, y encontrándonos con el cara a cara, sin ninguna miopía que nos frustre este encuentro. Aceptar a Jesús como enviado de Dios, capaz de abrirnos los ojos para comprender. Pero superar la ceguera, la incomprensión, es un proceso largo que cada persona debe hacer por sí mismo, por en medio de todo esto se encuentran los fariseos que ponen en duda no sólo el milagro sino la nueva capacidad de ver que ha adquirido el ciego. Los fariseos representan la incomprensión total, la verdadera ceguera; no quieren reconocer a Jesús aunque tengan delante todas las pruebas de que obra el bien. Solo ven que ha curado en sábado y eso, según ellos, es desobedecer a Dios. Después el ciego dará un paso adelante y afirmará que «este viene de Dios», y hasta se pone a «dar lecciones» a los que deberían ser los maestros de la Ley. Los papeles se han invertido y eso ofende a los fariseos, no estás dispuestos a aprender, porque no quieren reconocer su ceguera. Decían nuestros abuelos que no hay peor ciego que el que no quiere reconocer su ceguera, eso es lo que representan su ignorancia.
Para ellos no basta con ver, con tener los ojos bien y distinguir las figuras y las formas. Además, hay otra forma de ver, de conocer, de interpretar las formas que se ven. Los fariseos dicen que el ciego ha nacido como fruto del pecado y que por eso no puede entender con claridad lo que ve. Me pregunto ¿Por qué los seres humanos siempre tenemos que juzgar y cuestionar a Dios en sus designios? ¿Por qué siempre tenemos que tener la razón, aunque estemos errados? ¿Por qué jugamos con las señales que Dios nos envía? Esa son nuestras propias cegueras, cerradas, cuadradas, y sin ninguna salida.
“En el Evangelio de hoy Jesús es capaz de transformar una carencia en un valor nuevo. Quien no percibía la fe ahora le capta como el Mesías y ahora puede "ver" el mundo y así mismo con una mirada bien distinta. Tenemos necesidad de que Jesús nos cure nuestras cegueras que son más de una. Puede ser que la mirada sobre los demás esté en serias vías de conversión. Es probable que tu sincero deseo de seguir a Cristo produzca magníficas posibilidades de milagros para los que te rodean. Pero la ceguera que más te debe de preocupar es la propia, la que no te deja ver cómo eres para Dios, para ti mismo y para los demás.
Hay cristianos que son capaces de percibir la ceguera en las otras personas pero son incapaces de ver su propia oscuridad. Estar ciegos por dentro es no encontrar caminos de esperanza, es ser un ignorante de Dios y de sí mismo. Jesús no actúa en esa vida porque la mente de la persona está muy lejos de su mensaje. "Ver" significa amar. Quien no ama permanece en la más absoluta de las oscuridades, en la más rotunda fe muerta.
La cosa no está en preguntarnos si sé mucho o poco sobre los textos bíblicos, ni tan siquiera si tengo profundos conocimientos teológicos. La pregunta es si todo lo que sé me acerca amorosamente más a Dios y a los demás. Si veo que crezco en el amor voy por el buen camino. Si percibo que cada vez quiero menos a Dios y a los demás, entonces es que mi ceguera se agranda”. (Mario Santana Bueno)
Somos cristianos no porque seguimos sólo lo que Jesús dijo. Somos cristianos porque le seguimos a Él en persona. No seguimos ideas, seguimos al Jesús sanador y salvador. Esto me da la impresión que no lo tienen claro muchos hermanos y hermanas en la fe. Ellos, como yo, necesitan cada día ser sanados de sus cegueras.
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