viernes, 6 de julio de 2012

XIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO


"Nadie es profeta en su tierra.." 

(Mc. 6,1-6)



La liturgia de este domingo decimo cuarto del Tiempo Ordinario, es una reflexión profunda sobre el anuncio del evangelio y la aceptación por parte de aquellos a los cuales se les anuncia. Es una meditación a cerca del profetismo, del profeta que anuncia y denuncia lo que Dios le ha mandado.
Nunca perdamos de vista que cuando alguien anuncia y denuncia es Dios mismo quien toma y envía a sus "portavoces"... para que digan algo en su nombre: que mantengan viva la esperanza en tiempos duros; que denuncien la infidelidad, los abusos e injusticias; que saquen a la luz las rebeldías y pecados colectivos; que preparen a fondo una renovación del resto (pobre) de Israel.
El profeta inevitablemente es controvertido, su palabra dura de oír, su tenacidad escandalosa, el conflicto con los dirigentes oficiales es inmediato. Una palabra para todos. Libertad de palabra, temido, respetado.
Buena noticia de salvación y misericordia para unos... Mala noticia de juicio y reprobación para otros. Y el profeta en medio, posesión de nadie..., posesión del Espíritu de Dios, heraldo suyo, sufriente siervo las más de las veces, ofreciendo su vida y su palabra para que Otro las tome como cosa suya.
Cuando leo las lecturas de este domingo y en concreto el evangelio me puedo dar cuenta el reto grande que se tiene de anunciar la gracia de Dios, de proclamar el evangelio, porque si a Jesús lo rechazó su propia gente, que no harán con nosotros que solo somos siervos de Jesús.
Cuando Jesús se presenta en Nazaret produce conmoción. Por algo sería. Es despreciado porque le ven "como uno de tantos", no aceptan su persona, es despreciado su mensaje.
 "La reacción de oposición o de indiferencia que los hombres mantenemos frente a las voces proféticas, obedece casi siempre a que el profeta se nos presenta bajo apariencias excesivamente humanas.
El evangelio hace ver, muy claramente, que el motivo de la indiferencia de los de Nazaret ante la predicación de Jesús es, cabalmente, que Jesús sea tan semejante a ellos mismos, tan vulgar y ordinario, cuya parentela y origen todo el mundo conoce. Pero los pensamientos de Dios no son como los de los hombres.
En toda la historia de la salvación, Dios ha querido comunicarse con los hombres y mujeres a través de instrumentos humanos, muchas veces débiles e imperfectos, pero que, precisamente por ello, son capaces de mostrar toda la fuerza de Dios. Todos debemos ser conscientes de que, de acuerdo con el plan de Dios, siempre somos salvados por medio de unos hombres y a pesar de las deficiencias de estos mismos hombres".
Sin embargo hay algo que me asombra de Jesús, no obliga a nadie a creer, no comienza a hacer milagros por todos lados para que todo mundo crea, Jesús nos deja libres; propone, no impone sus dones.
Aquel día, ante el rechazo de sus paisanos, Jesús no se abandonó a amenazas e invectivas. No dijo, indignado, como harían otros, sencillamente se marchó a otro lugar. Una vez no fue recibido en cierto pueblo; los discípulos indignados le propusieron hacer bajar fuego del cielo, pero Jesús se volvió y les reprendió (Lc 9, 54).
Así actúa también hoy. «Dios es tímido». Tiene mucho más respeto de nuestra libertad que la que tenemos nosotros mismos, los unos de la de los otros. Esto crea una gran responsabilidad. San Agustín decía: «Tengo miedo de Jesús que pasa». Podría, en efecto, pasar sin que me percate, pasar sin que yo esté dispuesto a acogerle. 
¿Por qué actúan así, aquella gente de Nazaret? Yo diría que por varios motivos. Por ejemplo:
-Un primer motivo puede ser esa especie de sentimiento que todos llevamos dentro, según el cual nosotros ya sabemos lo que somos, y nadie nos tiene que enseñar nada. Cada uno ya tiene su propia manera de ver las cosas, y no tenemos ningún deseo de hacer el esfuerzo de escuchar a otra gente, de estar atentos a otras cosas con ganas de ver más claro, con ganas de cambiar las formas de ver y de actuar, si es que nos damos cuenta que vale la pena hacer este cambio.
-Un segundo motivo puede ser que hemos clasificado a las personas y creemos que sea quien sea nada nuevo puede enseñar y por tanto no aprenderemos nada nuevo. La gente de Nazaret sabía que Jesús era el carpintero, y que, por tanto, poco podía decirles.
Incluso cuando ven que lo que dice y hace vale la pena de verdad, piensan que no es posible y lo ignoran. En vez de hacer lo que sería razonable: escuchar lo que dice y lo que hace, y ver si merece la pena hacerle caso, tanto si el que lo dice es el carpintero como si es el rey, o como si es un muchacho sencillo con un pendiente en la oreja.
-Y un tercer motivo podría ser que  no les interesa escuchar lo que Jesús decía, porque su palabra les mostraba un estilo de vida que entrañaba. Les invitaba quizás a cambiar cosas en su vida que no tenían ganas de cambiar, y entonces todas las excusas son buenas para ahorrarse este cambio.
A menudo lo hacemos: cuando vemos que una persona actúa de modo generoso y entregado, y que con esta manera de actuar pone al descubierto nuestra pereza, rápidamente encontramos mil motivos para demostrar que lo que aquella persona hace no lo hace de buena fe, sino por vete a saber qué intenciones ocultas. De igual modo cuando oímos que alguien dice cosas que son verdad, pero que nos denuncian y que nos obligaría a cambiar, también rápidamente encontramos motivos para desacreditarlo a él y a lo que dice.
Jesús sigue anunciando el evangelio a través de tantos y tantas personas en nuestra vida, no juzgues a las personas, mejor escucha lo que tienen que decirte y llévalo a tu vida y a tu corazón, no permitas que la gracia se vaya de tus manos por la dureza de corazón. Nadie es profeta en su tierra, dice el evangelio de hoy, pero yo creo que como cristianos maduros deberíamos de escuchar lo que el profeta comunica para madurar nuestra fe.
Amén.

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