viernes, 3 de diciembre de 2010

II DOMINGO DE ADVIENTO

“Conviértanse porque el Reino de los cielos esta cerca!”
(Mt. 3,1-12)


Estamos celebrando el segundo domingo de Adviento, preparando nuestro corazón para celebrar la navidad, y en este domingo el evangelio nos hace una referencia al profeta que grita y predica la conversión y el cambio de vida, el profeta que con fuerza y valentía grita en el desierto preparen el camino al señor preparen sus senderos
El desierto en el que lanzaba su mensaje no era un desierto vacío o totalmente deshabitado, sino que era una parte del país no tan poblada como las demás. La labor de Juan era predicar el arrepentimiento. Su cometido era llamar a las personas a que se arrepintiesen de sus pecados.
El arrepentimiento es un pesar por haber hecho algo determinado.
La palabra griega que se usa para "arrepentirse" significa en español "cambiar de mentalidad". Juan les decía entonces: "cambien de mentalidad..." Juan sabia que el cambio de mentalidad provoca el cambio de conducta.
Muchos cristianos es que llamados por las exigencias del Evangelio, se sienten llamados a cambiar determinados aspectos de su comportamiento.
La vida cristiana es una invitación al cambio de interiores. Si cambias en tu interior todo lo que salga de ti será bueno. No es cambiar las cosas que hago anhelando en mi interior lo que realmente quiero. Es dejarse transformar desde dentro por el amor de Dios para que lo que sale de dentro sea más bueno y mejor, en otras palabras es convertirse cada día mas en una mejor persona, un mejor ciudadano.
Juan predicaba el arrepentimiento haciéndoles ver que "el reino de los cielos está cerca". Dios da a conocer el inicio de este reino por medio de Juan y su voz, es la voz que clama en el desierto, porque sus palabras resuenan en los corazones vacios y solitarios. Nunca había entendido lo que en realidad es el desierto hasta que este año tuve la oportunidad de esta en Israel y caminar sobre este desierto en Judá, el silencio aprisiona y la soledad enloquece, el desierto simboliza los corazones ásperos y moribundos. Es la voz de tu conciencia que grita en el desierto, de tu insensatez y doblez de vida.
Para que Cristo entre en la vida de una persona hacen faltas dos elementos esenciales. El primero es el arrepentimiento, el segundo es la humildad. La combinación de ambos sentimientos hacen que la persona pueda captar la distancia que hay de su corazón al de Cristo.
El profeta que predica, a experimentado esta conversión, por eso el evangelio nos expone que tipo de vida llevaba Juan vivía en " ayuno", lo que comía era muy poco y sus vestido ásperos, y de poca calidad, llevaba un estilo de vida hasta cierto punto inentendible. Nosotros, en cambio, nos preocupamos demasiado por el vestido y la comida, por la salud y por el futuro, por el pasado y por lo que intuimos que puede ocurrir.
Nos pasamos media vida temiendo lo que nos puede suceder y la otra media anhelando lo que nos gustaría vivir. Al final muchas personas se pasan la vida sin vivir...
Por aquella época tenían el convencimiento general que el reino de Dios estaba para aparecer. Por eso había personas que pensaban que Juan era el Cristo.
El bautismo de Juan era el rito o ceremonia mediante el cual admitía a los demás como discípulos. A través de este bautismo de agua les obligaba a emprender una vida santa.
El Bautista denuncia a los fariseos y saduceos que acudían a su bautismo, les llama "¡Raza de víboras!" Cristo les dio el mismo título. Juan es capaz de mostrar a los pecadores su verdadero estado, su pobre situación, y esto siempre molesta especialmente a quienes no se arrepienten y a quienes no son humildes.
Les llama a "demostrar con sus actos que están convertidos a Dios". Es decir, que muestren un sincero arrepentimiento. El arrepentimiento y la fe anidan y se aceptan en lo profundo del corazón humano, allí ha de estar la raíz. Pero no podemos dar buenos frutos si la raíz es mala. Fe ya arrepentimiento no tienen que ser solamente actos en nuestra vida sino más bien actitudes permanentes cada día de nuestra existencia.
Juan se considera indigno ante Cristo. Él sabe bien que su fuerza está en Cristo no en sí mismo. Todos los cristianos tenemos que preguntarnos con frecuencia si en esto también nos parecemos a Juan o si más bien vamos buscando galanterías, aunque estas sean espirituales, por parte de los demás.
Los verdaderos seguidores de Jesús están mezclados con los falsos discípulos. Es la mezcla del trigo y la paja.
Que el evangelio de este domingo nos haga reflexionar y hacer mejores seres humanos, hombres y mujeres que aprendamos a vivir en la gracia de Dios y que nuestras raíces se vuelvan cristocentricas y demos así frutos de vida y de gracia a todos los que entran en contacto con nosotros.
Amen

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