El carácter de dicho discurso no es dogmático ni siquiera para la importancia de una encíclica, sino más bien tiene el sentido de un estímulo a seguir investigando en el ámbito propiamente científico de los rastros o huellas del Creador en su obra.
Es de destacar que el texto del Pontífice está muy sólidamente documentado acerca de los conocimientos alcanzados por la ciencia hasta ese momento, sobre todo teniendo en cuenta que a la fecha de pronunciarse estaba aún muy cercano el descubrimiento de E. Hubble en el Observatorio de Monte Wilson en 1929, de que las galaxias se alejaban con una velocidad proporcional a su distancia y siguiendo una constante universal (H). Un poco antes, el mismo Hubble (1889-1953) y H. Shapley (1885-1972) habían develado la estructura de las galaxias en los albores del siglo XX.
En 1927, C. Lemâitre (1894-1966), belga sacerdote católico, astrofísico y profesor y presidente de la P.A.C., sobre la base de la Teoría de la Relatividad General explica la recesión de las galaxias con la hipótesis de un universo en expansión.(Pio XII y las Pruebas del a Existencia de Dios. Discurso a la P.A.C) El trabajo de Lemâitre fue dado a conocer al público en 1930 por Eddington, un año después del trascendente descubrimiento de E. Hubble.
Y este discurso papal fue pronunciado un año antes de darse a conocimiento público la teoría sobre el universo en expansión o Bing-Bang clásico por primera vez con precisión científica, cuyo autor fue Gamow (1952), físico ruso exiliado en los Estados Unidos en 1934. Este había expuesto su teoría tres años antes al publicar en 1932 "The Creation of the Universe".
De modo que el discurso papal está a tono con los tiempos y al tanto de los últimos descubrimientos y teorías de las ciencias de la naturaleza, y por eso muestra un conocimiento y precisión plausibles.
El actual Pontífice también se ocupa de la cosmología científica en ocasión de un discurso de inauguración en un simposio científico en la academia citada (1981). De esto da testimonio el conocido físico teórico inglés S. Hawking en su obra Historia del Tiempo, por cierto de un modo superficial y muy poco preciso.
En realidad, en esta ocasión el Pontífice, igual que lo hiciera Pío XII en el discurso citado, sostiene que una hipótesis científica sobre el origen del mundo como la del Bing-Bang "deja abierto el problema relativo al inicio del universo. La ciencia no puede por sí sola resolver ese problema; le hace falta el conocimiento del hombre que se eleva por encima de la física y de la astrofísica y que se conoce con el nombre de Metafísica, hace falta sobre todo el saber que viene de la Revelación de Dios". (Juan Pablo II, Acta Apostolica Sedis, 73,) Estas palabras del Papa colocan la cuestión del origen del universo en un plano que excede el de las ciencias naturales, encontrando su sitio en la Filosofía Primera y la Revelación en perfecta consonancia con lo dicho en su momento por Pío XII.
Fuera de estas dos manifestaciones, los Pontífices no se ocuparon de la cuestión del origen del mundo ni los problemas cosmológicos en lo sucesivo.
Hoy es mi intención investigar esta cuestión. Sobre todo en lo tocante a los puntos de partida de cada una de las cinco vías, en relación con las ciencias de la naturaleza.
Al problema de Dios se enfrenta inevitablemente todo hombre, por su misma naturaleza intelectual que se hace conciente en acto por la percepción de aquello primero que cae en su intelecto, el ente en el cual se resuelven todas sus concepciones ulteriores;, éste , el ente finito lo percibe por doquier en el mundo porque ente es todo lo que es de algún modo, se muestra independiente de él, pero limitado, y sin tener en sí la razón de su existencia. Junto con la percepción del mundo se conoce nuestra propia existencia con las mismas características y con los mismos interrogantes, límites, insuficiencia e imperfección, con el mismo carácter inevitablemente contingente y por lo mismo dependiente. Este planteo es similar en lo esencial para los hombres de todas las épocas.
En la situación particular que tiene el hombre de fin del siglo XX, nos encontramos en una situación muy diferente por la incidencia que tienen los avances científicos y técnicos qn la cultura que nos toca vivir.
Las ciencias de la naturaleza invaden toda nuestra existencia y nos dan explicación de los fenómenos más variados que protagonizamos cada día. Pero el sentido del ser está ausente de ella, " de modo que - al decir de Jacques Maritain - cuando nos acontece experimentar el choque del ser sobre nuestro espíritu, se nos aparece como una especie de revelación intelectual y tomamos claramente conciencia a la vez, de su poder de despertar y de liberación, y del hecho de que entraña un conocimiento que está separado de la esfera del conocimiento propio de la esfera de las ciencias naturales. Al mismo tiempo comprendemos que el conocimiento de Dios...es primeramente y ante todo un fruto natural de la intuición de la existencia."(J. Maritain, Aproximaciones a Dios.,)
Pero una vez advertida nuestra situación particular, vamos a dar una rápida mirada a los aportes que las mismas ciencias nos ofrecen como puntos de apoyo para la búsqueda de Dios.
Es de destacar que el texto del Pontífice está muy sólidamente documentado acerca de los conocimientos alcanzados por la ciencia hasta ese momento, sobre todo teniendo en cuenta que a la fecha de pronunciarse estaba aún muy cercano el descubrimiento de E. Hubble en el Observatorio de Monte Wilson en 1929, de que las galaxias se alejaban con una velocidad proporcional a su distancia y siguiendo una constante universal (H). Un poco antes, el mismo Hubble (1889-1953) y H. Shapley (1885-1972) habían develado la estructura de las galaxias en los albores del siglo XX.
En 1927, C. Lemâitre (1894-1966), belga sacerdote católico, astrofísico y profesor y presidente de la P.A.C., sobre la base de la Teoría de la Relatividad General explica la recesión de las galaxias con la hipótesis de un universo en expansión.(Pio XII y las Pruebas del a Existencia de Dios. Discurso a la P.A.C) El trabajo de Lemâitre fue dado a conocer al público en 1930 por Eddington, un año después del trascendente descubrimiento de E. Hubble.
Y este discurso papal fue pronunciado un año antes de darse a conocimiento público la teoría sobre el universo en expansión o Bing-Bang clásico por primera vez con precisión científica, cuyo autor fue Gamow (1952), físico ruso exiliado en los Estados Unidos en 1934. Este había expuesto su teoría tres años antes al publicar en 1932 "The Creation of the Universe".
De modo que el discurso papal está a tono con los tiempos y al tanto de los últimos descubrimientos y teorías de las ciencias de la naturaleza, y por eso muestra un conocimiento y precisión plausibles.
El actual Pontífice también se ocupa de la cosmología científica en ocasión de un discurso de inauguración en un simposio científico en la academia citada (1981). De esto da testimonio el conocido físico teórico inglés S. Hawking en su obra Historia del Tiempo, por cierto de un modo superficial y muy poco preciso.
En realidad, en esta ocasión el Pontífice, igual que lo hiciera Pío XII en el discurso citado, sostiene que una hipótesis científica sobre el origen del mundo como la del Bing-Bang "deja abierto el problema relativo al inicio del universo. La ciencia no puede por sí sola resolver ese problema; le hace falta el conocimiento del hombre que se eleva por encima de la física y de la astrofísica y que se conoce con el nombre de Metafísica, hace falta sobre todo el saber que viene de la Revelación de Dios". (Juan Pablo II, Acta Apostolica Sedis, 73,) Estas palabras del Papa colocan la cuestión del origen del universo en un plano que excede el de las ciencias naturales, encontrando su sitio en la Filosofía Primera y la Revelación en perfecta consonancia con lo dicho en su momento por Pío XII.
Fuera de estas dos manifestaciones, los Pontífices no se ocuparon de la cuestión del origen del mundo ni los problemas cosmológicos en lo sucesivo.
Hoy es mi intención investigar esta cuestión. Sobre todo en lo tocante a los puntos de partida de cada una de las cinco vías, en relación con las ciencias de la naturaleza.
Al problema de Dios se enfrenta inevitablemente todo hombre, por su misma naturaleza intelectual que se hace conciente en acto por la percepción de aquello primero que cae en su intelecto, el ente en el cual se resuelven todas sus concepciones ulteriores;, éste , el ente finito lo percibe por doquier en el mundo porque ente es todo lo que es de algún modo, se muestra independiente de él, pero limitado, y sin tener en sí la razón de su existencia. Junto con la percepción del mundo se conoce nuestra propia existencia con las mismas características y con los mismos interrogantes, límites, insuficiencia e imperfección, con el mismo carácter inevitablemente contingente y por lo mismo dependiente. Este planteo es similar en lo esencial para los hombres de todas las épocas.
En la situación particular que tiene el hombre de fin del siglo XX, nos encontramos en una situación muy diferente por la incidencia que tienen los avances científicos y técnicos qn la cultura que nos toca vivir.
Las ciencias de la naturaleza invaden toda nuestra existencia y nos dan explicación de los fenómenos más variados que protagonizamos cada día. Pero el sentido del ser está ausente de ella, " de modo que - al decir de Jacques Maritain - cuando nos acontece experimentar el choque del ser sobre nuestro espíritu, se nos aparece como una especie de revelación intelectual y tomamos claramente conciencia a la vez, de su poder de despertar y de liberación, y del hecho de que entraña un conocimiento que está separado de la esfera del conocimiento propio de la esfera de las ciencias naturales. Al mismo tiempo comprendemos que el conocimiento de Dios...es primeramente y ante todo un fruto natural de la intuición de la existencia."(J. Maritain, Aproximaciones a Dios.,)
Pero una vez advertida nuestra situación particular, vamos a dar una rápida mirada a los aportes que las mismas ciencias nos ofrecen como puntos de apoyo para la búsqueda de Dios.
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