lunes, 22 de junio de 2009

XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

¿No te importa que nos hundamos?
El evangelio de hoy nos describe el mal momento que vivieron los discípulos, cuando una tempestad los sorprendió en medio del lago. Fácilmente podemos identificarnos con los atemorizados navegantes pues todos nosotros, en algún momento, nos hemos sentido impotentes ante acontecimientos que nos superan. En la descripción que hace el evangelista Marcos, se destacan dos sentimientos, el temor y la duda. Nos dice el texto que “de pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua”. Las fuerzas de la naturaleza nos recuerdan lo débiles y vulnerables que somos. Aunque el hombre de hoy se crea un súper hombre, en los momentos más difíciles siempre es vulnerable y ese temor experimentado va acompañado de una profunda crisis de confianza en Jesús.

Detengámonos a analizar las connotaciones de la duda que conmociona a los discípulos:
· Ellos no cuestionan su poder, pues lo han visto resucitar muertos y hacer caminar a los paralíticos. Se trata de una duda ética: han puesto en duda que a Jesús le importen sus vidas y su seguridad: ·”Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Es una pregunta de reclamo de Amistad ante la impotencia que se experimenta, cuántos de nosotros muchas veces le gritamos a Dios con fuerza Donde estas!! O dónde estabas cuando todo esto paso? O que hago ahora que estoy metido en medio de todo esto?

· Esta recriminación es demoledora pues cuestiona la relación de confianza y compromiso que Jesús estaba construyendo en su ministerio apostólico. Jesús – que se identificaba con el buen pastor que se enfrenta al lobo para proteger al rebaño – tuvo que sentirse muy mal al escuchar semejante comentario. Su proyecto de vida era la solidaridad; su misión era dar la vida como suprema expresión de amor. ¡Y sus amigos interpretan torcidamente su silencio!, los seres humanos siempre interpretamos de otra manera el silencio de Dios, nunca sacamos una enseñanza de sus pruebas, porque creemos que somos más sabios que el mismo Dios. Y hasta nos olvidamos de el y de nuestros mismos hermanos que van en la barca con nosotros

· Uno de los indicadores más expresivos de la calidad humana de alguien es su capacidad de tender la mano en las situaciones críticas. En esos momentos conocemos a los verdaderos amigos. Tenemos que aceptar que este indicador tiene un pésimo desempeño en nuestra sociedad. Ante el drama ajeno simplemente comentamos ¡de malas!, y seguimos nuestro camino.

Este relato de la tempestad, nos invita a reflexionar sobre la fe: ¿qué significa tener fe en Dios? y cual debe de ser nuestra respuesta a los cuestionamientos a esa fe, que Dios va poner a base de pruebas y tempestades, que quizás nos enojen o nos depriman en un momento determinado. Ante esto tenemos que ser verdaderos creyentes.
El verdadero creyente no espera manifestaciones espectaculares de Dios en su vida. La fe adulta establece una relación de confianza con Dios, la cual se va enriqueciendo en la vida diaria de una manera discreta y silenciosa. Se trata de encontrar a Dios en la agenda cotidiana.
· La fe adulta no espera que Dios resuelva los problemas afectivos, económicos o de salud. Hay personas que tienen una comprensión equivocada sobre la forma como Dios actúa en el mundo. Dios nos ayuda a resolver nuestros problemas dándonos el valor para afrontarlos y, mediante la acción del Espíritu Santo, sugiriéndonos posibles caminos de solución. La responsabilidad recae sobre nosotros.
El mensaje central que nos transmite el evangelio de este domingo es la confianza en Dios: “Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: ¡cállate, enmudece! Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: ¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?”

Los discípulos salieron sanos y salvos porque se habían embarcado con Jesús. Si Jesús no hubiera estado con ellos, probablemente la aventura no habría tenido un final feliz. ¡Ahí está el secreto! Embarquémonos con Jesús. Que la joven pareja que se acerca al altar para prometerse amor y fidelidad invite a Jesús a ser su compañero de travesía… Que el profesional que cada día se dirige a su lugar de trabajo haga de Jesucristo el socio con el que consulta sus decisiones y proyectos… Que las personas que se sienten solas escojan a Jesucristo como su confidente con el que comparten sus dudas y preocupaciones…
Si nuestro grito es oración, que fantástico grito de auxilio que será escuchado de forma positiva y engalanadora en nuestra vida, porque la oración calma cualquier tempestad, cualquier duda, cualquier tormento y fracaso que haya, pero si es un grito de desconfianza en la providencia del maestro, y esa desconfianza se vuelve duda y falta de fe tendremos que escuchar las duras palabras que Jesús le dice, ¿Por qué son tan cobardes? ¿Por qué dudan? ¿Aun no tienen fe?.

Con estas duras frases quiere hacernos entrar en razón, los cobardes siempre tienen miedo a las pruebas, y no son capaces de crecer y de dejarse moldear. Los cristianos de hoy estamos llamados a afrontar las tormentas de la vida con valentía y con coraje armados de fe en Jesús que nunca nos abandona, esa llamada a la fe que Jesús nos hace hoy es una llamada a hacernos entrar en razón y a cuestionarnos a nosotros mismos si nuestra fe es solida o simplemente es una fe aparente e interesada, que no está dispuesta a soporta pruebas y dificultades, para solidificarse en Cristo.

La iglesia está cansada de cristianos cobardes y flojos que no son capaces de luchar para vencer las adversidades y dolores que el ser cristiano conlleva, animémonos a vencer nuestras propias tormentas junto con Jesús que esta junto a nosotros en este convulsionado mar de la vida, que a veces parece que nos hunde y nos veces, pero recuerda Cristiano, ¡No estás solo! El está con nosotros en esta barca, solo seguimos su propio proyecto.

· Como los discípulos, también nosotros nos hemos sentido atemorizados y llenos de interrogantes en las tempestades que hemos padecido. No pretendamos viajar solos. Invitemos al buen Dios para que suba a nuestro barco y sea compañero de travesía. Con Él a bordo lograremos llegar al puerto y cumplir nuestra misión.

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