“El que se humilla será enaltecido, y
el que se enaltece será humillado”
(Mt. 23,1-12)
Rev. Alexander Diaz
Las lecturas de hoy, en particular el texto
del profeta Malaquías y el evangelio de San Mateo, nos ofrecen, como tema de
reflexión, el liderazgo. Esta temática es
desarrollada en negativo y en positivo, es decir, se nos muestra el lado oscuro
del liderazgo, cuando éste es ejercido contra los intereses de las personas y
las comunidades; y también se nos muestra el lado luminoso de éste, cuando se
asume como un servicio.
El texto de Mateo tiene
dos partes: La primera parte es una crítica a los escribas y fariseos; en
contraste con el comportamiento de ellos, Jesús enseña a sus discípulos lo que
no deben ser. La
segunda parte ofrece el perfil ideal de los seguidores de Jesús y de las
comunidades formadas por éstos.
Jesús empieza por
echarles en cara su incoherencia: “No hacen lo que dicen”. Sus piadosos
discursos sobre la ley y los profetas eran desmentidos por sus actos. El
discurso religioso iba por un lado y la vida iba por otro lado; exhortaban al
cumplimiento de los mandamientos y demás obligaciones, pero ellos no respetaban
nada de eso (engañaban, eran arbitrarios en la aplicación de la justicia,
etc.) En el evangelio de San Mateo encontramos varios pasajes en los cuales se
insiste en la importancia de actuar de manera consecuente; lo que
importa son las acciones y no tanto los discursos.
Jesús también les
critica a los escribas y fariseos su doble moral: “Cargan fardos insoportables
sobre los hombros de la gente y no mueven un dedo para ayudar”. Con frecuencia
encontramos personas que son jueces implacables de los demás y que son
absolutamente indulgentes y “manguianchos” con su conducta personal.
El tercer pecado que
Jesús denuncia es la hipocresía, pues ellos llevaban sobre la cabeza y en los
brazos todos los símbolos religiosos (los judíos tenían prohibido utilizar
medallas como lo hacemos nosotros; en lugar de esto se amarraban
pequeños textos de la Biblia para que los demás vieran que ellos eran piadosos
y practicantes...) A pesar de todas esas manifestaciones externas, su corazón
estaba muy lejos de los valores del espíritu. Sólo les interesaban las
apariencias.
El cuarto pecado que
denuncia Jesús en los líderes religiosos y sociales de Israel es el afán de
protagonismo. Les fascinaba ocupar los primeros puestos y que la gente les
rindiera pleitesía. A través de estas cuatro críticas implacables queda
claro que se trata de un liderazgo equivocado, que ha perdido su razón de ser
que no es otra cosa que el bien común.
La función de
los dirigentes -su servicio- consiste en ayudar a los hermanos (y dejarse
ayudar por ellos) en el seguimiento del Señor. El «sabio» cristiano no funda
escuela, exactamente hablando; sirve a los hermanos para imitar a Cristo y para
conseguir la vida eterna. El «maestro» cristiano es discípulo del Señor, como
lo somos todos. El servicio lo distingue no en cuanto maestro, sino en cuanto
sirviente. Salirse de esta línea es caer más o menos en los vicios que condena
Jesús. Nadie es autor de la salvación. Somos humildes siervos: Somos siervos inútiles; hacemos lo que
teníamos que hacer. Dirijamos la atención a los responsables del culto y
de la enseñanza.
Es por ello que debemos de cuestionarnos
a nosotros mismos en ¿Cómo cumplimos la obligación de educadores en la fe, de
servidores de la palabra de Dios? Debemos de tener claro que somos servidores de su palabra y
de su plan de salvación, no de nuestras ocurrencias personales. La conducta de Pablo sigue siendo
ejemplar: como una madre que sólo mira el bien de sus hijos, sin ser gravoso a
nadie. El título madre es aquí sinónimo de sierva solícita de los que ama. En
esta dirección cabe cualquier título.
¿Buscamos el
renombre, los honores? ¿Nos dedicamos a mil cosas marginales? ¿Practicamos
suficientemente la piedad, la unión con Dios de quien tenemos que hablar y a
quien tenemos que predicar? ¿Profesamos verdadero amor a los fieles?
¿Escandalizamos más que edificamos? ¿Amontonamos preceptos insustanciales,
olvidando lo más sagrado? Aquél, pues, que se disponga a servir a los hermanos,
trate de adquirir una verdadera actitud de siervo dentro de la comunidad de
hermanos. No somos más que los súbditos, somos menores que ellos, dedicados en
Cristo a realizar la salvación.
El que se
humilla será enaltecido, y el que se enaltece será humillado. Cristo - se humilló hasta la muerte… por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre
sobre todo nombre. Cristo Siervo ha sido constituido Señor. El camino es
válido -es único- para todos: dirigentes y fieles. Nada de pretensiones ni
aspiraciones tontas. El sencillo, el humilde, el «niño» y «siervo», tendrá
acogida ante el Señor. Amén.
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